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La revolución en Centroamérica: Cuando el volcán entró en erupción

Milton D’León

Del Yucatán al Darién se extiende el Istmo centroamericano, una región convulsionada por
constantes agitaciones políticas y sociales, donde convergen seis pequeños países que surgieron
a la vida política como una sola nación, luego balcanizada por los objetivos reaccionarios del
imperialismo norteamericano, para mantener más fácilmente en todos ellos el estatuto
semicolonial.

Las erupciones del volcán centroamericano estarán estimuladas, en los ‘70, por la derrota
norteamericana en Vietnam, dando un nuevo ímpetu a las luchas obreras, del proletariado
agrícola, del pueblo pobre y los campesinos. A fines de esa década se producirán dos importantes
triunfos casi simultáneos de la revolución en América Central: primero, la destrucción del ejército
pretoriano de la Guardia Nacional y la derrota de Anastasio Somoza en Nicaragua mediante un
profundo proceso insurreccional de las masas y las acciones guerrilleras y segundo, la caída de la
siniestra dictadura de Carlos Humberto Romero en El Salvador tras las constantes huelgas y
acciones masivas en los principales centros urbanos abriendo una intensa guerra civil.

Parte I

Nicaragua, comienza la revolución

El estado somocista fue prácticamente una creación del imperialismo norteamericano, presente
con sus tropas desde 1911 hasta 1933. Fueron ellos los que crearon el ejército genocida de la
Guardia Nacional poniendo a su cabeza a Anastasio Somoza García, quien luego de un golpe
militar y ratificado por fraudulentas elecciones, accederá en 1936 a la presidencia de la república1,
permaneciendo la familia Somoza en el poder durante 45 años.

Pero entrados los ‘60 comenzará a desarrollarse una diferenciación en las filas de la burguesía, por
un lado la oligarquía aliada a la dinastía Somoza y por el otro, una burguesía beneficiada por la
expansión económica de esos años, centralmente los sectores agro-exportadores, agroindustriales,
industriales y de la banca, para quienes el gobierno de los Somoza se hará poco funcional. Por
esos años surgirá el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)2, una organización
guerrillera de carácter nacionalista pequeñoburguesa que se propone la caída de Somoza.

Durante la década del 70 una gran agitación del movimiento de masas se plasmará en las
importantes huelgas de 1973 y 1974, que serán ferozmente reprimidas. Entre 1975 y 1976 la
represión del gobierno será cada vez más cruenta, siendo asesinado el propio fundador del FSLN,
Carlos Fonseca Amador. El descontento experimentará un gran empuje a partir de septiembre de
1977. En enero de 1978 es asesinado Pedro Joaquín Chamorro3, dando un viraje a la situación,
llevando a la burguesía opositora a desafiar más frontalmente al gobierno. Pero a medida en que el
movimiento de masas entraba en acción esta burguesía opositora buscará la conciliación y el
compromiso con la dictadura.

En septiembre de ese mismo año, el FSLN, en medio de un aventurerismo lanza una ofensiva
militar en diversas ciudades del país4. El contraataque de la Guardia Nacional será brutal,
desencadenando una masacre con un saldo de 10.000 trabajadores, jóvenes y estudiantes
asesinados. Pero este siniestro golpe no doblegará las energías revolucionarias de todo un pueblo
que contará con las fuerzas suficientes para redoblar su acción de masas pese a las acciones
putschistas de la guerrilla.
La insurrección de las masas y la caída de Somoza

Las huelgas generales, las ocupaciones de tierra, los levantamientos urbanos, anunciaban la
entrada en la escena política de las masas contra el régimen somocista en los primeros meses de
1979. El 4 de junio, las organizaciones de masas y el FSLN decretan una huelga general que
paraliza a todo el país, dando origen en los días siguientes a insurrecciones que estallan en las
ciudades de Chinandega, León, Matagalpa, Estelí, Masaya, Granada y Carazo. Pero lo que dará
un giro decisivo a la situación será el movimiento insurreccional espontáneo del 10 de junio en los
principales barrios populares de Managua, surgiendo en la capital “zonas liberadas”. Nicaragua
está insurreccionada, se abre una crisis revolucionaria sin precedentes, la caída de Somoza está a
tiro de fusil.

