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Liturgia y espiritualidad

en el posconcilio
Realidades y
MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

Aquí no sirve la frase hecha que define una situación sin pers-
pectiva: Estamos en un callejón sin salida, porque además del
cansancio, la indiferencia, la desilusión y el desencanto, existen
síntomas de recuperación que se perfilan en una reposada y tran··
quila adquisición de ciertas metas a las que no podemos renun-
ciar, como en la valentía por retrotraer la mirada y casi querer
volver a vivir de nuevo -ahora sin tantos entusiasmos ni pri-
sas- cada uno de los pasos de la pretendida renovación en la
vida litúrgica de la comunidad cristiana. ¿Es que habrá que vol-
ver para atrás y recorrer de nuevo el camino andado? No es ésa
la mejor solución, aunque si se entiende como necesidad de poner
a prueba todos los resortes de este momento excepcional vivido
en la catolicidad de la iglesia, la proposición es más acertada; eso
sí, tomando en serio la experiencia litúrgica de insatisfacción que
llevamos encima, como sabiendo actuar el alcance y centros de
interés de esta reforma que ahora descubrimos como más pro-
funda y empeñativa de lo que habíamos barruntado en los años
transcurridos. Así, la aparente contradicción se despeja.

l. POLOS DE ATRACCIÓN

Pasó el boom de las novedades y ya con la efemérides del


décimo aniversario de la aprobación de la constitución de litur-
gia Sacrosanctum Concilium (4.12.1963) aparece la necesidad
10 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

de ir llenando algún que otro vaCÍo puesto en evidencia sobre la


marcha l. No sólo eso, a medida que iban saliendo los libros
litúrgicos hubo algún perito en la materia que no dudaba en
pronosticar la necesidad de una "reforma de la reforma" comen-
zada. De hecho, se va sopesando 10 realizado a nivel nacional
como respuesta concreta a lo previsto desde Roma 2. Si no qui-
siéramos repetir lo que flota en el ambiente y bajo ,cuya influen-
cia se habla, discute y escribe en revistas, simposion, encuentros,
etcétera, enumeraríamos estos polos de atracción:
e Evangelización y sacramento 3.
e Creatividad y liturgia 4.
e Traducciones 5.
e Adaptación 6.
e Antropología litúrgica 7.
e Descubrimiento del símbolo 8.
1 Algunas revistas dedicaron números monográficos corno Phase, n. 82, 1974:
«Sacrosanctum Concilium» diez años después; Salesianum, n. 1, 1974; Nel
decennale della costituzione «Sacrosanctum Concilium» sulla Sacra Liturgia. En
el mismo sentido se pueden consultar: H. BACHT, Kritische Beabachtungen zur
nach/conziliaren Liturgie, en Geist und Leben, 46 (1973), 379-383; B. BOITE, Le
mouvement liturgique. Témoignage et souvenirs (Toumai, 1974); A. BUGNINI, Dieci
anni, Notitiae, 9 (1973), 395-399; E. CATTANEO, La ri/orma liturgica: bilancio di
dieci anni, en Communio, n, 18 (1974), 9-15; H. DENIS, Des sacrements et des hom-
mes, Dix ans apres Vatican II (Lyon, 1975); A. G. MARTIMORT, Bilancio della ri/or-
ma liturgica (Milano, 1974); C. VAGAGGINI, Riflessioni in prospettiva teologica sui
diee! anni di ri/orma liturgica e sulla aporia del problema liturgico in questo
momento, en Rivista Liturgica, 61 (1974), 35-72.
2 Para España tenemos el número extraordinario 100 de la revista Pastoral Li-
túrgica, titulado: 12 años de reforma litúrgica en España. B. LUYKX, Culte chrétien
en Afrique apri!s Vatican n, en Nouvelle Revue de science missionaire, supple-
menta, 23 (Irnmensee 1974), Ha recibido una crítica de H. VINCK, Liturgie rénouvée
en Afrique. Reflexions sur: Culte crétien en Atrique apri!s Vatican n. B. LUYKX,
Questions Liturgiques, 58 (1977), 51-60.
3 Aunque se plantee con no poca agresividad es una cuestión muy debatida a
partir de los Sínodos de los obispos de 1974 y 1977, véase Notitiae, 10 (1974), 363-
383; A. CUVA, La Liturgia al Sinodo dei Vescovi sulla catechesi, en Notitiae, 1~
(1978), 90-118, 131-153.
4 Nace como una exigencia de la adaptación a las diversas culturas, y dentro
de la liturgia se puede entender a niveles muy diversos. Números monográficos
han dedicado al tema Phase, n. 59, 1970; 75, 1973; 103, 1978; La Maison-Dieu,
n. 111, 1972; 114, 1973; Ephemerides Liturgicae, n. 1, 1975; Rivista Liturgica, n. 1,
1976; Liturgia (Silos), n. 254, 1971. Además pueden consultarse los artículos de
P. DE CLERCK, Improvisation et livres liturgiques: leqons d'une histoire, en Commu-
nautés et Liturgie, 60 (1978), 109-126; F, DELECLOS, Impératits et limites de la crea-
tivité, en Communautés et Liturgie, 54 (1972), 497-503; M. DIEGO SÁNCHEZ, La crea-
tividad litúrgica, en Comunidades, 6 (1978), 205-212; D. DUFRASNE, Eloge de la
tantasie: acueillil' et célébrer l'imprévu, en Communautés et Liturgie, 54 (1972),
459-467; T. FEnERICI, Liturgia: creativita, interiorizzazione, attuazione, en Notitiae,
13 (1977), 73-87; R. GANTOY, Composer des prieres pour aujourd'hui, en Communau-
tés et Liturgie, 54 (1972), 14-25; IDEM, Au-deliL de la créativité: perspectives d'avenir,
en Communautés et Liturgie, 54 (1972), 504-515; J. A. GoENAGA, Creatividad litúrgica
(Historia, reflexión, pautas), en Estudios Eclesiásticos, 51 (1976), 521-540; NEUN-
r
LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POSCONCILIO 11

