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El conflicto interno armado que se desarrolla en el país se ha caracterizado por la victimización de la población

civil, constituyéndose en una clara violación a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario. Las

víctimas de los diferentes tipos de violencias asociadas al conflicto interno armado, han evidenciado la

transformación de sus vidas a partir de los hechos que las victimizaron. En consecuencia, un sector significativo

de la población colombiana ha visto comprometida su integridad en el aspecto personal y social.

Los habitantes de áreas rurales son los más afectados por los hechos del conflicto, justamente porque ha sido en

esos espacios donde se desarrolla el mismo. Además, en las zonas periféricas se ha vivido la crueldad de las

violencias; sus pobladores han sido víctimas de despojo, desplazamiento, estigmatización, amenazas, asesinato

de familiares, entre otros desmanes. Sumadamente, las áreas urbanas se han convertido en el refugio hostil de

desplazados, y en el alberge de las denominadas BACRIM, evidenciando que el derecho a la no repetición por

parte de algunos excombatientes de las AUC es hoy por hoy una ilusión.

Debido a que la población civil colombiana se ha afectado directa o indirectamente por el conflicto interno

armado, se debe garantizar a las víctimas el cubrimiento eficiente de sus necesidades específicas, con el fin de

que cada víctima pueda continuar óptimamente su existencia, comprendiendo que su estilo de vida cambia

drásticamente a partir del hecho victimizante. Es pertinente, por ello, que la población civil afectada cuente con un

real  apoyo del Estado, de manera que se le  permita acceder a bienes y servicios que mejoren sus condiciones

físicas y psicológicas, teniendo en cuenta que no todas las víctimas poseen ingresos económicos suficientes para

costearlos; la importancia de abarcar el aspecto psicológico radica en que los hechos victimizantes pueden

generar traumas que disminuyen la calidad de vida de quienes los padecen y, de igual modo, muchas veces

implican transformaciones en la relación individuo-sociedad, las cuales  conducen al aislamiento, la

estigmatización y la discriminación. Al respecto, cabe destacar las afectaciones psicológicas de quienes han sido

víctimas del uso de la violencia sexual por parte de miembros de alguno de los actores que intervienen en el

conflicto.

De igual modo, la población civil que ha sido víctima del conflicto interno armado no debe cumplir un papel

relegado en la sociedad, sino que se debe tener en cuenta que el reconocimiento de su condición es el primer

paso para la restitución de sus derechos. Por esta razón, a las víctimas del conflicto se les debe tener presente

en la toma de decisiones públicas relacionadas con la actual agenda de paz; tal es el caso de la reintegración de
excombatientes, puesto que las víctimas del conflicto interno armado deberán vivir un proceso de perdón y

reconciliación más complejo que la población en general debido a las situaciones que han padecido.

Ante la petición de parte de las víctimas por un rol preponderante de ellas en la negociación en La Habana,

considero que dicha postura es válida, pues coadyuva con el empoderamiento de las mismas y enriquece el

debate. Para finalizar, considero transcendental concebir a la víctima como un sujeto de derechos y no de

lástima. El Estado debe garantizarles la reparación y mayores y mejores espacios de participación.

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