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pero importante presuposición del derecho afecta a

todo el sistema jurídico. Aun4ut' todos idet'mos motivos para infringir la ley,
podemos decidir no actuar en función de tales ideas porque tenemos libre albedrío.
Si un abogado de la defensa nos aporta pruebas de que un acusado
tuvo un «defecto de razonamiento» que le incapacitó para evitar el crimen,
entonces el acusado--en este caso, Harry- puede st'r ex culpable. La deft'nsa
1 8. ,T. R. Wa!Jhauer v J'vf. S. Gazzani¡¿a, "The Diver¡¿ence of Neuroscience anJ Law»,
/ur/!netrzcs, n" 4. 200 1 , pá¡¿. 357 (número e'pecial . simposio) .
LA

pero importante presuposición del derecho afecta a


todo el sistema jurídico. Aun4ut' todos idet'mos motivos para infringir la ley,
podemos decidir no actuar en función de tales ideas porque tenemos libre albedrío.
Si un abogado de la defensa nos aporta pruebas de que un acusado
tuvo un «defecto de razonamiento» que le incapacitó para evitar el crimen,
entonces el acusado--en este caso, Harry- puede st'r ex culpable. La deft'nsa
1 8. ,T. R. Wa!Jhauer v J'vf. S. Gazzani¡¿a, "The Diver¡¿ence of Neuroscience anJ Law»,
/ur/!netrzcs, n" 4. 200 1 , pá¡¿. 357 (número e'pecial . simposio) .
LA

pero importante presuposición del derecho afecta a


todo el sistema jurídico. Aun4ut' todos idet'mos motivos para infringir la ley,
podemos decidir no actuar en función de tales ideas porque tenemos libre albedrío.
Si un abogado de la defensa nos aporta pruebas de que un acusado
tuvo un «defecto de razonamiento» que le incapacitó para evitar el crimen,
entonces el acusado--en este caso, Harry- puede st'r ex culpable. La deft'nsa
1 8. ,T. R. Wa!Jhauer v J'vf. S. Gazzani¡¿a, "The Diver¡¿ence of Neuroscience anJ Law»,
/ur/!netrzcs, n" 4. 200 1 , pá¡¿. 357 (número e'pecial . simposio) .
LA
pero importante presuposición del derecho afecta a
todo el sistema jurídico. Aun4ut' todos idet'mos motivos para infringir la ley,
podemos decidir no actuar en función de tales ideas porque tenemos libre albedrío.
Si un abogado de la defensa nos aporta pruebas de que un acusado
tuvo un «defecto de razonamiento» que le incapacitó para evitar el crimen,
entonces el acusado--en este caso, Harry- puede st'r ex culpable. La deft'nsa
1 8. ,T. R. Wa!Jhauer v J'vf. S. Gazzani¡¿a, "The Diver¡¿ence of Neuroscience anJ Law»,
/ur/!netrzcs, n" 4. 200 1 , pá¡¿. 357 (número e'pecial . simposio) .
LA

pensar con claridad y evitar su conducta.


La concepción de la conducta humana que aporta la neurociencia no encaja
con esta idea. En muchos sentidos se trata de una visión más estricta, y
en otros, más flexible. En todo caso es esencialmente distinta. Dejando al
margen las salvedades antes mencionadas, la neurociencia se dedica a determinar
las acciones mecanicistas del sistema nervioso. El cerebro es un sistema
evolucionado, un mecanismo de toma de decisiones que interactúa con
su entorno de un modo que le permite aprender normas que regulen su respuesta.
Es un sistema basado en reglas que funciona, por suerte, de modo automático.
Y como cada vez se oyen más gritos de protesta contra este tipo de
formulación, citaré el siguiente pasaje de una obra anterior:
«Pero -dirán algunos- ¿no dice usted que las personas son en esencia
robots , que el cerebro es un reloj , y que no se p uede responsabilizar a nadie
de una conducta criminal, del mismo modo que no se p uede culpar a un
reloj de que no funcione?» En una palabra: no. La comparación es inadecuada;
no se ha planteado la cuestión (en realidad, la mera idea) de la responsabilidad.
Los n eurocientíficos no pueden hablar sobre la culpabilidad del cerebro,
como tampoco puede culpar e

pensar con claridad y evitar su conducta.