Así están las cosas. Es sintomático que la revista Concilium


titule el número 138 B de 1978: Hacia el Vaticano nI, porque
descubre que nos encontramos en una situación eclesial que no
puede parangonarse al posconcilio de Trento. Existe la firme con-
vicción de haber abarcado mucho en poco tiempo y se palpa la
urgencia de dar cauce libre a un principio de renovacióncons-
tanteo
En estas páginas quisiéramos enumerar algunos principios
para conectar con el momento actual de la liturgia, que no es crí-
tico, sin pretensión de ofrecer soluciones mágicas; sólo deseamos
aportar algún dato sugerente para discernir la situación presente
y hallar pistas de futuro.

HEUSER, PossibtllUes and Limits o! liturgieal Spontaneity, en Monastie Studies,


8 (1972), 103-116; G.-M_ OURY, Les limites néeessaires de la eréaUvíté en Liturgíe, en
Notitíae, 13 (977), 341-353; M. THURIAN, Créativité et spontanéíté dans la liturgíe,
en Notitiae, 14 (1978), 169-175; IDElVI, La liturgíe vivante, en Notitiae, 8 (1972) 157-
160; A. M. TRIACCA, «Improvvisazione» o «!issismo» eucologico?, en Sales!anum, 32
(1970), 149-174.
5 Cf. A. PISTOlA, Linguaggio e llturgia: rassegna bibliografica, en Ephemerides
Liturgieae, 92 (1978), 214-237; J. RENIE, Missale Romanum et Missall Romain.
Etude critique des traductions frangáises du Missail et du LecUonnaire (Paris,
1975); G. F. VENTURI, Elementi di bibliografia linguistico-liturgica con particolare
ri¡erimento ai problemi della traduzione Uturgica (Verona-Roma, 1977); IDEM,
Fenomeni e problemi Unguistici della traduzione liturgica nel passagio da una
cultura ad un altra, en Ephemerides Liturgicae, 92 (1978), 5-75. Un libro muy inte-
resante de análisis del lenguaj e de las Plegarias eucar!stlcas es el de Ch. DUQuoc,
J. GurcHARD, Polltica y vocabulario litúrgico (Santander, 1977).
6 Actitud básica de la reforma litúrgica, proclamada ya por la Consto Sacro-
sanctum ConcJlium, nn. 37-40, y el decreto Ad Gentes, n. 22, y que según Annibale
Bugninl calificarla el momento actual de la reforma, el tercero, precedldo antes
por los de traducci6n y edición de los nuevos libros. Cf. ALDAZÁBAL, Preguntas
serias para la liturgia. III. ¿Tiene que adaptarse la liturgia a las diversas cultu.
ras?, en Phase, 18 (1978), 83-99; C. BRAGA, Un problema fundentale di pastorale
Uturgica: Adattamento e incarnazione nelle varie culture, en Ephemerides Litur-
gicae, 79 (1975), 5-39; A. CHUPUNGCO, The Magna Carta of Uturgical adaptation, en
Notitiae, 14 (1978), 75-89; 1. OÑATIBIA, ¿Para cuándo las adaptaciones profundas?,
en Phase, 18 (1978), 9-32,
7 J. ALDAZÁBAL, Preguntas serias para la liturgia. I. La liturgia, ¿para qué?
n, ¿Es capaz de liturgia el hombre de hoy?, en Phase, 17 (1977), 487-514). III. ¿Fun-
ciona la «comunicación» en nuestras celebraciones?, en Phase, 18 (1978), 459-478;
D. BOROBIO, La liturgia como expresión simbólica. Una clave antropológica para
sU interpretación critica, en Phase, 18 (978), 405·422; A. CUYA, Linee di antropo-
logia liturgica, en Salesianum, 36 (1974), 3-31; L. MALDONADo, Teorla y praxis de la
ritualidad, en Phase, 18 (1978), 423-441; V. MARTíN PINDADO, Liturgia y talante
celebrativo, en Phase, 18 (1978), 443-458.
• Se empiezan ya a sentir acusaciones de haber hecho una liturgia verbalista
por la excesiva preocupación de simplificar los ritos, cf, L. MALDONADO, La liturgia
entre el hoy y el mañana, en Concilium, n. 38B (1978), pp, 337-379,
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12 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

n. LA HISTORIA QUE DEBERÍA REPETIRSE

Es una lección aprendida tarde, pero al fin de provecho.


En la renovación hemos invertido el proceso normal y pasamos
por encima de muchas etapas. No es cuestión de lamentarse ni
de acusar fallos esenciales.
Se dice, y con razón, que ha sido la reforma litúrgica de más
envergadura emprendida en toda la historia eclesial 9. Pero no se
dice que, aparte de haberla conducido en la situación más ade-
cuada, ha olvidado dimensiones que avalan la vitalidad de la
comunidad cristiana y su protagonismo litúrgico, al menos en una
segunda faseo

