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Erasmo y Gilberto Cognatus,

su secretario.

[48] Erasmo en España


Estudios
El erasmismo en el contexto europeo
Peter Burke

No tiene nada de extraño que algunas biografías sobre Erasmo de Rotterdam lo describan como “Eras-
mo de la Cristiandad” o “Erasmo de Europa”, ya que fue el primer erudito que disfrutó de prestigio paneu-
ropeo en vida1. A principios del siglo XIV, el humanista italiano Francesco Petrarca era muy conocido en
Italia, Francia, los Países Bajos y Europa central, pero su fama no se extendía desde Portugal a Polonia,
como era el caso de Erasmo hacia 1530 (Coimbra y Cracovia fueron dos de las muchas ciudades que le
invitaron a establecerse). En el siglo XVI, se expusieron al público dos estatuas de Erasmo, una en Rotter-
dam, ciudad en la que nació (se erigió en 1549 con motivo de la visita del príncipe Felipe de España), y la
otra en Basilea, donde murió. No se trataba ni de un santo, ni de un jefe militar, por lo que ser objeto de
un homenaje de estas características no era nada habitual en la Europa de aquella época.
Aunque Erasmo no fue el único erudito del Renacimiento cuyas cartas fueron publicadas en vida
(Marsilio Ficino y Guillaume Budé, por ejemplo, tuvieron la misma fortuna), el número de ediciones, más
de veinte, es muy significativo. Me gustaría añadir que cuando Erasmo editó las cartas antes de su publi-
cación, omitió algunos pasajes que hacían referencia a personas aún vivas y añadió otros nuevos. Esto
quiere decir que era plenamente consciente de su fama, o como diríamos nosotros, de su “imagen”, y
también comprendió el papel que desempeñaba la imprenta en la creación de esta reputación2.
Algunos de los libros de Erasmo se convirtieron en auténticos best-sellers en Europa. El Elogio de la locura
(Encomium moriae), por ejemplo, el libro por el que es más conocido en la actualidad, se imprimió al menos
cuarenta y tres veces (treinta y cinco en latín original), hasta la muerte del autor, acaecida en 1536. El Manual
del caballero cristiano (Enchiridion Militis Christiani), había conocido ya cincuenta y cinco ediciones. Los Adagios (Ada-
gia) alcanzaron sesenta y dos ediciones durante la vida de Erasmo. Los Coloquios (Colloquia), integrados por
una serie de diálogos didácticos, fue la obra que más ediciones alcanzó, nada menos que setenta y tres
hasta 15363. Las obras de Erasmo se tradujeron a ocho lenguas vernáculas antes de morir el autor: ale-
mán, checo, español, francés, inglés, italiano, neerlandés y portugués.

Erasmo: algunos conceptos clave

A primera vista, una fama de tal envergadura en toda Europa para un erudito que siempre trató de man-
tenerse alejado de la polémica puede parecer una paradoja. Erasmo no era un personaje carismático. Era
un escritor prolífico pero no un gran pensador. No tenía nada realmente original que decir y sus ideales
del “buen aprendizaje” (bonae litterae) y la “filosofía de Cristo” (philosophia Christi) son cuanto menos algo impre-
cisos. Era un buen erudito, pero no excelente, si nos guiamos por los parámetros actua-
les. El humanista francés Guillaume Budé, por ejemplo, realizó una aportación mucho más
1
Bainton, 1969; Schoeck, 1990-1994.
2
Halkin, 1983A; cfr. Jardine, 1993.
significativa al conocimiento del mundo antiguo. Entonces, ¿dónde se esconde el secreto
3
Haeghen, 1897-1907. de la atracción que ejercía Erasmo?

