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 Terán, Oscar (2008) historia de las ideas en argentina. Lección 3.

La
generación del 37: Sarmiento y Alberdi
Las guerras de independencia se han sucedido las guerras civiles entre unitarios y
federales; en este contexto, Juan Manuela de Rosas es el hombre fuerte de la política
argentina. En el plano cultural, ha surgido la Generación del 37, considerada como el
primer movimiento intelectual animado de un propósito de interpretación de la realidad
argentina que enfatizo la necesidad de construir una identidad nacional. Sus integrantes
mas reconocidos son Esteban Echavarria (inspirador del agrupamiento), Domingo
Faustino Sarmiento, Juan Baustita Alberdi, Juan Maria Guttierrez, Vicente Fidel Lopez,,
Jose Marmol y Felix Frias. Iniciada con la creación del salón Literario en 1837, tendrá un
periodo de creatividad que cubre aproximadamente hasta 1880, durante el cual su
ideología romántica, alcanza la hegemonía cultural para ser luego desplazada por otras
tendencias.
Con relación a su colocación estético-ideológica, sabemos que Echevarría retorna de
Francia con el nuevo credo en 1830, cuando el romanticismo ya tiene cincuenta años de
existencia en Europa, donde se extendería aproximadamente hasta 1850. Cuando el
romanticismo ingresa en la plata con aquel señalado desfase, en Europa ya existen otros
movimientos de ideas que han empezado a disputarle el terreno, tanto por via del
realismo en las artes como el positivismo en la filosofía y en el pensamiento social.
Algunos parámetros generales para orientarnos cuando hablamos del romanticismo:
Didácticamente, este movimiento puede ser comprendido por su contraste con la
Ilustración. El romanticismo atiende a fenómenos que no forman parte del ambiente de la
racionalidad iluminista. Así cobrara releve la exploración de los aspectos considerados
irracionales de las conductas humana, tales como la imaginación o el ámbito de las
emociones.
El romanticismo valorara lo auténtico, lo propio, lo idiosincrático, es decir, lo original y lo
distintivo de cada cultura y cada nación, en contraposición al cosmopolitismo ilustrado.
Valorara asimismo a los llamados “simples”, es decir, aquellos campesinos, cuya
ignorancia en cuestiones intelectuales se ve compensada y superada por su saber
instintivo, natural espontaneo, incontaminado con los falsos refinamientos de la
civilización.
Pondrá el acento en los usos y costumbres de cada nación. De hecho esta será la crítica
de la generación del 37, a los unitarios a los rivadavianos, a quienes reprocharan haber
sido pura razón y no haber tenido un ojo clavado en las entrañas de su propia realidad
americana.
El historicismo romántico, frente a la historia vista como un proceso de civilizaciones que
avanzan de manera homogénea y unilineal, introduce la noción de que cada nación es
una totalidad en sí misma, que posee una finalidad en sí, y que por ende cada una vale
tanto como cualquier otra.
La generación argentina de 1837, herederos del proyecto educativo rivadaviano, la
mayoría de sus integrantes había estudiado en un establecimiento estatal y laico, se
nuclean en el Salón Literario con asiento en la librería de Marcos Sastre y se propone
como un “cirvulo de pensamiento”, un ámbito de lecturas, discusiones y socialibilidad de
ser escuchados por los hombres del poder. Se trata entonces de un grupo que dialoga
principalmente con la tradición intelectual y literaria francesa.
La selección de tópicos, géneros y problemáticas que se realizara dentro de este modelo
está determinada en buena medida por un tipo de romanticismo que se desarrolla en un
país donde la cultura política está configurada por la presencia de discursos republicanos
y por referencias constantes al proceso revolucionario vivido.
Luego de un periodo durante el cual alientan ciertas expectativas positivistas hacia el
régimen de Juan Manuel de Rosas, los miembros de esta generación ingresan en una
activa política de oposición que los llevara al exilio (Bolivia, Brasil y especialmente Chile Y
Montevideo), de donde regresaran luego de la batalla de Caseros de 1852.
El Facundo
En la Argentina de 1845 gobierna Juan Manuel de Rosas, y que a causa de su oposición
al régimen, Sarmiento se ha exiliado en Chile. Sabremos asimismo que Rosas ha enviado
un emisario al país trasandino para descalificar al sanjuanino, cuya cercanía le resulta
inconveniente. Como respuesta a esos ataques, Sarmiento escribe el Facundo.
Facundo, es una defensa de carácter político, es decir, que Sarmiento escribe desde la
política y no desde un lugar de académico o científico empeñado en la pura verdad.
 si el Facundo ha pasado a la historia no ha sido por este propósito político, sino porque
esta defensa asumió la configuración de un ensayo de interpretación histórico-social que
fue luego reunido en libro, y como tal, junto con el Martín Fierro de José Hernández y Una
excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, constituye uno de los pilares de la
cultura letrada en el siglo XIX argentino.
Cuando se lo define como “ensayo”, se lo hace considerando que este género se
caracteriza precisamente por ser una suerte de “centauro de los géneros”, como ha dicho
el escritor Alfonso Reyes, es decir, una mezcla de diversos géneros. De tal modo, en el
texto sarmientino hallamos una narración novelada con formato de biografía histórica,
pero además encontramos un estudio histórico y social de la Argentina, así como
observaciones acerca del medio geográfico y cultural.
el Facundo resultó sumamente eficaz en la implantación de una serie de tópicos para
pensar la realidad argentina. El objetivo profundo que se plantea el texto es develar el
“enigma argentino”, que podemos parafrasear de este modo: por qué una revolución de
libertad desembocó en el despotismo de Rosas. 
En esta polémica, como en toda disputa por el poder, el objetivo es ganar consenso; en
este caso, se trata de convencer a los lectores de que lo que se dice es verdadero o,
mejor dicho, verosímil. Toda construcción de algo verosímil (es decir, de algo que parezca
verdadero) requiere el uso de símbolos (palabras, imágenes) que funcionen como una
suerte de argumentación.
Así, en Facundo hallamos pasajes en los que se acude a una retórica de carácter
romántico como una especie de “argumentación por la estética”, donde la palabra bella
está destinada a obtener el consenso de los lectores por la vía de la sensibilidad
 hay varias preguntas que se le pueden formular a un texto. Una de ellas es quién escribe,
quién habla
Preguntar quién habla implica interrogarnos acerca de cómo está construido el autor
dentro del propio texto. Es muy difícil que exista un texto en el que el autor no se esté
construyendo a sí mismo. Aun cuando diga que él no está a lo largo de su escrito, aun
cuando no diga nada de sí mismo, ésa ya es una posición, una perspectiva.
Otra de las preguntas básicas para formularle a un texto es qué dice, o sea, ver el
significado, la ilación, las contradicciones, los puntos de fuga.

otra precaución para interpretar estos documentos del pasado, consiste en no cometer
anacronismos, en no imponerles a esos escritos los saberes ni los conceptos de nuestra
época.

Facundo o Civilización y barbarie. En principio, observemos que en el subtítulo lo que


relaciona los dos términos no es una disyunción sino la conjunción “y ”. a lo largo del libro
podrá observarse que civilización y barbarie conforman muchas veces dos estructuras
fuertemente diferenciadas y aun polarizadas en forma dicotómica y excluyente.  De esto
último es posible pensar que lo que caracteriza a la Argentina que Sarmiento ve es
precisamente el encuentro, la interpenetración, la fricción entre ambos elementos, y no su
existencia independiente la una de la otra. 

En cuanto a “Facundo”, el nombre refiere al caudillo riojano Facundo Quiroga, cuy a


presencia en las guerras civiles argentinas del siglo XIX atravesó las primeras décadas
posteriores a la Revolución de Mayo. Aunque en rigor no se trata en el texto sarmientino
de esa persona concreta sino de su personificación.

este módulo de conocimiento se inscribe en una figura más amplia que es la del
expresivismo holístico (holos = todo). ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el
romanticismo piensa que una época se manifiesta en determinados fenómenos, de modo
que si comprendemos estos fenómenos particulares comprendemos el todo. 

Sarmiento selecciona a Facundo Quiroga como expresión de un aspecto esencial de la


realidad argentina de su tiempo: la barbarie. Así, narrando la vida y el carácter de
Facundo se estará narrando y dando cuenta del factor que a su entender se ha impuesto
en la lucha entre los dos principios en disputa, aun cuando Sarmiento no duda de que
finalmente triunfará la causa de la civilización. 

 pero en el caso de Sarmiento la elección de Quiroga implicará ciertas tensiones en el


texto generadas por el hecho de que un escrito en pro de la civilización selecciona como
gran hombre a un caudillo bárbaro
 Fíjense que el libro es una defensa de la civilización, pero que el héroe (así sea un héroe
negativo) es un bárbaro

en el libro no existe ningún héroe de la civilización equivalente a Facundo. El que podría


haberlo sido es el general Paz, pero se trata de un personaje desdibujado (obviamente,
no me refiero a la realidad histórica sino al modo como está escrito y descripto en el libro
de Sarmiento).
Tenemos entonces explicitado el título del libro, que remite al concepto de la barbarie, de
manera que cuando retornemos a la figura de Facundo se ampliará nuestra comprensión
de lo que el autor entiende por “barbarie”. Para avanzar en el análisis vamos a desarrollar
ahora qué es lo que debemos entender por el otro término del binomio: “civilización”. Sin
duda, ella está connotada con el mayor valor axiológico, y a que es utilizada dentro de
una cadena evolutiva; dentro de un proceso que va del salvajismo a la civilización,
pensando en un curso unilineal de la historia.
De todos modos, cuando Sarmiento usa de ese modo el término “civilización”, lo hace en
el marco de una valoración política. Así dirá que la civilización es superior a la barbarie, y
que es preciso llegar a la civilización. Cuando dice que “es preciso”, que “es necesario”,
que “hay que combatir por ello”, su lenguaje adopta un tono prescriptivo: indica lo que hay
que hacer. El lenguaje prescriptivo es el lenguaje de la moral y también el de la política, y
este último universo de discurso apunta a la tradición clásica, es decir, a la ciudad como
asiento natural de la república.
Esta última noción –que ya hemos encontrado en la lección 3 – nos lleva a El espíritu de
las leyes, publicado por Montesquieu (1689-1755) en el siglo XVIII. Allí, el filósofo francés
define tres formas de gobierno: la monarquía, en la que el poder está en manos de uno
pero bajo la ley ; el despotismo, en que el poder está en manos de uno que gobierna sin
ley y a su entero arbitrio; la república, en la que el poder está en manos de todos si es
democrática, o de unos pocos si es aristocrática.
La república se funda en la virtud; la monarquía, en el honor; el despotismo reposa sobre
el miedo (como Facundo, como Rosas, piensa a veces Sarmiento). Aquí nos interesa
reiterar que la virtud republicana clásica (que guiará buena parte del razonamiento
sarmientino) es la entrega que cada ciudadano hace de un bien privado, de una energía
privada, en aras del bien público(...)
en Facundo civilización es igual a ideas liberales, espíritu europeo, formas
constitucionales, imperio de la ley, y que esta civilización está representada por una
minoría culta poseedora de la Razón y de la virtud. La barbarie, a su vez, es igual a lo
americano, colonial, hispánico, a las ideas absolutistas, a la arbitrariedad del déspota, al
mando de los caudillos apoyados por masas populares ignaras y guiadas más por el
instinto que por la razón. Otro par de opuestos dentro de la tabla lo constituye la movilidad
versus la inmovilidad.
Otro opuesto en nuestra doble columna proviene del fondo del pensamiento de la
Ilustración, y es el que contrapone el comercio y la agricultura (del lado de la civilización)
a la ganadería (del lado de la barbarie). Según esa versión, el trabajo que implica el
cultivo de la tierra, por un lado, y el contacto con otros pueblos que requiere el comercio,
por el otro, dulcifican las costumbres, aplacan las malas pasiones y contribuyó en así a la
constitución de una buena moral.
“tensiones” y aun contradicciones en el discurso sarmientino. El código romántico valora
positivamente lo pasional contra lo racional, con lo cual Sarmiento queda colocado en la
compleja tarea de invertir esa relación para propugnar su defensa de la civilización. Del
mismo modo, mientras el romanticismo elogia al hombre rústico frente al refinado, vemos
que en Facundo la valoración se ha invertido en pro de la ciudad.

Esto puede decirse de una manera teóricamente más elaborada con esta pregunta: ¿hay
dialéctica en el Facundo? Por “dialéctico” se entiende aquel proceso en el cual se
enfrentan dos elementos, dos términos (“civilización y barbarie”, en nuestro caso), y como
resultado de esta lucha producen una síntesis que no es ni una ni otra, sino un tercer
elemento (la síntesis) que los incluye y los supera. Si esto es así, entonces, ¿hay
dialéctica en el Facundo? Si se sigue la línea del razonamiento fundado en la teoría del
grande hombre, como señaló Elías Palti, no podría haberla porque aún en Facundo no
hay héroe de la civilización, lo que sí ocurrirá en Recuerdos de provincia, que es la
biografía de un héroe de la civilización, que es… ¡el propio Sarmiento!

