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ENTRE LA PICHICERA Y LA PRIMERA

PLANA
La construcción de identidades de combatientes de Malvinas desde la
mirada de Fogwill y algunos diarios de la época

JULIO DE 2016
KOZACHUK, YÉSICA NOELIA
Literatura Argentina III. Escuela de Letras. FFYH. UNC.
Literatura Argentina III Trabajo final Kozachuk, Yésica Noelia

«…no he escrito un libro sobre la


guerra, sino sobre mí y sobre la lengua
de uno que jamás escribirá contra la
guerra, contra la lluvia, los sismos, ni
las tormentas, y siempre contra las
maneras equivocadas de nombrar y de
convivir con nuestro destino»

Rodolfo Enrique Fogwill, 2010

Nombrar. Decir. Crear por medio de la palabra. Hacer literatura. Fogwill deja muy en
claro, desde la primera edición de su novela Los pichiciegos en 1983, que no escribió en
contra de la Guerra de Malvinas, sino contra la manera en que se habla de ella. Como él
mismo cuenta, el puntapié inicial, el empujón que lo llevó a sentarse frente a su máquina de
escribir fue la frase que oyó decir a su madre mirando el televisor: “¡Hundimos un barco…!”.
¿Hundimos? ¿Hundieron? ¿Cómo decir eso que estaba pasando a kilómetros de distancia de
Buenos Aires? ¿Quién se coloca en el rol de enunciador para contar la “realidad” de la
guerra? ¿Quién es el soldado? ¿Quién un simple ciudadano? ¿“Ellos” hundieron el barco? ¿O
fuimos “nosotros”? Fogwill, quizás, percibió que había algo más que no se estaba diciendo,
que los medios ocultaban y que la gente no se preocupaba por ver. Esta fue, entonces, la tarea
en la que se embarcó: nombrar lo que parecía innombrable.

Los pichiciegos
Lo primero que llama la atención de Los pichiciegos es, justamente, el título, porque ese
sintagma no hace referencia a la guerra, sino a los soldados protagonistas de la narración.
Pero, los “pichiciegos”, ¿no son animales? Efectivamente, un diccionario los define así:
“Pichiciego m Mamífero que tiene caparazón articulado y flexible, cola relativamente corta y
orejas bastante desarrolladas; es el más pequeño de los armadillos”[CITATION Dic09 \l 11274 ].
La manera de llamar a estos mamíferos es conflictiva en la novela: algunos los llaman
pichiciegos, para otros son peludos mientras que los demás los conocen como mulitas. Desde
el comienzo marcar la identidad de estos animales – luego, la de los personajes identificados
con ellos – resulta dificultosa.
Indagando más sobre estos armadillos encontramos que tienen otras características
llamativas: en primer lugar, son originarios de Argentina y no se encuentran en otra región del
mundo. Además, pasan la mayor parte de su vida bajo la tierra. No sobreviven mucho tiempo
en cautiverio; no más de 8 días. Por otra parte, son socialmente retraídos, individualistas y se