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Peter Burke
Su prestigio internacional se remonta al año 1500, cuando publicó la primera edición de los Adagios,
colección de máximas clásicas comentadas. Desde esa fecha hasta que murió, treinta y seis años después,
los libros que escribió o editó circularon regularmente por las prensas de Aldo Manuzio en Venecia, de
Jodocus Badius en París y, sobre todo por las de Johann Froben en Basilea. Su nombre era una constan-
te entre los lectores de obras en latín.
Los hombres cultivados de prácticamente toda Europa (incluyendo Bohemia, Polonia y Hungría,
aunque no la Europa del este, de religión ortodoxa y con el eslavo como lengua escrita) pudieron leer los
libros de Erasmo gracias a su decisión de escribir en latín. Erasmo era el punto opuesto a Lutero en lo refe-
rente a sus estrategias de comunicación. Prefería la difusión geográfica de sus ideas a la difusión social.
Escribía un latín fluido y elegante; su estilo fue uno de los factores clave de su poder de atracción.
También cabe señalar la variedad de los escritos de Erasmo. Como buen humanista, editó textos antiguos,
incluyendo a Séneca, san Jerónimo, san Ambrosio y san Agustín. Tradujo a otros, como algunas obras tea-
trales de Eurípides y diálogos del satírico griego Luciano de Samosata. Participó en debates de eruditos
sobre la pronunciación del griego antiguo, por ejemplo, o sobre si se debía imitar o no el estilo de Cicerón
al escribir en latín. Escribió varios libros didácticos, como Civilitas puerorum, un manual sobre las maneras en
la mesa y los Coloquios, una serie de diálogos para ayudar a los jóvenes estudiantes a hablar latín.
Erasmo también escribió libros para el público no académico. El Enchiridion es un manual sobre la pie-
dad laica que tuvo un gran éxito cuando se tradujo a las lenguas vernáculas. Tenía un talento considerable
para la sátira, como demostró en su famoso Elogio de la locura, así como en Julius exclusus, (Julio excluido del cielo)
un diálogo sobre el papa guerrero Julio II, que publicó como anónimo. Erasmo terminó criticando lo
que él denominaba los formalismos “externos”, como las peregrinaciones y el culto a las reliquias, y eri-
giéndose en defensor de la religión “interior”. Expresaba su actitud moral y política, que ponía en tela de
juicio las políticas bélicas de los gobernantes de la época, en publicaciones como Dulce bellum inexpertis (Dulce
es la guerra para aquellos que no la han vivido). Este texto empezó siendo un comentario sobre una de las máximas
de los Adagios y terminó convirtiéndose en una publicación independiente.
Era un erudito independiente (desde que dejó el monasterio), por lo que su situación económica
nunca fue estable (a pesar de los generosos regalos que recibía de algunos mecenas). Logró una posición
única en la Europa de principios del siglo XVI, como erudito, moralista, creador de estilos y comentarista
de la actualidad de la Iglesia y del Estado. Probablemente su mensaje era el que muchos hombres cultiva-
dos de la época querían oír. Entre 1500 y principios de la década de los veinte, cuando la estrella de
Lutero comenzaba a brillar, Erasmo ya tenía multitud de admiradores.
Aunque en una ocasión declaró: “No haré erasmistas”, lo cierto es que muchos jóvenes europeos lo
escogieron como modelo, y un grupo aún mayor de hombres y mujeres lo leían con entusiasmo4. En las
próximas páginas comentaré las características geográficas, cronológicas y sociológicas de este grupo, la
“red” de Erasmo, como podríamos llamarla, término que pone de manifiesto las relaciones laterales
entre los erasmistas, así como los vínculos verticales con su maestro. Sin embargo, antes
4
En el prefacio a la edición de 1519 de los de proceder a este análisis, sería prudente definir el término “seguidor” con la mayor
Coloquios. precisión posible, para hacer distinciones dentro del grupo, por ejemplo, entre los discí-
5
La mayor parte de los datos biográficos
que aparecen en este ensayo proceden de
pulos, los amigos, los conocidos, los destinatarios de sus cartas y los admiradores a distan-
Bietenholz, 1985-1987. cia de Erasmo5.

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Estudios
El taller del erudito

