Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
E
por
los escritos reu- moto del pasado, y un de-
CRAIG OWENS
nidos de Robert seo de redimirlo para el
Smilhson, publi- presente: he ahí sus dos im-
ca en October pulsos más fundamentales.
en el otoño de 1979, proponía que el «genio» de Smilhson Ello explica su papel en la investigación psicoanalítica, así
era alegórico, y q u e estaba comprometido en la liquidación como su significación para Walter Benjamín, el único crítico
de una tradición estética que percibía como más o menos del siglo XX que ha tratado esta materia sin prejuicios, filo-
arruinada. Imputar una motivación alegórica al arte contem- sóficamente. '^ Sin embargo, estos dos impulsos no alcanzan
poráneo es aventurarse en territorio proscrito, porque la ale- a explicar por qué el potencial estético de la alegoría da la
goría ha sido c o n d e n a d a durante casi dos siglos como impresión de haberse agotado hace tiempo; ni nos permiten i. Jorge Luis Borges. «De las
alegorías a las novelas», en
aberración estética, la antítesis del arte. En la Estética Croce localizar la ruptura histórica en la que la alegoría misma re-
Otrwi intiuL'iiciünes (Madrid:
se refiere a ella como «ciencia, o arte que imita a la ciencia»; trocedió a las profundidades de la historia. Alianza Edilorial-Emeeé Edi-
tores. 1979. 2 " ed.). p. ]S5.
Borges una vez la llamó «error estético». Aunque si d u d a es- La investigación de los orígenes de la actitud moderna ha- \!\<)ta del trad.: I.as referí-n-
te autor sigue siendo uno de los escritores contemporáneos cia la alegoría podría parecer tan «estúpida y frivola» como su
eias a Borges están tomadas
(!<• esta fuente original, v no
más alegóricos, sin embargo contempla la alegoría como un
tema si no fuera por el hecho de que un impulso sin lugar a de la tradueeión inglesa cita-
mecanismo pasado de moda, agotado, un asunto de interés da en el ensayo de C. Owens:
dudas alegórico ha comenzado a reafirmarse en varios aspec- trad. Ruth I,.C. .Simms (Aus-
histórico pero ciertamente no crític'o. Las alegorías, de he- lin: IJniversity of Texas Press,
tos de la cultura contemporánea: en el renacimiento de Benja-
cho, parecen representar para él la distancia entre el presen- 19641.]
mín, por ejemplo, o en 77ie Anxiety of Influence de Harold
te y un pasado irrecuperable: 2. -Sobre la alegoría y el psi-
Bloom. La alegoría es también manifesta en la revitalización his- coanálisis, véase Joel Fine-
tórica que caracteriza hoy la práctica arfjuitectónica, y en la po- man, «The Structure of
sé que el arte alegórico paret-ió alguna vez encantador... y ahora es intole- Aliegorieal Dí-sire», October,
sición revisionista del dis(-urso más reciente, en la historia del n. 12 (primavera 1980):
rable. Sentimos que. además de intolerante, es estúpido y frivolo. Ni Dante,
arte: T. J. Clark, por ejemplo, en su tratamiento de la pintura 47-66. Ijis observaciones de
que figuró la historia de su pasión en la Vita nuova; ni el romano Boecio, Benjamín sohn* la alegoría se
redactando en la torre de Pavía, a la sombra de la espada de su verdugo, de mitad del siglo XX como «alegoría» política. En lo que si- encuentran en el último ca-
el De cürisotatLone, hubieran entendido ese sentimiento. ^ Cómo explicar es- gue, quiero abordar este resurgimiento a través de su impacto
pítulo de Ttie Origin of Ger-
mán Tragic Drama^ trad.
la discordia sin recurrir a una petición de j>rincipio sobre gustos que
tanto en la práctica como en la tTÍtica de las artes visuales. Hay, Joím Osborne (Ijjndres: New
cambian? ' l^ft Books, 1977). [Trad.
como siempre, precedentes importantes que deben mencionarse: esp.: El origen del drama ba-
Duchamp identificó tanto el «estado instantáneo del Descanso» rroco alemán. Madrid,
Esta declaración es doblemente paradójica, pues no só- 1990.]
lo contradice la naturaleza alegórica d e la propia ficción d e como la «exposición extra-rápida», esto es, los aspectos fotográ-
:5. Véase Kosalind Krauss.
