gvela@unsa.edu.pe La ampliación de la cuarentena fue necesaria pero en sí no resuelve mucho. Solo alarga más la crónica de muchas muertes anunciadas. La medida política es correcta pero no eficaz mientras existan las escenas insultantes de querer “normalizar” la calle, mientras aumente el rebrote de la informalidad en los mercados como los actos desesperados por retornar al terruño o mientras se siga develando casos y más casos de robos al estado en plena pandemia. Por eso, el devenir de la calle desnuda la debilidad de las bien intencionadas medidas de los martillazos del presidente Martín. Y es que, como sostiene la presidenta del Tribunal Constitucional, al gobierno nacional le está faltando una "visión sociológica de cómo somos como cultura”. En efecto, los avances en las medidas sanitarias, policiales y fiscales como la reactivación económica pueden colapsar si es que no reparamos en la otra gran parte de lo que somos: las creencias, las costumbres, los modelos mentales. Esto prueba que la pandemia atípica para este lado del mundo, requiere no solo expertos en salud y economía sino también en antropología cultural, psicología social y educación comunitaria. La salud no es un problema de médicos o de enfermeras, solamente. La salud siempre fue un problema también cultural y social. La salud que hemos mirado bastante es la salud individual cuando es esencialmente una salud pública. Allí convergen miradas diversas como los enfoques sociales y educativos. En consecuencia, los nuevos hábitos del distanciamiento social, el buen uso de mascarillas, la higiene de lavarse bien las manos, el mismo trabajo para sobrevivir tienen aristas sociales y educativas. Lo educativo no es lo que se aprende en las escuelas, solamente; es lo que vamos internalizando en la convivencia social: en la familia, en los amigos, en el trabajo, en lo que vemos y oímos de los medios de comunicación social. En otras palabras, la pandemia se enfrenta con medidas efectivas de cuarentena si es que los ciudadanos somos eso, ciudadanos. Que asumen ser parte de un todo. Si compartimos el cómo imaginamos el futuro de la humanidad. Si estamos conscientes ante la amenaza de sobrevivencia de la humanidad y todas las formas de vida. Las medidas del confinamiento debieran, entonces, ser asumidas sin mayores dificultades. Si la salud trabaja por un lado y la educación sanitaria por el otro, no necesitaríamos tanto control y vigilancia para cuidar la vida. ¿Cómo es posible que les pidamos a algunos peruanos que guarden distancia en las colas, como si fuera un favor o una obligación? Es una muestra de la debilidad de una sociedad que no educa pensando en el otro, y en el futuro. Finalmente, cuando sintamos que el desborde del “sálvense quien pueda” está por triunfar, debemos ser lo más enérgicos posibles para exigir al otro que respete la convivencia y la vida misma. Parece que debemos dar otro martillazo pero esta vez a la cultura, la educación comunitaria y al respeto por la salud pública.