El imperialismo norteamericano viendo que se le escapa la situación recurre a la OEA para


disfrazar una intervención directa con la propuesta del envío de “fuerzas de paz”. No obtiene
respaldo internacional. Somoza se aísla cada vez más y sólo recibe el apoyo de las dictaduras
latinoamericanas. El imperialismo espera que Somoza golpee ferozmente a los obreros y
campesinos, para luego intentar un nuevo régimen burgués sin cambios bruscos. A este trabajo
sucio se prestan los gobiernos de Venezuela, México, Costa Rica y Panamá, quienes hicieron lo
que estaba a su alcance para evitar que el desarrollo de la guerra civil no rompiera la continuidad
institucional. Así, en junio, se prepara la conformación de una Junta de Gobierno de
Reconstrucción Nacional de Nicaragua (GRNN) que asumiría el control del Estado ante la
inminente caída de Somoza. Estaba conformada por dos altos representantes de la burguesía,
Violeta Chamorro, la viuda de Pedro Joaquín Chamorro y Alfonso Robelo Callejas; dos
representantes por el FSLN, Daniel Ortega y Moisés Hernán; y actuando como sector centro Sergio
Ramírez Mercado, representando a sectores profesionales. Esta Junta había sido reconocida por
los gobiernos latinoamericanos antes señalados, y estaba en su plan que un importante sector de
la Guardia Nacional tuviera un lugar garantizado en el nuevo régimen fusionándose con las fuerzas
guerrilleras del FSLN.

En el curso de la insurrección surgieron milicias populares espontáneamente a partir de los


contraataques de la Guardia Nacional, pero luego eran encuadradas por los comandos regulares
del FSLN. Las insurrecciones espontáneas, la encarnizada resistencia de la población, los ataques
del FSLN hacían retroceder a la Guardia Nacional a tareas de estricta defensa de sus cuarteles y a
la defensa del famoso “bunker” de Anastasio Somoza. Por fin Somoza abandona el gobierno,
huyendo el 17 de julio, abriéndose la fase final del derrocamiento del régimen.

Tras la huida de Somoza, el diputado somocista, Francisco Urcuyo, según previo acuerdo, debía
transferir el poder a la Junta de Gobierno para lograr “un cambio en la continuidad”. Pero se le
“ocurrió” llamar a las masas a deponer las armas al mismo tiempo que afirmaba que se quedaría
hasta las elecciones de 1981. La revuelta de las masas fue completa. Los trabajadores, la juventud
y los milicianos de los barrios populares invadieron el “bunker” de Somoza, repartiéndose las
decenas de miles de armas de guerra que recuperaron, alzándose en un combate encarnizado. La
Guardia Nacional estalló en pedazos ferozmente derrotada. El 19 de julio, las fuerzas del FSLN
entran en la capital e instalan la Junta de Gobierno conformada conjuntamente con el personal de
la burguesía opositora. Más de 40 mil muertos y 100 mil heridos fue el saldo de los enfrentamientos
en este primer período de la revolución, donde el motor central fueron los obreros urbanos, el
proletariado agrícola, el pueblo pobre, los semiproletarios del campo y los campesinos pobres5.
Como reconociera Humberto Ortega, “fue la guerrilla que sirvió de apoyo a las masas”, y no lo
contrario.

La paradoja de la revolución

La gran paradoja de esta revolución es que los representantes del capital estaban presentes en la
Junta de Gobierno, en los Ministerios, en el aparato administrativo del estado, en el Banco Central.
Aunque se había expropiado prácticamente a todo el sector somocista, nacionalizada la banca y el
sistema de seguros, un amplio control del sector financiero, nacionalización de la industria minera,
un amplio control de las exportaciones y la distribución del mercado interno, y avanzado en
conquistas importantes como las campañas masivas de alfabetización, sistemas de salud pública
universal, el reconocimiento de las ocupaciones de tierras, y decretos de expropiación de tierras
ociosas o no cultivadas. Con el objetivo de integrar a la burguesía antisomocista a la tarea de
“reconstrucción nacional” y para obtener créditos internacionales y de los gobiernos imperialistas,
se hacen grandes concesiones a los industriales y a los propietarios. El desarrollo económico
continúa dominado por la propiedad privada y el Estado propone el proyecto de una economía
mixta. Se da inicio al desarme de la población, y el fortalecimiento de un ejército regular, el Ejército
Popular Sandinista (EPS).

