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VALPARAISO EN LA LITERATURA

Claudio Solar

VALPARAÍSO: Latitud 33° 01' 33" S. Longitud 71° 38' 28" W.


Valparaíso es algo más que un punto en la carta iluminada
de los navegantes; es rosa de los vientos de los poetas y atmós-
fera de los cuentistas y novelistas.
Con motivo del Centenario (1910), se publica en Valparaíso
un texto sobre la ciudad, sus instituciones y su cultura 1 , anó-
nimo. Conocemos así algunas referencias sobre épocas y hechos
del viejo Valparaíso, desde su fundación (septiembre, 1536),
por Juan de Saavedra; la guerra de 1891 (el desconocido monu-
mento a los caídos), el bombardeo de Valparaíso por la Escua-
dra Española (31 de marzo de 1866), o el año de los incendios
de la Aduana (1904), el "año del cólera" (1905) y el "año del
terremoto" (1906). En el texto aparece un sentido homenaje
al Presidente don Pedro Montt, muerto en Bologne-sur-Mer,
cuando buscaba la salud en Europa. Se registran algunas cola-
boraciones literarias y una visión elemental del panorama inte-
lectual porteño. Es interesante la publicación de una descrip-
ción del terremoto que, recientemente, había sufrido el puerto.
Muchos años más tarde, se publica un volumen, El libro de
Valparaíso2, recopilación de fragmentos históricos, resumen de
otros, las instituciones gremiales, sociales, públicas, etc., el pa-
norama literario, teatral, una cronología, fotografías de las da-
mas ilustres porteñas, fotografías de hombres públicos, un ar-
tículo de Augusto d'Halmar sobre Valparaíso y otras composi-
ciones de escritores de orden menor. No es un libro afortunado.
Es una obra de compromiso que realizó el periodista Luis Agui-
rre, una miscelánea bastante despareja, una serie de crónicas

'Anónimo. El Centenario de Valparaíso. 1910.


a
Luis Aguirre. El Libro de Valparaíso, Imprenta Salesiana, 1945.

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fugaces que pretendieron abarca* la vida de la ciudad y ofrecer


una visión del ayer y el hoy 3
Sin duda, la obra más seria sobre la vida de la ciudad es la
Historia de Valparaíso, de Benjamín Vicuña Mackenna 4 ; des-
de su fundación, a sus navegaciones, fisonomía del puerto, la
influencia extranjera, sus gobernadores, la vida comercial; en
especial, Vicuña: Mackenna se detiene en la vida colonial de
Valparaíso. En general, esta es la obra a que más se ha recurri-
do para escribir sobre esta ciudad; muchos artículos se han pu-
blicado con escasas variaciones sobre el texto de Vicuña' Macken-
na. Esta obra está complementada por otra que da a conocer el
puerto en la etapa contemporánea de su autor; la historia del
ferrocarril porteño, de algunos lugares, de los alrededores (si-
tuación geográfica, habitantes, leyendas, costumbres) se desliza
a través de las páginas de De Valparaíso a Santiago en ferro-
carril5.
En la actualidad, intenta una Historia de Valparaíso el perio-
dista Francisco Le Dantec, quien ha publicado ya algunos ca-
pítulos en el diario que dirige®. Se basa en la Historia de Vi-
cuña Mackenna y en los testimonios de los viajeros que publi-
caron textos de sus navegaciones por América del Sur. La obra
que consigue el periodista, más que historia propiamente tal,
es una crónica viva y animada del tiempo que evoca.
Un texto valioso para el conocimiento de Valparaíso es la
recopilación de Postales del Viejo Valparaíso, por Hernán Car-
mona Vial 7 . El texto de las postales corresponde a este perio-
dista, quien entrega una serie apretada de datos del Valparaíso
de siglo en siglo. Algunos títulos permitirán una noción más cla-
ra del Album: El Valparaíso de 1741, En la era de los piratas,
El Almendral de la Colonia, La Plaza Echaurren, Naufragios en
Valparaíso, La escuadra chilena de 1813, El primer ascensor, Las
Torpederas, El Membrillo y Playa Ancha, Los cementerios de
s
La edición tuvo una vida desafortunada. El señor Aguirre, por problemas
económicos, n o logró rescatar de la editorial sino que unos pocos ejemplares.
Con lo que no se ha perdido mucho, ya que sólo fue proyectada con u n
criterio más comercial que literario o histórico.
'Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de Valparaíso. Valparaíso, 1869-72,
2 volúmenes. Santiago, 1924-1926, 2 vols. ed. en u n volumen, Santiago, 1938.
"De Valparaíso a Santiago en ferrocarril, Santiago, 1877, 2 vols.
'Publicaciones en "El Mercurio" de Valparaíso, años 1962, 1963 y 1964.
'Hernán Carmona Vial, Postales del Viejo Valparaíso, Imprenta Victoria,
Valparaíso, incluye 50 postales y una Cronología de Valparaíso (pp. 51
a 54).

