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I»]

T o d a iniiigen del p a s a d o qiw M U L S O como respuesta a un senti-


no es r e c o n o c i d a p o r el p r e s e n t e
do similar d e alejamiento
como una d e sus propias inquie-
tudes amenaza con desaparecer
sin r e m e d i o .

WALTKR BKNJAMIN, «Te


ALEGÓRICO
H A C I A UNA T E O R Í A D E L
de la tradición; a lo largo
de su historia ha funciona-
do en el espacio entre un
presente y un pasado que,
s()l)rc la lilosolíu (íc la hisl(»ria» sin la reinterpretación ale-
P O S T M O D E R N I S M O
górica, podrían haberse
mantenido en exclusión.

n una reseña de Cierta convicción de lo re-

E
por
los escritos reu- moto del pasado, y un de-
CRAIG OWENS
nidos de Robert seo de redimirlo para el
Smilhson, publi- presente: he ahí sus dos im-
ca en October pulsos más fundamentales.
en el otoño de 1979, proponía que el «genio» de Smilhson Ello explica su papel en la investigación psicoanalítica, así
era alegórico, y q u e estaba comprometido en la liquidación como su significación para Walter Benjamín, el único crítico
de una tradición estética que percibía como más o menos del siglo XX que ha tratado esta materia sin prejuicios, filo-
arruinada. Imputar una motivación alegórica al arte contem- sóficamente. '^ Sin embargo, estos dos impulsos no alcanzan
poráneo es aventurarse en territorio proscrito, porque la ale- a explicar por qué el potencial estético de la alegoría da la
goría ha sido c o n d e n a d a durante casi dos siglos como impresión de haberse agotado hace tiempo; ni nos permiten i. Jorge Luis Borges. «De las
alegorías a las novelas», en
aberración estética, la antítesis del arte. En la Estética Croce localizar la ruptura histórica en la que la alegoría misma re-
Otrwi intiuL'iiciünes (Madrid:
se refiere a ella como «ciencia, o arte que imita a la ciencia»; trocedió a las profundidades de la historia. Alianza Edilorial-Emeeé Edi-
tores. 1979. 2 " ed.). p. ]S5.
Borges una vez la llamó «error estético». Aunque si d u d a es- La investigación de los orígenes de la actitud moderna ha- \!\<)ta del trad.: I.as referí-n-
te autor sigue siendo uno de los escritores contemporáneos cia la alegoría podría parecer tan «estúpida y frivola» como su
eias a Borges están tomadas
(!<• esta fuente original, v no
más alegóricos, sin embargo contempla la alegoría como un
tema si no fuera por el hecho de que un impulso sin lugar a de la tradueeión inglesa cita-
mecanismo pasado de moda, agotado, un asunto de interés da en el ensayo de C. Owens:
dudas alegórico ha comenzado a reafirmarse en varios aspec- trad. Ruth I,.C. .Simms (Aus-
histórico pero ciertamente no crític'o. Las alegorías, de he- lin: IJniversity of Texas Press,
tos de la cultura contemporánea: en el renacimiento de Benja-
cho, parecen representar para él la distancia entre el presen- 19641.]
mín, por ejemplo, o en 77ie Anxiety of Influence de Harold
te y un pasado irrecuperable: 2. -Sobre la alegoría y el psi-
Bloom. La alegoría es también manifesta en la revitalización his- coanálisis, véase Joel Fine-
tórica que caracteriza hoy la práctica arfjuitectónica, y en la po- man, «The Structure of
sé que el arte alegórico paret-ió alguna vez encantador... y ahora es intole- Aliegorieal Dí-sire», October,
sición revisionista del dis(-urso más reciente, en la historia del n. 12 (primavera 1980):
rable. Sentimos que. además de intolerante, es estúpido y frivolo. Ni Dante,
arte: T. J. Clark, por ejemplo, en su tratamiento de la pintura 47-66. Ijis observaciones de
que figuró la historia de su pasión en la Vita nuova; ni el romano Boecio, Benjamín sohn* la alegoría se
redactando en la torre de Pavía, a la sombra de la espada de su verdugo, de mitad del siglo XX como «alegoría» política. En lo que si- encuentran en el último ca-
el De cürisotatLone, hubieran entendido ese sentimiento. ^ Cómo explicar es- gue, quiero abordar este resurgimiento a través de su impacto
pítulo de Ttie Origin of Ger-
mán Tragic Drama^ trad.
la discordia sin recurrir a una petición de j>rincipio sobre gustos que
tanto en la práctica como en la tTÍtica de las artes visuales. Hay, Joím Osborne (Ijjndres: New
cambian? ' l^ft Books, 1977). [Trad.
como siempre, precedentes importantes que deben mencionarse: esp.: El origen del drama ba-
Duchamp identificó tanto el «estado instantáneo del Descanso» rroco alemán. Madrid,
Esta declaración es doblemente paradójica, pues no só- 1990.]
lo contradice la naturaleza alegórica d e la propia ficción d e como la «exposición extra-rápida», esto es, los aspectos fotográ-
:5. Véase Kosalind Krauss.
Borges, sino q u e también le niega a la alegoría lo que le es ficos ' de Large GICLSS como «apariencia alegórica»; Alegoría es "Notes on the Index: Seven-
también el título de una de las pinturas en combinación más lies Arl in America». ()cU>ber
más propio: su capacidad para rescatar del olvido histórico
n. ,'í (primavera 1977):
lo que amenaza con desaparecer. La alegoría surgió primero ambiciosas del Rauschenberg de los 5 0 . La cx)nsideración de 68-81.
["]