La concepción de la conducta humana que aporta la neurociencia no encaja
con esta idea. En muchos sentidos se trata de una visión más estricta, y
en otros, más flexible. En todo caso es esencialmente distinta. Dejando al
margen las salvedades antes mencionadas, la neurociencia se dedica a determinar
las acciones mecanicistas del sistema nervioso. El cerebro es un sistema
evolucionado, un mecanismo de toma de decisiones que interactúa con
su entorno de un modo que le permite aprender normas que regulen su respuesta.
Es un sistema basado en reglas que funciona, por suerte, de modo automático.
Y como cada vez se oyen más gritos de protesta contra este tipo de
formulación, citaré el siguiente pasaje de una obra anterior:
«Pero -dirán algunos- ¿no dice usted que las personas son en esencia
robots , que el cerebro es un reloj , y que no se p uede responsabilizar a nadie
de una conducta criminal, del mismo modo que no se p uede culpar a un
reloj de que no funcione?» En una palabra: no. La comparación es inadecuada;
no se ha planteado la cuestión (en realidad, la mera idea) de la responsabilidad.
Los n eurocientíficos no pueden hablar sobre la culpabilidad del cerebro,
como tampoco puede culpar e
pensar con claridad y evitar su conducta.
La concepción de la conducta humana que aporta la neurociencia no encaja
con esta idea. En muchos sentidos se trata de una visión más estricta, y
en otros, más flexible. En todo caso es esencialmente distinta. Dejando al
margen las salvedades antes mencionadas, la neurociencia se dedica a determinar
las acciones mecanicistas del sistema nervioso. El cerebro es un sistema
evolucionado, un mecanismo de toma de decisiones que interactúa con
su entorno de un modo que le permite aprender normas que regulen su respuesta.
Es un sistema basado en reglas que funciona, por suerte, de modo automático.
Y como cada vez se oyen más gritos de protesta contra este tipo de
formulación, citaré el siguiente pasaje de una obra anterior:
«Pero -dirán algunos- ¿no dice usted que las personas son en esencia
robots , que el cerebro es un reloj , y que no se p uede responsabilizar a nadie
de una conducta criminal, del mismo modo que no se p uede culpar a un
reloj de que no funcione?» En una palabra: no. La comparación es inadecuada;
no se ha planteado la cuestión (en realidad, la mera idea) de la responsabilidad.
Los n eurocientíficos no pueden hablar sobre la culpabilidad del cerebro,
como tampoco puede culpar e

pensar con claridad y evitar su conducta.


La concepción de la conducta humana que aporta la neurociencia no encaja
con esta idea. En muchos sentidos se trata de una visión más estricta, y
en otros, más flexible. En todo caso es esencialmente distinta. Dejando al
margen las salvedades antes mencionadas, la neurociencia se dedica a determinar
las acciones mecanicistas del sistema nervioso. El cerebro es un sistema
evolucionado, un mecanismo de toma de decisiones que interactúa con
su entorno de un modo que le permite aprender normas que regulen su respuesta.
Es un sistema basado en reglas que funciona, por suerte, de modo automático.
Y como cada vez se oyen más gritos de protesta contra este tipo de
formulación, citaré el siguiente pasaje de una obra anterior:
«Pero -dirán algunos- ¿no dice usted que las personas son en esencia
robots , que el cerebro es un reloj , y que no se p uede responsabilizar a nadie
de una conducta criminal, del mismo modo que no se p uede culpar a un
reloj de que no funcione?» En una palabra: no. La comparación es inadecuada;
no se ha planteado la cuestión (en realidad, la mera idea) de la responsabilidad.
Los n eurocientíficos no pueden hablar sobre la culpabilidad del cerebro,
como tampoco puede culpar e

debe exonerar a alguien de una responsabilidad porque no


tiene control suficiente de sus actos. La cuestión de la responsabilidad (como
la de quién puede conducir un autobús escolar) es una decisión social. En términos
neurocientíficos. nadie es más o menos responsable que otra persona
de determinadas acciones. Formamos parte de un sistema determinista que
algún día lograremos comprender plenamente en teoría. Pero la idea de la responsabilidad,
constructo social que existe en las reglas de una sociedad, no
existe en las estructuras neuronales <lcl cerebro.

