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La deforestación es uno de los temas que más preocupa a los expertos ecuatorianos consultados
por Mongabay Latam. Según cifras del Ministerio del Ambiente, en 2016 el país contaba con 12
631 197 hectáreas de bosque nativo y en 2018 ya tenía 116 857 hectáreas menos. En 18 años —
entre 1990 y 2018— se han perdido poco más de 2 millones de hectáreas de bosque en Ecuador.
Uno de los principales problemas actualmente es que Ecuador no publica de forma periódica y
oficial su cifra de deforestación, como sí ocurre en otros países latinoamericanos. “No existe un
programa que lo haga de una forma sistemática cada año o cada dos años. Los datos más
recientes que conozco hablaban de una tasa de deforestación de más de 70 000 hectáreas, que
para un país del tamaño de Ecuador es una cifra muy alta”, comenta el biólogo ecuatoriano y
profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Santiago Ron.
Transportistas y moradores piden se retome el trabajo minero en Río Blanco. La ministra Rebeca
Illescas
En las últimas dos semanas, se activaron dos frentes de conflicto por la minería, en Río Blanco,
parroquia Molleturo, son habitantes y activistas antimineros los que rechazan de manera radical la
empresa de origen chino, Junefield Resources Ecuador, Ecuagoldmining, y piden su salida por
supuestos daños ambientales. En el Alto Nangaritza, Zamora Chinchipe, ante operativos de
ARCOM, el Ministerio del Ambiente (MAE), y el Ministerio de Minas, contra la minería ilegal, hubo
reacciones de mineros y de una comunidad shuar que defienden esta actividad que contamina el
río Nangaritza.
Anota que, también se denunció la forma en que se estaba concesionando el agua en Río Blanco,
la empresa había solicitado casi el triple del agua determinada en el estudio de impacto
ambiental, y que en este proceso también hubo presiones, pues Xavier Sánchez, ahora
subgerente de la empresa minera, quien para entonces era subsecretario de Minas, habría tenido
incidencia en Senagua, por lo que las concesiones se aprobaron sin que la empresa presente
siquiera los estudios de impacto ambiental, según su relato.
Río Blanco está al oeste de Cuenca y se estima que en el yacimiento hay 605.000 onzas de oro y
4,3 millones de onzas de plata; cuya explotación durará 11 años; según Xavier Sánchez,
subgerente de la empresa, la contaminación será mínima ya que se utilizará un sistema de
recirculación de agua.
CERO MINERÍAS
Activistas antimineros como Lina Solano y Yaku Pérez, presidente de la Ecuarunari, y parte de los
habitantes de comunidades aledañas al proyecto minero, como Río Blanco, Zhin Alto y Llano
Largo, insisten que habrá contaminación y que de salir la minera, no se permitirá ningún tipo de
minería en la zona que es parte del macizo de El Cajas; algunos moradores dicen que ya se secó
la laguna Loma Cruz.
La organización pidió a las autoridades que garanticen el orden y que retorne la paz para poder
seguir trabajando. Habitantes de las comunidades aledañas al proyecto, expresaron su respaldo a
la minera y desmintieron versiones de activistas como Yaku Pérez.
Jenny Chimborazo, presidenta de Cochapamba, dijo que Pérez y 3 antimineros más no fueron
secuestrado como denunciaron ellos, “los detuvieron por unas dos horas, para interrogarles, le
dijimos al señor Yaku, ¿Con qué plan llegan a nuestra comunidad?, eso fue todo”, señaló.
Si bien la crisis que estalló y llegó a paralizar a toda la provincia estuvo relacionada a la presencia
de mercurio y arsénico en las fuentes de agua, la base del conflicto de interés fue el descontento
de la población por los escasos beneficios percibidos durante décadas de operación minera. De
hecho, una de las primeras demandas a la empresa fue el incremento del aporte económico por
concepto de Convenio Marco del 3% al 30%. Los pobladores argumentaban que las operaciones
se habían ampliado con el proyecto Antapaccay, expansión de la operación Tintaya que
produciría un promedio de 160 mil toneladas de cobre durante los primeros cinco años.
Entonces, si bien los conflictos entre operaciones mineras y comunidades tienen conflictos de
interés particulares, estaríamos encontrando como contexto general el descontento sobre el
escaso beneficio percibido sobre la actividad minera.
Sobre esa base, se pueden generar confrontaciones particulares, que pueden estar vinculadas al
desempeño ambiental de la empresa, utilizando temas como el agua de agente movilizador.
Siguiendo con el caso de Espinar, la crisis se originó cuando se tomaron muestras del agua de la
zona para un Estudio de Impacto Ambiental realizado para un nuevo proyecto minero. Los
resultados arrojaron presencia de arsénico y mercurio, los cuales fueron atribuidos al impacto de
Xstrata Tintaya por ser la única operación cercana formal en la zona.
Si bien posteriormente se confirmó que la mineralización del agua tenía relación con las
condiciones geográficas (que la hacen apta para el desarrollo de la minería y no para la
agricultura y ganadería), se generó una fuerte crisis en el país a causa de la desinformación de
los actores involucrados.
Este caso nos demuestra que si bien el conflicto puede tener de fondo algún problema social,
ambiental o económico, el manejo de información por parte de la empresa y la comunidad puede
perjudicar o beneficiar el relacionamiento entre las partes, dependiendo de cómo se gestione. Por
lo general, se construyen mitos y percepciones negativas que no necesariamente tienen una base
real, pero que ante la ausencia de información previa y diálogo oportuno, llegan a situaciones de
crisis con alta intensidad de violencia.
Por otro lado, los conflictos vinculados a empresas que inician actividades de exploración o
proyectos de ampliación han sido los más visibles para la opinión pública en los últimos años.
Estos conflictos que logran transcender el espacio local suelen estar vinculados a la gran minería,
involucran una alta inversión y llaman la atención de organizaciones de la sociedad civil y medios
de comunicación.