esas obras debe posponerse, sin embargo, porque su impor-


tancia se hace evidente sólo después de que se haya recono-
cido totalmente la supresión de la alegoría por la teoría
nioderna.
Con el fin de reconocer la alegoría en sus manifestacio-
nes contemporáneas, primero necesitamos tener una idea ge-
neral de lo que de hecho es, o mejor, lo que representa, ya
Mué la alegoría es una actitud a la vez que una técnica, una
percepción a la vez que un procedimiento. Digamos por el
fnomento que la alegoría se presenta cuando un texto es du-
plicado por otro; el Antiguo Testamento, por ejemplo, se ha-
ce ale goría cuando se lee como prefiguración del Nuevo. Esta
descripción provisional —que no es una definición— explica
tanto el origen de la alegoría en el comentario y la exégesis.
Como su afinidad continuada con ellos: como indica Nort-
hrop Frye, la obra alegórica tiende a prescribir la dirección
^e su propio comentario. Es este aspecto metatextual el que
Se invoca cuando se ataca la alegoría como interpretación me-
lamente añadida postfacto a una obra, un ornamento o una
ostentación retóricas. Sin embargo, como sostiene Frye, «la
alegoría genuina es un elemento estructural en la literatura;
"ene que estar ahí, y no puede añadirse por la interpreta- ginal que puede haberse perdido u oscurecido; la alegoría JEFF KOONS
ción critica sólo». ' En la estructura alegórica, pues, un texto WISHmc WELl.
no es hermenéutica. Más bien, afíade otro significado a la
•^s tee a través de otro, no importa lo fragmentaria, intermi- imagen. Si añade, no obstante, lo hace sólo para sustituir:
tente o caótica que sea su relación; el paradigma para la obra el significado alegórico suplanta a otro anterior; es un suple-
alegórica es así el palimpsesto. (Es de aquí desde donde pue-
mento. Esta es la razón por la que se condena a la alegoría,
nte lanzarse una lectura de la alegoría de Borges, con «Pie-
pero es también la fuente de su significación teórica.
fre Menard, autor del Quijote» o varias de las Crónicas de
El primer vínculo entre la alegoría y el arte contemporá-
"fistos Domecq, donde se postula el texto por su propio co-
neo puede establecerse ahora: con la apropiación de imáge-
mentario.)
nes que se da en las obras de Troy Brauntuch, Sherrie Levine,
Concebida de este modo, la alegoría se convierte en el
Robert Longo, y otros... artistas que generan imágenes a tra-
modelo de todo comentario, de toda crítica, hasta el extremo
vés de la reproducción de otras imágenes. La imagen de la
en qug éstos se ven envueltos en la reescritura de un texto
que se han apropiado puede ser un fotograma, una fotogra-
Pnmario en términos de su significado figurado. Yo estoy in-
eresado, sin embargo, en lo que ocurre cuando esta rela- fía, un dibujo; a menudo se trata ya de una reproducción.
ción tiene lugar dentro de las obras de arte, cuando describe Sin embargo, las manipulaciones a las (]ue estos artistas so-
• n estructura. Las imágenes alegóricas son imágenes que han meten esas imágenes cumplen la función de vaciarlas de su
o objeto de apropiación; el artista alegórico no inventa las resonancia, de su significación, de su autorizado derecho al
"lagenes sino que las confisca. Reclama lo que es cultural- significado. A través de las ampliaciones de Brauntuch, por
ente significativo, lo plantea como su intérprete. Y en sus ejemplo, los dibujos de Hitler, o los de las víctimas de los 4, Northrop Frye. Anattímy of
Cñtichini (PriiUMMon; Prince-
anos la imagen se convierte en otra cosa {allos = otro + campos de concentración, expuestos sin títulos, se hacen re- ton University Press. 1957),
goreuei = hablar). El artista no restaura un significado ori- sueltamente opacos: p. 5 4 .
["]

Cada operación a la que Brauntuch somete estos cuadros representa la du- pecificidad de emplazamiento, la obra que parece haberse
ración de una mirada fascinada, perpleja, cuyo deseo es que ellos descu- fundido físicamente en su situación, que parece hallarse in-
bran sus secretos; pero el resultado es sólo hacer que los cuadros tengan
crustada en el lugar donde la encontramos. La obra de em-
aún más apariencia de cuadros, fijar para siempre en un objeto elegante
nuestra distancia de la historia que produjo estas imágenes. £50 distancia
plazamiento específico aspira a menudo a una monumen-
es todo lo que estos cuadros significan. ^ talidad prehistórica; Stonehenge y las líneas de Nazca se to-
man como prototipos. Su «contenido» es con frecuencia mí-
La de Brauntuch es, de este modo, aquella mirada de tico, como el del Spiral Jetty, cuya forma derivó de un mito
melancolía que Benjamín identificaba con el temperamento local de un remolino en el fondo del Gran Lago Salado; de
alegórico: este modo Smithson ejemplifica la tendencia a empeñarse
en una lectura del emplazamiento, en términos no sólo de
Si el objeto se hace alegórico bajo la mirada de la melancolía, si la melan- su especificidad topográfica sino también de sus resonancias
colía hace que la vida fluya de él y siga muerto, pero eternamente seguro,
psicológicas. Obra y emplazamiento se presentan así en una
entonces está expuesto al artista alegórico, está incondicionalmente en po-
der suyo. Es decir, ahora es totalmente incapaz de emanar cualquier signill- relación dialéctica. (Cuando la obra de emplazamiento espe-
cado o significación propia; esa significación que tiene, la adquiere del artista cífico se concibe en términos de reclamación de tierra, y se
alegórico. El la coloca dentro del objeto, y permanece detrás de ella; no instala en una mina o cantera abandonada, entonces su mo-
en un sentido psicológico sino ontológico. ^
tivación «defensivamente recuperativa» se hace patente.)
Las obras de emplazamiento específico son impermanen-
Las imágenes de Brauntuch profieren y difieren simul-
tes, instaladas en locaUzaciones concretas durante un perio- 5. Douglas Crimp, «Pictures»,
táneamente una promesa de significado; solicitan a la vez que
do limitado, con lo que su impermanencia ofrece la medida Ocíober, n. 8 (primavera
frustran nuestro deseo de que la imagen sea directamente 1979): 8 5 (el énfasis se ha
transparente en su significación. Como consecuencia, pare- de su circunstancialidad. No obstante, rara vez son desman- añadido).

cen extrañamente incompletas —fragmentos o ruinas que de- teladas sino que simplemente se les abandona a la naturale- 6. Benjamin, Gemum Tmgic
Drama, pp. 183-184.
ben ser descifradas. za; Smithson reconoció coherentemente como parte de sus
7. Ibid., p. 166.
La alegoría se ve atraída coherentemente hacia lo frag- obras a las fuerzas que erosionan y finalmente incorporan
8. Ibid.. p. 2 2 3 .
mentario, lo imperfecto, lo incompleto —una afinidad que ha- a aquéllas a la naturaleza. En esto, la obra de emplazamien- 9. «Ni Evans ni Atget preten-
lla su expresión más global en la ruina, que Benjamín veía to específico se convierte en un emblema de la transitorie- den ponernos en contacto
con una realidad pura, una
como el emblema alegórico por excelencia. Aquí las obras dad, de lo efímero de todos los fenómenos; es el memento cosa en sí misma; sus cortes
del hombre se reabsorben en el paisaje; las ruinas represen- mori del siglo XX. A causa de su impermanencia, además, aürman siempre su propia ar-
bitrariedad y contingencia. Y
tan así la historia como un proceso irreversible de disolución la obra se conserva con frecuencia sólo en fotografías. Este el mundo que característica-
mente dibujan es un mundo
y decadencia, un progresivo distanciamiento del origen: hecho es crucial, pues sugiere el potencial alegórico de la
qw; ya se ha canalizado en
fotografía. «Una apreciación de la transitoriedad de las co- un significado que precede a
la fotografía: un significado
En la alegoría el observador se ve confrontado con la ^ocies hippocratica sas, y el interés por rescatarlas para la eternidad, es uno de Inscrito por la obra, por el
de la historia como un paisaje petrificado, primordial. Todo lo relacionado los impulsos más fuertes de la alegoría». ^ Y de la fotogra- uso, como habitación, como
con la historia que, desde el mismo principio, ha sido inoportuno, penoso, artefacta Sus retratos son sig-
fía, podríamos añadir. Como arte alegórico, pues, la fotogra- nos que representan signos,
sin éxito, se expresa en un rostro —o mejor, en una cabeza de muerte. Y
aunque una cosa a.sí carece de toda libertad «simbólica» de expresión, de fía representaría nuestro deseo de fijar lo transitorio, lo números enteros en cadenas
implícitas de signiíicación
toda proporción clásica, de toda humanidad... sin embargo, ésta es la for- efímero, en una imagen estable y estabUizadora. En las foto- que vienen a descansar sólo
ma en la que la sujeción del hombre a la naturaleza es más obvia y da lugar en grandes sistemas de sig-
grafías de Atget y Walker Evans, en tanto que de forma auto-
significativamente no sólo a la cuestión enigmática de la naturaleza de la nificado social; los códigos
consciente conservan lo que amenaza con desaparecer, ese del hogar, de la calle, de los
existencia humana como tal, sino también de la historicidad biográfica del
sitios públicos». Alan Trach-
individuo. Este es el centro del modo alegórico de ver. ... ^ deseo se convierte en el sujeto de la imagen. Si sus fotogra- tenbcrg, «Walker Evans's
fías son alegóricas, sin embargo, se debe a que lo que ofre- Messagejrom the Interior. A
Reading», Ocíober, n. 11 (in-
Con el culto alegórico de las ruinas surge un segundo cen es sólo un fragmento, y así éste afirma su propia vierno 1979): 12 (la cursiva

vínculo entre la alegoría y el arte contemporáneo: en la es- arbitrariedad y contingencia." se ha añadido).