Pese a todo esto, el viejo sector de la burguesía presente en la Junta renunciará, pero se integrará
otro sector en representación de ella, Rafael Córdoba, dirigente del Partido Conservador
Democrático y miembro de la Corte Suprema de Justicia, y Arturo Cruz, antiguo colaborador del
Banco Interamericano de Desarrollo. Luego vendrán diversos cambios en la Junta de Gobierno,
producto de las grandes contradicciones de la revolución, donde el FSLN asumirá cada vez más el
control y sostén del gobierno pero sin cambiar sus orientaciones estratégicas de colaboración de
clases acentuando las características de un gobierno bonapartista pequeñoburgués sui géneris.

Pese a esto, tras la llegada de Reagan al gobierno de los EE.UU., se dará inicio a la contraofensiva
imperialista, quien organizará los ejércitos mercenarios de la “contra” (contrarrevolución). Se asedia
permanentemente la revolución con el accionar militar y los bombardeos a sectores claves de la
economía, como los puertos del Pacífico. El gobierno sandinista le pide sacrificios a las masas en
las tareas de la defensa y la reconstrucción del país, pero le hace concesiones a la burguesía. Las
masas responden a los esfuerzos de guerra pero la burguesía boicotea la economía.

Pero el golpe más fuerte a la revolución de Nicaragua vendrá desde Cuba y la política de Fidel
Castro, a poco tiempo del triunfo. Castro afirmará que Nicaragua no será una nueva Cuba: “Ahora
hay muchos interrogantes, y hay mucha gente queriendo establecer similitudes entre lo ocurrido en
Cuba y lo ocurrido en Nicaragua... Por eso, a las afirmaciones o temores expresados por alguna
gente... de que si Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba, los nicaragüenses les han dado
una magnífica respuesta: no, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua, que es una
cosa muy distinta.”6. Esto significaba que no se expropiaría a la burguesía y que no se extendería
la revolución, manteniendo aislado al país centroamericano. Y con una política de frenar nuevos
procesos revolucionaros centroamericanos surgirán las negociaciones con las burguesías y el
imperialismo en las famosas “salidas negociadas”. Pero la tarea no se les hará fácil, pues el
fortalecimiento de la revolución en El Salvador, dará un gran impulso a la revolución en
Centroamérica.

En la próxima entrega, desarrollaremos el proceso revolucionario de El Salvador, y escribiremos


cómo vía los “acuerdos de paz” impulsados por la burguesía y el imperialismo, y producto de la
política colaboracionista del stalinismo, el castrismo y de las direcciones nacionalistas
pequeñoburguesas guerrilleras de la región, se desmontará la revolución de Centroamérica, en un
proceso que tardará casi una década.

1 La lucha militar de 1927 a 1933 de Augusto C. Sandino contra el imperialismo se identificaba con la lucha contra la
dictadura instalada por los marines. Sandino será asesinado en 1934 por el propio Anastasio Somoza.
2 El FSLN surge en 1961 bajo el impacto de la revolución cubana y es fundado por Tomás Borges, Carlos Fonseca Amador
y Silvio Mayorga. Su nombre se debe a la emblemática figura de Augusto C. Sandino.
3 Es importante recordar que Pedro Joaquín Chamarro, figura importante de la burguesía opositora, fue el impulsor de la
campaña antirrevolucionaria contra Cuba impulsada desde la Sociedad Interamericana de Prensa, de la cual Chamorro era
su presidente en aquel entonces.
4 Previamente, en agosto de 1978, un comando del FSLN había realizado una acción espectacular ocupando el Palacio
Nacional durante tres días demandando la liberación de sus prisioneros políticos, entre ellos Tomás Borges, y otras
exigencias, todas concedidas.
5 Es importante destacar la participación de los trotskistas en este proceso quienes organizaron la Brigada Internacionalista
Simón Bolívar para combatir por la revolución, impulsada por el PST de Colombia, organización orientada por Nahuel
Moreno. En la próxima entrega ampliaremos sobre este tema.
6 Periódico Juventud Rebelde, 29/7/79, La Habana.
Parte II

El Salvador

El Salvador es el país más pequeño de América Central. Desde 1940 experimentó un importante
proceso de modernización económica que dio origen a un concentrado movimiento obrero urbano
y a un proletariado agrícola que se transformará en el centro de los acontecimientos políticos que
luego sacudirían al país.

