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JULIO RODRÍGUEZ I DOCTOR EN MEDICINA ›


MOLECULAR Y PSICÓLOGO

“Ser padre no es una


aventura, pero no se dice.
Todo tiene que ser perfecto
en la sociedad Instagram”
El autor de 'Lo que dice la ciencia
sobre crianza y educación', que a ser
padres se desaprende porque la
sociedad nos obliga a ir en contra del
sentido común

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DIANA OLIVER

24 JUN 2019 - 09:24 CEST

Dice Julio Rodríguez, doctor en Medicina


molecular, psicólogo y autor de Lo que dice
la ciencia sobre crianza y educación
(Plataforma editorial), que a ser padres se
desaprende porque la sociedad nos obliga a
ir muchas veces en contra del sentido
común. No ayudan las expectativas
sesgadas de lo que se supone que es “ser
padres”, ni la falta de políticas familiares que
faciliten una crianza más saludable de los
hijos. Todo suma para que legiones de
padres y madres se sientan –nos sintamos–
culpables e impotentes por no poder llegar a
todo. A todos. “El sufrimiento frente a todo
lo que no podemos hacer por nuestros hijos
en una sociedad incapacitada para
responder a las necesidades humanas,
puede convertirse en culpa y autocastigo”,
escribía Adrienne Riche en ‘Nacemos de
mujer’. Quizás la revolución, entonces, deba
empezar en cada casa, levantando
trincheras de sentido común.

PREGUNTA: Dices al
MÁS INFORMACIÓN
principio del libro que no
han sido tus titulaciones
sino tu experiencia como
padre la que te ha
llevado a escribirlo. ¿Se
pueden abordar
“Me apeo del cuestiones como la
‘hiperchurumbelismo’”
educación y la crianza de
Hiperpaternidad: el los hijos sin el “plus” de
difícil equilibrio
entre la la experiencia?
sobreprotección y la
responsabilidad
RESPUESTA: Se puede,
pero ser padre te da el
plus de la experiencia, te da el sentido de
realidad. Como científico he aprendido que
teorizar está muy bien, pero que si no haces
la parte experimental todo se queda en
hipótesis. No puedes tener ningún resultado
ni conclusión sin haber hecho los
experimentos. Por eso en el libro me baso en
los últimos datos científicos en materia de
educación –tanto desde una perspectiva
psicológica de aprendizaje y bienestar
psicológico, como biológica–, pero también
teniendo en mente el “trabajo de campo” de
padre; sabiendo que lo óptimo está muy
bien, pero hacerlo las 24 horas de los 365
días del año, habiendo dormido 5 horas,
trabajado 8, dado biberones, ordenado los
juguetes, bañado, contado cuentos, cantado
nanas, aguantado berrinches, preparado
cenas, comidas y desayunos, y vuelta a
empezar en una espiral sin final, es muy
difícil. Aún así es necesario saber qué es lo
correcto para intentar aproximarse a ello lo
que se pueda.

P: Sobre lo correcto tenemos la presión de


los “opinadores”.

R: Precisamente lo que me ha llevado a


escribir el libro es haberme enfrentado a las
dudas que te surgen en el día a día como
padre sin haber encontrado información
suficiente para afrontarlas. Lo que sí me
encontré fue la paradoja de que mientras “tú
no sabes nada”, tu entorno “lo sabe todo” y
no para de decirte cómo lo debes hacer
como si ellos (sobre todo aquellos que no
tienen niños) dispusiesen del manual mágico
de la crianza y a ti te hubiese sido vetado su
acceso.

P: ¿A ser padres también se aprende?

R: Y se desaprende. Muchas cosas de las


que digo en el libro son de sentido común,
pero la sociedad nos ha obligado a hacerlo
de manera incorrecta porque la sociedad es
adultocéntrica, despiadadamente capitalista
y no tiene en cuenta el bienestar y el
correcto desarrollo de los pequeños. Por
ejemplo, en la naturaleza a nadie se le
ocurriría decir que la lactancia no es lo
correcto, pero en nuestra sociedad se dice o
se recomienda acortarla porque es
“incómodo”. O a nadie se le ocurriría dejar al
niño durmiendo solo y llorando hasta que se
calle “para que se acostumbre”, pero en
nuestra sociedad se hace, y se le echa la
culpa al niño por no dejarnos dormir. La
realidad es que los niños tienen su propio
patrón de sueño y lo que no nos deja dormir
es la alarma del despertador a las 7 de la
mañana para ir a trabajar.

Debería existir una escuela para padres


porque es la labor más importante de la vida.
Contribuimos a la creación de un ser
humano por lo que nuestra obligación –y su
derecho– es proporcionarle la mejor de las
vidas posibles desde el punto de vista
psicológico. La sociedad del futuro estará
regida por los niños del presente por lo que
el futuro es nuestra responsabilidad.

P: “El haber tenido niños es una de las


principales causas de divorcio en el mundo
occidental”. Dejas claro que la paternidad no
siempre es emocionante, maravillosa o
divertida, sino que también tiene una cara B.
¿Somos conscientes de hasta qué punto la
paternidad y la maternidad hacen saltar
nuestra vida anterior por los aires?