Borges, sino q u e también le niega a la alegoría lo que le es ficos ' de Large GICLSS como «apariencia alegórica»; Alegoría es "Notes on the Index: Seven-
también el título de una de las pinturas en combinación más lies Arl in America». ()cU>ber
más propio: su capacidad para rescatar del olvido histórico
n. ,'í (primavera 1977):
lo que amenaza con desaparecer. La alegoría surgió primero ambiciosas del Rauschenberg de los 5 0 . La cx)nsideración de 68-81.
["]
Cada operación a la que Brauntuch somete estos cuadros representa la du- pecificidad de emplazamiento, la obra que parece haberse
ración de una mirada fascinada, perpleja, cuyo deseo es que ellos descu- fundido físicamente en su situación, que parece hallarse in-
bran sus secretos; pero el resultado es sólo hacer que los cuadros tengan
crustada en el lugar donde la encontramos. La obra de em-
aún más apariencia de cuadros, fijar para siempre en un objeto elegante
nuestra distancia de la historia que produjo estas imágenes. £50 distancia
plazamiento específico aspira a menudo a una monumen-
es todo lo que estos cuadros significan. ^ talidad prehistórica; Stonehenge y las líneas de Nazca se to-
man como prototipos. Su «contenido» es con frecuencia mí-
La de Brauntuch es, de este modo, aquella mirada de tico, como el del Spiral Jetty, cuya forma derivó de un mito
melancolía que Benjamín identificaba con el temperamento local de un remolino en el fondo del Gran Lago Salado; de
alegórico: este modo Smithson ejemplifica la tendencia a empeñarse
en una lectura del emplazamiento, en términos no sólo de
Si el objeto se hace alegórico bajo la mirada de la melancolía, si la melan- su especificidad topográfica sino también de sus resonancias
colía hace que la vida fluya de él y siga muerto, pero eternamente seguro,
psicológicas. Obra y emplazamiento se presentan así en una
entonces está expuesto al artista alegórico, está incondicionalmente en po-
der suyo. Es decir, ahora es totalmente incapaz de emanar cualquier signill- relación dialéctica. (Cuando la obra de emplazamiento espe-
cado o significación propia; esa significación que tiene, la adquiere del artista cífico se concibe en términos de reclamación de tierra, y se
alegórico. El la coloca dentro del objeto, y permanece detrás de ella; no instala en una mina o cantera abandonada, entonces su mo-
en un sentido psicológico sino ontológico. ^
tivación «defensivamente recuperativa» se hace patente.)
Las obras de emplazamiento específico son impermanen-
Las imágenes de Brauntuch profieren y difieren simul-
tes, instaladas en locaUzaciones concretas durante un perio- 5. Douglas Crimp, «Pictures»,
táneamente una promesa de significado; solicitan a la vez que
do limitado, con lo que su impermanencia ofrece la medida Ocíober, n. 8 (primavera
frustran nuestro deseo de que la imagen sea directamente 1979): 8 5 (el énfasis se ha
transparente en su significación. Como consecuencia, pare- de su circunstancialidad. No obstante, rara vez son desman- añadido).
cen extrañamente incompletas —fragmentos o ruinas que de- teladas sino que simplemente se les abandona a la naturale- 6. Benjamin, Gemum Tmgic
Drama, pp. 183-184.
ben ser descifradas. za; Smithson reconoció coherentemente como parte de sus
7. Ibid., p. 166.
La alegoría se ve atraída coherentemente hacia lo frag- obras a las fuerzas que erosionan y finalmente incorporan
