Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
SÓCRATES
Ser ético según Sócrates consiste en dejarse y guiarse por la razón, en torno a lo
que esté bien y renunciando a lo que está mal.
Ser ético significa encontrar la felicidad sólo si se actúa en conformidad con las
propias convicciones; de allí que ser feliz consiste en ser ético, es entonces saber
lo que está bien y en conformidad con ese saber hacer el bien. Pues no hacer el
bien significa ser infeliz o no ser ético.
vicio como ignorancia (el que obra mal es porque ignora el bien; por tanto, nadie hace el mal
voluntariamente)
PLATÓN
Al igual que ocurre con los otros aspectos de su filosofía, la ética no es objeto de
un tratado específico en el que se aborde el tema sistemáticamente. El hecho de
que muchos de los diálogos platónicos comiencen con alguna interrogación acerca
de la virtud en general, o de determinadas virtudes en particular, muestra
claramente, sin embargo, que el interés por el análisis del comportamiento
humano no es algo accidental en Platón. Como hemos visto en su concepción de
la ciudad ideal, el objetivo de la vida del hombre no puede reducirse a la
satisfacción de sus necesidades materiales; más allá de éstas, el hombre debe ser
objeto de un desarrollo completo de su personalidad, de acuerdo con las partes
más elevadas de su alma, la irascible y la racional, con el fin de alcanzar una
felicidad identificada con la armonía de su vida.
Si la justicia en la ciudad reside en que cada clase social haga lo que debe hacer,
la justicia en el hombre residirá también en que cada parte del alma haga lo que
debe. Ello implica que la vida buena para el hombre es una vida en la que se
atiendan las necesidades "materiales" y "espirituales". El conocimiento y la
satisfacción de las necesidades intelectuales deben ir acompañados de salud,
moderación en el disfrute de los bienes materiales, etc., lo que pone de manifiesto
hasta qué punto la idea de que Platón rechaza de un modo absoluto lo corporal es
injustificada.
El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la
práctica de la virtud. Pero ¿qué es la virtud? Platón acepta fundamentalmente la
identificación socrática entre virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone
una perversión de la naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre
busca el bien para sí, pero si desconoce el bien puede tomar como bueno,
erróneamente, cualquier cosa y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta
de virtud es equivalente, pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien
puede actuar correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos dice
Platón en la República, al terminar la exposición y análisis del mito de la caverna.
Cuando alguien elige una actuación que es manifiestamente mala lo hace, según
Platón, creyendo que el tipo de conducta elegida es buena, ya que nadie opta por
el mal a sabiendas y adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia,
la capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los
medios de que dispone para alcanzarlo. La dependencia con respecto al
intelectualismo socrático es clara en la reflexión ética de Platón.
En la República nos habla Platón de cuatro virtudes principales: la sabiduría, el
coraje o fortaleza de ánimo, la templanza y la justicia. Como hemos visto,
establece una correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas
partes del alma y las clases sociales de la ciudad ideal. La parte más elevada del
alma, la parte racional, posee como virtud propia la sabiduría; pero la justicia, la
virtud general que consiste en que cada parte del alma cumpla su propia la
función, estableciendo la correspondiente armonía en el hombre, impone los
límites o la proporción en que cada una de las virtudes ha de desarrollarse en el
hombre. El hecho de que Platón tenga una concepción absoluta del Bien hace que
la función de la parte racional del alma siga siendo fundamental en la organización
de la vida práctica del hombre, de su vida moral.
Postura Ética
La ética para Platón es que el alma humana está compuesta por tres elementos.
1. Intelecto
2. Voluntad
3. Emoción
Cada uno de los cuales poseen una virtud específica en la persona buena y juega
un papel específico. La virtud del intelecto es la sabiduría, o el conocimiento de los
fines de la vida, la de la voluntad es el valor, la capacidad de actuar y la de las
emociones es la templanza o el autocontrol.
ARISTÓTELES
Descartes negó el vacío. Para él todo estaba lleno de materia. En términos más
contemporáneos diríamos equivocadamente que fue materialista, pero esto sería erróneo.