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estresan fácilmente. Y, básicamente, eso es todo lo que sabemos de ellos ya que “sus
particularidades casi se desconocen y los datos se basan en especulaciones” [ CITATION Mar16 \l
11274 ]. Esta descripción, más acabada, más detallada que la del diccionario, nos permite
entrever las posibles inclinaciones del autor por esta designación. En su afán por nombrar las
cosas “como son”, Fogwill elige el nombre de un animal que se ajusta claramente a la
descripción de los soldados que fueron al campo de batalla.
Las inclemencias de la guerra había generado esa comunidad de soldados desertores
donde se disipaban las diferencias. Con el correr de los días todos estaban más o menos
iguales físicamente: “ni cara tenían: hinchados, la barba crecida, los ojos secos y muy
hundidos, el pelo duro como un cuero arriba de la cabeza y los pómulos rojos, como tienen
los monos, escaldados del frío y por las quemaduras…”[CITATION Fog14 \p 170 \l 11274 ] . Esta
descripción es muy interesante. Conociendo a los animales llamados pichiciegos pareciera ser
que se está hablando de ellos ya que el “pelo duro” se asemeja al armazón que los recubre; la
barba crecida, al pelaje particular que sale por detrás del caparazón y los hace distintos a otros
armadillos; y, por último, los pómulos rojos nos hacen pensar en el color rosado,
característico de estos animalillos.
Pero las similitudes entre los animales y soldados no se circunscriben únicamente al nivel
físico. Al examinar a los personajes a la luz de las características que expresamos líneas arriba
podemos ver que los “pichis conformaban un grupo de soldados argentinos, soldados
porteños, formoseños, sanjuaninos, tucumanos, santiagueños: “entre los pichis, casi todos
eran de provincias”[CITATION Fog14 \p 184 \l 11274 ] . Es decir, eran, como los pichiciegos,
originarios de Argentina; no había entre ellos desertores ingleses.
Por otra parte, la mayor parte del tiempo este grupo lo pasa bajo tierra. Si bien esta es una
característica obvia para el lector, es una de las particularidades más llamativas de este
animal, y de estos hombres; es un factor que organiza la historia, que los organiza a ellos
como soldados que han abandonado sus deberes y que tratan de sobrevivir. La guerra contra
los ingleses sucede al nivel de la tierra, sobre la nieve, por cielo y mar; estos pichis sin
embargo, no viven despreocupadamente: luchan otra guerra, batallan diariamente contra el
hambre, el frío y el miedo.
Hemos dicho más arriba que los pichiciegos no resisten la vida en cautiverio. La acepción
del diccionario que se mejor se adecúa es aquella que hace referencia a un estado de vida de
animales que no son domésticos, que, acostumbrados a una vida silvestre se los coloca en un
lugar que no les es propio, que no es abierto, que restringe su libertad de acción. Los soldados

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que vemos en esta novela viven en ese cautiverio que representa la guerra. Y, al igual que los
animales, no sobreviven, no se adaptan a las condiciones, intentan soportar las adversidades
pero no han sido preparados. Ellos mismos afirman:
“…pelear, pelear, en realidad, nadie sabía. El Ejército toma soldados buenos, les
enseña más o menos a tirar, a correr, a limpiar el equipo, y con suerte les enseña a
clavar bien la bayoneta, y viene la guerra y te enterás de que se pelea de noche, con
radios, radar, miras infrarrojas y en el oscuro y que lo único que vos sabés hacer
bien, que es correr, no se puede llevar a la práctica porque atrás tuyo, los de tu
propio regimiento habían estado colocando minas a medida que avanzabas. Y las
minas son lo peor que hay”.[CITATION Fog14 \p 185 \l 11274 ]

En cuanto al individualismo de esta especie es cuestionable en relación a los personajes


de la obra de Fogwill. Podemos pensar que la pichicera funciona como una verdadera
comunidad en donde cada uno tiene un rol bien asumido y trabaja por el bienestar de todos.
Por ejemplo, si alguien consigue azúcar la entrega al almacén, no se la esconde para sí mismo.
Pero, si tenemos en cuenta los aportes de Beatriz Sarlo [ CITATION Sar07 \l 11274 ] en torno a
Los pichiciegos podemos comprender que, como dice ella, el lazo que los une es un lazo
temporal, determinado únicamente por la necesidad. El grupo había crecido con el tiempo, sin
embargo, en un comienzo habían sido sólo cuatro los que siguieron el consejo del Sargento:
“córtense solos, porque de esta no salimos vivos si no nos avivamos”. [CITATION Fog14 \p 45 \l
11274 ]. La lucha individual por sobrevivir se disfraza de una lucha colectiva en la que todos
velan por los otros pero que, en realidad, sólo buscan aguantar, esperar a que todo termine y
volver a sus vidas normales – si es que eso es posible.
El aspecto anímico o emocional de los animales también coincide con el de los “pichis”.
En numerosos fragmentos podemos ver que se asustan: “El bombardeo seguido asusta: hay
ruido y vibraciones de ruido que corren por la piedra, bajo la tierra, y hasta de lejos hacen
vibrar a cualquiera y asustan”[CITATION Fog14 \p 39 \l 11274 ]; por otra parte, el susto se
incrementa y se convierte en miedo, sentimiento bien detallado en la novela:
“Hay miedos y miedos. Una cosa es el miedo a algo – a una patrulla que te puede
cruzar, a una bala perdida – y otra distinta es el miedo de siempre, que está ahí,
atrás de todo. Vas con ese miedo, natural, constante, repechando la cuesta, medio
ahogado, sin aire, cargado de bidones y de bolsas y se aparece una patrulla, y
encima del miedo que traes aparece otro miedo, un miedo fuerte pero chico, como
un clavito que te entró en el medio de la lastimadura. Hay dos miedos: el miedo a
algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevás y que nunca vas a poder sacarte
desde el momento en que empezó”[CITATION Fog14 \p 151 \l 11274 ]