8. Ibid.. p. 2 2 3 .
mentario, lo imperfecto, lo incompleto —una afinidad que ha- a aquéllas a la naturaleza. En esto, la obra de emplazamien- 9. «Ni Evans ni Atget preten-
lla su expresión más global en la ruina, que Benjamín veía to específico se convierte en un emblema de la transitorie- den ponernos en contacto
con una realidad pura, una
como el emblema alegórico por excelencia. Aquí las obras dad, de lo efímero de todos los fenómenos; es el memento cosa en sí misma; sus cortes
del hombre se reabsorben en el paisaje; las ruinas represen- mori del siglo XX. A causa de su impermanencia, además, aürman siempre su propia ar-
bitrariedad y contingencia. Y
tan así la historia como un proceso irreversible de disolución la obra se conserva con frecuencia sólo en fotografías. Este el mundo que característica-
mente dibujan es un mundo
y decadencia, un progresivo distanciamiento del origen: hecho es crucial, pues sugiere el potencial alegórico de la
qw; ya se ha canalizado en
fotografía. «Una apreciación de la transitoriedad de las co- un significado que precede a
la fotografía: un significado
En la alegoría el observador se ve confrontado con la ^ocies hippocratica sas, y el interés por rescatarlas para la eternidad, es uno de Inscrito por la obra, por el
de la historia como un paisaje petrificado, primordial. Todo lo relacionado los impulsos más fuertes de la alegoría». ^ Y de la fotogra- uso, como habitación, como
con la historia que, desde el mismo principio, ha sido inoportuno, penoso, artefacta Sus retratos son sig-
fía, podríamos añadir. Como arte alegórico, pues, la fotogra- nos que representan signos,
sin éxito, se expresa en un rostro —o mejor, en una cabeza de muerte. Y
aunque una cosa a.sí carece de toda libertad «simbólica» de expresión, de fía representaría nuestro deseo de fijar lo transitorio, lo números enteros en cadenas
implícitas de signiíicación
toda proporción clásica, de toda humanidad... sin embargo, ésta es la for- efímero, en una imagen estable y estabUizadora. En las foto- que vienen a descansar sólo
ma en la que la sujeción del hombre a la naturaleza es más obvia y da lugar en grandes sistemas de sig-
grafías de Atget y Walker Evans, en tanto que de forma auto-
significativamente no sólo a la cuestión enigmática de la naturaleza de la nificado social; los códigos
consciente conservan lo que amenaza con desaparecer, ese del hogar, de la calle, de los
existencia humana como tal, sino también de la historicidad biográfica del
sitios públicos». Alan Trach-
individuo. Este es el centro del modo alegórico de ver. ... ^ deseo se convierte en el sujeto de la imagen. Si sus fotogra- tenbcrg, «Walker Evans's
fías son alegóricas, sin embargo, se debe a que lo que ofre- Messagejrom the Interior. A
Reading», Ocíober, n. 11 (in-
Con el culto alegórico de las ruinas surge un segundo cen es sólo un fragmento, y así éste afirma su propia vierno 1979): 12 (la cursiva
t
Por tanto, deberíamos también estar preparados para ha- MHIl.IP TAAFFK.
CSTITLEÜ
uar una motivación alegórica en el fotomontaje, porque es (1988)
'8- primera mitad del siglo XIX. l a s asociaciones sintagmáti- delaireano» corno la «combinación constante de dos modos
•-^ o narrativas se comprimieron con el fin de obligar a una opuestos de reacción... un modo pasado y otro presente»;
tectura vertical de las correspondencias (alegóricas). .Se ex- Claudel ob.servó que el poeta combinaba el estilo de Hacine
trajeron de este modo los hechos de un contirmiim; como con el de un periodista del Segimdo lmperio.20 [J^ vislum- i7. Waiter t>njamiri. «Theses
on ihí^ I*hilosophy of Hls-
resultado, la historia podía recobrarse solamente a través de bre de los sostenimientos teóricos de esta amalgama de pre- toíy». en ¡lítimírmtmtLs, lra<í.
'o que Benjamín ha llamado «el salto de un tigre al pasado»: sente y pasado se nos ofrece en el capítulo «Sobre el heroísmo H a m Zobti (Nueva York:
SchtKkeii Book». PJ6Ó), p.
de la vida moderna» del Salón de 1846, y de nuevo en «El 2.5.Í.
™i para Robespierre la antigua Roma era un pasado cargado con el tiem- pintor de la vida moderna», donde la modernidad se define ÍB. Citado eri Ceorge Boas,
po HKI ahora que arrancaba del coruinuum de la hi.sloria. la Revolución como «lo transitorio, lo efímero, lo contingente; es una mitad «Cotirhef anf! His Critics», en
rraneesa se vio a sí misma como Roma reenearnaila. Evocaba a la antigua Omrheí in Feíspectij^e. ed. Pe-
del arte, siendo la otra lo eterno e inmutable».21 Si al artista tra tcoDoesst-híUe Cha (í-in-
Konia de !a forma en la que la moda evoca los vestidos del pasado. Ijx mo-
moderno se le exhortaba a concentrarse en lo efímero, sin gkmood Ciíffs, N.J.:
na tiene una preferencia por lo tópico, sin impoiiarle donde revuelva en Frentice-Hall. 1977), p. 4 8 .
ros matorrales de hace mucho tiempo; es el sallo de un tigre al pasado. '^ embargo, era porque era efímero, esto es, amenazaba con
19. Chía-!es Baudelaire, «Sa-
desaparecer sin dejar huella. Baudelaire concebía el arte mo- lón oí !H4,5». <;ri Árt in Pam
1845-11162. i-d. y Irad. Jonat-
Aunque para Baudelaire esta interpenetración alegórica derno, al menos en parte, como el rescate de la modernidad
han Mayae (N'aeva \(irk;
'l'í la modernidad y la antigüedad clásica poseía no poca sig- para la eternidad. Phaidoíi Pubitshers, I96.5t.
i. 14.