A partir de ellas apela a una de las primeras concepciones que trataron de dotar de este
tipo de racionalidad a las formaciones sociales: la teoría del medio. Se trata en rigor de
una idea muy vieja (se la encuentra en la tradición grecolatina) que dice que las personas
que viven en la llanura son distintas de las que viven en la montaña, y éstas a su vez son
distintas de las que viven en el mar, etcétera
De modo que antes de abordar la vida de Facundo, Sarmiento tiene que describir el
escenario geográfico, el medio que produce a Facundo; tiene en suma que escribir una
geogénesis, una interpretación racional que dé cuenta de la aparición del caudillismo y de
la barbarie en la Argentina a partir del medio, del territorio. A esto dedica el primer capítulo
del libro, titulado “Aspecto físico de la República Argentina,

Más allá de este dato crudo, lo notable, nuevamente, es que el modo como los argentinos
comienzan a ver su propio territorio será tomado en buena medida de libros ingleses, sin
excluir a ese autor romántico que es Sarmiento. Ahora bien, luego de describir la selva y
los Andes, Sarmiento se detiene en la pampa y decide prácticamente que la Argentina es
la pampa. Será sin duda una decisión de larga duración: (...)  La pampa es un inmenso
vacío: vacío de habitantes pero también vacío de sentido o, al menos, de civilización.
Este escenario además es un ámbito económico, que corresponde a un modo de
producción: la cría extensiva de ganado con sede en la estancia pastoril. Por fin,
escenario geográfico y escenario económico definen un medio inhóspito para la
generación del lazo social.
La única sociabilidad que encuentra es una perversa: la sociabilidad de la pulpería, lugar
al que la gente va a practicar no las virtudes sino los vicios. “En una palabra, no hay res
publica”. Este medio geográfico, económico y social produce un tipo humano que es el
gaucho, dentro del cual se diferencian cuatro especies: el gaucho cantor, el rastreador, el
baqueano y el gaucho malo. De todos ellos sólo el último es un espécimen negativo, y a
que el cantor posee el don natural de la poesía y será la fuente de una literatura nacional,
mientras el baqueano y el rastreador comparten con Sarmiento su sapiencia
hermenéutica: ven sentidos donde los demás sólo ven significantes, marcas sin
significado. Sirva esto para desmentir la creencia de que en Sarmiento todo lo relacionado
con el gaucho es negativo. Lo que ocurre es que el Facundo se propone explicar la
barbarie, y para ello la economía del texto exige ahora seleccionar de todos esos tipos al
gaucho malo, porque tirando de ese hilo nos toparemos con Quiroga. 

 Quiroga no calcula; obra por puro impulso, y en ese rasgo residirá una de las diferencias
centrales con Rosas. (Ahora bien: ¿diferencia a favor o en contra?) Sea como fuere,
Facundo emerge como un individuo pasional, irracional, potente, energético. Quiroga es
además un guerrero, un comandante de campaña, que como tal oficia de caudillo de
masas rurales. Un caudillo que entrará en conflicto con el caudillo porteño Juan Manuel
de Rosas y que en un momento bajará a Buenos Aires, donde por un lapso se produce en
él un fenómeno ambiguo.
En efecto, la ciudad de Buenos Aires ejerce sobre él efectos civilizatorios:
El romanticismo ha entonado la alabanza del hombre natural, tanto más virtuoso cuanto
más alejado de los afeites y los afeminamientos de la civilización. De ahí su valoración de
lo espontáneo y natural, como el campesino o el niño, incontaminados por la cultura. Ellos
son individuos tocados naturalmente por la gracia. Lo que le ocurre precisamente a
Facundo es que la ciudad, sede de la civilización, lo desgracia. La historia se cierra
trágicamente cuando recupera sus impulsos instintivos y marcha, como dirá Borges, “en
coche al muere”

cuando Facundo sale de Buenos Aires recupera sus instintos, y esa, su naturaleza, lo
arrastra trágicamente a una muerte en su ley, la ley del gaucho bárbaro. Así se llega a la
escena de la muerte de Facundo Quiroga, donde se suponía que el libro debía terminar.
Pero Sarmiento le agrega un capítulo con su programa para ser implementado una vez
derrocado Rosas: inmigración; libre navegación de los ríos; nacionalización de las rentas
de aduana; libertad de prensa; educación pública; gobierno representativo; religión como
elemento de moralización pública; respeto de la vida (seguridad) y la propiedad privada.

De manera que un texto en buena medida animado por el modelo romántico, a la hora de
proponer y organizar concluy e adoptando el legado ilustrado. Es ahí que se suele citar
esa frase que ha hecho fortuna del profesor de filosofía Coriolano Alberini, según la cual
en el Facundo (y en general en los textos de la Generación del 37) lo que impera es un
romanticismo de medios y un iluminismo de fines. Romanticismo para entender la realidad
con todas sus particularidades locales.

He aquí la respuesta tal como aparece en el capítulo IV de Facundo, titulado “Revolución


de 1810”, que es “el punto en que el drama comienza”. Allí se narra que antes de mayo
había en lo que será la Argentina dos civilizaciones (aquí “civilización” tiene el significado
antropológico de “cultura” y ya no refiere a una cadena evolutiva). Se trata de la
civilización de la ciudad y de la del campo, que existían aisladas, encapsuladas,
desarrollándose sin interferirse. La revolución rompe la cápsula en el momento en que las
ciudades llaman a una “tercera entidad” en su apoyo: las masas rurales. Esto es, el
movimiento civilizatorio (ahora en el sentido evolutivo) de las ciudades desencapsula o
activa al mundo rural y bárbaro compuesto por las masas gauchas y sus caudillos. De allí
en más se desenvuelve una doble y simultánea lucha: de los patriotas contra los
españoles realistas y de las ciudades contra el campo. Al final del proceso, la revolución
triunfa sobre los realistas y el campo sobre la ciudad.
estos rasgos novedosos producidos a partir de 1810: la militarización y la ruralización de
la vida política. “Es singular –escribe Sarmiento– que todos los caudillos de la revolución
argentina han sido Comandantes de Campaña”.

“dialéctica involutiva”, en la cual no se produce un resultado superador que incluya los


mejores elementos de las dos fuerzas en conflicto. Lo que observa es que en dicha
antítesis la barbarie termina contaminando a la civilización. Sin embargo, ¿Cuál es ese
plus que agrega el Restaurador al impulso ciego de Facundo? Precisamente, su visión,
esto es, la racionalidad, el principio moderno por excelencia: el cálculo racional. En este
punto es cierto que las tensiones entre el alma ilustrada de Sarmiento y su alma
romántica estallan. Porque precisamente la racionalidad que Rosas introduce en el
proceso es lo que violenta la valoración romántica del instinto y la pasión facúndica.
a. Las simpatías románticas de Sarmiento están en este nivel de parte del puro instinto de
Facundo frente al cálculo frío de Rosas.
Ahora bien, el problema es que el libro llamado Facundo está escrito en pro de la
civilización, en pro de la modernidad, y por ende en pro de una lógica de la acción social
racional,

En el Facundo es precisamente sobre esa mezcla de elementos heterogéneos que Rosas


podrá construir su hegemonía, su poder, e imponer el orden, aunque sea un orden
autoritario. En verdad, dicho sea de paso, según Facundo varias cosas en América y en la
Argentina son oxímoros, y por ende parecen requerir sujetos en oxímoron. Sin ir más
lejos, el propio Sarmiento gustará definirse como “el doctor montonero”. Rosas al fin ha
logrado la unificación. Como Moisés, como Licurgo, ha terminado con la anarquía; ha
centralizado el poder; ha implantado el orden. El gobierno rosista ha acarreado incluso
beneficios secundarios.
existe una estructura de creencia más profunda que le evita caer en el derrotismo. Se
trata de una confianza en el curso inexorable del progreso, típica del siglo XIX, que en
clave hegeliana será mentada como la “astucia de la razón” y en el universo cristianizado
como “providencialismo”. Está por consiguiente la idea de que Rosas ha hecho el bien sin
quererlo ni saberlo; siguiendo sus propios objetivos ha obtenido frutos valorables aun para
sus enemigos. Está la idea de que este estado, que está en formación pero que ya tiene
una figura, podrá ser apropiado por los amigos de la civilización, para utilizar esta
maquinaria estatal con vistas a implantar el proyecto civilizatorio. Este providencialismo,
que hoy llamaríamos “determinismo”, aparecerá en Facundo también de modo
problemático, y esta problematicidad puede ubicarse entre las tensiones que Max Weber
en un texto clásico ha colocado en la relación entre “el científico y el político”

Ahora podemos agregar una última pregunta a la serie antes enunciada (quién habla, qué
dice, cómo lo dice), y preguntarnos para quién habla, para quién escribe. Esto es lo
mismo que preguntarse por el público al que está dirigido el texto, y Ocurre que entre el
grupo de los exiliados unitarios, con justo motivo, el libro cae mal; porque Facundo
contiene alabanzas pero también fuertes impugnaciones a la figura del unitario,
cristalizadas (...)  la crítica de la Generación del 37 a los unitarios: los unitarios son
librescos; son pura razón formal; no tienen clavado un ojo en las entrañas de la realidad
nacional, sino los dos ojos puestos en la realidad europea

Lo que tan profundamente choca a su sensibilidad es la inequidad social, y con ello nos
muestra de manera elocuente algo que él mismo había observado respecto de la
sociedad argentina como rasgo distintivo. Allí –escribió en Facundo– “la democracia ha
penetrado hasta las capas más bajas de la sociedad”. Cuando en el siglo XIX se dice
“democracia” se alude, básicamente, a la democracia de Tocqueville, a un “estado social”
donde impera “la igualdad de condiciones”, e incluso –según Furet– a una cultura
igualitaria más que a un estado de la sociedad. De este modo, Sarmiento registraba como
un rasgo positivo, aunque complejo y a veces inconveniente, el igualitarismo como marca
fundante de esta sociedad.

En cambio, cuando uno se para en la Plaza de Mayo, según lo postula Sarmiento, no


puede saberse a qué sector social pertenece cada quien puesto que todos se visten
igual. 

Es evidente que el programa nacional que enuncia tiene su inspiración fundada en la


democracia agraria que Sarmiento ha visto en los Estados Unidos, país del cual ha
lamentado empero la esclavitud como “la llaga, la fístula incurable que amenaza
gangrenar el cuerpo robusto de la Unión”. Pero en su propia nación jamás se realizará la
construcción de un país de granjeros (de farmers), debido al régimen de apropiación
latifundista de la tierra. Ante esa decepción, el viejo Sarmiento acuñará el célebre insulto
dirigido a la clase poseedora: “Aristocracia con olor a bosta”.
Ausentes en la realidad argentina de su tiempo el reparto de la tierra y la participación
republicana en la política, del proyecto sarmientino sólo quedará en pie (aunque como un
satélite sin su planeta) el proyecto de la educación pública.
Para la consumación de ese modelo Sarmiento había confiado en el activismo estatal
pero sin prescindir en absoluto de la iniciativa de la sociedad civil. Precisamente, si de
algo desconfía es de esas sociedades como las europeas, arropadas por un estado que
convierte a sus ciudadanos en “presos disciplinados” y bien cuidados. De allí derivará su
desacuerdo expresado en los Viajes con la definición más convencional de la palabra
“civilización” como la encuentra en el Diccionario Salvá, que incluye entre sus atributos
rasgos como el “primor, elegancia y dulzura”, y a que para nuestro autor “ni las voces muy
relamidas, ni las costumbres en extremo muelles representan la perfección moral y física,
ni las fuerzas que el hombre civilizado desarrolla para someter a su uso la naturaleza”. En
cambio, para él la civilización deseable incluye algo del “antiguo espíritu heroico de las
primeras edades de los pueblos”

Las Bases de Alberdi 


pensamiento liberal argentino en el siglo XIX,  autor, en 1837, del Fragmento preliminar al
estudio del derecho.
su adscripción al romanticismo, nuevamente no exento de ambigüedades y tensiones. El
joven Alberdi, en efecto, es fiel al llamado de Echeverría a tener una mirada estrábica (un
ojo para Europa, otro para América), así como considera que las ley es no deben
imponerse sin diálogo con las costumbres locales.
 En una conferencia que pronuncia en 1837 en el Salón Literario lo expresa así: “La
Francia había empezado por el pensamiento, para concluir con los hechos. Nosotros
hemos seguido el camino inverso: hemos principiado por el fin”
Ha terminado por consiguiente el tiempo de los guerreros y ha llegado la hora de los
intelectuales, dentro de los cuales el propio Alberdi se ubica.
En aquel discurso del Salón Literario, Aberdi muestra su confianza en que Rosas pueda
resultar funcional a su proyecto, en la medida en que ese “hombre grande que preside
nuestros destinos públicos” habría intuido en política […] lo que nuestra razón trabaja hoy
por comprender y formular; había ensayado de imprimir a la política una dirección
completamente nacional,

También en el Fragmento preliminar revela su creencia de que Rosas es “expresión de


una realidad”, de modo que “no es un déspota que duerme sobre bayonetas
mercenarias”, sino “un representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón
del pueblo argentino”.

La Argentina, entonces, no es “la pampa” sarmientina vacía de civilización, sino un


espacio sobre el cual un poder hegemónico como el de Rosas, si establece una alianza
con la palabra de los que saben, puede construir las bases de una nación moderna. He
aquí un romántico que, fiel a esta perspectiva, no busca un pueblo fuera de sus propias
fronteras, aunque sí buscará otra tradición cultural diversa de la heredada de España, y lo
hará en un punto clave de toda cultura, como es la cuestión de la lengua. 

