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EL PODER DE LA PRESENCIA DE DIOS”

“Y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra,


temblarán ante mi presencia; y se desmoronarán los montes, y los
vallados caerán, y todo muro caerá a tierra”
Ezequiel 38:20
Todos debemos acercarnos confiadamente a la presencia de Dios con
adoración y acción de gracias, reconociendo su favor y gracia que nos
limpia, libera y llena en todo. Cuando verdaderamente le conocemos
íntimamente desarrollamos el concepto correcto sobre su majestad y
grandeza.
Es ante la presencia de Dios que nuestros sufrimientos desaparecen, las
cargas se olvidan y sólo queda un profundo respeto y reverencia a Su
nombre. Muchas cosas suceden cuando nos postramos ante su presencia;
veamos tres de ellas:
1-  Nada somos cuando nos alejamos de la presencia del Señor: cuando no
pasamos tiempo con Dios, cuando nos alejamos de su presencia, nos
exponemos a la adversidad, somos más vulnerables a los ataques del
enemigo. Un ejemplo lo tenemos en la vida de Jonás: él disfrutaba de la
presencia de Dios cuando fue llamado a predicar a Nínive; sin embargo,
en lugar de obedecer “Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová
a Tarsis…”, (1:3). Sabemos que después Jonás fue arrojado del barco
donde navegaba mientras huía de Dios, y fue tragado por un gran pez que
DIOS había preparado para él, en donde estuvo por tres días y tres
noches. Fue ahí, donde alejado de la presencia de Dios, en medio de la
crisis, él reconoció que sin Dios, nada era. Muchas de las veces, Dios
permite la adversidad o la crisis para traernos de nuevo ante su
presencia, al mismo tiempo que produce obediencia en nosotros y forma
nuestro carácter.
2-  Nuestra iniquidad es confrontada: cuando nos acercamos a Dios,
¿puede alguno de nosotros justificarse por sus trasgresiones o
iniquidades? ¡No se puede! Cuando hemos fallado o cuando tomamos
decisiones que nos alejan de Dios, es cuando más nos damos cuenta cuán
lejos estamos de su presencia. En ocasiones nos enfocamos en tener su
poder o su unción, sin saber que es en la intimidad con Dios que estas
cosas vienen por añadidura.
3-  Seremos transformados: el apóstol Pablo les dijo a los corintios: “Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, (2 Corintios 3:18). ¡Nos
convertimos en lo que miramos! Aquél sobre quien está nuestra atención,
Dios mismo, ejerce su influencia sobre nuestra vida, nos transforma a
su imagen, pule nuestro carácter e imprime en nosotros el sello de su
presencia.
El deseo de Dios para nosotros es que seamos llenos de su presencia.
¿Queremos tener victoria sobre el pecado? ¿Queremos tener total libertad
del poder del enemigo? ¿Anhelamos ser como Cristo?
Entonces, ¡necesitamos su presencia! Ninguno que pasa tiempo con Dios
en intimidad puede seguir siendo el mismo; su presencia nos transforma,
nos llena, nos renueva, nos ¡vivifica!
Todo temor se va cuando pasamos tiempo con Dios; la paz y el gozo del
Señor llenarán nuestro corazón y la soledad no se enseñoreará ya más de
nosotros.

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