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Cualquiera de esos tres enunciados se sigue de los otros dos (en el sentido más fuerte
posible: se deduce válidamente -concepto que enseguida explicaremos- de los otros
dos). Por otra parte, premisas y conclusión pueden aparecer -y de hecho aparecen- en
cualquier orden en los razonamientos formulados en lenguaje común; no es en modo
alguno obligatorio que la conclusión vaya al final. De modo que, como ya se dijo, no
podemos identificar un razonamiento sin saber, o al menos conjeturar, qué quiso decir
el hablante. Si queremos aplicar la lógica a los lenguajes comunes -y hay razones para
querer hacerlo-, tenemos que ser capaces de identificar argumentos formulados en
uno de esos lenguajes, y en muchos casos no podremos hacerlo sin tener en cuenta la
intención del hablante.
2. Reconocimiento de razonamientos
4. Deducción e inducción
5. El problema de la inducción
De acuerdo con todo lo dicho, los razonamientos inductivos nunca son válidos,
es decir, nunca conservan la verdad; siempre pueden llevarnos, aunque estén bien
hechos, de premisas verdaderas a conclusiones falsas. Por otra parte, no podemos
prescindir de ellos; estamos obligados a razonar también inductivamente, y no sólo
deductivamente. La conjunción de estas dos cosas -los razonamientos inductivos son
inválidos y estamos obligados a razonar inductivamente- da lugar a lo que se ha
llamado "el problema de la inducción".
De todas las nociones mencionadas hasta ahora, la única que puede definirse
en términos exclusivamente lógicos -o sea, sin hacer intervenir ese factor psicológico
que es la intención del hablante- es, por suerte, la que más nos interesa: la noción de
razonamiento válido. La definición de razonamiento válido que Copi da en el capítulo 1
de su Introducción a la lógica dice más o menos lo siguiente: un razonamiento es
válido si, en caso de que sus premisas sean todas verdaderas, es necesario que la
conclusión también sea verdadera. Otra definición equivalente a ésa dice que un
razonamiento es válido si no puede tener premisas verdaderas (todas, se
sobreentiende) y conclusión falsa.
Estas definiciones mencionan la característica que más nos interesa de los
razonamientos válidos, a saber, que en ningún caso nos llevan de premisas verdaderas
a conclusiones falsas. A veces esto se expresa diciendo que los razonamientos válidos
conservan (necesariamente) la verdad.
Las definiciones que hemos dado de "razonamiento", "razonamiento
deductivo" y "razonamiento válido" tropiezan con un inconveniente bastante grave, a
saber, permiten la existencia de razonamientos que conserven la verdad, o sea,
razonamientos cuyas premisas dan a su conclusión un apoyo concluyente, y que no
son deductivos debido a que, por error, el razonador los considera plausibles pero no
válidos. ¿Cómo se puede arreglar esto? Tal vez se pueda decir que un razonamiento es
inductivo si el hablante pretende tal y cual cosa, salvo que se trate de un razonamiento
válido, en cuyo caso es deductivo.
Estamos interesados en los razonamientos que conservan la verdad porque
estamos interesados en el razonamiento como fuente indirecta de conocimiento, y en
principio no hay conocimiento falso.
Para que un razonamiento sirva en efecto como fuente de conocimiento, debe
tener dos virtudes: ser válido y tener premisas verdaderas. Cuando un razonamiento
las tiene, se dice que es un razonamiento "sólido". Esas dos virtudes son
independientes una de otra: un razonamiento válido puede constar exclusivamente de
enunciados falsos, como ocurre con el siguiente: "Todos los catamarqueños son
franceses; por lo tanto, algunos franceses son catamarqueños"; y uno inválido puede
constar exclusivamente de enunciados verdaderos, como ocurre con éste: "Si yo fuera
Presidente, sería famoso. Yo no soy Presidente. Por lo tanto, yo no soy famoso".
¿Por qué digo que es inválido este último razonamiento, si no me ha llevado de
premisas verdaderas a conclusión falsa? Porque podría haberlo hecho: es obvio que
cualquiera -hasta yo- podría ser famoso por otro motivo. Si hablamos de situaciones
posibles (los filósofos hacen algo peor: hablan de mundos posibles), podemos decirlo
en indicativo: hay situaciones (mundos) posibles respecto de las cuales ese
razonamiento tiene premisas verdaderas y conclusión falsa. ¿Y cómo se averigua si las
hay? Tratando de imaginarlas; si logro imaginar una situación respecto de la cual un
razonamiento dado tiene premisas verdaderas y conclusión falsa, el razonamiento es
inválido. Una variante de este "método" consiste en encontrar otro razonamiento
lógicamente análogo al razonamiento dado y que tenga premisas verdaderas y
conclusión falsa. Sin haber estudiado lógica, se advierte intuitivamente que un
razonamiento como "Si Maradona fuera Presidente, sería famoso. Maradona no es
Presidente. Por lo tanto, Maradona no es famoso", además de tener premisas
verdaderas y conclusión falsa, es lo suficientemente parecido al que aparece al final
del párrafo anterior como para probar la invalidez de este último.