Drama del romanticismo en el Plata que vemos reiterarse y que ya había experimentado
su héroe fundador. Echeverría había confesado así que, al salir en busca de canciones
populares, no encontró sino restos de canciones pertenecientes al italiano, al francés,
pero ninguna realmente autóctona…
Sin embargo, la nula disposición del Restaurador a escuchar los discursos de estos
jóvenes y la radicalización de la situación política rápidamente llevan a Alberdi a una
activa oposición al gobernador de Buenos Aires y, por tanto, al exilio en Montevideo.
Desde allí, y en un giro violento de su actitud y su pensamiento, promoverá la alianza con
Francia y apoyará de manera muy activa la campaña militar de Lavalle destinada a
derrocar a Rosas. Es entonces cuando escribe que “en América el momento actual no es
de filosofía, sino de política y de libertad”.

filosofía política, ya que para los grandes principios derivados de la metafísica o la teoría
del conocimiento basta con seguir lo y a pensado por la filosofía europea. En la
continuidad de esta convicción, Alberdi proclamará que América practica lo que piensa
Europa. He aquí nuevamente planteado el límite a lo autóctono romántico en el Plata.

la de haber vivido mucho más tiempo en el extranjero que en su país, aun cuando jamás
dejó de pensar y escribir sobre éste. En su prolongada estadía chilena produce dos obras
en las que el giro de su pensamiento es notable y decisivo: Acción de la Europa en
América, de 1842, y en 1852 la célebre Bases y puntos de partida para la organización
política de la República Argentina.
Imagina en ambas un proy ecto fundacional para introducir al país en la corriente de la
modernidad, proyecto que responde a dos preguntas centrales: cómo generar hábitos
civilizados y cómo construir el poder en estas tierras. Descreído ahora sí definitivamente
de la capacidad endógena para crear esos hábitos, cuando la Argentina vuelve a
aparecérsele vacía de civilización adopta la vertiginosa “teoría del trasplante inmigratorio”

aquellos europeos anglosajones en quienes más se ha desarrollado el espíritu de la


libertad de los modernos.
Éste es el sesgo antiintelectualista que Alberdi nunca abandonará. Esto es: las
costumbres no se modifican a través de la instrucción letrada formal sino a partir de otros
hábitos realmente existentes, según la lógica de lo que llama –tomándolo de Rousseau–
la “educación por las cosas”.
Alberdi confía en la pedagogía de las cosas; en que los hábitos laboriosos de los
inmigrantes van a difundir un nuevo ethos. Alberdi está a la búsqueda de un nuevo ethos,
de una nueva eticidad, de una nueva matriz a partir de la cual se configuren los sujetos. la
pregunta es cómo europeizar; cómo civilizar. Y la respuesta es: a través del trasplante
inmigratorio y la educación por las cosas. Dice Alberdi en las Bases: “No es el alfabeto. Es
el martillo, es la barreta, es el arado lo que debe poseer el hombre del desierto (es decir,
el hombre del pueblo sudamericano)”.
 Explorando su respuesta concordaremos con calificar su posición dentro de lo que se ha
llamado el “progresismo autoritario” o “liberalismo conservador”: progresista en lo
económicosocial; conservador en lo político. En definitiva, un liberal adecuado a los
cánones del liberalismo europeo alarmado ante los efectos del jacobinismo de la época
del terror robesperriano de la Revolución Francesa y de allí en más ante la presencia
descontrolada –ante sus ojos– de las masas en la escena política.Desde entonces, la
doctrina liberal afrontó un profundo desafío: la necesidad de restaurar el orden luego de
esos estallidos una vez que las masas ganaron la escena pública, lo que en términos
teóricos se tradujo en la conciliación entre los principios revolucionarios de la libertad y la
igualdad o, dicho de otro modo, entre liberalismo y democracia.
 Porque la democracia –pensada desde la política– refiere a un criterio de legitimidad
(sólo es legítimo un gobierno que reposa sobre la soberanía popular), y el liberalismo
sostiene a su vez que un gobierno legítimo es sólo aquel que respeta la libertad individual.
Ahora bien: puede ocurrir de hecho, y es posible lógicamente, que un régimen
democrático atente contra la libertad. Se plantea entonces la evidencia de que la libertad
política, instituida para proteger la autonomía individual, puede volverse contra ésta y
destruirla. Históricamente, además, es la lección que extrae el pensamiento liberal de los
sucesos revolucionarios en Francia.
Se introducen criterios de redefinición de la raíz del vocablo “democracia”: se discute lo
que significa “pueblo” (demos), entendiendo por ello el conjunto de sujetos que son los
titulares de derechos políticos o, dicho de otro modo, los que forman parte de la
ciudadanía. Justamente, lo que se llama el “liberalismo doctrinario” del siglo XIX se abocó
a tematizar esta situación: cómo hacer compatible el liberalismo con la democracia, o sea,
la libertad con la igualdad.

 se realizó lo que ha sido llamado el “liberalismo restrictivo”, empeñado en definir un


criterio de ciudadanía que impidiera el desborde de las masas. En suma, las relaciones
entre liberalismo y democracia no son obvias, no van de suyo, dado que libertad e
igualdad son valores diferentes, que no sólo no se deducen uno del otro sino que,
además, pueden entrar en colisión.

Se trata de un proyecto gradualista, que va construyendo una serie de escalones por


etapas para arribar por fin a un régimen político democrático. Alberdi distingue así una
escala en la que se constituyen distintos tipos de sujetos: primero, habitantes productores,
luego, sujetos políticos o ciudadanos, a través de una etapa económica, una social y otra
política. Considera asimismo que el momento de la Argentina es el económico-social, y
que no ha llegado el tiempo de la política. Esto quiere decir que no ha llegado el momento
de efectivizar el sufragio universal.

Para proyectar, programar y garantizar ese movimiento de la voluntad política es que


Alberdi escribe las Bases y se las envía al general Urquiza, es decir, al nuevo hombre
fuerte de la Argentina surgido de la victoria sobre Rosas en Caseros.
¿Cuál es el régimen político que responde a las necesidades de la Argentina según el
planteo alberdiano? En la teoría política moderna, Maquiavelo y Montesquieu habían
sentado la siguiente clasificación de los tipos de gobierno: monarquía, república y
despotismo. La monarquía se apoya en el principio del honor de la nobleza, que la
“obliga” a proteger a los súbditos; el despotismo, en el miedo; la república (aristocrática o
democrática) en el cemento que genera la integración social a través de la virtud, que
consiste en anteponer el bien general al interés particular. 
La idea republicana se relaciona bastante con lo que se ha conocido durante el período
colonial del despotismo ilustrado encarnado en las reformas borbónicas que vimos en la
lección 1. Éste fue igualmente un intento de construcción de lo social a partir de lo político,
a partir del estado. En cambio, el proyecto de una república del interés incluy e la idea de
Adam Smith acerca de la autonomía de lo económico.

Esta concepción introduce la tesis de la autonomía del mercado, es decir, la república del
interés está centrada en la noción de que existe un mercado y que este mercado es
autónomo. Cada individuo se dedica a estas tareas económicas y construye
“espontáneamente” –ésta es la otra idea fuerte del liberalismo, por eso no hace falta el
estado– la “pública felicidad”.

En el caso de Alberdi, a lo largo de sus escritos se fortalecen sus simpatías con el


liberalismo inglés. 
Es muy claro que Alberdi sigue replicando el modelo de las elites
políticointelectuales argentinas de todo el siglo XIX. Esto es: se mira a la sociedad
como si fuera una pirámide en cuy a cúspide existe una elite autolegitimada para
dirigir, conducir, gobernar. El ejercicio de este poder se realiza sobre una base
políticamente pasivizada y excluida del mercado político, donde es necesario
construir una ciudadanía a partir de la masa, sobre la base de un conjunto de
principios, derechos y valores que tienen que circular de arriba hacia abajo
Este modelo, que hasta la primera década del siglo XX resultó relativamente exitoso,
dejaba para el futuro la resolución de “la cuestión democrática”, esto es, la participación
de las may orías en la vida política. De modo que si para Sarmiento la nación se
construye desde la sociedad y desde el estado, para Alberdi el eje debe ser el estado y el
mercado
la fuente doctrinaria central reside en el liberalismo económico enunciado por Adam Smith
en su Investigación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, de
1776, donde se lee: No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero lo
que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus
sentimientos humanitarios sino su egoísmo. Según esta doctrina, el conflicto de intereses
entre los individuos es resuelto por el automatismo del mercado, dotado así de una
especie de astucia providencial que opera a espaldas de esos mismos individuos. 
Es evidente que lo que se encuentra en Alberdi es la prioridad de la sociedad civil
por sobre la sociedad política. Cuando digo “sociedad civil” me estoy refiriendo a la
diferencia establecida por Hegel entre el estado como sociedad política y la
sociedad civil como ámbito de los intereses privados. 
De modo que el nacionalismo alberdiano es el nacionalismo llamado “constitucionalista” e
imitativo. Para entonces es evidente que la orientación romántica del joven Alberdi –como
sostuvo Bernardo Canal Feijóo– ha cedido en pro de la influencia economista de Adam
Smith. Si Alberdi coincide en su nacionalismo constitucionalista con su hermano-enemigo
Sarmiento, también dentro de las diferencias existe un significativo punto de acuerdo con
el sanjuanino y en general con el sector dirigente y letrado nacional: es la sólida creencia
en la excepcionalidad argentina, traducida tempranamente en la convicción (que Bolívar
recoge críticamente y a en 1829) de que en esta parte de Hispanoamérica se está
llevando a cabo un experimento original destinado a imprimir su nombre entre las
naciones más relevantes de la Tierra. Esta creencia mitológica definirá un rasgo muy
perdurable en el imaginario de la cultura argentina.
Alberdi será efectivamente el inspirador central nada menos que de la Constitución
Nacional. Luego, con el advenimiento del roquismo al gobierno, como veremos, es su
programa el que parece imponerse a partir de 1880. Desencuentros, porque Alberdi
resultará perdidoso en sus apuestas estrictamente políticas. Después de las Bases, ata su
suerte a la Confederación liderada por Urquiza. La revolución del 11 de septiembre de
1852, a partir de la cual la provincia de Buenos Aires se autonomiza del resto de lo que
comienza a ser la República Argentina, sella su destino político hasta desembocar en la
derrota por las armas en Pavón. En aras de esta férrea oposición al partido de Mitre y
Sarmiento, Alberdi denunciará activamente la guerra del Paraguay, con lo cual quedará
incluido por la facción porteña en la ominosa acusación de “traidor a la patria”

