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Edad Antigua

La Edad Antigua es un período tradicional, muy utilizado en la periodización de la


historia humana, definido por el surgimiento y desarrollo de las
primeras civilizaciones que tuvieron escritura, llamadas por ello "civilizaciones
antiguas". Tradicionalmente ha sido el período inicial de la historia propiamente
dicha, iniciada con la invención de la escritura, precedida de la prehistoria.
Algunos esquemas periódicos consideran que existe una etapa llamada
"protohistoria", entre la prehistoria y la Edad Antigua, definida por el surgimiento
de las primeras civilizaciones sin escritura.
Procesos similares tuvieron lugar en diversos momentos según el área geográfica
(sucesivamente Mesopotamia, el valle del Nilo, el subcontinente indio, China, la cuenca del
Mediterráneo, la América precolombina y el resto de Europa, Asia y África); en algunas zonas
especialmente aisladas, algunos pueblos cazadores-recolectores actuales aun no habrían
abandonado la prehistoria mientras que otros entraron violentamente en la edad moderna o
la contemporánea de la mano de las colonizaciones de los siglos XVI al XIX.
Los pueblos cronológicamente contemporáneos a la Historia escrita del Mediterráneo
Oriental pueden ser objeto de la protohistoria, pues las fuentes escritas
por romanos, griegos, fenicios, hebreos o egipcios, además de las fuentes arqueológicas,
permiten hacerlo.
La Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de la civilización
grecorromana (siglo V a. C. al siglo II d. C.) o, en sentido amplio, en toda su duración (siglo
VIII a. C. al siglo V d. C.). Se caracterizó por la definición de innovadores conceptos
sociopolíticos —los de ciudadanía y de libertad personal, no para todos, sino para una minoría
sostenida por el trabajo esclavo—, a diferencia de los imperios fluviales del antiguo
Egipto, Babilonia, India o China, para los que se definió la imprecisa categoría de «modo de
producción asiático», caracterizados por la existencia de un poder omnímodo en la cúspide
del imperio y el pago de tributos por las comunidades campesinas sujetas a él, pero de
condición social libre (pues aunque exista la esclavitud, no representa la fuerza de
trabajo principal).3 El papel de las mujeres en esta época fue olvidado.
gran importancia en todos los continentes, muchas de las cuales generaron
productos, instituciones, conocimientos y valores que aún se encuentran
presentes en la actualidad, desde Sumeria (IV milenio a. C.) y el Antiguo Egipto,
pasando por las antiguas civilizaciones védicas en la India, la China Antigua, las
antiguas Grecia y Roma, el Imperio aqueménida en Persia, entre muchos otros.
En el curso de la Edad Antigua surgieron las ciudades y el proceso de
urbanización, el Estado, el derecho y la ley, así como grandes religiones como
el budismo y el judeo-cristianismo.
Caracteristicas

Características de la Edad Antigua[editar]


Sea cual fuera el criterio empleado, coincidiendo en tiempo y lugar, unos y otros procesos
cristalizaron en el inicio de la vida urbana (ciudades muy superiores en tamaño, y diferentes
en función, a las aldeas neolíticas); en la aparición del poder político (palacios, reyes) y de
las religiones organizadas (templos, sacerdotes); en una compleja estratificación social; en
grandes esfuerzos colectivos que exigen la prestación de trabajo obligatorio; en el
establecimiento de impuestos y el comercio de larga distancia (todo lo que se ha venido en
llamar «revolución urbana»).1 Este nivel de desarrollo social, que por primera vez se alcanzó
en la Sumeria del IV milenio a. C. (espacio propicio para la constitución de las
primeras ciudades-estado competitivas a partir del sustrato neolítico), llevaba ya cuatro
milenios desarrollándose en el Creciente Fértil.2 A partir de ellas, y de sucesivos contactos
(tanto pacíficos como violentos) de pueblos vecinos (culturas sedentario-agrícolas o nómada-
ganaderas que se nombran tradicionalmente con términos de validez cuestionable, más
propios de familias lingüísticas que de razas humanas: semitas, camitas, indoeuropeos, etc.),
se fueron conformando los primeros estados de gran extensión territorial, hasta alcanzar el
tamaño de imperios multinacionales.