De todos es sabido que muchos de los artistas más innovadores del Renacimiento recurrían a ayudantes,
como es el caso de Rafael, por lo que las obras atribuidas al maestro eran a menudo trabajos colectivos. Se
suele dar por sentado que los eruditos de aquella época trabajaban en solitario, sin “ayudantes de investiga-
ción”. En mi opinión, esta diferencia entre artistas y eruditos es demasiado simple. En el caso de Erasmo,
hay pruebas, aunque no muchas, que hacen suponer que se servía de ayudantes, en especial a la hora de
editar los textos. Es difícil establecer con exactitud si los utilizaba con frecuencia o no, como sigue ocurriendo
hoy cuando los catedráticos recaban la ayuda de estudiantes ya licenciados para sus investigaciones. Por ese
motivo, los siguientes ejemplos indican que se podría hablar del “taller” de Erasmo y que su equipo resol-
vía el problema de su sorprendente productividad, en especial como editor de textos.
Sin embargo, apenas se alude a este taller en la amplia literatura secundaria en torno al gran humanis-
6
ta . Los nombres de Bertholf, Harsch y Cognatus, tres jóvenes que Erasmo acogió en su casa, no aparecen,
por ejemplo, en los índices de biografías de Erasmo tan conocidas como la de Johan Huizinga y Roland
Bainton, aunque el editor de la correspondencia de Erasmo, P. S. Allen, identificó al menos treinta “sir-
vientes-alumnos” del gran erudito, que hacían las veces de ojos, oídos, manos y pies suyos.
Estos jóvenes eran, en el lenguaje de la época, “sirvientes” (famuli) o “alumnos” (discipuli) del maestro.
En la práctica, desempeñaban ambos papeles. Por ejemplo, Hilarius Bertholf (que murió en 1533), ori-
ginario de Gante, entró en la casa de Erasmo hacia 1521 y hasta que se casó en 1527, desempeñó numero-
sas tareas para Erasmo, entre ellas la de amanuense del maestro para escribir sus cartas. Asimismo, Karl
Harst (1492-1563) vivió en la casa de Erasmo entre 1524 y 1527, fecha en la que se casó, y se encargaba de
los recados fuera de la casa, como por ejemplo entregar las cartas. El inglés John Smith entró al servicio
de Erasmo en Cambridge y lo acompañó hasta Lovaina y Basilea y su misión era hacer copias de las múlti-
ples cartas de Erasmo para una posterior publicación.
Algunos de sus discípulos sabían latín e incluso griego, por lo que podían ser de gran ayuda en su
labor intelectual. Por ejemplo, se sabe que el holandés Nicholas Cannius ayudó a Erasmo a preparar la edi-
ción de 1528 de los Adagios. El erudito checo Sigismundus Gelenius (ha. 1498-1554) vivió en la casa de Eras-
mo en Basilea en torno a 1524, mientras trabajaba para el famoso impresor Johann Froben, y también ayu-
daba a Erasmo.
El amanuense más conocido de Erasmo fue Gilberto Cousin o Cognatus (1506-1572), que llegó a la
casa en 1530. Cousin tomaba el dictado del maestro; existe un grabado muy conocido de ambos sentados
a la mesa, que representa a Cousin escribiendo y a Erasmo leyendo un libro, aunque tiene la mano dere-
cha extendida, como si estuviera explicando algo. Da la impresión de que Erasmo está dictando un trata-
do más que una carta (aunque es imposible saber si el desconocido autor del grabado conocía los hábitos
de trabajo del humanista o simplemente dejó volar su imaginación). Cousin también hacía los recados
que le ordenaba su maestro fuera de casa; a veces le traía vino. Cousin permaneció a su servicio hasta que
Erasmo murió en 1536.
En 1525, un joven noble polaco, de nombre Jan II Laski (1499-1560) se alojó en la
6
Allen, 1934, pp. 99-108; Michelini
Tocci, 1989, que se centra en el manuscrito de
casa de Erasmo en Basilea durante seis meses; le leía en voz alta al maestro durante las comi-
la edición de 1528 de los Adagios. das, costumbre muy extendida en el siglo XVI (a Erasmo también le gustaba que alguien le

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leyera en voz alta mientras caminaba por su estudio o por el jardín después de comer). Sería fascinante des-
cubrir qué libros prefería que le leyeran sus pupilos.
Además de estos famuli, Erasmo también utilizaba los servicios de amigos más jóvenes, algunos de los cua-
les eran auténticos eruditos. Un humanista alemán de nombre Conrad Goclenius (que murió en 1539),
actuaba en calidad de representante de Erasmo en los Países Bajos cuando el maestro vivía en Basilea. En
su tumba puede leerse la inscripción “el otro Erasmo” (alter Erasmus). Otro fue el humanista alemán
Johannes Oecolampadius (1482-1531), que se trasladó a Basilea en 1515 y que trabajaba como corrector
en la imprenta de Froben. Mientras permaneció en la ciudad, ayudó a Erasmo a editar el Nuevo Testa-
mento, no sólo leyendo las pruebas, sino también desempeñando un papel activo en la edición (ya que él
sabía hebreo, y Erasmo no). Otro humanista, Beatus Rhenanus (1485-1547), que también vivía en Basi-
lea en aquella época, consideraba al maestro su “padre y preceptor” (pater et praeceptor) y sustituía a Erasmo
cuando estaba ausente, no sólo en cuanto a los asuntos económicos, sino también en los relacionados con
la edición de sus escritos (incluida la edición de 1519 de sus cartas).
Para distinguir los distintos grupos de “erasmistas”, es conveniente pensar en círculos concéntricos,
empezando por el interior, es decir por las personas que lo conocían bien, hasta llegar a aquellos que lo
habían visto una o dos veces y finalmente los que lo admiraban a distancia.