"'iicación teórica, la actitud de la vanguardia que surgió a En «El París del Segundo Imperio en Baudelaire», Ben-
2 0 . Citado í-ri Wafíer Bcnja-
"i'lad del siglo en una atmósfera repleta de historicismo fue jamín llama la atención sobre este aspecto del proyecto de mni. "The í'aris of {h*^ Se-
•expresada sucintamente por Proudhon, al escribir del Ixó- Baudelaire, vinculándolo con el estudio monumental de Má- cond Kmpire in BaudelaireB.
Charlea fiaudeluire: A Lyrk-
"^tdas en las Termopilas de David: xime Du Camp París, ses organes, sesfonctions et sa vie daiu Foet in ihfí Era offiigh Capi-
la seconde moitié du XIX' siécle (significativamente, Du Camp talísm. \n\ú. Harry Ziihii,
!.onílres: NÍ;W íxft Books,
^, -'Ira uno... que no es ni Leónidas y los espartanos, ni los griegos y persas es más conocido hoy por sus fotografías de ruinas): 1973), p. 100. I,a obseí-\'a-
•* 'luienes debemos ver en esta gran composición; que es el entusiasmo del ción (le Uímíutre apamce en
lü \t. 94 del mismo texío.
^ lo que el pintor tenía en perspectiva y la Francia republicana salvada De repente se le ocurrió al hombre que había viajado extensamente por
' " l a Coalición? ¿Pero por qué esta alegoría? ¿Qué necesita pasar a través 2 í . CharÍe'> Baudcfaire, «The
el Oriente, que estaba familiarizado con ios desiertos cuyas arenas son el
Fainter of Modero Ufe», Se~
*' 'as Termopilas y volver atrás veintitrés siglos para alcanzar el corazón polvo de los muertos, (|ue esta ciudad, también, cuyo bullicio lo rodeaba keieil Wril.ing?ionAnandAf-
a>s iranceses? ¿No teníamos nosotros héroes, ni victorias propias? '^ por completo, tendría que morir alguna vt!x, de la lórma en que habían muerto í¿'if.'S, Irad. i'- E. íJiarvel
(Bahimore: Ft-ngiiin Bnoks.
tantas capitales.
1972). p. 4 0 3 .
Así que para cuando Courbet intentó rescatar la alego- Se le ocurrió lo extraordinariamente interesante que sería para noso-
2 2 . Paul Hotirget, «Oiscoui^
•^a para la modernidad, la línea que las separaba había sido tros hoy una descripción exacta de .4tenas en la época de Pericles, de Car-
acadétiikjue du 13 jvii»
tago en la época de Barca, de Alejandría en la época de los Flolorneos, 1895. -Sutxcssion a Máxime
'Claramente trazada, y la alegoría, concebida como antitética
y de Roma en la época de los (losares. ... VA\ un destello de inspiración, Du (^amp», f'rmtlwhgie de
*" credo modernista de llfaut etre de son temps, resultó con- del tipo que ocasionalmente nos conduce a algo extraordinario, i-esolvió es- VAcxidémie fmrtf-abe (Farís,
denada. Junto a la pintura de la historia, a una existencia mar- ! 9 2 l ) . vo!. 2, (>(>. !9t.ss. Ci-
cribir la clase de hbro sobre París que los historiadores de la antigüedad
tado nn Benjamín. Charles
P i a l , puramente histórica. no habían escrito sobria sus ciudades. '^^ IkmdHaire, \>. 8 6 .
Baudelaire, sin embargo, a quien se a,socia más estre- 23- Benjamín, Chmks Btiu-
ch,amente con esa divisa, nunca condenó la alegoría; en su Para Benjamín, Baudelaire está motivado por un impul- dfíairp, p. B7.
