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“Un gran vacío en el fútbol chileno es no respetar la historia.

No se ha hecho tradición de
nada. Nadie conoce a los que alguna vez hicieron algo”.

Luis Álamos Luque. Enero, Revista Estadio 1973


Luis Álamos

Francia, 26 de junio de 1983. El ex jugador de Ferrobádminton, Roberto Álamos, se entera


de que su padre acaba de morir. Su primera reacción es ir avisarle a Georges Boulogne,
director del curso de entrenador profesional que está realizando. Viajará a Chile y se
perderá la prueba para aprobarlo. Llega a la oficina y le dice:

-Tengo que irme a Chile. Murió mi padre.

-Nos enteramos, la noticia corrió por todo el mundo, –contesta.

-Debo viajar lo antes posible, me perderé la prueba, –responde apurado.

-¿Crees que eso querría tu padre?, –le pregunta de vuelta.

Al día siguiente, Roberto Álamos hace la prueba llorando, mientras que a miles de
kilómetro de distancia se realiza el velatorio de Luis Alberto Álamos Luque, en la iglesia Santa
Gemita de Ñuñoa.

Hoy, su descendiente asegura: “Mi padre habría hecho lo mismo”.

***

Chañaral, década de 1930. Juan Álamos se sube al techo de su casa y chifla con
dirección a la playa. Llama a sus hijos a comer con un silbido que recorre por lo menos
200 metros de distancia. Todos llegan corriendo, porque el que se atrasa recibirá un
castigo: ser amarrado junto a los perros. Entre esos niños se encuentra Luis Alberto
Álamos Luque, estudiante de primaria, que nació el día de Navidad de 1923.

Álamos padre, trabajaba de esquilador y ayudaba en el muelle a descargar lo que traían


los barcos. Julia Luque era dueña de casa. Entre los dos, tenían que alimentar a 16 hijos
con lo poco que podían conseguir del pescado recién sacado del mar.

Luis Álamos tenía una afición por el deporte diferente a la de sus amigos. Desde joven
leía la revista El Gráfico –cuando tenía la posibilidad– y escuchaba los partidos o
programas de radio. Creció con la influencia de relatos que venían del país vecino:
Argentina.

“Un jugador ocupaba mi mente, cuando sintonizaba radios de Buenos Aires, su nombre
me sonaba como un símbolo de perfección deportiva, a tal grado que me impulsaba a
correr más fuerte, con más instinto y mayor conciencia. Ese nombre era Arsenio Érico,
paraguayo, jugador de Independiente. El receptor enriqueció mi mente con imágenes que
afianzaron mis expectativas para que llegara a mi condición actual1”, asegura Álamos.

Al terminar sexto humanidades, su vocación por aprender lo llevó a la capital provincial


nortina. Justo a finales de la década de los años treinta, la Escuela Normal de la ciudad
reabrió sus puertas. En esa casona de la calle Atacama cumplió sus primeros sueños:
representar a Copiapó a nivel nacional jugando fútbol y básquetbol. Incluso, en el deporte
que se practica con las manos, su equipo Deportivo Escuela Normal logró el campeonato
en un cuadrangular disputado en 1942. En ese viaje conoció Santiago.

Entre el estudio y lo deportivo se formó un grupo de amigos que siempre mantuvo


contacto: Hugo Tassara, destacado técnico del balompié nacional, Raúl López y Ricardo
Stiven, ex jugadores y entrenadores de básquetbol. Ellos fueron los que apodaron de
“Zorro” a Álamos. El motivo era su rostro de perfil agudo, con ojos vivaces y pequeños.

“La nuestra fue una amistad de un mismo banco de clases (…) de idénticos anhelos”,
recordaba Tassara.2

En 1942 la Escuela Normal de Copiapó se hizo conocida por ser una fábrica de
deportistas a nivel nacional. Entre los que sobresalían, estaban los basquetbolistas Raúl
López y Ricardo Stiven, además de Luis Álamos, quien fue destacado por la revista
Estadio ese mismo año como un delantero habilidoso3.

***

“Ganó el fútbol que viene”.4

Esto sentenció Luis Álamos a la revista Estadio, días después de ganar su primer título
con la “U”, en 1959.

Ese estilo de juego era controlar el ritmo del partido, aprovechar las bandas, que el
mediocampo destruya el ataque rival para construir con una veloz salida de juego. Y las
formas de llegar al arco las tenían estudiadas y trabajadas. Centros atrás y diagonales
permanentes.