 Mases, Enrique Hugo (2010), Estado y cuestión indígena. El destino final de los
indios sometidos en el sur del territorio (1878-1930), Buenos Aires, Prometeo.
Introducción y cap 2.
Introducción
En los procesos de formación de los estados nacionales en América del Sur, una de las operaciones
simbólicas centrales fue la elaboración del “gran relato” de la nación. Una visión de referencia que,
junto a símbolos patrios, monumentos y panteones de héroes nacionales, pudiera servir como eje
central de identificación y referencia de la identidad nacional.
Las invasiones inglesas, la Revolución de Mayo y la independencia, las luchas civiles y la
organización nacional son algunos de esos puntos relevantes que entrelazados en un relato univoco
ayudan a comprender la emergencia y consolidación de una nación blanca y una cultura europea.
Los puntos principales en los que se apoya este relato oficial, la participación indígena en todos
estos episodios ha sido absolutamente borrada.
Invisibilidad que tiene comienzos con la resolución por parte del estado de la cuestión indígena,
denominaba, contemporáneamente a la relación del estado con los indígenas y el problema de las
fronteras interiores.
La ocupación militar del espacio pampeano-patagónico dejo como saldo una cantidad significativa
de población indígena prisionera. Esto sig en un primer momento un problema para las autoridades
nacionales que debían decidir con premura cual seria el destino final de estos indígenas.
Hemos intentado producir una combinación de las propuestas historiográficas, entre lo micro y lo
macrohistorico, conjugando el sentir de los indígenas como individuos sometidos a una nueva
realidad (rechazados violentamente de sus tierras e impedidos de mantener sus condiciones de
producción económica y social y su bagaje cultural), con la visión mas general que el estado tiene,
en diferentes momentos, acerca del procesos de integración de esta particular minoría étnica y que
involucra casi impersonalmente al pensamiento de la elite gobernantes. En este sentido es que
queremos con este trabajo producir y una ruptura deliberada con la historiográfica argentina
tradicional, que reduce la problemática indígena y fronteriza al tema de la guerra de fronteras, una
guerra en la que subyacía o que se justificaba en la oposición entre la civilización blanca y la
barbarie indígena.
Como soportaron cada uno de ellos la pérdida de su libertad, el traslado y el confinamiento
posterior. Como reaccionaron ante el desmembramiento familiar y la separación compulsiva de
padres, hermanos e hijos y ante el nuevo modo de vida que imponían las autoridades de turno.
Buscamos rescatar del pasado el destino final de estos indígenas, sometidos reconstruyendo sus
experiencias de individuos comunes, pero con historia, con una historia que, entendemos, merece
ser contada, intentando para ello comprender a esa gente en un pasado y una realidad que solo ellos
vivieron y sintieron.
Dentro del campo historiográfico, la cuestión indígena con la cuestión social como si pretendemos
hacer nosotros, integrar el problema indígena a un marco mas amplio que tiene que ver con el
proceso de construcción y afianzamiento del estado nacional.
Si entendemos la cuestión social moderna como vinculada al proceso de construcción y
consolidación de una sociedad capitalista, en el caso argentino su aplicación es anterior al periodo
más neto de estructuración capitalista que ocurre desde los años 80 del siglo XIX en adelante, y por
consiguiente excede el tema puramente obrero y se extiende a otros problemas y otros sujetos
sociales.
El problema indígena en los primeros años ochenta, sin lugar a dudas formo parte de la moderna
cuestión social pues no fue solo una preocupación del propio estado sino de una parte significativa
de la sociedad.
Problema que movilizo en su momento a un intenso debate ideológico político acerca de la
sociedad, el estado y los propios indígenas y genero a la vez diversas respuestas tanto de las elites
gobernantes como desde los propios actores involucrados.
Parte del estado a través de su burócratas de turno, como tbm de la iglesia católica, de la prensa en
general y de algunos intelectuales se fueron modelando políticas o acciones que desde la propia
mirada intentaban dar una solución a la problemática indígena.
Este trabajo aporta evidencias empíricas y una interpretación acerca de cómo la cuestión indígena
no solo forma parte de la cuestión social sino que, como tal en el marco de la construcción de una
sociedad capitalista.
Controversias entre estado, iglesia y la prensa, que expresaban acerca de quién debía civilizar a los
indígenas y cuáles eran los métodos adecuados para cumplir con esta finalidad.
La inicial decisión del gobierno nacional fue optar por el sistema de distribución, obedeció a
tazones no solo ideológicas sino tbm económicas y principalmente de carácter militar, todas ellas en
el marco del proceso de construcción del estado nación que procuraba cumplir con el objetivo
primero de lograr la plena hegemonía territorial y cultural. La poeta en práctica de este sistema no
solo no resolvió la cuestión de la integración indígena, sino que, por el contrario la serie de
irregularidades y abusos cometidos con su aplicación solo condujeron a agravar el problema.
El cambio de forma de integración de los indios sometidos que realiza el gobierno a partir de la
finalización de la contienda militar tiene que ver con el fracaso de la experiencia anterior, pero
también con el fin de campalas militares y por ende con la desaparición del peligro indígena y es
coincidente a la vez con un nuevo momento en la contruccion del estado nación.
La cuestión indígena no es un fenómeno aislado sino que, en el marco de esta construcción, aparece
ligada con otras cuestiones que hacen a las mutaciones que se producen en la propia sociedad
argentina y que se relacionan entre otros con el fenómenos de la inmigración y con las
consecuencias que trae aparejada su masividad en la propia integración nacional y aun en la
pervivencia del propio orden social.
La crisis de 1890 marca el fin de la utopía agraria dejando paso a una nueva mirada que percibe al
indígena no ya como un salvaje y bárbaro producto del desierto sino como un habitante más de la
campaña que se integra a ella a través de su actividad en las parcelas fiscales a las que se hace
acreedor, o bien empleándose como fuerza de trabajo en los establecimientos rurales o en los nucles
urbanos que se van instalando en los nuevos territorios productivos. A partir de esta nueva realidad
el problema indígena pasa a ser un tema menor, y solo se ve alterado si algunos de ellos se resisten
al destino que le han fijado tanto el estado como los otros actores sociales. Nuevamente la mirada
sobre el indígena se trastrueca y vira rápidamente hacia una imagen que señala nítidamente los
rasgos delictivos de su conducta. Entonces el indígena es visto si no como un salvaje si como un
vago y un ladrón, la justicia la que asume el rol represivo para disciplinar como antes lo habían
hecho el ejercito.
El proceso de “incoportacion” de los pueblos indígenas en el sur del territorio esta dado dentro de
un marco mayor que tiene que ver con el propio devenir de la sociedad y el estado en la argentina.
Resulta evidente la resolución de la cuestión indígena se produce en el marco del proceso de
construcción de una sociedad capitalista y de consolidación del estado nacional, principalmente en
cuanto a su autoridad y soberanía.
El capitulo 2 se pasa revista a las distintas alternativas planteadas con respecto al destino final de
los indígenas a partir de la ocupación militar del “diserto”, hábitat natural de ellos. Se examinan
entonces tanto las opciones formuladas por algunos funcionarios jerárquicos nacionales como las
presentadas por la iglesia católica a través de iniciativas de los misioneros salesianos, la viabilidad
de las mismas y el porque se du rechazos. Tambien se analizaban el sistema de distribución –que
inicialmente se adopta en esta etapa-, las razones que fundamentaron su elección y las controversias
que la imposición del mismo desato en el seno de la sociedad.
CAPITULO II: Las alternativas.
La ocupación del espacio pampeano-patagónico, y de la desaparición de las fronteras interiores en
el sur de nuestro país, la campaña militar dejo como saldo un gran número de indígenas y otro tanto
de prisioneros.
Casi trece mil individuos cuyas vidas y destinos quedaban a partir de ese momento en manos de
autoridades nacionales.
Un serio problema se le presento entonces al gobierno argentino: ¿Qué hacer con esa masa de
indígenas que lejos de un hábitat y sin medios, se hallaban imposibilitadas de lograr su propio
sustento y por ende de poder sobrevivir a esta nueva situación?
Se plantearon una serie de propuestas alternativas que iban desde la conformación de colonias
agrícolas-ganaderas- iniciativa impulsada por algunos funcionarios estatales, como fue el caso del
coronel Álvaro Barros y la iglesia católica a través de sus misioneros salesianos, hasta el sist de
distribución al que adherían la mayoría de los políticos, intelectuales, jefe militares y el propio
gobierno nacional y que finalmente fue el adoptado.
Precisamente la confrontación de soluciones diferentes para la incorporación de los indios
sometidos llevo especialmente a los representantes de la iglesia y del gobierno a una sostenida
polémica de la que o estuvieron ajenos otros sectores de la sociedad. En efecto si bien tanto los
representantes eclesiásticos como los del gob estaban de acuerdo en que los indígenas eran producto
de la barbarie, las discrepancias eran marcadas respecto de quien tenia la misión de civilizarlos y
cuales eran los métodos mas apropiados y eficaces para llevar a cabo aquellos.
El clima de ideas imperantes y con la conflictiva relación entre el estado y la iglesia lo que
determina finalmente el fracaso del proyecto misionales y la imposición del sistema propuesto por
el gobierno.
La iniciativa oficial: el sistema de distribución
El gob nac resolvió su “distribución” en diferentes destinos lejos de la frontera de manera tal que las
mujeres y los niños fueron repartidos como personal doméstico y los varones adultos destinados a
cubrir plazas en el ejercito de línea y en la marina de guerra e incluso fueron enviados a las
provincias del norte y del litoral contingentes como mano de obra en ingenios azucareros y otros
establecimientos rurales.
La cuestión no era nueva en las filas del gobierno y ya había sido planteada por el anterior ministro
de guerra y Marina, Adolfo Alsina, en 1875 ya hacia explicito dos problemas a resolver que tenía
que ver con el siguiente dilema: si las tribus que en ese momento eran hostiles se llegaran en un
futuro próximo a someter ¿qué haría con ellas el gobierno? Y si no se sometieran, pero trasladaran
sus tolderías a una zona apartada ¿Cuál sería el plan complementario?
A principios de 1877 una de las tareas principales que le encomendó el entonces subteniente Miguel
Malarin, designado agregado militar en la embajada argentina de EEUU fue estudiar la política
seguida con los aborígenes por las autoridades de aquel país y elaborar informes periódicos que
fueron de utilidad para el entonces jefe las fronteras.
Muchas de las acciones que luego se llevaron a cabo con los indicios reducidos aparecen ya
esbozadas en esa relación epistolar.
Pues este militar se mostraba muy interesado por los acontecimientos que se sucedían en la
argentina, especialmente los referidos a la guerra contra el indio.
Aprovecho la oportunidad de la comunicación epistolar con Roca para transmitirle sus opiniones y
sugerencias, algunas de las cuales por su centralidad en cuanto al destino a dar a los indígenas nos
interesa analizar.
En sus cartas, Malarin planteo como problema prioritario a resolver no tanto la ocupación militar
del espacio y la eliminación de las fronteras interiores sino lo que denominó “cuestión de indios” y
“combate de razas” el destino final que debía dárseles a medida que avanzaba la campaña militar:
“esta cuestión de indios, no es en américa una cuestión especialmente de fronteras, de desierto a
conquistar: es además y sobre todo un combate de raza a raza, una lucha entre un pueblo
conquistador y un pueblo semi-salvaje”
Malarin es un convencido de que el enfrentamiento entre indios y blancos se relaciona con la
existencia de razas inferiores y razas superiores y que las primeras además de inferiores son
también incivilizadas por lo que es menester no solo dominarlas sino también integrarlas a la
cavilación.
Por eso plantea que la expedición al desierto no es más que un medio de obligar al indio a aceptar
los proyectos oficiales, sometidos los pampas, advierte Malarin, es necesario darles ocupación,
vestirlos, alimentarlos, administrarlos. Cuidar de ellos y mantenerlos en guardia con el fin de evitar
que “no vuelvan a las andadas”.
Luego de describir las distintas acciones, concluyo que el método más seguro y viable para lograr
los objetivos propuestos es el de “distribución” y felicita por haberse desechado las misiones de las
congregaciones religiosas, y comenzado a enviar contingentes indígenas a Tucumán. Malarin,
estaba convencido y así lo hizo saber a roca, que, si probaba conformar una serie de reducciones
agrícolas formadas con familias indígenas seleccionadas, en parajes apartados como podría ser el
litoral entrerriano, el éxito está asegurado.
Incluso propuso una serie de acciones complementarias que, a su juicio, acelerarían la conversión
de los indígenas salvajes en elementos civilizados y que significarían una notable reducción de los
gastos que le ocasionaba al Gobierno esta situación.
Las opiniones expresadas por Malarin, residiendo temporalmente en EEUU y siendo conocedor y
estudioso del método empleado por las autoridades de aquel país para solucionar la cuestión
indígena, no solo no lo recomiendan, sino que sugieren un método alternativo y contrapuesto. Lo
que resulta sugerente es el grado de aceptación de la propuesta, son notables las similitudes, con las
que luego aplico el gobierno, especialmente la distribución de menores indígenas entre familias
porteñas. (experiencia ya realizada en guerra de Paraguay)
El gral. Roca, no solo toma conocimiento de la política en cuestión seguida por el Gob.
estadounidense, sino que tbm por el mismo conducto estaba al tanto de las controversias, que en el
seno de la sociedad norteamericana esa política despertaba (ejm régimen escolar, reg. Militar,
ambos sistemas propuestos como diferentes formas de integración de los indígenas a la sociedad)
Resulta sugestivo que la política adoptada en argentina con los indios sometidos aparezca como un
correlato de la decisión del gob norteamericano de traspasar la cuestión indígena de la orbita civil a
la militar.
No resulta difícil concluir que la decisión final de utilizar el sistema de distribución como método
de integración indígena a la sociedad criolla no fue, antojadiza ni apresurada y mucho menos
improvisada, sino que fue tomada luego de un largo estudio anterior al comienzo de la expedición
del general Julio A Roca al Rio Negro.
Tampoco la decisión era novedosa ya que unos similares tratamientos habían recibido los
prisioneros tomados en la guerra contra Paraguay. Lo que aparece como nuevo es que ahora la
distribución abarca no solo a los combatientes sino al conjunto de las familias indígenas, pues, a
diferencia de los soldados paraguayos, los indígenas además de “enemigos” son “salvajes
incivilizados”.
Los motivos que determinaron la elección de ese método quedaron explícitos en una serie de
comunicaciones que ya desde principios de 1878. En una carta que entonces reproducen la mayoría
de diarios porteños enviada al gobernador bonaerense Carlos Caseres, por Rufino Elizalde-ministro
de relaciones exteriores de Avellaneda y momentáneamente a cargo de la cartera de guerra y
marina. Elizalde planea a casares que el camino seguido hasta ese momento, consiste en dejar a las
distintas agrupaciones indígenas sometidas en los diferentes puntos que ocupadaban en las fronteras
o colocados a su voluntad o en otros más cercanos a las poblaciones fronterizas, subvencionados y
alimentados por el propio gobierno, ofrecía una serie de dificultades e inconvenientes por lo que era
necesaria su modificación.
Estos inconvenientes radicaban en que por un lado los indígenas agrupados en comunidades seguían
conservando su espíritu de cuerpo, sus costumbres y hábitos salvajes lo que no solo no los acercaba
a la civilización sino que se volvían particularmente peligrosos para las propias poblaciones de la
campaña pues podían, en cualquier momento, modificar su actitud pacífica y lanzarse nuevamente a
“malonear” en tanto que sustraían por la influencia las costumbres envilecedoras y reciben su
inspiración frecuentemente del desierto y la barbarie a que los encadena su situación misma.
La situación no beneficiaba al país ni tampoco a los propios indios sometidos, era necesario un
cambio de política y colocar a los indígenas en lugares fuera de su hábitat natural y en contacto lo
más cercano y eficaz con las poblaciones civilizadas.
Elizalde plantea al presidente Avellaneda la mejor solución a la delicada situación consistía en la
distribicion de estos indios sometidos, ya fuera por familias o por grupos de familias, en colonias
agrícolas a formarse o mezcladas con la población existente en otras ya formadas, de tal manera que
estas accioner sirvieran para que los indígenas dejar de ser un peligro para la población de la
campaña.
Esta solución, acuñada por Avellaneda, retoma algunos de los planteos hechos en su momento por
Alsina. Se insiste en la integridad familiar, en adjudicar al trabajo un valor significativo y
fundamentalmente al trabajo agrícola como el vehiculo adecuado para asegurar el transito que el