Erasmo y sus amigos

Sin duda alguna, Erasmo tenía el don de la amistad. Entre sus amigos de juventud se contaba un
monje de Steyn, Servatius Rogerus de Rotterdam. En su correspondencia, Erasmo llamaba al monje
“dulcísimo Servatius” (Servati dulcissime) y decía que lloraba cada vez que releía las cartas de su amigo. Del mis-
mo modo hablaba de su viejo amigo Cornelius Gerard, un monje de Lopsen, cerca de Leiden, al que lla-
maba “dulcísimo Corneli”. Algunos comentaristas actuales sospechan que existían relaciones homose-
xuales entre ellos. Sin embargo, yo comparto la opinión del historiador holandés Johan Huizinga (uno
de los primeros eruditos en tomarse en serio la historia de los sentimientos), que consideraba que, en ese
contexto, las “amistades sentimentales” estaban de moda en la época de Erasmo7. Cabe añadir que estas car-
tas entre amigos y quizás la propia amistad, seguían modelos literarios, fundamentalmente las cartas de
Cicerón y de Petrarca.
En sus últimos años, en el círculo de amigos de Erasmo hay que incluir al inglés Tomás Moro (1477-1535),
al que conoció en Inglaterra en 1499. En ese momento, Moro tenía veintidós años y Erasmo casi trein-
ta. Se conservan cincuenta y una de las cartas que intercambiaron. Moro encabezaba algunas con un
“dulcísimo Erasmo, al que quiero más que a mis propios ojos” (Erasme dulcissime mihique oculis charios). Otros ami-
gos ingleses del mismo período fueron los humanistas William Grocyn (muerto en 1519), Thomas
Linacre (ha. 1460-1524) y John Colet (1467-1510), que fundó el colegio St. Paul en Londres de acuer-
do a las enseñanzas de Erasmo.
Amberes y Lovaina fueron los centros de influencia de Erasmo en los Países Bajos. Un
7
Huizinga, 1952, pp. 11-12. Contrasta la
interpretación en términos de homosexualidad
amigo especialmente íntimo era Peter Gillis (ha. 1486-1533), secretario del Ayuntamiento
en Stevens, 1994, pp. 124-140. de Amberes, en cuya casa solía alojarse Erasmo y al que se dirigía como amicorum suavissime o

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Estudios
amice incomparabilis. Gillis publicó la edición de 1516 de la correspondencia de Erasmo y ambos encargaron
sus retratos al pintor Quintín Metsys para regalárselos a su amigo común Tomás Moro. Entre su círculo
de amigos en Amberes también se contaban Cornelius Graphaeus (que murió en 1558) que, al igual que
Gillis, trabajaba como secretario del Ayuntamiento, y el rico comerciante y banquero Erasmus Schets (falle-
cido en 1550), con el que Erasmo intercambió un epistolario del que han llegado hasta nosotros ochenta
y dos cartas. El humanista valenciano Juan Luis Vives (1492-1540) mantenía estrechos contactos con la uni-
versidad de Lovaina y conoció a Erasmo hacia 1516 (Vives lo llamaba su amicus probatissimus); Adrian Barland
(1486-1538), decano de la facultad de Arte, apoyaba las ideas de Erasmo en la universidad y publicaba sus
cartas; y el catedrático Maarten van Dorp (1485-1525) se consideraba su amigo a pesar de no compartir
muchas de sus opiniones.
En el mundo germanoparlante, el centro de la red era Basilea, donde Erasmo vivió de 1521 a 1529.
Allí tenía amigos como el impresor Johann Froben, cuyo hijo apadrinó; el humanista Henricus Glarea-
nus (1488-1563), que escribió un poema al “inmortal” Erasmo; Ludwig Baer (1479-1554), rector de la
universidad, teólogo y amigo de Glareanus; el humanista y físico Guillaume Cop; el humanista y teólogo
Wolfgang Capito (que murió en 1541), perteneciente al círculo de Froben; y el abogado Bonifacius
Amerbach (1495-1562), el hijo del socio de Froben en la imprenta, con el que Erasmo intercambió más
de ciento cincuenta y siete de las cartas que aún se conservan.
Fue en Basilea donde Erasmo conoció a Claude Chansonette, catedrático de derecho que procedía de
Alsacia y le había sido recomendado por Dorp, un amigo común. También en Basilea conoció al huma-
nista Beatus Rhenanus, que como Chansonette procedía de Alsacia y de igual modo se conocieron a tra-
vés de amigos comunes como Froben. Rhenanus llamaba a Erasmo “el más constante a la hora de conservar
las amistades”. Por su parte, Erasmo describía a Rhenanus como un “amigo pitagórico”, en referencia a la
fuerza de este lazo en los círculos filosóficos de la antigua Grecia.
El patricio y humanista de Nuremberg Willibald Pirckheimer (1470-1530) intercambió una afectuosa
correspondencia con Erasmo, quien tenía dos retratos suyos en su estudio y al que se dirigía como “ami-
go incomparable”. Por su parte, Pirckheimer, que era amigo íntimo del artista Alberto Durero, ayudó a
Erasmo a obtener un retrato grabado que le había hecho el pintor alemán. Sin embargo, los dos hombres
nunca llegaron a conocerse. Pirckheimer le pidió a Beatus que le concertara una cita con Erasmo, pero este
último nunca llegó a visitar la ciudad de Nuremberg.
Erasmo no tenía demasiados amigos en el extranjero, a excepción del humanista italiano Andrea Ammo-
nio (ha. 1478-1517), miembro del círculo de Moro que Erasmo conoció en Inglaterra en 1505 y con el
que mantuvo correspondencia durante muchos años (se conservan cuarenta y nueve cartas).