1. Liturgia que nace de una comunidad de fe. Estamos su-


friendo las consecuencias de una bien organizada renovación,
pero al fin centralizada e impuesta desde Roma. No es momento
de cuestionar el camino seguido -otro no hubiera resultado me-
jor en la actual circullstancia- cuanto de recordarnos que la litur-
gia no es un código de oración ni un florilegio de textos y rúbri-
cas bien conjuntados; es la expresión más alta y viva de la fe de
una comunidad, que nace y se desarrolla con naturalidad, con
ritmos bien diversos a los que puede programar un organismo
de reforma dirigida. ¿Quién puede determinar con exactitud el
nacimiento de las liturgias ambrosiana e hispánica?
Con esto queremos decir que hemos corrido el camino al
revés a como suele desarrollarse en la historia el culto cristiano.
No sólo se va configurando poco a poco el "estilo" litúrgico de
un grupo, sino que el auténtico sujeto es la comunidad concreta
que celebra, la iglesia local que, movida por el Espíritu, sabe
modelar y enriquecer su culto espiritual al Padre, por Cristo, sin
por eso apartarse de una regla común y básica de oración. Insis-
tiendo más en la historia, en la antigüedad el intercambio litúr-
gico entre las iglesias locales de aquellos elementos comunes más
significativos es impresionante; sólo más tarde el rito-romano
-cargado de influencias francas y germanas- se impone en el
área occidental; no es que Roma desde un principio haya cons-
treñido a aceptar su liturgia local.
9 Para hacerse una idea exacta de su amplitud véase por simple curiosidad
R. KACZYNSl{I, Enchiridion documentol'um instaurationis liturgicae, 1 (1963-1973)
(Torino, 1976).
LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POSCONCILIO 13

No es cuestión de composición de textos ni de una libre elec-


ción; se trata de llegar a recuperar ese protagonismo litúrgico
del que es portadora la comunidad y que no se agota ni termina
aquí, pero que es una expresión de ser ella la que actúa. De ahí
que pasamos por tiempos de concienciación eclesial que debe al-
canzar incluso a este aspecto, sin querer paresa repetir la expe-
riencia pasada, porque es irrepetible tal cual, aunque sí recupe-
rable en mucho de lo que tiene respecto a dinámica y motiva-
ciones.
Es el momento de dar un paso adelante, de descubrir el ver-
dadero "rostro" litúrgico de la Iglesia que la capacite para asu-
mir toda la responsabilidad sobre el momento cultual en el que
ella misma se visibiliza. ¿Querrá esto decir que tendrá que aban-
donar lo hecho hasta ahora -por ser desde Roma- y comen-
zar desde cero? Ni mucho menos. Es una concienciación a varios
niveles, el más profundo de los cuales será reconocerse como
Eklesia del Señor, asamblea convocada por Dios que alcanza
su punto más denso de significación y realización precisamente
cuando está en posición litúrgica lO. Entonces será normal que
surja la necesidad de cubrir los restantes niveles de protagonis-
mo y el tiempo se encargará de facilitar el alcance del mismo y las
nuevas posibilidades que habría que usar.
Creemos que ésta es una cuestión a resolver en estos años,
considerados por especialistas como tiempo de adaptación litúr-
gica a las propias culturas 11. Ahí queda, sin embargo, la nece-
sidad de un nuevo planteamiento para la renovación litúrgica
que sigue.

10 ef. s. MARSILI, La liturgia, momento storico della salvezza, en VV. AA.,


Anamnesis, 1 (Torino, 1974), pp. 109·127.
11 Según Bugnini la labor para el próximo decenio consistirá en: «catequesis
atenta, metódica, para penetrar el Misterio de Cristo y hacerlo vivir a las almas;
especial cuidado para las celebraciones destinadas a niños y jóvenes, en los que
se halla el futuro de la Iglesia; progresiva inserción de los grupos particulares
en la santa asamblea del Pueblo de Dios; renovación del canto sagrado, armonio
zando la tradición con las nuevas formas, y mal participación de todos, y no sólo
de grupos escogidos, en la acción litúrgica; descubrimiento del signo, de la acción
y del símbolo litúrgico; estudio respetuoso y circunstanciado de la adaptación de
la liturgia a la índole y a las tradiciones de los diversos pueblos, para que nazca
espontánea de su alma y pierda el sentimiento de una inserción extraña dentro
de sU cultura y mentalidad; preparación amorosa de la acción litúrgica, para que
cada asamblea la sienta como expresión propia, en la común caridad y en el soplo
del Espíritu; armonía más articulada entre piedad cristiana y vida litúrgica;
inserción generosa y alegre de las iglesias locales en las exigencias y en la vida
de la Iglesia universal, para conservar la unidad y la necesaria cohesi6n en la
oración común»: A. BUGNINI, Dieci anni, en Notitiae, 9 (1973), p. 399.
14 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

2. El liturgo de la comunidad. Otro aspecto que la histo-


ria nos reclama y que todavía no ha cristalizado 10 suficiente
en los que son testigos cualificados de la fe; en realidad la co-
munidad crea, sobre todo a través de quien la dirige o preside,
o al menos bajo su influjo o personalidad 12. Esto ha quedado
reducido con el tiempo a un ministerio de control y vigilancia que
empobrece el rol del obispo y del pastor. Las afirmaciones del Va-
ticano II van por esta línea, aunque están faltas de un desarrollo
integral que extienda su puesta en práctica. Todo nace de ser el
liturgo de la comunidad que posee en plenitud el sacerdocio para
ejercitar el oficio de santificar en medio de sus hermanos 13. El
decreto sobre los obispos, Christus Dominus, n.1S, explicita más:
"son los principales ADMINISTRADORES de los misterios de Dios,
así también como MODERADORES, PROMOTORES Y CUSTODIOS de
toda la vida litúrgica en la iglesia que les ha sido confiada".
Esta afirmación que rompe con la centralización litúrgica, es de
una gran trascendencia, pero sólo potencialmente, en cuanto
necesita de futuro para ser concretada en múltiples campos a
los que no ha llegado la actividad episcopal" 14.
Estamos por ver la iniciativa litúrgica de tantos pastores que,
o la ignoran para su comunidad, o la declinan en otros organis-
mos. No 'es algo tan accidental como para relegarlo a su capilla
privada,ni tan absorbente como para que no lo vean más que
"pontificando". Podrá ser, como Hipólito atestigua, que tenga que
asumir la responsabilidad de abrir caminos componiendo, por
ejemplo, un modelo de plegaria eucarística vinculada a las con-
diciones y características de su iglesia, que sirva siempre de refe-
rencia y de lazo de unión entre todas sus comunidades 15. (Hasta
ahora no sé de alguno que haya aportado a su diócesis una
anáfora estrenada el día de su consagración episcopal).
Igualmente su figura debe aparecer con naturalidad más vin-
12 En la historia de la liturgia bajo nombres de figuras eminentes han pasado
textos como de s. Juan Crisóstomo, s. Basilio, s. León Magno, s. Isidoro, s. Lean·
dro, s. Ildefonso, etc.
13 Cf. Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 21; Constitu·
ción de liturgia, Sacrosanctum Conclllum, n. 41.
14 Esta exigencia aparece en los nuevos rituales a la hora de hablar de los
ministros, cf. los Praenotanda del Ritual del bautismo y de la iniciación cristiana
de adultos, nn. 11·12; Ritual del bautismo de niños, nn. 11·12; Ritual de la peni·
tencia, n. 9, 39; Ritual de la unción de enfermos, nn. 16·17.
15 Hipólito cuando presenta la consagración episcopal insiere la Plegaria euca·
rístlca que ha de pronunciar el nuevo obispo, recordando que puede improvisarla
si es capaz: La Tradition Apostolique de saint Hippolyte, ed. Botte (MUnster, 1962),
nn. 4, 9, pp. 10·17, 28·29.
LiTURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POS CONCILIO 15