La perspicacia primera de Benjamin —«el genio de Bau- tética moderna, la alegoría se subordina generalmente al
delaire, que se nutrió de la melancolía, era alegórico» ^s— símbolo, que representa la unidad supuestamente indisolu-
efectivamente sitúa en el origen del modernismo en las artes ble de forma,y sustancia que caracteriza la obra de arte co-
un impulso alegórico y sugiere, así, la posibilidad, antes ex- mo presencia pura. Aunque esta definición de la obra de arte
cluida, de una lectura alternativa de obras modernistas, una como materia informada es, como sabemos, tan antigua co-
lectura en la que se reconociera totalmente su dimensión ale- mo la propia estética, fue revitalizada con cierto sentido de
górica. La manipulación de fuentes históricas de Manet, por urgencia renovada por la teoría del arte romántica, sirvien-
ejemplo, es inconcebible sin alegoría; ¿no fue un supremo do como base de la condena filosófica de la alegoría. Segtin
gesto alegórico reproducir en 1871 el Toreador muerto como Coleridge, «lo Simbólico no puede, quizá, definirse mejor en
un comunero herido, o trasponer el batallón de fusilamiento oposición a lo Alegórico, más que siendo siempre en sí mis-
de la Ejecución de Maximiliano a las barricadas de París? mo una parte de aquello, de la totalidad de lo que es repre-
¿Y no explota también el collage, o la manipulación y consi- sentante.» ^^ El símbolo es una sinécdoque, una parte que
guiente transformación de fragmentos muy significativos, el representa el todo. Esta definición es posible, sin embargo,
principio atomizador, disyuntivo, que se halla en el corazón si y sólo si la relación del todo con sus partes se concibe
de la alegoría? Estos ejemplos sugieren que, en la práctica de una manera particular. Esta es la teoría de la causalidad
al menos, el modernismo y la alegoría no son antitéticos, que expresiva analizada por Althusser en la Lectura del Capital:
es sólo en la teoría donde se ha reprimido el impulso alegó-
rico. Es a la teoría, pues, a la que debemos volvernos si de-
(El ("oncepto d e e x p r e s i ó n leibniziano] p r e s u p o n e e n p r i n c i p i o q u e el t o d o
seamos aprehender todas las implicaciones del regreso e n c u e s t i ó n se r e d u c e a u n a esencia interna^ d e la q u e los e l e m e n t o s del
reciente de la alegoría. t o d o no s o n p u e s m á s q u e las f o r m a s f e n o m é n i c a s d e e x p r e s i ó n , e s t a n d o
p r e s e n t e e n c a d a p u n t o del todo el p r i n c i p i o i n t e r n o d e la e s e n c i a , d e tal
Casi al principio de «El origen de la obra de arte», Hei-
m o d o q u e e n (cualquier m o m e n t o s e a p o s i b l e es(TÍbir la e c u a c i ó n i n m e d i a -
degger introduce dos términos que definen el «marco con- t a m e n t e a d e c u a d a : Uil y tul elemento... = la esencia interna del U)do. Aquí
ceptual» dentro del cual el pensamiento estético ubica h a b í a u n m o d e l o q u e p e r m i t í a p e n s a r la efectividad d e l t o d o e n c a d a u n o
convencionalmente a la obra de arte: d e sus elementos, p e r o si esta categoría —esen(;ia interna/fenómeno externo—
se h u b i e r a d e a p l i c a r e n c u a l q u i e r l u g a r y e n c u a l q u i e r m o m e n t o a c a d a
u n o d e los f e n ó m e n o s q u e s u r g e n en la totalidad e n c u e s t i ó n , p r e s u p o n d r í a
1 ^ o b r a d e a r t e es, sin d u d a , u n a e o s a q u e se h a h e c h o , p e r o d i c e algo 25. Waltcr Benjamín, «París
q u e el t o d o t e n d r í a cierta n a t u r a l e z a , p r e c i s a m e n t e la n a t u r a l e z a d e un t o d o
m á s q u e la m e r a c o s a e n sí q u e es, alio agoreuei. La o b r a h a c e p ú b l i c o —thc Capital of the Nine-
' e s p i r i t u a l ' e n el q u e c a d a e l e m e n t o fuera expresivo d e la c o m p l e t a totali-
algo distinto d e sí m i s m a ; manifiesta algo m á s ; e s u n a a l e g o r í a . E n la o b r a tccnth Cenlury». Irad. Quin-
d a d c o m o u n a ' p a r s totalis'. ^^ tín H o a r c . en Charles
d e a r t e algo má.s se m e z c l a c o n la c o s a q u e se h a h e c h o . Esta ací^ión d e
tiaudelfíite. p. 170.
m e z c l a r s e e s , e n griego, aumballeín. \_ii o b r a es u n s í m b o l o . ^^
2 6 . Martin Heifl('gg('r,«Thf'
La de Coleridge es, así, una teoría expresiva del símbo- ürigin of thc Work of Art».