["]
-iK-'—tss:::::

t
Por tanto, deberíamos también estar preparados para ha- MHIl.IP TAAFFK.
CSTITLEÜ
uar una motivación alegórica en el fotomontaje, porque es (1988)

'a «práctica común» de la alegoría, «apUar fragmentos sin ce-


^ar, sin ninguna idea estricta de finalidad».'" Este método
"e construcción condujo a Angus Fletcher a comparar la es-
•"uctura alegórica con la neurosis obsesiva"; y el carácter
obsesivo de las obras de Sol Le Witt, digamos, o Hanne Dar-
oven sugiere que pueden también caer en la órbita de lo
^'egórico. Aquí hallamos todavía un tercer vínculo entre la
'^goría y el arte contemporáneo: en las estrategias de acu-
"'ulación, la obra paratáctica compuesta por la simple colo-
ación de «una cosa después de otra» —Lever de Cari Andre
'^ "nmary Accumulation de Trisha Brown. Un paradigma de
^ obra alegórica es la progresión matemática:

10. Bcnjamin, Germán Tmgic


"Jn matemático ve los números 1, 3 , 6, 11, 2 0 , reconocerá que el «signifi- Drama, p. 178.
o» de esta progresión puede reformulanie en el lenguaje algebraico de 11. Angus Fletcher, Allegory:
^rmula: X más 2 " , con ciertas restricciones en X. 1^ que sería una se- The Theory ofa Symbolic Mo-
^eia cualquiera para una persona inexperta aparecería ante un matemá- fle (Uhaca, N.Y.: Cornell Uni-
versily Press, 1964), pp.
eomo una secuencia significativa. Nótese que la progresión puede seguir
279-303.
'•^jinitum. Esto establece un paralelo con la situación en casi todas las metonímica. Román Jakobson definió esta proyección de la
12. ¡bid., p. 174.
•"«goríasí. No t i e n e n n i n g ú n límite i n h e r e n t e «orgánico» d e m a g n i t u d . M u - metáfora sobre la metonimia como la «función poética», y
13. Fincman, «AlU-gorlcal
^^ están sin acabar, como El castillo y El proceso de Kafka. '^ llegó a asociar la metáfora con la poesía y el romanticismo, Desire», p. 5 1 . «De este mo-
do hay alegorías que son pri-
y la metonimia con la prosa y el realismo. La alegoría impli- mariamente perpendiculares,
L-a alegoría se ocupa, pues, de la proyección —bien es- ca, sin embargo tanto la metáfora como la metonimia; tien- preocupadas más de la es-
í acial bien temporal, o ambas— de la estructura como se- tructura que de la extensión
de, por tanto, a «atravesar y subtender todas esas temporal. ... Por otro lado, es-
^ncia; el resultado, sin embargo, no es dinámico, sino calegorizaciones estilísticas, siendo igualmente posible tanto tá la alegoría q u e tís prima-
riamente horizontal.
Viatico, ritual, repetitivo. Es, así, el epítome de la contra- en el verso como en la prosa, y siendo totalmente capaz de Finalmente, desde luego, hay
^faliva, pues detiene la narrativa en el lugar, sustituyendo transformar el naturalismo más objetivo en el expresionismo alegorías cjue funden ambos
ejes en pn>port!Íones relativa-
pnncipio de disyunción sintagmática por otro de combi- más subjetivo, o el realismo más determinado en el barroco mente iguales. ... Cualquiera
t;ion diegética. De este modo la alegoría superpone una más surrealísticamente ornamental». '^ Esta patente indife- que sea la orientación pri-
morílial de euaU^uier alego-
ciura de correspondencias vertical o paradigmática sobre rencia a las categorías estéticas no se evidencia en ningxin ría partií^ular, sin embargo
^ cadena de hechos horizontal o sintagmática. La obra de lugar con más claridad que en la reciprocidad que la alego-
—recorriendo hacia arriba y
hacia abajo las deelinaeiones
•^"Jre, Brown, 1^ Witl, Darboven, y otros, comprometida, ría propone entre lo visual y lo verbal: las palabras se tratan de la ("structura, <> desarnilla-
"^o lo está, con la externalización del procedimiento lógi- da lateralmente a través <lel
a menudo como fenómenos puramente visuales, mientras que tiempo narrativo—, tendrá
> su proyección como una experiencia espaciótemporal, re- las imágenes visuales se ofrecen como un texto escrito que éxito <'omo alegoría sólo ha.s-
ta el punto en que puetla su-
1 '^i"e también tratamiento en términos de alegoría. ha de descifrarse. Era este aspecto de la alegoría el que cri- gerir la autenticidad con la
tiSla proyección de la estructura como secuencia recuerda ticaba Schopenhauer cuando escribía: que los dos polos coordina-
dr>s se hahlan uno al otro, con
"echo de que, en la retórica, la alegoría se define tradicio- la estructura plausiblemente
"lenle como una metáfora individual introducida en se- desplegada en el tiempo, y la
Si el deseo de fama está firme y permanentemente arraigado en !a mente narración manteniendo per-
s Continuas. Si se reformula esta definición en términos del hombre... y si ahora este hombre se presenta ante el Genio de la Fama suasivamente las distinciones
ucturalistas, entonces la alegoría se revela como la pro- (por Annibale Caracci) con sus coronas de laurel, entonces toda su mente
y equivalencias descrita.s por
la estructura» (p. 5 0 ) .
't>n del eje metafórico del lenguaje sobre su dimensión se ve así excitada, y sus fuerzas se ven llamadas a la actividad. Pero lo mis-
["1 14. Arthur Schofienhaucr. The
World as WUl and RepresetUa-
tUm.\o\. 1, Libro 3 . §50. Ci-
tado en Benjamin, Gennan
Tragic Drama, p. 162.

