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Realismo filosófico

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En metafísica, el realismo es aquella postura filosófica que manifiesta que los
objetos tienen una existencia en una realidad independiente al observador. En
tal sentido, es opuesto al antirrealismo, escepticismo, algunas formas
de idealismo (como el idealismo subjetivo, idealismo trascendental, solipsismo)
y en cierta medida, al constructivismo. En su forma extrema, conocida
como realismo ingenuo, se piensa que las cosas percibidas por los sentidos
son en rigor lo que parecen ser. En versiones más complejas, a veces
denominadas como realismo metódico,1 se da una explicación de la relación
entre el objeto y el observador que tiene en cuenta la posibilidad de que tengan
lugar ilusiones, alucinaciones y otros errores de la percepción.
En la filosofía medieval, el término realismo hacía referencia a una posición que
consideraba las formas platónicas, o conceptos universales, como reales. Esta
posición fue defendida frente el nominalismo, que negaba la existencia de tales
universales. La razón por la que el término realismo se aplica a corrientes
filosóficas muy diferentes entre sí, es por la naturaleza del objeto. Puede
ser material, pero también un objeto espiritual. El realismo se puede aplicar a
muchos objetos y fenómenos filosóficos, como una entidad matemática,
una idea, una teoría científica, otras mentes, el pasado, el futuro, categorías
morales, el mundo físico y el pensamiento.
Análogamente, las posturas no realistas defienden que el objeto sólo existe en
nuestra mente, o bien que ni siquiera tiene sentido hablar de que dicho objeto
exista. Como posturas no realistas en algún sentido dado encontramos algunos
idealismos, el instrumentalismo, el nominalismo (surgido como una de las
corrientes de la Escolástica), etc.

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