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A Eusebio Ruvalcaba solamente lo conocí a través de sus libros. En los noventas, siendo yo
casi un niño, “Un hilito de sangre” se volvió mi libro de cabecera, con él descubrí lo que la
literatura permite sentir, calentaba la sangre, emocionaba, excitaba. Sus libros te hacen
mundo, como le gustaba decir, fue “a escuchar música”. Eusebio fue un hombre que amaba
la libertad, un hombre que escapaba del destino aburrido y fatigoso de nuestro tiempo,
haciendo lo que amaba. Ahí estaba su esencia rebelde, contracultural, que no se amoldaba,
que no se detenía.
“Las cuarentonas”, una especie de guía práctica para crecer y amar, se volvió manifiesto
para una parte de mi generación. Ese libro por (mal) uso quedó deshojado, destrozado,
manchado de tanto leerlo. Eusebio desde entonces se volvió el culpable de los aspectos más
La vasta obra literaria de Eusebio Ruvalcaba está ahí para gozarla, para deleitarnos, para
sensibilizarnos, para leerla en el desamor o en la cruda del alma, con la mujer amada que
nos humilla o con la amante menospreciada. Sus escritos sobre música clásica, su mayor
placer, son una guía para adentrarse en ese universo y no salir. Son ejemplo de belleza y
vida. Me gusta pensar que caminamos los mismos pasillos, que estuvimos en los mismos
salones, que tal vez nos cruzamos en la universidad. Me hubiera gustado estrecharle la
El tiempo no se detiene, el 7 de febrero del 2017 la muerte, sin permiso, se llevó a Eusebio
Ruvalcaba.