15. Este aspecto de la alej-o-


líOSS m.KCKNFR.
ría puede ra.strearse en los es-
HROCADE
fuerzos de los investigadores
{19891
humanistas por descifrar los
jeroglíficos: «En sus intentos
adoptaron el método de un
Corpus pseudo-epigráfico escri-
to a finales del siglo segundo,
o posiblemente incluso en el
siglo cuarto después de Cris-
to, los Hiemglyphica de Hora-
pollon. Su materia... está
constituida totalmente por los
la hibridación, en las obras eclécticas q u e ostentosamente
jeroglíficc)s denominados sim-
combinan medios artísticos que antes eran distintos. bólicos o enigmáticos, signos
meramente pictóricos, que se
La apropiación, la especificidad de emplazamiento, la im- presentaron al jerogramálico,
permanencia, la acumulación, la discursividad, la hibrida- aparte de los signos fonéticos
normales, en el contexto de
ción... estas estragegias diversas caracterizan en buena instrucciones religiosas, como
medida el arte de! presente y lo distinguen de sus predece- el nivel líltimo de una filoso-
fía mística de la naturaleza. Se
sores modernistas. Constituyen también una totalidad cuan- acensaron a los obeliscos con
do se les ve en relación con la alegoría, sugiriendo q u e el recuerdos de esta lectura en
la mente, y así surgió la mala
arte postmodernista p u e d e identificarse de hecho con un im- comprensión como base di
esa forma de expresión, rica
pulso tínico, coherente, y que la crítica seguirá siendo inca-
e infinitamente extendida.
paz de explicar ese impulso mientras continiíe p e n s a n d o en Pues los investigadon-s proce-
dieron a partir de la exégesi---
la alegoría como error estético. Estamos obligados, por tan-
alegórica de los jentglificos
to, a volver a nuestras preguntas iniciales: ¿cuándo se pros- egipcio-s en los que se susti-
tuyeron datos históricos y de
cribió la alegoría por vez primera, y por qué razones? culto por tópicos de filosofía
La supresión crítica de la alegoría es un legado de la natural, mora! y mística, has-
ta la extensión de este nuevo
teoría del arte romántica que fue h e r e d a d a de un modo acrí- tipo de escritura. Se produje-
tico por el modernismo. Las alegorías del siglo XX —las de ron los libros de iconología.
(}ue no sólo desarrollaron las
Kafka, por ejemplo, o las del propio Borges— rara vez se lla- oraciones de esta escritura, \
tradujeron frases enteras '[);i-
man alegorías, sino parábolas o fábulas; hacia mitad del si-
labra por palabra a través de
glo XIX. sin embargo, Poe —que no era tampoco inmune signos pictóricos especiales",
sino que con frecuencia toma-
a la alegoría— podía ya acusar a Hawthorne de «alegorizar»,
ron la forma de elementos I»'-
niü sucedería lamhién si de repente viera la palabra «fama» escrita con ca- de añadir mensajes morales a cuentos absolutamente inocen- xicos. 'Bajo el liderazgo del
investigador-artista. Albertus,
racteres claros y grandes en la pared.'* tes. La historia de la pintura modernista comienza con Ma- los humanistas comenzaron
net y no con Courbet, que persistía en pintar «alegorías así a escribir con imágenes
contrretas (rebus) en lugar de
Como todo esto p u e d e recordar los juegos lingüíslioos reales». Incluso los contemporáneos q u e más apoyaban a con letras; la palabra «rebus»
de los artistas conceptuales Robert Barry y Lawrence Wei- Courbet (Proudhon y Champfleury) se q u e d a b a n perplejos se originó de este modo st)bre
la base d<í los jeniglífieos enig-
ner, cuya obra está concebida, de hecho, como esos caracte- ante su inclinación alegórica; o se era realista o alegorista, máticos, y medallones, colum-
res claros y grandes en la pared, lo que revela de hecho es insistían, d a n d o a entender que se era modernista o histo- nas, art'os de triunfo, y todos
los objetos artísticos concebi-
la naturaleza esencialmente pictogramática de la obra alegó- rie ista. bles producidos por el Rena-
rica. En la alegoría, la imagen es un jeroglífico; una alegoría cimiento, fueron cubiertos t^on
En las artes visuales, fue en gran medida la asociación
tales dispt)sitivos enigmáti-
es un rebus —escrito compuesto de imágenes concretas. '• de la alegoría con la pintura de la historia lo q u e preparó cos'»; Benjamin, Gennan Tra-
gic Drama^ pp. 168-169. (I.a.s
De este modo deberíamos también buscar la alegoría en las su defunción. A partir de la Revolución, se había alistado citas (te Benjamin están extraí-
obras contemporáneas que siguen deliberadamente un mo- al servicio del historicismo para producir imagen sobre ima- das del monumental estudio
de Karl Giehlow «Die Hie-
delo discursivo: Rebus de R a u s c h e n b e r g , o las series de gen del presente en términos del pasado clásico. Esta rela- roglyphenkunde des Huma-
Twombly que parten del poeta alegórico E d m u n d Spenser. ción se expresó no sólo superficialmente, en detalles de nismus in der Allegorie der
Kenaissancre», Jahrbuch der
Esta confusión de lo verbal y lo visual es, sin embargo, vestimenta y fisonomía, sino también estructuralmente, a tra- Kitnsthistoñschen Sammlun-
sólo un aspecto de la desesperada confusión que sufre la ale- vés de una condensación radical de la narrativa en un ins- gen des allerhochsten Kaiser-
hauses,^2,n. I [1915]: 36.).
goría con todos los medios estéticos y categorías estilísticas tante tínico, emblemático —significativamente, Barthes lo
(desesperada, esto es, de acuerdo con cualquier partición del llama jeroglífico "^' —en el que podría leerse el pasado, el
16. Roland Barthes. «Diderot,
terreno estético sobre bases esencialistas). 1^ obra alegórica presente y el futuro, esto es, el significado histórico de la ac- Bnfht. Kiscn.stein». en ¡ntage-
Music-Tcxt, trad. Stephen
es sintética; atraviesa las fronteras estéticas. Esta confusión ción representada. Esta es d e s d e luego la doctrina del mo-
Heath (Nueva York: Hill and
d e los géneros, anticipada por Duchamp, reaparece hoy en mento más fecundo, y dominó la práctica artística durante Wang. 1977). p. 7 3 .
[„]

