Está en la página 1de 3

«Sapere aude» fue la expresión que Inmanuel Kant utilizó para resumir la

Ilustración Francesa, es decir que “atreverse a saber” fue lo que los grandes pensadores
hicieron en el siglo de las luces. Sin embargo, Jean-Jaques Rousseau no vio en el
progreso y la tecnología más que cadenas que coartaban la libertad y autonomía del
hombre que frente a sus iguales, para entonces, era estratificado como diferente. El
presente ensayo examina algunas de las proposiciones planteadas en el artículo “LA
FUNCIÓN DEL LEGISLADOR EN EL CONTRATO SOCIAL: UNA METÁFORA
POLÍTICO-PEDAGÓGICA” de Quintana, María; con el fin de rebatir la visión realista de El
Contrato Social con una acepción que lo aborda como una crítica política cuyo sustento
filosófico no se encuentra en su carácter factual, sino en su carácter moral, que busca 1)
descubrir el origen de los vicios de la sociedad moderna y 2) construir un marco político
de un mundo en el cual esos defectos no existen (Rawls, 2007)
En función de este trabajo, enumeraremos premisas (basadas en lo planteado en el
Contrato Social) que demuestren la búsqueda de instituciones que en lugar de corromper
la naturaleza humana, la dejen desempeñarse en la vida civil con un nuevo tipo de
libertad y capacidades:

- Sustitución de la igualdad natural por igualdad moral y legítima (L. I, Cap. IX,
Contrato Social)
- Seguimiento de las leyes por parte del pueblo, solo cuando ese mismo pueblo fue
quien las hizo (mediante la voluntad general)
- La función del legislador

En primer lugar, Rousseau plantea que cuando el pacto social es adoptado por el
pueblo, no hay una limitación o desaparición de la igualdad natural, sino más bien un
reemplazo de la misma por una igualdad moral y legítima. Esta igualdad se traduce en
que ahora por convención (la base de todo el marco político rousseauniano) los hombres
son idénticos por derecho, lo que significa que todos pueden participar en la cosa pública
y decidir el destino de su sociedad en conjunto con los otros individuos dentro del pacto.
Siendo así, Rousseau establece que uno de los principios más importantes del marco
político justo será la manutención del carácter de igualdad del hombre “tal y como es”, la
primera base moral de esta obra política se ve reflejada en la importancia de la
inexistencia de desigualdades para que la ley sea cumplida a cabalidad y la sociedad sea
sostenible en el tiempo, además de garantizar que la búsqueda del bien común mediante
el Estado (el cual es su fin último) en realidad sea común y se guíe por la voluntad
general.
Luego, tenemos que el Contrato Social plantea una sociedad en la que los ciudadanos
pasan a ser súbditos de aquello que ellos mismos convienen: las leyes. La Asamblea se
compone de todos los individuos parte del pacto, y la deliberación es el proceso mediante
el cual determinan la voluntad general como unión de sus voluntades particulares, así
podemos decir que el cuerpo político es la unión de fuerzas que el mismo Rousseau
menciona en el cap. 9 del libro I. La condición de igualdad que definimos previamente trae
como consecuencia que todos los ciudadanos son capaces tener un sentido de lo justo y
por ende todos podrán ser parte de la deliberación pública, siendo de hecho este uno de
los supuestos que John Rawls infiere que Rousseau tomó en cuenta durante la
elaboración del marco del contrato social. Hablamos de una sociedad con características
bastante particulares, y específicamente en este aspecto, su característica fundamental
es un tamaño reducido que permita que cada uno participe en los asuntos públicos (algo
que podríamos considerar un regreso a la democracia antigua, factible en una ciudad de
no más de 4000 personas). Sin embargo, más adelante veremos que estos aspectos
técnicos no son el objetivo del autor con la estructuración de este sistema.
Por último, la función del legislador, en la que haremos fuerte énfasis en el centro de
esta crítica, extrayendo el fragmento que, bajo mi consideración, es el más controversial
de los planteamientos de Quintana: “…constitución del cuerpo político a partir de la
transformación de los muchos yo en un “yo común” producida instantáneamente
(¿milagrosamente?)” (Quintana, 2008). La figura de El Legislador en el Contrato Social es
quizá una de las razones por las cuales las críticas realistas le quitan valor filosófico a su
obra basadas en la carencia factual de la misma. Rousseau establece de manera incluso
literaria y jocosa las características de esta figura, que ve las pasiones de los hombres sin
sentirla, que se preocupa de su felicidad siendo feliz plenamente, que no se relaciona a
nuestra naturaleza, pero la conoce a profundidad. El legislador puede ser comparado con
el Dios cristiano u otras deidades de religiones monoteístas, porque el mismo Rousseau
lo ilustra como algo casi imposible de encontrar en el mundo terrenal; es por eso que le da
herramientas como la jerga y la creencia para accionar en nuestra realidad y hacer ver al
vulgo la necesidad de una legislación compleja que rija nuestra libertad e igualdad en una
República.
Si juntamos estas tres aseveraciones, es posible emitir ciertas conclusiones que
sustentan el valor moral del Contrato Social:

- Rousseau plantea un marco político que demuestra hasta dónde puede llegar el
derecho y la perfectibilidad de la sociedad humana, un orden en el que todos
podemos vivir de manera justa, libre y feliz. El Contrato Social es la expresión más
perfecta de las instituciones políticas a las que estas pueden aspirar: una
participación total, un alto grado de unanimidad que determina una voluntad que
todos los ciudadanos aceptan y comparten, un sacrificio del bien individual por el
bien común ya que este es en realidad el más beneficioso para el individuo que
vive en sociedad y un autor de las leyes que no tenga posibilidad (por su
naturaleza misma) de verse intervenido por pasiones o intereses particulares a la
hora de establecer los límites sociales. Lo que John Ralws llamaría un “realismo
utópico”: lo que interpreto como un punto real al que puede llegar el escenario
político, pero tan lejano y deseado que se convierte en utopía.
- No estamos condenados al “estadio supremo de desigualdad”, hay esperanzas de
aprovechar las potencialidades humanas en un sistema que, en lugar de
suprimirlas por ser irremediablemente negativas para la vida civil, las utilice para
construir esa vida civil y la misma sea hecha en función de ellas. Nuestra igualdad
y libertad naturales, el amor propio y de sí de cada uno; son factores que
Rousseau explica primero con el fin de basar en ellos la construcción del pacto y
no de presentar el pacto como una solución a ellos, ya que no los considera como
un problema en primer lugar.
- La transformación de los muchos yo en un solo yo no surge milagrosamente, la
explicación lógica de la misma se encuentra en la naturaleza propia de la
humanidad, que 1) es cooperativa cuando ve que los recursos que posee en el
estado de naturaleza se ven amenazados y 2) está dispuesta a sacrificar la
libertad de hacer lo que quiera pero sin que esa libertad sea consentida por su
entorno, para pasar a tener una libertad que los que lo rodean reconocen (civil) y
lo que puede hacer con ella no tiene riesgo alguno.
- El legislador es una figura que ilustra la emisión de las leyes desde el máximo
grado de justicia, por lo tanto, una interpretación literal del mismo no sería lo más
adecuado para interpretar esta idea.
Finalmente, es más que evidente la conclusión que engloba la crítica a asumir el valor
filosófico de Rousseau lo factual: es sencillamente imposible asimilar una visión literal del
Contrato Social y pretender su aplicación exacta en las sociedades modernas. Es
menester recordar que Rousseau engloba una importante crítica en su obra, que busca
hacer ver a su entorno que la situación actual en la que vivían en realidad no era tan
iluminada como creían. El Contrato Social más bien plantea una utopía que puede ser
alcanzada en la realidad en distintos grados, inspirando sistemas que apunten cada vez
más a instituciones que garanticen verdadera justicia y felicidad a los ciudadanos cuya
vida rigen, reconociendo que condenar nuestra naturaleza no es un verdadero progreso.
Rousseau plantea nuevas bases éticas para la construcción de cuerpos políticos, y
tenemos ahí su más grande valor filosófico: la forma de lograr que el hombre siga siendo
libre, pero esta vez sin estar encadenado.
BIBLIOGRAFÍA
Quintana, M (2008) La función del legislador en el contrato social: una metáfora político-
pedagógica. Buenos Aires, Argentina. Universidad de Buenos Aires.
Rawls, J. (2007) Lecciones sobre la historia de la filosofía política. Barcelona, España.
Paidós
Rousseau, J. (2007) El contrato social. Madrid, España. Austral.

También podría gustarte