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Sábado 11 de abril de 2015 | 15:16

Beatriz Sarlo
Nuestra Señora de la Argenta

MARKETING K  

Nuestra Señora de la Argenta


Por Beatriz Sarlo. A través de la cadena nacional, Cristina Kirchner vuelve a apelar
más a los consumidores que a los ciudadanos. Máximo déjà-vu.

 Por Beatriz Sarlo | 11/04/2015 | 10:32

¡ACADE...! Máximo Kirchner | Foto: Pablo Temes


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El afiche “Máximo al gobierno / Cristina al poder” y la cadena nacional de la Presidenta fueron las
novedades de esta semana.No es posible disminuir la importancia del afiche, como habría sido
equivocado tomar en solfa el deseo que Diana Conti expresó con la lúcida frase “Cristina eterna”.
La cadena nacional del martes pasado debería haberse titulado: “Palabras de Nuestra Señora de
la Argenta”. La Presidenta es una tenaz practicante del consumo de objetos y por eso sabe de qué
está hablando. Un populista más tradicional habría subrayado “bienestar” y “derechos para todos”.
Cristina, en cambio, dice “pararse frente a una vidriera”. Perfectamente a tono con la época, su
discurso no se dirige a ciudadanos cuyos derechos se amplían sino a potenciales
compradores de mercancías, cuyo voto ella necesita fidelizar (los términos de mercadotecnia
corren por cuenta de la ideología del discurso presidencial). Por eso, durante un largo segmento de
la última cadena nacional habló como la promotora de una tarjeta de compras.
Cristina, maniática coleccionista de joyas según últimas denuncias, se comportó de acuerdo con su
sensibilidad.
Es una puesta al día del discurso populista. La “gente”, que mencionan otros políticos, valora la
identidad de consumidora y tiene motivos de sobra para no aceptar la exclusión, cuando
comprueba que muchos otros están incluidos en el mercado, para empezar los amigos de la
Presidenta (y no sólo los dueños de diarios a los que ella insulta).

En el pasado, el discurso populista interpelaba al pueblo bajo diversos nombres: los clásicos
vocativos argentinos fueron “descamisados” o “trabajadores”. Cristina demuestra la obsolescencia
de ese lenguaje. Interpela sin eufemismos a consumidores reales, potenciales o imaginarios. A la
república de la “gente” le contrapone el régimen de los consumidores y ella se constituye
en Nuestra Señora de la Argenta. Los excluidos de ese reino del consumo no figuran en los
discursos, por motivos que ya explicó Kicillof.
Providencia. Es incuestionable el derecho a una jubilación por parte de quienes no pudieron
probar treinta años de aportes en un país habituado a la irregularidad laboral. Sólo los muy
reaccionarios pueden oponerse. Pero la cuestión no es ésta, sino el carácter providencial que la
Presidenta atribuye a su acción de gobierno junto con la amenaza de que todo va a caer si ganan
“los otros”. En un plano imaginario, Nuestra Señora transfiere al modelo consumidor a esos cientos
de miles de jubilados que siguen siendo, en el mejor de los casos, humildes consumidores, si se
juzgan los haberes que reciben con los que deberán pagar sus cuotas de los bienes adquiridos con
la Argenta.
O sea que el Proyecto Kámpora es una especie de desarrollismo pasado de
fecha
Esta puede ser una solución si no se encuentra otra mejor. Pero más vale no celebrarla como una
política social progresista. Es simplemente una política mercado-internista, un rasgo que
posiblemente sea el más estable de los que caracterizan al gobierno de Cristina Kirchner:
mercado interno más un discurso industrialista que no coincide con los fríos y renuentes números
de las inversiones.
Vencido. O sea que el Proyecto Kámpora es una especie de desarrollismo pasado de fecha, en
lugar de la refulgente innovación que expone la Presidenta. Puede irse tranquila en este aspecto:
ni la derecha más mercadocrática le quitará la jubilación no contributiva a nadie. Su monto no
alcanza a cubrir lo que el defensor de la tercera edad Eugenio Semino estima como el costo de
una canasta de bienes y servicios para un jubilado: en noviembre pasado, 6.720 pesos, es decir
casi el doble de una jubilación mínima de 3.821 pesos en bruto (no queda mucho resto para
mirar vidrieras y comprar alguna menudencia).
Para mantener ese capítulo del Proyecto no es necesario el autoritarismo presidencial, ni las
cadenas nacionales, ni el discurso prepotente ni el hiperpersonalismo envilecido. Pero sería bueno,
en cambio, que la Presidenta explicara el aumento de su patrimonio, que le permite mirar vidrieras
sin angustia, y la oscura sociedad de su hijo con Lázaro Báez. Su audiencia, además de
agradecerle la extensión de derechos, estaría en condiciones de reclamar sobre las cuentas poco
claras de quien se los concede.
En una típica denegación, Cristina Kirchner también afirmó que ojalá no le tocara volver a la
Rosada en 2019. Cualquiera podría leer la frase suprimiendo el adverbio negativo. El afiche
mencionado al comienzo proclama: “Máximo al gobierno / Cristina al poder”. Lo que olvida es el
carácter fúnebre que tuvo esa consigna, cuando fue “Cámpora al gobierno / Perón al
poder”. A los 49 días de asumir, Cámpora se vio obligado a renunciar; lo sucedió Raúl Lastiri,
yerno de López Rega, como presidente provisional; se llamó a nuevas elecciones, que ganó Perón
acompañado por Isabel en la vicepresidencia. Meses después Perón murió y la Argentina empezó
a recorrer un camino que terminó en el golpe de 1976.
Edgardo Depetri, uno de los que imaginaron el afiche, debería tomar un tónico para la memoria, ya
que es lo bastante grandecito como para saber estas cosas y no evocarlas como himno triunfal,
porque son combustible para una aventura destructiva. Además, y por si alguien lo olvidó, la
Constitución prohíbe que se ocupe por tercera vez la Presidencia si no ha transcurrido “un
período”. Un “período” son cuatro años. Es deseable que a ningún luchador del Proyecto y paladín
de la obsecuencia se le ocurra confundirse, imaginar una renuncia como la de Cámpora y
entronizar nuevamente a Nuestra Señora.

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