1977: comienza el ascenso de masas abriendo el proceso revolucionario

En 1977 el movimiento obrero urbano y popular se encuentra en una total actividad, que
combinaba protestas sociales con huelgas masivas con ocupaciones de fábricas. Se iniciaba así
una dinámica de luchas en escala ascendente que llegará a su apogeo a fines de la década y
principios de los ‘80. La transformación de la lucha huelguística en política y luego en
revolucionaria se fue dando en forma acelerada. Y si este era el estado de las luchas obreras y
populares, un fenómeno similar ocurría entre los campesinos pobres y semiproletarios del campo.
Las masas se vieron compelidas a actuar por todas las circunstancias objetivas producto de la
crisis general que vivía el país. Este ascenso también lo experimentarán las organizaciones
guerrilleras, surgidas a inicios de la década, bajo la influencia de la revolución cubana. Estas
organizaciones, de carácter nacionalista pequeñoburgués, influenciaban a sectores importantes de
la población a través de sus famosos frentes políticos de masas

Sin lugar a dudas, la curva de flujo de las masas sobrepasó -cualitativa y cuantitativamente- al
accionar de las organizaciones guerrilleras. Proliferaron las huelgas, los paros, las tomas de
fábricas, ministerios públicos, universidades, escuelas y embajadas. La confrontación con las
fuerzas represivas y el ejército siguió un proceso gradual de desarrollo, los muertos y heridos en
las manifestaciones se incrementaban. En 1979, cuando triunfa la revolución nicaragüense, el
movimiento de las masas, muy fortalecido y combativo, entró en una etapa de euforia, el poder
estaba a tiro de fusil.

Pero las masas -casi a punto de insurreccionarse- contarán con un elemento en contra, su propia
dirección, en la que se encontraba el Partido Comunista Salvadoreño (PCS). Así, para septiembre
de 1979 surge el “Foro Popular” (un clásico frente popular) hegemonizado por el PCS1. En su
seno, el PCS planteó el objetivo de la unidad con sectores de la burguesía opositora en torno a la
lucha por conquistar “la democracia y la libertad”. Los stalinistas se preparaban así para una de sus
mayores traiciones.

1979: el auge revolucionario se profundiza, pero se orquesta el golpe preventivo para


quebrar la revolución

Hacia el último cuatrimestre de 1979 la crisis era abierta. El gobierno del General Carlos Humberto
Romero se fue agotando rápidamente y comienzan a moverse los hilos para un recambio: la
burguesía y los grandes propietarios, asesorados por EE.UU, conciben un golpe militar preventivo,
dando pasos concretos para evitar que su poder político corra riesgos. El 15 de octubre un
movimiento de los autodenominados “militares jóvenes” depone al régimen del General Romero.

EI “Foro Popular” con el PCS a la cabeza no se quedó atrás. En un “Memorándum” declara: “Las
intenciones…eran, según lo expresa la misma proclama de la Fuerza Armada, abrir posibilidades a
un camino democrático, substanciado con el importante apoyo de un conjunto de fuerzas de la
sociedad civil”. El 17 de octubre se hizo público la incorporación de representantes del MNR, el
PCS y otras fuerzas como miembros de la nueva Junta de Gobierno y de su gabinete.

El golpe de Estado tenía como objetivo estratégico golpear en la espina dorsal de la revolución en
curso. En un período de menos de tres meses, el ejército y las fuerzas represivas se encargarán de
realizar una serie de asesinatos masivos apuntando a descabezar al movimiento obrero y a las
organizaciones de masas aprovechando la salida a flote producto de una supuesta “legalidad” que
brindaba la Junta de Gobierno.

1980: la revolución mantiene su ascenso, pero su dirección permite que la contrarrevolución


tome la ofensiva

Pese a la represión, las acciones de masas proliferan, así como los enfrentamientos de las fuerzas
militares con las organizaciones guerrilleras. La feroz ofensiva de la Junta de Gobierno tornó
insostenible la presencia de la izquierda en la misma, renunciando el MNR y el PCS tres meses
después. Se constituye una segunda Junta, en la que, mediante un “Pacto Social”, la Democracia
Cristiana de José Napoleón Duarte compartirá el poder con el Ejército Nacional.

