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Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Facultad de Filosofía y Letras


Maestría en Literatura Mexicana
Literatura Mexicana I
Mtro. Salvador Cruz
Héctor Alejandro Costilla Martínez

La “Historia de la nación chichimeca”: cumbre de la literatura mestiza novohispana

Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1578-1650) pertenece a un grupo de escritores


(Alvarado Tezozomoc, Chimalpáhin, Muñoz Camargo –entre otros–) que representan al
sector social novohispano descendiente de la nobleza indígena subyugada con la llegada
de los españoles a finales del siglo XVI y principios del XVII. En cuanto a formación y
a lazos sanguíneos es de los que se encuentra con vínculos más estrechos a la cultura
dominante posterior a la Conquista. Referente a los orígenes del cronista podemos
señalar que:
[…] fue hacia 1578 cuando nació este cronista. Descendía en quinta generación de Nezahualpilli
tlahtoani de Tetzcoco e hijo de Nezahualcóyotl. Los matrimonios de su abuela y de su madre con
españoles, hacían de este personaje un castizo, esto es un hombre por cuyas venas corrían tres
cuartas partes de sangre hispana… Se desprende de sus obras que era un hombre cultivado,
conocedor tanto de la cultura indígena de su linaje materno, como de la cultura española de su
ascendencia paterna. Ocupó en la administración colonial algunos puestos tales como el de
intérprete en el juzgado de Indios, en que se desempeñaba hacia 1604; también fue sucesivamente
gobernador de Tetzcoco y de Tlalmanalco y, finalmente, juez gobernador en la provincia de
Chalco[…]1

Su obra más importante y que puede ser abordada como el ejemplo más destacado de
escritura “mestiza” es Historia de la Nación Chichimeca –escrita entre 1610 y 1640–, la
cual consta de 95 capítulos, y que bien se puede dividir en dos partes: en los primeros
76 capítulos, el cronista tetzcocano relata el devenir de ciertos pueblos prehispánicos
desde sus orígenes, y en los últimos 19, nos cuenta los hechos suscitados a partir de la
llegada de los españoles, parte que, al parecer, quedó truncada al final de la historia.
Formado bajo la mentalidad franciscana del Imperial Colegio de Santa Cruz Tlatelolco,
Ixtlilxóchitl crea esta historia en el marco de las disputas por “el interés material de
conservar el cacicazgo de San Juan Teotihuacan (muy peleado por diversos rivales,
entre ellos la propia comunidad indígena) y [de] la honra de descender de los “reyes” de

1
J.R. Romero Galván, Los cronistas indígenas en: Chang Rdz. (Coord.), Historia de la literatura 2. La cultura
letrada en la Nueva España del siglo XVII, México, 2002, p. 281.

1
Texcoco, que en su opinión eran los verdaderos “emperadores” prehispánicos[…]” 2; a
partir de estas motivaciones el autor utilizará e interpretará sus fuentes en función de sus
objetivos que abarcan lo personal, lo político y lo historiográfico. Para obtener
información prehispánica se basa tanto en códices aztecas como en testimonios orales
de algunos ancianos indígenas que dan a su historia un dinamismo que se recrea en el
relato y en su recepción. Como fuentes para la estructura mental y discursiva de su
trabajo, Ixtlilxóchitl se vale de los textos que marcan la forma de explicar el acontecer
histórico en Occidente, centrándose en dos lecturas que influyeron de gran manera su
obra: la Biblia y la Crónica general de la Nueva España, obra atribuida a Alfonso X el
Sabio y publicada en 1541.3 Éstas le dieron a su obra el carácter y el rigor propio de los
textos históricos escritos bajo el paradigma medieval escatológico que caracterizaba a
las obras de los siglos XVI y XVII, rasgos que el cronista tetzcocano consideraba
indispensables para colocar la historia de su pueblo dentro de la universalidad del Ser
europeo.

El contexto de la creación de su obra señala a un heredero de la nobleza tetzcocana


inmerso en la vida novohispana, como continuador de esa estirpe, pero ya asimilado a
las instituciones europeas que rigen este período. Reflejo de lo anterior es la forma en la
que el cronista construye su historia, basada en la construcción discursiva propia de los
textos de Occidente, ya que lo prehispánico sólo es tomado en cuenta como fuente de
información. Como lo señala Walter Mignolo4, fueron las Cartas, los Diarios y las
Relaciones las formas discursivas que antecedieron la obra de los autores indígenas de
la Colonia. Éstos leyeron, asimilaron y aplicaron los preceptos literarios de las obras
producidas por los conquistadores, con el propósito de homologar sus textos al canon
imperante y, por ende, lograr la repercusión deseada en sus lectores. No hay que olvidar
que por las fechas en que son creadas las crónicas del grupo de autores al que pertenece
Alva Ixtlilxóchitl –1590 a 1640– los escritos históricos cobran mayor reconocimiento
por su escritura correcta, elocuente y digna del relato de hechos memorables, que por su
estricta fidelidad y riguroso apego a la “verdad”.