'8- primera mitad del siglo XIX. l a s asociaciones sintagmáti- delaireano» corno la «combinación constante de dos modos
•-^ o narrativas se comprimieron con el fin de obligar a una opuestos de reacción... un modo pasado y otro presente»;
tectura vertical de las correspondencias (alegóricas). .Se ex- Claudel ob.servó que el poeta combinaba el estilo de Hacine
trajeron de este modo los hechos de un contirmiim; como con el de un periodista del Segimdo lmperio.20 [J^ vislum- i7. Waiter t>njamiri. «Theses
on ihí^ I*hilosophy of Hls-
resultado, la historia podía recobrarse solamente a través de bre de los sostenimientos teóricos de esta amalgama de pre- toíy». en ¡lítimírmtmtLs, lra<í.
'o que Benjamín ha llamado «el salto de un tigre al pasado»: sente y pasado se nos ofrece en el capítulo «Sobre el heroísmo H a m Zobti (Nueva York:
SchtKkeii Book». PJ6Ó), p.
de la vida moderna» del Salón de 1846, y de nuevo en «El 2.5.Í.
™i para Robespierre la antigua Roma era un pasado cargado con el tiem- pintor de la vida moderna», donde la modernidad se define ÍB. Citado eri Ceorge Boas,
po HKI ahora que arrancaba del coruinuum de la hi.sloria. la Revolución como «lo transitorio, lo efímero, lo contingente; es una mitad «Cotirhef anf! His Critics», en
rraneesa se vio a sí misma como Roma reenearnaila. Evocaba a la antigua Omrheí in Feíspectij^e. ed. Pe-
del arte, siendo la otra lo eterno e inmutable».21 Si al artista tra tcoDoesst-híUe Cha (í-in-
Konia de !a forma en la que la moda evoca los vestidos del pasado. Ijx mo-
moderno se le exhortaba a concentrarse en lo efímero, sin gkmood Ciíffs, N.J.:
na tiene una preferencia por lo tópico, sin impoiiarle donde revuelva en Frentice-Hall. 1977), p. 4 8 .
ros matorrales de hace mucho tiempo; es el sallo de un tigre al pasado. '^ embargo, era porque era efímero, esto es, amenazaba con
19. Chía-!es Baudelaire, «Sa-
desaparecer sin dejar huella. Baudelaire concebía el arte mo- lón oí !H4,5». <;ri Árt in Pam
1845-11162. i-d. y Irad. Jonat-
Aunque para Baudelaire esta interpenetración alegórica derno, al menos en parte, como el rescate de la modernidad
han Mayae (N'aeva \(irk;
'l'í la modernidad y la antigüedad clásica poseía no poca sig- para la eternidad. Phaidoíi Pubitshers, I96.5t.
i. 14.
"'iicación teórica, la actitud de la vanguardia que surgió a En «El París del Segundo Imperio en Baudelaire», Ben-
2 0 . Citado í-ri Wafíer Bcnja-
"i'lad del siglo en una atmósfera repleta de historicismo fue jamín llama la atención sobre este aspecto del proyecto de mni. "The í'aris of {h*^ Se-
•expresada sucintamente por Proudhon, al escribir del Ixó- Baudelaire, vinculándolo con el estudio monumental de Má- cond Kmpire in BaudelaireB.
Charlea fiaudeluire: A Lyrk-
"^tdas en las Termopilas de David: xime Du Camp París, ses organes, sesfonctions et sa vie daiu Foet in ihfí Era offiigh Capi-
la seconde moitié du XIX' siécle (significativamente, Du Camp talísm. \n\ú. Harry Ziihii,
!.onílres: NÍ;W íxft Books,
^, -'Ira uno... que no es ni Leónidas y los espartanos, ni los griegos y persas es más conocido hoy por sus fotografías de ruinas): 1973), p. 100. I,a obseí-\'a-
•* 'luienes debemos ver en esta gran composición; que es el entusiasmo del ción (le Uímíutre apamce en
lü \t. 94 del mismo texío.
^ lo que el pintor tenía en perspectiva y la Francia republicana salvada De repente se le ocurrió al hombre que había viajado extensamente por
' " l a Coalición? ¿Pero por qué esta alegoría? ¿Qué necesita pasar a través 2 í . CharÍe'> Baudcfaire, «The
el Oriente, que estaba familiarizado con ios desiertos cuyas arenas son el
Fainter of Modero Ufe», Se~
*' 'as Termopilas y volver atrás veintitrés siglos para alcanzar el corazón polvo de los muertos, (|ue esta ciudad, también, cuyo bullicio lo rodeaba keieil Wril.ing?ionAnandAf-
a>s iranceses? ¿No teníamos nosotros héroes, ni victorias propias? '^ por completo, tendría que morir alguna vt!x, de la lórma en que habían muerto í¿'if.'S, Irad. i'- E. íJiarvel
(Bahimore: Ft-ngiiin Bnoks.
tantas capitales.
1972). p. 4 0 3 .
Así que para cuando Courbet intentó rescatar la alego- Se le ocurrió lo extraordinariamente interesante que sería para noso-
2 2 . Paul Hotirget, «Oiscoui^
•^a para la modernidad, la línea que las separaba había sido tros hoy una descripción exacta de .4tenas en la época de Pericles, de Car-
acadétiikjue du 13 jvii»
tago en la época de Barca, de Alejandría en la época de los Flolorneos, 1895. -Sutxcssion a Máxime
'Claramente trazada, y la alegoría, concebida como antitética
y de Roma en la época de los (losares. ... VA\ un destello de inspiración, Du (^amp», f'rmtlwhgie de
*" credo modernista de llfaut etre de son temps, resultó con- del tipo que ocasionalmente nos conduce a algo extraordinario, i-esolvió es- VAcxidémie fmrtf-abe (Farís,
denada. Junto a la pintura de la historia, a una existencia mar- ! 9 2 l ) . vo!. 2, (>(>. !9t.ss. Ci-
cribir la clase de hbro sobre París que los historiadores de la antigüedad
tado nn Benjamín. Charles
P i a l , puramente histórica. no habían escrito sobria sus ciudades. '^^ IkmdHaire, \>. 8 6 .

Baudelaire, sin embargo, a quien se a,socia más estre- 23- Benjamín, Chmks Btiu-
ch,amente con esa divisa, nunca condenó la alegoría; en su Para Benjamín, Baudelaire está motivado por un impul- dfíairp, p. B7.

24. íütmjamiit cita tú tííub: v.n


Pi'wiiera obra publicada, el Sak>n de 1845, la defendía con- so idéntico, lo que explica su atracción por los grabados ale-
la trady<;c!Ón díce aw: «Aquí
ifa las «lumbreras de la prensa»: «¿Cómo podía esperar uno... góricos de Charles Meyron sobre Parts, que «acercaban el yaee el paralelo exacto <íel
anliguo Poní Neuí, lodo mea-
•nacerles comprender que la alegoría es una de las ramas más rostro antiguo de la ciudad sin abandonar un adoquín.» ^3 iaíateado como ú fuera nue-
"obles del arte?» "• El apoyo del poeta a la alegoría es sólo Segtin la visión de Meyron, lo antiguo y lo moderno se su- vo de aeiierdo con una
recienie ordenan?^. Oh doe-
aparentemente paradójico, pues fue la relación de anligüe- perponían, y de la voluntad por preservar las huellas de algo ios liiédieos y jiábües ciruja-
ad y modernidad lo que le dio la base para su teoría del (jue estaba muerto, o próximo a la muerte, surgía la alegoría: nos, por {|ué no haréis con
nowíiros lo mismo que «e hi-
'•'"te moderno, y la alegoría lo que le dio la forma. Jules \Á'- en tin título el renovado Pont Neuf, por ejempk), se transfor- zo ron esit^ put^iiti- de piedra»
•Wartre, al escribir en 1895, describía lo «específicamente bau- ma en un memento mori. '^* {Churlm Bauíielaire. p. BB).
[„]