Al imputar una dimensión alegórica a toda obra de arte, lo, la unión presentacional de la «esencia interna» y la ex- Poetr}, Ijanguage, Thoughl.
irad. Alberl Hofslaclter (Nue-
el filósofo parece repetir el error, lamentado habitualmente presión externa, que de hecho se revelan como idénticas. Pues va York: Harper & Row.
por los comentaristas, de generalizar el término alegoría hasta la esencia no es más que ese elemento del todo que se ha 1971). pp. 19-20.
el extremo de que Uega a carecer de significado. No obstan- tomado hipostáticamente como su esencia. La teoría de la 27. Samuel Taylor Coleridge.
Gjteridge'.'i Mi-icellaneowi Cri-
te, en este pasaje Heidegger está recitando las letanías de expresión procede de este modo en círculo: aunque está di- tit'ism. ed- Thomas Middle-
señada para explicar la efectividad del todo en sus elemen- ton Kaysor (Camtíridge,
la estética filosófica sólo para preparar su disolución. Es iró-
Mass.; Harvarfl University
nico, y debe recordarse que la ironía misma se registra ge- tos constitutivos, sin embargo son esos elementos mismos los Press, 19.'Í6). p 9 9 (la cursi-
va se ha añadido).
neralmente como variante de lo alegórico; que las palabras que reaccionan sobre el todo, permitiéndonos concebir a es-
2 8 . Louis Althuser y Ktirn-
puedan usarse para significar sus opuestos es en sí misma te liltimo en términos de su «esencia». En Coleridge, pues,
ne Balibar, Reading Capital.
una percepción fundamentalmente alegórica. el símbolo es precisamente esa parte del todo a la que pue- trad. Brn Brewster (Ij)ndres:
New Uh Books, 1970), pp.
Alegoría y símbolo, como todas las parejas conceptua- de reducirse. El símbolo no representa esencia; es esencia.
I«6-187 (el énfasis se ha
les, distan de estar convenientemente equilibrada.s. En la es- Sobre la base de esta identificación, el símbolo deviene añadido).
["]
2 9 . (>>brk%% Mm^üimeowi Oi-
íkísm, p. 9 9 . ¥.-~M' pmñyt-, d e b ; -
rfa « l u i p a r ^ ' s e cím ía himmí
("((íidi-na dfí fkx'the líe la alego-
ría: «Hay uriiígmn diíi'reiwía e n
sí el poeta comienza con iitia
¡cfea yriiwrsal v liiego Í)H.'^a k»
p a i t i c n k r aidecuaik», « ú <.-*m-
^1 el problema mismo de la intuición artística: «De primor- obra después de hecha, la alegoría será, consiguientemente, templa [o uniwrHíd en b parti-
cular. Et \inmfj: mébxlo prfMÍuc€
"lal importancia para nuestra materia actual es este punto, separable de ella. De este modo el modernismo puede recu- la alí-giiría. f!o»il»í b p a í l i a i l a r
liene estatus síiripfemt^Dte « ) m o
<lue la última (la alegoría) no puede ser más que formulada perar las obras alegóricas para sí, a condición de que lo que u n ejí-mplii, u n casti d e lo uni-
conscientemente; mientras que en el primero (el símbolo) es las hace alegóricas sea ps^ado por alto o ignorado. El signi-
tt-, e s lo quií rewla la poesía e n
"luy posible que la verdad general representada pueda estar ficado alegórico parece ser en verdad suplementario; pode-
SM wrtíaflcra riaíurakza: exprt:-
'uncionando inconscientemente en la mente del escritor du- mos apreciar la Alegoría de Fortuna de Bellini, por ejemplo, sa u n parliííuiar sin ptiiísai m-
íicpendientementK en, «» sin
rante la construcción del símbolo». 2'' El símbolo es, así, un o leemos el Progreso del peregrino^ como recomendaba Colé- refertme a, u n « n i w t s a l , (Miro al
^'igno motivado; de hecho, representa la motivación lingüísti- ridge, sin atender a su significación iconográfica. Rosemond ^>reheri<ler ^i p ^ t i f u l a r e n su
earáiAer VÍVBJUU^ imffÍÍcituftieit~
•^a como tal. Por esta razón Saussure sustituyó el término sig- Tuve describe en el espectador «la experiencia de un cua- te iif»mliende h imiivnal dejhr-
tim ainjunta-. G l a i i o e n l'hiÜp
'*" por símbolo, pues este último «nunca es totalmente dro de género —o así io había conceptuado— que se torna
W l - ^ w r i ^ i t , Th; Biunúng Í^MUÍ-
