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Theo Court director chileno-español nos ofrece en su nueva película

desarrollada al estilo western-paisajista la historia de Pedro, un fotógrafo


llamado para retratar a una preadolescente novia que está a punto de
casarse con un poderosísimo y omnipresente terrateniente que nunca
vemos, pero que se vuelve dueño de todo lo que toca sus tierras y está
comprometido con colonizar todas aledañas. Pedro al quedar
pedófilamente encantando con la prometida decide hacerle un retrato
especial, sin embargo esto desata la furia de Mr.Porter, el patriarca y
paga con su libertad, encargándose de estatizar y docuficcionar las
actividades que realizan en esas tierras.
Acreedora al premio a mejor director en la muestra internacional de cine
de Venecia, “Blanco en blanco” se convierte a través de sus personajes
en una fábula del sistema capitalista-patriarcal que se instaura en
America y el mundo, con un ritmo lento e incluso desgastante nos
somete a paisajes maravillosos de la argentina en proceso de
colonización haciendo bella la tragedia de la toma de posesión de las
libertades de los subyugados.
Llama mi atención la secuencia final, después de que vemos un brutal
asesinato contra los selknam de parte de los empleados de Mr.porter,
donde el protagonista espera a que nos demás jalen el gatillo para hacer
su fotografía retratista de falso heroísmo y cinismo ante el poderío
cobarde de los colonizadores. Se cristaliza este cuadro a partir de un
recurso particular y recurrente en esta película: el punto de vista de la
propia cámara, como si nosotros fuéramos quien está detrás de ella, como
si nosotros fuéramos los retratistas de esa barbarie, de ese crimen,
cómplices deseosos de verlo bello ante la imposibilidad de actuar en
contra de él, pues como el protagonista nos hemos dejado de pertenecer,
nos volvemos otra propiedad de Mr.Porter, de la misma manera que las
mujeres selknam son entregadas para diversión de los subyugados
alienados.

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