Además, los nervios: “peor que la guerra, esa guerra de nervios: ¿quién aguanta más, yo,
sudando de frío, o el Harrier con los motores callados” [CITATION Fog14 \p 219 \l 11274 ]. Todas
estas sensaciones son predecibles en una guerra, pero desde el comienzo Fogwill nos aclara

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que esta novela no se trata de la guerra, sino de cómo nombrarla. Por eso creo que es
fundamental nombrar, precisamente, esas emociones que todos imaginamos que “se deben
vivir en el campo de batalla” pero que tapamos o escondemos.
Finalmente, lo que los científicos saben de los pichiciegos es, en gran medida,
especulación; las particularidades son poco conocidas. En comparación con la narración
encontramos que se hablaba de los pichis, que según ellos eran muertos que vivían debajo de
la tierra, cosa que a fin de cuentas era medio verdad (…) Soñaban que los pichis eran
muertos que habían engordado comiendo tierra debajo de la tierra [CITATION Fog14 \p "129,
130" \l 11274 ] La especulación con respecto a los otros era moneda corriente en la guerra.
Pero, gran parte de lo que circulaba en la sociedad argentina en ese entonces con respecto a la
situación en Malvinas era, asimismo, especulación (además de, como veremos más adelante,
una construcción intencionada de un tipo particular de soldado, no como un desertor, sino
como un héroe).
A pesar de todas estas características, esos combatientes entran a la guerra como
soldados. Pero los soldados son muy diferentes a los pequeños armadillos. Según el perfil del
egresado de la escuela militar, el soldado debe ser capaz de adaptarse a la vida en campaña
por tiempos prolongados, soportando el clima y ciertas carencias; además debe dominar las
técnicas de tiro y desarrollar destrezas individuales y colectivas de combate, está preparados
para actuar bajo presión y seguir órdenes de sus superiores, entre otros. El soldado del
Ejército nacional recibe entrenamiento y el equipo necesario para sus tareas. Los pichiciegos
de Fogwill carecen de dicho perfil. Sin embargo, hay “algo” de militar en la manera en que se
trataban entre ellos. En cierta medida, dentro de la pichicera, se reproducía un orden militar en
el que los Magos estaban al frente. Por lo demás, todos están en la misma situación y todos
los pichis buscan lo mismo: sobrevivir.
En el bando contrario la realidad es muy distinta. Ya no dudamos. Allí no hay “pichis”
sino verdaderos soldados. En contraposición a la descripción de los combatientes argentinos
nos encontramos con la mirada de los pichis acerca de los ingleses que bajan de los
helicópteros: “las caras afeitadas, alegres, lisitos y se les ven los ojos todos de vidrio celestito
(…) como si fueran a una fiesta bajan” [CITATION Fog14 \p 190 \l 11274 ]. Además del aspecto
físico también los pichiciegos señalan la diferencia salarial de esos soldados. Todo eso
contribuye a que el lector comprenda la situación del pobre soldado argentino que, sin bienes,
sin un buen sueldo, sin entrenamiento adecuado, y sobretodo, con mucho miedo deben acudir
a la guerra.

