Está en la página 1de 5

EL ESPIRITU PROFESIONAL DEL MAESTRO

Pero si es justo y natural que el maestro pueda solazarse ante el cuadro


admirable de la importancia de su misión, y aun sentir el noble orgullo de su
profesión, es, por otra parte, sumamente peligroso para él, individual y
colectivamente considero , tomarse a si mismo como el sr mas importante del
universo, y creer que todo se lo merece.

A medida que la educacion y la mision del maestro se han venido reconociendo y


apreciando, éste, por su parte, y muchos de los que con el simpatizan quieren
aparentar, se han dado la tarea de quejarse de todo: del respeto que a los maestros
se les debe y se les niega; del salario que devengan; de la desconsideracion de los
padres de familia ; de las largas horas de trabajo; de lo enervante y fatigoso de este
trabajo. En otras palabras; se ha querido representar al maestro como un martir
social agobiado por todas las desventuras.

Esta actitud, de la cual el maestro no es el único responsable y que por fortuna


aqueja precisamente a los menos calificados para ello, es un error que, en vez de
crearle, le resta al maestro simpatia y rebaja el aprecio debido a su tan importante
ministerio.

No es, en efecto, eñ hecho de ser maetro lo que es digno del aprecio y de la


consideracion publica . cualquiera que lo desee puede, con muy poco conocimientos
por desgracia y unos cortos años de estudios, el diploma de una escuela normal. El
verdadero maestro, el que, sin exigirlo, inspira aprecio, respeto y consideración, es
aquel que no solo tiene nombre, sino que ha penetrado en el espiritu de su misión.
Modesto, sin humillación; suave y dulce, sin bajeza consagrado, sin estrechez
intelectual; orgulloso, sin vanidad y sin menosprecio de los demás hombres; amable,
bueno, justo, y siempre noble y siempre digno, tal es el verdadero maestro.

El maestro, pues, ante todo, debe comprender que es sólo por la importancia de
su misión y por su manera noble y acertada de llevar a cabo por lo que habran de
venir las consideraciones que le son debidas. Si el magisterio es una profesión el
maestro debe tener, además del espiritu del maestro, el del profesional consciente
de su labor y dispuesto en todo momento a imponerse al mundo, no por un
sentimientalismo irracional, que casi siempre es pasajero y de mal gusto, sino por la
nobleza, por la importancia, sinceridad y grandeza espiritual efectivas de su labor.

El maestro debe sentir admiración por su profesión y compartir este sentimiento a


los démas; pero su admiración, su orgullo, no debe sser el del mendigo por su
carroñas, sino el del hombre consciente y equilibrado que ha encontrado una senda
noble y la sigue libremente, deliberadamente, porque cree que es buena y no se
averguenza de ello.
Pero si es justo y natural que el maestro pueda solazarse ante el cuadro
admirable de la importancia de su misión, y aun sentir el noble orgullo de su
profesión, es, por otra parte, sumamente peligroso para él, individual y
colectivamente , tomarse a si mismo como el ser mas importante del universo, y
creer que todo se lo merece. el maestro ademas de sentirse orgulloso de su labor,
debe ser una persona humilde en su profesión que en ves de sentir que todo se lo
merece, entienda que es el alumnado quien debe recibir toda esa vocación docente

Esta actitud, de la cual el maestro no es el único responsable y que por fortuna


aqueja precisamente a los menos calificados para ello, es un error que, en vez de
crearle, le resta al maestro simpatia y rebaja el aprecio debido a su tan importante
ministerio. El verdadero maestro, el que, sin exigirlo, inspira aprecio, respeto y
consideración, es aquel que no solo tiene nombre, sino que ha penetrado en el
espiritu de su misión. El maestro, pues, ante todo, debe comprender que es sólo por
la importancia de su misión y por su manera noble y acertada de llevar a cabo por lo
que habran de venir las consideraciones que le son debidas.
Si el magisterio es una profesión el maestro debe tener, además del espiritu del
maestro, el del profesional consciente de su labor y dispuesto en todo momento a
imponerse al mundo, no por un sentimientalismo irracional, que casi siempre es
pasajero y de mal gusto, sino por la nobleza, por la importancia, sinceridad y
grandeza espiritual efectivas de su labor.

El maestro debe sentir admiración por su profesión y compartir este sentimiento a


los demás.
Pero si es justo y natural que el maestro pueda solazarse ante el cuadro admirable
de la importancia de su misión, y aun sentir el noble orgullo de su profesión, es, por
otra parte, sumamente peligroso para él, individual y colectivamente , tomarse a si
mismo como el ser mas importante del universo, y creer que todo se lo merece. esto
es un error que le crea poca simpatia a la profesión. Él o ella debe ser humilde en su
labor trasmitiendo los conocimiento y entendiendo que no todo lo sabe.

El verdadero maestro,es, aquel que, sin exigirlo, inspira aprecio, respeto y


consideración, es aquel que no solo tiene nombre, sino que ha penetrado en el
espiritu de su misión. El o ella debe tener, además del espiritu del maestro, el del
profesional consciente de su labor y dispuesto en todo momento a imponerse al
mundo, no por un sentimientalismo irracional, que casi siempre es pasajero y de mal
gusto, sino por la nobleza, por la importancia, sinceridad y grandeza espiritual
efectivas de su labor.

El maestro debe sentir admiración por su profesión y compartir este sentimiento a


los demás.

la actitud de un maestro con vocacion buscara desarrollar en el alumno el espíritu


público y comunitario, la empatía, la sabiduría, el institucionalismo y el
pragmatismo, pero no sólo este último. Deberán saber y ser capaces de enseñar que
el futuro de cada individuo depende del futuro de todos, de identificarse con lo que
sienten sus distintos alumnos, de ponerse en su lugar y de enseñarles a aprender, de
acostumbrarlos a interrogarse y a buscar sus propias respuestas -en vez de repetir
opiniones.

También podría gustarte