Conocidos y destinatarios de sus cartas

Este círculo se componía de personas con las que el erudito compartía una cierta amistad, aunque no
estrecha. Entre los eruditos de más edad estaban el alemán Jakob Wimpheling (1450-1528), al que cono-
ció en 1514 y que recomendaba el uso de los Adagios de Erasmo en las escuelas; el hebreo Johann Reuchlin
(ha. 1454-1522), que comenzó a escribir a Erasmo en 1514 aunque no lo conoció hasta que se encontraron

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en la feria de Frankfurt en 1515; y el abogado Udalricus Zasius (1461-1535), con el que intercambió una
serie de cartas, aunque no se conocieron hasta 1518 (a través de Bonifacius Amerbach, que había sido alum-
no de Zasius). Los artistas Quintín Metsys, Alberto Durero (que conoció y que realizó un grabado de
Erasmo en Amberes) y Hans Holbein también pueden situarse dentro de este círculo. Otro tanto ocurre
con el noble y humanista Ulrich von Hutten (1488-1523), que conoció a Erasmo en 1514 y lo considera-
ba el “Sócrates alemán”, así como con el sacerdote suizo Huldrych Zwinglio (1484-1531), gran admira-
dor de Erasmo en esos mismos años.
El erudito francés Jacques Lefèvre d’Etaples (ha. 1460-1536), al que Erasmo conoció en París en 1511,
también puede incluirse en este grupo, al igual que Guillaume Budé (1468-1540), con el que las relacio-
nes no fueron siempre cordiales aunque se trataban de amigos en sus cartas (cincuenta), y el inglés John
Fisher (1469-1535), obispo de Rochester, que llevó a Erasmo a Cambridge en 1511 y que en una ocasión
se definió en una carta al maestro como discipulus tuus.
Fisher era a la vez mecenas y amigo de Erasmo. Y lo mismo puede decirse de William Blount, Lord
Mountjoy, que invitó a Erasmo a Inglaterra; de Jérôme de Busleiden (ha. 1470-1517), el neerlandés que
fundó el Colegio Trilingüe de Lovaina siguiendo el plan de Erasmo; y del polaco Piotr Tomicki (1464-
1535), rector de la universidad de Cracovia, que empezó intentando llevar a Erasmo a Polonia y acabó sien-
do amigo suyo gracias a la correspondencia que ambos intercambiaron.