indígena debe emprender para salir de su estado de barbarie y elevarse al nivel de civilización.
Como veremos más adelante, el sistema de colonias solo se aplicó mínimamente y mientras duro la
etapa militar. Prevaleció entre las autoridades del gobierno nacional el sistema de distribución sobre
el de colonias o reservaciones.
Debemos decir que, si para Alsina y avellaneda la guerra era contra el desierto y no contra los
indígenas, en cambio, para roca y el resto de los militares de la época, el enfrentamiento tbm los
incluía, según lo expresa taxativamente el propio ministro de guerra y marina.
Los indígenas son, tanto para roca como para el resto de los militares argentinos, enemigos de igual
o mayor porte que el mismo desierto y que como tales son considerados y tratados cuando caen
prisioneros o se presenta voluntariamente, tal cual lo demuestran las órdenes dadas a los distintos
jefes de campaña por el propio ministro de guerra y marina.
Además, desde el punto de vista económico la aplicación de este sistema implicaba en la práctica,
relevar a el estado de mantenimiento de los indígenas prisioneros, lo que llevaba rápidamente a
reducir los gastos que implicaba racionarlos o mantenerlos en colonias o reservaciones, erogaciones
que el estado no estaba dispuesto a pagar y decía no estar en condiciones de realizar.
Otra razón que, a nuestro juicio, peso en la decisión fue la mirada de buena parte de la sociedad
sobre los indígenas a los que percibía como barbaros incorregibles que mantenían en contante
peligro a las poblaciones fronterizas y entorpecían el desarrollo del país. Los veía como hordas
salvajes propias del medio en que se habían desarrollado, el desierto, a quienes necesariamente
había que destruir. Por lo tanto, la misión de cualquier gobierno era, primero, desalojar a los
indígenas de su hábitat natural ocupando el desierto y poblándolo y luego civilizarlos poniéndolos
en contacto con la soc blanca.
Este plante era inducido por los sectores dominantes de las soc argentina. El pensamiento de sus
intelectuales y políticos estaba impregnado por las ideas sobres “las razas”.
Los indígenas eran vistos no solo como salvajes sino como pertenecientes a una raza inferior,
símbolo de la barbarie que fatalmente sucumbiría ante la superioridad de la raza blanca.
El término “desaparición” aparece reiteradamente en los discursos y escritos de políticos militares,
religiosos, intelectuales, e incluso hombres de ciencia quienes veían y describían a los indígenas y
su hábitat, el desierto como escenario y unos actores propios de una etapa histórica anterior por lo
que más temprano que tarde iban a desaparecer como tales barridos por el progreso.
La desaparición, no significaba necesariamente el aniquilamiento físico sino creían que en contacto
con la civilización estos mismos indígenas evolucionarían hacia formas superiores y necesariamente
modificarían sus hábitos y costumbres y hasta su propia condición física.
En el caso de la iglesia católica quienes sostenían que la evangelización era un buen vehículo para
acercar a las comunidades indígenas a las civilizaciones.
Los hechos posteriores se encargaron de desmentir las afirmaciones tanto del general Julio A roca
como de Nicolas Avellaneda, xq la implantación del sistema de distribución lejos de preservar la
unidad familiar, como se pretendía, tuvo como inmediata consecuencia precisamente lo contrario,
es decir el desmembramiento de las familias indígenas. Aunque las razones que impulsaron la
utilización del siste de distribución fueron varias, para adoptarlo fueron determinantes sin dudas las
relaciones con los aspectos ideológicos militares. Indicada la última ofensiva militar y habiéndose
determinado que la “cuestión indígena” girara bajo la órbita militar quedo en evidencia, que las
primeras ideas de Alsina de integrar gradualmente a los indígenas habían sido dejadas de lado,
anuladas por las experiencias temporales del progreso y subordinadas a una estrategia de conquista
militar.
El sistema de colonias propuesto por el coronel Álvaro Barros
Álvaro barrios sostenía que los indígenas podían incorporarse a la vida civilizada si seles facilitabas
los medios necesarios.
Podrían incorporarse a través del trabajo, especialmente el agrario. Luego de denunciar la amplia
corrupción q existía en la frontera y como esta atentaba contra la seguridad de sus moradores, se
ocupó del problema indígena mostrándose optimista sobre la “regeneración de los indios” si se deja
de lado las raciones y en cambio se les entregan tierra s para colonizar.
Si se tomaran estas medidas, aseguraba barros, en poco tiempo el resultado sería la conversión de
los indios en pacíficos trabajadores y se terminaría la inseguridad en las fronteras además de
eliminar la inmoralidad y la corrupción que eran las características dominantes en ese momento.
Al ser designado a fines del año 1878 primer gobernador de la Patagonia volvería sobre este
particular y gestionara ante el presidente y el ministro de guerra y marina que autorizaran la
creación de colonias agrícolas-ganaderas como una forma de integrar a los indígenas sometidos.
Pasaría por reemplazar el sistema de racionamiento por la formación de colonias. Estas podrían ser
formadas con los indígenas que integraban la comunidad tehuelche y con aquello que residían en las
márgenes del rio limay en esos momentos ya que la posibilidad había interesado a los respectivos
caciques que se habían mostrado dispuestos a cumplir las condiciones establecidas por la ley de
colonias trasladándose con sus familias a los puntos q el gob nac designara para su residencia.
Finalmente, sus gestiones logran tener éxitos y tal cual lo había señalado el presidente Avellaneda
en el discurso a las cámaras a principios del mismo año, a la par que se llevaba a cabo la
distribución de indígenas también se ponía en marcha a través del ministerio de guerra y Marina –
con algunas agrupaciones indígenas que habían sido reducidas aun antes de iniciarse la campaña
militar y que por ende eran mantenidas y racionadas por el propio gobierno- una experiencia piloto
consistente en la formación de las ya referidas tres colonias agrícolas-ganaderas.
Se diferencian en varios aspectos de los proyectos oficiales de colonización presentados en el
congreso de la nación a partir de 1885 y de los que en su momento presentaran los misioneros
salesinos.
En efecto a diferencia de los proyectos antes mencionados, estas colonias indígenas estaban bajo la
órbita militar dependiendo directamente del Ministerio de guerra y marina, siendo también militar la
autoridad que las regia.
No estaban pensadas para cualquier comunidad indígena sino para aquellas que ya antes del inicio
de la campaña de roca se hallaban bajo tutela del gobierno nacional, e incluso, en el caso de la tribu
de catriel, sus integrantes participaban como tropas auxiliares en las diferentes expediciones
realizadas por el ejército de línea contra sus hermanos de sangre.
Instalada la colonia la actividad en su primer año fue casi nula, pues sufrió en ese periodo una serie
de contratiempos que hicieron imposible su normal desenvolvimiento. Estos inconvenientes fueron,
según el informe elaborado por la autoridad de la colonia, primero una grave epidemia de viruela
que mantuvo paralizada a la misma por varios meses a lo que se sumo posteriormente la
movilización de los colonos indios como tropa de la Guardia Nacional con el fin de reemplazar a las
de línea en el resguardo de la frontera, ya que estas tuvieron que marchar a Buenos Aires para
sofocar la sublevación de Carlos Tejedor.
Para la misma época en que enviaron sus apreciaciones Alvaro Barros y el comisario Belisle, el
general Vintter también se comunicaba con el ministro de Guerra y Marina enviándole un detallado
informe sobre el estado en que se encontraba el referido asentamiento y en el que le describía el
atraso que sufría, ya que según el juicio de este oficial, a pesar de haber transcurrido un largo
tiempo desde su creación no veía en el ningún síntoma de adelanto y el estado y el tipo de las
viviendas de los pobladores, la irregularidad en el trabajo y el abandono de la educación de los
niños eran pruebas palpables y demostrativas de que los indígenas allí instalados seguían
manteniendo sus antiguos hábitos nómades y salvajes, por lo que esta experiencia colonizadora no
habían cumplido con los fines perseguidos con su creación: la transformación de los indígenas, esto
es la desaparición de los usos y costumbres que los mismos traían del desierto y su sustitución por
los propios de la civilización.
Si bien el gobierno nacional no llevo a cabo las recomendaciones hechas por el coronel Vintter
tampoco suministro la ayuda necesaria pedida por el gobernador Barros, por cuanto los colonos
indígenas de general Conesa siguieron postrados en la indigencia por falta de recursos.
Fracasada esta primera experiencia oficial, igualmente algunos funcionarios nacionales y la propia
iglesia siguieron insistiendo en la implantación de este sistema de colonias indígenas. Uno de sus
principales sostenedores fue el coronel Alvaro Barros, tal cual ya hemos apreciado apasionado
estudioso de los problemas de frontera y de la cuestión indígena.
1881 un nuevo informe elevado al gobierno nacional barros volvía a insistir sobre la convivencia de
ubicar a los indígenas reducidos en colonias agrícola-ganaderas, aunque esta vez las mismas
aparecían con algunas modificaciones respecto de su proyecto anterior, pues ahora entendía que
debían estar integrada por indígenas pero acompañados de colonos europeos, de modo que el
contacto con estos permitiera a los primeros asimilar más rápidamente los conocimientos sobre las
técnicas agrícolas.
Los proyectos salesianos
La iglesia católica había estado presente desde tiempo atrás en la cuestión indígena, llevaban
adelante una política evangelizadora. Sin lugar a duda, la llegada primero a Buenos Aires y luego a
la Patagonia de los misioneros salesianos lo que implica una nueva y mayor relación de la iglesia
con la cuestión indígena y con el destino final de los indios sometidos.
Juan Bosco, fundador de la orden salesiana, reconoce explícitamente que sus sueños construyen a
organizar la futura estrategia evangelizadora en el mundo.
El carácter positivista habría permeado los sueños de Juan Bodco, y la caracterización de los
indígenas como salvajes que necesaria y fatalmente van a desaparecer ante la fuerza incontenible de
la civilización coincide con el pensamiento de la época y se va a trasladar luego a toda la empresa
misionera salesiana en la Patagonia.
También el creería que tanto el territorio como el paisaje y los individuos necesariamente debían
sufrir una profunda transformación y que era la tarea que llevaría adelante sus misioneros a través
de la acción evangelizadora.
A diferencia del sistema elegido por las autoridades nacionales, los salesianos entendían que la
mejor forma de incorporarlos a la civilización era a través de la fundación de colegios y hospicios
en los principales centros urbanos de la Patagonia, donde tendrán cabida principalmente los niños y
jóvenes indígenas para “instruirlos, educarlos cristianamente, y luego por su medio y con ellos
penetrar en aquellas regiones inhóspitas para llevar y difundir la luz del evangelio y abrir así la
fuente de la verdadera civilización y del verdadero progreso”:
Volcaron sus esfuerzos a intentar incorporar a los indígenas sometidos no solo a través de la
instalación de una serie de hospicios y escuelas de artes y oficios sino también procurando plasmar
bajo su dirección de la conformación de colonias agrícolas-ganaderas.
Monseñor Fagnano, al igual que el coronel alvaro barros, era un ferviente partidario del sistema de
colonias mixtas. Para ello ideo una serie de proyectos que contemplan la formación de colonias
autónomas compuestas por aborígenes y colonos blancos dirigidos y administrados por sacerdotes
de la orden; algo similar a las reducciones guaraníes que los jesuitas habían instalado algunos siglos
atrás.
La distribución de los terrenos se haría de acuerdo a lo estipulado por la ley de colonización de
octubre de 1876. La dirección y administración de la colonia estaría enteramente a cargo del
superior religioso de la misión. El deberá rendir cuenta cada año del adelanto moral y material de la
colonia. El gobierno nación tendría la obligación de auxiliar siempre que esto le fuera requerido por
el superior religioso.
A partir de esta realidad y en el marco de estas relaciones no resulta sorprendente el fracaso de los
proyectos de monseñor Fagnano ya que en ese escenario adverso en el cual le tocaba actuar pocas
probabilidades de éxitos le quedaban a sus iniciativas.
Años después 1883 otro misionero salesilo el sacerdote milanesio tbm partidario de las colonias
indígenas plantea en una nota al vicario apostólico las ventajas de implementar ese sistema,
enviándole el proyecto de erigir una colonia así en la zona de Valcheta.
El asentamiento hasta tanto tuviera capacidad de producción autónoma, seria sostenido por el
gobierno nacional el que, además, le eximiera del pago de impuestos por un lapso de diez años.
A pesar de los esfuerzos de milanesi, el proyecto corrió la misma suerte que en su oportunidad
tuvieron los presentados por fagnano: la indiferencia y el rechazo oficial.
La razón de estos fracasos obedece a varios factores relacionados con el tema económico, pero
también con la realidad política y el clima de ideas predominantes en aquella época. Poco se podía
hacer sin el apoyo oficial.
Pero también contribuyo al fracaso de los planes de colonización de los misioneros salesinos el
desconocimiento que ellos tenían de la realidad política que vivía el país en la época. Ese
desconocimiento los llevaría, especialmente en el caso de monseñor Fagnano, a que cuando
diseñaban aspectos normativos que hacia al funcionamiento jurídico y administrativo de las
proyectadas colonias invalidaran la autoridad estatal, cosa que resultaba inaceptable para el
gobierno, no dispuesto a compartir dicha autoridad con ningún sector y menos con la iglesia
católica.
El factor determinante para la no creación de estos proyectos fue el pensamiento opuesto de la
mayoría de los hombres que dirigían los destinos del país en cuanto a que fuera la iglesia, quien
llevara adelante la incorporación de los indígenas reducidos. Por el contrario, como hemos visto,
entendían que esta función debía ser llevada adelante por el propio estado ya través del sistema de
distribución.
Las repercusiones
La decisión por parte del gobierno de aplicar el sistema de distribución con los indios tomados
prisioneros o reducidos voluntariamente despertó, desde un primer momento, variadas y contradas
opiniones dentro de la sociedad porteña.
Estas controversias originaron un interesante debate en el que no solo estuvo en discusión la
“distribución” sino que el mismo se extendía hacia consideraciones acerca de la situación jurídica
de los indígenas y su condición de ciudadanos.
Afirmaba que se combatía al indio no para exterminarlo sino para desalojarlo del territorio que
ocupaba y desarmarle su brazo para aventar cualquier peligro. Pero una vez que el indígena caía
prisionero, afirmaba, era necesario auxiliarlo xq carecía de los medios indispensables para poder
manejarse por sí mismo en el seno de la vida civilizada.
Más adelante se refería al método empleado y si bien aprobaba la medida de las autoridades de
colocar a los indios sometidos bajo el tutelaje de las principales familias de la sociedad porteña,
expresaba su inquietud por saber en qué condiciones se entregaban los aborígenes a aquellas
personas que lo solicitan xq –según el diario- el indigna “no hay ley, ni juez, ni sentencia que
autorice tal pena. El indio, dado el estado en que se incorpora a nuestra sociedad, se encuentra fuera
de las leyes que rigen el estado civil de las personas”
Dando por sentado que los indígenas eran ciudadanos argentinos según lo declara la constitución
nacional, propugnaba la rápida sanción de un cuerpo de normal legales que les garantizara a ellos
los derechos que tenían como ciudadanos, ya que hasta ese momento el país carecía de las mismas.
El diario católico La américa del sud en un extenso artículo publicado a fines del mismo año,
abordaba la cuestión y se preguntaba de qué manera se realizaba el reparto de los indígenas
sometidos y que fin tenia: si era tratar que esos indios fueran cristianos y ciudadanos o si por el
contrario se los entregaba simplemente como siervos.
Criticaban algunos aspectos de los métodos empleados, principalmente aquellos vinculados con la
separación de madres e hijos porque eso importaba, según el matutino católico, quebrantar las leyes
más elementales de la naturaleza.
Otro sector de prensa metropolitana, sin plantear cuestiones tan espinosas como cuál era la
condición civil de los indígenas y su situación jurídica aplaudían calurosamente la decisión tomada.
Era el caso de el nacional que a través de una extensa nota se expresaba respecto de la convivencia
del método empleado para incorporar a los indígenas sometidos.
Las controversias planteadas por la adopción del sistema de distribución se extendieron no solo
durante toda la etapa de enfrentamiento militar sino también una vez finalizado el mismo. La
polémica en la que se diferenciaban la prensa o la américa del sud y el nacional como ocurría entre
políticos y otros representantes de la sociedad de la época, no era sobre la necesidad o no de
someter a los indígenas sino sobre el modo y condición en que esos indígenas debían ser
“integrados”, es decir sobre cómo debían ser “civilizados” y quienes debían hacerlo.
 BOTANA, Natalio (1995): El Orden Conservador. La política argentina entre
1880 y 1916. Capítulo 1,2,3. Buenos Aires, Sudamericana, pp. 40 a 54 / 65 a 81 /
85 a 115.

