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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES – FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

MAESTRÍA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DEL TRABAJO

SEMINARIO “DEBATES ACERCA DEL TRABAJO EN LA TEORÍA MARXISTA”


(Prof. Nicolás Pagura)

CLASE 3. JUEVES 26 DE MARZO DE 2020

EL CAPITAL: TOMO 1. (CONTINUACIÓN)

Capítulos sobre los que versa esta clase: I (apartados 2 y 4), IV (apartado 3),
V y VI.
Apartado 2: Dualidad del trabajo representado en las mercancías

Un descubrimiento marxiano: Marx dedica un apartado completo a estudiar la distinción entre


trabajo concreto o útil y trabajo abstracto que ya puso de manifiesto en el apartado anterior.
Señala haber sido el primero en exponer este carácter bifacético del trabajo contenido en la
mercancía, cuestión a la que le otorga mucha importancia, señalando que “este punto es el eje en
torno del cual gira la comprensión de la economía política” (p. 51, primer párrafo).

Dualidad de la mercancía/ dualidad del trabajo objetivado en ellas: la idea del carácter bifacético
del trabajo se sigue del carácter bifacético de la mercancía, que como vimos es a la vez valor de
uso y valor de cambio. Cuando en el apartado anterior Marx trataba de determinar la sustancia del
valor de cambio, llegaba a la conclusión de que lo que las mercancías que se intercambian tienen
en común es el hecho de ser productos del trabajo, pero no de un trabajo concreto determinado
(del sastre, del tejedor, etc.) sino del “trabajo abstracto”. De este modo, el trabajo en el
capitalismo posee un carácter dual: en tanto creador de valores de uso es un trabajo útil y en
tanto creador de valor/valor de cambio es trabajo abstracto. Detengámonos en estas categorías.

Definición del trabajo útil: la famosa definición de Marx reza: “Como creador de valores de uso,
como trabajo útil, el trabajo es, independientemente de todas las formaciones sociales, condición
de la existencia humana, necesidad natural y eterna de mediar el metabolismo que se da entre el
hombre y la naturaleza y, por consiguiente, de mediar la vida humana” (p. 53). Algunas
consideraciones sobre este concepto:

- No nos dice nada de la naturaleza específica del trabajo en el capitalismo (al igual que el
concepto de “valor de uso”). Por eso, en principio es una categoría válida para todas las
formaciones sociales. En todas ellas, el hombre tiene que interactuar con los materiales de
la naturaleza para proveerse sus medios de subsistencia y satisfacer necesidades en
general.

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- Es importante también notar que Marx señala que el trabajo no es la fuente exclusiva del
valor de uso o riqueza material, sino que esta última surge del concurso de dos elementos:
trabajo y naturaleza (ver p. 53). Es importante marcar este punto para neutralizar una
crítica que suele hacerse a Marx (por ejemplo desde algunas posturas ecologistas
actuales), según la cual él desconoce el papel de la naturaleza en el proceso económico, o
la anula completamente en el proceso de su humanización a través del trabajo.

División social del trabajo/ Trabajos privados autónomos como condiciones históricas del
intercambio de mercancías. Para que haya intercambio de mercancías, tiene que haber trabajos
útiles diferentes cuyos valores de uso respectivos son intercambiados en el mercado. Así, el
intercambio de mercancías presupone cierto grado de desarrollo de la división social del trabajo.
Pero con esto no alcanza, ya que esta división social (que existe también en otras sociedades)
adquiere una forma peculiar: “sólo los productos de trabajos privados autónomos, recíprocamente
independientes, se enfrentan entre sí como mercancías” (p. 52). Es decir, para que haya
intercambio de mercancías, tiene que haber productores independientes, privados, que producen
valores de uso diferentes. Estos últimos entran en relación entre sí, pero recién en el intercambio.
Este punto será importante para entender la idea del fetichismo de la mercancía: en la medida en
que los productores actúan independientemente unos de otros, la relación social entre ellos
tendrá lugar a sus espaldas a través de sus productos, resultando de ello la “cosificación” de las
relaciones sociales.

Definición del trabajo abstracto: Como creador de valor, ya vimos que se hacía abstracción del
carácter concreto del trabajo (trabajo del sastre, del profesor, etc.) y lo que subsistía era “trabajo
abstractamente humano”. En este apartado Marx amplía este concepto:

“Si se prescinde del carácter determinado de la actividad productiva y por tanto del carácter
útil del trabajo, lo que subsiste de éste es el ser un gasto de fuerza de trabajo humana.
Aunque actividades productivas cualitativamente diferentes, el trabajo del sastre y el del
tejedor son ambos gasto productivo del cerebro, músculo, nervio, mano, etc., humanos, y
en este sentido uno y otro son trabajo humano. Son nada más que dos formas distintas de
gastar la fuerza humana de trabajo. Es preciso, por cierto, que la fuerza de trabajo humana,
para que se la gaste de esta o aquella forma, haya alcanzado un mayor o menor desarrollo.
Pero el valor de la mercancía representa trabajo humano puro y simple, gasto de trabajo
humano en general” (p. 54).

Trabajo medio simple y trabajo complejo: sobre el final de la definición, se pone de manifiesto
que el concepto de “trabajo abstracto”, que Marx define en primera instancia en términos más
bien fisiológicos, encierra sin embargo una dimensión histórico-social, al suponer un desarrollo
dado de las capacidades, habilidades, etc. del trabajador. Así, Marx distingue entre el trabajo
simple –aquel que tiene en promedio un hombre común, sin capacidades especiales teniendo en
cuenta de todas formas una sociedad determinada– y el trabajo complejo:

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“este [el trabajo humano] es gasto de la fuerza de trabajo simple que, término medio, todo
hombre común, sin necesidad de un desarrollo especial, posee en su organismo corporal. El
carácter del trabajo medio simple varía, por cierto, según los diversos países y épocas
culturales, pero está dado para una sociedad determinada. Se considera que el trabajo más
complejo es igual sólo a trabajo simple potenciado o más bien multiplicado de suerte que
una pequeña cantidad de trabajo complejo equivale a una cantidad mayor de trabajo
simple. La experiencia muestra que constantemente se opera esa reducción. Por más que
una mercancía sea el producto del trabajo más complejo su valor la equipara al producto del
trabajo simple y, por consiguiente, no representa más que determinada cantidad de trabajo
simple. Las diversas proporciones en que los distintos tipos de trabajo son reducidos al
trabajo simple como a su unidad de medida, se establecen a través de un proceso social que
se desenvuelve a espaldas de los productores, y que por eso a éstos les parece resultado de
la tradición. Para simplificar, en lo sucesivo consideraremos directamente toda clase de
fuerza de trabajo como fuerza de trabajo simple, no ahorrándonos con ello más que la
molestia de la reducción” (pp. 54-55).