Fue un racionalista y, seguramente, el más importante de todo ese movimiento que se dio
en el siglo XVII. Este fue un periodo de crisis de certezas y de pensamiento. ¿Por qué?
Pues porque desde hacía un tiempo se conmovía la significación central que había
sostenido la llamada Edad Media: la certeza divina. Hasta entonces la naturaleza y el
mundo, incluido el mundo humano y su sociedad, se habían entendido y tomado como
creación fuerte de Dios, en todas sus partes. La realidad era así pues “disposición divina”,
la realidad estaba santificada.
Esta santificación conducía a un confortable fatalismo: si lo que está allí está puesto por
Dios, entonces está bien; y, si está bien, no se discute. Y, no solamente, sino que es lo
mejor, es lo perfecto. Hoy puede parecer esto simple represión o ausencia de libertad; pero
resulta que, si esta significación imaginaria es admitida como certeza absoluta, entonces el
mundo humano adquiere sentido y es ésta composición de sentido lo que justifica todo.
Esta racionalidad divina otorga todo lo que en el fondo requiere el ser humano: dar sentido
a su vida. Que todo esté explicado y justificado, que todo tenga una respuesta.
Descartes era perfectamente consciente de la importancia de una teoría ética y, por otra
parte, de su obligación de postularla. ¿Cómo evadir el mundo ético en una filosofía que
afirma simultáneamente que el mundo existe, que es cognoscible, que es uno; ¿qué afirmó,
en fin, la unidad del método? Imposible. Tanto es así que para avanzar en la elaboración de
su método postuló una moral provisional. ¿Era indispensable este paso previo? Bueno, nos
parece que sí, porque de cara a la realidad el sujeto cognoscente no está solo y tiene que
asumirlo. ¿Cómo derivó entonces esta moral provisional? Asumió que responde a cuatro
reglas, son las siguientes. LA PRIMERA, es necesario obedecer las leyes y costumbres de
un país. LA SEGUNDA, hay que pensar mucho las decisiones que tomamos, pero una vez
tomadas no hay que dudar, hay que actuar. LA TERCERA, antes de intentar cambiar el
orden del mundo hay que intentar vencerse uno a sí mismo. LA CUARTA, dedicar la vida
al cultivo y estudio de la razón. Así, decide vivir él mismo acorde a estas máximas,
mientras construye su moral definitiva. Usamos aquí los términos ética y moral como
equivalentes.
Podemos resumir las conclusiones de la duda metodológica. Para Descartes existen tres
cosas: Dios, el alma y la materia, donde incluye el cuerpo. Se trata de tres sustancias:
sustancia infinita, Dios; sustancia pensante, Alma; y sustancia extensa, Materia o Cuerpo.
Como quedó claro, Dios no requiere de nada más para existir, mientras el Alma y el Cuerpo
requieren a Dios, como también vimos. Ahora bien, el detalle importante es que para
Descartes alma y cuerpo no se requieren entre sí para existir. Él las separa completamente y
postula lo que se conoce como dualismo. Lo que se está diciendo es que alma y cuerpo son
innatas como en un segundo grado –porque requieren a Dios— pero que entre ellas mismas
no hay nada que encontrar, son completamente ajenas. Están separadas
infranqueablemente.
¿Qué hacer entonces frente al hombre? Bueno, parece que todo quedó reducido para
Descartes en los buenos consejos de la experiencia: nos tenemos que olvidar de la ciencia y
sirviéndonos de la vida y de las conversaciones habituales, uno va conociendo al ente
humano: uno lo entrevé viendo a la gente en su actuar cotidiano. Se trata pues de una moral
subjetiva y desarticulada del proyecto inicial. La última moral cartesiana consistió en una
reivindicación de saber, resolución y firmeza como modos de alcanzar la felicidad. Como
se ve, un final más bien modesto para una filosofía que aspiraba dominar la naturaleza y
dictar sus reglas integrales. Por último, la moral provisional y nos parece que igualmente
este resumen en el cual quedó lo que podemos deducir como su ética final, son alegatos
contra la acción política como actividad institutiva e instituyente de la sociedad.