El año de 1980, pese a la política del Foro Popular, se transformará en el de un ascenso nunca
visto. Expresando una respuesta a las aspiraciones de unidad de las masas por la lucha contra la
dictadura, se abrirá un proceso de unificación de los frentes de masas y las organizaciones
guerrilleras. El 11 de enero surge la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM)2, bajo la
“Plataforma Programática para un Gobierno Democrático Revolucionario”. En ese período la
situación política del país se convulsiona aún más, cuando el 24 de marzo es asesinado Monseñor
Oscar Arnulfo Romero. La insurrección popular se veía venir de un momento a otro, dadas las
condiciones objetivas prevalecientes y los saltos cualitativos que gradualmente había venido dando
el movimiento de masas. El 22 de mayo se unifican la mayoría de las organizaciones guerrilleras
dando origen a la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), para octubre el proceso de unificación
será completo, surgiendo el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)3.

Las organizaciones populares siguieron su trayectoria de tomas y quemas de edificios públicos,


Iglesias y embajadas. Los diversos sindicatos implementaron una serie de huelgas. Las
organizaciones guerrilleras, además de los enfrentamientos con el ejército y cuerpos de seguridad,
se lanzaron a operativos armados en diversas zonas del país, tomándose varias poblaciones.
Surge el Frente Democrático Revolucionario (FDR)4. Este exigirá un compás de espera a las
masas bajo el pretexto que necesitaba tiempo para su consolidación. Una vez más se intenta
frenar la revolución.

Pero la presión del movimiento de masas obliga a la CRM a convocar a una huelga general para
los días 24, 25 y 26 de junio. Según los propios datos del gobierno fueron a la huelga 100.000
obreros industriales, 25.000 empleados públicos, 30.000 maestros, 100.000 trabajadores agrícolas,
más las centenas de millares de trabajadores de los hospitales, transporte, comercio y estaciones
de servicio. No estaban en juego mejoras salariales sino exigencias políticas y, en definitiva, el
derecho al poder político del país por parte de las masas.

La movilización siguió presionando hacia la huelga general indefinida insurreccional. Se anunció


una nueva huelga para los días 23, 24 y 25 de julio. Pero las direcciones guerrilleras, junto a sus
frentes políticos, se atemorizan temiendo ser desbordados. La huelga es cancelada. El estallido
revolucionario se retrasa. La razón de la suspensión por parte de las direcciones políticas era que
no estaban preparadas para esas fechas “para acompañar con actividades insurreccionales y
militares”. Nuevamente la burguesía toma aire, y la iniciativa, golpeando al movimiento de masas
con sus asesinatos masivos y adoptando todas las medidas contrarrevolucionarias frente al
movimiento revolucionario en ascenso que amenaza su existencia.

Repentinamente se llama a una nueva huelga general para los días 13, 14 y 15 de agosto. Pero el
gobierno se había anticipado al movimiento, aprestándose para que no volviera a repetirse el
triunfo del primer paro. Militariza las principales ciudades y los centros fabriles, dando un duro
golpe. A fines de diciembre las fuerzas de la represión asesinan a parte de la plana mayor del FDR,
entre ellos el secretario general del BPR; dirigentes del PCS, del MLP y del MNR. Sólo en 1980 se
calculan en más de 30.000 los asesinados.
La revolución fue golpeada en su espina dorsal, el movimiento obrero urbano y sus frentes de
masas, aunque las fuerzas guerrilleras estaban intactas. El FMLN se repliega al campo donde
encuentra un fuerte apoyo en los campesinos pobres y los semiproletarios. Sin medir el golpe en
las ciudades causado por su propia política de frenar la revolución, el FMLN se lanza a una
“ofensiva general” el 10 de enero de 1981, y hace un llamado “al pueblo y a toda clase de
organizaciones a prepararse y participar en las acciones finales”. Aunque en esta ofensiva se
consolidan importantes partes del territorio nacional, no hay la respuesta esperada en las ciudades
como era de imaginarse. La verdad es que esta “ofensiva general” escondía otros objetivos
políticos, la demostración de fuerzas en el campo militar para abrir los llamados procesos de
negociación con el gobierno.

1981-1984: entre la guerra civil y la salida negociada

Luego del llamamiento de la “ofensiva final” y de su resultado, una nueva etapa comenzaría a
operar a través del diálogo y la negociación. El 28 de agosto de 1981, México y Francia reconocen
la alianza FDR-FMLN como fuerza política representativa. Se da inicio a la salida mexicana-
francesa de negociación.