Algunas cuestiones a destacar de este planteo sobre el trabajo abstracto, el trabajo simple, etc.:

- Cabe insistir en el carácter histórico de la categoría de trabajo simple, que varía de


acuerdo al estadio social en que se encuentra la formación de la fuerza de trabajo. Así, tal
vez en las condiciones de mediados del siglo XIX un trabajador con doce años de
alfabetización era un trabajador calificado y por lo tanto las tareas que lo requirieran eran
trabajo complejo, mientras que hoy (cuando casi la totalidad de la población está
alfabetizada) ese trabajador estaría dentro de la media y su trabajo sería simple.
- Marx señala que la reducción a trabajo simple ocurre a espaldas de los productores
porque justamente ocurre cuando los productos se intercambian, a posteriori, como
valores de cambio.
- Más en general, es en el mercado donde un trabajo concreto particular se valida en tanto
porción de trabajo social, abstracto. Es allí donde, por ejemplo, la hora de trabajo del
tejedor se intercambia por la hora de trabajo del carpintero, cuando se intercambia un
mueble por un saco de lana por ejemplo. Si se intercambian, es porque ambos contienen
un tiempo de trabajo socialmente necesario equivalente, en este caso una hora de trabajo
abstracto simple. Claro que, para que el tiempo de trabajo individual se corresponda con
el tiempo de trabajo social, el primero tiene que amoldarse a los requisitos del segundo en
cuanto a calificación, productividad de los medios de trabajo (tecnologías, etc.)
prevalecientes en la sociedad en cuestión.

La relación antitética entre valor de uso y valor y el carácter bifacético del trabajo: este punto
tiene que ver con lo que señalábamos la clase pasada respecto a la relación inversa entre la
magnitud del valor de una mercancía x y la productividad del trabajo. Dice Marx:

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“En sí y para sí, una cantidad mayor de valor de uso constituirá una riqueza material mayor;
dos chaquetas, más riqueza que una. Con dos chaquetas puede vestirse a dos hombres,
mientras que con una sólo a uno, etc. No obstante, a la masa creciente de la riqueza
material puede corresponder una reducción simultánea de su magnitud de valor. Este
movimiento antitético deriva del carácter bifacético del trabajo. La fuerza productiva,
naturalmente, es siempre fuerza productiva de trabajo útil, concreto, y de hecho sólo
determina, en un espacio dado de tiempo, el grado de eficacia de una actividad productiva
orientada a un fin. Por consiguiente, es en razón directa al aumento o reducción de su
fuerza productiva que el trabajo útil deviene fuente productiva más abundante o exigua. Por
el contrario, en sí y para sí, un cambio en la fuerza productiva del trabajo en nada afecta el
trabajo representado en el valor. Como la fuerza productiva del trabajo es algo que
corresponde a la forma útil adoptada concretamente por el trabajo, es natural que, no bien
hacemos abstracción de dicha forma útil concreta, aquélla ya no pueda ejercer influjo
alguno sobre el trabajo. El mismo trabajo, pues, por más que cambie la fuerza productiva,
rinde siempre la misma magnitud de valor en los mismos espacios de tiempo. Pero en el
mismo espacio de tiempo suministra valores de uso en diferentes cantidades: más, cuando
aumenta la fuerza productiva, y menos cuando disminuye. Es así como el mismo cambio que
tiene lugar en la fuerza productiva y por obra del cual el trabajo se vuelve más fecundo,
haciendo que aumente, por ende, la masa de los valores de uso proporcionados por éste,
reduce la magnitud de valor de esa masa total acrecentada, siempre que abrevie la suma del
tiempo de trabajo necesario para la producción de dicha masa. Y viceversa” (pp. 56-57).

Pensemos un ejemplo para ilustrar este planteo. Supongamos que se inventa una máquina textil
que permite duplicar la productividad del trabajo que produce sacos de lana. Supongamos que
antes se necesitaba 1 hs. de trabajo social para producir un saco: tras la introducción de la
máquina se necesitará sólo 1/2 hora. El aumento de productividad redundó en que en una hora
ahora producimos 2 sacos, mientras que antes producíamos sólo 1. En otras palabras, la hora de
trabajo se volvió más productiva porque produce más valores de uso que antes (2 en vez de 1).
Pero como el valor se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario (en el cual cuenta
la productividad dada del trabajo) la magnitud de valor producida por una hora de trabajo social
sigue siendo la misma. La diferencia es que ahora este valor se reparte entre dos sacos en vez de
uno, y esa es la razón por la cual el valor de cada saco disminuye a la mitad. Esto que ahora suena
poco operativo será fundamental para después entender el modo en que las transformaciones
tecnológicas y organizacionales del proceso productivo afectan al proceso de acumulación de
capital.