Admiradores a distancia

Tomicki no llegó a conocer a Erasmo, por eso lo incluimos en el grupo de sus admiradores a distan-
cia, el círculo externo de erasmistas. En Polonia, este grupo era bastante numeroso, en especial gracias a
la intermediación intelectual del físico Jan Antonin (ha. 1499-ha. 1549), quien conoció a Erasmo en Basi-
lea en 1524 y que a su vuelta a Cracovia, llegó a ser el mejor propagador de sus ideas y por medio de él,
invitaron a Erasmo a visitar Cracovia en 1525. Otro de sus admiradores polacos fue el joven secretario de
Tomicki, Stanislaus Hosius (1505-1579), que escribía poemas en latín en honor de Erasmo. En una car-
ta que el inglés Leonard Cox, otro admirador del erudito, escribió desde Cracovia en 1527 puede leerse
que “No pasa ni un solo día en el que no se cite a menudo a Erasmo” (Nullam transigimus diem sine multa de Erasmo
mentione). Cuando Erasmo murió, Laski compró incluso su biblioteca para llevarla a Polonia, costumbre
que todavía hoy conservan algunas universidades americanas en el caso de eruditos muy destacados.
Antonin también contribuyó significativamente a la difusión de las ideas de Erasmo en Hungría o al
menos, en Buda antes de que cayera en manos de los turcos en 1526. Y lo mismo puede decirse de Jaco-
bus Piso (que murió en 1527), tutor del joven rey Luis, que coincidió brevemente con Erasmo en Roma
en 1509. La casa de Piso en Buda era el lugar de encuentro de un grupo que se reunía para comentar la obra
de Erasmo, incluyendo al obispo Johannes Thurzo (1464-1520); el diplomático István Brodarics (que
murió en 1539); Nicolaus Olah (1493-1568), el secretario de la reina, y Johann Henckel, su capellán. Inclu-
so la reina María de Austria (1505-1558) se consideraba una admiradora más del maestro.
Finalmente, el entusiasmo que suscitó Erasmo en España, comentado en el estudio clásico de Marcel Batai-
llon en 1937 y en este catálogo por José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, no fue en absoluto un fenómeno

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Estudios
aislado. Por ejemplo, el círculo de erasmistas de Burgos tenía su contrapartida en Buda. La carta de Juan
Maldonado (ha. 1485-ha. 1554) a Erasmo de 1526, en la que habla de la fama del erudito en España, tiene
su contrapartida en la carta de Cox, que he citado más arriba, y que trata el mismo asunto, pero en Polonia.
Erasmo también contaba con admiradores en Portugal como, por ejemplo, el humanista Andre de
Resende (ha. 1500-1573) que describió a Erasmo como el nuevo Cicerón y el nuevo Apolo y visitó Lovai-
na en 1529 con el único fin de conocerlo, aunque no lo consiguió. Su colega humanista Damião de Gois
(1502-1574), sí llegó a conocer al maestro en 1533. Desde entonces se escribieron durante muchos años.
El propio rey de Portugal, João III (1502-1557) admiraba a Erasmo y trató de conseguir que el erudito visi-
tara Coimbra y, además, fundó una facultad en la universidad a imagen y semejanza del Colegio Trilin-
güe de Lovaina que Busleiden había fundado siguiendo las enseñanzas del maestro.
Es necesario hacer hincapié en el interés que despertó Erasmo entre los gobernantes y sus consejeros,
ya que fue el vehículo a través del cual las ideas de Erasmo calaron en el sistema y no sólo en individuos y
en grupos independientes. Tenemos el ejemplo de Conrad Heresbach, un amigo de Erasmo encargado
de la educación del duque Guillermo de Clèves (1516-1578). Cuando llegó al poder en 1539, fundó una
escuela humanista en Dusseldorf, así como una universidad en Duisburg, cuyas bases eran de inspiración
erasmista8, al igual que las facultades de Coimbra, Lovaina y Londres. Francisco I también se interesó por
Erasmo y le envió una carta oficial invitándolo a visitar Francia.
También en la corte de Carlos V había admiradores de Erasmo, a los que el maestro les dedicó Doctrina
del príncipe cristiano (Institutio Principis Christiani). En los años veinte, uno de los secretarios de Carlos V, Alfonso
de Valdés, era un ferviente seguidor de Erasmo, con el que intercambió amplia correspondencia, además
de imitar sus diálogos satíricos. Entre los admiradores ingleses del erudito se contaba Thomas Cranmer
(1489-1556), arzobispo de Canterbury, así como Thomas Cromwell (ha. 1485-1540) que, durante algu-
nos años, fue el hombre más poderoso de su país. Por su parte, las princesas María e Isabel, futuras reinas,
tradujeron algunos de los escritos del maestro. La influencia de Erasmo en la política del gobierno inglés
de 1529 en adelante, especialmente en la política religiosa, ha sido comentada en numerosas ocasiones9.
Entre la correspondencia que recibía Erasmo se incluyen múltiples ejemplos de lo que podríamos lla-
mar “correo de fans”, es decir, cartas de jóvenes eruditos que se dirigían a él para presentarse y expresarle
su admiración. François Rabelais (ha. 1483-1553) escribió a Erasmo en 1532; Pedro Mexía (1499-1551)
empezó a escribirle unos años antes, y Johannes Dantiscus (1485-1548) le escribía regularmente y le
envió un medallón con un retrato.