Final de la Edad Antigua[editar]


El final de la Edad Antigua en la civilización occidental coincide con la caída del Imperio
romano de Occidente, en el año 476 (el Imperio romano de Oriente sobrevivió toda la Edad
Media hasta 1453 como Imperio bizantino), aunque tal discontinuidad no se observa en otras
civilizaciones. Por tanto, las divisiones posteriores (Edad Media y Edad Moderna) pueden
considerarse válidas solo para aquella, mientras que la mayor parte de Asia y África, y con
mucha más claridad América, son objeto en su historia de una periodización propia.
Algunos autores culturalistas hacen llegar la Antigüedad tardía europea hasta los
siglos VI y VII, mientras que la escuela «mutacionista» francesa la extiende hasta algún
momento entre los siglos IX y XI. Distintas interpretaciones de la historia hacen hincapié en
cuestiones económicas (transición del modo de producción esclavista al modo de producción
feudal, desde la crisis del siglo III), políticas o ideológicas (desaparición del imperio e
instalación de los reinos germánicos desde el siglo V), religiosas (sustitución
del paganismo politeísta por los monoteísmos teocéntricos: el cristianismo —siglo IV— y
posteriormente el islam —siglo VII—), filosóficas (filosofía antigua por la medieval) y artísticas
(evolución desde el arte antiguo —clásico— hacia el arte medieval —
paleocristiano y prerrománico—

Prehistoria
La prehistoria (del latín præ-, «antes de», y de historia, «historia, investigación, noticia», este
último un préstamo del griego ιστορία) es, según la definición clásica, el período de tiempo
transcurrido desde la aparición de los primeros homininos, antecesores del Homo sapiens,
hasta que tenemos constancia de la existencia de documentos escritos,1 algo que ocurrió en
primer lugar en el Oriente Próximo hacia el 3300 a. C., y posteriormente en el resto
del planeta.2
Según otros autores, la prehistoria terminaría en algunas regiones del mundo antes, con la
aparición de las sociedades complejas que dieron lugar a los primeros
estados y civilizaciones.
Según las nuevas interpretaciones de la ciencia histórica, la prehistoria es un término carente
de significado real en el sentido que fue entendido durante generaciones. Si se considera a
la Historia, tomando la definición de Marc Bloch, como el «acontecer humano en el tiempo»,
todo es Historia existiendo el ser humano, y la prehistoria podría, forzadamente, solo
entenderse como el estudio de la vida antes de la aparición del primer homínido en la tierra.
Desde el punto de vista cronológico, sus límites están lejos de ser claros, pues ni la llegada
del ser humano ni la invención de la escritura tienen lugar al mismo tiempo en todas las zonas
del planeta.
Por otra parte, hay quienes defienden una definición de esta fase o, al menos, su separación
de la Historia Antigua, en virtud de criterios económicos y sociales en lugar de cronológicos,
pues estos son más particularizadores (es decir, más ideográficos) y aquellos, más
generalizadores y por tanto, más susceptibles de proporcionar una visión científica.
En ese sentido, el fin de la prehistoria y el inicio de la historia lo marcaría una estructuración
creciente de la sociedad que provocaría una modificación sustancial del hábitat, su
aglomeración en ciudades, una socialización avanzada, su jerarquización, la aparición de
estructuras administrativas, de la moneda y el incremento de los intercambios comerciales de
larga distancia. Así, no sería muy correcto estudiar dentro del ámbito de la prehistoria
sociedades de carácter totalmente urbano como los incas y mexicas en América, el Imperio de
Ghana y el Gran Zimbabue en África o los jeméres en el sudeste asiático, que solamente son
identificados con este período por la ausencia de textos escritos que de ellos tenemos3
(los mayas han entrado hace muy poco plenamente en la Historia al haberse descifrado
sus glifos, que tienen valor fonético, por lo que forman un sistema completo de escritura).4
Se considera un campo académico o especialidad muy ligada a la Arqueología y
la Paleontología.

