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Oraciones de para laMisa


alabanza en
¡Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te

Alabanza
adoramos, te glorificamos, te damos gracias!
¡Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso!
3
En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en
abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de
palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de
gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de
edificación... lo primero que hace el justo al hablar es
acusarse a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo
lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la
abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo. S. Bernardo
sermón 15

Estas tres cosa, como dice S. Bernardo, se corresponden a los


tres movimientos que señala S. Ignacio en el principio y
fundamento de sus Ejercicios Espirituales: El hombre es criado
para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y,
mediante esto, salvar su ánima.

Para entender mejor estos tres movimientos nos puede servir


pensar en el ciclo hidrológico en el que tantas veces se
detiene la Escritura. Necesidad, lluvia, vida, evaporación,
lluvia, más vida...

Un primer momento -siguiendo el orden de S. Bernardo- es el


de reconocer la pequeñez, reverenciar, reconocer mi
necesidad de Dios. Éste movimiento se describe en el
principio del salmo 62: “Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti
madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de
ti como tierra reseca, agostada, sin agua...”

A esta tierra reseca envía el Señor desde el cielo su lluvia, su


amor, su gracia su Palabra: Como desciende de los cielos la
lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la
hace germinar y producir, y da semilla al que siempre, y pan al
que come... así será mi palabra... (Is 55) que le permite al
salmista del salmo 62 continuar: Cómo te contemplaba en el
santuario... tu gracia vale más que la vida.

Desde esta experiencia de la necesidad de Dios saciada por


su amor se eleva el movimiento ascendente segundo para S.
Bernardo, el primero de S. Ignacio, la alabanza: Toda mi vida
te bendeciré, alzaré las manos invocándote, me saciaré como
de enjundia y de manteca, mis labios te alabaran con júbilo...

El finalmente llega el servicio como fruto de su Misericordia


sobre mi tierra. Servir a los demás sirviendo a Dios... Como
dice el Salmo 115: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que
me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando tu
nombre, cumpliré al Señor mis votos en presencia del pueblo...
Señor, yo soy tu siervo, el hijo de tu esclava rompiste mis
cadenas... Aquí os dejo los dos salmos

Salmo 62:

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,


mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
 
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
 
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
 
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Salmo 115

Tenía fe, aún cuando dije:


«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos».

¿Cómo pagaré al Señor


todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Mucho le cuesta al Señor


la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,


invocando tu nombre, Señor.

Cumpliré al Señor mis votos


en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

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