La perspicacia primera de Benjamin —«el genio de Bau- tética moderna, la alegoría se subordina generalmente al
delaire, que se nutrió de la melancolía, era alegórico» ^s— símbolo, que representa la unidad supuestamente indisolu-
efectivamente sitúa en el origen del modernismo en las artes ble de forma,y sustancia que caracteriza la obra de arte co-
un impulso alegórico y sugiere, así, la posibilidad, antes ex- mo presencia pura. Aunque esta definición de la obra de arte
cluida, de una lectura alternativa de obras modernistas, una como materia informada es, como sabemos, tan antigua co-
lectura en la que se reconociera totalmente su dimensión ale- mo la propia estética, fue revitalizada con cierto sentido de
górica. La manipulación de fuentes históricas de Manet, por urgencia renovada por la teoría del arte romántica, sirvien-
ejemplo, es inconcebible sin alegoría; ¿no fue un supremo do como base de la condena filosófica de la alegoría. Segtin
gesto alegórico reproducir en 1871 el Toreador muerto como Coleridge, «lo Simbólico no puede, quizá, definirse mejor en
un comunero herido, o trasponer el batallón de fusilamiento oposición a lo Alegórico, más que siendo siempre en sí mis-
de la Ejecución de Maximiliano a las barricadas de París? mo una parte de aquello, de la totalidad de lo que es repre-
¿Y no explota también el collage, o la manipulación y consi- sentante.» ^^ El símbolo es una sinécdoque, una parte que
guiente transformación de fragmentos muy significativos, el representa el todo. Esta definición es posible, sin embargo,
principio atomizador, disyuntivo, que se halla en el corazón si y sólo si la relación del todo con sus partes se concibe
de la alegoría? Estos ejemplos sugieren que, en la práctica de una manera particular. Esta es la teoría de la causalidad
al menos, el modernismo y la alegoría no son antitéticos, que expresiva analizada por Althusser en la Lectura del Capital:
es sólo en la teoría donde se ha reprimido el impulso alegó-
rico. Es a la teoría, pues, a la que debemos volvernos si de-
(El ("oncepto d e e x p r e s i ó n leibniziano] p r e s u p o n e e n p r i n c i p i o q u e el t o d o
seamos aprehender todas las implicaciones del regreso e n c u e s t i ó n se r e d u c e a u n a esencia interna^ d e la q u e los e l e m e n t o s del
reciente de la alegoría. t o d o no s o n p u e s m á s q u e las f o r m a s f e n o m é n i c a s d e e x p r e s i ó n , e s t a n d o
p r e s e n t e e n c a d a p u n t o del todo el p r i n c i p i o i n t e r n o d e la e s e n c i a , d e tal
Casi al principio de «El origen de la obra de arte», Hei-
m o d o q u e e n (cualquier m o m e n t o s e a p o s i b l e es(TÍbir la e c u a c i ó n i n m e d i a -
degger introduce dos términos que definen el «marco con- t a m e n t e a d e c u a d a : Uil y tul elemento... = la esencia interna del U)do. Aquí
ceptual» dentro del cual el pensamiento estético ubica h a b í a u n m o d e l o q u e p e r m i t í a p e n s a r la efectividad d e l t o d o e n c a d a u n o
convencionalmente a la obra de arte: d e sus elementos, p e r o si esta categoría —esen(;ia interna/fenómeno externo—
se h u b i e r a d e a p l i c a r e n c u a l q u i e r l u g a r y e n c u a l q u i e r m o m e n t o a c a d a
u n o d e los f e n ó m e n o s q u e s u r g e n en la totalidad e n c u e s t i ó n , p r e s u p o n d r í a
1 ^ o b r a d e a r t e es, sin d u d a , u n a e o s a q u e se h a h e c h o , p e r o d i c e algo 25. Waltcr Benjamín, «París
q u e el t o d o t e n d r í a cierta n a t u r a l e z a , p r e c i s a m e n t e la n a t u r a l e z a d e un t o d o
m á s q u e la m e r a c o s a e n sí q u e es, alio agoreuei. La o b r a h a c e p ú b l i c o —thc Capital of the Nine-
' e s p i r i t u a l ' e n el q u e c a d a e l e m e n t o fuera expresivo d e la c o m p l e t a totali-
algo distinto d e sí m i s m a ; manifiesta algo m á s ; e s u n a a l e g o r í a . E n la o b r a tccnth Cenlury». Irad. Quin-
d a d c o m o u n a ' p a r s totalis'. ^^ tín H o a r c . en Charles
d e a r t e algo má.s se m e z c l a c o n la c o s a q u e se h a h e c h o . Esta ací^ión d e
tiaudelfíite. p. 170.
m e z c l a r s e e s , e n griego, aumballeín. \_ii o b r a es u n s í m b o l o . ^^
2 6 . Martin Heifl('gg('r,«Thf'
La de Coleridge es, así, una teoría expresiva del símbo- ürigin of thc Work of Art».
Al imputar una dimensión alegórica a toda obra de arte, lo, la unión presentacional de la «esencia interna» y la ex- Poetr}, Ijanguage, Thoughl.
irad. Alberl Hofslaclter (Nue-
el filósofo parece repetir el error, lamentado habitualmente presión externa, que de hecho se revelan como idénticas. Pues va York: Harper & Row.
por los comentaristas, de generalizar el término alegoría hasta la esencia no es más que ese elemento del todo que se ha 1971). pp. 19-20.

el extremo de que Uega a carecer de significado. No obstan- tomado hipostáticamente como su esencia. La teoría de la 27. Samuel Taylor Coleridge.
Gjteridge'.'i Mi-icellaneowi Cri-
te, en este pasaje Heidegger está recitando las letanías de expresión procede de este modo en círculo: aunque está di- tit'ism. ed- Thomas Middle-
señada para explicar la efectividad del todo en sus elemen- ton Kaysor (Camtíridge,
la estética filosófica sólo para preparar su disolución. Es iró-
Mass.; Harvarfl University
nico, y debe recordarse que la ironía misma se registra ge- tos constitutivos, sin embargo son esos elementos mismos los Press, 19.'Í6). p 9 9 (la cursi-
va se ha añadido).
neralmente como variante de lo alegórico; que las palabras que reaccionan sobre el todo, permitiéndonos concebir a es-
2 8 . Louis Althuser y Ktirn-
puedan usarse para significar sus opuestos es en sí misma te liltimo en términos de su «esencia». En Coleridge, pues,
ne Balibar, Reading Capital.
una percepción fundamentalmente alegórica. el símbolo es precisamente esa parte del todo a la que pue- trad. Brn Brewster (Ij)ndres:
New Uh Books, 1970), pp.
Alegoría y símbolo, como todas las parejas conceptua- de reducirse. El símbolo no representa esencia; es esencia.
I«6-187 (el énfasis se ha
les, distan de estar convenientemente equilibrada.s. En la es- Sobre la base de esta identificación, el símbolo deviene añadido).
["]
2 9 . (>>brk%% Mm^üimeowi Oi-
íkísm, p. 9 9 . ¥.-~M' pmñyt-, d e b ; -
rfa « l u i p a r ^ ' s e cím ía himmí
("((íidi-na dfí fkx'the líe la alego-
ría: «Hay uriiígmn diíi'reiwía e n
sí el poeta comienza con iitia
¡cfea yriiwrsal v liiego Í)H.'^a k»
p a i t i c n k r aidecuaik», « ú <.-*m-

^1 el problema mismo de la intuición artística: «De primor- obra después de hecha, la alegoría será, consiguientemente, templa [o uniwrHíd en b parti-
cular. Et \inmfj: mébxlo prfMÍuc€
"lal importancia para nuestra materia actual es este punto, separable de ella. De este modo el modernismo puede recu- la alí-giiría. f!o»il»í b p a í l i a i l a r
liene estatus síiripfemt^Dte « ) m o
<lue la última (la alegoría) no puede ser más que formulada perar las obras alegóricas para sí, a condición de que lo que u n ejí-mplii, u n casti d e lo uni-
conscientemente; mientras que en el primero (el símbolo) es las hace alegóricas sea ps^ado por alto o ignorado. El signi-
tt-, e s lo quií rewla la poesía e n
"luy posible que la verdad general representada pueda estar ficado alegórico parece ser en verdad suplementario; pode-
SM wrtíaflcra riaíurakza: exprt:-
'uncionando inconscientemente en la mente del escritor du- mos apreciar la Alegoría de Fortuna de Bellini, por ejemplo, sa u n parliííuiar sin ptiiísai m-
íicpendientementK en, «» sin
rante la construcción del símbolo». 2'' El símbolo es, así, un o leemos el Progreso del peregrino^ como recomendaba Colé- refertme a, u n « n i w t s a l , (Miro al