Rupturas

Erasmo alcanzó su apogeo a principios de los años veinte, cuando sus críticas a la Iglesia se radicaliza-
ron tanto que los luteranos lo consideraban un aliado. Por otra parte, su pensamiento teológico siempre
fue lo suficientemente ortodoxo como para que conservara seguidores católicos. Sin embargo, su postura
moderada o intermedia estaba seriamente amenazada.
8
Margolin, 1974, pp. 293-324.
En el frente católico, es decir en España, tal y como mostró Bataillon hace dos genera-
9
McConica, 1965. ciones, algunos de los seguidores de Erasmo empezaron a ser perseguidos por “luteranos”,

Erasmo en España [55]


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mientras otros, como Maldonado, le dieron la espalda. En Italia, antiguos amigos, como el sacerdote Giro-
lamo Aleandro (1480-1542), acabaron enemistándose con él y al igual que en España, se “reinventó” a
Erasmo como luterano. En Francia, el noble flamenco Louis Berquin fue ejecutado por hereje en 1529
después de haber traducido textos de Erasmo. Incluso el moderado Lefèvre d’Etaples se alejó de Erasmo
al considerar que éste anteponía la erudición a la piedad. En Polonia, Stanislaus Hosius, que había sido
erasmista en su juventud, se convirtió en su madurez en el líder de la Contrarreforma. Se tachaba a Eras-
mo de hereje y sus obras se incluyeron en el Index librorum prohibitorum. Las tropas españolas enviadas a los
Países Bajos al mando del duque de Alba para sofocar la rebelión y restablecer la ortodoxia religiosa des-
truyeron su estatua en Rotterdam.
En el frente protestante, la ruptura con el erasmismo fue aún más evidente. En algunas ocasiones, fue el
propio Erasmo el que tomó la iniciativa, como cuando se separó de Zwinglio cuando éste se alzó con el lide-
razgo de la Reforma suiza. Pero lo más frecuente era que los protestantes alemanes rechazaran a Erasmo tachán-
dolo de timorato o de hipócrita. En 1521, el pintor Durero escribió en su diario: “Erasmo de Rotterdam, ¿por
qué no avanzas? [...] Escúchame, tú, caballero de Cristo, cabalga hacia delante [...] alcanza la corona del mártir”. Dos
años después, Wolfgang Capito instó a Erasmo a defender abiertamente a Lutero.
Como Erasmo se abstuvo, lo atacaron. Por ejemplo, Ulrich von Hutten criticó a Erasmo en 1523 acu-
sándolo de ser un hombre débil que había sacrificado sus ideales en aras de su propia conveniencia.
Oecolampadius rompió sus lazos con él en la misma época. Lutero, que lo calificó de “anguila”, tachaba
a sus ideales de dispersos y en 1525 redactó varios escritos contra el erudito. Por otro lado, otros seguido-
res más moderados de Lutero conservaron su aprecio por Erasmo. Por ejemplo, Philipp Melanchton, un
correligionario de Lutero (1497-1560) que había escrito un poema en griego en honor de Erasmo, con-
tinuó considerándolo uno de los pesos pesados de la Reforma. Justus Jonas (1493-1555), un seguidor de
Lutero, todavía le pedía en 1527 que escribiera sobre Erasmo con “el respeto debido”. Bonifacius Amer-
bach se convirtió al protestantismo pero no rompió su amistad con el maestro. Amerbach fue el herede-
ro de Erasmo en el sentido legal de la palabra, pero también en el cultural, ya que contribuyó a conservar
la tradición erasmista más moderada, la de Basilea, al igual que hicieron Cranmer y otros erasmistas en el
seno de la Iglesia de Inglaterra. Tras su conversión al protestantismo, Beatus Rhenanus no estaba tan
unido a Erasmo como antes, pero continuó siendo lo suficientemente devoto del erudito como para publi-
car una biografía suya en 1536, que se reimprimió en la edición de Froben de Opera, una colección de las
obras de Erasmo en nueve volúmenes aparecida en 1540. Tanto la biografía como la edición tuvieron un
gran peso a la hora de construir para la posteridad la imagen de Erasmo.