lada a la vida sacramental -iniciación cistiana, sobre todo- en


la que se había reservado en exclusiva alguna zona y el resto
lo dejaba en manos de los demás ministros. Esto no quiere decir
que deba acumular en torno a sí todo, sino que aparezca real-
mente como el hombre donde convergen todos los ministerios
de la comunidad. Todo 10 dicho aplíquese también a la oración
comunitaria de la iglesia.
Así, pues, en tanto en cuanto el obispo tome sobre sí la vida
litúrgica de su iglesia local con todas las consecuencias que 110
comporta, podrá exigir la participación activa de todos, surgirá
la necesidad de una verdadera renovación que refleje la existen-
cia comunitaria en clave de oración, podrá animar por sí mismo
o por otros miembros que él considere lo suficientemente capaci-
tados esa ,creatividad que normalmente brota y que debe ser cana-
lizada. Administrar, moderar, promover y custodiar la liturgia de
su iglesia exige más de lo que se viene haciendo hasta ahora.

III. CONVERSIÓN A LA LITURGIA ECLESIAL

Es una actitud básica que no se ha cultivado ni fomentado,


ignorando que la reforma litúrgica "requería tilla total conver-
sión de corazón en sentido profundamente espiritual, una doci-
lidad a la enseñanza y a la voluntad de la Iglesia, y una ilimitada
generosidad" 16. Exige una metanoia que posibilite sintonizar es-
piritualmente con la actuación, contenidos y exigencias del Mis-
terio Pascual que se nos ofrece en la liturgia. No se olvide que es
una gracia divina gratuita (Jn 4,22-24; ICor 12,3), una inicia-
tiva divina a la que el hombre, movido por el Espíritu en su co-
razón, responde. Habría que hablar de conversión desde estos
niveles:
1. Conversión constante de corazón a un culto "en espíritu
y en ve'rdad". Es el más profundo de todos, allí es donde se
debe colocar toda la novedad del culto cristiano. Ya es hora de
dejar a un lado la tradicional postura tomista de la virtud de la
religión como justificante de la liturgia cristiana y enraizar con
Cristo, templo, altar y sacrificio en el que nosotros nos acerca-
mos al Padre, en cuya humanidad "se realizó plenamente nuestra
16 T. F'EDERICI, Liturgia: creativita, interiorizzazione, attuazione, en Notitiae, 13
(1977), p. 73.
16 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino" 17. Esto


nos da la clave de tantos falsos planteamientos de los que debe-
mos despojarnos si queremos conectar con el NT y evitar dico-
tomías como culto interior y culto exterior, liturgia y vida cris-
tiana, oración litúrgica y oración personal, todas ellas fruto de
acercamientos incompletos y unilaterales al mensaje de Jesús 18.
Corren tiempos que ponen a prueba cualquier concepción
aérea de la Liturgia que conduzca a una praxis elitista de la mis-
ma. A pesar de lo cual, decir que lo realmente nuevo y original
en el culto cristiano es su condición espiritual, no significa rele-
gado al ámbito estrictamente íntimo del hombre ni privado de
signos y símbolos. El cristiano litúrgicamente celebra un culto
espiritual porque dentro de la historia salvífica en una etapa que
superó la época de anuncio y profecía, todo se refiere a Cristo
-lo de antes y lo que venga después-, fuera de cuya influencia
ninguna realidad, ni la de la adoración a Dios Padre, escapa;
nos hallamos en un momento de esta historia en la que el conte-
nido y forma de culto llegó a adquirir la vertiente "personal" y
comprometida que Dios buscaba y propugnaba ya con los pro-
fetas de Israel: la vida, muerte y resurrección de Cristo, expre-
sión y culmen de todo ofrecimiento, culto, adoración. Esta reali-
dad nunca la dejó de afirmar la liturgia: Por Cristo, con El y en
El ... , Por Jesucisto nuesto Señor, fórmulas estereotipadas que
ponen en guardia a la comunidad sobre cualquier otro apoyo litúr-
gico que no sea el de Cristo.
Para Juan, teólogo del misterio de Jesús, que El propugne
un "culto en espíritu y en verdad" al Padre quiere decir tam-
bién algo más. Del mismo modo que cuando muere "entregó el
Espíritu" (Jn 19,30), preludio de la efusión posterior, en el diá-
logo con la samaritana va más allá, anuncia que será el Espíritu
el principio de un nuevo nacimiento y del nuevo culto (Rom 12,
1-2), el cual sostiene, apoya, intercede en favor de los santos
(Rom 8, 26-27), los unifica en cuerpo de Cristo. Sin el Espíritu
no existe liturgia cristiana.
Necesitamos un cambio radical para desposeernos de toda
seguridad en la propia capacidad de atraer a Dios, nuestra pos-
tura ha de ser permanentemente epicléctica, de constante invoca-
17 Sacramentarium Veronense, ed. C. Moblberg (Roma, 1956), n. 1265. Este texto
lo cita la constitución de Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n, 5.
18 Véase en este mismo número el articulo de J, CASTELLANO,
LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POSCONCILIO 17