Las categorías de valor y trabajo abstracto. Intercambio y producción. Estas categorías son
complejas de entender y han dado lugar a muchas discusiones e interpretaciones. Una dificultad
que tienen es que operan entre la producción y el intercambio. Como ya dijimos la clase pasada,
tanto el valor como el trabajo abstracto que lo produce se expresan en los valores de cambio, y
por lo tanto suponen el intercambio (la mercancía misma, justamente, se caracteriza por
producirse en vistas del intercambio). Entonces: ¿el valor se produce en el acto productivo, en el

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intercambio, o en ambos? Creo que el mejor modo de expresar esto (no encuentro uno mejor) es
decir que el valor se produce en el acto productivo de una forma meramente potencial, que sólo
se hará efectiva a posteriori, cuando se valide en el intercambio como valor de cambio. Lo mismo
sucede con el trabajo: mi hora de trabajo sólo se validará como una hora social de trabajo social
medio cuando se intercambie por un equivalente en el mercado. Es importante notar que este
proceso de validación condiciona el acto productivo. Así, mi hora de trabajo no se validará como
una hora de trabajo social si no responde a las condiciones sociales medias de producción. Si, por
ejemplo, los medios de trabajo (la tecnología por ejemplo), o la preparación del trabajador, son
inferiores a la media social, la hora individual de trabajo no se validará como una hora social.

La dominación abstracta e impersonal en el capitalismo. Es importante señalar que muchos


intérpretes actuales de Marx (por ejemplo Postone, a quien veremos si llegamos en la unidad 4)
dan gran importancia a estas categorías de trabajo abstracto y valor, señalando que con las
mismas Marx trata de poner de manifiesto una forma de dominación social impersonal y abstracta
que es específica del capitalismo. Sólo en este sistema existiría una suerte de coacción sistémica
impersonal que obliga a las personas a producir valores sociales (y no simplemente medios de
vida) y a validar sus actividades laborales como porciones de trabajo social abstracto. Mientras en
otras sociedades la dominación existía bajo formas personales y políticas (por ejemplo la relación
señor-siervo, amo-esclavo, etc.), en el capitalismo la coacción sería de una naturaleza inédita
porque es sistémica, impersonal y abstracta. Volveremos sobre esta interesante cuestión.

Nota sobre el apartado 3 (no incluido en nuestra selección). No hemos incluido en la selección el
extenso apartado 3, donde Marx, después de haber analizado la sustancia del valor de cambio,
vuelve sobre la “forma del valor” para dilucidar a partir de la misma la génesis del dinero, que
funciona como una mercancía en la que todas las demás expresan su valor. El dinero funciona así
como equivalente general de las mercancías. La mercancía “dinero” puede tener valor intrínseco
(p.e. el oro) o ser un mero signo convencional de valor (el papel moneda). En todos los casos, la
sustancia del dinero es, en definitiva, la que analizamos: trabajo abstracto humano.

APARTADO 4: EL CARÁCTER FETICHISTA DE LA MERCANCÍA Y SU SECRETO

Fetichismo: El fetiche es una cosa a la que se le atribuyen propiedades humanas. El fetichismo de


la mercancía alude al dominio de los hombres por parte de las cosas, y al hecho de que las
mercancías que se intercambian en el mercado parecen cobrar vida propia. Podemos pensar, por
ejemplo, en los discursos que hablan de los mercados como si fueran personas (los mercados
“están estresados”, “sufren”, “están conmocionados”, etc.). Este fetichismo para Marx, sin
embargo, no es una mera ilusión, sino que es algo que efectivamente genera la estructura de la
sociedad burguesa. Veamos por qué.

De dónde proviene el fetichismo: Marx señala que no proviene ni del valor de uso, ni de las
determinaciones del valor (trabajo abstracto, etc.). Proviene de la forma del valor (valor de

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cambio), es decir, del hecho de que los productos del trabajo humano entren en vinculación
recíproca solamente a posteriori, en el intercambio.

“Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja
ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos
inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas
cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores
y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los
productores. Es por medio de este quid pro quo [tomar una cosa por otra] como los
productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles
o sociales” (p. 88).

Este tema ya lo vimos, en cierto sentido, en el análisis que hacía Marx de la enajenación a
través del cambio en el texto sobre James Mill. Vimos que allí, en definitiva, el cambio expresaba
una relación social, pero objetivada en las cosas intercambiadas. No por casualidad, al igual que en
su análisis de la enajenación en los textos de juventud, también aquí Marx encuentra una analogía
en el terreno religioso (p. 89), donde los productos de la vida humana adquieren vida propia y
autónoma.

En definitiva, dice Marx, el fetichismo de la mercancía proviene de la forma que adquieren


los productos del trabajo en la medida en que los trabajos que producen mercancías son trabajos
privados ejercidos independientemente unos de otros. La dimensión social de estos trabajos sólo se
hace efectiva en el intercambio. Sólo en el mercado se efectivizan las relaciones sociales entre los
productores: estas relaciones cobran efectividad al margen de ellos y en general a espaldas de los
hombres e independientemente de sus intenciones:

“de hecho, los trabajos privados no alcanzan realidad como partes del trabajo social en su
conjunto, sino por medio de las relaciones que el intercambio establece entre los productos
del trabajo y, a través de los mismos, entre los productores. A éstos, por ende, las relaciones
sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir,
no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus
trabajos, sino por el contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y
relaciones sociales entre las cosas” (p. 89).

El fetichismo está inscripto en las relaciones sociales y no es una mera cuestión de conciencia.
Marx plantea algo notable aquí. Tenemos una ilusión que no es mera ilusión, sino que está
inscripta en la realidad social. Es en la estructura de las relaciones burguesas donde se genera el
fetichismo, no es mero “error” de una conciencia que percibe de forma distorsionada la realidad.
Por eso el fetichismo de la mercancía no desaparece por el descubrimiento científico (que Marx
atribuye a la economía política clásica) que muestra que detrás del cambio está el trabajo
humano:

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“El descubrimiento científico ulterior de que los productos del trabajo, en la medida en que
son valores, constituyen meras expresiones, con el carácter de cosas, del trabajo humano
empleado en su producción, inaugura una época en la historia de la evolución humana, pero
en modo alguno desvanece la apariencia de objetividad que envuelve a los atributos
sociales del trabajo. Un hecho que sólo tiene vigencia para esa forma particular de
producción, para la producción de mercancías —a saber, que el carácter específicamente
social de los trabajos privados independientes consiste en su igualdad en cuanto trabajo
humano y asume la forma del carácter de valor de los productos del trabajo—, tanto antes
como después de aquel descubrimiento se presenta como igualmente definitivo ante
quienes están inmersos en las relaciones de la producción de mercancías” (p. 91).