2
José Joaquín Blanco, La literatura de la Nueva España: Conquista y Nuevo Mundo, México, 1989, p.107.
3
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Historia de la Nación Chichimeca, Ed. de Germán Vázquez Ch., Madrid,
2003, p. 41.
4
W. Mignolo, Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista en: L. Íñigo Madrigal (Coord.),
Historia de la literatura hispanoamericana. T. I. Época colonial, Madrid, 1982, p. 58-73.

2
A diferencia de Tezozomoc y Chimalpáhin y quizás en mayor sintonía con Muñoz
Camargo, en el autor de Historia de la Nación Chichimeca se percibe con mayor fuerza
el fenómeno de aculturación respecto a la mentalidad impuesta por la Conquista, y se
presenta ya como un ser novohispano que alimenta su historia del pasado precortesiano,
pero que la proyecta como un mestizo bajo el influjo de la tradición discursiva del siglo
XVII:
Con mayor énfasis que otros historiadores, Ixtlilxóchitl trata de integrar su muy particular versión
de la historia indígena (todo lo bueno se debía a Texcoco) a la ecumene cristiana. Lo indígena debía
concordar con lo bíblico; como la infalibilidad de la biblia, y de la interpretación española
contrarreformista de ella, estaba fuera de cuestión, había que retorcer la información indígena a
grados ya propios de la imaginación fantástica. El esfuerzo debió haber sido arduo, y el paso de los
códices, relatos y cantares fidedignos a su interpretación aculturada, abismal[…] 5

En el autor tetzcocano se confirma de manera más clara la conciencia de los cronistas


por encontrar un estilo propio para contar la historia de sus antepasados bajo las
condiciones de su presente histórico, donde las características de la Historia Salvífica y
Providencialista que pregona la mentalidad dominante para justificar sus actos, serán las
que impongan las pautas para irle dando similitud y credibilidad a su historia, y por
ende, insertarla en la memoria colectiva de su espacio vital.

Ante el contexto socio-cultural al que se enfrentaba Ixtlilxóchitl y las normas que debía
seguir su escritura de acuerdo al canon literario imperante a inicios del XVII, será
importante señalar que para la recepción y exégesis de crónicas como la que a
continuación se analizará es necesario enfrentarlas como “ficciones verbales cuyos
contenidos son tanto inventados como encontrados y cuyas formas tienen más en
común con sus homólogas en la literatura que con las ciencias”. 6 Pues de lo contrario,
estas narraciones novohispanas se anquilosan y devienen en estampas que se eternizan
en el imaginario nacional y que de ninguna manera reflejan la importancia que estos
relatos tienen como ejemplos de una incipiente expresión mexicana puesta en marcha a
partir de la Conquista.

Análisis de Historia de la nación chichimeca


Fernando de Alva Ixtlilxóchitl maneja en Historia de la nación chichimeca la
historia prehispánica que adquiere un sentido plenamente identificado con la historia
5
José Joaquín Blanco, La literatura de la Nueva España: Conquista y Nuevo Mundo. México, 1989, p. 109.
6
Ibídem, p.109.

3
universal, cristiana y providencialista, en la que los acontecimientos relevantes
ocurridos en estas regiones encuentran su sitio en un devenir que incluye el europeo. 7
Dividida en dos grandes fases, esta crónica busca establecer de manera definitiva
vínculos históricos entre el Viejo Mundo y las tierras conquistadas. En la primera –que
comprende del capítulo I al LXXVI– se relata el devenir de los pueblos toltecas y
chichimecas –desde la creación de los soles cósmicos hasta la muerte de
Nezahualpiltzintli– como regiones que dieron origen al reino de Tetzcoco. La segunda –
con los 19 capítulos restantes– integra la llegada de los españoles al mando de Cortés,
mostrándose con una interrupción en el final.

El relato parte de la creación universal, centrándose en las cuatro edades, momento en el


cual vemos la interpretación del autor respecto a la visión de las antiguas deidades para
establecer el origen de la humanidad, fusionada como símil o extracción de la Biblia, en
aras de equiparar los inicios de las culturas conquistadas y conquistadora:
… Y según parece por las historias referidas y por los anales, sucedió lo suso referido algunos años
después de la encarnación de Cristo señor nuestro; y desde este tiempo acá entró la cuarta edad que
dijeron llamarse Tletonátiuc, que significa sol de fuego, porque dijeron que esta cuarta y última
edad del mundo se ha de acabar con fuego. Era Quetzalcóatl hombre bien dispuesto, de aspecto
grave, blanco y barbado. Su vestuario era una túnica larga. 8