“Llegada sorpresiva de Alfredo Sepúlveda; frecuente llegada de Luis Eyzaguirre; centros


de Leonel Sánchez, apariciones de Carlos Campos por el juego aéreo; desborde de Araya

1
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 95.
2
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 13.
3
Revista Estadio N° 24, 14 de agosto de 1942, pp. 23-24.
4
Revista Estadio N° 861, 26 de noviembre de 1959, p. 5.
por el sector derecho; fluida aparición de Ernesto Álvarez y leve llegada de Sergio
Navarro o Hugo Villanueva”, decía Álamos.5

“Don Lucho me decía: ‘Separa la cancha en dos partes, en la mitad hacia atrás eres
defensa, pero tú pasas la mitad y debes pensar y actuar como delantero. Por eso hice
muchos goles en mi carrera”, afirma Sergio Navarro, lateral izquierdo del “Ballet Azul”.

Para poder lograr ese nivel de precisión, había que automatizar los movimientos. Para
eso realizaban dos tipos de prácticas: movimientos vinculados al básquetbol y
desplazamientos caminando sin balón, después trotando hasta llegar a correr con la
pelota.

“Los martes jugábamos una hora y media en el gimnasio de Recoleta. Había practica de
básquetbol (…) Eran prácticas con mucha intensidad y conceptos”, relataba Carlos
Campos, delantero centro de esa “U”.6

“Esto ayudaba en la finta, por la forma de marcar con defensa al hombre o en zona. Ya
sabías cómo pararte en la cancha, dependiendo de tu rival”, comenta Navarro.

En el Colo Colo campeón de 1972 y subcampeón de Copa Libertadores en 1973, también


logró esa eficiencia y eficacia en las jugadas que realizaban cuando recuperaban el balón
o incluso en desplazamientos de contra ataque:

“Pase largo de Francisco Valdés, bien ejecutado, dejando a un compañero en


inmejorables condiciones de remate; aparición ofensiva de Mario Galindo por el lado
derecho; Diagonal de Carlos Caszely; una pared entre Sergio Messen y Sergio Ahumada;
desborde de Leonardo Véliz por la izquierda; desborde de Caszely por la derecha y leves
apariciones de Leonel Herrera, Manuel Rubilar y Guillermo Páez”, describía Álamos.7

Los tipos de entrenamiento eran una novedad para todos los futbolistas, incluso los que
ya habían estado con él.

“En uno de los primeros entrenamientos el “Zorro” nos hizo jugar once contra cero. Puros
movimientos tácticos”, rememoraba Carlos Caszely, delantero de ese Colo Colo.8

“A Álamos nunca lo vi usar una pizarra. La pizarra era la cancha, en la cancha se hacía
todo, entonces el jugador tenía todo más claro”, recordaba Elson Beyruth, fallecido
delantero de ese histórico Colo Colo.9
5
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 146.
6
Urrutia, Luis. 2013. El Ballet Azul. Universidad de Chile 1959-1969. Ediciones B. p. 133.
7
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 146.
8
Picket, Axel. 2014. Leyenda hay una sola. La Historia de Colo Colo 73 Editorial Cinco Ases, p. 33.
9
Picket, Axel. 2014. Leyenda hay una sola. La Historia de Colo Colo 73 Editorial Cinco Ases p. 33.
Luis Álamos no tenía un esquema fijo. En los diez años del “Ballet Azul” utilizó 4-2-4 o 4-
3-3. En Colo Colo se estableció en éste último. Pero era tan variada su forma de parar los
equipos, que en el partido de la Selección Nacional contra la Unión Soviética en
septiembre de 1973, ocupó un 4-2-3-1. En los distintos equipos “chicos” que estuvo
empleó un 4-4-2.

Para el “Zorro” el mejor jugador que tuvo en la función táctica fue Rubén Marcos,
basquetbolista antes de convertirse en futbolista profesional. En el “Ballet Azul” y la
Selección, jugaba en todas las situaciones: atacaba, defendía, convertía goles, marcaba
en zona y al hombre.

“Una vez anulé a Pelé en Sao Paulo, ganó Santos 1-0 con gol suyo y recibí muchas
felicitaciones por mi marcación tipo básquetbol”, relataba Rubén Marcos,
10
mediocampista.