debe exonerar a alguien de una responsabilidad porque no


tiene control suficiente de sus actos. La cuestión de la responsabilidad (como
la de quién puede conducir un autobús escolar) es una decisión social. En términos
neurocientíficos. nadie es más o menos responsable que otra persona
de determinadas acciones. Formamos parte de un sistema determinista que
algún día lograremos comprender plenamente en teoría. Pero la idea de la responsabilidad,
constructo social que existe en las reglas de una sociedad, no
existe en las estructuras neuronales <lcl cerebro.

debe exonerar a alguien de una responsabilidad porque no


tiene control suficiente de sus actos. La cuestión de la responsabilidad (como
la de quién puede conducir un autobús escolar) es una decisión social. En términos
neurocientíficos. nadie es más o menos responsable que otra persona
de determinadas acciones. Formamos parte de un sistema determinista que
algún día lograremos comprender plenamente en teoría. Pero la idea de la responsabilidad,
constructo social que existe en las reglas de una sociedad, no
existe en las estructuras neuronales <lcl cerebro.
debe exonerar a alguien de una responsabilidad porque no
tiene control suficiente de sus actos. La cuestión de la responsabilidad (como
la de quién puede conducir un autobús escolar) es una decisión social. En términos
neurocientíficos. nadie es más o menos responsable que otra persona
de determinadas acciones. Formamos parte de un sistema determinista que
algún día lograremos comprender plenamente en teoría. Pero la idea de la responsabilidad,
constructo social que existe en las reglas de una sociedad, no
existe en las estructuras neuronales <lcl cerebro.

animales sociales no intentemos imaginar las intenciones


de los demás. La indagación acerca de los pensamientos y sentimientos
del otro ha sido materia de amplias investigaciones durante años.
Más recientemente se ha arrojado nueva luz sobre este ámbito: hav tramposos.
¿Quiénes son ? Algunas personas están contra las cuerdas. ¿Cómo
debo responder? ¿Debo ser empático u hostil? Estas cuestiones han recibido
n ueva atención gracias a la obra imaginativa e influyente del neurofisiólogo
italiano Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma. En sus investigaciones
con monos, Rizzolatti y sus colegas descubrieron lo que hoy se
conoce con el término popular de «neuronas espejo». Son neuronas que responden
a un tipo de gesto peculiar. independientemente de quién haga dicho
gesto: el mono del que se registra la actividad cerebral. o bien otro mono.
Si el mono investigado intenta coger una uva, se observa una descarga en
determinadas zonas de los lóbulos prefrontales del animal. Si otro mono, o
incluso un humano. coge la uva, las neuronas del mono que observa la acción
también descargan. En suma, las neuronas reflejan tanto las actividades del
yo como las del otro dirigidas al mismo objetivo. Lo más curioso de este fenómeno
es que también en los p rimates subhumanos existe un mecanismo
que consiste en reflejar, apreciar o sentir los objetivos que persiguen los demás
, incluidos los miembros de otras especies. 1
1 . G . Rizzolatti, L. fogassi y V Gallese, «Neurophvsiological Mechanisms

animales sociales no intentemos imaginar las intenciones


de los demás. La indagación acerca de los pensamientos y sentimientos
del otro ha sido materia de amplias investigaciones durante años.
Más recientemente se ha arrojado nueva luz sobre este ámbito: hav tramposos.
¿Quiénes son ? Algunas personas están contra las cuerdas. ¿Cómo
debo responder? ¿Debo ser empático u hostil? Estas cuestiones han recibido
n ueva atención gracias a la obra imaginativa e influyente del neurofisiólogo
italiano Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma. En sus investigaciones
con monos, Rizzolatti y sus colegas descubrieron lo que hoy se
conoce con el término popular de «neuronas espejo». Son neuronas que responden
a un tipo de gesto peculiar. independientemente de quién haga dicho
gesto: el mono del que se registra la actividad cerebral. o bien otro mono.
Si el mono investigado intenta coger una uva, se observa una descarga en
determinadas zonas de los lóbulos prefrontales del animal. Si otro mono, o
incluso un humano. coge la uva, las neuronas del mono que observa la acción
también descargan. En suma, las neuronas reflejan tanto las actividades del
yo como las del otro dirigidas al mismo objetivo. Lo más curioso de este fenómeno
es que también en los p rimates subhumanos existe un mecanismo
que consiste en reflejar, apreciar o sentir los objetivos que persiguen los demás
, incluidos los miembros de otras especies. 1
1 . G . Rizzolatti, L. fogassi y V Gallese, «Neurophvsiological Mechanisms