La hispanización en los escritores novohispanos de sangre indígena alcanza el grado


más alto en la obra de Ixtlilxóchitl, donde la carga literaria evidencia la apropiación de
la simbólica occidental para relatar la historia indígena. Desde los primeros capítulos el
autor pretende, a través de recursos retóricos como el símil (analogía o una relación de
semejanza entre la gran edificación de Cholula y la torre de Babel), en la grandiosa
historia del pueblo tulteca –incluido el relato sobre la vida Xólotl, primer gran personaje
de su cultura– o en la bella descripción que hace de la coronación de los emperadores
chichimecas, mostrar la emotividad que representa la historiografía universal del siglo
XVII, que busca mediante su efecto estético imponer la Verdad sobre los hechos que se
cuentan, en este caso dar una versión sobre el origen de las culturas de esta región,
ponderando la del cronista en turno:
[…] Quinatzin Tlaltecatzin después de haber dado sepultura en Tenayocan a su padre, se vino a la
ciudad de Tetzcuco con todos los señores que se hallaron en las honras y con los que después
vinieron: fue recibido y jurado como señor supremo, en donde estuvo y asistía siempre. En este
7
J.R. Romero Galván, Los cronistas indígenas en: R. Chang Rdz, Historia de la Literatura 2: La cultura
letrada en la Nueva España del siglo XVII, México, 2002, p. 283.
8
F. de Alva Ixtlilxóchitl. Obras históricas. T II. Historia de la nación chichimeca. México. 1985. p. 8-9.

4
mismo año que murió Tlotzin entraron los mexicanos en la parte y lugar donde esta ahora la ciudad
de México, que era en términos y tierras de Aculhua señor de Azcaputzalco, después de haber
peregrinado muchos años en diversas tierras y provincias, habiendo estado en las de Aztlan, desde
donde se volvieron, que es en lo ultimo de Xalixco. Los cuales según parece por las pinturas y
caracteres de la historia antigua, eran del linaje de los tultecas y de la familia de Huetzitin, un
caballero que escapó con su gente y su familia cuando la destrucción de los tultecas en el puesto de
Chapoltépec[…]9

Además del anterior ejemplo donde se nota cómo maneja Ixtlilxóchitl la información y
documentación en su historia, es importante señalar los personajes en los cuales centra
la grandeza de su pueblo, donde también se hace evidente la manera en que las fuentes
pueden ser manipuladas para conseguir el objetivo deseado con el relato. Ellos son los
reyes Ixtlilxóchitl, Nezahualcóyotl y Netzahualpilli:
Luego de que se hicieron las exequias y entierro a Techotlalatzin los señores que se hallaron
presentes a ellas juraron por su universal señor a Ixtlilxóchitl[…] porque Ixtlilxóchitl aunque
mancebo era belicoso y amado de sus vasallos[…] luego que entró en la sucesión del imperio se
casó con Matlalcihuatzin señora de México-Tenoxtitlan y hermana del rey Chimalpopoca, en la cual
tuvo dos hijos: el primero fue el príncipe Acolmiztli Nezahualcoyotzin[…] y fue muy notado su
nacimiento de los astrólogos y adivinos de aquel tiempo[…]10

Por lo que la forma en que proyecta el cronista tetzcocano su historia, tiene ya el sello
de un relato más dentro del acontecer historiográfico universal, que busca esclarecer –
como lo pretendían los textos europeos de corte histórico de la época– la verdad sobre
la supremacía de determinada cultura. Durante los capítulos siguientes el cronista
tetzcocano desarrolla el esquema mítico occidental dentro de su historia a través del uso
de elementos discursivos y simbólicos, los cuales generan la literariedad que realza el
objetivo del texto. Establece a partir de las disputas entre el rey de Azcaputzalco –
Tezozomoc– y el heredero del reino tulteca chichimeca a la muerte de Techotlalatzin –
Ixtlilxóchitl– la diferencia entre el Bien y el Mal, con el tono característicamente
maniqueo de las historias judeocristianas, en las que el tirano –en este caso Tezozomoc–
persigue y usurpa el poder del legítimo heredero al trono – Ixtlilxóchitl–. La traición de
Tezozomoc, el exilio del Ixtlilxóchitl, y la enorme carga dramática en los diálogos
previos a su muerte y en la descripción de la misma confirman la puesta en práctica de
la poética imperante en estos tiempos, al buscar, a través del aspecto moral, mostrar la

9
Íbid., p. 28.
10
Íbid., p.39.

5
grandeza y méritos de cada pueblo. Por lo cual, las figuras discursivas del intertexto
occidental se yuxtaponen en el relato para expandir su significado:
[…]La primera diligencia que mando hacer contra los leales vasallos de Ixtlilxóchitl, fue que a los
niños que supiesen hablar hasta los siete años, se preguntase a quién tenían y reconocían por señor
natural, y que los que respondiesen que a Ixtlilxóchitl o Nezahualcoyotzin los matasen; y los que
dijesen que a él los premiasen juntamente con sus padres. Usó de esta crueldad para que en todo
tiempo fuesen aborrecidos Ixtlilxóchitl y Nezahualcoyotzin sus señores naturales. Lo cual se puso
luego por ejecución y como los inocentes niños siempre habían oído decir a sus padres y mayores
ser vasallos de Ixtlilxóchitl o Nezahualcoyotzin, respondieron esta verdad, por cuya causa perecían
en manos de crueles verdugos, los cuales mataron muchos millares de ellos, que fue una de las
mayores crueldades que príncipe hizo en este nuevo mundo[…] 11