Pero el cambio de la política en el FMLN abrirá una aguda crisis, dando lugar a dos corrientes
internas: la primera, mayoritaria en la dirección, proponía la solución política negociada a corto
plazo, cambiando el programa político. La segunda, encabezaba por el dirigente de las FPL,
Salvador Cayetano Carpio, privilegiaba continuar la lucha hasta lograr su meta, sin subordinarla a
una eventual negociación5. En 1982, en una reunión en Cuba, bajo la coordinación de Fidel
Castro, las organizaciones del FMLN “se comprometieron a renunciar al esquema de la dictadura
del proletariado y a aceptar un proceso democrático. El pacto está contenido en un famoso libro
verde...Todos (firmaron) con excepción de Cayetano Carpio. Él firmó pero hizo ver que lo hacía con
reservas... Para Cayetano Carpio aquello fue una traición al socialismo”6.

El saldo de la aguda polémica es conocido: desaparición de los dos principales dirigentes de las
FPL, Mélida Anaya Montes, por asesinato, y Carpio, por “suicidio”7. De allí en más, el predominio
de las posiciones significó la búsqueda de una salida negociada a corto plazo. A fines de 1983, el
FDR-FMLN modificó su programa político, centrándolo en la lucha antioligárquica y en el rescate
de la soberanía nacional. En 1984, presentó la propuesta de un “Gobierno de Amplia
Participación”.

En la tercera y última parte de esta serie abordaremos de conjunto la continuación de las guerras
civiles en El Salvador y Nicaragua y los procesos de negociación que llevarán a desmontar
definitivamente la revolución centroamericana, producto de las políticas del stalinismo, el castrismo
y las direcciones de las organizaciones pequeñoburguesas de la región.

1 Además del PCS, conformaban este frente una tendencia del Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento Nacional
Revolucionario (ambos representantes de la burguesía opositora), las organizaciones de izquierda Ligas Populares 28 de
febrero y el Frente de Acción Popular Unificada (FAPU –RN), y una serie de federaciones sindicales, en su amplia mayoría
influenciados por el PCS.

2 La CRM es conformada por los frentes de masas Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), Ligas Populares 28 de
febrero (LP-28), Partido Comunista Salvadoreño (PCS) y el Bloque Popular Revolucionario (BPR).

3 Componen el FMLN las organizaciones guerrilleras Fuerzas Populares de Liberación (FPL) ligadas al BPR, Fuerzas
Armadas de Liberación (FAL) ligadas al PCS, Resistencia Nacional (RN) ligada al FAPU, Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) ligado a las LP-28, y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

4 El FDR prácticamente es compuesto por las organizaciones que conformaron el “Foro Popular”.

5 Ver el testamento político de Salvador Cayetano Carpio en Correo Internacional, 1984.

6 Entrevista a Eduardo Sancho en El Diario de Hoy del 20/10/2004. Sancho era el principal dirigente de la Resistencia
Nacional, una de las cinco organizaciones del FMLN.
7 Es evidente, al mejor estilo de las mayores prácticas stalinistas y de las organizaciones guerrilleras, que la discrepancia
política fue resuelta por las armas.

Parte III

Cuando el volcán entró en erupción: La negociación y la "paz"


contrarrevolucionaria entran en acción

Como expresamos en los dos artículos anteriores, la revolución centroamericana constituía un


único proceso. El imperialismo yanqui tenía muy presente esa inquebrantable unidad
centroamericana como también su decisiva importancia geopolítica. Una revolución obrera
triunfante hubiera desarrollado un entusiasmo inusitado y las repercusiones típicas que un triunfo
tal despertaría. Desgraciadamente las direcciones del FSLN, el FMLN, Fidel Castro y los partidos
comunistas de la región siempre tuvieron la política de mantener la revolución centroamericana
fragmentada y sosteniendo una política conciliacionista que las llevará a la derrota.