Edad media
La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización
occidental comprendido entre el SIGLO V y el XV. Convencionalmente, su inicio se sitúa en el
año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento
de América,1 o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la singularidad de
coincidir con la invención de la imprenta —publicación de la Biblia de Gutenberg— y con el fin
de la guerra de los Cien Años.
A día de hoy, los historiadores del período prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y
Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que
habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la
sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social,
para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de
los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras
centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y
cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por
las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio).2
Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (ss. V-X, sin una clara
diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (ss. XI-XV), que a su vez puede
dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (ss. XI-XIII), y los dos últimos siglos
que presenciaron la CRISIS DEL SIGLO XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa,Nota 1 el concepto de Edad Media nació
como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal
Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis
captam deducta, Jena, 1688),3 quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor
por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización
grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna —en la
que él se sitúa— que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de
este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como
una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y
económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos
más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo
Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia,
la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la
brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.Nota 2
Sin embargo, en este largo período de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy
diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a
influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de
ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del
desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que
desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció
el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán
el capitalismo.4 Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado
con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores
(Repoblación en la península ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos
siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y
modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros
(guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos, etc.) encarnando la metáfora
espiritual de la vida como un viaje (homo viator).5
También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde
el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Pontificado e Imperio) o
el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad
oriental (aculturación y evangelización de Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo
de ciudades estado, desde las pequeñas ciudades episcopales
alemanas hasta repúblicas que mantuvieron imperios marítimos como Venecia; dejando en la
mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las monarquías feudales, que
transformadas en monarquías autoritarias prefiguran el estado moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en
llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma
crisis de la escolástica.6 Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo, se
entienda este como modo de producción (basado en las relaciones sociales de producción en
torno a la tierra del feudo) o como sistema político (basado en las relaciones personales de
poder en torno a la institución del vasallaje), según las distintas
interpretaciones historiográficas.Nota 3
El choque de civilizaciones entre cristianismo e islamismo, manifestado en la ruptura de la
unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri Pirenne, en su
clásico Mahoma y Carlomagno7), la Reconquista española y las Cruzadas; tuvo también su
parte de fértil intercambio cultural (escuela de Traductores de Toledo, Escuela Médica
Salernitana) que amplió los horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los
restos de la cultura clásica salvados por el monacato altomedieval y adaptados al cristianismo.
La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la diversidad y la unidad. La diversidad fue el
nacimiento de las incipientes naciones... La unidad, o una determinada unidad, procedía de la religión
cristiana, que se impuso en todas partes... esta religión reconocía la distinción entre clérigos y laicos, de
manera que se puede decir que... señaló el nacimiento de una sociedad laica. ... Todo esto significa que
la Edad Media fue el período en que apareció y se construyó Europa.8

Esa misma Europa Occidental produjo una impresionante sucesión de estilos artísticos
(prerrománico, románico y gótico), que en las zonas fronterizas se mestizaron también con
el arte islámico (mudéjar, arte andalusí, arte árabe-normando) o con el arte bizantino.
Artículo principal: Arte medieval

La ciencia medieval no respondía a una metodología moderna, pero tampoco lo había hecho


la de los autores clásicos, que se ocuparon de la naturaleza desde su propia perspectiva; y en
ambas edades sin conexión con el mundo de las técnicas, que estaba relegado
al trabajo manual de artesanos y campesinos, responsables de un lento pero constante
progreso en las herramientas y procesos productivos. La diferenciación entre oficios viles y
mecánicos y profesiones liberales vinculadas al estudio intelectual convivió con una teórica
puesta en valor espiritual del trabajo en el entorno de los monasterios benedictinos, cuestión
que no pasó de ser un ejercicio piadoso, sobrepasado por la mucho más trascendente
valoración de la pobreza, determinada por la estructura económica y social y que se expresó
en el pensamiento económico medieval.
Artículo principal: Medievalismo

