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Interpretación de La Ley y Contratos (Osterling) PDF
Interpretación de La Ley y Contratos (Osterling) PDF
Es cierto que el Derecho se nutre y evoluciona a partir de los actos de los seres
humanos y eventos que se presentan en la vida cotidiana. Sin embargo, no toma en
cuenta esos actos y eventos tal como se presentan, sino que los traduce, esto es los
procesa y transforma al lenguaje jurídico.
Este proceso de transformación puede ser ejecutado por cualquier analista del
Derecho, llámese magistrado, abogado, tratadista o estudiante del Derecho, porque
al hacerlo discrimina entre los hechos que, a su criterio, son jurídicamente
relevantes y aquellos que no lo son. Identificados los hechos relevantes, el analista
les asigna valoraciones en función a las normas e instituciones jurídicas en juego.
Es en este momento que el analista se convierte en intérprete, pues explica
acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos. Lo
que hace el intérprete en este proceso es construir sucesos jurídicos a partir de
sucesos fácticos. Y es esto lo que determina, a su turno, la construcción de una
realidad jurídica. Ello explica que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
asigne al vocablo “interpretar”, como una de sus acepciones, la de “concebir,
ordenar o expresar de un modo personal la realidad”.
En esta línea de pensamiento, filósofos como Nietzsche han afirmado que “no hay
hechos sino solo interpretaciones”, y pensadores y escritores como Lawrence Durrell
se han preguntado “¿Qué es un acto humano sino una ilusión cuando dos
interpretaciones distintas son igualmente válidas?”.
A partir de esta óptica podemos afirmar que la única realidad válida para los
hombres de leyes, desde su posición de analistas del Derecho, es la realidad
jurídica, y que ésta solo puede obtenerse luego de confrontar los hechos, o sea la
realidad fáctica, con las normas jurídicas o previsiones contractuales que les
resulten aplicables. Esto significa que para el Derecho la realidad fáctica no es
suficiente, sino que es preciso conocerla, entenderla y asimilarla a través del tamiz
de la legalidad. Y la legalidad determina que la interpretación de las leyes y de los
contratos juegue un papel preponderante.
Por ello en la parte introductoria de la obra se señala que “este Tratado ha sido
concebido con el propósito de contribuir con el arte de interpretar los contratos que
realizan diariamente los contratantes, los abogados, los notarios, los registradores,
los magistrados, los árbitros y en general todos los profesionales del Derecho”.
Para presentar esta obra tuve la oportunidad de revisar algunas fuentes que me
ayudaran a retratar la relevancia de la interpretación jurídica en los conflictos. En
“Thinking like a lawyer”1 (Pensando como un abogado), un libro de Kenneth
Vandevelde, un estudioso de la enseñanza del Derecho afincado en prestigiosas
cátedras de universidades norteamericanas, se sostiene que toda controversia legal
implica un conflicto entre dos criterios políticos opuestos, lo cual pone de manifiesto
que el reconocimiento de uno de estos criterios implica el desconocimiento del otro.
1
VANDEVELDE, J. Kenneth; Thinking like a Lawyer, An introduction to Legal Reasoning; Serie New
Perspectives of Law, culture and society; Westview Press; 1966.
2
Esto significa, como frecuentemente sucede con los problemas jurídicos, que su
solución sea una “sumatoria cero”, es decir que al final alguien gane a costa de la
derrota que sufre el oponente.
En este orden de ideas, Vandevelde expresa que dichos conflictos –por ejemplo,
seguridad personal frente a libertad de tránsito, o libertad de empresa frente a
políticas de desarrollo económico- están en la conformación del sistema jurídico, y
que eso significa que, por definición, todo sistema legal encierra una contradicción
consistente en la convivencia de principios opuestos, aunque igualmente valiosos. Y
dicha oposición es permanente, es decir que nunca se resuelve.
3
estableció que la venta de bien ajeno podía presentar escenarios distintos al previsto
por el legislador francés, y que, en dichos escenarios, la seguridad jurídica tutelada
por la norma debía ceder paso al fomento del tráfico comercial.
Es evidente, por cierto, que existen conflictos cuya solución es más sencilla que
otros. Así, por ejemplo, podrían presentarse problemas que se solucionan con la
sola aplicación de la ley o a partir de una simple lectura de las cláusulas del contrato.
Sin embargo, es poco frecuente que los conflictos sobre interpretación de normas se
presenten químicamente puros, ya que la complejidad de las relaciones humanas
determina que para la solución de un conflicto interpretativo se requiera del análisis
profundo de las normas y los principios que las inspiran, así como del sentido en que
los tribunales han resuelto controversias similares, pues ello genera cierta
predictibilidad sobre cuál sería la resolución de un juez en caso de que el conflicto se
judicializara.