Más adelante y con la muerte del tirano Tezozomoc, continúa la usurpación del poder su
hijo Maxtla, quien al igual que su padre, traiciona para alcanzar su objetivo. La historia
entra en un caos que necesita encontrar un orden, respondiendo así a la lógica del
discurso occidental que en muchas de sus historias representativas sobre el origen de
esta mentalidad, utiliza la figura del Héroe como mecanismo de regulación en el “Caos
del Ser”12. En este caso, el papel lo desempeña Nezahualcóyotl, como antítesis de los
tiranos Tezozomoc y Maxtla. El sueño de Tezozomoc con una enorme carga metafórica,
el aldeano fiel que renuncia a los bienes terrenales para proteger al protagonista de la
historia, los extraordinarios escapes que hace el hijo de Ixtlilxóchitl sustentados por el
viento y el fuego –como figuras discursivas que auguran el regreso del rey legítimo–,
así como el temor de Maxtla ante el inminente regreso del héroe y la actitud sumisa de
los mexicanos son las aventuras que libra este personaje durante su peregrinar, para
poder alcanzar el tan anhelado retorno, como en las grandes historias europeas:
[…] Nezahualcoyotzin les dio tanta prisa a los de Maxtla, y cada uno de los señores mexicanos por
su parte, hasta que rompieron y desbarataron el ejercito de Maxtla, haciendo huir sus gentes, y en el
alcance quedaron muertos muchos de ellos, y entrando por la ciudad, la destruyeron y asolaron,
echando por el suelo todas las más principales casas de los señores y gente ilustre y los templos,
pasando a todos a cuchillo. Maxtla que se había escondido en un baño de sus jardines, fue sacado
con gran vituperio, y Nezahualcoyotzin lo llevó a la plaza principal de la ciudad, y allí le sacó el
corazón como en víctima y sacrificio a sus dioses, diciendo lo hacia en recompensa de la muerte de
su padre el emperador Ixtlilxóchitl, y que aquella ciudad por ignominia suya fuese desde aquel
tiempo un lugar donde se hiciese feria de esclavos. Este fin tuvo aquella ciudad insigne, que fue una
de las mayores que hubo en esta Nueva España, y que por su grandeza se le puso el nombre que
tiene de Azcaputzalco, que quiere decir hormiguero[…]13

11
Ibíd. p. 50.
12
H. White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, 2002, 147.
13
F. de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas. T II. Historia de la nación chichimeca, México, 1985, p. 80.

6
Una vez que imperó el orden, el cronista busca establecer la grandeza de su pueblo de la
mano de su personaje principal, figura legitimadora que puede ser interpretada como
una sinécdoque, con un claro sentido moral y ejemplar, propio de la perspectiva
renacentista que sintetiza y ampara el surgimiento del imperio tripartita de Tetzcoco,
México y Tlacopan, dentro de la versión de la historia de estas tierras por parte de
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Desde su punto de vista destacan el tetzcocano en las
batallas contra el mexica y el locus amoenus (elementos canónicos que reflejan
armonía, descanso y sosiego, relacionados con el amor –sol, brisa, fuentes, canto de las
aves-14) presente en la descripción de los palacios de Nezahualcóyotl, como pasajes que
ejemplifican la asimilación figurativa y textual imperante para comprobar el valor de
cierto linaje. Por ende, esta apropiación ofrece la posibilidad de presenciar imágenes
literarias del acontecer en estas regiones con una carga dramática significativa, que nos
sugieren el desarrollo de un estilo mestizo:
Estando las cosas del imperio en grande prosperidad por la abundancia de mantenimientos y
máquina grande de gentes (que era de tal manera que hasta los montes y sierras fragosas las tenían
ocupadas con sembrados y otros aprovechamientos, y el menor pueblo de aquellos tiempos tenía
más gente que la ciudad que el día de hoy hay en la Nueva España, según parece por los padrones
reales de aquellos tiempos), como las cosas de esta vida tienen mil mudanzas y nunca faltan
calamidades (como las que en esta sazón acontecieron y fueron las primeras), en el año de 1450 que
llaman matlactli tochtli fue tan excesiva la nieve que cayó en toda la tierra que subió en las más
partes estado y medio, con que se arruinaron y cayeron muchas casas y se destruyeron todas las
arboledas y plantas, y resfrió de tal manera la tierra que hubo un catarro pestilencial con que
murieron muchas gentes, y en especial, la gente mayor[…]15

Como punto para reforzar lo anterior, consideramos pertinente señalar la búsqueda de


inteligibilidad y uniformidad de su pasado para situarlo como uno más de los grandes
reinos de la Historia Universal, intentando en lo particular, le reditúe reconocimiento
como perteneciente a la casta noble de su región a través de la exaltación del héroe:
Fue por todos muy alabado lo que hizo Nezahualcoyotzin en la razón de la restitución de los
señoríos, en que mostró su nobleza y gran valor, y no tener memoria de hombre tirano, con que
engrandeció la memoria de sus pasados; y desde este tiempo los señores que andaban ausentes y
fugitivos en las provincias de Tlaxcalan, Huexotzinco y Chalco, echaron de ver, de
Nezahualcoyotzin que el perdón que les había hecho, no era fingido, y que no los llamaba
cogiéndolos, como pensaban sobre seguro[…]16

14
A. Azaustre y J. Casas, Manual de retórica española, Barcelona, 1997, p. 59.
15
F. de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas. T II. Historia de la nación chichimeca, México, 1985, p. 111.
16
Íbid., p.89.