Medievalismo es tanto la cualidad o carácter de medieval,9 como el interés por la época y los
temas medievales y su estudio; y medievalista el especialista en estas materias.Nota 4 El
descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna, en la
que Humanismo, Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e Ilustración se afirman como
reacciones contra ella, o más bien contra lo que entienden que significaba, o contra los rasgos
de su propio presente que intentan descalificar como pervivencias medievales. No obstante
desde fines del siglo XVI se producen interesantes recopilaciones de fuentes
documentales medievales que buscan un método crítico para la ciencia histórica.
El Romanticismo y el Nacionalismo del siglo XIX revalorizaron la Edad Media como parte de
su programa estético y como reacción anti-académica (poesía y drama románticos, novela
histórica, nacionalismo musical, ópera), además de como única posibilidad de encontrar base
histórica a las emergentes naciones (pintura de historia, arquitectura historicista, sobre todo
el neogótico —labor restauradora y recreadora de Eugène Viollet-le-Duc— y el neomudéjar).
Los abusos románticos de la ambientación medieval (exotismo), produjeron ya a mediados del
siglo XIX la reacción del realismo.11 Otro tipo de abusos son los que dan lugar a una abundante
literatura pseudohistórica que llega hasta el presente, y que ha encontrado la fórmula del éxito
mediático entremezclando temas esotéricos sacados de partes más o menos oscuras de la
Edad Media (Archivo Secreto Vaticano, templarios, rosacruces, masones y el
mismísimo Santo Grial).Nota 5 Algunos de ellos se vincularon al nazismo, como el alemán Otto
Rahn. Por otro lado, hay abundancia de otros tipos de producciones artísticas de ficción de
diversa calidad y orientación inspiradas en la Edad Media (literatura, cine, cómic). También se
han desarrollado en el siglo XX otros movimientos medievalistas: un medievalismo
historiográfico serio, centrado en la renovación metodológica (fundamentalmente por la
incorporación de la perspectiva económica y social aportada por el materialismo histórico y
la Escuela de los Annales) y un medievalismo popular (espectáculos medievales, más o
menos genuinos, como actualización del pasado en el que la comunidad se identifica, lo que
se ha venido en llamar memoria histórica).

Renacimiento
Renacimiento es el nombre dado en el siglo XIX a un amplio movimiento cultural que se
produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI. Fue un período de transición entre
la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el
campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias,
tanto naturales como humanas. La ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y
desarrollo de este movimiento, que se extendió después por toda Europa.
El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una
nueva concepción del hombre y del mundo. El término «renacimiento» se utilizó reivindicando
ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una
vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras
siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la
Europa medieval. En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser
humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y
las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por el antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como
un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las
artes habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio Romano y solo habían sido
rescatadas por los artistas de la Toscana a partir del siglo XIII.1
El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del
siglo XIX por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme,
publicada en 1855.2 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo
histórico, que abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más
importante por sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que
era nacionalista francés y republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos
opuestos a los de la Edad Media precedente y un protagonismo francés.3
El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el
suizo Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir
del siglo XIV a mediados del XVI. Buckhardt destacaba del Renacimiento el surgimiento del
espíritu individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.4
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó
una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico:
su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los
que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de
la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes
transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición
del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo,
muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el
ámbito renacentista.5