Para que los futbolistas entendieran cómo se iba a parar el equipo, y los movimientos
tácticos que iban a realizar, usó la didáctica normalista: ocupaba tapas de bebidas. Las
colocaba en una mesa tal como iba a ser la formación y movía cada una, explicando el
motivo de esos desplazamientos. “Siempre ilustraba lo que quería realizar en la cancha”,
afirma Venegas.

A días de obtener su tercer campeonato, en diciembre de 1964, Álamos anticipó el futuro


del balompié:

“El fútbol, con los años, se irá haciendo ajedrez. Y, en este sentido, tendrá que irse
imponiendo el jugador táctico”.11

***

“Ven de inmediato. Alejandro Scopelli desea probarte en la ‘U’”.12

A principios del verano de 1945 un telegrama cambió su vida. Estaba en Tierra Amarilla
cuando recibió la noticia. Sin pensarlo dos veces, eligió la estresante vida capitalina por
sobre la paz provinciana. Álamos aceptó la oferta de Universidad de Chile.

Su profesor de Educación Física en la Normal y ex jugador de la U. de Chile, Teófilo


Bustos, lo recomendó y Tassara, quien estaba en Santiago y envió el mensaje, destacó
sus cualidades.

10
Urrutia, Luis. 2013. El Ballet Azul. Universidad de Chile 1959-1969 Ediciones B. pp. 139-140.
11
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 223.
12
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 14.
Este amigo cumplió la promesa hecha 5 años antes: el primero que llegara a la capital,
ayudaría al otro para también cumplir ese anhelo. Lo sellaron como siempre lo hacían
cuando era un pacto.

-¿Palabra de honor?

-¡Palabra de honor!13

Lo único que le faltaba era conseguir un trabajo en Santiago. Nuevamente su maestro de


la Normal de Copiapó lo ayudó. Teófilo Bustos le consiguió un empleo de profesor
primario en la Escuela N°46.

En su primera temporada en 1946, con 22 años sólo disputó tres partidos: contra
Badminton, Colo Colo y Magallanes. El técnico Luis Tirado –que asumió ese año– cambió
la posición del joven futbolista. Se convirtió en un centrocampista defensivo y al siguiente
año en un defensa central.

En la primera semana de enero de 1947, el “Zorro” recibió, ante Estudiantes de La Plata,


un regalo atrasado a días de cumplir 23 años: la titularidad. Desde ese momento no salió
del equipo estelar, a menos que estuviera lesionado o cansado.

Ocho años duró su carrera como jugador profesional de fútbol. Entre 1945 y 1953
participó de 54 encuentros oficiales. Las reiteradas lesiones le quitaron la oportunidad
para mantener titularidad dentro del equipo.

El “Zorro” reconoció el aprendizaje que tuvo en esos años: “Me entregué íntegramente,
acatando las instrucciones e incluso aceptando la filosofía de dos hombres (Alejando
Scopelli y Luis Tirado) que fueron reconocidos a nivel internacional como grandes
técnicos”.14

La decisión de Álamos fue acertada. Dejar atrás la tranquilidad de escuchar tangos de las
radios argentinas en la Plaza Prat de Copiapó, a estar sin su familia en una vida fuera de
lo común para una persona que creció en provincia. Su vocación era más fuerte que el
esfuerzo que realizó, todo por un sueño que persiguió desde su infancia.

“Dos mozalbetes de ansiosas alas querían remontar alturas y traspasar fronteras. ¿Sería
tan difícil emular a Francisco Platko, Alejandro Scopelli y Luis Tirado?”, reflexionaba Hugo
Tassara.15

***
13
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 14.
14
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 98
15
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 14.
Domingo 20 de marzo de 1955, Estadio Nacional. La Selección chilena juega la final del
Sudamericano –actualmente Copa América– contra Argentina. Con un empate son
ganadores del torneo, debido a la diferencia de goles. Pero los trasandinos ganan 0-1.
Igualmente, el subcampeonato es un hecho histórico. Ese fue el día de la vergüenza del
recinto deportivo: había tanta gente, que derribaron un muro, causando seis muertos y 19
heridos.

Ese plantel chileno fue dirigido por Luis Tirado, con su ayudante Hugo Tassara y el
preparador físico Gustavo Graef.

Ese mismo año, Luis Álamos estaba en su último periodo como entrenador de todas las
áreas juveniles de la Universidad de Chile. Tirado lo había dirigido como jugador del
equipo azul y con Tassara eran amigos de la infancia, desde que estudiaron Educación
Física en la Escuela Normal de Copiapó. Por eso, seguramente el “Zorro” presenció el
encuentro en el estadio.

