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El asno y el canto de la cigarra

¿Han oído cantar a la cigarra bajo el sol en verano?

¡Es una música muy agradable! Incluso el asno, que disfrutaba

de ella gracias a sus largas orejas, se quedó sorprendido.

Por desgracia, muy pronto sintió envidia. Se acercó

a la cigarra y le pregunto:

-¿Qué es lo que comes para tener semejante voz?

-Rocío, que es esa agüita que en diminutas gotitas se

posa en la hierbecita en las primeras horitas de la mañanita.

-¡Ya entiendo! –replicó el asno canturreando, pues

Quería hacerse el gracioso-.El rociíto es lo mojadito

que cae en la mañana tempranito…

Y con su sonoro rebuzno le dio las gracias a la cigarra.

A la mañana siguiente, al alba, se lo vio en medio del

prado sacando la lengua, a la espera de que se posen en

ella las gotas de rocío. Se mantuvo en esta postura durante

varios días y, cuando estuvo flaco, tan flaco, se acercó un

granjero y le preguntó la causa de su enfermedad.

-¡Todo fue por la música!

-¿La música? –exclamó el granjero, asombrado-.

¿Qué tiene que ver la música con eso?

-Pues verás –replicó el asno-, oí que la cigarra modulaba

tan bella canción, que quise cantar de manera igualmente

hermosa. Cuando le pregunté cómo lo hacía, me dijo que

sólo bebía el rocío. Hace una semana que sólo como rocío.

¡Y, sin embargo, lo único que hago es rebuznar!


-¡Cómo puedes haber creído eso! –exclamó el granjero

riendo. Y luego, alcanzándole un puñado de hierba,

agregó-: ¿Crees que si yo tratara de comer solamente

hierba, aprendería a rebuznar?

¡Quien desea algo que no le es propio, corre graves peligros!

Esopo

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