7
Ixtlilxóchitl apuesta a ganar el reconocimiento para su pueblo delineando a
Nezahualcóyotl como un rey a la altura de los más connotados en las historias
medievales, e imagina que con esto demuestra que los suyos, al tener héroes y
situaciones similares a las de Occidente, tienen el derecho teológico y político sobre las
tierras que antes fueron suyas.

En los siguientes capítulos, la Historia de la nación chichimeca entra en el esquema


figurativo de la Historia como magistra vitae para situar el relato dentro del programa
providencialista. Del capítulo XLIII al XLV se desarrolla un microrrelato con un inicio,
conflicto y desenlace, matizados con artificios narrativos como la intriga, confrontación
moral o cambios de estado de los personajes a propósito del matrimonio y descendencia
de Nezahualcóyotl. La lectura alegórica de estos textos se hace necesaria si se quiere
comprender efectivamente el sentido del relato, en el que los personajes y las acciones
se revisten de un halo teológico, ajeno al contexto indígena. Efecto que se confirma en
el perfil etopéyico (descripción del carácter y costumbres de una persona 17) que se
presenta sobre Nezahualcóyotl en el capítulo XLVI, figura discursiva dotada de la
severidad y magnanimidad que simboliza a los grandes reyes la Historia.

Otro elemento digno de mencionar en la Historia de la nación chichimeca –y en esta


clase de textos en general– es el uso de palabras como “dioses”, “emperador”,
“imperio”, “rey”, “nobles”, “señores”, “esclavos”, que aparecen como herramientas
para adaptar a nuevos mundos un antiguo discurso político religioso y no rendir cuentas
del orden precolombino.18 Términos que bien se podrá encontrar en la transcripción que
se hace de los cantos proféticos de Nezahualcóyotl, en el relato que se hace sobre su
comportamiento so pretexto de la entronización de Axayaca como gobernante mexica, y
en especial, en la apología que hace de la muerte de Nezahualcóyotl el cronista
tetzcocano, como puente discursivo que cristianiza los hechos del relato indígena:
[…] Dentro de pocas horas se le agravó la enfermedad, y falleció en el año que fue llamado
chiquacen técpatl que en el de 1462. [sic, por 1472]. De esta manera acabó la vida de
Nezahualcoyotzin, que fue el más poderoso, valeroso, sabio y venturoso príncipe y capitán que ha
habido en este nuevo mundo: porque contadas y consideradas bien las excelencias, gracias y
habilidades, el ánimo invencible, el esfuerzo incomparable, las victorias y batallas que venció y
naciones que sojuzgó, los avisos y ardides de que usó para ello, su magnanimidad, su clemencia y
liberalidad, los pensamientos tan altos que tuvo, hallárase por cierto en ninguna de las dichas, ni en

17
A. Azaustre y J. Casas, Manual de retórica española, Barcelona, 1997, p. 122.
18
G. Rozat, Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de México, Xalapa, 2002, p. 190.

8
otras que se podían decir de él le ha hecho ventaja capitán, rey ni emperador alguno de los que hubo
en este nuevo mundo: y que él en las más de ellas la hizo a todos, y tuvo menos flaquezas que
ningún otro de sus mayores; antes bien las castigó con todo cuidado y diligencia, procurando
siempre más el bien común que el suyo particular[…]19

Hereda el trono Nezahualpiltzintli, convirtiéndose en la nueva figura discursiva que


sintetiza la grandeza del pueblo tetzcocano. El intertexto occidental que influencia la
mentalidad novohispana de Ixtlilxóchitl continúa generando verdaderos núcleos dignos
de una creación literaria, donde ambientes y comportamientos son reconstruidos,
poetizados en beneficio del acto de lectura del receptor novohispano. La lógica interna
de estos textos exige que el nuevo rey se legitime a través de la virtud guerrera
consiguiendo su primer triunfo, continuando con la crónica de los eventos y personajes
que exaltan y ejemplifican el comportamiento del reino tripartita. Esto a través de la
descripción de personajes como la Señora de Tula, de la alegoría representada en la
batalla entre Nezahualpiltzintli y Huehuetzin, de la victoria simbólica –más que
anecdótica– de Teuhchimaltzin sobre Yopícatl Atonal y del microrrelato que señala la
severidad con que castiga el rey tetzcocano la infidelidad de la princesa mexica
Chalchiuhnenetzin. Todos estos casos, representan la importancia de lo metafórico,
como herramienta de conocimiento, que en este caso, acerca al lector a las imágenes que
el autor propone para aprehender su pasado.