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Pero no debemos olvidar que hay un tercer grupo diferenciado. En contraste con los
soldados están los oficiales, tanto argentinos cuanto ingleses ya que, como dicen los pichis,
“no eran peores, eran iguales, le pareció. Los que peleaban venían mejor organizados. Los
otros, los que mandaban, eran iguales. Hablaban diferente, pero no eran diferentes” [CITATION
Fog14 \p 112 \l 11274 ] . Además, agregan: “son capaces de cambiarte por cualquier cosa los
oficiales argentinos. Con ellos son como iguales, se tratan como iguales, toman el té juntos.
Son capaces de cambiarte por algo y hacerte fusilar…” [CITATION Fog14 \p 113 \l 11274 ] . Así
vemos que, los oficiales argentinos son, de alguna manera, también enemigos para los pichis.
La construcción de Fogwill con respecto al alto mando es sumamente negativa, no sólo por
sacar provecho de los soldados de bajo rango sino también de diversas situaciones como aquel
oficial que permanecía con el brazo en la nieve para perder la mano y así cobrar un sueldo de
por vida. En definitiva, los pichis no eran los únicos desertores: los oficiales no solo buscan
obtener algún beneficio de ciertas situaciones sino que, vestidos de conscriptos, se entregan a
los enemigos. Los oficiales tampoco están peleando en pos de la Argentina.

Los “héroes de Malvinas”1


“Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congeladas, que de alguna manera
me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno mediático inoculado a mi
familia”[CITATION Fog14 \p 10 \l 11274 ] Creo que esta frase deja ver claramente lo que sentía
el escritor. Pero, para entender mejor este sentimiento debemos preguntarnos: ¿qué era lo que
los medios masivos de comunicación decían? Nos encontramos con que ellos afirmaban, por
ejemplo, que la recuperación de las Malvinas era inminente, o titulaban, en la primera plana:
“Sepa por qué los ingleses no nos pueden ganar”, “¡Estamos y nos quedamos!”, “¡Victoria!”,
“¡Hundimos el Sheffield!”, “Heroica defensa”, entre otros titulares llamativos.
Hoy, tres décadas después, miramos con otros ojos esas frases, pero pensemos, ¿qué
habrán generado en los lectores de ese entonces? No haremos aquí un análisis desde la teoría
de la recepción. Nos contentaremos con la anécdota familiar de Fogwill con la que
empezamos este ensayo: su madre y la empleada doméstica, eufóricas; él, asqueado. Las
noticias alentadoras, los esfuerzos de los grandes héroes de la patria argentina, la conquista
inminente. Cada diario y revista llevaba entusiasmo a la población; pero tal vez pocos
tuvieron la sensación que tuvo el autor de Los pichiciegos, pocos pudieron pensar en aquellos
que no querían estar en el medio del conflicto bélico, en esos casi adolescentes que desde las

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Los artículos periodísticos citados en esta sección se adjuntan en el anexo

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tierras calurosas del norte fueron trasladados al otro extremo, muertos de frío; o puede ser que
algunos pensaran en eso, pero no sabían nombrarlo. Fogwill, sí.
Como ejemplo de la construcción de la identidad del soldado que se llevaba a cabo desde
la radio, revistas y diarios podemos ver que en Semanario del 14 de abril de 1982 se escribe
un artículo que titulado: “Habla uno de los héroes: no había nervios, sólo pensábamos en el
deber”. Se trata de una entrevista realizada al conscripto Esponda de 19 que se encontraba de
licencia en su hogar luego de unos días en Malvinas. Allí cuenta que, cuando se enteraron de
que habían sido elegidos para recuperar las Malvinas, “todos reaccionaron con tranquilidad,
no hubo nerviosismo”. [ CITATION Sem82 \l 11274 ]. Según la nota, en lo único que pensaban
los jóvenes era en su deber. El héroe no puede estar nervioso; los pichiciegos, en cambio, se
caracterizaban por su nerviosismo.
Otro caso es el de una nota publicada el 22 de mayo de 1982 en Diario Popular en la que
se expresa que “Están todos bien”, con un “alto espíritu de combate” [CITATION DIa82 \l 11274 ].
Los pichis, sin embargo, lo único que combatían era el frío y el hambre. Constantemente se
pretendía mostrar por los medios masivos de comunicación que, pese a lo propio de la guerra,
el espíritu de los jóvenes no se había alterado. Quizás porque a la sociedad le duele más
pensar en el desasosiego, en el alma quebrantada, en la mente turbada, que en una herida del
cuerpo.
El diario Clarín, con menos efusión que los otros periódicos, habla de “Duros combates”,
comentando las batallas difíciles de los primeros días, pero junto con eso señala la “decisión
total para la defensa de las Malvinas, más allá incluso de cualquiera evaluación de fuerzas que
se pueda hacer”[CITATION Dia821 \l 11274 ]. Otra vez, la entereza, la decisión firme sin
importar las adversidades.
Finalmente, el artículo del Diario popular del 30 de mayo de 1982 es el que más llamó mi
atención. Parece ser la antítesis que resume todo lo que los pichiciegos de Fogwill no
vivieron. Un ex combatiente afirma allí: “Yo voy a seguir. Viví horas difíciles, sentí la muerte
de cerca, aprendí que es una vida sacrificada…pero fue una experiencia llena de estímulos. La
amistad es plena, total. Cuando uno flaquea siempre hay otro que te apuntala…aprendés a
compartir todo, la felicidad y la amargura (…) Por suerte todos reaccionamos con mucha
tranquilidad. No hubo jamás desesperación. Yo incluso estaba asombrado de la clama con la
que uno se prepara para enfrentar todo, incluso lo peor. Ese equilibrio nos fue transmitido por
nuestros superiores. Es increíble cómo se contagia la calma y la seguridad” [CITATION Dia82 \l
11274 ]. En Los pichiciegos la “Amistad plena” no existe, sino solamente un lazo por