Edad Moderna
La Edad Moderna es el tercero de los periodos históricos en los que se divide
convencionalmente la historia universal, comprendido entre el siglo XV y el XVIII.
Cronológicamente alberga un periodo cuyo inicio puede fijarse en la caída de
Constantinopla (1453) o en el descubrimiento de América (1492), y cuyo final puede situarse
en la Revolución francesa (1789) o en el fin de la década previa, tras la independencia de los
Estados Unidos (1776).nota 1 En esta convención, la Edad Moderna se corresponde al período
en que se destacan los valores de la modernidad (el progreso, la comunicación, la razón)
frente al período anterior, la Edad Media, que es generalmente identificado como una
edad aislada e intelectualmente oscura. El espíritu de la Edad Moderna buscaría su referente
en un pasado anterior, la Edad Antigua identificada como Época Clásica.
Tras pasar el tiempo, la Edad Moderna se ha ido alejando de tal modo, que desde el siglo
XX se suele añadir una cuarta edad, denominada como Edad Contemporánea, en la cual no
solo no se aparta, sino que también se intensifica extraordinariamente la tendencia a
la modernización, ya que sus características sensiblemente diferentes, fundamentalmente
porque significa el momento de éxito y desarrollo espectacular de las fuerzas económicas y
sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y
la burguesía; y las entidades políticas que lo hacen de forma paralela: la nación y el Estado.
En la Edad Moderna se encontraron los dos "mundos" que habían permanecido casi
absolutamente aislados desde la Prehistoria: el Nuevo Mundo (América) y el Viejo
Mundo (Eurasia y África). Cuando se consolidó la exploración europea de Australia se habla
de Novísimo Mundo.
La disciplina historiográfica que la estudia se denomina Historia Moderna, y sus historiadores,
"modernistas".nota 2

