Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
RAZGOS DE LA CASA
Vínculos de familiaridad: La “casa” es el lugar donde aparecen los primeros y
más fundamentales vínculos: se es hijo o hija, hermana o hermano, padre o madre
(sin que necesariamente la familia pueda circunscribirse solamente a lazos de
sangre, puesto que las excede o se da múltiples formas.)
Jesús, que asume toda la pedagogía y lenguaje humanos, invita a “estar dentro de
su casa” y hacer la experiencia de ser hijos del Padre (vinculo de filiación que
funda la fe cristiana) y hermanos entre los discípulos (la comunidad cristiana y
cada pastoral que se realice serán expresión de la fraternidad posible entre los
discípulos y discípulas del Nazareno.) Vamos a hacernos estas preguntas: ¿me
percibo hijo de un Padre amoroso? ¿me experimento y vivo como hermanos de
todos? ¿en la comunidad cristiana de EPA se puede dar “la fraternidad posible
entre los hijos de un mismo Padre? ¿Cómo puedo aportar a ello? Nos libre el
Señor del peligro de una espiritualidad de huérfanos, nos proteja de una
espiritualidad donde los hermanos sean una amenaza para “la paz interior”.
El espacio donde se viven las estaciones del año: La casa también es el lugar de
resguardo ante el “clima de afuera”, es el ámbito en donde las cosas están
preparadas para hacerle frente a las estaciones del año: la primavera con su fuerza
que hace resurgir la vida, el verano con la felicidad del calor, el otoño con su
anuncio de cambios y las primeras hojas que hace caer de los árboles y el invierno
con el frio que parece poner en pausa todo.
La comunidad cristiana se convierte en hogar cuando hay lugar para que los
“hermanos de la misma casa” puedan atravesar por todas las estaciones en las que
se encuentren durante la vida: será el lugar donde veamos la fuerza del Resucitado
y su Evangelio al recibir a un hermano o hermana que abraza la vida que viene de
Dios en la primavera. Será el lugar de la alegría y del festejo, en el verano, por
cada paso de crecimiento realizado, por más pequeño que sea, personalmente y
como comunidad. La casa-comunidad será el lugar donde se den las podas de
otoño, donde las hojas caerán y se nos invitará a cambiar para vivir cada vez más
en la lógica del Reino. Finalmente, será el lugar donde se acoja al que sufre, al
que llora, donde éste encontrará consuelo y el anuncio cargado de esperanza que
nos recuerde que ningún invierno es eterno.
Dios nos permita construir una comunidad-hogar, casa donde se puedan
vivir y acompañar todo lo que nos sucede en la vida.
El entre casa: Cuando nos sentimos “en casa” nos distendemos más, incluso en
nuestro modo de vestir. Solemos usar cosas que muestran hilos sueltos, salta la
“hilacha”. Jesús no les temió a las hilachas (errores, defectos, pecados,
incomprensiones) de sus discípulos, es más, los asume y corre el riesgo de confiar
una y otra vez en ellos. Si miramos a los Doce descubrimos que el entusiasmo
inicial se convierte en incomprensión, luego en “escándalo de la Cruz” y en
abandono. A pesar de eso, el Nazareno los invita nuevamente a Galilea, a la
amistad con él, a quedarse “en su propia casa”.
Del mismo modo con nuestra vida cristiana personal y comunitaria, el Señor no
espera perfección y un seguimiento intachable; conoce nuestras inconsistencias y
nos confía de todas formas la misión. Así también entre nosotros, que hemos sido
“misericordiados” por Dios, estamos llamados a construir la comunidad del
perdón, de la espera misericordiosa, del sostenimiento compartido en las
fragilidades, de la paciencia ante las hilachas nuestras y ajenas.