Por otra parte, una pauta para percibir la evolución de la mentalidad mestiza respecto a
la interpretación de su historia es el microrrelato que crea Ixtlilxóchitl, para dar su
versión sobre la inundación del reino mexicano en tiempos de Ahuitxotzin, ya que otros
cronistas (entre ellos Tezozomoc y Chimalpáhin) llegan a describir el mismo hecho. Las
diferencias se ubican en el interés particular y en el manejo que cada uno ha asimilado
del nuevo orden discursivo:
Parece por las historias que hasta los elementos pedían a Dios venganza y se levantaban contra el
rey Ahuitxotzin que tan religioso se mostraba en el culto y servicio de sus falsos dioses; y así en este
tiempo queriendo traer a la ciudad de México por una tarjea de argamasa el agua de un ojo que está
en el pueblo de Huitzilopochco cerca del de Coyoacan, llamado Acuecuéxatl, abriendo, para el
efecto, salió tan gran golpe de agua y tan viva que parecía quererse subir por las paredes de las casas
de la ciudad, con tan gran violencia, que en breve espacio de tiempo la anegó y ahogó mucha gente
de ella; y por otra parte de la laguna se levantaban muchas oleadas de ella, que causó grande terror y
espantos a todos los que las veían, que parecían que se levantaban hasta el cielo, que fue caso

19
F. de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas. T II. Historia de la nación chichimeca, México, 1985, p. 136.

9
prodigiosísimo y admirable, por cuya causa todos los más que pudieron escapar con las vidas
desampararon la ciudad[…] 20

La lógica de la historia universalista y providencialista que dirige la obra del cronista


tetzcocano, le permite manejar este hecho para mostrar a los mexicanos como
“gentiles”, que son socorridos por Nezahualpiltzintli quien los rescata de la inundación,
acto con el que cierra un núcleo de la narración, resolviendo el conflicto con los
mexicas por el castigo a su princesa y presentándolo como un rey magnánimo y
salvador.

En los siguientes capítulos la Historia de la nación chichimeca refleja toda la fuerza


mítica que guarda el relato donde se demuestra sin duda que los documentos más
informativos sobre cualquier civilización, los documentos en que su verdadera
naturaleza interior se revela con más claridad, son poéticos.21 Vemos esto en el capítulo
sobre el nacimiento del hijo del rey tetzcocano llamado Ixtlilxóchitl, en el de los
augurios y prodigios sucedidos en 1510 anunciando el fin del imperio tripartita, junto
con el de la traición del rey mexica Motecuhzoma al rey Nezahualpiltzintli y el de la
muerte de este último, los cuales llegan a producir –mediante el peso metafórico
presente en ellos– un discurso escatológico donde la caída del reino de Tetzcoco
anuncie el fin del tiempo indígena y prepare el terreno para vivir una Nueva Historia.

De Alva Ixtlilxóchitl se ha esforzado por plantear la ruta histórica de su cultura como un


camino de sufrimientos, sacrificios, traiciones –realizadas siempre por los mexicanos– y
hechos extraordinarios. La recompensa será estar al lado de los conquistadores, del Bien
que se materializa en el dominio y la fe impuestos por los españoles, por lo que en los
últimos veinte capítulos se presencia la conversión del pueblo de Tetzcoco, que deja de
ser indígena para volverse novohispano. En esta etapa, el personaje principal es Cortés
por lo cual el cronista despliega toda una apología de la vida y obra del conquistador. Es
el Alejandro Magno o el Julio César de esta historia, a la vez el encargado de expandir
la ley divina en el Nuevo Mundo –con la ayuda celestial del apóstol Santiago–, el que
provoca temor y sumisión a los gobernantes de las diferentes culturas indígenas. Figura
discursiva que se impone mediante la mítica occidental que permea la mentalidad del
conquistado:

20
Ibíd., p. 167
21
H. White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, 2002, p. 250.

10
Antes que partiese Cortés de la isla de Guaniganiga, hizo una larga y discreta plática a los suyos,
trayéndoles a la memoria el premio grande que conseguirían sus trabajos y el gran servicio que
harían a Dios nuestro señor, si con ánimo y celo de cristianos acudían a la conquista, más para
convertir almas, que para quitarles haciendas a aquellas naciones gentílicas y bárbaras[…] 22

Con la aparición de personajes occidentales, Alva Ixtlilxóchitl se ve obligado


familiarizar en la escritura de esta crónica su presencia, –rasgo que fundamenta la
literariedad de estas obras– por lo que permite que la Marina aparezca como la primera
cristiana (símbolo del choque cultural), que los reyes indígenas en su preocupación
consideren la importancia del Rey de España, y que Cortés enfrente y gane una especie
de batalla retórica contra Motecuhzoma. Esta misma reconstrucción discursiva producto
del imaginario del siglo XVII posibilita la inclusión del pueblo tetzcocano como eje
discursivo que permite la entrada de Dios –representado por Cortés– a estas tierras:
[…] y en estos tiempos llegaron embajadores de Ixtlilxóchitl en competencia contra sus hermanos y
el rey Motecuhzoma su tío, a dar la bienvenida a Cortés y a los suyos y a ofrecérsele por su amigo,
dándole noticia del estado en que estaban las cosas del imperio, y el deseo de vengar la muerte de su
amado padre el rey Nezahualpiltzintli, y libertar al reino de poder de tiranos, enviándole algunos
dones y presentes de oro, mantas de algodón y plumería[…]23