ción del Espíritu para que nos ayude a hacer liturgia "verdadera"
al Padre en comunión con Cristo. Nuestra fuerza, nuestro culto
espiritual reside en ser hijos en el Hijo, algo más profundo que
el natural sentimiento de dependencia divina.
2. Conversión constante a la liturgia de la comunidad ecle-
sial. Buena falta hace, cuando 10 mandado, lo establecido, lo que
ofrecen los libros litúrgicos pensamos que no es 10 mejor, que no
responde a nuestra situación. En el fondo late una cuestión muy
seria: no es problema de cambiar, inventar o ejecutar escrupu-
losamente; sí problema de eclesiología, de creer en la Iglesia
y, por tanto, de aceptar y recibir con humildad 10 que t!lla ha
preparado para orar.
Es una conversión que afecta también a las raíces de nuestra
fe, porque se nos exige sintonizar con la comunidad que celebra.
Es la iglesia, cuerpo de Cristo, la que se realiza orando, que hace
visible su concordia y unidad en una idéntica plegaria. Y que
conste que no hago aquí apología de la unidad-uniformidad de
la iglesia universal, pero sí que llamo la atención sobre posibles
preferencias hacia motivos ocasionales, gustos, etc., que pueden
acabar en sentimentalismos, acentuaciones moralizante s que des-
truyen la misma liturgia. Así estaríamos a merced de las ideas
políticas o teológicas del que preside u organiza la liturgia.
Se nos va a exigir hacer concreta nuestra fe y confianza en
la comunidad, dejar sitio en nuestro corazón a esa expresión que
aúna y recoge la respuesta que como reunión de creyentes en
Jesús damos al Padre bajo impulsos del Espíritu. Lo cual va a
suponer que descubramos la liturgia eclesial como momento
privilegiado:
1. de encuentro con el Señor Resucitado que siempre in-
tercede ante el Padre,
2. donde alcanza el más alto grado de realización y signifi-
cación la comunidad cristiana,
3. que vive y actualiza la salvación en favor de todos los
hombres.
Este triple sentido debe poner en marcha esa constante pre-
ocupación para asegurar un nivel de significación y comunica-
ción a través de la palabra y del rito, aspecto nada despreciable
ya que está en juego la dimensión mistérica y antropológica de la
liturgia, único modo válido para producirse el diálogo salvífico.
18 -MANUEL' DIEGO SÁNCFfEZ

Suponiendo ya la necesaria renovación de estos elementos de


significación, lo que sí queremos resaltar es el contar con la base,
tanto a la hora de sentir y detectar nuevos modos, como para ca-
nalizarlos y ser reconocidos válidos para la eX'presión litúrgica
de la fe de la comunidad. Lo contrario sería no aceptar ese pro-
tagonismo eclesial, dañado en tantas ocasiones.
Hoy necesitamos creer en la Iglesia aún bajo esta perspectiva
litúrgica, en un tiempo en el que se ha superado esa función de vi-
gilancia ritual a nivel de organismos y se camina hacia un recono-
cimiento de la capacidad creativa de las comunidades cristianas,
signo evidente de su vitalidad.

3. Conve'rsión constante para aprender en la "escuela" de


la liturgia. No acaba de convencer que haya que sentarse a es-
cuchar y recibir en esta escuela viva que, en dicho de Pío XI a
Bernard Capelle, es la didaskalia por excelencia de la Iglesia,
o como dijo Pablo VI al aprobar la constitución de liturgia en
1963 es la primera escuela de nuestra vida espiritual. O porque
en sus formas y estructuras se ha cerrado sobre sí misma -inmu-
table al abrigo del tiempo- o porque no acabamos de despren-
dernos de una pesada herencia que la consideraba algo exotérico
e ininteligible, la cuestión es que a estas alturas no acaba de
calar en el ,creyente moderno, lo cual es causa para no superar
latentes distancias y niveles de insatisfacción en la espiritualidad
cristiana.
No hablamos aqlú de la liturgia como lugar teológico, aspec-
to que se ha mantenido en una línea más bien apologética, pero
nunca de verdadera influencia. Tampoco hablamos de un preten-
dido panliturgismo que absorbiera para sí todas las manifesta-
ciones de la vida cristiana, exceso que ahora se lamenta en no
pocos ambientes. Aludimos a una insistente educación que va
más allá de aquella información sobre cambios rituales que asegu-
re una liturgia "exacta", hierática, etc.; educación que debe con-
ducir a una familiaridad y connaturalidad con el "estilo" litúrgico.

Una liturgia que eduque la espiritualidad cristiana. Es lo


mismo que decir eduque la existencia en ,cristiano cuyas constan-
tes conducen a alcanzar la totalidad cultual de la vida de fe.
Habrá que tratar de que la vivencia cristiana conecte más con los
contenidos celebrados en la liturgia. Porque no es cuestión de una
ro

LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POSCONCILIO 19

opción más a elegir, ni de acentuación de determinadas escuelas


de espiritualidad; entra en juego la comunicación con el Señor
resucitado en el misterio, una dimensión imprescindible en la
actual economía salvífica. Más que un pretexto, ha de ser mo-
mento-síntesis que siempre aporta la presencia salvífica de Cristo,
la fuerza operante de su Espíritu y la construcción de la Igle-
sia 19. No dudamos en afirmar que bajo su guía se matizarán mu-
chos planteamientos y hasta se equilibrarán ciertos componentes
espirituales que no acababan de encajar.