La deshistorización de la economía política: estas formas (la forma valor, por ejemplo) son
históricas pero necesarias para el estadio histórico del que hablamos. La economía política clásica
(Smith, Ricardo) llegó a descubrir el contenido oculto tras la forma-valor, pero lo que nunca pudo
explicar es esta misma forma (ver p. 98), ya que la naturalizó como una categoría económica
universal. Una característica de la agudeza del análisis marxiano es esta capacidad para mostrar el
carácter históricamente determinado de lo que parece ser natural. En torno a este punto, Marx
plantea:

“Formas semejantes constituyen precisamente las categorías de la economía burguesa. Se


trata de formas del pensar socialmente válidas, y por tanto objetivas, para las relaciones de
producción que caracterizan ese modo de producción social históricamente determinado: la
producción de mercancías. Todo el misticismo del mundo de las mercancías, toda la magia y
la fantasmagoría que nimban los productos del trabajo fundados en la producción de
mercancías, se esfuma de inmediato cuando emprendemos camino hacia otras formas de
producción” (p. 93).

Para ilustrar esto último (ver págs. 94 y siguientes) Marx explica por qué en otras formas de
organización económica este fetichismo no ocurre. Es muy interesante el análisis que hace del
feudalismo (donde hay relaciones personales basadas en jerarquías “naturales”, etc., pero no se
da esta cosificación de las relaciones sociales tal como el que se da con la producción mercantil)
pero sobre todo el que ofrece de una posible “asociación de hombres libres” (p. 96) donde Marx
en parte prefigura de un modo muy general una posible sociedad comunista, post-capitalista

Nota aclaratoria final: es importante, para cerrar, entender que el planteo de Marx no pasa por
señalar de un modo trivial que detrás del mercado, de los números, etc. están las personas. No. Lo
que dice es precisamente lo contrario: el intercambio de mercancías conlleva necesariamente la
cosificación de las relaciones sociales. Es algo que hace pensar sobre la posibilidad, tantas veces
proclamada, de un “capitalismo con rostro humano”.

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CAP. 4 – APARTADO 3. COMPRA Y VENTA DE LA FUERZA DE TRABAJO

De la circulación al capital: el intercambio de equivalentes como esfera de igualdad

Después de haber analizado el problema del valor, y partiendo de la esfera de la circulación de


mercancías, Marx pasa a preguntarse por el concepto de capital.

El punto de partida es el intercambio de mercancías por su valor. Marx parte de aquí: la esfera de
la circulación mercantil, fundada en el intercambio de equivalentes (mercancías con cantidades
equivalentes de valor). Este es un punto central, porque justamente el capitalismo se funda
ideológicamente en que en el mercado hay igualdad de las partes, y esto es lo que la economía
política trató con la teoría del valor: explicar los fundamentos de este intercambio de
equivalentes. Marx, por supuesto, va a mostrar cómo este intercambio de equivalentes, sin ser
violado, implica necesariamente una forma de explotación, que sin embargo no se va a dar en la
esfera de la circulación misma pero parte de ella. El punto nodal de la explicación de Marx va a
estar en la mercancía “fuerza de trabajo”, tema del apartado 3 del capítulo 4. Pero antes de eso,
para poder entenderlo bien, recapitulemos algunas nociones básicas de los apartados anteriores.

Los dos circuitos: la satisfacción de necesidades y la valorización del valor. El capital, valor que se
valoriza cuantitativamente “sin límite”.

Marx distingue dos circuitos de la circulación del dinero y las mercancías. Consideremos siempre lo
que ya vimos. La mercancía M posee tanto valor de uso como valor de cambio (cuya sustancia es
el valor). El dinero (D), expresa el valor de cambio, no teniendo un valor de uso más que el de
servir como medio de intercambio. El primer circuito en el que operan las mercancías se denomina
“circulación simple”.

Circulación simple: M – D – M´ (vender para comprar)

Por ejemplo, yo tengo un pantalón (M), que vendo por $300 (D), y con esos $300 compro la cena
de esta noche. M y M’ tienen el mismo valor ($300) pero difieren en cuanto al valor de uso que
poseen. Este es el circuito de la satisfacción de necesidades: vendo una mercancía para comprar
otra que necesito. Ahora consideremos el siguiente circuito:

Fórmula general del capital: D – M – D’ (comprar para vender)

Esta fórmula es bastante más misteriosa que la anterior. Como el dinero en principio no tiene más
valor de uso que el de ser medio de cambio, este segundo movimiento sólo puede justificarse si D’
contiene mayor cantidad de valor que D. Este será el circuito por el cual el dinero se convierte en
“capital”. Antes de develar el misterio de cómo es posible que D´ contenga más valor que D sin
violar el principio del intercambio de valores equivalentes, Marx arriesga ya un concepto de
capital partiendo de esta fórmula:

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“La circulación mercantil simple —vender para comprar— sirve, en calidad de medio, a un
fin último ubicado al margen de la circulación: la apropiación de valores de uso, la
satisfacción de necesidades. La circulación del dinero como capital es, por el contrario, un
fin en sí, pues la valorización del valor existe únicamente en el marco de este movimiento
renovado sin cesar. El movimiento del capital, por ende, es carente de medida” (p. 186).

Tenemos acá una definición precisa del capital: es valor que se valoriza sin fin alguno más que su
propio acrecentamiento cuantitativo. Su lógica es la de este movimiento perpetuo en espiral, sin
límite. Pensemos hoy en la obsesión por el crecimiento económico, que no es una mera
propensión social subjetiva sino un aspecto objetivo del capital, según este planteo marxiano. Al
final de la cita anterior, en una nota al pie, Marx hace una referencia muy atinada a Aristóteles (un
autor al que admira y que ejerce influencia en varias dimensiones de su pensamiento), que
distingue entre economía (un medio para un fin que le pone un límite: la satisfacción de
necesidades) y crematística, la lógica del comercio, frente a la cual Aristóteles se muestra azorado
por su carencia “irracional” de límites. El capital en definitiva es este movimiento monstruoso,
incesante: una lógica abstracta a la cual no sólo el trabajador, sino incluso el propio capitalista, se
encuentra sometido. Para Marx, el capitalista es la personificación del capital, un personaje que
responde a este movimiento sin sujeto:

“En su condición de vehículo consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se


transforma en capitalista. Su persona, o, más precisamente, su bolsillo, es el punto de
partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de esa circulación —la valorización del
valor— es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que la creciente apropiación de la riqueza
abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona él como capitalista, o
sea como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad. Nunca, pues, debe
considerarse el valor de uso como fin directo del capitalista. Tampoco la ganancia aislada,
sino el movimiento infatigable de la obtención de ganancias” (p. 186-187).

