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¿A qué se debe la caída de Ciudadanos en las elecciones?

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Agenda Pública Twitter 11 de noviembre de


2019

Siete analistas de Agenda Pública explican para EL PAÍS las razones de la debacle
electoral de Ciudadanos cuyo líder, Albert Rivera, ha dimitido este lunes y ha anunciado
que deja la política. En poco más de seis meses, Cs vio desvanecerse el capital político
ganado en abril, cuando rozó el sorpasso al PP y se convirtió en tercera fuerza en el
Congreso de los Diputados, con 57 escaños. En un hundimiento solo superado por el de
la UCD en 1982, el partido se ha dejado cuatro de cada cinco asientos, hasta sumar solo
10 diputados.

Ignacio Molina
Profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid e investigador
principal en el Real Instituto Elcano
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¿Por qué se hundió Ciudadanos?
No es fácil ser partido de centro. Ni siquiera en un país que se autoubica
ideológicamente a modo de curva normal. Y no es fácil porque el zoon politikón (animal
político) que somos tiende a la competición, a distinguir amigos de enemigos cuando
toca votar. Con esas premisas, y con una estructura electoral que sigue basculando
nítidamente sobre el eje izquierda-derecha, los dos grandes partidos de cada lado del
espectro tienen las de ganar porque ofrecen respuesta a nuestro instinto de
identificación con un bando y a la vez, tal y como explicó Anthony Downs, son capaces de
achicar el espacio de los moderados en un desplazamiento centrípeto que acaba por
captar a la mayor parte del votante mediano. El sesgo mayoritario del sistema electoral
completa el trabajo y por eso la UCD de 1982, el CDS a principio de los noventa o más
recientemente UPyD fracasaron.

Pero Ciudadanos supo ver su oportunidad para crecer como partido liberal,
regeneracionador y constitucionalista cuando el escenario se trastocó tanto a partir de
2012. El unilateralismo independentista, la aparición de Podemos, el desconcierto
socialista y la corrupción del PP fueron una constelación de factores única. En esa
coyuntura, podía haber optado por asumir un papel de pívot, reemplazando en esa
función a la denostada Convergencia, y aspirar a convertirse en pieza muy influyente de
cualquier mayoría de Gobierno (negociando a izquierda y derecha reformas
pragmáticas; entre las que se incluyese un reforzamiento de la proporcionalidad del
sistema electoral para evitar el retorno del bipartidismo). Pero pensó que, como bisagra,
estaba condenada a la misma suerte que los liberales alemanes, británicos o suecos (no
más de entre el 5% y el 15% del voto). Rivera soñó entonces con ser Emmanuel Macron,
pero sin su talento, sin presidencialismo a doble vuelta y sin ni siquiera distanciarse de la
derecha eurófoba. Y el resultado es parecido al de los partidos centristas del sur de
Europa (Portugal, Italia o Grecia) que ni gobiernan, ni influyen, ni existen.

Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política en la Universidad de Valencia.

El ocaso de un partido carismático

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Ciudadanos es el partido que pudo tenerlo todo y que por un exceso de ambición y un
terrible error de cálculo de su líder ha quedado reducido a la irrelevancia. En abril, sus 57
diputados permitían una sólida mayoría parlamentaria con el PSOE, una notable
influencia en las políticas y una posición relevante de Albert Rivera en el Gobierno. De
haberse materializado el acuerdo, se hubiera satisfecho la máxima aspiración de un
partido que es gobernar. Un objetivo que quedó supeditado a la expectativa, infundada
desde la moción de censura, de superar al PP y convertirse, en el mejor de los casos, en
el principal partido de la oposición. Un comportamiento a todas luces irracional desde la
perspectiva de los objetivos del partido que solo se explica por la sumisión del mismo a
su líder, algo propio de la política moderna y en espacial de los partidos de naturaleza
carismática.

La débil institucionalización de este tipo de partidos hace difícil su supervivencia más allá
de su líder fundacional. El partido construido a imagen y semejanza de Albert Rivera se
ha revelado como una formación inútil para la gobernabilidad y ante la expectativa de
ser solo un partido de protesta el electorado parece haber optado por el partido que
protesta más alto. El asalto de Ciudadanos al centro no era para ejercer de partido
tribunicio, era para gobernar. Y sin esa perspectiva a corto plazo está condenado no solo
a la irrelevancia, sino posiblemente también a la desaparición.

Juan Rodríguez
Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia

"En política no existe un extremo centro"


Ciudadanos llegó a la política española desde Cataluña con una doble promesa: moderar
la política española y substituir a los nacionalismos periféricos, ejerciendo de actor
bisagra entre PP y PSOE. Empezó a hacerlo en las autonomías, lo trasladó luego sin éxito
al pacto con el PSOE en febrero de 2016 y lo materializó con Mariano Rajoy a finales de
ese mismo año.