Edad contemporanea
La Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa al periodo
histórico comprendido entre la Declaración de Independencia de los Estados Unidos o
la Revolución francesa, y la actualidad. Comprende, si se considera su inicio en la Revolución
francesa, de un total de 231 años, entre 1789 y el presente. En este período, la humanidad
experimentó una transición demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el
llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y
los países recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los
límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización
del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han elevado para
una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero
que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para
el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.1
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas
en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución
industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de
clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales
(los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en
nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron
incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución
liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las
mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras
que el arte contemporáneo y la literatura contemporánea (liberados por el romanticismo de las
sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios) se han
visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas (tanto los
escritos como los audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que
comenzó con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.2
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político),3
puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de
la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de
desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando
lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma
paralela: la nación y el Estado.
En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social
histórica del estado liberal europeo clásico, surgido tras la crisis del Antiguo Régimen.4 El
Antiguo Régimen había sido socavado ideológicamente por el ataque intelectual de
la Ilustración (L'Encyclopédie, 1751) a todo lo que no se justifique a las luces de la razón por
mucho que se sustente en la tradición, como los privilegios contrarios a la igualdad (la de
condiciones jurídicas, no la económico-social) o la economía moral5 contraria a la libertad (la
de mercado, la propugnada por Adam Smith -La riqueza de las naciones, 1776). Pero, a pesar
de lo espectacular de las revoluciones y de lo inspirador de sus ideales de libertad, igualdad y
fraternidad (con la muy significativa adición del término propiedad), un observador perspicaz
como Lampedusa pudo entenderlas como la necesidad de que algo cambie para que todo
siga igual: el Nuevo Régimen fue regido por una clase dirigente (no homogénea, sino de
composición muy variada) que, junto con la vieja aristocracia incluyó por primera vez a la
pujante burguesía responsable de la acumulación de capital. Esta, tras su acceso al poder,
pasó de revolucionaria a conservadora,6 consciente de la precariedad de su situación en la
cúspide de una pirámide cuya base era la gran masa de proletarios, compartimentada por las
fronteras de unos estados nacionales de dimensiones compatibles con mercados
nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión
colonial.
En el siglo XX este equilibrio inestable se fue descomponiendo, en ocasiones mediante
violentos cataclismos (comenzando por los terribles años de la Primera Guerra Mundial, 1914-
1918), y en otros planos mediante cambios paulatinos (por ejemplo, la promoción económica,
social y política de la mujer). Por una parte, en los países más desarrollados, el surgimiento de
una poderosa clase media, en buena parte gracias al desarrollo del estado del
bienestar o estado social (se entienda este como concesión pactista al desafío de las
expresiones más radicales del movimiento obrero, o como convicción propia
del reformismo social) tendió a llenar el abismo predicho por Marx y que debería llevar al
inevitable enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue
duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase,
enfrentados entre sí: el anarquismo y el socialismo (dividido a su vez entre el comunismo y
la socialdemocracia). En el campo de la ciencia económica, los presupuestos del liberalismo
clásico fueron superados (economía neoclásica, keynesianismo -incentivos al consumo e
inversiones públicas para frente a la incapacidad del mercado libre para responder a la crisis
de 1929- o teoría de juegos -estrategias de cooperación frente al individualismo de la mano
invisible-). La democracia liberal fue sometida durante el período de entreguerras al doble
desafío de los totalitarismos estalinista y fascista (sobre todo por el expansionismo de
la Alemania nazi, que llevó a la Segunda Guerra Mundial).7
En cuanto a los estados nacionales, tras la primavera de los pueblos (denominación que se
dio a la revolución de 1848) y el periodo presidido por la unificación alemana e italiana (1848-
1871), pasaron a ser el actor predominante en las relaciones internacionales, en un proceso
que se generalizó con la caída de los grandes imperios multinacionales (español desde 1808
hasta 1976, portugués desde 1821 hasta 1975; ruso, alemán, austrohúngaro y turco en 1918,
tras su hundimiento en la Primera Guerra Mundial) y la de los imperios
coloniales (británico, francés, neerlandés y belga tras la Segunda). Si bien numerosas
naciones accedieron a la independencia durante los siglos XIX y XX, no siempre resultaron
viables, y muchos se sumieron en terribles conflictos civiles, religiosos o tribales, a veces
provocados por la arbitraria fijación de las fronteras, que reprodujeron las de los anteriores
imperios coloniales. En cualquier caso, los estados nacionales, después de la Segunda
Guerra Mundial, devinieron en actores cada vez menos relevantes en el mapa político,
sustituidos por la política de bloques encabezados por los Estados Unidos y la Unión
Soviética. La integración supranacional de Europa (Unión Europea) no se ha reproducido con
éxito en otras zonas del mundo, mientras que las organizaciones internacionales,
especialmente la ONU, dependen para su funcionamiento de la poco constante voluntad de
sus componentes.
La desaparición del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en que las
fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen tanto la tendencia a
la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo tipo de identidades,8 personales
o individuales,9 colectivas o grupales,10 muchas veces competitivas entre sí
(religiosas, sexuales, de
edad, nacionales, culturales, étnicas, estéticas,11 educativas, deportivas, o generadas por una
actitud -pacifismo, ecologismo, altermundialismo- o por cualquier tipo de condición, incluso las
problemáticas -minusvalías, disfunciones, pautas de consumo-). Particularmente,
el consumo define de una forma tan importante la imagen que de sí mismos se hacen
individuos y grupos que el término sociedad de consumo ha pasado a ser sinónimo de
sociedad contemporánea.12

Obsevacion
La observación es la adquisición activa de información a partir del sentido de la vista. Se trata
de una actividad realizada por un ser vivo (humanos, animales, etc), que detecta y asimila los
rasgos de un elemento utilizando los sentidos como instrumentos principales. El término
también se puede referir a cualquier dato recogido durante esta actividad.
Medición
La medición es un proceso básico de la ciencia que se basa en comparar una unidad de
medida seleccionada con el objeto o fenómeno cuya magnitud física que se desea medir, para
averiguar cuántas veces la unidad está contenida en esa magnitud.1

Calculo
La medición es un proceso básico de la ciencia que se basa en comparar una unidad de
medida seleccionada con el objeto o fenómeno cuya magnitud física que se desea medir, para
averiguar cuántas veces la unidad está contenida en esa magnitud.1