El plusvalor no proviene de la circulación, pero parte de ella: la compra y venta de fuerza de


trabajo. Volvamos a nuestro misterio: ¿cómo es posible D – M – D´, y por tanto el capital como
valor que se acrecienta, en la medida en que se intercambian siempre equivalentes? ¿Podrían los
comerciantes vender por encima de su valor? Pero en ese caso, el capital se fundaría en un robo
que los comerciantes se harían entre sí, con lo cual no podría haber incremento de valor a nivel
general. Puede suceder en ocasiones la venta por sobre el valor, pero no explicaría el
funcionamiento estructural, que Marx tratará de demostrar manteniendo la idea inicial de que en
la circulación las mercancías se compran y venden por su valor: “La transformación del dinero en
capital ha de desarrollarse sobre la base de las leyes inmanentes al intercambio de mercancías, de
tal modo que el intercambio de equivalentes sirva como punto de partida” (p. 202). Y de hecho, el
punto de partida estará en la circulación, en la compra-venta de una mercancía muy particular: la
fuerza de trabajo.
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La fuerza de trabajo, la única mercancía cuyo valor de uso tiene la propiedad de ser “fuente de
valor”. Y justamente el poseedor de dinero, dice Marx irónicamente (ver p. 203), es “tan
afortunado” que “encuentra” en la circulación una mercancía con una propiedad única: su valor de
uso es ser fuente de nuevo valor. Esta mercancía es la fuerza de trabajo. El estudio de la misma
permitirá comenzar a resolver el misterio de D-M-D’ y por lo tanto del capital. Veamos.

Concepto de fuerza de trabajo: la mercancía “fuerza de trabajo” es la capacidad potencial de


trabajar. Es esta capacidad la que el trabajador enajena mediante el contrato laboral.

“Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de las facultades


físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano y
que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole” (p. 203)

Condiciones (lógico-históricas) que deben cumplirse para que la fuerza de trabajo aparezca
como mercancía: la “libertad”

Son condiciones que aquí se presentan como “lógicas” (en el sentido de que son condiciones de
posibilidad para que la fuerza de trabajo puede aparecer en la circulación) pero que son de hecho
“históricas” (sólo en determinadas circunstancias van a darse).

Quien vende su fuerza de trabajo debe ser “libre” en un doble sentido:

- El poseedor de la fuerza de trabajo debe ser propietario “libre” de su capacidad de


trabajo. Ni su persona ni su capacidad pueden ser propiedad de otros (esclavitud,
servidumbre). El vendedor y el comprador de mercancías se enfrentan como personas
libres e iguales jurídicamente (p. 204)
- El poseedor de la fuerza de trabajo debe estar “liberado” de todo medio de producción
que le permita producir mercancías para vender. “Libre” en el sentido de carecer de
cualquier otra cosa para vender más que su propia fuerza de trabajo (p. 205).

Marx después señala que estas condiciones son resultado de la historia (ver. págs. 206/207). Para
el poseedor de dinero aparecen como “dadas” y, en este punto de la exposición lógico-dialéctica,
en el que Marx procura explicitar la categoría de “capital” partiendo de la circulación, tampoco se
desarrollan estas condiciones. Las mismas son el tema del famoso capítulo XXIV sobre la
“acumulación originaria”, que es una de las condiciones históricas de posibilidad de la mercancía
“fuerza de trabajo”. La acumulación originaria está vinculada al cercamiento de tierras desde fines
del siglo XV y la expulsión concomitante de los campesinos, que entonces se vieron “libres” de
medios de subsistencia y fueron emigrando a las ciudades para vender su fuerza de trabajo. Este
es un proceso histórico de más de tres siglos teñido de violencia, por eso Marx señala en el
capítulo XXIV que el capital llega a la tierra “chorreando sangre y lodo” –esto, frente a la idea
burguesa de que los capitalistas llegaron a serlo por ser “laboriosos”, mientras que los
trabajadores son tales por haber sido holgazanes–.

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El mismo sello histórico, señala Marx, encontramos en la “mercancía” (cap. 1), que presupone la
producción para la venta en el mercado y no para la autosubsistencia individual y/o comunitaria.
Es cierto que en otras sociedades hubo, al lado de otros tipos de producción, productos fabricados
para vender (por ejemplo a otras regiones), así como también existió el trabajo asalariado en
sociedades pre-capitalistas. Pero sólo con el capitalismo se generaliza la “mercancía” como forma
elemental de la riqueza así como el trabajo bajo su modalidad asalariada. Por eso: contra la
economía política y su deshistorización, Marx señala que “las categorías económicas llevan la
señal de la historia” (p. 206). Sólo que por la naturaleza de la exposición, que no es histórica, se
puede hacer abstracción, por el momento, de estas condiciones.