Pero en 2017, Ciudadanos cambió este esquema con una hipótesis alternativa:
remplazar al PP como gran partido de centroderecha. Necesitaba dos palancas:
mantener un nivel elevado de polarización sobre el eje nacional, alimentado por la crisis
catalana, y extender territorialmente una organización que disputara al PP su electorado
más fiel. Una combinación que exigía tiempo, mientras que las encuestas le elevaban
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hasta cerca del 30% en la primavera de 2018. Rajoy podría haber pinchado aquel globo
—con un alto riesgo ya para el PP—, pero fue Pedro Sánchez quien trajo el cambio
político con una coalición parlamentaria heterogénea de la que Ciudadanos, aplicando la
coherencia con su nueva estrategia, decidió excluirse.

Aquel fue su primer error estratégico. Y el inicio de la decadencia. Con el PP fuera del
poder, el precario encaje de bolillos de su arriesgado plan se convirtió en insostenible:
ahora no competía con el PP por encabezar el Gobierno, sino la oposición. Y la
polarización sobre Cataluña alimentaba una opción aún más radical en el eje nacional.
Ciudadanos aún tuvo tres oportunidades para cambiar el plan, posibilitando mayorías
alternativas locales en Madrid o Barcelona, formando Gobierno con Susana Díaz en
Andalucía, o con Sánchez en la Moncloa. Pero rechazó las tres, dándole todo el
protagonismo a Vox y a los independentistas, y renunciando con ello a su doble
promesa. Y consecuentemente, sus votantes le han abandonado. En política no existe el
extremo centro.

Luis Cornago
Analista de riesgo político en Teneo

¿Una reconstrucción del partido?


El batacazo electoral de este domingo de Ciudadanos fue la confirmación de un
descenso paulatino que se inicia con la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno en junio de
2018. Unas semanas antes de la moción de censura, el promedio de encuestas en
España situaba a Ciudadanos a la cabeza con un 25% de los votos. En las elecciones del
10-N, Ciudadanos perdió algo más de 2,5 millones de votos pasando de 57 a 10 escaños;
de casi el 16% de los votos el 28 de abril a no llegar al 7%. ¿Cómo ha sido posible?

Por un lado, el electorado de Ciudadanos siempre estuvo particularmente dividido en


torno a la política de pactos, con cerca de una mitad de su electorado que prefería un
pacto con Pedro Sánchez después del 28 de abril. La negativa de la dirección de
Ciudadanos a un acuerdo con el PSOE, al que situaban desde la moción de censura fuera
del consenso constitucionalista, habría ido alienando poco a poco a su electorado más
moderado. Además, este electorado habría echado cada vez más de menos las
propuestas económicas de corte socioliberal que caracterizaban al partido allá por 2015,
así como una visión más tecnocrática y pragmática de la política.
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En segundo lugar, la emergencia de Vox hizo que Ciudadanos dejase de ser el principal
beneficiado de la polarización identitaria causada por la cuestión catalana. En los meses
posteriores al 1 de octubre de 2017, Ciudadanos logró ascender hasta 10 puntos
porcentuales en las encuestas, ya que era percibido por una parte importante del
electorado como el partido mejor capacitado para hacer frente al envite
independentista. Esto se habría esfumado con el crecimiento de Vox, un partido que se
alimenta todavía más de una polarización creciente y cuyas propuestas son atractivas
para los sectores más exacerbados del nacionalismo español.

Originalmente, los acontecimientos en Cataluña permitieron a Ciudadanos soñar con el


Gobierno de España. Paradójicamente, las consecuencias de la vigorización del conflicto
catalán han llevado al partido al borde del precipicio, visibilizando sus dilemas y sus
contradicciones. La pregunta ahora es si todavía están a tiempo de reconstruir el partido
y volver al pragmatismo.

Cristina Monge
Politóloga

La extraña habilidad de convertir los éxitos en un rotundo fracaso

La debacle de Ciudadanos difícilmente puede explicarse por una sola causa. Si


atendemos a los movimientos concretos habría que remontarse a las elecciones
catalanas en las que, siendo primera fuerza, ni siquiera intentaron articular ningún tipo
de acuerdo ni presentarse a la investidura. Más de un millón de catalanes que confiaron
en ellos vieron frustradas sus expectativas, convirtiendo el éxito en un fiasco. Sin
embargo, el protagonismo que la tensión territorial ha adquirido en España les llevó a
hacer de este asunto buena parte de su razón de ser, aunque carecieran de una
propuesta capaz de solucionar el conflicto. Lo equívoco de la estrategia se comprobó en
la foto de Colón, símbolo de toda una serie de espejismos letales.

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Elena García Guereta
Profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid

Paralelamente la formación naranja ha ido derechizando su discurso en la práctica


totalidad de temas claves, algo que el electorado percibió claramente. En la escala de
ubicación ideológica de 0 a 10, donde 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha,
Ciudadanos ha pasado en apenas cuatro años de situarse en el 6 pelado, a acercarse al
7,5.

En este contexto el buen resultado de Rivera la noche electoral del 28 de Abril se acabó
convirtiendo en otra trampa. Decidió renunciar a ser ese partido liberal homologable a la
derecha moderna europea, capaz de actuar de bisagra pactando a ambos lados del
tablero, para pujar por liderar el bloque conservador. Apenas 220.000 votos le
separaban de un Partido Popular y la tentación del sorpasso era demasiado fuerte.