^'igno motivado; de hecho, representa la motivación lingüísti- ridge, sin atender a su significación iconográfica. Rosemond ^>reheri<ler ^i p ^ t i f u l a r e n su
earáiAer VÍVBJUU^ imffÍÍcituftieit~
•^a como tal. Por esta razón Saussure sustituyó el término sig- Tuve describe en el espectador «la experiencia de un cua- te iif»mliende h imiivnal dejhr-
tim ainjunta-. G l a i i o e n l'hiÜp
'*" por símbolo, pues este último «nunca es totalmente dro de género —o así io había conceptuado— que se torna
W l - ^ w r i ^ i t , Th; Biunúng Í^MUÍ-
^TOitrario; no está vacío, porque existe el rudimento de un en... (unaj alegoría ante sus ojos, mereced a algo que apren- uúa (BkKjmingjon: !ii(fcina Uní-
versity Fmwit, 196ÍÍ), p. 8 9 (la
vínculo natural entre el significante y el significado». *<* Si el de (generalmente sobre la historia y de ahí la significación ínii-siva se h a añadíddí, Kstii n*-
símbolo es un signo motivado, entonces la alegoría, concebi- más profunda de la imagen)». ^-^ í_a alegoría es extravagan- i;ueríla la visáíín ét B o í l e s so-
b r e la d e g o r í a : « ¡ l a íJt;g(>ría| e s
dla como su antítesis, se identificará como el dominio de io te, un gasto de valor superfluo; está siempre en exceso. Croce íMnita db alj;^riK*:iijnes. (»imi> b

arbitrario, io convencional, lo no motivado. la encontraba «monstruosa» precisamente porque codifica dos nimíla ki e s d e individuos. IUJS
ahirtraiH^iíines cslán pen^mílít^a-

Esta asociación del símbolo con la intuición estética, y contenidos dentro de una forma. ^'^ Mas el suplemento ale- das; [jor vna, e n toda alegoría
hm a%> rifívelísteo. U » indivi-
a alegoría con la convención, fue heredada de forma acríti- górico no es sólo una adición, sino también una sustitución. diK»s cjt»^ toh mwiíÜMas ¡in:«|»onen

^^ por la estética moderna; así dice Croce en la Estética: Toma el lugar de un significado anterior, que de este modo aspin^i a ^;n(';rktMí fOiipin e s la
KüKÓa, í>>n Scgundb Sombra e s
resulta o bien borrado o bien oscurecido. Debido a que la eí (iaiMrho); e n las iKwtjlas hay

"«s SI el símbolo se concibe como inseparable de la intuición artística,


alegoría usurpa su objeto comporta en ella misma un pe- un e k m e r t o abgóncti» (Btjrgfííi,
«íh* las ^ í ^ > r í a s a las noveUt^,
i^n smónimo de la intuición misma, que siempre tiene un carácter ideal. ligro, la posibilidad de perversión: que lo que está «simple- p. 1S6).

' ** "*y doble fondo en el arte, sino uno solo; en el arle todo es simbólico mente agregado» a la obra de arte se confunda con su «esen- ;Í0- i'erdinaiKl de Sau^uití.
l»ftue todo es ideal. Pero si el símbolo se concibe como separable... si cia». De ahí la vehemencia con la que la estética moderna Qnme in Generid Lingtdstien,

«mibolo puede hallansa en un lado, y en el otro la cosa simbolizada, vol- trad. Watie Ba)4in (Nueva Vorb
—la estética formalista en particular— tienuesla el suplemento M . í ( ; m w . H Í i n i f « 4 í k , 1966). p .
^i>^ a eaer en ei error inlelectuaiista: ei Oamado símbolo es la exposición
alegórico, porque pone en tela de juicio la seguridad de los 68.
un concepto abstracto, una alegoría; es ciencia, o arte que imita la cien-
3 1 . Beiied<'i(o O I K S - , At^tthetk^
"en> debemos ser también Justos con lo alegórico. A vetees es lotalmen-
cimientos sobre los que se erige la estética.
trad. D o u ^ a s Aii»^ (Nf^va
inofensivo. Tomemos la Cerusalemme libéralas la alegoría fue imaginada Si la alegoría se identifica con un suplemento, entonces Yíírk: The NfM>nday í*re.ss,
1966K p p . 3 4 . 1 5 .
Menormente; tomemos el Ádone de Marino: el poeia de lo lascivo insinuó se alinea también con la escritura, en tanto que la escritura
3 2 . Esto e s io que, e n la Crítica
^ u e s que fue e^rito para mostrar cómo «la indulgencia sin moderación
se concibe como algo suplementario al habla. Es desde lue- del Juktú. sant:ioné la e«'iu8ión
^ a en el dolor»; tomemos una esl^ua de una mujer hermosa: el escultor de Kmrt d r i eokw; k^í lapices, k ^
go dentro de la misma tradición filosófica que subordina la
eae adjuuUu- una etiqueta a la estatua diciendo íjue representa la Cíe- inaix;«s... c o m o ornameíWj síin-

-ncm o la Bondad. Esta alegoría que viene a agregarse a una obra acaba- escritura al habla donde la alegoría se surbordina al símbo- pbniíínte agregado a la o b r a de
arbe y no pai*«í í(rtnnse<ías de
P^^Jfutwn no cambia la obra de arte. ^^Qué es erUonces? Es una expresión lo. Podría demostrarse, desde otra perspectiva, que la supre- ella. Véase Jat:<nies Deirida,
*^rnamenie añadida a otra (depresión. '-^^ sión de la alegoría es idéntica a la supresión de la escritura. «11ie FarergtHi«, Otiiiim: n. 9
I r e r a n o 1 9 7 9 ) : l\~4i>, mi c o m o
Pues la alegoría, ya sea visual o verbal, es esencialmente una mi epflogfí, «Detachment/from
the fMirergim», (sp. 4 2 - 4 9 .
^ n nombre de la ajusticia», pues, y con el fin de preser- forma de texto escrito —ésta es la base del tratamiento que
3 3 . Hí>senM>nd T u w , AÜtf^rktú
^í" el carácter intuitivo de toda obra de arte, incluyendo lo hace de ella Waller Benjamín en El origen del drama barro-
ínia^ery: Sonuf MetUeml Bo<tki
^goneo, la alegoría se concibe como un suplemento^ «una co alemán: «De un golpe la profunda visión de la alegoría and theu í^merity (Prinretont
PririeeUm U nívfrsily Freiis,
Presión añadida externamente a otra expresión». Recono- transforma las cosas y las obras en escritura que bulle». ^^ 1966), p. 2 6 .
*^*>** aquí esa estrategia permanente de la teoría del arte l ^ teoría de la alegoría de Benjamin, que pro<!ede de 34- G U H Í O e n íkii^^s, «l>e las

^*Qenial que recluye de la obra todo lo que ponga a prue- la percepción de que «cualquier persona, cualquier objeto, aiegoría.s a Im miKtlm>', p. J S 4 ,