CAP. I Los orígenes del régimen del 80


Lo que se planteaba como central en 1880 era construir una unidad política, para legitimar
un centro de poder que logre el control sobre todo el territorio nacional.
Esto significaba para la realidad de ese momento un enfrentamiento entre Buenos Aires y el
interior, ya que tenían intereses contrapuestos. Uno de estos intereses era la posición que
ocupaba Buenos Aires en el territorio nacional que contaba con el puerto que le permitía
comerciar con el exterior; mientras que el interior cubría una realidad geográfica muchos
más extensa, y no contaba con tal privilegio.
Cuando Urquiza derroto a Rosas en la Batalla de Caseros termino la forma de gobierno
caracterizada por una DESENTRALIZACION AUTONOMISTA según la cual las
provincias de la Confederación Argentina, tenían mayor capacidad de decisión. Por ello
Urquiza propone combinar la efectividad de la fuerza con la eficacia de un acuerdo pactado
por los mismos gobernadores que, mientras apoyaron a Rosas, fueron los protagonistas del
régimen de la confederación.
Los gobernadores celebraron un pacto que los comprometía a celebrar un Congreso
Constituyente para organizar políticamente a las 14 provincias. Entre la coacción y el
acuerdo los gobernadores eligieron el acuerdo y elaboraron un consenso por el que cedían
voluntariamente una parte del poder de decisión. Pero no duro mucho, este consenso se
quebró en 1852 ya que Bs As no acepto transferir el poder que se reservaba en el Congreso
y en la nacionalización de la aduana. Esto se tradujo en la coexistencia armada de dos
proyectos de unidades políticas: la Confederación con sede en Paraná y Bs As pero en la
Batalla de Pavon en 1861 triunfa Bs As.
Luego de esta batalla presidentes desempeñaban su papel desde una prov. hegemónica
tomando decisiones de carácter nacional.
Después de la batalla el papel de los presidentes careció de los medios necesarios para
hacer efectivo el poder político debido a la coexistencia obligada con el gob. de Bs As en la
cuidad/capital de la provincia más poderosa.
Tras el transcurso de las presidencias de Mitre en 1862-1868, Sarmiento en 1874- 1880
culminando con Roca en 1880 se manifestaron tres problemas básicos cuya solución
efectiva dependía de la persistencia de la unidad política en sus comienzos:
* integridad territorial: ámbito espacial donde se debería ejercer el poder político, se
relaciona con la fuerza coercitiva que dispone dicho poder político para hacer frente a todos
aquellos actores que quieran monopolizar la violencia.
* identidad nacional: refiere a tener algo que identifique a todas las regiones diferentes y
que las integre en algo en común como la difusión de símbolos, valores ,sentimientos en
común, de pertenencia a una comunidad , que este diferenciada por tradiciones, etnias,
lenguaje, y demás factores que confirmen esta identidad. Esta cuestión se relaciona con los
mecanismos de comunicación entre los actores localizados en regiones diferentes, por cuya
dimensión se van creando vínculos de solidaridad mas amplios que los de antes.
* Organización de un régimen político: plantea la necesidad de desarrollar sentimientos de
legitimidad compartidos con las demás regiones de la nación, ya que el poder central se
encontraba en buenos aires y todas las decisiones se tomaban allí. En esta ultima el
problema es que plantea la necesidad de desarrollar sentimientos de legitimidad
compartidos acerca del valor que merece la estructura institucional del poder político y las
reglas de sucesión que regularan la elección de los gobernantes.
Para entender el problema de integridad territorial hay que tener en cuenta que Bs As no
estaba dispuesta a subordinar el poder político ya que había una división en las facciones
porteñas en “nacionalistas” dirigidos por Mitre y “autonomistas” dirigidos por Asina.
Mitre quería nacionalizar Bs As para subordinarla al poder central como al resto de las
provincias, por esto se enfrento con Alsina quien, para conservar las tradiciones
autonomistas de su provincia no dudo en aliarse con los grupos federales del interior para
imponer candidaturas a Sarmiento y Avellaneda.
El papel desempeñado por el autonomismo en la provincia de Bs As tuvo suficiente fuerza
para impedir la consolidación de su oponente pero no tenia consenso para conquistar el
poder presidencial. Cuando se gesto la sucesión de 1868 Alsina quebró la continuidad
presidencial del mitrismo pero sin alcanzar la candidatura, quedo como vicepresidente de
Sarmiento. Seis años después Alsina tampoco obtuvo el apoyo necesario para encabezar la
coalición de gobernadores que consagro presidente a Avellaneda (autonomista).
La crisis del 80
El crecimiento de una comunidad no se produjo sin sobresaltos. Los presidentes
provincianos posteriores a Pavon terminaron sus periodos gubernamentales combatiendo
movimientos de fuerza. El resultado de estos enfrentamientos fue favorable para el poder
central con diferentes significados según las circunstancias, mientras la capitulación de
Mitre sello el triunfo de la alianza entre autonomistas de bs as y las provincias del interior,
se enfrentaron en el interior bandos opuestos para decidir la subordinación definitiva de
todas las provincias al poder político nacional.
En 1880 Roca sirvió al ejercito nacional participando de todas aquellas acciones que
contribuyeron a consolidar el poder político central, combatiendo en la guerra del Paraguay,
enfrentando a Varela etc. Esa trayectoria militar le permitió a Roca mantener contactos con
clases gobernantes emergentes e ir moldeando un interés común para el interior capaz de
ser asumido como valor propio por los grupos gobernantes. Porque de eso se trataba: las
provincias interiores, en alguna medida integradas en un espacio territorial mas amplio y
subordinadas de modo coercitivo al poder central, advirtieron que el camino para adquirir
mayor “peso” político consistía en acelerar el proceso de nacionalización de bs as.
El resultado de estos y otros acontecimientos se tradujo en dos leyes nacionales; una
federalizo la ciudad de bs as (quedo sometida a la jurisdicción exclusiva del gob nacional) y
la otra prohibió a las provincias la formación de cuerpos militares.
Roca (presidente desde 1880) tenía un lema mediante su gobierno: “paz y administración”
y aclarando que, empleando las facultades de la constitución, reprimiría cualquier tentativa
contra la paz pública.
CAP. II LA REPUBLICA POSIBLE
Regímenes políticos y legitimidad
Un régimen político puede ser entendido como una estructura institucional de posiciones de
poder, dispuestas en un orden jerárquico, desde donde se formulan decisiones autoritativas
que comprometen a toda población perteneciente a una unidad política.
Todo régimen político debe responder a dos interrogantes:
* Que vinculo de subordinación establecerá el poder político con el resto de los sectores de
poder presentes en la sociedad. Esta cuestión hace incapie en la organización y la
distribución del poder.
* Que reglas garantizaran el acceso y el ejercicio del poder político de los futuros
gobernantes. Esta cuestión hace incapie en el modo de elección de los gobernantes y en los
limites que se tranzan entre estos y los gobernados.
La estructura institucional de un régimen tiene -una realidad de poder y -relaciones de
control (intereses materiales y de valores que justifican la pretensión de algunos miembros
de una unidad política de gobernar al resto, que debe traducirse en una ”creencia
compartida” q haga de norma para regular relaciones de poder).
Se trata entonces de consagrar una:
* Formula prescriptiva o principio de legitimidad: busca satisfacer ciertas ideas acerca del
régimen mejor adaptado y pretende gratificar intereses materiales reivindicados por grupos
y clases sociales.
* Formula operativa o sistema de legitimidad: vincula las expectativas. Valores e intereses
de los actores con las instituciones del régimen y las reglas de sucesión
Alberdi y su fórmula prescriptiva
Alberdi fue el autor de una formula prescriptiva que alcanzo una traducción institucional
sancionada por el congreso constituyente en 1853. Lo significativo de esta fórmula
consistió en su perdurabilidad y persistencia a través de las múltiples oposiciones de la que
fue objeto, lo que hizo que alcanzara los acontecimientos del 80 y justificara la acción
política de los protagonistas del régimen político en sus comienzos.
Esta forma tiene la particularidad de justificar un régimen político en cuanto hace al origen
del poder y a su programa futuro.
Los campos específicos sobre los cuales se proyecta dicho programa son: la inmigración, la
construcción de ferrocarriles y canales navegables, la introducción y establecimiento de
nuevas industrias, etc. Para alcanzar estos fines es dable advertir en Alberdi la intensión
deliberada de provocar un transplante cultural, ya que rechazaba la cultura tradicional,
hispanica porque impedía el cambio y a innovación y opta por otro modelo, el de los países
europeos, con el propósito de edificar una sociedad industrial que libere al hombre de la
servidumbre.
El medio seleccionado para alcanzar estas metas es el régimen político que procura
conciliar los valores igualitarios de una republica abierta a todos.
La cuestión que preocupaba a Alberdi era la de organizar un poder central para poder
controlar los poderes locales y para incorporar a los antiguos gobernadores de provincia a
una unidad política más vasta. El régimen político de gobierno que proponía era la
Republica “abierta a todos y libertad política para pocos” por lo que se la considera también
restrictiva.
Para alcanzar una unidad de régimen se adopta como forma de gobierno la Federación,
considerado como el instrumento más eficaz. El mismo tenía un carácter mixto, que
retomaba rasgos esenciales de los hábitos de obediencia de la costumbre en las culturas de
América del Sur. A medida que se ponía en marcha la transición para dejar al orden
tradicional, emergía un papel político que debía integrar lo nuevo con lo viejo: “el control
racional de la ley y los símbolos de dominio y soberanía quebrados desde los tiempos de la
independencia”
La propuesta prescriptiva, en 1880, fue legitimada a través de la fórmula operativa o
sistema de legitimidad que permitía construir una base de dominación efectiva, con papeles
políticos dominantes y una regla de sucesión, la cual fue llevada a cabo por el P.A.N.
(Partido Autonomista Nacional), liderado por Julio Argentino Roca. Esta fórmula perduró
hasta la sanción de la Ley Saenz Peña en 1912. El poder político nacional quedó así
subordinado a Buenos Aires y "…la fórmula operativa del régimen inaugurado en el 80
adquiere, según Alberdi, un significado particular, si se la entiende como un sistema de
hegemonía gubernamental que se mantiene gracias al control de la sucesión. Este control
constituye el punto central del cual depende la persistencia de un sistema hegemónico". Es
decir, los funcionarios salientes eligen a los funcionarios entrantes para mantener el control
de la sucesión.
Este sistema de hegemonía gubernamental solo permitía la participación en el gobierno de
aquellos que poseían riqueza, educación y prestigio. Fue la llamada oligarquía, la que en
este período, se consolidó como el grupo económico dominante y en confusión también
como portador del poder político.
Así, podemos concluir diciendo, que el régimen político de 1880, gobernado por la
oligarquía terrateniente, logró consolidar una política centralizada capaz de ejercer el
monopolio legitimo de la fuerza física, con el legado de las ideas alberdianas.
Libertad política para pocos y libertad civil para todos
La cuestión que preocupaba a Alberdi era como hacer de un pueblo sumergido en la miseria
y en la ignorancia, una colectividad federativa apta para el ejercicio del gobierno
republicano. El camino no podía ser otro donde el pueblo en su mayoría no tenia
participación en el sufragio.
Puede afirmarse entonces que la formula alberdiana prescribe la coexistencia de dos tipos
de republicas federativas: LA REPUBLICA ABIERTA que estaría regida por la libertad
civil, donde todos los ciudadanos nacionales y extranjeros hacen uso de las garantías
consagradas por el texto constitucional. Pero la republica abierta es una contradicción en
los términos ya que no controla sus actos de gobierno: los miembros que la integran no
intervienen en la designación de los gobernantes, no son electores ni representantes,
permanecen marginados y esto se constituye como REPUBLICA RESTRICTIVA,
construida sobre el ejercicio de la libertad política, donde la participación del gobierno se
circunscribe a un pequeño grupo de ciudadanos. En este tipo de republica prima la voluntad
reflexiva de los hombres públicos naturalmente preparados para tomar sobre si el manejo
de la suerte de todos.
La totalidad estará dada en la formula alberdiana, por la republica restrictiva más la
republica abierta, y mientras en una los que participan (mediante el uso de la libertad
política), delegaran de modo voluntario su capacidad potencial de mando, en la otra los
habitantes afincados en un territorio permanecerán dirigidos por un sistema de control
impuesto desde afuera.