La política es cualquier cosa menos fácil, e interpretar los escenarios y los electorados en
tiempos cambiantes es cada vez más difícil. La ejecutiva liderada por Rivera olvidó que el
espacio ideológico en el que se habían situado progresivamente y que confirmaban con
esa decisión ya no era el de la disputa por el electorado liberal, centrista, europeísta y
moderado, sino el de la derecha más extrema, un lugar en el que no nacieron, ajeno a
buena parte de su electorado, y en el que son otros los que tienen el marchamo de la
autenticidad. La crisis interna hacía presagiar lo peor, pero en situaciones difíciles los
partidos tienen mucha dificultad para interpretar las señales y suelen optar por
enrocarse.

Tuvo la oportunidad y la rechazó

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Emma Cerviño
Doctora en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Madrid

Ciudadanos nació en Cataluña como un partido ideológicamente moderado pero


radicalmente anti-nacionalista. Y entró en la arena política nacional con una doble
misión, urgente para muchos españoles de centro que se habían distanciado de los
partidos tradicionales. Tenía dos objetivos esenciales: uno, hacer frente al nacionalismo
catalán, tanto en Cataluña como en España. Dos, regenerar la vida política, luchando
contra la corrupción y aportando equipos de brillantes profesionales capaces de
gobernar con eficacia y moderación.

Su misión estaba muy clara. Como partido antinacionalista y de centro, debía contribuir
a formar gobiernos estables en España y sus comunidades autónomas, y a la vez,
impedir la excesiva influencia que el nacionalismo catalán ha tenido históricamente en
los gobiernos de España. Y debía aportar transparencia, diligencia y eficacia a esos
gobiernos.

Quienes esperaban esto de C’s se han visto completamente defraudados: ha tenido la


oportunidad de contribuir a la formación de un gobierno moderado y no nacionalista, y
de convertir a los nacionalismos radicales en irrelevantes para la gobernabilidad de
España. Ha podido integrar un gobierno eficaz y no corrupto. Y no sólo ha rechazado esa
oportunidad, es aún peor: se ha permitido el lujo de no explorarla. Eso le ha costado
durísimas críticas internas, y muchos abandonos de algunos de los más prestigiosos
miembros del su partido. Buena parte de sus votantes han seguido a esos dirigentes y
abandonado el barco.

Ya dijo Downs que los partidos deben ser fiables y responsables, si quieren lograr la
lealtad de sus votantes. Ciudadanos no ha sido ni o uno ni lo otro. Siendo un partido
nuevo, sin casi electores leales o identificados, la diferencia entre su proceder y el
suicidio político es escasa.

Porque C’s ha tenido la oportunidad de cumplir casi íntegramente los objetivos para los
que nació. Y la ha rechazado. Ha subordinado todo a un nuevo objetivo: lograr el
liderazgo de la derecha. Y eso no podía salirle gratis. Lo sorprendente, más que su
debacle, ha sido su resistencia: ha conseguido retener al 39% de quienes le votaron el 28
de abril.

Un derrumbre espectacular
A pesar de que todos los pronósticos vaticinaban su caída, lo cierto es que su derrumbe
ha sido tan espectacular, y en un período de tiempo tan corto, que se convertirá en uno
de los elementos de análisis de la ciencia política en los próximos tiempos. Muchos son
los factores a tener en cuenta para explicar este resultado. Aquí presento algunas
hipótesis.

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Desde el lado de la oferta (estrategia): Ciudadanos decidió romper su estrategia
renovadora (frente a la corrupción) y su papel bisagra frente al independentismo. Un
cálculo que, aunque chocante, podría ser racional para liderar la derecha en virtud de los
pronósticos electorales. Sin embargo, los resultados las elecciones del 28A no fueron los
esperados. El cortejo al votante de derechas fue insuficiente. A pesar de lo cual,
Ciudadanos siguió apostando por mantener la lógica de bloques, incluso a costa de la
marcha de líderes importantes del partido ¿Por qué? A modo de hipótesis cabe pensar
que las dinámicas organizativas y estratégicas generadas hasta el momento eran difíciles
de cambiar en un espacio de tiempo corto, más aún con una estructura organizativa que
ha limitado el contrapeso del bloque crítico.

Desde el lado de la demanda (votantes), la distribución de bloques apenas ha variado, lo


que vendría a indicar que la caída de Ciudadanos proviene de una fuga de sus votantes a
otros partidos del bloque de la derecha. ¿Por qué? Tras la renuncia al centro, otras
opciones resultarían más eficientes: frente al independentismo (que a priori parecía
favorecerle), había una alternativa más dura y enérgica (VOX). Para los más moderados y
defraudados por la renuncia a la estrategia de renovación de Ciudadanos, el
reagrupamiento en torno al PP. En un contexto de fragmentación de partidos, la
penalización es menos costosa. Todo ello en un sistema electoral como el español que
penaliza enormemente a los partidos pequeños de ámbito nacional.

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