35. Benjamín. Cermtm '/kigír


**« determinación como la unidad de «forma» y «conteni- cualquier relación puede significar absolutamente cualquier Oftmm., {>. 176.
**•' Concebida como algo añadido o sobreañadido a la otra cosa»,^*" se resiste a ser resumida. Dado su carácter 3 6 . /fetíí., p. 1 7 5 .
[.o]

central en este ensayo, sin embargo, interesan unas cuantas apreciar totalmente su significación teórica. Pero también le
palabras sobre ella. Dentro de la obra de Benjamín, El ori- permite liberar a la escritura de su dependencia tradicional
gen del drama barroco alemán, compuesta en 1924-25 y pu- con respecto al habla. En la alegoría, pues, «el lenguaje es-
blicada en 1928, destaca como una obra fecunda; en ella crito y el sonido se confrontan uno al otro en tensa polari-
se recogen los temas que van a preocuparle a lo largo de dad. ... La división entre lenguaje escrito significativo y
su carrera: el progreso como el eterno retorno de la catástro- lenguaje hablado intoxicador abre una brecha en el macizo
fe; la crítica como la intervención redentora en el pasado; sólido del significado verbal y fuerza a la mirada a descen-
el valor teórico de lo concreto, lo dispar, lo discontinuo; su der a las profundidades del lenguaje». *'^
tratamiento de fenómenos como el escrito que ha de desci- Nos encontramos con un eco de este pasaje en la reivin-
frarse. Este libro se presenta así como un prospecto de toda dicación de Robert Smithson tanto de una práctica alegórica
la actividad crítica subsiguiente de Benjamín. Como observa como de una crítica alegórica de las artes visuales en su tex-
Anson Rabinbach en su introducción al reciente número de to «Una sedimentación de la mente: proyectos de tierra»:
New Germán Critique dedicado a Benjamín, «Su escritura nos
Ij^s n o m b r e s d e los m i n e r a l e s y los m i n e r a l e s m i s m o s no difieren u n o <lel
fuerza a pensar en correspondencias, a proceder a través de
otro, p o r q u e tanto e n el fondo d e l material c o m o d e los c a r a c t e r e s se halla
imágenes alegóricas más que a través de prosa expositi- el p r i n c i p i o d e u n n ú m e r o a b i s m a l d e fisuras. Las p a l a b r a s y las r o c a s c o n -
va». '^ El libro sobre la tragedia barroca pone así de relie- t i e n e n u n lenguaje q u e sigue u n a sintaxis d e grietas y r u p t u r a s . Mirad c u a l -

ve la naturaleza esencialmente alegórica de toda la obra de q u i e r palabra el ü e m p o suficiente y la veréis a b i e r t a e n u n a s e r i e d e fallas,


e n u n t e r r e n o d e p a r t í c u l a s e n las q u e c a d a u n a c o n t i e n e su p r o p i o vacío. ...
Benjamín —el proyecto «París Arcades», por ejemplo, don-
La ¡narrativa de Á. Gítrdon Pym d e P o e m e p a r e c e exc-elente crítica d e arte
de el paisaje urbano iba a tratarse como una sedimentación y prototipo d e r i g u r o s a s investigaciones «sin e m p l a z a m i e n t o » . . . S u s d e s c r i p -
en profundidad de capas de significado que gradualmente t:iones d e a b i s m o s y hoyos p a r e c e n rayar e n p r o p u e s t a s d e « p a l a b r a s d e
serían desenterradas. Para Benjamín, ¿níerpretación es de- tierra». L a s f o r m a s d e los p r o p i o s a b i s m o s s e c o n v i e r t e n e n «raíces v e r b a -
les» (jue explican la d i f e r e n c i a e n t r e la o s c u r i d a d y la luz. ^*'
seíiíerramiento.
El origen del drama barroco alemán es un tratado sobre
Smithson se refiere a los abismos alfabéticos descritos
el método crítico; traza no sólo el origen de la tragedia ba-
al final de la novela de Poe; en una «Nota» añadida al texto,
rroca, sino también la desaprobación crítica a la que ha sido
el novelista desentraña su significación alegórica, que «ha es-
sometida. Benjamín examina con detalle la teoría romántica .'i7. Anson Kahititiacti. «Oi-
capado sin duda de la atención del Sr. Poe». " Las forma- tiqur and (Jommcntary/Al-
del símbolo; al exponer sus orígenes teológicos, prepara su ihí'my and Chcmistry: Some
ciones geológicas se transforman a través del comentario en
sustitución: ttcrnarlcs on Walter Benjamín
escrito articulado. Significativamente, Poe no ofrece indica- and ihis I.ssueu, New Germán
Crilujue, n. 17 (primavera
ciones sobre cómo han de pronunciarse estas cifras, etíopes,
La u n i d a d d e l objeto material y el t r a s c e n d e n t a l , q u e (-onslituye la p a r a d o j a 1979): 3.
del s í m b o l o teológico, se distorsiona e n u n a relación e n t r e a p a r i e n c i a y e s e n -
árabes y egipcias en su origen; son hechos puramente gráfi-
.38. B<'njam¡n, (renimn Tnif^f
cia. La introduct-ión e n la estética d e esta concept-ión d i s t o r s i o n a d a del sím- cos. Es aquí, donde el texto de Poe se dobla sobre sí mismo Drama, p. 160.
bolo fue u n a r o m á n t i c a extravagancia destructiva q u e p r e c e d i ó la desolación para ofrecer su propio comentario, donde Smithson vislum- 39. Ibid.. p. 2 0 1 .
d e la crítica d e a r t e m o d e r n o . C o m o u n c o n s t r u c t o s i m b ó l i c o , se s u p o n e bró su propia empresa. Y en ese acto de auto-reconocimiento 4 0 . RDIMTI Srnith.son. -A Sc-
q u e s e f u n d e c o n lo divino e n u n t o d o c o n t i n u o . L a i d e a d e la i n m a n e n c i a dimentation (if Mind: Karth
se halla inmerso un reto tanto al arte como a la crítica, un IVojecIs... lile Writinffi ofHíi-
ilimitada d e l m u n d o m o r a l e n el m u n d o fie la belleza s e d e r i v a d e la estéti-
c a teosófica d e los r o m á n t i c o s . Pero los c i m i e n t o s d e esta i d e a se c o l o c a r o n
reto que ahora puede afrontarse abiertamente. A bert Smitfvion, ed. Nancy
Holt (Nueva York; New York
m u c h o a n t e s . •'** University Press, 1979), |>p.
87-88. Sobre el alegorlsmo
de Smithson, véase mi rese-
En su lugar, Benjamín coloca el signo (gráfico), que re- ITKADUCCION DE F E H N A M X ) CALVAN]
ña. «Earthyvords», OcUiber. n.
presenta la distancia entre un objeto y su significación, la ero- 10 (otoño 1979): 121-130.

sión progresiva del significado, la ausencia de trascendencia 41. Edgar Altan Poe. The Na-
rrative iif Anhur Gordun
desde dentro. A través de esta maniobra crítica puede él pe-
H A K ; OWK^S. ,rii¡c,i d.- anc. .-» ,-<l¡ii • Arl ¿II AiiifrÍKi y cdilor Fym... (Nueva York: Hill und
netrar el velo que había oscurecido los logros del barroco. her. revistas en las i|uc ha piililirailii iHTosds ensayos. Wang. 19601. p. 197.

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