Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Peter Burke - El Erasmismo en El Contexto Europeo PDF
Peter Burke - El Erasmismo en El Contexto Europeo PDF
su secretario.
No tiene nada de extraño que algunas biografías sobre Erasmo de Rotterdam lo describan como “Eras-
mo de la Cristiandad” o “Erasmo de Europa”, ya que fue el primer erudito que disfrutó de prestigio paneu-
ropeo en vida1. A principios del siglo XIV, el humanista italiano Francesco Petrarca era muy conocido en
Italia, Francia, los Países Bajos y Europa central, pero su fama no se extendía desde Portugal a Polonia,
como era el caso de Erasmo hacia 1530 (Coimbra y Cracovia fueron dos de las muchas ciudades que le
invitaron a establecerse). En el siglo XVI, se expusieron al público dos estatuas de Erasmo, una en Rotter-
dam, ciudad en la que nació (se erigió en 1549 con motivo de la visita del príncipe Felipe de España), y la
otra en Basilea, donde murió. No se trataba ni de un santo, ni de un jefe militar, por lo que ser objeto de
un homenaje de estas características no era nada habitual en la Europa de aquella época.
Aunque Erasmo no fue el único erudito del Renacimiento cuyas cartas fueron publicadas en vida
(Marsilio Ficino y Guillaume Budé, por ejemplo, tuvieron la misma fortuna), el número de ediciones, más
de veinte, es muy significativo. Me gustaría añadir que cuando Erasmo editó las cartas antes de su publi-
cación, omitió algunos pasajes que hacían referencia a personas aún vivas y añadió otros nuevos. Esto
quiere decir que era plenamente consciente de su fama, o como diríamos nosotros, de su “imagen”, y
también comprendió el papel que desempeñaba la imprenta en la creación de esta reputación2.
Algunos de los libros de Erasmo se convirtieron en auténticos best-sellers en Europa. El Elogio de la locura
(Encomium moriae), por ejemplo, el libro por el que es más conocido en la actualidad, se imprimió al menos
cuarenta y tres veces (treinta y cinco en latín original), hasta la muerte del autor, acaecida en 1536. El Manual
del caballero cristiano (Enchiridion Militis Christiani), había conocido ya cincuenta y cinco ediciones. Los Adagios (Ada-
gia) alcanzaron sesenta y dos ediciones durante la vida de Erasmo. Los Coloquios (Colloquia), integrados por
una serie de diálogos didácticos, fue la obra que más ediciones alcanzó, nada menos que setenta y tres
hasta 15363. Las obras de Erasmo se tradujeron a ocho lenguas vernáculas antes de morir el autor: ale-
mán, checo, español, francés, inglés, italiano, neerlandés y portugués.
A primera vista, una fama de tal envergadura en toda Europa para un erudito que siempre trató de man-
tenerse alejado de la polémica puede parecer una paradoja. Erasmo no era un personaje carismático. Era
un escritor prolífico pero no un gran pensador. No tenía nada realmente original que decir y sus ideales
del “buen aprendizaje” (bonae litterae) y la “filosofía de Cristo” (philosophia Christi) son cuanto menos algo impre-
cisos. Era un buen erudito, pero no excelente, si nos guiamos por los parámetros actua-
les. El humanista francés Guillaume Budé, por ejemplo, realizó una aportación mucho más
1
Bainton, 1969; Schoeck, 1990-1994.
2
Halkin, 1983A; cfr. Jardine, 1993.
significativa al conocimiento del mundo antiguo. Entonces, ¿dónde se esconde el secreto
3
Haeghen, 1897-1907. de la atracción que ejercía Erasmo?
De todos es sabido que muchos de los artistas más innovadores del Renacimiento recurrían a ayudantes,
como es el caso de Rafael, por lo que las obras atribuidas al maestro eran a menudo trabajos colectivos. Se
suele dar por sentado que los eruditos de aquella época trabajaban en solitario, sin “ayudantes de investiga-
ción”. En mi opinión, esta diferencia entre artistas y eruditos es demasiado simple. En el caso de Erasmo,
hay pruebas, aunque no muchas, que hacen suponer que se servía de ayudantes, en especial a la hora de
editar los textos. Es difícil establecer con exactitud si los utilizaba con frecuencia o no, como sigue ocurriendo
hoy cuando los catedráticos recaban la ayuda de estudiantes ya licenciados para sus investigaciones. Por ese
motivo, los siguientes ejemplos indican que se podría hablar del “taller” de Erasmo y que su equipo resol-
vía el problema de su sorprendente productividad, en especial como editor de textos.