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conveniencia; “compartir” no es una noble inclinación, es una estrategia de supervivencia; la


clama no existe y, por último, los superiores no eran otra cosa que enemigos.

Los combatientes, entre “pichiciegos” y héroes


Sin perder de vista que ambos casos, ya sea la novela o los medios de comunicación, se
tratan de construcciones y no de un reflejo de la realidad, podemos preguntarnos si los
combatientes encuadran mejor en la descripción de Fogwill o en la de los diarios y revistas de
la época. Al conocer la historia, saber cómo fue el final de los acontecimientos y al haber
escuchado durante estas décadas experiencias y relatos de los verdaderos protagonistas de la
Guerra de Malvinas probablemente tengamos más razones para acordar con la narración de
Los pichiciegos, y tengamos aún más razones para denunciar los modos en que los medios
masivos manejaron el asunto.
Mientras recababa información sobre los armadillos leí una frase y con ella pretendo
concluir mis pensamientos: “Desde 1970 el pichiciego menor está en la lista de especies en
riesgo de extinción. Su principal problema es la destrucción de su hábitat por el avance de los
cultivos. Por esta razón, y por sus hábitos nocturnos, los animales son raros de ver. No hay
esfuerzos serios por preservar la especie”[ CITATION Wik16 \l 11274 ]. La última oración me
cautivó. Creo que para nosotros los combatientes son verdaderos héroes, se hayan escondido o
no bajo tierra, héroes por pelear una guerra que estaba perdida antes de empezar, por ir a un
clima desconocido y soportar las bajas temperaturas, héroes por no recibir un solo chocolate
con las “cartitas” de los alumnos, héroes por salir del espanto y volver a empezar. Sin
embargo, creo que, en definitiva, ni antes ni hoy “hay esfuerzos serios por preservar” a estos
héroes. Informes posteriores hablan de una alta tasa de suicidios, un gran nivel de depresión;
los excombatientes no sólo deben vivir con las heridas – físicas y emocionales – de la guerra
sino también con el dolor por el tiempo perdido, por los estudios inconclusos, por la falta de
trabajo. Como escribe Edgardo Esteban, la ayuda económica y psicológica fue llegando de a
poco en los últimos años, pero queda aún mucho camino por recorrer: “En este presente, tener
memoria sobre lo vivido debe profundizarse tratando de establecer la verdad de lo ocurrido.
Es algo que la sociedad les debe a los caídos y a los que estuvimos en Malvinas. Necesitamos
ganarle a nuestra propia guerra…”[CITATION Est161 \l 11274 ]. Necesitamos esforzarnos por
preservar a los combatientes, por preservar su memoria.

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