(i) el principio de búsqueda de la voluntad de las partes, según el cual, “la voluntad
debe orientarse, en primer lugar, a indagar y encontrar la verdadera voluntad de
4
los contratantes… la voluntad real es la voluntad común de ambas partes y no
la voluntad individual de cada una de ellas2”;
(ii) el principio de buena fe, que impone… “la aplicación de las ideas de confianza
y de autorresponsabilidad en la interpretación. Si una de las partes con su
expresión o su declaración suscitó en la otra una confianza en el sentido
objetivamente atribuible a dicha declaración, esta parte no puede impugnar este
sentido y pretender que el contrato tiene otro diverso3”.
2
DIEZ PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial; Segunda Edición; Editorial Tecnos,
1983; Volumen Primero; p. 262.
3
Ibidem; p.264.
4
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El Contrato en General, Biblioteca para leer el Código Civil,
Volumen XI, Primera Parte-Tomo II, Págs. 85 y 86, Fondo Editorial 1991.
5
Ibidem; p.264.
5
elaboración de la cláusula haya sido obra de una sola parte (v. gr. oferta
aceptada, redacción del documento, inserción de la cláusula, etc.6).
(iii) el principio de conservación del contrato, según el cual “la interpretación debe
dirigirse a que el contrato o cláusula discutida sea eficaz. Entre una
significación que conduce a privar al contrato… de efectos y otra que le permite
producirlos, debe optarse por esta última8”.
6
Ibidem; p.264.
7
DIEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos de derecho civil patrimonial, Tomo I. Madrid: Tecnos, 1979. Pág. 252.
En sentido idéntico se pronuncia: REZZÓNICO, Juan Carlos. Contratos con Cláusulas Predispuestas.
Buenos Aires: Astrea, 1987. Pág. 605. Este criterio puede ser complementado con el enfoque ético que la
mejor doctrina brinda al tema. Según este punto de vista, “no se trata simplemente de sancionar al
predisponente, sino de beneficiar, a su vez, al deudor” (principio favor debitoris).
8
Ibidem; p.262.
6
De otro lado, los métodos de interpretación, también a mi juicio esenciales, que
interesan, son:
(i) la interpretación gramatical, que señala que “se está al sentido literal cuando los
términos sean claros y no dejen duda sobre la intención (de las partes)9”.
9
Ibidem; p.264.
10
ENNECCERUS, Ludwig. Tratado de Derecho Civil. Tomo I. Volumen 2. Barcelona: Bosch, Casa
Editorial, 1950. Pág. 495.
7
poniéndose en contradicción con su conducta anterior, constituye un proceder
injusto y falto de lealtad”11.
Díez-Picazo12 señala que “la regla según la cual nadie puede ir contra sus
propios actos tiene valor normativo”, agregando que “el hecho de que una
persona trate, en un determinada situación jurídica, de obtener la victoria en un
litigio, poniéndose en contradicción con su conducta anterior, constituye un
proceder injusto y falto de lealtad, y que, en un caso semejante, la pretensión
así defendida no debe prosperar, ni ser acogida, sino que la falta de lealtad con
que ha sido formulada debe ser sancionada con la desestimación”13.
En opinión del autor citado, la doctrina de los actos propios “es fácilmente
viable como derivación necesaria de un principio general universalmente
reconocido: el principio que impone un deber de proceder lealmente en las
relaciones de derecho (buena fe)”14. En el caso peruano, este principio ha sido
recogido por el artículo 1362° del Código Civil, el cual establece que “los
contratos deben negociarse, celebrarse y ejecutarse de acuerdo a las reglas de
la buena fe y la común intención de las partes”.
Todos estos principios han sido desarrollados de manera prolija en el Tratado que se
presenta, teniendo en cuenta el sentido en que vienen siendo aplicados en
diferentes países de América Latina.
11
DIEZ-PICAZO, Luis. La Doctrina de los Propios Actos. Un estudio crítico sobre la jurisprudencia del
Tribunal Supremo. Barcelona: Bosch, Casa Editorial-Urgel, 1963. Pág. 143.
12
DIEZ-PICAZO, Luis. La Doctrina de los Propios Actos. Un estudio crítico sobre la jurisprudencia del
Tribunal Supremo ... Pág. 128. En idéntico sentido se pronuncia PUIG BRUTAU, José. La Doctrina de
los Actos Propios. Barcelona: Editorial Arial, 1951. Págs. 140 y sgs.
13
DIEZ-PICAZO, Luis. La Doctrina de los Propios Actos ... Pág. 133.
14
Ibidem.
8
no es ni blanca ni negra. La verdad, por lo menos mi verdad, suele hallarse en las
numerosas escalas del gris que fluctúan entre el blanco y el negro.
Y luego, deseo transmitirle mis más cálidas y afectuosas felicitaciones a Carlos Soto
Coaguila, por el excelente trabajo que ha realizado. Carlos Soto es un estudioso del
Derecho por antonomasia y la convocatoria que ha efectuado, para reunir en su
excelente Tratado a notables juristas de Latinoamérica, no puedo sino calificarla de
óptima. Mi reconocimiento pues al joven jurista y maestro por sus constantes
esfuerzos para divulgar las ciencias jurídicas en nuestra patria, reconocimiento que
hago extensivo a Editora Jurídica Grijley E. I. R.L. por la magnífica edición de esta
obra.