Los erasmistas tardíos

Los erasmistas quedaron eclipsados en los años 1520 y 1530, pero no desaparecieron. Por ejemplo,
en 1549 y 1560 respectivamente, se publicaron traducciones al inglés y al neerlandés del Elogio de la locura.
Por su parte, el Enchuiridion se publicó en polaco en 1585. En Francia, se conoce el aprecio que Montaigne
sentía por Erasmo. En Italia, los registros de la Inquisición dan prueba de que existió un erasmismo
“clandestino” hasta 1580 aproximadamente. Por ejemplo, en 1567, la Inquisición de Rovigo interrogó al

[56] Erasmo en España


Estudios
poeta ciego Alvise Groto tras descubrir en su posesión ejemplares de los Adagios y los Coloquios, e hizo que
se los leyeran en voz alta. Dos años más tarde, la Inquisición arrestó a un caballero de Nápoles tras encon-
trar debajo de su cama una caja con ejemplares del Elogio de la locura y Doctrina del príncipe cristiano10.
Desde principios del siglo XVII, el erasmismo resurgió en algunas partes de Europa, en especial en Ingla-
terra, Francia, Suiza y los Países Bajos. En Inglaterra, se publicaron traducciones del Elogio de la locura a
finales del siglo XVII, a modo de crítica velada de las polémicas religiosas de la época. En Francia, entre los
seguidores de Erasmo se contaban los denominados “libertinos eruditos” o escépticos de principios del
siglo XVII, como el médico Guy Patin (1601-1672), que tenía un retrato de Erasmo en su casa y que pere-
grinó a Rotterdam en 1648 para visitar el lugar de nacimiento del “incomparable Erasmo”. El hijo de
Guy, Charles Patin (1633-1693), también médico, volvió a publicar el Elogio de la locura en 1676.
Lógicamente, fue en los Países Bajos donde el resurgimiento fue más significativo. En el siglo XVII, los
denominados “Arminianos”, el ala moderada del movimiento calvinista, recurrieron a las ideas de Eras-
mo para defender su postura y la memoria del maestro. Entre los miembros de este círculo, con sede en
Leiden, estaban el humanista Paulus Merula (1558-1607) y el gran jurista Hugo Grotius (1583-1645).
En 1618 se erigió una nueva estatua de Erasmo en Rotterdam. El Arminianismo fue parte del contexto
que propició una nueva edición de las obras de Erasmo, que se publicó en Leiden entre 1703 y 1706,
editada por el inmigrante y erudito suizo Jean Leclerq11.
Para terminar, sería útil resumir lo que se conoce acerca de las características cronológicas, geográfi-
cas y sociológicas de los erasmistas. Ya se ha hecho hincapié en la importancia de los años comprendidos
entre 1500 y 1520, así como en la especial influencia que ejerció Erasmo en algunas regiones de Europa,
como los Países Bajos, Suiza e Inglaterra. El hecho de que el erudito viviera en estos países explica el
entusiasmo por Erasmo, pero también hay que mencionar la “afinidad electiva” entre su postura mode-
rada y la importancia de la tolerancia y el compromiso en la cultura de los tres países.
En cuanto al perfil social de los erasmistas, cabe realizar algunas observaciones. De los destinatarios de
sus cartas que han podido identificarse, 347 eran laicos y 291 religiosos12. Entre ellos se cuentan eruditos,
dirigentes (ya fueran gobernantes o sus consejeros) y comerciantes, como Erasmus Schets. Otro comer-
ciante devoto de Erasmo fue Ludovico Bonvisi de Lucca, que consideró la idea de financiar una traduc-
ción italiana de sus obras completas13. En general, no hubo mujeres que mantuvieran correspondencia
con el erudito pero con sus escritos, incluido el Elogio del matrimonio, consiguió atraer el interés de algunas
de ellas. Las hermanas de Willibald Pirckheimer, Charitas y Klara, ambas monjas, eran lectoras ávidas de
sus libros. María de Austria encontraba sus ideas interesantes, mientras que María e Isabel Tudor tradu-
jeron sus escritos. Los niños y los adolescentes, aunque no leían voluntariamente al maestro, recibieron
sus enseñanzas en muchas aulas europeas.
Dada la variedad y la diversidad de los admiradores de Erasmo, es un error hablar del “significado” del
erasmismo. Es más correcto pensar en la existencia de una serie de significados, según los distintos con-
textos. Pero se puede describir a Erasmo como al mayor humanista en los múltiples sentidos del término
“humanismo”, por su constante estudio sobre la Antigüedad clásica y por su preocupación
10
Seidel Menchi, 1987, pp. 291-299. por la condición humana y el deseo de mejorarla.
11
Flitner, 1952, pp. 90-104.
12
Halkin, 1983A, p. 196.
13
Seidel Menchi, 1987, p. 189.

Erasmo en España [57]


Peter Burke

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