KARL MARX
Los marxistas creen que la "vieja moral" la moral de la clase capitalista reinante explota a
la clase obrera. Según esta visión, los viejos códigos morales religiosos deben ser
abandonados. Para Carlos Marx y Frederick Engels "No robarás" establece una sociedad
en la que algunos tienen propiedades y otros no. Tal establecimiento es la raíz del
problema.
"Debe tenerse en cuenta constantemente," dice Howard Selsam, "que Marx y Engels
negaron que los ideales morales, las consideraciones morales, sean fundamentales en la
vida humana y la evolución social."1En cambio, es la evolución biológica y social lo que
determina la moral. Lo que es correcto o incorrecto es determinado por lo que es mejor
para esta evolución. Si la clase burguesa dificulta la evolución biológica o social, la
naturaleza dicta la eliminación de esa clase.
SIGMUND FREUD
El punto de partida de Freud es que el hombre tiene algunas inclinaciones tan naturales como necesarias. La primera de ellas es su agresividad, por eso dice a propósito de la
frase “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, que considera francamente absurda, irrealizable y por ende, cargada con una dosis significativa de represión cultural:
La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor; que sólo osaría defenderse si se le
atacara, sino por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le
representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de
trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y
matarlo. Homo hominis lupus (Freud, 1999, p. 102).
La ética moderna está muy influida por el psicoanálisis de Sigmund Freudy sus seguidores. Freud atribuyó el problema del bien y del mal en cada individuo a la lucha entre el
impulso del yo instintivo para satisfacer todos sus deseos y la necesidad del yo social de controlar o reprimir la mayoría de esos impulsos con el fin de que el individuo actúe
dentro de la sociedad. A pesar de que la influencia de Freud no ha sido asimilada por completo en el conjunto del pensamiento ético, la psicología freudiana ha mostrado que
la culpa, respondiendo a motivaciones de naturaleza sexual, subyace en el pensamiento clásico que dilucida sobre el bien y el mal.
Freud va sobre lo más íntimo del hombre, sobre lo que nadie se había atrevido a
indagar, abrir esa puerta significó tanto como abrir la caja de Pandora en todos y cada
uno. Al escudriñar la mente, Freud encuentra cosas tan desgarradoras como
reveladoras, para ello, toma a la ciencia y con su ayuda crea el psicoanálisis y con él,
destapa la enorme debilidad y horror que le causa al hombre ver en un espejo su
insoportable realidad sin la coraza que le da el reflexionar sobre ella desde la
ciertamente más cómoda abstracción mental. No es casualidad que las vidas de
Nietzsche y Kiekegaard, humanistas al fin, hayan sido una auténtica galería de
sufrimientos, depresiones y altibajos. Freud no discute sobre la forma de árbol, ni para
qué lado debe crecer, ni cómo debe crecer, ni si lo que hay arriba es cielo o no, Freud
va a las raíces a buscar el porqué el árbol es cómo es. Por decirlo de alguna manera, la
investigación de Freud es ética, es consigo mismo, es para entenderse, es para
continuar el ideal socrático de “Conócete a ti mismo” ahora bajo el marco de la ciencia.
Por ello celebró tanto el que Carl Jung, hijo pródigo y desobediente a la vez, llevara al
psicoanálisis al mundo“Casi diría que sólo su aparición ha podido salvar al psicoanálisis
de convertirse en una preocupación nacional judía” (Rodríguez en Freud, 1999, p. 48)
dijo en 1908. Así pues, como colofón, es posible afirmar que Freud oscila entre la
psicología y la biología. Su visión va más allá o más acá de la filosofía según se quiera
ver, no se trata de especular, se trata de entender al psicoanálisis como la ciencia de
lo psíquico inconsciente.
La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el
hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor; que sólo osaría defenderse si
se le atacara, sino por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas
también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo
no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un
motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de
trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para
apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y
matarlo. Homo hominis lupus (Freud, 1999, p. 102).
