Se habla de crisis de nervios, por otro lado, cuando un sujeto pierde el
control de sus emociones; esto ocurre, por lo general, ante una situación de estrés: “La madre de la víctima sufrió una crisis de nervios al enterarse de la trágica noticia”. En este caso, un sinónimo traído de la lengua inglesa es la palabra «shock», que refleja de manera muy concisa el golpe o choque que existe entre el estado previo a conocer una determinada situación y el instante posterior, ya que son prácticamente opuestos a nivel anímico. Otro momento de crisis para una persona suele aparecer al alcanzar una cierta edad; se habla de la crisis de los 30 años, o de los 40 o los 50, y se refieren a la dificultad que conlleva enfrentar los cambios propios de cada etapa de la vida. Si bien es cierto que muchos envejecen sin prestar atención a estas cuestiones y disfrutando del día a día, el cuerpo y la mente sufren modificaciones progresivas irreversibles que afectan a aquéllos que no soportan desprenderse definitivamente de las cosas. Desde un punto de vista meramente fisiológico, por ejemplo, se dice que entre los 27 y los 30 años la piel deja de producir colágeno, lo que explica que sea ésta la franja etaria en la que comienzan a aparecer arrugas.
Desde un punto de vista psicológico, las
crisis son tan comunes como necesarias para el desarrollo de una persona, y no siempre se trata de cuestiones negativas o tan evidentes como las expuestas en los párrafos anteriores. Cualquier obstáculo que se nos presente en la vida, por pequeño e insignificante que parezca a simple vista, representa un desafío que, de ser resuelto y superado, nos llevará a una nueva etapa en el espiral de nuestro crecimiento.