Sin embargo, apenas se alude a este taller en la amplia literatura secundaria en torno al gran humanis-
6
ta . Los nombres de Bertholf, Harsch y Cognatus, tres jóvenes que Erasmo acogió en su casa, no aparecen,
por ejemplo, en los índices de biografías de Erasmo tan conocidas como la de Johan Huizinga y Roland
Bainton, aunque el editor de la correspondencia de Erasmo, P. S. Allen, identificó al menos treinta “sir-
vientes-alumnos” del gran erudito, que hacían las veces de ojos, oídos, manos y pies suyos.
Estos jóvenes eran, en el lenguaje de la época, “sirvientes” (famuli) o “alumnos” (discipuli) del maestro.
En la práctica, desempeñaban ambos papeles. Por ejemplo, Hilarius Bertholf (que murió en 1533), ori-
ginario de Gante, entró en la casa de Erasmo hacia 1521 y hasta que se casó en 1527, desempeñó numero-
sas tareas para Erasmo, entre ellas la de amanuense del maestro para escribir sus cartas. Asimismo, Karl
Harst (1492-1563) vivió en la casa de Erasmo entre 1524 y 1527, fecha en la que se casó, y se encargaba de
los recados fuera de la casa, como por ejemplo entregar las cartas. El inglés John Smith entró al servicio
de Erasmo en Cambridge y lo acompañó hasta Lovaina y Basilea y su misión era hacer copias de las múlti-
ples cartas de Erasmo para una posterior publicación.
Algunos de sus discípulos sabían latín e incluso griego, por lo que podían ser de gran ayuda en su
labor intelectual. Por ejemplo, se sabe que el holandés Nicholas Cannius ayudó a Erasmo a preparar la edi-
ción de 1528 de los Adagios. El erudito checo Sigismundus Gelenius (ha. 1498-1554) vivió en la casa de Eras-
mo en Basilea en torno a 1524, mientras trabajaba para el famoso impresor Johann Froben, y también ayu-
daba a Erasmo.
El amanuense más conocido de Erasmo fue Gilberto Cousin o Cognatus (1506-1572), que llegó a la
casa en 1530. Cousin tomaba el dictado del maestro; existe un grabado muy conocido de ambos sentados
a la mesa, que representa a Cousin escribiendo y a Erasmo leyendo un libro, aunque tiene la mano dere-
cha extendida, como si estuviera explicando algo. Da la impresión de que Erasmo está dictando un trata-
do más que una carta (aunque es imposible saber si el desconocido autor del grabado conocía los hábitos
de trabajo del humanista o simplemente dejó volar su imaginación). Cousin también hacía los recados
que le ordenaba su maestro fuera de casa; a veces le traía vino. Cousin permaneció a su servicio hasta que
Erasmo murió en 1536.
En 1525, un joven noble polaco, de nombre Jan II Laski (1499-1560) se alojó en la
6
Allen, 1934, pp. 99-108; Michelini
Tocci, 1989, que se centra en el manuscrito de
casa de Erasmo en Basilea durante seis meses; le leía en voz alta al maestro durante las comi-
la edición de 1528 de los Adagios. das, costumbre muy extendida en el siglo XVI (a Erasmo también le gustaba que alguien le
Sin duda alguna, Erasmo tenía el don de la amistad. Entre sus amigos de juventud se contaba un
monje de Steyn, Servatius Rogerus de Rotterdam. En su correspondencia, Erasmo llamaba al monje
“dulcísimo Servatius” (Servati dulcissime) y decía que lloraba cada vez que releía las cartas de su amigo. Del mis-
mo modo hablaba de su viejo amigo Cornelius Gerard, un monje de Lopsen, cerca de Leiden, al que lla-
maba “dulcísimo Corneli”. Algunos comentaristas actuales sospechan que existían relaciones homose-
xuales entre ellos. Sin embargo, yo comparto la opinión del historiador holandés Johan Huizinga (uno
de los primeros eruditos en tomarse en serio la historia de los sentimientos), que consideraba que, en ese
contexto, las “amistades sentimentales” estaban de moda en la época de Erasmo7. Cabe añadir que estas car-
tas entre amigos y quizás la propia amistad, seguían modelos literarios, fundamentalmente las cartas de
Cicerón y de Petrarca.
En sus últimos años, en el círculo de amigos de Erasmo hay que incluir al inglés Tomás Moro (1477-1535),
al que conoció en Inglaterra en 1499. En ese momento, Moro tenía veintidós años y Erasmo casi trein-
ta. Se conservan cincuenta y una de las cartas que intercambiaron. Moro encabezaba algunas con un
“dulcísimo Erasmo, al que quiero más que a mis propios ojos” (Erasme dulcissime mihique oculis charios). Otros ami-
gos ingleses del mismo período fueron los humanistas William Grocyn (muerto en 1519), Thomas
Linacre (ha. 1460-1524) y John Colet (1467-1510), que fundó el colegio St. Paul en Londres de acuer-
do a las enseñanzas de Erasmo.