Cuando llegó a la Universidad de Chile en 1945, el entrenador era Alejandro Scopelli. Él


se dio cuenta, a los pocos meses, de la vocación que tenía el “Zorro” por dirigir un club de
fútbol. Le prestó libros y revistas para que se interiorizara en los temas tácticos. Con los
años, lo dejó entrenar a sus propios compañeros.

“(De) lo que sabía uno de estos maestros en preparación atlética (Scopelli) y el otro en el
campo táctico (Tirado), podría haber surgido el técnico ideal. Cómo disfruté estudiando y
analizando cada una de estas personalidades”, rememoraba Álamos.16

Su aprendizaje se basaba en estar viendo y haciendo. Lo que observaba como futbolista y


lo que realizaba con las categorías infantiles. En 1950 se hace cargo de la Tercera y
Segunda infantil, hasta que se retira como jugador y toma posesión de todas las
categorías de cadetes y juveniles.

“(Un entrenador) ante todo, debe tener vocación por el fútbol y la enseñanza. Es
indispensable poseer personalidad para no dejarse influir y convencer a sus dirigidos de
su autoridad en la materia (…) Necesariamente debe conocer la psicología de los
jugadores, penetrar en ella: los pusilánimes no sirven en este campo. Hay que tener
cultura para saber exponer lo que se sabe. El buen entrenador debe saber evolucionar, no
aceptar nada por definitivo”.17

Estos dijo Álamos en Revista Estadio, cuando estuvo a cargo por primera vez del plantel
profesional, en 1954, para salvarlos del descenso.
16
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 98.
17
Revista Estadio N° 597, 23 de octubre de 1954, p. 5.
Como entrenador oficial de la Universidad de Chile, realizó los cursos de entrenador de
Gabriel Hanot, periodista y técnico francés que vino a Chile invitado por Fernando Riera.

"El hecho de que hayamos podido conocer, tratar y convivir con Hanot, es tan importante
como la venida de los mejores equipos del mundo. Nunca se dio un paso tan
trascendente. Yo pensaba que sabía algo de fútbol. Cuando llegó monsieur Hanot, llegué
a la conclusión de que no sabía nada. ¿Desilusión? No, de ninguna manera (…) Me
enseñó a ordenar ese poco que en realidad sabía", reflexionó Álamos.18

Luego se hace cargo de la Selección juvenil que disputó amistosos para la preparación
del mundial del 62’. Su estatus en ese cuerpo técnico es de ayudante de Riera.

En el marco de una gira realizada con Universidad de Chile en 1963, etapa en la que ya
había cosechado dos trofeos del torneo nacional, se encuentra con Helenio Herrera,
técnico argentino que dirigía en ese momento al Internazionale de Milan, y éste lo invita a
cenar su casa. “Allí me empapó de fútbol europeo, brindamos con vino francés y elogió a
la Universidad de Chile”, recordaba Álamos.19

Al dirigir en dos mundiales (1966 y 1974), el “Zorro” viajó por muchos países europeos.
Cada vez que pudo, conversó con técnicos que le enseñaran material de estudio o
maneras de aplicar una metodología. Lo importante para él era estar siempre en un
estado de aprendizaje, de absorción y crecimiento.

“El hombre evoluciona y madura. La evolución consiste en entender que lo que se pensó
ayer, puede no tener ya validez. Siempre estoy pensando en lo que viene…”, expresaba
Álamos.20

***

Luis Álamos salta a cabecear el balón para despejarlo del área. Federico Menesté,
delantero argentino, hace el amague de que brincará a disputar la pelota. El defensa de la
“U” pasa por encima del futbolista de la Universidad Católica y éste se agacha. Eso se
llama “el banquillo”. El “Zorro” cae a la pista atlética quebrándose la clavícula del hombro
izquierdo.

Ese partido fue el último clásico universitario que jugó Álamos. Se disputó el 5 de julio de
1952. Durante ese torneo sólo participó de ocho encuentros más. Su retiro fue contra

18
Revista Estadio N° 818, 29 de enero de 1959, p. 5.
19
Urrutia, Luis. 2013. El Ballet Azul. Universidad de Chile 1959-1969 Ediciones B. pp. 72-73.
20
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 93.
Everton el 13 de diciembre de ese mismo año, a dos semanas de cumplir 29 de edad.
Nuevamente salió lesionado.