La crítica que Freud hace a la cultura y a sus dos hijas pródigas: la moral y la religión,
se centra en que su imposición conlleva necesariamente la renuncia y al
establecimiento de un seguro de felicidad que se asemeja más a un espejismo, pues se
trata de una protección contra el dolor mediante una transformación delirante de la
realidad. Para Freud las religiones son delirios colectivos en las que las personas
buscan caminos desesperados a la felicidad que no llevan a ningún lado, pues la
realidad es más fuerte.
El super-yo cultural ha elaborado sus ideales y erigido sus normas. Entre éstas, las que
se refieren a las relaciones de los seres humanos entre sí, están comprendidas en el
concepto de la ética. En todas las épocas se dio el mayor valor a estos sistemas éticos,
como si precisamente ellos hubieran de colmar las máximas esperanzas. En efecto, la
ética aborda aquel punto que es fácil reconocer como el más vulnerable de toda
cultura. Por consiguiente, debe ser concebida como una tentativa terapéutica, como un
ensayo destinado a lograr mediante un imperativo del super-yo lo que antes no pudo
lograr la restante labor cultural (Freud, 1999, p. 131).
Sólo en este pequeño párrafo y en un par más, Freud alude explícitamente a la ética,
lo curioso es que la concibe como un ensayo terapéutico, pues trata de resolver lo que
la cultura no pudo ni puede. Esto es, al ser el súper-yo un supresor de pulsiones y, por
ende, generador de malestar ya que las renuncias que éste impone llevan
irremediablemente a la insatisfacción del campo pulsional, lo que la ética va a generar
son satisfacciones en plano cultural. Así pues, para ponerlo en palabras de Freud, la
ética es un ensayo destinado a lograr mediante un imperativo del súper-yo lo que
antes no pudo lograr la restante labor cultural: satisfacción, logrando de esa manera
una salida terapéutica al malestar cultural por la represión pulsional y es que el
hombre necesita forzosamente obtener alguna satisfacción y una acción o
comportamiento éticos parecen ser los únicos que pueden proveerle cierto descanso en
medio de su malestar.
El ser humano como realidad dual: el dualismo Por dualismo se entiende aquella idea que postula
que existen dos realidades completamente diferentes, antagónicas e independientes que
conforman el universo y hacen que éste y el mundo existan. Normalmente, se identifican dos
realidades que son: una material y otra espiritual, que componen el mundo. Respecto al ser
humano, también podemos pensarlo como realidad dual, o como conformado por dos sustancias
diferentes. En el presente apartado, veremos dos tipos de dualismos: Uno fuerte, que defiende
que existen dos sustancias irreductibles entre sí, y cuya naturaleza es totalmente contraria entre
sí; y un dualismo débil, que es aquél que, aun pudiendo reconocer “mínimamente” el dualismo, no
cree que esas realidades puedan ser separadas (o separables) o que una sea más relevante que la
otra, sino que las dos partes son interdependientes. También veremos una postura contraria al
dualismo que será el monismo. Éste último defenderá que sólo existe una sustancia o realidad por
la cual está compuesto el mundo y el hombre. Como de lo que trata este tema es del ser humano,
vemos cómo serán las concepciones dualistas fuertes, las débiles y las monistas que explican la
naturaleza ontológica del mismo. En este caso hablaremos pues, de dualismo antropológico.