La contrainsurgencia militar y la "paz” contrarrevolucionaria

Cuando triunfó la revolución en Nicaragua y el auge revolucionario en El Salvador mantenía su


ascenso, la Administración Reagan se lanzó a una política de contrarrevolución abiertamente
intervencionista, organizando a las bandas contrarrevolucionarias de la “contra” (mercenarios
veteranos en el servicio de matar) en Nicaragua, y fortaleciendo militarmente a los ejércitos
genocidas del Istmo centroamericano. Para ello, transformó a Honduras en un verdadero
portaaviones terrestre y en el centro de operaciones de la contra, de la CIA y el Pentágono,
ejecutando una de las guerras de contrainsurgencia más complejas y sangrientas en la historia de
América Latina. Pero a partir de las dificultades para derrotar militarmente a la revolución, comenzó
a combinar esta ofensiva militarista con la política de negociación y los acuerdos de “paz”. Fue el
momento en que desde la otrora Unión Soviética hasta el recién fallecido Juan Pablo II, pasando
por Fidel Castro y toda la socialdemocracia internacional, se levantó la consigna central de “paz en
Centroamérica”.
En 1983 apareció el Grupo de Contadora compuesto por Colombia, México, Panamá y Venezuela,
cuyo objetivo llevaba a la búsqueda de acuerdos de “paz” para desmontar los procesos
revolucionarios del Istmo. Se opera así una división de tareas: la “contra” y los ejércitos genocidas
atacan con armas y el grupo Contadora con papeles diplomáticos.
Ese mismo año, se discutió el “Plan Arias”, propuesto por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias
Sánchez, llamado de Esquipulas I por la ciudad guatemalteca en que se realizó el encuentro de
presidentes centroamericanos. Luego, en 1987, se sobrevienen los acuerdos de Esquipulas II con
los mismos objetivos. Para “conseguir la paz”, los Estados centroamericanos “solicitan a gobiernos
regionales o extrarregionales que apoyan a movimientos armados antigubernamentales que cesen
ese apoyo; llaman a un alto al fuego y se comprometen a impedir el uso de sus territorios para
acciones desestabilizadoras contra otros gobiernos”. Pero, “curiosamente” este acuerdo no era
firmado por Panamá, donde EE.UU. tenía una de sus importantes bases militares del hemisferio
occidental.

Nicaragua: bajo el fuego y los acuerdos electorales

El gobierno sandinista se someterá en todas estas negociaciones, poniendo en un plano de


igualdad a los mercenarios de la “contra” organizados por EE.UU. y la burguesía cipaya que
operaban en Nicaragua con los millares de luchadores, trabajadores y campesinos pobres que
peleaban por su liberación nacional en El Salvador. Al mismo tiempo que impedirá cualquier acción
de los luchadores salvadoreños en su territorio, avanzará en acuerdos con sectores de la “contra”
cediéndoles en múltiples terrenos, lo mismo a la propia burguesía contrarrevolucionaria. Los
acuerdos de Esquipulas II parecieron naufragar durante el período de alternancia entre Reagan y
George Bush padre, pero en febrero de 1989, Daniel Ortega reanudó las negociaciones en ocasión
de la reunión de los cinco presidentes centroamericanos en la localidad salvadoreña de Costa del
Sol.
Al no resolver las grandes demandas fundamentales que la revolución nicaragüense había
planteado como la revolución agraria, la expropiación de la burguesía y la liberación nacional, el
gobierno sandinista irá perdiendo terreno en medio de una crisis provocada por la guerra de
hostigamiento y sabotaje económico, de EE.UU. y la “contra”. El gobierno de Nicaragua propone
adelantar las elecciones a febrero de 1990 y aceptar las modificaciones propuestas a la ley
electoral de 1988 en el marco de los acuerdos de “Costa del Sol”, aceptando un plan de elecciones
generales donde se le facilitaba actividades normales, a los mismos que financiaban y organizaban
la contrarrevolución. Los sandinistas sufren una fuerte derrota por parte de los partidos de la
burguesía con Violeta Chamorro a la cabeza en febrero de 1990 en una mega coalición electoral
de partidos de la burguesía y que incluía hasta al Partido Comunista de Nicaragua. A partir de esta
derrota se acelera el proceso de negociación que conducirá a la firma de los “acuerdos de paz” en
El Salvador y Guatemala.