Pero esa mala noticia produjo una oportunidad para cumplir el anhelo que tenía: ser
entrenador de cadetes y juveniles.

Durante años conversó con los dirigentes de las series infantiles de la Universidad de
Chile, como Víctor Sierra o Héctor Humeres del proyecto que quería realizar con los niños
de la “U”. Entre esas pláticas le ofrecen la Tercera y Segunda Infantil y lo acepta

“¡Qué feliz me sentía siendo jugador del primer equipo y, al mismo tiempo, técnico de las
Infantiles y luego jefe de la sección de cadetes!”, expresaba Álamos.21

En algunos momentos, intercambiaba roles con Alejandro Scopelli, quien volvió al club en
1950 hasta 1952, para que Álamos dirigiera a sus compañeros de equipo, como ocurrió
en un partido amistoso disputado contra Santa Fe de Colombia, en Guatemala.
Empataron a dos.

Tras su grave lesión se transformó en jefe de todas las cadetes y cuando se retiró del
fútbol, accedió a ser jefe de las divisiones inferiores. Los resultados se vieron al instante:
en 1952 la juvenil de la “U” salió campeón invicto, arrebatándole el torneo a Colo Colo –
que había ganado los últimos cuatro–.

En un reportaje de la revista Estadio los catalogaron de “una verdadera máquina. Una


fuerza sin fallas. Un equipo que es joya y letra a plazo, a la vez. Juegan como grandes”.22

En el campeonato de 1954 se inicia el sistema de ascenso y descenso. Los “azules” son


dirigidos por el húngaro Jorge Ormos cuando quedan últimos a sólo 10 fechas del término
del torneo. Álamos tomó la posta y salvó la situación.

El que debuta, gana. Así lo hace un sábado 4 de septiembre contra Iberia (3-2). La
novedad para los asistentes es que muestra otro estilo de juego: veloz, con ataque por las
bandas y directo, la utilización del mediocampo como un sector que tiene los objetivos de
defender e ir hacia adelante.

Al renovar la cara y el modo de jugar del equipo, los aficionados esperaban que se
mantuviera. Los dirigentes le ofrecieron seguir el año siguiente, pero lo rechazó

21
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 99.
22
Revista Estadio N° 506, 24 de enero de 1953, pp. 12-13
"Me resistí, porque yo no quería ser uno de esos entrenadores que suben y bajan, y
todavía no me sentía capacitado para hacer el trabajo completo, eficiente y definitivo que
requiere un cuadro de primera división profesional”, respondía el técnico.23

***

“En el fútbol queremos dividir los jugadores en fuertes o técnicos para seleccionarlos,
cuando lo ideal es sumar ambas cualidades”.24

Esa reflexión de Luis Álamos no es casual. Es lo que hizo en todos los equipos que
dirigió, pero en los que más dio frutos fue en la “U” y Colo Colo.

A los futbolistas azules que tuvo desde las cadetes, los preparó con ese objetivo. Todas
las estadías veraniegas en la casa de los scouts del Instituto Nacional en Quintero, iban
enfocadas en ese sentido. Allí tenían una concentración de 20 días con tres prácticas por
jornada: en la mañana era de preparación física, en la tarde la de perfeccionamiento
técnico y en el anochecer las teóricas.

Sergio Navarro cuenta cómo era la rutina en ese periodo: “Te levantabas a tomar el
desayuno. Luego de limpiar todo, trotábamos en la playa y volvíamos a almorzar. A las 6
de la tarde se realizaban los campeonatos de baby fútbol. A veces nos dejaban salir hasta
las 11.30 de la noche y nunca llegó alguien con una pizca de trago”.

Cuando estuvo en Colo Colo, tenía de dirigidos a futbolistas más técnicos. El trabajo junto
al preparador Luis Venegas, se centró en realizar ejercicios de acondicionamiento físico
con el balón.

“Era una forma de que no se aburrieran en cada práctica y a la vez mejorabas las dos
condiciones”, explica Venegas.

Gracias a esta fórmula, el “Zorro” resucitó a un jugador que venía de fracasar en


Antofagasta y que tenía la chapa de ser figura: Francisco Valdés, con 29 años.