El valor de la fuerza de trabajo

El valor de la fuerza de trabajo (lo que paga el poseedor de dinero como “salario”) se determina
como el de toda mercancía (recordar capítulo 1): por el tiempo de trabajo socialmente necesario
para su reproducción. Marx incluye los siguientes aspectos en este valor:

- Medios de subsistencia del trabajador: incluyendo alimentos, vivienda, salud y en general


todo lo necesario para que el trabajador pueda volver a trabajar cada día. Sin embargo,
Marx aclara que las llamadas “necesidades básicas” son un producto histórico y dependen
del nivel socio cultural de un país, por lo que su valor encierra un elemento “histórico” y
“moral” (p. 208). Es importante tener esto en cuenta: para Marx el valor de la fuerza de
trabajo siempre encierra un componente social, histórico y moral (lo que en un
determinado momento histórico se considera necesario para que un trabajador pueda
vivir).
- Medios de subsistencia de los sustitutos (descendencia): para la subsistencia de la clase
obrera se necesitan sustitutos de los trabajadores activos (p. 209). Acá deberíamos incluir
entonces, de modo más general, la reproducción de la unidad familiar –y hay también
involucrado en este punto un tema muy interesante abordado en particular por el
marxismo feminista que tiene que ver con el trabajo reproductivo en la unidad familiar,
generalmente realizado por las mujeres.
- Formación y educación: calificación que requiere el trabajador para desempeñar tareas
“normales”. Obviamente, será mayor su valor si es un trabajador más calificado (209),
dado que se requirió mayor inversión en su formación.

El valor de uso de la fuerza de trabajo: el pasaje a la esfera de la “producción” y el abandono de


la esfera de la circulación. Igualdad, libertad, propiedad y… Bentham.

El valor de la fuerza de trabajo, entonces, queda determinado así en la esfera de la circulación. Sin
embargo, su valor de uso se revelará en el uso que hace el poseedor, el cual tendrá lugar en el

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consumo de la fuerza de trabajo. Como todo consumo, éste tiene lugar al margen de la circulación.
Pero aquí pasamos a la esfera de la producción, donde el poseedor de la fuerza de trabajo hará
uso de ella poniéndola a trabajar. Acá se develará finalmente el secreto del plusvalor (la diferencia
entre D´ y D) y por lo tanto del capital. Un aspecto a atender es la forma en que Marx describe
este pasaje:

“El consumo de la fuerza de trabajo, al igual que el de cualquier otra mercancía, se efectúa
fuera del mercado o de la esfera de la circulación. Abandonamos, por tanto, esa ruidosa
esfera instalada en la superficie y accesible a todos los ojos, para dirigirnos, junto al
poseedor de dinero y al poseedor de fuerza de trabajo, siguiéndoles los pasos, hacia la
oculta sede de la producción, en cuyo dintel se lee: No admittance except on business
[Prohibida la entrada salvo por negocios]. Veremos aquí no sólo cómo el capital produce,
sino también cómo se produce el capital. Se hará luz, finalmente, sobre el misterio que
envuelve la producción del plusvalor” (pp. 213-214).

Estamos acá en uno de los clásicos momentos irónicos de Marx. La esfera de la circulación
es “ruidosa” y “visible a los ojos”: es la cara que la sociedad burguesa trata de mostrar, aquella en
la cual parecen reinar los ideales más elevados (atentos acá que vuelve la crítica a las ideas
modernas de igualdad, libertad, etc. que ya vimos en La cuestión judía):

“La esfera de la circulación o del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se


efectúa la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, un verdadero Edén de
los derechos humanos innatos. Lo que allí imperaba era la libertad, la igualdad, la propiedad
y Bentham. ¡Libertad!, porque el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo
de la fuerza de trabajo, sólo están determinados por su libre voluntad. Celebran su contrato
como personas libres, jurídicamente iguales. El contrato es el resultado final en el que sus
voluntades confluyen en una expresión jurídica común. ¡Igualdad!, porque sólo se
relacionan entre sí en cuanto poseedores de mercancías, e intercambian equivalente por
equivalente. ¡Propiedad!, porque cada uno dispone sólo de lo suyo. ¡Bentham!1, porque
cada uno de los dos se ocupa sólo de sí mismo. El único poder que los reúne y los pone en
relación es el de su egoísmo, el de su ventaja personal, el de sus intereses privados. Y
precisamente porque cada uno sólo se preocupa por sí mismo y ninguno por el otro,
ejecutan todos, en virtud de una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de
una providencia omniastuta, solamente la obra de su provecho reciproco, de su altruismo,
de su interés colectivo”2 (p. 214).

1
Jeremy Bentham (1748-1832), filósofo inglés, uno de los fundadores del utilitarismo moderno, corriente
que justifica la moralidad de una acción en función de la utilidad o felicidad que genere para el agente y la
sociedad. Es una crítica común (no por eso completamente justa) vincular al utilitarismo con una moral de
corte egoísta, cosa que la ironía de Marx parece aquí suponer (Nota del profesor).
2
Esto último parece ser una ironía de Marx respecto de la “mano invisible” que postula el liberalismo
económico, es decir, la idea de que las acciones de actores egoístas llevan espontáneamente y sin quererlo
al bien común (Nota del profesor).

12
Abandonamos entonces esta esfera “ruidosa”, aquella desde la cual se proclaman los ideales
liberales, los de la Revolución Francesa (excepto tal vez la fraternidad, aunque Marx refiere
irónicamente al interés colectivo tal como lo entiende el liberalismo económico). Acá las ideas de
libertad, igualdad, etc. aparecen vinculadas a los atributos de los sujetos que intercambian en
condiciones de aparente libertad e igualdad en el mercado. Entre el conjunto de las libertades (de
expresión, de movimiento, de empresa, etc.) aparece en la superficie de la sociedad burguesa esta
curiosísima libertad: la de compra-venta de la fuerza de trabajo. Con ella descendemos a la
“oculta” sede de la producción. Marx cierra este capítulo bisagra a pura ironía:

“Al dejar atrás esa esfera de la circulación simple o del intercambio de mercancías, en la cual
el librecambista vulgaris abreva las ideas, los conceptos y la medida con que juzga la
sociedad del capital y del trabajo asalariado, se transforma en cierta medida, según parece,
la fisonomía de nuestros personajes. El otrora poseedor de dinero abre la marcha como
capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero; el uno,
significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo,
reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una
cosa: que se lo curtan” (p. 214).

SECCIÓN TERCERA: PRODUCCIÓN DEL PLUSVALOR ABSOLUTO.

CAPÍTULO V: PROCESO DE TRABAJO Y PROCESO DE VALORIZACIÓN.