El Salvador: de la guerra civil a los acuerdos de "paz”

En El Salvador, a pesar de los objetivos del FMLN de buscar una salida negociada a corto plazo, la
profundidad del proceso revolucionario le pondrá trabas objetivas. Entre 1981 y 1984 se profundiza
la guerra civil en todo el territorio nacional producto de las fuerzas que emergían del campo,
mientras se continúan realizando encuentros en busca de los diálogos con el gobierno genocida de
Napoleón Duarte. En 1985, aún bajo el fuego de la represión en las ciudades se reactiva el
movimiento obrero. A finales de 1988 y principios de 1989 también se vivirán nuevos ascensos de
masas. Cada una de estas situaciones significará un fortalecimiento de las fuerzas del FMLN, pero
esta dirección en vez de buscar el camino de derrotar en el campo militar y político al régimen y el
gobierno, las utilizará como elementos de presión para buscar mejores condiciones en las
negociaciones. La ofensiva militar de 1989, donde se combate en la capital salvadoreña durante
varios días es una muestra de la capacidad militar y del apoyo de las masas urbanas y que la
revolución aún no había sido derrotada. Pero el objetivo del FMLN será siempre el mismo, forzar al
gobierno a la negociación.
Después de una década de guerra civil, se activó realmente la dinámica de la “solución política
negociada”, después de múltiples intentos frustrados. El 27 de julio de 1989, el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas adopta la Resolución 637 en la que expresa “su pleno apoyo a los
esfuerzos del Secretario General a fin de que continuara con su misión de buenos oficios en
búsqueda de la paz en Centroamérica”. Con lo cual queda abierto el camino para una activa
participación de la ONU, es decir, del imperialismo yanqui con el aval del resto de las potencias y
de la Unión Soviética (Centroamérica fue el último regalo contrarrevolucionario que el stalinismo
soviético le diera a los norteamericanos). Aunque el enfrentamiento militar continuó con igual e
incluso mayor intensidad entre 1990 y 1991, las conversaciones de “paz” auspiciadas por la ONU y
“el grupo de países amigos” (México, Colombia, Venezuela y España) avanzaban gradualmente.
En este período se registran como hechos relevantes de la negociación: el Acuerdo de Caracas (21
de mayo de 1990) sobre una agenda general y un calendario de negociación; el Acuerdo de San
José (26 de julio de 1990) sobre derechos humanos, el cual incluyó el establecimiento de una
misión de verificación de las Naciones Unidas; la decisión de la ONU de establecer antes de “la
cesación del fuego el componente de verificación de derechos humanos” (marzo de 1991); el
Acuerdo de México (27 de abril de 1991) sobre reformas constitucionales relativas a las Fuerzas
Armadas, el sistema judicial, los derechos humanos y el sistema electoral; y el Acuerdo de Nueva
York (25 de septiembre de 1991) que establece una “negociación comprimida” para los restantes
temas, entre otros: seguridad pública, económicos y sociales, reinserción de combatientes. Por fin,
bajo el visto bueno del gobierno norteamericano, el 16 de enero de 1992 se realizarán los acuerdos
de Chapultepec, sellándose definitivamente el pacto entre el FMLN y el gobierno de Alfredo
Cristiani, el presidente de la ultraderecha salvadoreña.
El FMLN depone las armas y se transforma en un partido político legal dentro del régimen, todo a
cambio de algunas reformas democráticas cosméticas. Pero no se da solución al gran problema
que se planteó la revolución en El Salvador, la liberación nacional y la revolución agraria, que sólo
era posible destruyendo el Estado burgués e imponiendo un gobierno obrero y campesino,
avanzando hacia la expropiación de la burguesía y de los grandes terratenientes.

A modo de conclusión general

No se puede comprender la magnitud del rol activamente contrarrevolucionario del stalinismo y el


castrismo y las direcciones nacionalistas pequeñoburguesas de la región frente a la movilización de
las masas centroamericanas si no lo ubicamos ante la revolución en el conjunto de América
Central. El stalinismo y el castrismo hicieron los más denodados esfuerzos por limitar primero y
aplastar después a la revolución centroamericana, vigilando celosamente por constreñir cada
proceso en el marco de estos estados nacionales impuestos por Norteamérica. Fueron los comités
de negociación del sandinismo, la guerrilla salvadoreña y los gobiernos burgueses
latinoamericanos los que, con el auspicio de Castro y la diplomacia soviética y de EE.UU., pactaron
la liquidación de la revolución centroamericana, mediante el desarme de los luchadores y los
procesos electorales. El resultado está a la vista: después de años de heroicos combates, donde
cayeron casi 300.000 luchadores, en Centroamérica impera el “orden” imperialista. La extensión y
el triunfo de la revolución centroamericana, su unidad en una federación con Cuba, hubiera
significado para el imperialismo yanqui uno de los golpes más terribles de su historia.

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