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Muchísimas gracias por dejarme ver tan de cerca el rostro de la luz y preservar intactas las pupilas del

alma.

Como la paz  de sus ojos café dulce,

sólo la paz de la laguna hospitalaria...

Grande fascinación

acercarse suavemente

y ver hacia el alma grande y bella...

Ver ahí la danza permanente

de su seriedad sonriente

y de sus sonrisas serias...

Dulce fruición

ver ahí tanta humanidad!

me motivó a compartírsela, un cierto grado de nostalgia que me andaba erosionando el alma, quizá por
lo mucho que se me agigantan sus ausencias.

De hecho, este fin de semana que pasó, ya advertido de sus planes de celebración de finalización de
actividades de la maestría, me fuí a refugiar a las orillas del mar, y con la perpetua dulzura de su
recuerdo, sostuve largas conversaciones con los místicos orfebres meticulosos que diseñaron la armonía
de su belleza y de sus talentos.

Con el sabor de su ausencia, el mar, en su eterna desnudez se mostró encantador, profundo, nostálgico
y soberbiamente formidable, con sus arremetidas constantes hacia la orilla en un abatimiento perpetuo
y triste, parecía añorar -igual que yo- su presencia.

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