Entramos entonces en la esfera de la producción para analizar el proceso de producción


capitalista. Vimos que el análisis de la mercancía (cap. 1) registraba dos aspectos del trabajo, como
trabajo útil (creador de valor de uso) y como trabajo abstracto (creador de valor). Del mismo
modo, a la hora de analizar el proceso capitalista de producción nos encontramos con dos
dimensiones: es a la vez un proceso de trabajo que crea valores de uso, y un proceso de
valorización, que crea valor y además plusvalor. Esta última dimensión es la que caracteriza al
capitalismo específicamente. Veamos.

El proceso de trabajo (pp. 215-224):

Marx empieza considerando el proceso de trabajo, que es algo “general” de toda sociedad y por lo
tanto sus características no concurren a determinar la especificidad del capitalismo. Estamos
entonces en el nivel de análisis general y abstracto que vimos que Marx tematizaba en el texto de
la Introducción…

Marx comienza señalando que “el trabajo es, en primer lugar, un proceso en que el hombre
media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza” (p. 215). Esto ya lo vimos cuando
caracterizamos el “trabajo útil” en el cap. 1. Después señala que con el trabajo el hombre no sólo
transforma la naturaleza exterior, sino también su propia naturaleza. Es la idea que ya aparecía en
los textos de juventud, según la cual mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la
naturaleza exterior sino también la suya interior. Además aparece una comparación entre el

13
hombre y el animal en términos de que el primero se distingue por el hecho de poner como fin
consciente el resultado (producto) antes de efectuar el trabajo (ver p. 216). Esta característica del
trabajo humano –el hecho de ser una actividad libre y consciente– ya la habíamos visto en los
Manuscritos del 44.

Marx ofrece en esta primera parte del capítulo, entonces, una caracterización del proceso de
trabajo en sus aspectos generales, sin considerar su forma histórica determinada. Los elementos
simples del proceso laboral son la actividad orientada a un fin (trabajo), su objeto y sus medios (p.
216). Tenemos entonces como componentes fundamentales del proceso de trabajo:

- Lo que brinda la naturaleza: Tierra y materia prima (216-217)


- Medios de trabajo: todo lo que el trabajador impone entre él y el objeto para realizar el
trabajo: herramientas, máquinas, etc. El hombre se caracteriza por fabricar medios de
trabajo. Por eso, el tipo de medios de trabajo utilizados es un índice clave del desarrollo
humano: “lo que diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué
medios de trabajo se hace” (p. 218).
- Producto: lo que resulta de la actividad (un valor de uso). En tanto genera un valor de uso,
el trabajo es “productivo” en general (veremos que en el capitalismo para que un trabajo
sea considerado productivo se requerirán determinaciones adicionales)

Proceso de valorización

Como dijimos, la antedicha caracterización del proceso de trabajo es general y abstracta, pues no
nos dice bajo qué relaciones sociales se realiza. En el caso del capitalismo, la característica
distintiva de su producción es ser un proceso de valorización. Recordemos que el fin del capitalista
no es el valor de uso sino el valor y, en particular, el plusvalor.

Marx empieza refiriendo a una situación en la que el capitalista se apodera de un proceso de


trabajo preexistente, como el que utilizaban los artesanos o los maestros de oficio, por ej. a fines
de la Edad Media. Después veremos que el capitalismo va a ir transformando y moldeando el
proceso productivo. Pero en cuanto en el proceso de trabajo el capitalista es quien consume la
fuerza de trabajo, Marx señala que suceden dos cosas:

- El obrero trabaja bajo el control del capitalista, que vela porque el mismo se efectúe de
manera adecuada y del modo más eficiente posible.
- El producto es propiedad del capitalista, ya que el proceso se efectúa mediante elementos
que han sido adquiridos por él (materia prima, medios de producción, fuerza de trabajo),
siendo por tanto de su propiedad los mismos y sus resultados (productos).

Pero lo fundamental será la forma que adopta ahora el proceso de producción. Para esto, Marx va
a considerar el proceso de producción en términos de la formación de valor:

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“Si aquí se producen valores de uso es únicamente porque son sustrato material, portadores
del valor de cambio, y en la medida en que lo son. Y para nuestro capitalista se trata de dos
cosas diferentes. En primer lugar, el capitalista quiere producir un valor de uso que tenga
valor de cambio, un artículo destinado a la venta, una mercancía. Y en segundo lugar quiere
producir una mercancía cuyo valor sea mayor que la suma de los valores de las mercancías
requeridas para su producción, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo por los
cuales él adelantó su dinero contante y sonante en el mercado. No sólo quiere producir un
valor de uso, sino una mercancía; no sólo un valor de uso, sino un valor, y no sólo valor, sino
además plusvalor” (p. 226).

Veamos entonces cómo se comportan en el proceso productivo los distintos elementos


adquiridos por el capitalista considerándolos ahora en cuanto al papel que cumplen en la
formación de valor:

- Aquí, la materia prima y los medios de trabajo cuentan en tanto contienen determinado
valor, siendo objetivación de trabajo pretérito. Un capitalista del rubro textil, por ejemplo,
compra algodón en el mercado a un determinado valor: ese mismo valor se irá
transfiriendo a los productos finales. Algo similar ocurre con los medios de trabajo, con la
diferencia de que estos transfieren cuotas de su valor a medida que se van desgastando. El
valor de la materia prima y de los medios de producción se transfiere al producto final.
Hay aquí transmisión del valor anterior pero no formación de valor adicional o plusvalor.
Por eso, Marx después llama en el cap. VI a estos elementos componentes del capital
constante (desde la perspectiva de la formación de valor, no se modifican en el proceso
productivo).
- Hay que recordar que el capitalista tiene que adecuarse a la productividad del trabajo que
prevalece en su momento (con los medios de producción adecuados, por ejemplo), de lo
contrario perderá en la competencia (si vende por encima del valor social, no tendrá
compradores; si lo hace por debajo, no tendrá ganancia o tendrá menos). Sólo el tiempo
de trabajo socialmente necesario es formador de valor (p. 230). Esto se aplica no sólo al
proceso productivo actual, sino a todos los elementos del proceso de producción que el
capitalista adquiere en el mercado. Obviamente, por esto estará interesado en pagar por
ellos su valor social (y si tiene la posibilidad, menos por supuesto, pero estos accidentes
circunstanciales no importan en este análisis).
- El plusvalor (concepto original de Marx) surge exclusivamente del consumo de la fuerza de
trabajo. La fuerza de trabajo tiene la propiedad de ser fuente de valor. Durante la jornada
laboral, produce determinada cantidad de valor, pero esta magnitud es diferente a la del
valor de la fuerza de trabajo. El plusvalor surge de la diferencia entre el valor creado
efectivamente por la fuerza de trabajo en el proceso de producción y el valor de la fuerza
de trabajo (salario). En una parte de la jornada laboral, el trabajador produce el valor
equivalente al valor de su fuerza de trabajo (medios de subsistencia, etc.). Pero en otra
parte, genera valor que queda en poder del capitalista. En una jornada laboral, se

