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Compinche vivía a las afueras del pueblo en una bodega abandonada, junto a sus
amigos Relámpago, un viejo perro de raza bóxer, Corona una pequeña perra
pequines y Negro, un oscuro perro de raza desconocida, mejor dicho criollo.
Aquí se contará una de las diarias aventuras que Compinche y sus amigos vivían.
Ese domingo en la tarde los cuatro amigos salieron con rumbo al parque a
observar lo que allí pasaba. Cuando llegaron se maravillaron al ver la cantidad de
bombillos de varios colores que alumbraban y toda esa cantidad de hierro que
formaba las atracciones del parque.
Los otros tres siguieron recorriendo y cuando iban pasando por el carrusel Corona
les dijo: subámonos, cada uno buscó la manera de hacerlo, mientras la gente
ingresaba. Cuando comenzó girar el carrusel negro entró en pánico, se agarró a
un tubo y sus ojos le daban vueltas, su cola se le erizó del miedo y su cabeza se
movía de lado a lado.
A Corona la cogió una niña de mediana estatura y la subió con ella en el caballo, a
medida que el caballo subía y bajaba la niña brincaba, lo cual hacía sacudir a
Corona al apretarla contra el cuerpo para no dejarla caer, le cortaba la respiración
lo que le produjo malestar y vomitó a la niña, quien se bajó rápido del caballo y
dejó a Corona allí subida, pasando un mal rato mirando como todo el mundo
giraba alrededor de su cabeza mirando estrellitas y lucecitas de mil colores.