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Sargeras se dirigió hacia Azeroth junto a su Legión Ardiente, formada por millones
de caóticos demonios provenientes de todos los confines del universo. Archimonde y
Mannoroth prepararon a sus guerreros y atacaron. Azshara, atraída por el poder
mágico de Sargeras, le abrió las puertas a su mundo y los Altonatos, corruptos por
la magia lo convirtieron en su dios. Para demostrar su fidelidad, Azshara y los
Altonatos abrieron un Portal Mágico en el Pozo de la Eternidad.
Cuando todo estuvo listo, Sargeras comenzó la carnicería sobre Azeroth. La Legión
Ardiente arrasó con los poblados de los Kaldorei. Los Eredar invocaron a los
Infernales: gigantes de roca negra y llamas verdes que alcanzaron las tierras de
Kalimdor como meteoros. Los demonios avanzaron sin excesivos problemas y los elfos
nocturnos, aunque defendieron su territorio, se vieron obligados a retroceder ante
la Legión.
Illidan y sus seguidores formaron una secta de guerreros, conocidos como Cazadores
de Demonios. Los Cazadores se cegaban los ojos para poder ver con claridad las
auras demoníacas y para emplear todo su potencial mágico contra su enemigo sin ser
molestados por la realidad Física. Malfurion nunca perdonó a Illidan por
convertirse en Cazador de Demonios, pero a Illidan no le importaba, solo quería
impresionar a Tyrande.
Cenarius, que se comprometió a ayudar a los elfos, pidió ayuda a los dragones. En
poco tiempo Alexstrasza la Roja atacó a los demonios. Cenarius llamó a los
espíritus de los bosques, surgiendo los Ancestros y los Treants, hombres árbol.
Malfurion, Illidan y Tyrande realizaron un furioso contraataque. Illidan avanzaba a
través de los demonios mientras estos caían bajo su aura mágica, que dañaba todo lo
que tocaba; hasta que llegó a encararse a Azzinoth, capitán de los ejércitos de
demonios, y ambos se enfrentaron. Illidan derrotó a Azzinoth y tomó sus espadas
curvas como trofeo, espadas que con el tiempo acabarían siendo una extensión de sus
brazos.