Amberes y Lovaina fueron los centros de influencia de Erasmo en los Países Bajos. Un
7
Huizinga, 1952, pp. 11-12. Contrasta la
interpretación en términos de homosexualidad
amigo especialmente íntimo era Peter Gillis (ha. 1486-1533), secretario del Ayuntamiento
en Stevens, 1994, pp. 124-140. de Amberes, en cuya casa solía alojarse Erasmo y al que se dirigía como amicorum suavissime o
Este círculo se componía de personas con las que el erudito compartía una cierta amistad, aunque no
estrecha. Entre los eruditos de más edad estaban el alemán Jakob Wimpheling (1450-1528), al que cono-
ció en 1514 y que recomendaba el uso de los Adagios de Erasmo en las escuelas; el hebreo Johann Reuchlin
(ha. 1454-1522), que comenzó a escribir a Erasmo en 1514 aunque no lo conoció hasta que se encontraron
Admiradores a distancia
Tomicki no llegó a conocer a Erasmo, por eso lo incluimos en el grupo de sus admiradores a distan-
cia, el círculo externo de erasmistas. En Polonia, este grupo era bastante numeroso, en especial gracias a
la intermediación intelectual del físico Jan Antonin (ha. 1499-ha. 1549), quien conoció a Erasmo en Basi-
lea en 1524 y que a su vuelta a Cracovia, llegó a ser el mejor propagador de sus ideas y por medio de él,
invitaron a Erasmo a visitar Cracovia en 1525. Otro de sus admiradores polacos fue el joven secretario de
Tomicki, Stanislaus Hosius (1505-1579), que escribía poemas en latín en honor de Erasmo. En una car-
ta que el inglés Leonard Cox, otro admirador del erudito, escribió desde Cracovia en 1527 puede leerse
que “No pasa ni un solo día en el que no se cite a menudo a Erasmo” (Nullam transigimus diem sine multa de Erasmo
mentione). Cuando Erasmo murió, Laski compró incluso su biblioteca para llevarla a Polonia, costumbre
que todavía hoy conservan algunas universidades americanas en el caso de eruditos muy destacados.
Antonin también contribuyó significativamente a la difusión de las ideas de Erasmo en Hungría o al
menos, en Buda antes de que cayera en manos de los turcos en 1526. Y lo mismo puede decirse de Jaco-
bus Piso (que murió en 1527), tutor del joven rey Luis, que coincidió brevemente con Erasmo en Roma
en 1509. La casa de Piso en Buda era el lugar de encuentro de un grupo que se reunía para comentar la obra
de Erasmo, incluyendo al obispo Johannes Thurzo (1464-1520); el diplomático István Brodarics (que
murió en 1539); Nicolaus Olah (1493-1568), el secretario de la reina, y Johann Henckel, su capellán. Inclu-
so la reina María de Austria (1505-1558) se consideraba una admiradora más del maestro.
Finalmente, el entusiasmo que suscitó Erasmo en España, comentado en el estudio clásico de Marcel Batai-
llon en 1937 y en este catálogo por José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, no fue en absoluto un fenómeno
Rupturas
Erasmo alcanzó su apogeo a principios de los años veinte, cuando sus críticas a la Iglesia se radicaliza-
ron tanto que los luteranos lo consideraban un aliado. Por otra parte, su pensamiento teológico siempre
fue lo suficientemente ortodoxo como para que conservara seguidores católicos. Sin embargo, su postura
moderada o intermedia estaba seriamente amenazada.
8
Margolin, 1974, pp. 293-324.
En el frente católico, es decir en España, tal y como mostró Bataillon hace dos genera-
9
McConica, 1965. ciones, algunos de los seguidores de Erasmo empezaron a ser perseguidos por “luteranos”,
Los erasmistas quedaron eclipsados en los años 1520 y 1530, pero no desaparecieron. Por ejemplo,
en 1549 y 1560 respectivamente, se publicaron traducciones al inglés y al neerlandés del Elogio de la locura.
Por su parte, el Enchuiridion se publicó en polaco en 1585. En Francia, se conoce el aprecio que Montaigne
sentía por Erasmo. En Italia, los registros de la Inquisición dan prueba de que existió un erasmismo
“clandestino” hasta 1580 aproximadamente. Por ejemplo, en 1567, la Inquisición de Rovigo interrogó al