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La familia tiene una misión educativa, de los progenitores aprendemos el

comportamiento moral y los valores éticos. Una sana vida familiar es el caldo que
alimenta las virtudes personales y sociales de todos sus miembros, tales como la
justicia, laboriosidad, fidelidad, obediencia, gratitud, perdón y muchas otras.
En familia los padres se ven forzados a mantener los comportamientos acertados que
favorezcan el futuro de su progenie y la progenie se ve forzada, mediante una
educación apropiada, a cultivar las virtudes que sean recompensadas por sus
progenitores.
El producto de una vida familiar sana y solidaria son hijos bien formados, que tienden
a sentirse menos solos, especialmente durante la adolescencia y tienden a sentirse
más seguros en la toma de decisiones correctas.
Una familia sana contribuye fuertemente con el Estado al construir la plataforma para
crear el bienestar económico de todos sus miembros promoviendo la coexistencia, la
unión y el desarrollo de la nación. Una familia sana es la mejor garantía del Estado
para evitar una degradación ética y consecuentemente social.

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