-Sábato, Hilda (1990) “La Revolución del 90: ¿prólogo o epílogo? , Revista Punto de
Vista, Año XIII, Número 3, Buenos Aires, diciembre 1990.
Antes de la revolución del 90, el dato central era: la existencia de un sistema político
restrictivo caracterizado por el control monopólico de los instrumentos de poder por parte
de una elite que mantenía alejada de los mecanismos de representación y gobierno a vastos
sectores de la población. Se apartaba de los comicios al pueblo, el cual en su mayoría no
votaba, existía una gran apatía cívica. La oligarquía hacia todo lo posible para mantener
alejado al pueblo criollo de la vida política. Con la teoría de que el pueblo no estaba
capacitado para votar, y que el voto debía ser el privilegio de la gente culta. La revolución
del 90 fue un escalón necesario para q en 1916 se diera n las primeras elecciones en las que
hubo una participación total de los ciudadanos.
La revolución simboliza el reclamo por la extensión de la ciudadanía política y la
participación política popular, es el inicio de una larga lucha por el sufragio universal, por
la extensión del derecho al voto para todos los argentinos, en suma por la ampliación de la
ciudadanía, paso decisivo en transición democrática. Se trataba de un proceso de
democratización en la que los mecanismos de representación debían extenderse hacia abajo.
El 26 de julio de 1890 de la mano de Leandro Alem y Aristóbulo del Valle juntos con los
sectores de la población que reclamaban participación surge la unión Cívica devenida luego
en radical.
LA VIDA POLITICA PORTEÑA SUFRAGIO Y PARTICIPACION:
En 1821 la constitución de la provincia de BsAs estableció el derecho a voto para todos los
varones adultos. En 1853 la constitución nacional consagro definitivamente ese derecho.
A pesar de la universalidad del sufragio, que implicaba que no había limitaciones
censatarias ni de capacidad al voto, las alecciones convocaban a muy poca gente.
Las interpretaciones tradicionales referidas a este periodo insisten en la falta de
participación del pueblo en los comicios, en la limitación efectiva de la ciudadanía. De aquí
en general se concluye que solo votaban los sectores privilegiados de la población, pero
esto no era asi. Los participantes característicos de las jornadas electorales no eran los
ricos , ni los burgueses ni los profesionales. Eran los peones y jornaleros del ferrocarril, de
la aduana, de la municipalidad o de los corrales. Se trataba de grupos movilizados
colectivamente para la ocasión, huestes disponibles tanto para la emisión del voto, como
para la otra cara de la lucha electoral, la de la violencia. Las jornadas electorales tenían
todas las características de las jornadas de guerra, pero donde los limites estaban
establecidos de ante mano. La participación en las elecciones estaba sujeta a una
organización meticulosa. Esa organización estuvo a cargo de dos facciones políticas que se
disputaban el poder elección tras elección: el nacionalismo y autonomismo.
No se trataba simplemente del canje de un voto por un empleo, sino de la puesta en marcha
de mecanismos de encuadramiento y liderazgo colectivos cuya base de apoyo era el control
sobre un área de la administración.
Las elecciones eran una instancia importante en la vida política porteña, pues en ellas se
dirimía quién ocuparía que lugar en la estructura del poder local. Representaban un
momento decisivo del proceso de acceso a los cargos electivos del gobierno. Pero era la
vigencia del sufragio universal la que hacia posible este sistema.
Durante las décadas de 1860 y 1870 este sistema empezó a tener inconvenientes. La dosis
de violencia y de fraude se incrementaban en cada elección . Los reclamos se centraban en
garantizar el sufragio universal entendido como el derecho constitucional de que cualquiera
pudiera votar, el derecho que como vimos estaba en la base de la organización de las
facciones políticas de la época. Aristóbulo del Valle , Bernardo de Irigoyen y Leandro
Alem militando entonces en el Autonomismo, hicieron todo lo posible en contra del coto
secreto.
Muy pronto, otras preocupaciones comenzaron a aflorar en el escenario porteño: ¿Qué
pasaba con la gente decente? Su ausencia en los comicios era evidente. Una “oligarquía
política” apelaba al voto de clientelas populares para dirimir sus controversias internas,
mientras quienes debían ser los primeros interesados en los asuntos públicos, se abstenían
de toda participación electoral.
Esto fue así hasta el 90, cuando se dio el grito revolucionario, compuesta por muchas voces
que se levanto contra ese monopolio y aquella marginación. Se trataba de defender los
derechos establecidos en la constitución y en las leyes, “suprimidos en el hecho”. El
carácter revolucionario de una reivindicación como esta radicaba en que cuestionaba las
prácticas sobre las que se asentaba el régimen político vigente. El cambio exigido se refería
a la libertad de sufragio para cualquiera, exigiendo garantías para que cualquiera pudiera
votar. Pero no había ninguna discusión en torno a quienes serian los que irían a votar. El
problema de la constitución de la ciudadanía no fue un tema durante la revolución del 90.
Paradójicamente sufragio universal no significo ciudadanía universal. Tras fueron las
formas de relación entre sociedad civil y poder político, que dieron lugar a un sistema
complejo y en continua transformación, la Unión Cívica surge en el seno de ese sistema.

FALCON RICARDO. Izquierda, régimen político, cuestión social y cuestión ética en


Argentina.
En las primeras décadas del siglo XX, el régimen del "80 comienza a evidenciar algunos
síntomas de profundos desequilibrios.
La economía parecía constituir el elemento más preocupante. Sin embargo, ciertos
problemas políticos de envergadura y el estallido de lo que en la época se denominaría la
cuestión social se vislumbraron como crecientes factores desestabilizantes. Las
transformaciones económicas seguían siendo el elemento legitimante fundamental del la
elite gobernante heredada del régimen del "80, pero el tratamiento de la situación política y
social requería, al menos de un reajuste.
El régimen político se caracterizó por ser restrictivo y exclusivista. La cuestión social ya
había comenzado a manifestarse en la década de 1890, pero fue a partir de la huelga general
de 1902 que hizo su plena irrupción en la escena nacional convirtiéndose desde entonces en
un problema político de primer orden.
Surgió un nuevo tema problemático que se relacionaba con la situación de los inmigrantes.
Estos se relacionaban con la crisis del régimen político ya que se encontraban marginados
por este y el movimiento obrero ya que los trabajadores extranjeros eran los centros
urbanos los principales protagonistas de los movimientos huelguistas.
La elite se mostró indiferente frete a la situación de amenaza. Las reformas electorales de
1902 y 1910 como intentos de depuración y ampliación del régimen político y el frustrado
proyecto de "código de trabajo" y la legislación del trabajo que le siguió fueron los
principales pasos de lo que se ha llamado "el reformismo oligárquico".
La izquierda de la época también pensaba en la lucha por imponer una de las alternativas
posibles a la crisis. Esta izquierda había adquirido un peso político sindical creciente en los
primeros centros urbanos compuestos mayoritariamente por extranjeros, sus propuestas no
eran indiferentes a la proposición en que el peso creciente se distribuiría entre las distintas
corrientes que lo componían.
El término izquierda denominó al conjunto de movimientos políticos expositores de
ideologías que globalmente se podrían definir como "contestaciones sociales o si se quiere
anticapitalistas.
Dentro del movimiento de izquierda se pueden visualizar tres tendencias: La anarquista, la
socialista y el sindicalismo revolucionario.
LOS SOCIALISTAS:
En la primera década del siglo XX la política de los socialistas ya había adquirido un perfil
definido: "se trataba de la construcción de un partido basado en una doble estrategia hacia
el socialismo. Por un lado se presentaba como un instrumento apto en la secuenciación de
mejoras económicas y sociales para los trabajadores y por otro lado como un partido de
reformas democráticas, republicanas y "profundas". El nexo entre ambos aspecto se llamó
"la acción política".
La relativa consolidación de estas políticas como dominantes en las filas socialistas habían
requerido un encarpado camino, que supuso etapas diferentes y la presencia de tendencias
contrarias a las orientaciones que desde mediados de 1890, Juan B. Justo y su equipo
imprimirían crecientemente a la política partidaria. Un breve análisis de esas alternativas de
la política socialista reveló que los cambios y las polémicas apuntaban en lo esencial al
corazón de las tres cuestiones centrales.
El socialismo argentino enfatizó una orientación en la que se vinculaban estrechamente lo
político y lo sindical. Se desprende la idea de la construcción de un partido socialista a
partir del desarrollo del movimiento sindical.
En 1894 se registraron dos fenómenos que contribuyeron a modificar sustancialmente el
perfil de la acción socialista en Argentina:
1. Al calor de la reactivación económica se reanuda el movimiento huelguista, quien en
1895 y 1896 tendrá una intensidad especial, particularmente en Buenos Aires y Rosario.
2. Se incorpora al socialismo una serie de intelectuales, argentinos por nacimiento o
naturalizados, que configuraron el proto-intelectual de la Izquierda en Argentina, y que
rápidamente ocuparon los principales espacios dirigentes.
Dentro de los intelectuales que desarrollaron papeles principales en las filas del socialismo
podemos mencionar: Juan B. Justo, Leopoldo Logones, Enrique Dickman, José Ingeniero,
Ángel Jiménez, Nicolás Repetto, Roberto Payró y Nicanor Sarmiento entre otros.
Una de las consecuencias de esos cambios introducidos en el año 1894, fue la iniciación de
lo que se llamó la "argentinización del socialismo". La acción parlamentaria se utilizó como
instrumento fundamental para la conquista de reformas democráticas generales y
económicas y sociales de los trabajadores.
La argentinización se combinó con la acción política en un punto fundamental: la necesidad
de la naturalización de los extranjeros para que estos pudieran ejercer sus derechos
electorales.
En el Congreso desarrollado en el año 1896, José Ingenieros y Leopoldo Logones, lograron
imponer enmiendas al proyecto original de la declaración constitutiva. Una de ellas corrigió
la propuesta que preveía la posibilidad de alianzas electorales con otros partidos, las
restantes se refirieron al empleo de otros medios.
El Congreso aprobó las dos enmiendas y así en sus orígenes el partido socialista no excluís
el recurso a una acción revolucionaria para la conquista del socialismo, aunque esta debía
ser precedida por la "acción política".
Hacia fines del silo, los anarquistas "organizadores" comenzaron a conquistar posiciones
significativas en el seno del movimiento obrero, al mismo tiempo que iban extendiendo su
influencia a otros sectores.
LOS ANARQUISTAS:
De los grupos pioneros de la década de 1880 surgieron dos grandes tendencias: Los
anarquistas "organizadores" y los anarquistas "anti-organizadores", cuyo eje de discusión
era la aceptación o el rechazo de ciertas formas de organización estables del movimiento, la
participación en las organizaciones sindicales y en la lucha por las reivindicaciones
parciales.
Entre 1890 y 1894 son los anarquista anti-organizadores quienes llevan la delantera. Al
igual que los socialistas, los anarquistas organizadores encontraba dificultades para su
predica en el marco social caracterizado por la desocupación y el reflujo del movimiento
huelguista que había tenido lugar entre 1880 y 1890.
En cambio, la acción predominante propagandista y agitadora de los anarquistas anti-
organizadores encontraba un mejor escenario para su desarrollo.
Los anarquista anti-organizadores se caracterizaron:
1. Tener tono antipoliticista
2. Ser antiestatista
3. Contar con una cerrada oposición al establecimiento de vínculos entre los anarquistas
que fueron más allá de libre fórmula de "Grupos por afinidad"
4. Mostrar un fuerte rechazo a los principios de lucha de clase y consecuentemente a la
participación en las organizaciones obreras y a las huelgas parciales
5. Llevaron adelante un continuo reclamo de la "propaganda por los Hechos".
Como los socialistas, los anarquistas adoptaron principios de la organización por grupos
sobre la base de criterios de orígenes étnicos o comunidades lingüísticas. No obstante, la
característica acerca de descentralizar que tenía la actividad anarquista hacía mucho más
evidente la persistencia de estos criterios, a través de la proliferación de periódicos
publicados en diferentes idiomas. Su antipoliticismo descarta cualquier preocupación por la
naturalización de los extranjeros.
El anarquismo organizado comenzó a expandir su influencia sobre los trabajadores
extranjeros desde mediados de 1890 y en 1897 dio un paso decisivo en su consolidación
como corriente, con la aparición de un periódico. La protesta funcionaba como una especie
de "frente unido" de distintos grupos de anarquistas organizados.
Los anarquistas organizadores fueron adquiriendo cada vez más un perfil "anarco-
sindicalista", ya que visible en los últimos años del siglo XIX adquirieron rasgos definitivos
en la década siguiente, particularmente por su acción en la FORA. Compartió con la otra
sentencia su carácter de antipoliticismo y antiestatismo, se diferencia, sin embargo, por la
admisión de formas organizativas federativas para el movimiento anarquista, y aceptaba la
importancia de las organizaciones sindicales y de la lucha por las demandas parciales
aunque siempre el camino a tomar era la huelga general insurrecional.
En 1910 las tensiones llegaron al máximo en ocasión del centenario y la derrota de la
huelga general de ese mismo año que marcó el fin de una etapa.
SINDICALISTAS REVOLUCIONARIOS
Nació como el producto de una fusión interna del Partido socialista y la llegada a nuestras
playas de los principios Sindicalistas revolucionarios europeos. La Facción disidente fue
esbozando un conjunto de planteos, que sin implicar una ruptura total con el socialismo
argentino, la ubicaba como un ala de la "izquierda".
No renegó abruptamente del parlamentarismo, sino que lo aceptaba como una posibilidad.
Los sindicalistas revolucionarios compartían el antipoliticismo y el antiestatismo de los
anarquistas. Sin embargo, pronto se haría visible, la notoria diferencia entre ambas
corrientes. Para los sindicalistas revolucionarios el rechazo a la "acción política" no será
sustituido por la preparación de la vía insurrecta, sino que el sindicalismo aparecerá como
el eje presente y futuro de toda la vida social y política.
El problema de la "unidad" se convertía en el elemento decisivo en la polémica con los
anarquistas.
En lo al estado y el régimen político concierne, los sindicalistas revolucionarios, postulan
de forma similar a los anarquistas. Rechazaron, en consecuencia, cualquier tentativa de
reforma política y cualquier intento de "integración" de los trabajadores.