R: Es que ser padres no es una aventura, es


una responsabilidad compleja. Esto nadie
nos lo dice porque todo tiene que ser
perfecto y maravilloso en “la sociedad
Instagram”, la que niega la parte real de la
paternidad/maternidad porque no encaja en
los “cánones de belleza”. Como
consecuencia hay madres y padres
frustrados y estresados porque piensan que
son los únicos que están sobrepasados, que
son los únicos que –en ocasiones– se hartan
de la crianza. Y luego, claro, se sienten
culpables y se vienen abajo. Lo que hay que
decir es que eso es lo normal, que tener hijos
es lo más maravilloso del mundo, pero
también es muy duro y requiere mucho
trabajo y sacrificio. Te cambia la vida por
completo, tu tiempo y tus energías y tu
espacio físico y vital se desvanecen, y
aparecen nuevos y mayores miedos.
Nuestros hijos no tienen la culpa de nada,
son inocentes, somos nosotros quienes
debemos adaptarnos a ellos.

P: Decía Adrienne Riche en ‘Nacemos de


mujer’ que “El sufrimiento frente a todo lo
que no podemos hacer por nuestros hijos en
una sociedad incapacitada para responder a
las necesidades humanas, puede convertirse
en culpa y autocastigo”. ¿Se puede criar y
educar sanamente en una sociedad como la
nuestra?

R: Es muy difícil en una sociedad de mercado


que está obsesionada con explotar a los
seres humanos para producir y consumir
frenéticamente. No queda tiempo ni fuerzas
para cuidar y educar a los niños porque los
padres tenemos que trabajar, y casi no
vemos a nuestros hijos. Además, como el
esfuerzo de criar es descomunal, nuestro
rendimiento laboral se deteriora y al final ni
una cosa ni la otra. Y que conste que no
estoy hablando de destruir la sociedad
capitalista sino de construir políticas que
apoyen una conciliación real y poder criar a
seres humanos adecuadamente y no a
robots separados de sus padres.

Existen datos que demuestran que un 35%


de las mujeres mayores de 35 años que no
tiene hijos, los querría tener. Esto es un
drama social: la misma sociedad que nos
pone un tremendo obstáculo para poder
tener hijos –y criarlos adecuadamente–, nos
pide aumentar los índices de natalidad para
poder mantener la sociedad del bienestar.

Todo esto deriva en culpa y autocastigo para


los padres y para quienes desean serlo y no
pueden. A nivel psicológico se traduce en
estrés, ansiedad y depresión; lo que lleva a
un consumo desmesurado de
psicofármacos, drogas y alcohol, además de
otros problemas psiquiátricos. En definitiva,
estamos ante un problema de dimensiones
descomunales, que se ramifica y afecta a
todos los estratos sociales y a todas las
generaciones de la sociedad. Un tema que
debería ser central en las agendas de los
partidos políticos, porque los niños son la
base de la sociedad del futuro, y la
educación que reciban se reflejará en la
sociedad que crearán. Es algo tan obvio que
me resulta difícil que no se entienda.

P: ¿Hasta qué punto las expectativas


influyen en cómo asumimos la
responsabilidad del cuidado de los hijos?

R: Las expectativas sesgadas que vierte el


imaginario popular a la sociedad influyen en
la satisfacción real de la
maternidad/paternidad. Si llegas a ella con
las expectativas que te cuentan las películas
de Disney, te vas a frustrar, agobiar, deprimir
y sentir culpable. Si ya conoces la realidad,
todo irá mucho mejor. La vida perfecta no
existe, solo existe la vida real.

P: Mencionas en el libro que el castigo, la


agresividad e imponer las cosas a la fuerza
no solo crean sentimientos negativos sino
también el rechazo en el niño y barreras
defensivas hacia lo que se pretende enseñar.
¿Qué aprende un niño con un estilo
educativo impositivo?

R: Nada. Lo que se produce es miedo,


evitación, rechazo hacia lo que nos causa
daño; que el más fuerte manda, que la
autoridad impone por la violencia. Y todo
esto es casi un acto reflejo, no un verdadero
aprendizaje, ya que las estructuras
cerebrales racionales no toman parte en el
asunto.

P: Dado que los niños aprenden


principalmente por imitación, supongo que
también es importante que haya coherencia
entre lo que les pedimos que hagan y lo que
nosotros mismos hacemos. ¿Nos cuesta ser
coherentes en este sentido?

R: Nos cuesta mucho, pero si queremos que


nuestros hijos hagan algo, la mejor manera y
la más efectiva es hacerlo nosotros mismos.
Esto es lo maravilloso de la educación, que
es bidireccional: para educar a nuestros hijos
tenemos que educarnos nosotros. Si
queremos fomentar la lectura, por ejemplo,
no vale que se lo digamos y luego estemos
todo el día con el móvil, lo que tenemos que
hacer es leer.

P: Otra cuestión compleja es la de la libertad:


libertad para decidir, libertad para expresar y
libertad para explorar. ¿Qué aporta
apoyarles en sus decisiones y cuál debe ser
el límite de esa libertad?

R: La libertad es un concepto central en la


construcción de personalidad. Sin libertad el
individuo nunca puede evolucionar. Según lo
que se desprende de los últimos y mejores
estudios en materia de educación y crianza
es que, al final, todos confluyen en el
concepto de libertad. Y todo eso lo tiene en
cuenta el método cognitivo-emocional: al
enseñar y fomentar la expresión de sus
emociones y sentimientos, el niño está
siendo libre, y más libre que se sentirá
cuando descubra que los podrá expresar
artísticamente; al explicarles la realidad,
enseñarlos a razonar y hacerlos partícipes,
les estamos aportando el conocimiento y las
herramientas cognitivas necesarias para ser
independientes y libres a la hora de afrontar
la que será su vida. Claro que alguna vez se
equivocarán, pero eso es parte del proceso
vital.

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