Cuando se inicia la actividad de identificar las dificultades que subyacen a un argumento,
es preciso señalar su modo de efectuarse en la vida cotidiana: donde generalmente, se da sin tener un referente previo de cómo se estructura, siendo esto un elemento básico. El lenguaje, por medio de unidades gramaticales conforma el primer peldaño de la argumentación; y expone un conjunto de premisas con una sola conclusión. Es necesario que exista coherencia para cumplir con lo que exige considerar valido a un argumento, por tanto, su lado opuesto conviene denominarlo como falso. Allí se cumple con el sentido de que una premisa debe poseer el carácter de unidad, es decir, no puede incurrir en contradicción o ambivalencia. En el momento en que afirmamos algo presupone tener una base donde apoyar lo dicho; sometiendo a examinación las conclusiones y consecuencias. La lógica interviene como medio del argumento, desde la cual es posible verificar si es aceptable o no. Su propósito es claro: no tomar únicamente el problema del lenguaje como algo formal que constituye al argumento, en efecto, se trata de ver al interior de su estructura cómo las premisas logran su función. Una gran dificultad es dimensionar paso a paso la aplicación de todo lo anterior, desde la noción básica de las palabras en relación a la lógica-lenguaje, hasta el punto de asumir en serio que es necesario tener una posición crítica desde la argumentación. Finalmente, el filósofo Cabaldi nos señala algunas reglas importantes para reconocer premisas y conclusiones ya que, a veces estas se encuentran mezcladas y podrían llegarse a confundir sino se tiene claro la diferencia de ambas. No es de más señalar, que para desarrollar una argumentación concisa a la hora de escribir y hablar se debe al menos postular uno de ésta; por otro lado, cuando se leen las reglas 3 y 5 podemos inferir que se necesitan lo que conocemos como conectores lógicos para dar manifestación y constatación a nuestro argumento.