De entre la narración sobre cómo los pueblos indígenas se fueron sumando a la misión
de Cortés, de las batallas libradas entre nativos y conquistadores en terrenos más
teológicos que materiales, en sí, entre los hechos significativos que resaltan la obra de
Cortés en estas tierras, emergen imágenes creadas desde la dualidad cultural que marca
el mestizaje, en voz de uno de los primeros escritores originarios de estas tierras:
[…] al cabo de los cuales, después de haber considerado muy bien en el estado y trance en que se
veían, determinó prender a Motecuhzoma (caso atrevido y muy peligroso contra un tan grande y
poderosísimo rey dentro de su casa y corte, en medio de más de quinientos mil vasallos, y con tan
pocos compañeros, cosa que atemoriza tan solamente de pensarla, cuanto más de hacerla y salir con
ella)[…]24
[…] Así acabó desastradamente aqueste poderosísimo rey; que antes ni después hubo en este
mundo, quien le igualase en majestad y profanidad, tanto que casi quiso hacerse adorar, y se vido en
la mayor prosperidad, grandeza y riqueza que hubo en el mundo. Era hombre de mediana estatura,
flaco muy moreno y de pocas barbas, más cauteloso y ardidoso que valeroso. En las armas y modo
de su gobierno fue muy justiciero: en las cosas tocantes a ser estimado y temido en su dignidad y
majestad real, de condición muy severo, aunque cuerdo y gracioso[…] 25

22
F. de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas. T II. Historia de la nación chichimeca, México, 1985, p. 194.
23
Ibíd., p. 201.
24
Ibíd., p. 218.
25
Ibíd., p. 229-230.

11
Aquí hay que destacar como el autor de Historia de la nación chichimeca se esfuerza
por demostrar cómo su pueblo estuvo al lado de los conquistadores durante su entrada,
participando como pieza clave del éxito de Cortés. En el contexto histórico en que crea
su crónica, Ixtlilxóchitl parece plantear la posibilidad de jugar con este rol importante
que le asigna a su región planteándose dos objetivos, el primero: demostrar que el reino
de Tetzcoco marchó al lado de los españoles como prueba de su filiación a esta nueva
mentalidad:
[…] Ixtlilxóchitl por grandes inconvenientes que halló en la ciudad y en lo más del reino de
Tetzcuco desde la rebelión de los mexicanos y retirada de Cortés, se estuvo en unas labranzas que
tenía en términos de Tepepulco, una de las provincias que le eran sujetas; y cuando supo
Coanacochtzin su hermano había muerto los dos mensajeros de Cortés, y que le impedía la entrada
en su reino, se vino a la ciudad de Tetzcuco, sólo a fin de oponerse y favorecer a Cortés; y llegó a
tiempo que ya estaba de partida y apercibiéndose en Tlaxcalan. Salió de ella en nombre de Dios, día
señalado de los Inocentes del año mil quinientos veinte, con veinte mil hombres de guerra de los
amigos[…]26

El segundo, producto del apoyo a los españoles, es dejar asentado cómo su linaje se fue
mezclando con el de los vencedores, demostrando así una especie de doble legitimación
sobre los derechos territoriales de sus antepasados, expresando una mayor sintonía con
la nueva forma de ser novohispana, en la que se lucha por ubicarse y por obtener algún
beneficio del pasado prehispánico:
[…]Ixtlilxóchitl procuraba siempre traer a la devoción y amistad de los cristianos, no tan solamente
a los del reino de Tetzcuco, sino aun a las de las provincias remotas, enviándoles a decir a todos se
procurasen dar la paz al capitán Cortés, y que aunque de las guerras algunos tuviesen culpa, era tan
afable y deseaba tanto la paz, que luego al punto los recibiría en su amistad: de los que así se iban
atrayendo, y fueron a esta sazón los de las provincias de Tozopan, Maxcaltzinco, Nauhtlan y otros
de su contorno, los cuales habiendo visto a Ixtlilxóchitl, le dieron cantidad de mantas y otras cosas
de las tres cabezas de aquellas provincias, quien hizo las diesen al capitán Cortés, y que se le dieran
por sus amigos, dando la obediencia a su majestad, y en señal de ella, cantidad de mantas de
algodón: Cortés lo agradeció mucho y les dio su palabra que siempre los tendría por amigos, con lo
que se volvieron muy contentos.27

Como podemos apreciar, a la hora de mostrar el papel que jugó su región durante la
llegada de los españoles a estas tierras, Ixtlilxóchitl no escatima en reconocer que el
éxito de Cortés no hubiera sido el mismo sin la colaboración de su pueblo. La lectura de
este hecho por lo regular es realizada desde la Macrohistoria, como la Gran Traición

