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INFECCIONES HOSPITALARIAS POSOPERATORIAS

Los pacientes quirúrgicos son propensos a una amplia variedad de infecciones hospitalarias durante el
periodo posoperatorio, entre ellas SSI, UTI, neumonía y bacteriemias.
Debe considerarse la presencia de una UTI posoperatoria a partir del análisis de orina que muestra
leucocitos o bacterias, pruebas positivas para esterasa leucocitaria o una combinación de estos elementos.
El diagnóstico se establece una vez que se identifican > 104 CFU/ml de microbios mediante técnicas de
cultivo en pacientes sintomáticos o > 105 CFU/ml en quienes no presentan síntomas.
el tratamiento por tres a cinco días con un solo antibiótico dirigido contra los organismos más frecuentes (E.
coli, K. pneumoniae) que alcance concentraciones altas en la orina. El tratamiento inicial se dirige con los
resultados de la tinción de Gram y se refina cuando se obtienen los resultados del cultivo.
<<Deben retirarse los catéteres urinarios permanentes lo antes posible después de la operación, casi
siempre en uno o dos días, siempre que el paciente pueda moverse, a fin de evitar el desarrollo de una
UTI>>
La ventilación mecánica prolongada se relaciona con neumonía intrahospitalaria. Estos pacientes se
encuentran más graves, tienen mayor probabilidad de estar infectados con patógenos resistentes a
fármacos y su mortalidad es mayor que la de pacientes con neumonía extrahospitalaria.
El diagnóstico de neumonía se establece por la presencia de esputo purulento, leucocitosis, fiebre
y alteraciones nuevas en la radiografía torácica, como consolidación.
Debe considerarse la práctica de un lavado broncoalveolar para obtener muestras para tinción de
Gram y cultivo. Algunos autores sugieren los cultivos cuantitativos como medio para identificar un
umbral diagnóstico.
Las infecciones relacionadas con catéteres intravasculares permanentes son hoy en día un problema común
en pacientes hospitalizados.
Está comprobado que el uso de un protocolo para inserción de catéter central que incluya
precauciones de barrera completas y preparación cutánea con clorhexidina reduce la incidencia de
infección.
Muchos pacientes que desarrollan infecciones por catéteres intravasculares no tienen síntomas y con
frecuencia muestran un aumento en el recuento leucocitario en sangre. Los hemocultivos obtenidos
de un sitio periférico y extraídos a través del catéter que revelan la presencia del mismo
microorganismo elevan el índice de sospecha de la presencia de una infección por catéter.

Septicemia:
Los pacientes con septicemia grave deben recibir líquidos para reanimación hasta alcanzar una
meta de presión venosa central de 8 a 12 mmHg, con el objetivo de mantener la presión arterial
media en ≥ 65 mmHg y el gasto urinario en ≥ 0.5 ml/kg por hora. Está demostrado que el retraso de
esta medida de reanimación tan sólo por tres horas hasta la llegada a la ICU agrava el
pronóstico.82 Por lo general, para lograr esta meta es necesario instalar pronto un catéter venoso
central.
Varios estudios demostraron la importancia del tratamiento antibiótico empírico inmediato en
pacientes con septicemia o infección intrahospitalaria. Este tratamiento debe iniciarse lo antes
posible con antibióticos de amplio espectro dirigidos contra los organismos más probables, ya que
la antibioticoterapia inmediata apropiada produce reducciones significativas en la mortalidad.
Muchos estudios valoraron el uso de vasopresores e inotrópicos en el tratamiento del choque
septicémico. En la actualidad, el fármaco de primera línea para el tratamiento de la hipotensión es
la norepinefrina.
Hay varios recursos adjuntos útiles en el tratamiento del paciente con septicemia grave y choque
septicémico. Pueden usarse dosis bajas de corticoesteroides (hidrocortisona, ≤ 300 mg/día) en
pacientes con choque septicémico que no responden a los líquidos y vasopresores.
La transfusión de eritrocitos debe reservarse para pacientes con hemoglobina <7 g/100 ml, aunque
hay que reservar una estrategia de transfusión más liberal para pacientes con cardiopatía coronaria
grave, pérdida sanguínea activa o hipoxemia grave.

Organismos resistentes: Existen dos componentes principales causantes de la resistencia


antibiótica.
El primero es un posible componente genético innato del organismo que impide el efecto de
un fármaco particular. Por ejemplo, si un organismo no tiene un receptor específico del
mecanismo de acción de un antibiótico determinado, éste no será efectivo contra el
microorganismo, (Un buen ejemplo es la penicilina y los organismos gramnegativos, ya que
éstos carecen de proteínas para unión con penicilina).
El segundo componente que induce resistencia es la selección antibiótica. Durante la
exposición por generaciones a un antibiótico particular, la presión de la selección impulsa la
proliferación de más organismos resistentes a ese antibiótico. Este mecanismo es el que
origina la resistencia en el mundo hoy en día, ya que cada año se usan millones de
kilogramos de antibióticos en personas.
Existen varios organismos resistentes a multifarmacos que son de interés para los cirujanos. El
Staphylococcus aureus resistente a la meticilina” o “MRSA” se identifica en infecciones
hospitalarias más a menudo en pacientes con enfermedades crónicas que reciben múltiples cursos
de antibióticos.
Estas cepas, que producen una toxina llamada leucocidina de Panton-Valentin, causan un
porcentaje cada vez más alto de las infecciones del sitio quirúrgico, ya que son resistentes a los
antibióticos profilácticos usados a menudo.
Patógenos sanguíneos:
Aunque resulta alarmante, el riesgo de transmisión del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) de
un paciente al cirujano es bajo. El riesgo de transmisión calculado por un pinchazo de aguja de una
fuente con sangre infectada por VIH es de 0.3%.
La transmisión de VIH (y otras infecciones que se diseminan por la sangre y líquidos corporales)
del paciente al personal de cuidados de la salud puede reducirse al mínimo si se acatan las
precauciones universales, que incluyen las siguientes:
a) Uso sistemático de barreras (como guantes y anteojos) cuando se anticipa el contacto con
sangre o líquidos corporales.
b) Lavarse las manos y otras superficies de la piel inmediatamente después del contacto con
sangre o líquidos corporales.
c) Manipular y desechar con cuidado instrumentos cortantes durante y después de su uso.

El virus de la hepatitis B (HBV) es un virus DNA que sólo afecta a los seres humanos. La
infección primaria con HBV remite casi siempre de manera espontánea, pero puede causar
hepatitis fulminante o progresar a un estado de portador crónico. Los cirujanos y otro personal de
cuidados de la salud tienen un riesgo alto de esta infección de origen sanguíneo y deben recibir
vacuna para HBV.

El virus de la hepatitis C (HCV), que se conocía antes como hepatitis no A, no B, es un flavivirus


RNA que se identificó por primera vez de manera específica a finales de la década de 1980. el
HCV no se transmite con eficiencia por exposiciones ocupacionales a sangre y la tasa de
seroconversión de piquetes accidentales con agujas es de aproximadamente 1.8%. Hasta la fecha,
aún no se desarrolla una vacuna para prevenir la infección por HCV.

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