animales sociales no intentemos imaginar las intenciones


de los demás. La indagación acerca de los pensamientos y sentimientos
del otro ha sido materia de amplias investigaciones durante años.
Más recientemente se ha arrojado nueva luz sobre este ámbito: hav tramposos.
¿Quiénes son ? Algunas personas están contra las cuerdas. ¿Cómo
debo responder? ¿Debo ser empático u hostil? Estas cuestiones han recibido
n ueva atención gracias a la obra imaginativa e influyente del neurofisiólogo
italiano Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma. En sus investigaciones
con monos, Rizzolatti y sus colegas descubrieron lo que hoy se
conoce con el término popular de «neuronas espejo». Son neuronas que responden
a un tipo de gesto peculiar. independientemente de quién haga dicho
gesto: el mono del que se registra la actividad cerebral. o bien otro mono.
Si el mono investigado intenta coger una uva, se observa una descarga en
determinadas zonas de los lóbulos prefrontales del animal. Si otro mono, o
incluso un humano. coge la uva, las neuronas del mono que observa la acción
también descargan. En suma, las neuronas reflejan tanto las actividades del
yo como las del otro dirigidas al mismo objetivo. Lo más curioso de este fenómeno
es que también en los p rimates subhumanos existe un mecanismo
que consiste en reflejar, apreciar o sentir los objetivos que persiguen los demás
, incluidos los miembros de otras especies. 1
1 . G . Rizzolatti, L. fogassi y V Gallese, «Neurophvsiological Mechanisms

animales sociales no intentemos imaginar las intenciones


de los demás. La indagación acerca de los pensamientos y sentimientos
del otro ha sido materia de amplias investigaciones durante años.
Más recientemente se ha arrojado nueva luz sobre este ámbito: hav tramposos.
¿Quiénes son ? Algunas personas están contra las cuerdas. ¿Cómo
debo responder? ¿Debo ser empático u hostil? Estas cuestiones han recibido
n ueva atención gracias a la obra imaginativa e influyente del neurofisiólogo
italiano Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma. En sus investigaciones
con monos, Rizzolatti y sus colegas descubrieron lo que hoy se
conoce con el término popular de «neuronas espejo». Son neuronas que responden
a un tipo de gesto peculiar. independientemente de quién haga dicho
gesto: el mono del que se registra la actividad cerebral. o bien otro mono.
Si el mono investigado intenta coger una uva, se observa una descarga en
determinadas zonas de los lóbulos prefrontales del animal. Si otro mono, o
incluso un humano. coge la uva, las neuronas del mono que observa la acción
también descargan. En suma, las neuronas reflejan tanto las actividades del
yo como las del otro dirigidas al mismo objetivo. Lo más curioso de este fenómeno
es que también en los p rimates subhumanos existe un mecanismo
que consiste en reflejar, apreciar o sentir los objetivos que persiguen los demás
, incluidos los miembros de otras especies. 1
1 . G . Rizzolatti, L. fogassi y V Gallese, «Neurophvsiological Mechanisms