15
denomina trabajo necesario al que repone el valor de la fuerza de trabajo, y plustrabajo al
que queda en manos del capitalista. El plustrabajo es el que genera el plusvalor. Y el
plusvalor es el que explica que el dinero se transforme en capital.

Recapitulando:

Resolvimos entonces el enigma del capital: ¿Cómo es posible D-M-D’? ¿Cómo es posible el
plusvalor? En la circulación el capitalista compra todas las mercancías que necesita a su valor (D-
M). Pero una de ellas, la fuerza de trabajo, cuando opera en el proceso productivo, tiene la
capacidad de generar más valor efectivo que el valor al que fue adquirida. Luego, el capitalista
vende el producto (M-D). Pero en este momento, M es ya un producto resultado de un proceso de
valorización, que contiene más valor que al principio. En este momento, cuando se concreta la
venta de la mercancía, el capitalista reembolsa el valor inicial adelantado más el plusvalor. El
capital, justamente, se define como este movimiento, el del valor que se valoriza o acrecienta.

Llegamos así a la definición del proceso de producción capitalista, teniendo en cuenta que es un
proceso de trabajo dirigido no sólo a producir valor de uso (como todo proceso de trabajo) ni
mero valor (como todo proceso de producción de mercancías) sino también y ante todo a la
obtención de un plusvalor: “como unidad del proceso laboral y del proceso de formación de valor,
el proceso de producción es proceso de producción de mercancías; en cuanto unidad del proceso
laboral y del proceso de valorización, es proceso de producción capitalista” (pág. 239).

Cap. VI. Capital constante y capital variable: ya explicamos estos conceptos. El valor de la materia
prima y de los medios de trabajo se transfiere al producto final en la medida en que aquellos son
productos de un trabajo previo. Poseen entonces valor y lo transfieren. Pero no generan valor
adicional (plusvalor).3 Por eso Marx a la parte del capital invertida en ellos la denomina “capital
constante” (se mantienen constantes) en oposición a la fuerza de trabajo, que genera nuevo valor
y por eso se llama “capital variable”.

Plusvalor absoluto: el plusvalor absoluto está vinculado a la extensión de la jornada laboral más
allá del trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo. Se llama así porque es una
extensión absoluta del plustrabajo. Si la jornada laboral es de 12 horas, y el valor de la fuerza de
trabajo es de 6, el trabajo excedente o plustrabajo = 6 hs. Si prolongo a 14 hs. la jornada, aumenta
en términos absolutos el plustrabajo y el plusvalor en esas 2 hs. Este concepto, de todos modos, lo
vamos a terminar de entender bien después, cuando veamos la diferencia entre plusvalor absoluto
y relativo. El plusvalor absoluto no presupone cambios en los modos de organizar el proceso de
trabajo (por ejemplo introducción de nuevas tecnologías), sino que puede apoyarse sobre
modalidades dadas de producción, incrementando la jornada laboral. Como ya señalamos, en un

3
Esto no quiere decir que no puedan ser producto de un proceso capitalista anterior, y que por lo tanto
contengan plusvalor. Pero estamos operando aquí en un examen estático. Desde el punto de vista de un
capitalista x, él compra las mercancías a su valor. Para el proceso presente de producción, es indiferente que
el capitalista anterior se haya embolsado, a su vez, una cuota de plusvalía. Lo mismo se aplica al consumidor
final que, en principio, compra las mercancías a su valor.

16
principio (mucho antes de la revolución industrial, en la etapa final de la Edad Media) el capital se
apodera de modos preexistentes de organización (gremios de oficios, artesanado, etc.) sin
transformarlos en términos técnico-organizacionales. Bajo este supuesto, el único modo de
aumentar la explotación del trabajo es alargando la jornada laboral (y por lo tanto el único
plusvalor posible es el absoluto).

La duración de la jornada laboral, de la cual depende el plusvalor absoluto, es un hecho histórico


y político, producto entre otras cosas de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo. En el
cap. VIII Marx analiza el caso inglés de un modo pormenorizado (es uno de los capítulos
“históricos” de El capital, que ciertamente vale la pena leer aunque no lo incluimos en la selección,
porque nuestra idea es hacer un análisis más “categorial” que “histórico”), donde hasta bien
entrado el siglo XIX hay una tendencia a intentar prolongar la jornada laboral, incluyendo el
trabajo de menores de edad. Para tener una idea, incluso una ley “progresista” de 1844 reducía la
jornada a 15 hs. semanales y a 12 hs. para los menores. La lucha por el acortamiento de la jornada
laboral (muy fuerte en la segunda mitad del siglo XIX) es la lucha por la reducción del plustrabajo,
que obviamente los capitalistas cuestionan por entender que traba la libertad del mercado de
trabajo. La conquista de las 8 hs. de trabajo diario actuales se dio bien entrado el siglo XX. No está
de más preguntarse por qué actualmente el debate sobre el acortamiento de la jornada laboral
está casi ausente de la agenda pública a nivel internacional.

Próxima clase: seguiremos con El capital, ya adentrándonos en los capítulos finales de la selección,
que versan sobre la otra modalidad del plusvalor: el relativo.

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