Durante la tarde de aquel trágico día, el contingente senderista de
Lima realizó ataques menores contra comisarías y entidades financieras con el objetivo de dispersar a las fuerzas policiales, y conseguir el camino libre para perpetrar el hecho. La idea original era estallar los explosivos en el frontis de dicha entidad bancaria a las 21 horas y 20 minutos, pero un vigilante del establecimiento no les permitió estacionarse en el lugar pactado, realizando disparos con su arma de protección. Decidieron, entonces, dejar el vehículo en la intersección siguiente (que era la calle Tarata) y dejar que el carro avance lentamente hasta el momento de su explosión. Una vez en la calle, el conductor del vehículo disminuyó su velocidad y lo abandonó La onda expansiva alcanzó casi los 400 metros a la redonda, a tal punto que el motor del auto utilizado por los terroristas, fue a caer sobre el techo de un aparcamiento de vehículos ubicado a 320 metros del centro del atentado. El trágico saldo final fue de 25 personas muertas, 250 heridos y pérdidas materiales superiores a los 3 millones de dólares de aquella época.