“Hablamos mucho. Y ‘Chamaco’ entendió la importancia de la preparación, la necesidad


de cooperar en todos los aspectos del juego, empezando por la marcación, aunque no se
avenga a sus características futbolísticas”, aseguraba en ese entonces el técnico albo.25

Además, para Álamos la técnica tenía una función: “Es un medio y no un fin. Sirve para
evolucionar y progresar, pero no es el único argumento del triunfo”.26
23
Revista Estadio N° 597, 23 de octubre de 1954, p. 4.
24
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 91.
25
Revista Estadio N° 1.539, 23 de enero de 1973, p. 26
26
. Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 92.
La pretemporada que realizaron en La Serena a principios de 1972, dejó a varios
marcados. Alejandro Silva, defensa central, recordaba así las prácticas: “Trotábamos por
la playa hasta Coquimbo, llegábamos y había que hacer 400 abdominales, volvíamos
trotando y los últimos en llegar a La Serena, hacían 200 abdominales más”. 27 Sus
jornadas de trabajo se dividían entre la cancha de fútbol y la playa.

Álamos le daba mucha importancia a los períodos en que los jugadores no estaban en las
prácticas o concentraciones, lo llamaba “entrenamiento invisible”. Aconsejaba que no
comieran de más y cuidaran su estado físico.

“Siempre nos decía que descansáramos. Que el mejor ejercicio para un futbolista es
dormir”, cuenta Raúl Toro, que fue dirigido por el “Zorro” en Santiago Morning.

En enero de 1973, con Colo Colo campeón en el torneo anterior, Álamos reflexionó:

“Que nadie se vanaglorie de aplicar un método para tener siempre a punto al jugador. El
sistema lo da la vida del individuo. Un sistema humano, en que la responsabilidad del
jugador va en combinación con el poder de convicción del técnico”28

***

Año 1962. La Universidad de Chile gana su tercer título de la historia. El mediocampista


Rubén Marcos lo celebra, pero no efusivamente. Se había separado de su señora esa
misma temporada. Las fiestas de Navidad y Año Nuevo no iban a ser lo mismo. Pero el
entrenador de la “U” se enteró del problema que tenía su jugador y lo invitó a un viaje: una
semana en la casa de veraneo de Con Con, junto a su familia. Ese era el trato habitual
que tenía el técnico con sus futbolistas.

El que más compartía con Álamos era Leonel Sánchez. Era su regalón. Lo invitó varias
veces a su casa, ubicada en calle Valencia, en la comuna de Ñuñoa. “Recuerdo que
Leonel fue un 25 de diciembre a nuestro hogar. Me puse en las faldas del goleador azul,
mientras abría los regalos”, cuenta Roberto Álamos.

Esa relación con sus dirigidos no pudo tenerla de la misma manera en otro club, por el
tiempo en que estuvo en los otros siete equipos que adiestró. El que más se acerca a lo
que ocurrió en el “Ballet Azul” es Colo Colo, donde estuvo tres años.

“Desde un principio le dijimos ‘Zorrito’, nunca ‘don Lucho’ o ‘señor’. Aunque sin faltarle el
respeto”, cuenta Leonel Herrera, defensa central.

27
Picket, Axel. 2014. Leyenda hay una sola. La Historia de Colo Colo 73 Editorial Cinco Ases p. 27
28
. Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 93.
Para Francisco Valdés siempre les dejaba alguna enseñanza: “La primera vez que nos
concentramos puso una botella de vino en cada mesa. Le respondimos que nadie toma,
pero él nos dijo que prefería que tomáramos delante de él y no escondidos”.29

Esa confianza también se las entregaba en los entrenamientos o antes de cada partido.
Les repetía constantemente que a un jugador no lo sacaría en medio de un encuentro
sólo por mal rendimiento. “Si cinco o seis andaban bien, ganábamos, aunque los otros no
lo hicieran”, destacaba Carlos Cazsely, delantero.30

Para el “Zorro” estaba claro el concepto que empleó en estos dos planteles: “Un equipo
más que un conjunto humano, debe ser un grupo familiar. Lo experimenté en la “U” y Colo
Colo”.31

A pesar de eso, tuvo inconvenientes en diferentes momentos. En el proceso eliminatorio


al Mundial de Inglaterra de 1966, en plena gira preparativa con destino a México, a dos
meses del campeonato, el “Zorro” excluyó a dos jugadores por indisciplina: José
González, lateral izquierdo y Carlos Contreras, defensa del “Ballet Azul”. El conflicto se
generó porque ese hecho fue considerado una injusticia por parte de los futbolistas
afectados.