Experimentacion
a experimentación, método común de las ciencias experimentales y las tecnologías, consiste
en el estudio de un fenómeno, reproducido generalmente en un laboratorio, en las condiciones
particulares de estudio que interesan, eliminando o introduciendo aquellas variables que
puedan influir en él. Se entiende por variable o constantemente cambiante a todo aquello que
pueda causar cambios en los productos de un experimento y se distingue entre variable único,
conjunto o microscópico.
La propiedad particular de la definición es "controlada". La variable independiente es un
evento que se incorpora al experimento y se quiere ver cómo influye en la variable
dependiente, que no es sometida; la llaman experimental y de control. Se mide la
característica antes y después del evento. Un estudio longitudinal con un panel, que es un
grupo de personas representativas del hábitat y de dimensión muestral adecuada, a las cuales
se le aplica un cuestionario en espacios de tiempo continuados, es un experimento controlado
por las variables que se estudian: cambios en los hábitos de compra, evolución de los valores
humanos, influencias de un cambio social, impacto de la información, etc.
Sí que sería aplicar estas teorías a los hechos sociales actuales pero incluso a hechos
pasados, que en su percepción éstos pueden ser modificados por los historiadores,
manejando otras fuentes y con el cambio de su misma imaginación personal. Por ejemplo, "la
leyenda negra de la inquisición" debería ser reescrita y "cambiada", como así mismo el
discurso de la historia actual es experimentable: los cambios en una comunidad a la que se le
van introduciendo nuevos requerimientos con nuevos personajes

Análisis e interpretación de resultados


Una vez recogida, registrada y organizada la información del trabajo de campo, procede ahora
ver si nuestros planteamientos teóricos son soportados con los datos empíricos. Esto se realiza
mediante dos tareas íntimamente ligadas: el análisis y la interpretación de resultados.

El Análisis.
El análisis consiste básicamente en dar respuesta a los objetivos o hipótesis planteados a partir
de las mediciones efectuadas y los datos resultantes. Para plantear el análisis es conveniente
plantear un plan de análisis o lo que se conoce como un plan de explotación de datos. En él se
suele detallar de manera flexible cómo vamos a proceder al enfrentarnos a los datos, cuáles
serán las principales líneas de análisis, qué orden vamos a seguir, y qué tipo de pruebas o
técnicas de análisis aplicaremos sobre los datos. 

La interpretación.
La interpretación, a diferencia del análisis, tiene un componente más
intelectual y una función explicativa. Su misión es buscar un significado al resultado
del análisis mediante su relación con todo aquello que conocemos sobre el problema, de manera
que aportamos una significación sociológica a los hallazgos encontrados en el análisis,
confirmando, modificando o realizando nuevos aportes a la teoría previa sobre ese problema.

En el siguiente vídeo puedes ver un ejemplo aplicado de la fase de análisis e interpretación


dentro de una investigación social.

Comunicación
La comunicación (del latín communicatio, -ōnis.1) es la acción consciente de
intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir
información u opiniones distintas. Los pasos básicos de la comunicación son la formación de
una intención de comunicar, la composición del mensaje, la codificación del mensaje, la
transmisión de la señal, la recepción de la señal, la decodificación del mensaje y finalmente, la
interpretación del mensaje por parte de un receptor.
La comunicación en general toma lugar entre tres categorías de sujetos principales: los seres
humanos (lenguaje), los organismos vivos (biosemiótica) y los dispositivos de comunicación
habilitados (cibernética).
En un sentido general, la comunicación es la unión, el contacto con otros seres, y se puede
definir como el proceso mediante el cual se transmite una información de un punto a otro.2
Su propósito u objetivo se puede denominar bajo la acción de informar, generar acciones,
crear un entendimiento o transmitir cierta idea. Los comunicadores tienen como función
entregar información verídica y confirmada por más de tres fuentes.

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