Una liturgia que inicie a la oración cristiana. De todos es sa-


bido que el modelo litúrgico debe ser norma para la oración per-
sonal. Sin afirmar ahora la preponderancia de una sobre otra ni
contraponerla -ambas entran bajo el común denominador de
cristianas, justificadas y avaladas por el NT- 10 que pretende-
mos es volver a recuperar para cualquier tipo de oración que se
proclame cristiana las coordenadas que le son propias, conjun-
tadas y plasmadas ejemplarmente en la liturgia. El alejamiento
durante siglos de esta escuela ha confinado los caminos de la
oración en métodos sicológicos, devocionales muy extraños. Re-
cuérdese, por ejemplo, la poca conciencia del orar de Cristo en
la oración de los creyentes; se planteaba a nivel de dependencia
de un ser superior, olvidando esta nota teológica tan funda-
mental.
Por eso, cuando se inicia a la oración, incluso a la personal,
se ha de sensibilizar para aprender con este método vivo y plásti-
co de la liturgia. No estaría mal el reeducamos en dimensiones
tan importantes como la alabanza, la acción de gracias, la con-
fesión de fe, etc., ni tampoco el descubrirla como un don de la
iniciativa divina que es quien siempre abre el diálogo, como
oración de hijos en el Hijo muerto y resucitado, el cual nos hace
partícipes de su Espíritu con el que nos atrevemos a decir: Abbá.

Una liturgia que prepare a la creatividad. Nos referimos a


una creatividad bien entendida y puesta en práctica 20, actitud im-
prescindible a la hora de desarrollar toda la reforma litúrgica.
Estando familiarizados y habituados al "estilo" litúrgico tendría
19 CL J. CASTELLANO, Liturgia, en Dizionario enciclopedico di spiritualita, 2 (Roma,
1975), 1086-1104.
20 Cf. M_ DIEGO SÁNCHEZ, La creatividad litúrgica. en Comunidades, 6 (1978), 205-
212.
20 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

que resultar natural a la hora de preparar, ordenar, componer o


improvisar cuando así viene aconsejado, el saber distinguir y, por
lo tanto, crea~ auténticamente los elementos de los distintos tipos
de celebración.
Una idea aproximada de lo dicho nos puede dar la oración
pronunciada por Poli carpo en el martirio en estructura típica-
mente eucarística 21, o la descripción elemental, aunque sí exac-
ta, que ofrece J ustino de la acción de gracias de quien preside
la asamblea 22. Allí sin rigidez, sobre un esquema de composi-
ción bien definido se expr,esan oracionalmente, sea dentro que
fuera de la liturgia, bajo unas mismas constantes que demues-
tran la conciencia de un estilo propio cristiano.
A estas alturas, después de usar las lenguas vernáculas, hay
que reconocer que ha penetrado poco ese estilo equilibrado y
completo de la liturgia. Se ponga a prueba cualquiera de los mo-
mentos de la celebración en que se deja vía libre a una inter-
vención improvisada, por ejemplo las intercesiones en la oración
de los fieles, y rápidamente se comprueba la distancia existente.
De ahí que incluso se haya sugerido la necesidad de directnces
que orienten a la hora de dar respuesta a las exigencias que plan-
tea 'cualquier adaptación 23. Por eso, no es suficiente insistir sobre
la creatividad litúrgica, antes se necesita sensibilidad para adqui-
rir esa capacidad de conectar y, por 10 tanto, una preparación
para crear.
Lo recordado aquí no quiere ser una exaltación de la vida li-
túrgica de la iglesia por encima de todo; tampoco busca llenarlo
todo de liturgia. Precisamente porque ve su futuro en dialéctica
constante por redescubrir aún la reforma litúrgica del Vaticano II
y buscar nuevas formas, desea que en este doble camino ya co-
menzado no se vuelvan a repetir las consabidas diatribas de opo-
sición, sino una legítima autonomía que respete su función propia
en la vida cristiana, pero con todas las consecuencias, para que
pueda distinguirse con claridad 10 específico de ella y el modo
típico en que 10 refleja. Que superemos los campos de oposición
existentes y tengamos la suficiente flexibilidad como para andar
de un lado a otro en los niveles de la expresión cristiana sin temor
a confundirlos, aunque sí integrándolos. Distinguir para unir.
21 Cf. Martirio de san Policarpo, XlV, 2·3: Padres Apostólicos, BAC, 65 (Ma·
drid, 1950), pp. 682·683.
22 Cf. Apología 1, 65, 67: Padres Apologistas Griegos, BAO, 116, pp 256, 258.
23 or. J. M. BERNAL, Entre la anarquía y el fixismo, en Phase, 18 (1978), p. 43.
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LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POSCONCILIO 21

IV. CULMINAR y CRECER CON LA LITURGIA

Ya advertimos anteriormente que desechamos toda idea de


invasión de 10 litúrgico sobre cualquier actividad cristiana; a la
larga pierde, como ahora comprobamos después que se convirtie-
ra en la panacea de la renovación conciliar con la que pensába-
mos dar respuesta cumplida a todos los problemas pastorales.
Necesitamos en este momento relativizar la liturgia --entiéndase
bien- para hallarla de nuevo; aun siendo un momento síntesis
en la historia de la salvación que concentra en sí anuncio y rea-
lidad, palabra y sacramento, no podemos ensanchar su dimen-
sión ce1ebrativa -sí la dimensión existencial cultual- a todos
los niveles, puesto que estaríamos dando por supuesto demasia-
dos aspectos y ahorrándonos cómodamente pasos impr·escindi-
bIes. En una palabra, no podemos esconder bajo la liturgia la
incapacidad que siente hoy la iglesia para conducir los hombres
a la fe.