Dualismo antropológico fuerte Este tipo de dualismo divide al ser humano en dos sustancias que
serán el alma, o mente, por un lado, y el cuerpo por otro. Ambas realidades, como hemos visto en
el punto anterior, serán independientes entre sí y, aún más determinante, una de las realidades
será siempre más importante que la otra. Por regla general será el alma la sustancia que más peso
tendrá. Veamos qué representaciones hay en la historia de la filosofía de esta posición. A. El
dualismo antropológico de Platón. Platón (Atenas, 428/427 a. C – 347 a. C.) fue uno de los
pensadores más importantes de todos los tiempos. Tanto es así que un filósofo contemporáneo
llegó a decir que toda la Historia de la Filosofía no es más que notas y comentarios sobre el
pensamiento de Platón. La mayor parte de sus escritos están redactados en forma de diálogo, por
ello, son conocidos como “diálogos platónicos”. Su amigo y maestro fue Sócrates, presente en
numerosas ocasiones en los citados diálogos. Para Platón, la filosofía es fundamentalmente
ontología, o un saber acerca de la realidad. De aquí que su dualismo antropológico se subordine al
“dualismo ontológico” que defiende, y es que en Plantón la realidad está conformada por dos
clases de sustancias: 4 - El mundo sensible, formado con lo que podemos captar por nuestros
sentidos. Es un mundo perecedero y que está sujeto a continuo cambio donde no hay nada
permanente. A este mundo pertenece también nuestro cuerpo físico. - El mundo inteligible, o
mundo de las Ideas, formado por entidades de carácter no físico, no sensible. Son las ideas
perfectas de todo lo que forma parte del mundo sensible. Éstas son realidades, y existen
independientemente. A ellas solo se puede acceder a través de la inteligencia, por eso se dice que
son inteligibles. Esta realidad, el Mundo de las Ideas, será la verdadera, inmortal, perfecta y
fundamento del mundo sensible. Pues bien, teniendo esto en cuenta, decir que, de la misma
forma en que el mundo se halla dividido de esta manera, el ser humano también cuenta con dos
partes: el alma y el cuerpo. Cada una presenta una naturaleza distinta a la de la otra. Y esto es fácil
de comprender con el siguiente ejemplo: ¿por qué somos capaces de oler la rosa? Porque lo
percibimos a través de nuestro cuerpo sensible que interactúa con otros cuerpos físicos. Esto es,
tenemos conocimiento del mundo físico (aunque éste sea impreciso y sujeto a cambios
constantes) porque nuestro cuerpo forma parte de este mundo. Ahora bien, ¿cómo es posible
tener conocimiento de las Ideas si éstas no son de naturaleza sensible? Patón dirá que las
conocemos a través del alma, que es de igual naturaleza que esas Ideas, a saber, inteligible. El
alma será relacionada con la razón del hombre y su naturaleza será inmaterial, mientras que el
cuerpo se encuentra inmerso en lo visible, forma parte del Mundo Sensible12. Para Platón, el
cuerpo es la “cárcel” del alma, ya que impide, con sus necesidades físicas, el correcto desarrollo de
ésta para alcanzar el pleno conocimiento. Para que un ciudadano llegue a ser virtuoso habrá de
desprenderse de cualquier llamamiento del cuerpo y centrarse sólo en las peticiones del alma, que
no son otras que las relacionadas con la sabiduría y el conocimiento de las ideas. En resumen: - Las
características del cuerpo serán: sensible y material, con lo cual será perecedero y aparente, pues
no hay verdad en el mundo sensible, sino que todo lo que vemos y sentimos son imágenes
imperfectas de las ideas. - Las características del alma serán: se corresponde con la razón y se
asemeja, al contrario que el cuerpo, a lo invisible, al Mundo de las Ideas, a lo divino. El alma será
inmortal y debe regir al cuerpo, destinado para obedecer y ser mandado13. Los filósofos, según
escribe Platón en el Fedón, son un claro ejemplo de correcto uso de la razón y abstinencia de
cualquier deseo del cuerpo. Texto de Platón: " Mientras tengamos el cuerpo, y nuestra alma se
halle entremezclada con semejante mal, no poseeremos suficientemente aquello que deseamos,
es decir, la verdad. El cuerpo, en efecto, nos acarrea incontables distracciones debido a la
necesidad del sustento, y, por si fuera poco, lo atacan enfermedades que nos impiden el
conocimiento de lo real. Nos llena de amores, deseos, temores, toda clase de imágenes y
tonterías; de tal modo que en lo que de él depende jamás nos sería posible ser sabios. También las
guerras, discordias y batallas las acarrean el cuerpo y sus deseos..La purificación consiste -como
dice la antigua sentencia- 5 en "separar al alma del cuerpo" y que aquella se acostumbre a
concentrarse sobre sí misma desde todas las partes del cuerpo, y a recogerse y a vivir en lo posible
-tanto en lo presente como en lo futuro- sola en sí, liberándose del cuerpo, como si se tratara de
cadenas... ¿Y no es la muerte una liberación del alma con respecto al cuerpo? Por eso los que
filosofan de verdad se preparan para morir...