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Acabar con todo como el aire nuestro.

Qué frenesí
Octavio Paz ek de sus labios redondos,
el cero móvil de su boca.
Dame, llama invisible, espada fría, Tal vez la nada
tu persistente cólera,
o la palabra inexpresable,
para acabar con todo,
la última voz
oh mundo seco,
oh mundo desangrado, de la naturaleza en el valle.
para acabar con todo. Para él no había salvacion
sino escoger entre dos formas de asfixia.
Arde, sombrío, arde sin llamas, Y no me deja en paz la doble agonía,
apagado y ardiente, el suplicio del agua y su habitante.
ceniza y piedra viva, Su mirada doliente en mí,
desierto sin orillas. su voluntad de ser escuchado,
su irrevocable sentencia.
Arde en el vasto cielo, laja y nube, Nunca sabré lo que intentaba decirme
bajo la ciega luz que se desploma el pez sin voz que sólo hablaba el idioma
entre estériles peñas. omnipotente de nuestra madre la muerte.

Arde en la soledad que nos deshace, No volveremos a vagar.


tierra de piedra ardiente, So, We'll Go No More a Roving, Lord Byron
de raíces heladas y sedientas. (1788-1824)
Así es, no volveremos a vagar
Arde, furor oculto, tan tarde en la noche,
ceniza que enloquece, Aunque el corazón siga amando
arde invisible, arde y la luna conserve el mismo resplandor.
como el mar impotente engendra nubes, Pues así como la espada gasta su vaina,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Y el alma consume el pecho,
Entre mis huesos delirantes, arde;
también el corazón debe detenerse a
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro; respirar,
arde como arde el tiempo, e incluso el amor debe descansar.
como camina el tiempo entre la muerte, Aunque la noche fue hecha para amar,
con sus mismas pisadas y su aliento; y los días retornan demasiado pronto,
arde como la soledad que te devora, Aún así no volveremos a vagar
arde en ti mismo, ardor sin llama, bajo la luz de la luna.
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

Ecuació n de primer grado con una


incó gnita
José Emilio Pacheco

En el último río de la ciudad, por error


o incongruencia fantasmagórica, vi
de repente un pez casi muerto. Boqueaba
envenenado por el agua inmunda, letal
A mi mujer vientos tañen.
¿Para esto renuncié
a mi sabiduría antigua ya mi austero control?
No puedo escribir majestuoso proemio Mi vida es un palimpsesto
como preludio a mi canción, garabateado en alguna vacación de muchacho
de poeta a poema,
me atrevería a decir. con canciones ociosas para flauta y rondó
que solamente ocultan el secreto del todo.
Pues si de estos pétalos caídos Por cierto que hubo un tiempo cuando osé
uno te pareciera bello, pisar
irá el amor por el aire las alturas soleadas y de las disonancias de la
hasta detenerse en tu cabello. vida
logré claros acordes para llegar al oído de
Y cuando el viento e invierno endurezcan Dios.
toda la tierra sin amor, ¿Está muerto ese tiempo? Mirad, con mi
dirá un susurro algo del jardín pequeña vara
y tú lo entenderás. apenas toqué la miel del romance,
¿y debo yo perder la herencia de un alma?

Impression de voyage
Apología

Era un mar de zafiro y el cielo


¿Es tu voluntad que yo crezca y decline? ardía en el aire como ópalo candente;
Trueca mi paño de oro por la gris estameña izamos nuestra vela; soplaba bien el viento
y teje a tu antojo esa tela de angustia hacia tierras azules situadas en el Este.
cuya hebra más brillante es día malgastado. Desde mi proa alta divisé a Zakynthos:
cada bosque de olivos, cada cala,
¿Es tu voluntad -Amor que tanto amo- las escarpas de Ithaca, el blanco pico de
que la Casa de mi Alma sea lugar Lycaon,
atormentado y flores esparcidas en colinas de Arcadia.
donde deban morar, cual malvados amantes, El batir de la vela contra el mástil,
la llama inextinguible y el gusano inmortal? el rumor de las olas contra el casco,
rumor de risas jóvenes en la popa,
Si tal es tu voluntad la he de sobrellevar todo lo que se oía, al comenzar a arder el
y venderé ambición en el mercado, Oeste.
y dejaré que el gris fracaso sea mi pelaje Y un rojo sol cabalgó por los mares.
y que en mi corazón cave el dolor su tumba. Pisaba, al fin, el suelo griego.

Tal vez sea mejor así -al menos Mi voz


no hice de mi corazón algo de piedra,
ni privé a mi juventud de su pródigo festín,
ni caminé donde lo Bello es ignorado. En este mundo inquieto, moderno,
apresurado,
Hélas! tomamos todo aquello que nuestro corazón
deseaba -tú y yo,
y ahora las velas blancas de nuestro barco
Con cada pasión a la deriva hasta que mi están arriadas
alma y agotada la carga del navío.
sea un laúd en cuyas cuerdas todos los
Por ello, prematuras, empalidecen mis Inteligente, dulce y seductora
mejillas, Como un amante en sus afanes sueña,
pues el llorar es mi contento huido Como un creyente en su delirio adora.
y el dolor ha apagado el rosa de mi boca
y la ruina corre las cortinas de mi lecho. Es Ofelia, la diosa de ese suelo,
La maga de ese carmen encantado,
Pero toda esta vida atiborrada ha sido para ti De dicha imagen ideal deseado,
solamente una lira, un laúd, el encanto sutil
El astro fulgurante de aquel cielo.
del violoncello, la música del mar
que duerme, mímico eco, en su concha
marina. La perfumada flor, la que descuella,
De corola gentil, fresca y lozana,
Abriéndose a la luz de la mañana
En los jardines ístmicos, ¡es ella!
A OFELIA PLISSE}
Allí la admiración le erigió altares,
Ignacio Manuel Altamirano Incienso le da Amor, la Poesía
Le consagra dulcísimos cantares;
Yo no te vi jamás; pero hubo un día Y un himno inmenso Libertad le envía
En que un patriota y joven peregrino Entre el ronco suspiro de los mares.
Que de esa tierra donde existes, vino
Hasta las playas de la patria mía, Yo la vi, la adoré cual peregrino
Conmovido me habló de tu hermosura A quien la mano del dolor dirige;
Que de una diosa el don llamarse puede, Adorarla y pasar fue mi destino.
Y que admirable y rara, sólo cede ¡Ay! Yo me alejo, mi deber lo exige,
A la santa virtud de tu alma pura. Mas su recuerdo alumbra mi camino;
Yo llevaré su imagen por do quiera,
Cruzaba yo, me dijo tristemente, Y confundiendo en uno mis dolores
Mi camino erial desfallecido Y en un objeto uniendo mis amores,
Temiendo sucumbir, mas de repente Yo escribiré su nombre en mi bandera.
Me encontré sorprendido
Al levantar mi dolorida frente, Tú a esa tierra lejana
Con un carmen florido; En las dóciles alas de los vientos
Que resguardan altivos cocoteros, Envía de tu lira los acentos
Que embalsaman obscuros limoneros, A esa beldad que he visto, soberana.
Y que esmaltan jazmines y amapolas,
Y que mecen pujantes Así me dijo el joven peregrino
De dos océanos las inmensas olas. Y siguió con tristeza su camino.

Es Panamá la bella; la cintura


De la virgen América, allí donde
Del mundo de Colón el cielo esconde
La grandeza futura.

Como símbolo santo, hermoso y puro


De esa edad venturosa y anhelada,
Cuya luz ya descubre la mirada
Del porvenir en el confín obscuro,
Existe una beldad, joven, risueña,

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