Está en la página 1de 2

EL CABALLERO CARMELO

Llego el hermano Mayor montado en un caballo, se llamaba Roberto, regresó después de


varios años, recorría la casa y buscaba su higuerilla. Esta ya era un árbol .Roberto había
traído muchas cosas, todos recibían regalos y todos preguntaban el regalo para papá
.Roberto llamo al sirviente y dijo que le traigan al “Carmelo”. Este entro con un a jaula y
saco un hermoso gallo, así llego este amigo a nuestra casa y fue participe de nuestra
infancia (El caballero Carmelo)
Nuestra casa estuvo en Pisco, el mar, la mañana, la alegría nuestra madre nos hacia
rezar, escuchábamos llegar al panadero era un viejo bueno y dulce nosotros dábamos de
comer a los animales, en el corral había un pollón “el pelado” pleitista y escandaloso, mi
padre quería eliminar y mi hermano Anfiloquio lo defendía.,la discusión seguía en defensa
del pollòn” el pelado”, estaba condenado solo mi hermano lo defendía viendo su causa
perdido lloro y mi madre dijo no lo comeríamos.

En Pisco hay una plazuela donde quemaban a Judas, el domingo de Pascua de


resurrección el mar el puerto el desierto, San Andrés de los pescadores, una sencilla Aldea
de Palmeras, higueras. La gente al mediodía no caminaba, descansaban, la pesca

El caballero Carmelo era esbelto, musculoso, afilada cabeza, ojos vivos, un arco de
plumas, piernas fuertes; nuestro padre había aceptado una apuesta para una jugada de
gallos. La apuesta fue con el alcalde, “el Carmelo”, pelearía a muerte, y tenia 3 años en
nuestra casa , había envejecido, todos estábamos tristes.
Lo prepararon y le pusieron una navaja de acero todos llorábamos, el pueblo estaba de
fiesta, mi padre se fue a la cancha donde sería el combate, la pelea empezó y fue terrible
para Carmelo .Casi estaba vencido , pero no enterraba el pico, se desangraba, se levanto,
y venció al “ajiseco”.Todos estábamos felices, llevamos

 Un día, después de un largo viaje, Roberto, el hermano mayor de la familia,


llegó cabalgando cargado de regalos para sus padres y hermanos. A cada uno
entregó un regalo; pero el que más impacto causó fue el que entregó a su padre:
un gallo de pelea de impresionante color y porte. Le pusieron por nombre el
«Caballero Carmelo» y pronto se convirtió en un gran peleador, ganador en
múltiples duelos gallísticos. Ya viejo, el gallo fue retirado del oficio y todos
esperaban que culminaría sus días de muerte natural. Pero cierto día el padre,
herido en su amor propio cuando alguien se atrevió a decirle que su «Carmelo»
no era un gallo de raza, para demostrar lo contrario pactó una pelea con otro
gallo de fama, el «Ajiseco», que aunque no se igualaba en experiencia con el
«Carmelo», tenía sin embargo la ventaja de ser más joven. Hubo sentimiento de
pena en toda la familia, pues sabían que el «Carmelo» ya no estaba para esas
lides. Pero no hubo marcha atrás, la pelea estaba pactada y se efectuaría en el día
de la Patria, el 28 de julio, en el vecino pueblo de San Andrés. Llegado el día,
los niños varones de la familia acudieron a observar el espectáculo,
acompañando al padre. Encontraron al pueblo engalanado, con sus habitantes
vestidos con sus mejores trajes. Las peleas de gallos se realizaban en una
pequeña cancha adecuada para la ocasión. Luego de una interesante pelea
gallística les tocó el turno al «Ajiseco» y al «Carmelo». Las apuestas vinieron y
como era de esperar, hasta en las tribunas llevaba la ventaja el «Ajiseco». El
«Carmelo» intentaba poner su filuda cuchilla en el pecho del contrincante y no
picaba jamás al adversario. En cambio, el «Ajiseco» pretendía imponerse a base
de fuerza y aletazos. Repentinamente, vino una confrontación en el aire, los dos
contrincantes saltaron. El «Carmelo» salió en desventaja: un hilillo de sangre
corrió por su pierna. Las apuestas aumentaron a favor del «Ajiseco». Pero el
«Carmelo» no se dio por vencido; herido en carne propia pareció acordarse de
sus viejos tiempos y arremetió con furia. La lucha fue cruel e indecisa y llegó un
momento en que pareció que sucumbía el «Carmelo». Los partidarios del
«Ajiseco» creyeron ganada la pelea, pero el juez, quien estaba atento, se dio
cuenta que aún estaba vivo y entonces gritó. «¡Todavía no ha enterrado el pico
señores!». Y, efectivamente, el «Carmelo» sacó el coraje que sólo los gallos de
alcurnia poseen: cual soldado herido, arremetió con toda su fuerza y de una sola
estocada hirió mortalmente al «Ajiseco», quien terminó por «enterrar el pico».
El «Carmelo» había ganado la pelea pero quedó gravemente herido. Todos
felicitaron a su dueño por la victoria y se retiraron del circo contentos de haber
visto una pelea tan reñida. El «Carmelo» fue conducido por Abraham hacia la
casa, y aunque toda la familia se prodigó en su atención, no lograron reanimarlo.
Tras sobrevivir dos días, el «Carmelo» se levantó al atardecer mirando el
horizonte, batió las alas y cantó por última vez, para luego desplomarse y morir
apaciblemente, mirando amorosamente a sus amos. Toda la familia quedó
apesadumbrada y cenó en silencio aquella noche. Según palabras del autor, esa
fue la historia de un gallo de raza, último vástago de aquellos gallos de pelea que
fueron orgullo por mucho tiempo del valle del Caucato, fértil región de Ica
donde se forjaban dichos paladines.

Fuente(s):

También podría gustarte