POR QUÉ EL ANARQUISMO?


La afirmación de la existencia de serias dificultades en la estructura de la política socialista
no puede, sin embargo, llevarnos a ignorar la importancia que tuvo como empresa política.
Dos han sido las tradicionales explicaciones frente a este fenómeno:
1. la primera atribuye la fuerza del anarquismo argentino a la presencia de un fuerte
porcentaje de inmigrantes italianos o españoles, países considerados de amplia tradición
anarquista.
2. la segunda, hace descansar este éxito, en la persistencia en la Argentina urbana de los
rasgos pre-capitalistas.
Los motivos fundamentales del predominio anarquista sobre las otras corrientes de
izquierda, deben buscarse en sus posturas entorno a las tres cuestiones que se han definido
como decisivas para la época: las alternativas frente al régimen político, la cuestión étnica y
la cuestión social:

1. En lo que refiere al régimen político el antipoliticismo y antiestatismo anárquico aparecía


para los sectores populares como lo más simple y adecuado al tipo de estado que
enfrentaban, que las proposiciones socialistas. En efecto, su antipoliticismo se traducía al
repudio de partidos políticos y a las practicas electorales y parlamentarias, esta señalando,
en realidad, una de las características central del régimen político vigente.
2. Que los inmigrantes internacionales se mantuvieran marginados del régimen político, lo
que significaba que había que encontrar otra forma de participación política, forma no
"institucional" si se quiere, al menos en alguno de sus segmentos. La propaganda anarquista
toca otro de los puntos nodales de política de la elite, respecto a los trabajadores. Esta
actitud no sólo era alterada cuando esos conflictos alcanzaban dimensiones que
amenazaban con alterar gravemente el "orden público" o cuando afectaban el corazón de la
política agroexportadora.
La situación se modifica a partir de la huelga general de 1902. El Estado inaugura entonces
una doble política hacia el movimiento de trabajadores. Por un lado, en las huelgas y
manifestaciones obreras, la puesta de se. Por otro lado semi-legalidad "vigilada" de los
movimientos de izquierda. Por otro lado, hay una tentativa, aunque parcial, de integrar
limitadamente el movimiento obrero al régimen político, a partir de la reforma electora que
daría lugar a la elección de Alfredo Palacios. Por otro lado, hay un intento de "integración
corporativa" del movimiento obrero a través del proyecto "código de trabajo", seguida
luego por la sanción de algunas leyes acerca de las condiciones de trabajo y la creación del
Departamento Nacional de Trabajo.
Frente a una política estatal de este tipo, la propaganda antiestatista de los anarquistas no
encontraría demasiadas contradicciones. Su denuncia implacable y sistemática del Estado
como instrumento de opresión, parecía convalidada por la actitud de la elite hacia los
trabajadores.
Para los socialistas, la situación era cada vez más compleja. Pese a sus denuncias acerca del
régimen político vigente, los socialistas tenían finalmente frente a él una actitud positiva.
Esta se traducía en la insistencia en la necesidad de participar de los procesos electorales y
en utilizar el parlamento.
Los sindicalistas revolucionarios, por su parte, al menos en los períodos iniciales de su
existencia como corriente autónoma, manifestaron un antipoliticismo y antiestatismo en
muchos aspectos similares a los del anarquismo. Para los sindicalistas revolucionarios la
construcción de la clase obrera inspirada por un criterio netamente clasista, pensaba sobre
todo en la unidad obrera, que debía tener como eje el sindicato y la actividad sindical
solidaria.
En los socialcitas existía una predisposición similar a rechazar las tendencias de la
identidad étnica y sus formas organizativas derivadas, por parte de los trabajadores
extranjeros.
Los anarquistas inspirados por sus concepciones profundamente antipatrióticas e
internacionalistas, sumadas a su repudio del régimen político, no evidenciarían ningún
interés particular por ahogar las tendencias del agrupamiento sobre las bases étnicas, que
mostrarían ciertas capas de trabajadores.
La incapacidad de generar un régimen político como integrados de los trabajadores
extranjeros aceleraba por parte de la elite la necesidad de crear otro elemento de
dominación.
La tentativa de nacionalización forzada agregó un electo más de simpatía hacia la actitud
anarquista de tolerancia con posparticulares étnicos. Los socialistas, en cambio,
participaban de alguna manera del proceso de "argentinización" aún cuando su óptica fuera
parcialmente diferente de la de la elite.
3. En lo que se refiere a la cuestión social, las ya analizadas repuestas del estado, y la
intransigencia de los capitalistas, que se negaban a reconocer el pleno derecho, e incluso a
veces el hecho, a los sindicatos obreros, llevaban crecientemente a los trabajadores a
adoptar las formas de "acción directa" para la consecución de sus objetivos.
Los anarquistas promovieron esta forma de lucha sin restricción alguna. Frente a la
intransigencia y represión estatal y patronal impulsaron la acción directa y la huelga general
como instrumento de lucha fundamental.
Para los socialistas la estrategia insurrecta esta claramente descartada, para ellos las huelgas
eran parciales con objetivos concretos y precisos como son las condiciones del ámbito de
producción.
El movimiento sindical era sólo uno de los elementos de una tripla articulación en la lucha
por la cuestión social.
LA IZQUIERDA Y LA CRISIS DEL RÉGIMEN POLÍTICO:
La importancia de la influencia alcanzada por el anarquismo entre los sectores populares
urbanos y también el crecimiento del Sindicalismo Revolucionario hacia fines del período,
revertían a su turno sobre la crisis del régimen político y no dejaban de incidir, de alguna
manera, sobre las instituciones.
Las huelgas y movilizaciones que estos movimientos impulsaban, creaban un clima de
agitación social casi constante. El empleo de la represión fuerte y sistemática no otorgaba
mayor credibilidad a la elite gobernante, sino por lo contrario, ponía de evidencia su
necedad de emplear entre recurso, carente de cualquier forma de consenso entre los sectores
populares urbanos.
Estas corrientes de izquierda constituían también una amenaza, en la medida que las
repercusiones del movimiento social parecían sumarse a los que preveían de la oposición
política. La huelga general de 1910 terminó de profundizar la derrota para el movimiento
obrero.
 Suriano, Juan (1991): “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos:
política social y represión, 1880-1916”, en Anuario 14, Escuela de Historia.
Fac. de Humanidades y Artes, Rosario, UNR Editora, pp. 109 a 136.
Las modalidades que adquiere en los años 80 la vinculación del estado con la sociedad, han
ido cambiando a medida que se intensificaba la cuestión social, y que la misma adquiría
mayor visibilidad, si bien al examinar la actuación de los poderes públicos, tanto a nivel
nacional, como a nivel municipal, se comprende que su actuación se debía más a , una
preocupación por armonizar el proceso productivo y disciplinar el comportamiento de los
sectores populares que perturbaba su ideal de orden y progreso, que por intervenir en las
relaciones laborales, el problema de base de esa cuestión social ue comenzaba a
manifestarse. De esta manera, la primera reacción dio lugar a una política represiva, la
misma fue la ley de residencia, que se dio de manera simultánea con una reacción de parte
de un sector reformador de la elite dominante, cuyos integrantes tomaron la iniciativa de la
política social e intentaron asignar al estado un rol regulador de las relaciones sociales,
particularmente en relación a las vinculaciones obrero-patronales; en realidad estas ideas se
correspondían con corrientes europeas que creían conveniente asegurad condiciones de vida
y de trabajo relativamente equitativas, lo cual ayudaría a la reproducción del orden
capitalista y que el mismo no se ve influenciado por estas manifestaciones.
La política represiva llevada a cabo por el estado, contaba con la sección especial de la
policía de la capital, que estaba destinada al control, de forma secreta, y con policías
infiltrados, de los militantes anarquistas, que no demostraban interés alguno de aceptar las
reglas del juego, y eran considerados enemigos de la Nación y socialistas.
La incorporación del sistema dactiloscópico y la creación del prontuario y cedula de
identidad en 1907 brindaron a la policía instrumentos de control sumamente efectivos.
La política preventiva integradora, fue otra modalidad, cuyo objetivo era asimilar el
conjunto de trabajadores al sistema. Con este fin se creó el departamento nacional del
trabajo en 1907 (DNT); dos factores influyeron en su formación, en primer lugar, la
irresolución del conflicto social, y la consecuente necesidad del estado de contar con
herramientas idóneas para intervenir y resolver las situaciones conflictivas planteadas en el
seno de la sociedad. Así la solución del problema pasaba por la creación de un cuerpo de
leyes, pero también por la creación de una oficina de trabajo estatal que efectuara un
estudio apropiado sobre la situación de los trabajadores para poder legislar sobre esta base.
La trayectoria de este organismo fue imprecisar al comienzo, debido a su rol pasivo de
observar y su falta de capacidad de control e inspección, pero desde 1912, se convirtió en
una institución más ejecutiva y con relativa autonomía, el grupo profesionales que
integraban el DNT sostenían que “solo era factible la reproducción del sistema capitalista si
el estado intervenía en las relaciones sociales buscando el apaciguamiento y la concordia
entre las diversas clases de la sociedad, esforzándose en atenuar el antagonismo de los
intereses en la lucha y en inducir un poco de justicia en las relaciones sociales”

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