^TOitrario; no está vacío, porque existe el rudimento de un en... (unaj alegoría ante sus ojos, mereced a algo que apren- uúa (BkKjmingjon: !ii(fcina Uní-
versity Fmwit, 196ÍÍ), p. 8 9 (la
vínculo natural entre el significante y el significado». *<* Si el de (generalmente sobre la historia y de ahí la significación ínii-siva se h a añadíddí, Kstii n*-
símbolo es un signo motivado, entonces la alegoría, concebi- más profunda de la imagen)». ^-^ í_a alegoría es extravagan- i;ueríla la visáíín ét B o í l e s so-
b r e la d e g o r í a : « ¡ l a íJt;g(>ría| e s
dla como su antítesis, se identificará como el dominio de io te, un gasto de valor superfluo; está siempre en exceso. Croce íMnita db alj;^riK*:iijnes. (»imi> b
arbitrario, io convencional, lo no motivado. la encontraba «monstruosa» precisamente porque codifica dos nimíla ki e s d e individuos. IUJS
ahirtraiH^iíines cslán pen^mílít^a-
Esta asociación del símbolo con la intuición estética, y contenidos dentro de una forma. ^'^ Mas el suplemento ale- das; [jor vna, e n toda alegoría
hm a%> rifívelísteo. U » indivi-
a alegoría con la convención, fue heredada de forma acríti- górico no es sólo una adición, sino también una sustitución. diK»s cjt»^ toh mwiíÜMas ¡in:«|»onen
^^ por la estética moderna; así dice Croce en la Estética: Toma el lugar de un significado anterior, que de este modo aspin^i a ^;n(';rktMí fOiipin e s la
KüKÓa, í>>n Scgundb Sombra e s
resulta o bien borrado o bien oscurecido. Debido a que la eí (iaiMrho); e n las iKwtjlas hay
' ** "*y doble fondo en el arte, sino uno solo; en el arle todo es simbólico mente agregado» a la obra de arte se confunda con su «esen- ;Í0- i'erdinaiKl de Sau^uití.
l»ftue todo es ideal. Pero si el símbolo se concibe como separable... si cia». De ahí la vehemencia con la que la estética moderna Qnme in Generid Lingtdstien,
«mibolo puede hallansa en un lado, y en el otro la cosa simbolizada, vol- trad. Watie Ba)4in (Nueva Vorb
—la estética formalista en particular— tienuesla el suplemento M . í ( ; m w . H Í i n i f « 4 í k , 1966). p .
^i>^ a eaer en ei error inlelectuaiista: ei Oamado símbolo es la exposición
alegórico, porque pone en tela de juicio la seguridad de los 68.
un concepto abstracto, una alegoría; es ciencia, o arte que imita la cien-
3 1 . Beiied<'i(o O I K S - , At^tthetk^
"en> debemos ser también Justos con lo alegórico. A vetees es lotalmen-
cimientos sobre los que se erige la estética.
trad. D o u ^ a s Aii»^ (Nf^va
inofensivo. Tomemos la Cerusalemme libéralas la alegoría fue imaginada Si la alegoría se identifica con un suplemento, entonces Yíírk: The NfM>nday í*re.ss,
1966K p p . 3 4 . 1 5 .
Menormente; tomemos el Ádone de Marino: el poeia de lo lascivo insinuó se alinea también con la escritura, en tanto que la escritura
3 2 . Esto e s io que, e n la Crítica
^ u e s que fue e^rito para mostrar cómo «la indulgencia sin moderación
se concibe como algo suplementario al habla. Es desde lue- del Juktú. sant:ioné la e«'iu8ión
^ a en el dolor»; tomemos una esl^ua de una mujer hermosa: el escultor de Kmrt d r i eokw; k^í lapices, k ^
go dentro de la misma tradición filosófica que subordina la
eae adjuuUu- una etiqueta a la estatua diciendo íjue representa la Cíe- inaix;«s... c o m o ornameíWj síin-
-ncm o la Bondad. Esta alegoría que viene a agregarse a una obra acaba- escritura al habla donde la alegoría se surbordina al símbo- pbniíínte agregado a la o b r a de
arbe y no pai*«í í(rtnnse<ías de
P^^Jfutwn no cambia la obra de arte. ^^Qué es erUonces? Es una expresión lo. Podría demostrarse, desde otra perspectiva, que la supre- ella. Véase Jat:<nies Deirida,
*^rnamenie añadida a otra (depresión. '-^^ sión de la alegoría es idéntica a la supresión de la escritura. «11ie FarergtHi«, Otiiiim: n. 9
I r e r a n o 1 9 7 9 ) : l\~4i>, mi c o m o
Pues la alegoría, ya sea visual o verbal, es esencialmente una mi epflogfí, «Detachment/from
the fMirergim», (sp. 4 2 - 4 9 .