1. Liturgia que culmine la evangelización. Hoy se insiste


mucho en la evangelización, tema muy tratado en los recientes
Sínodos de los obispos de 1974 Y 1977, como momento contra-
puesto al sacramento. Se parte del dato de la sacramentalización
que padecemos, índice claro de que se ha perdido la dimensión
misionera de la fe. No es la primera vez que ocurre esto en la his-
toria eclesial, ya en els.Vn con la cristianización creciente de
la sociedad se nota la baja del dinamismo y vitalidad en la comu-
nidad cristiana para anunciar la fe. Es urgente la necesidad del
anuncio en nuestro mundo descristianizado, "Ay de mí, si no
evangelizare!" (l Co 9,16), porque hemos caído en la cuenta de
que es inútil aplicar ritos litúrgicos a un hombre que no está
convertido ni ha recibido en profundidad la Palabra salvadora de
Jesús, este hombre se halla incapacitado para asumir la actuación
sacramental de aquello que no ha entrado antes en su corazón
como Buena Nueva de salvación 24.
Esta dinámica palabra-signo eficaz la inaugura Jesús y forma
parte de la misión confiada a los apóstoles (Mt 28,19-20); así
lo entendió el Concilio como parte integrante de la misión de
Cristo continuada en la Iglesia: " ... así como Cristo fue enviado
24 Cf. C. FLoRISTÁN, La evangelización, tarea del cristiano (Madrid, 1978).
-
22 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

por el Padre, El a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu


Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura
y anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección,
nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al
reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que
proclamaban mediante el sacrificio y los sacramentos, en tomo a
los cuales gira toda la vida litúrgica" 25. La mente del Concilio
es ésta, aún teniendo que colocar entonces a la liturgia como
momento imprescindible a la evangelización, puesto que más
adelante respeta ese mismo orden ---para algunos no lógico-
que de un modo claro sitúa su papel: " ... la liturgia es la CUM-
BRE a la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y, al mismo
tiempo, la FUENTE de donde mana toda su fuerza" 16. Le asigna,
por tanto, un puesto último, no porque vaya después, sino porque
ha de ultimar culminando el anuncio del Misterio Pascual de
Cristo en una actualización para el creyente; introducir a los
hombres en el Misterio de Cris'to o formar a Cristo en ellos no
es algo tan secundario como para entregarse de lleno a la evan-
gelización, ni tan importante como para eliminar el anuncio que
prepara y lleva a la experiencia, una tentación freouente cuando
la Iglesia se encierra en el culto y limita su actividad pastoral a
una sacramentalización general. Los obispos llamaron la aten-
ción en 1977 sobre la necesidad de llevara cabo la revelación
total del Misterio de la salvación: "Para que toda forma de cate-
quesis se realice en su integridad es necesario que estén indisolu-
blemente unidas: El conocimiento de la Palabra de Dios, la cele-
bración de la fe en los sacramentos, la confesión de la fe en la
vida cristiana" 27.

2. Liturgia que' acreciente la fe, esperanza y caridad. El


deber de relativizar la liturgia llega hasta el descubrirla como una
mediación necesaria en esta época de la historia salvífica, en la
que gemimos en nuestro interior esperando la definitiva redención
de nuestro cuerpo (Rom 8, 23). Y es a través de cuatro media-
ciones: mundo-hombre-culto-contemplación, como el espíritu
humano se relaciona con Dios. Por una parte este dato nos habla
del realismo de la experiencia cristiana, pero también impone
25 Constitución de liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 6.
26 IDEM, n. 10.
27 Mensaje del Slnodo al Pueblo de Dios, n. 11, en Vida Nueva, nn. 1303·1304
(1977), p. 2173.
LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POS CONCILIO 23

una continua actitud de trascendencia 28. La eficacia de la media-


ción reside en la presencia de Dios en ellas, no dependen de la
manipulación humana.
Reconociendo la calidad de la mediación sacramental, ofrece
objetivamente el Misterio Pascual de Cristo, no conviene descui-
dar la respuesta humana en ese diálogo salvífico abierto por Dios.
Es verdad que siempre sale gratuitamente a nuestro enouentro,
pero también es verdad que en tanto en cuanto colabora el hom-
bre cumple su fin.
Una liturgia bien entendida tiene que dejar lugar a otras me-
diaciones para no sobrecargar las tintas sobre sí y ser causa de
división. Así ha ocurrido cuando una u otra mediación se ha
presentado a lo largo de la historia con carácter de inmediatez
en exclusiva. Es un error de base que produce recelos y descon-
fianza. Mejor será la coordinación de todas ellas en busca de la fe,
esperanza y caridad que ofrecen de inmediato el encuentro con
Dios en Cristo. Esto no significa querer seguir manteniendo a
nivel de dimensiones de cuHo la acusación de tres rupturas que
no acaban de superarse: culto-comportamiento ético, cuIta-mundo
profano, culto-medio oultural 29 • Entre todas, aun siendo distin-
tas, corre un nexo íntimo que tiende a buscar el momento unifi-
cador allí donde hallan su eX'presión de culto integral.
Conviene, no obstante, revisar posiciones y mantener una
actitud crítica frente a todas, también frente a la liturgia, para
garantizar la auténticidad del encuentro con Cristo.
3. La palabra de un místico. Necesitamos también aquÍ el
consejo del hombre de experiencia de lo divino, no sólo para
decirnos que la liturgia debe adquirir una dimensión más con-
templativa, debe respetar la oración personal, etc. Lo necesitamos
para que nos recuerde la postura de control que debemos asu-
mir ante cualquier mediación que se atribuya inmediatez.
Juan de la Cruz, a pesar de ser tachado de poco interesado
por la liturgia, puede prestarnos una palabra bastante achwl para
nuestras preocupaciones. Todos reconocen que la actualidad y
universalidad del místico español reside en el acierto de su sis-
tema doctrinal basado sobre las virtudes teologales que purifican
y unen directamente al creyente con Cristo.
2BF. RUIZ SALVADOR, Caminos del esp!ritu, 2." ed. (Madrid, 1978), pp. 66·76.
29 Cf. F. VERANNEMAN, Crise et renouveau du culte aujourd'hut d'apres «Foi et
Constitutionl>, en Questions Liturgiques, 55 (1974), p. 155.
24 MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