Algo que a veces llama la atención es que la deducción (válida) conserva la
verdad pero no la falsedad. Mediante la deducción es posible pasar de premisas falsas
a conclusiones verdaderas. ¿Cómo se explica esto? Las premisas de un razonamiento,
consideradas en su conjunto, se clasifican como falsas si al menos una de ellas es falsa,
y se clasifican como verdaderas sólo si todas ellas lo son. Puede ocurrir, como
consecuencia de esto, que un razonamiento válido tenga como conclusión un
enunciado que se deduzca de la parte verdadera de sus premisas (que consideradas en
su conjunto son falsas). Incluso un solo enunciado falso puede ser verdadero en parte,
puede tener cierto contenido de verdad; es lo que ocurre, por ejemplo, con el
enunciado falso "Todos los domingos llueve en Mar del Plata", del cual se deduce
válidamente el enunciado verdadero "El domingo 30 de enero de 2000 llovió en Mar
del Plata". Esta propiedad de la deducción -la de conservar la verdad pero no la
falsedad- tiene consecuencias importantes para el llamado método hipotético-
deductivo.
8. Validez formal
Para presentar esta segunda definición de validez, hay que introducir en primer
lugar la noción de término lógico. Lamentablemente, no hay ninguna definición de
término lógico aceptada en forma unánime por los especialistas. En lo que sí están de
acuerdo es en cuáles son los términos lógicos. Para un lenguaje "natural" como
nuestro idioma, los términos lógicos son: a) los conectivos, esto es, expresiones como
"y", "o", "no", "si-entonces"; b) los cuantificadores, palabras como "todos" y "algunos",
y c) el verbo "ser" en cualquiera de sus formas personales.
Todos los demás términos se llaman términos no lógicos o también términos
descriptivos. Desde cierto punto de vista, los términos descriptivos se clasifican en
términos de individuo, como "Sócrates" o "El maestro de Platón", y términos de clase,
como "hombre" o "mortal" (carece de importancia para la lógica la distinción
gramatical entre sustantivos y adjetivos). Se dice que los términos de individuo y los
términos de clase son términos de distinta categoría.
Ahora estamos en condiciones de dar una definición -aunque no una definición
explícita, esto es, no una como las que aparecen en los diccionarios comunes- de
"forma lógica": La forma lógica de un enunciado está determinada por (depende
exclusivamente de) los términos lógicos que ese enunciado contiene y la categoría de
sus términos descriptivos. De acuerdo con esto, y estipulando que las letras
mayúsculas indican el lugar donde pueden ir términos de clase, la forma lógica del
enunciado "Todos los hombres son mortales" (y de un número potencialmente infinito
de enunciados; de todos los que se llaman enunciados universales) es "Todos los A son
B". "Todos los A son B" no es un enunciado; no tiene la característica definitoria de los
enunciados, que es la de ser verdaderos o falsos, y no la tiene debido a que "A" y "B"
son letras carentes de significado. Como tampoco puede decirse que sea una fórmula
porque tiene mucho lenguaje natural, diremos que es una "forma de enunciado". Y de
los enunciados de esa forma diremos que son sus "ejemplos de sustitución".
Si lo que hicimos con "Todos los hombres son mortales" lo hacemos también
con los otros dos componentes del silogismo -usando por ejemplo letras minúsculas
para términos de individuo, y respetando la exigencia de que la sustitución sea
uniforme, esto es, reemplazando cada término que aparezca más de una vez por la
misma letra en todas sus apariciones-, lo que nos queda es un conjunto de tres formas
de enunciado. A ese conjunto lo llamaremos una "forma de razonamiento", y sus
ejemplos de sustitución serán por supuesto razonamientos. Esa forma de
razonamiento que hemos obtenido tiene una particularidad: ninguno de sus infinitos
ejemplos de sustitución tiene premisas verdaderas y conclusión falsa. Esto se puede
probar aplicando métodos como los que antes mencionamos. De una forma de
razonamiento que tiene esa característica se dice que es una forma de razonamiento
válida, y de sus ejemplos, que son razonamientos válidos.
Podemos reformular esto como la segunda definición de validez: Un
razonamiento es válido si es un ejemplo de sustitución de una forma de razonamiento
válida; y una forma de razonamiento es válida si no tiene ningún ejemplo de
sustitución con premisas verdaderas y conclusión falsa. Esta definición sí permite
aplicar los métodos de la lógica para la determinación de la validez.
Primero definimos validez como conservación de la verdad; ahora la hemos
definido como la posesión de una forma lógica tal que ningún razonamiento de esa
forma tiene premisas verdaderas y conclusión falsa. Es obvio que las dos definiciones
no dicen lo mismo. Más aún: ni siquiera tienen la misma extensión. Hay razonamientos
que conservan la verdad, no en virtud de su forma, sino en virtud del significado de
ciertos términos descriptivos, como por ejemplo el siguiente: "Juan es soltero; por lo
tanto, Juan no es casado".