^ n nombre de la ajusticia», pues, y con el fin de preser- forma de texto escrito —ésta es la base del tratamiento que
3 3 . Hí>senM>nd T u w , AÜtf^rktú
^í" el carácter intuitivo de toda obra de arte, incluyendo lo hace de ella Waller Benjamín en El origen del drama barro-
ínia^ery: Sonuf MetUeml Bo<tki
^goneo, la alegoría se concibe como un suplemento^ «una co alemán: «De un golpe la profunda visión de la alegoría and theu í^merity (Prinretont
PririeeUm U nívfrsily Freiis,
Presión añadida externamente a otra expresión». Recono- transforma las cosas y las obras en escritura que bulle». ^^ 1966), p. 2 6 .
*^*>** aquí esa estrategia permanente de la teoría del arte l ^ teoría de la alegoría de Benjamin, que pro<!ede de 34- G U H Í O e n íkii^^s, «l>e las
^*Qenial que recluye de la obra todo lo que ponga a prue- la percepción de que «cualquier persona, cualquier objeto, aiegoría.s a Im miKtlm>', p. J S 4 ,
central en este ensayo, sin embargo, interesan unas cuantas apreciar totalmente su significación teórica. Pero también le
palabras sobre ella. Dentro de la obra de Benjamín, El ori- permite liberar a la escritura de su dependencia tradicional
gen del drama barroco alemán, compuesta en 1924-25 y pu- con respecto al habla. En la alegoría, pues, «el lenguaje es-
blicada en 1928, destaca como una obra fecunda; en ella crito y el sonido se confrontan uno al otro en tensa polari-
se recogen los temas que van a preocuparle a lo largo de dad. ... La división entre lenguaje escrito significativo y
su carrera: el progreso como el eterno retorno de la catástro- lenguaje hablado intoxicador abre una brecha en el macizo
fe; la crítica como la intervención redentora en el pasado; sólido del significado verbal y fuerza a la mirada a descen-
el valor teórico de lo concreto, lo dispar, lo discontinuo; su der a las profundidades del lenguaje». *'^
tratamiento de fenómenos como el escrito que ha de desci- Nos encontramos con un eco de este pasaje en la reivin-
frarse. Este libro se presenta así como un prospecto de toda dicación de Robert Smithson tanto de una práctica alegórica
la actividad crítica subsiguiente de Benjamín. Como observa como de una crítica alegórica de las artes visuales en su tex-
Anson Rabinbach en su introducción al reciente número de to «Una sedimentación de la mente: proyectos de tierra»:
New Germán Critique dedicado a Benjamín, «Su escritura nos
Ij^s n o m b r e s d e los m i n e r a l e s y los m i n e r a l e s m i s m o s no difieren u n o <lel
fuerza a pensar en correspondencias, a proceder a través de
otro, p o r q u e tanto e n el fondo d e l material c o m o d e los c a r a c t e r e s se halla
imágenes alegóricas más que a través de prosa expositi- el p r i n c i p i o d e u n n ú m e r o a b i s m a l d e fisuras. Las p a l a b r a s y las r o c a s c o n -
va». '^ El libro sobre la tragedia barroca pone así de relie- t i e n e n u n lenguaje q u e sigue u n a sintaxis d e grietas y r u p t u r a s . Mirad c u a l -
sión progresiva del significado, la ausencia de trascendencia 41. Edgar Altan Poe. The Na-
rrative iif Anhur Gordun
desde dentro. A través de esta maniobra crítica puede él pe-
H A K ; OWK^S. ,rii¡c,i d.- anc. .-» ,-<l¡ii • Arl ¿II AiiifrÍKi y cdilor Fym... (Nueva York: Hill und
netrar el velo que había oscurecido los logros del barroco. her. revistas en las i|uc ha piililirailii iHTosds ensayos. Wang. 19601. p. 197.