26
Ibíd., p. 241.
27
Ibíd., p. 248-249.

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que permitió el cambio, sin embargo, se puede decir que el fenómeno discursivo e
histórico que manifiestan estos textos plantea más bien la idea de una historia particular,
la de un descendiente de la nobleza tetzcocana en su contexto novohispano, que no
siente relatar una traición, sino la virtud de su pueblo al haber estado del lado correcto:
[…]Cacama (que estaba muy seguro de lo que después le sucedió), se puso en manos de Ixtlilxóchitl
y Cohuanacochtzin sus hermanos; y habiéndose embarcado en la canoa fue preso llevado a México
y entregado a Cortés, con cuya hazaña se atajaron muy grandes inconvenientes y estorbos a los
designios de Cortés y prosecución de la entrada de nuestra santa fe católica; porque el rey Cacama
era esforzado, atrevido y de muy gran valor; Cortés y su tío Motecuhzoma no fuera bastantes para
atajarle sus pasos y designios si no fuera por la amistad que Ixtlilxóchitl siempre tuvo a Cortés y a
los españoles.28

El final de la obra tiene como objetivo enaltecer el triunfo de Cortés y la presencia


determinante para dicha victoria del pueblo tetzcocano, encabezado por su rey
Ixtlilxóchitl. La idea sobre lo confuso o extraño que aparenta tener el final del dominio
indígena en estas historias no es reflejo de su condición bárbara o salvaje, sino del
mythos occidental explicitándose en el imaginario híbrido de los cronistas que no sólo
pintan antigüedades sino sobre todo la época de su autor: lo que podían saber, pensar o
imaginar los indios aculturados y privilegiados (y los mestizos y criollos con intereses
en los negocios indígenas) a principios del siglo XVII. 29 Es por eso que Cortés puede
librar “como tigre rabioso” una batalla –bajo la protección divina– en la que combate a
doscientos mil hombres y que los personajes indios se pueden maravillar de la metáfora
del fin de los tiempos con la nube que cubre la cruz en el oratorio de Xicoténcatl. Justo
cuando los conquistadores están por cristalizar su misión la crónica finaliza
abruptamente, sin embargo la intención discursiva de Ixtlilxóchitl queda plasmada a lo
largo de su historia, y el conflicto existencial de su condición mestiza plantea tanto la
traición histórica de su pueblo con el apoyo a Cortés, como la traición discursiva del
cronista, al ser el que mejor representa la apropiación del código cultural occidental en
su escritura. La expresión y la mentalidad indígena ya no es generada desde su
experiencia, ahora pertenecen a una tradición diferente, que la ha homologado y
adecuado a las expectativas de su programa universal.

Del análisis de esta crónica podemos decir que su escritura manifiesta una ardua
reflexión del novohispano de raíces indígenas que busca dotar de sentido su historia,

28
Ibíd., p. 223-224.
29
J.J. Blanco, La Literatura en la Nueva España: Conquista y Nuevo Mundo, México, 1989, p. 110.

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que apela a los elementos que le asiste el canon literario de su época para reconstruir su
Pasado y allanar su Futuro, todo esto en un Presente histórico caracterizado por la
confusión y la necesidad de fraguarse una identidad conveniente a sus objetivos. Lo cual
nos permite asistir al proceso creativo de un escritor en un momento determinado,
develando que al proponer tramados alternativos de una secuencia dada de
acontecimientos históricos, los historiadores proveen a éstos de todos los posibles
significados que el arte literario de su cultura es capaz de otorgar. 30 Así, podemos
aproximarnos a la idea de que en Fernando de Alva Ixtlilxóchitl se llega a una
conciencia europeizada a la hora de trasladar eventos prehispánicos, resultado de un
imaginario asimilado a la documentación y a la construcción occidentales. Insistimos en
que la discusión sobre el valor de su obra debe partir de lo que atinadamente señala
O’Gorman en el estudio introductorio de sus Obras Históricas:
La Historia [de la nación chichimeca] no es sólo, pues, la obra definitiva del autor a la que debe
recurrirse preferentemente para captar su concepción del pasado indígena, sino una obra de la más
subida importancia en el complejo proceso de la formación de la conciencia novohispana y en
último término, de la conciencia nacional.31

30
H. White, El texto histórico como artefacto literario, Barcelona, 2003, p. 126.
31
F. de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas. T I , México, 1985, p. 218.

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BIBLIOGRAFÍA
Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, Obras históricas T.I y II, Edición, estudio introductoria
y un apéndice documental por Edmundo O’Gorman, UNAM, Serie de historiadores y
cronistas de Indias: 4, México, 1985.

-----------, Historia de la nación chichimeca, edición de Germán Vázquez Chamorro,


Dastin, Col. Crónicas de América, Madrid, 2003.

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Cal y Arena, México,1989.

Mignolo, W., Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista en: Íñigo
Madrigal, L, Historia de la literatura. T. 1. Época colonial, Cátedra, Madrid. 1982.

Romero Galván, J.R., Los cronistas indígenas en: Raquel Chang Rodríguez, Historia de
la literatura 2: La cultura letrada en la Nueva España del siglo XVII, Siglo XXI,
México, 2002.

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Universidad Veracruzana, Xalapa, 2002.

White, Hayden, El texto histórico como artefacto literario, Introducción de Verónica


Tozzi, Paidós, Col. Pensamiento Contemporáneo Núm. 71, Barcelona, 2003.

--------------- , Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, FCE,


México, 2002.

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