“Fuimos al restaurant El Patio, con Eyzaguirre y Contreras. Antes, el “Fifo” le pidió


permiso a Álamos, quien lo autorizó. Ya en el local, llegó el “Zorro” con dirigentes y
periodistas. Al otro día nos expulsaron de la selección. Sólo perdonó a Eyzaguirre”, relata
José González.

Con otro plantel que tuvo ciertos problemas fue con Colo Colo, aunque hizo todo lo
posible por evitarlos. Utilizó la estrategia que le funcionó cuando estuvo en Lota Schwager
con el mismo preparador físico Luis Venegas.

“Cuando resolvía que te iba a sacar del equipo titular, nunca te decía el motivo. Venegas
era el que nombraba a los titulares en el entrenamiento y don Lucho no se atrevía”,
asegura Leonel Herrera.

“Decía que lo importante era que lo dejaran tranquilo para organizar los partidos. Por eso
él no tenía la necesidad de retar o levantar la voz, actuaba por presencia”, explica
Venegas.

***

29
Picket, Axel. 2014. Leyenda hay una sola. La Historia de Colo Colo 73 Editorial Cinco Ases, pp. 54-55
30
Picket, Axel. 2014. Leyenda hay una sola. La Historia de Colo Colo 73 Editorial Cinco Ases, p. 55.
31
Álamos, Luis. 1988. El hombre y el fútbol. Editorial Universitaria, Santiago de Chile p. 202
–Lucho, ¿nunca te ha dado por escribir un libro y expresar tus valiosas experiencias?

–Ya me he preocupado de eso. Lo tengo casi listo. Tengo tanto que decir. He vivido
intensamente el fútbol. Quizás tenga tanto que enseñar aún…

–Cuando lo edites, ¿me permitirías que escriba el prólogo?

–Lo harás.

– ¿Palabra de honor?

– ¡Palabra de honor!

Esta conversación es entre Hugo Tassara y Luis Álamos. Finalmente el libro salió
publicado cinco años después de su muerte. Y el prólogo lo escribió Tassara. Se titula: El
Hombre y el fútbol.

Cuando Fernando Riera se fue del país, Álamos tomó el mando como director de las
asignaturas técnicas. Formó a todos los entrenadores que pasaron por los cursos entre la
década del ’60 hasta el año 1980.

Su escuela de fútbol influyó en muchos estrategas nacionales como Luis Ibarra, Guillermo
Páez, José Sulantay, Leonardo Véliz, Mario Galindo y Manuel Rubilar, pero ninguno logró
éxitos cercanos al nivel de Álamos.

La obra más importante que entregó al balompié chileno es haber dirigido a dos de los
mejores equipos en la historia del balompié nacional: el “Ballet Azul” y “Colo Colo 1973”.

Su fuerte decaimiento en la salud comenzó en el avión que iba camino a Europa para el
Mundial de 1974. Le dio en pleno vuelo una baja de azúcar que casi se transforma en un
coma diabético. Se perdió los amistosos por estar hospitalizado en España y en el
campeonato dirigió su ayudante Pedro Morales. Aunque con las directrices y formaciones
que entregó Álamos.

Después del Mundial, Álamos se encerró en su hogar para recuperarse, porque le dio una
artrosis en sus piernas debido a su problema principal. No asistía a los entrenamientos,
pero decía lo que se debía hacer. A veces estaba desde su auto dirigiendo por walkie-
talkie a su ayudante Orlando Aravena o Luis Venegas. Igualmente, en el año 1975, Colo
Colo salió campeón de la Copa Chile.

Tras su renuncia en los albos, Álamos estuvo en Santiago Morning, Coquimbo Unido,
Unión Española, y Santiago Wanderers. Guillermo Páez, que jugó en ese elenco caturro
de 1980, reafirma: “Ya no estaba con la salud para dirigir”.
Sus últimos dos años y medio de vida los pasó sin entrenar, aunque siempre estaba al
tanto de lo que ocurría en el fútbol chileno. Constantemente recibió visitas de ex
jugadores, ayudantes y preparadores físicos con los que trabajó.

El domingo 19 de junio lo visitó Luis Venegas, como lo hacía cada vez que podía, en la
misma casa en que siempre vivió en Ñuñoa. Conversaron del tema que los unió, que les
entregó felicidad y éxito: el fútbol.

Una semana después, falleció a causa de la diabetes.

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