animales sociales no intentemos imaginar las intenciones


de los demás. La indagación acerca de los pensamientos y sentimientos
del otro ha sido materia de amplias investigaciones durante años.
Más recientemente se ha arrojado nueva luz sobre este ámbito: hav tramposos.
¿Quiénes son ? Algunas personas están contra las cuerdas. ¿Cómo
debo responder? ¿Debo ser empático u hostil? Estas cuestiones han recibido
n ueva atención gracias a la obra imaginativa e influyente del neurofisiólogo
italiano Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma. En sus investigaciones
con monos, Rizzolatti y sus colegas descubrieron lo que hoy se
conoce con el término popular de «neuronas espejo». Son neuronas que responden
a un tipo de gesto peculiar. independientemente de quién haga dicho
gesto: el mono del que se registra la actividad cerebral. o bien otro mono.
Si el mono investigado intenta coger una uva, se observa una descarga en
determinadas zonas de los lóbulos prefrontales del animal. Si otro mono, o
incluso un humano. coge la uva, las neuronas del mono que observa la acción
también descargan. En suma, las neuronas reflejan tanto las actividades del
yo como las del otro dirigidas al mismo objetivo. Lo más curioso de este fenómeno
es que también en los p rimates subhumanos existe un mecanismo
que consiste en reflejar, apreciar o sentir los objetivos que persiguen los demás
, incluidos los miembros de otras especies. 1
1 . G . Rizzolatti, L. fogassi y V Gallese, «Neurophvsiological Mechanisms

mímica y la imitación en el intento de comprender


los sentimientos de los demás. Realmente simulamos sus estados mentales
al activar nuestros propios sistemas cerebrales emocionales del mismo
modo en que suponemos que están activados los suyos. A través de estos
sentimientos que experimentamos, comprendemos los sentimientos de los
demás; les leemos la mente y el lenguaje corporal. De hecho, para que funcione
nuestro sistema social debemos leer la mente de los demás.
«Leemos la mente» por medio de los instrumentos que nos ha dado la evolución.
Tenemos una sofisticada capacidad de leer las expresiones faciales
de otra persona e inferir su estado mental. Podemos estimular mentalmente
el estado emocional de esa persona y así tener la sensación de que sabemos
cómo se siente. El cerebro tiene muchos mecanismos para ello. Ahora, además
de los métodos naturales de lectura de la mente, podemos «leer» la mente
de los demás con nuevas tecnologías como la resonancia magnética funcional
(fMRI), el registro de la actividad eléctrica del cerebro, los sensores de calor
y otros métodos de alta tecnología. Hemos pasado del

mímica y la imitación en el intento de comprender


los sentimientos de los demás. Realmente simulamos sus estados mentales
al activar nuestros propios sistemas cerebrales emocionales del mismo
modo en que suponemos que están activados los suyos. A través de estos
sentimientos que experimentamos, comprendemos los sentimientos de los
demás; les leemos la mente y el lenguaje corporal. De hecho, para que funcione
nuestro sistema social debemos leer la mente de los demás.
«Leemos la mente» por medio de los instrumentos que nos ha dado la evolución.
Tenemos una sofisticada capacidad de leer las expresiones faciales
de otra persona e inferir su estado mental. Podemos estimular mentalmente
el estado emocional de esa persona y así tener la sensación de que sabemos
cómo se siente. El cerebro tiene muchos mecanismos para ello. Ahora, además
de los métodos naturales de lectura de la mente, podemos «leer» la mente
de los demás con nuevas tecnologías como la resonancia magnética funcional
(fMRI), el registro de la actividad eléctrica del cerebro, los sensores de calor
y otros métodos de alta tecnología. Hemos pasado del

mímica y la imitación en el intento de comprender


los sentimientos de los demás. Realmente simulamos sus estados mentales
al activar nuestros propios sistemas cerebrales emocionales del mismo
modo en que suponemos que están activados los suyos. A través de estos
sentimientos que experimentamos, comprendemos los sentimientos de los
demás; les leemos la mente y el lenguaje corporal. De hecho, para que funcione
nuestro sistema social debemos leer la mente de los demás.
«Leemos la mente» por medio de los instrumentos que nos ha dado la evolución.
Tenemos una sofisticada capacidad de leer las expresiones faciales
de otra persona e inferir su estado mental. Podemos estimular mentalmente
el estado emocional de esa persona y así tener la sensación de que sabemos
cómo se siente. El cerebro tiene muchos mecanismos para ello. Ahora, además
de los métodos naturales de lectura de la mente, podemos «leer» la mente
de los demás con nuevas tecnologías como la resonancia magnética funcional
(fMRI), el registro de la actividad eléctrica del cerebro, los sensores de calor
y otros métodos de alta tecnología. Hemos pasado del

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