Para él la meta del monte es la unión con Dios; no trata direc-


tamente de la liturgia, pero sí ha vivido una vida intensamente
litúrgica 30. ¿Es que necesariamente tenía que tratar de ella? Su
pretensión es depurar la vida religiosa de todo sentimentalismo
y contaminación, sea la liturgia o sea la contemplación, y lo hace
con ayuda de las virtudes teologales.
La liturgia la engloba dentro de lo que élllama "bienes espiri-
tuales" :
..... son los que más sirven para este negocio, [pero] convendrá
que así yo como el lector pongamos aquí con particular adverten-
'cia nuestra consideración; porque es cosa tan cierta y ordinaria
(por el poco saber de algunos) servirse de las cosas espirituales
sólo para el sentido, dejando el espíritu vacío, que apenas habrá
a quien el jugo sensual no estrague buena parte del espíritu, be-
biéndose el agua antes que llegue al espíritu, dejándole seco y
vacío" 31.

No exagera en el olvido de lo que constituye el verdadero


fin, más bien es actual recordando 10 pegajoso que resulta el
detenerse sobre 10 que sólo constituye un vehículo; puede ser que
Juan de la Cruz como hijo de su tiempo se resienta un poco en
identificar liturgia con ceremonias, pero se vaya más allá de las
palabras y se descubrirá un gran tino en la crítica certera que hace
a su tiempo y al nuestro:
'\Pero de aquellas [cosas] sólo quiero decir de que (por no tener
en sí esas maneras sospechosas entrepuestas) muchas personas el
día de hoy con devoción indiscreta usan, poniendo tanta eficacia
y fe en aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus
devociones y oraciones, que entienden que, si un punto falta y sale
de aquellos límites, no aprovechará ni la oirá Dios, poniendo más
fiducia en aquellos modos y maneras que en 10 vivo de la oración,
no sin grande desacato y agravio a Dios; así como que sea la misa
con tantas candelas y no más ni menos, y que la diga sacerdote de
tal o tal suerte, y que sea a tal hora y no antes ni despuéS, y que
sea después de tal día, no antes ni después; que las oraciones y
estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y con tales y tales
ceremonias o posturas, y no antes ni después, ni de otra manera;
y que la persona que las hiciere tenga tales partes y tales propie-
dades; y piensan que, si falta algo de 10 que ellos llevan propuesto,
no se hace nada; y otras mil cosas que se ofrecen y usan. Y 10 que
300f. F. RUIZ SALVADOR, IntrodUcción a san Juan de la Cruz, BAO, 279 (Ma·
drid, 1968), pp. 150-153.
31 Subida del Monte Carmelo, Lib. !II, c. 33,1, en Vida y obras completas de
san Juan de la Cruz, 10." ed., BAO, 15 (Madrid, 1978), p. 625.
LITURGIA Y ESPIRITUALIDAD EN EL POSCONC1LIO 25

es peor [e intolerable] es que algunos quieren sentir algún efecto


en sí o cumplirse lo que piden, o saber que se cumple el fin de
aquellas sus oraciones ceremoniáticas, que no es menos que tentar
a Dios y enojarle gTavemente" 32.

Aquí pueden hallarse reflejadas muchas impaciencias y ten-


taciones en las que solemos entretenemos más de la cuenta; es
necesario cuidar el signo, hacerlo accesible porque le es necesario
al hombre, pero también hay que advertir su función intermedia,
que es necesario para hallarse con Cristo en fe, esperanza y amor.

CONCLUSIÓN

No pretendíamos trazar una panorámica completa del actual


momento litúrgico ni hacer de profetas anunciando exactamente
lo que vendrá. Sobran tales intentos. Lo que sí merece la pena
afirmar es la conciencia de es'tar en constante tensión de renova-
ción, de no haber completado 10 que ya parecía tocar a su fin.
y aunque pueda parecer banal, por tener entre manos lo que de-
nominaríamos como el respiro vital de la Iglesia, no existen solu-
ciones definitivas producto de una imaginación más o menos crea-
dora; se ha de caminar a la par de la historia, de la vida, de la
experiencia para descubrir y profundizar más -he aquí la ta-
rea- en la praxis y teología litúrgicas que sirven a la comunidad
y la ponen en -contacto con el Señor Jesús. Queramos o no la úni-
ca vía que promete es la que refleja el título de una sección en
una publicación periódica actual: El Movimiento litúrgico, que
para muchos de nosotros es algo que pertenece a la historia y que
cumplió su misión 33. Sin embargo, así se debe definir la tarea
que hay que seguir realizando, porque nos habla de inquiehld,
de mentalización, de paso del Espíritu por la Iglesia de nuestros
días. Los principios aquí enunciados valen sólo en cuanto apor-
tan algunos criterios que necesitan de aplicación, no son únicos
y universales. Convencidos como estamos de que la renovación
litúrgica necesita todavía más de futuro --hay quien dice que
los libros actuales miran más al futuro en el sentido que darán
más de sí de lo que están haciendo ahora- apostamos por esta
vía que creemos provechosa y comprometida.
32 IDEM, o. C., Lib. III, c. 43, 2·3, p. 637.
" Nos referimos a Questions Liturgiques, que informa en esta sección de todas
las actividades en el campo litúrgico.

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