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Valparaíso, El Crucero de Reyes ( T u r r i ) , La Iglesia de la Ma-


triz, etc. Está, sin duda, lo más pintoresco y característico de
Valparaíso, lo que lo define por excelencia.
Aparte de estas obras generales sobre Valparaíso, bueno es
considerar dos valiosos trabajos con criterio científico, desde el
punto de vista lingüístico: son las Memorias de Leopoldo de los
Ríos, El Lenguaje Marítimo de Valparaíso (el de los pescado-
res y marineros, el lenguaje de las caletas y los barcos de gue-
rra, el de los "mercárnosos" —Marina Mercante—), y de Leopol-
do Sáez, Toponimia de Valparaíso8, en la que se busca el por
qué de los nombres de cerros y quebradas, lugares y calles. Hay
una historia silenciosa, viva y humana que se desprende de am-
bos ensayos. Sería interesante su publicación por lo que aportan
a la realidad y conocimiento de una de las ciudades con mayor
personalidad en el país.
Valparaíso ha tenido una vida orientada hacia el comercio,
impulsado por el ritmo de ciudad marítima. En el siglo pasado,
el puerto aventajaba en ritmo económico a Santiago; las ge-
rencias de las grandes empresas tenían su sede en el puerto. Las
novelas nos suelen hablar de transacciones económicas en Val-
paraíso; en cambio, la poesía sólo acusa la presencia del mar y
sus cerros. Muchas instituciones sociales, económicas, deporti-
vas, nacieron en Valparaíso (las grandes gerencias de las Com-
pañías Navieras, de Tabacos, etc., las Compañías de Bomberos y
hasta el primer Club de Fútbol, por influencia inglesa). Sin
embargo, la vida artística fue pobre; la ópera fue la gran afi-
ción del fin del siglo pasado y la literatura sólo despierta en
torno al Centenario. No está equivocado Joaquín Edwards Be-
llo cuando dice: "Sería error tomar a Valparaíso por una ciu-
dad artística. Al contrario. El puritanismo y el dominio de mu-
jeres, enemigas de la imaginación, deben ser la causa de su
ausencia de gusto por el arte". Y, agrega, refiriéndose a la pre-
sencia de R u b é n Darío en Valparaíso: "Nadie fue capaz de des-
cubrir el talento de Darío en Valparaíso. El autor de Azul arras-
tró su genio en busca de los cinco pesos del puchero sin en-
contrar la comprensión cordial. Los pueblos sin imaginación
carecen de juicio crítico propio. La gente porteña, de dinero,

'El Lenguaje marítimo de Valparaíso, Leopoldo de los Ríos (1959); Leo-


poldo Sáez, Toponimia de Valparaíso (1963), memorias, Biblioteca del Insti-
tuto Pedagógico de Valparaíso, Universidad de Chile.

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cree que un pueblo pequeño puede vivir pidiendo cabeza pres-


tada a los mayores y más viejos" 9 .
Lo que expresaba Joaquín Edwards Bello se ha visto confir-
mado; a medida que el puerto decayó en su prestigio económico,
dio paso a lo intelectual. Hoy día, en las temporadas de verano
tienen lugar las exposiciones de arte de mayor importancia en
el país y, en el resto del año, se desarrolla una intensa labor
artística e intelectual a través de instituciones como Sociedad
de Escritores, Asociación de Artistas (ARTCH) , Grupo Temporal,
Grupo Piedra, Pro Arte, Cine-Club, etc. En esta labor no están
ajenas las Universidades (de Chile, Católica, Universidad Téc-
nica F. S. M.), los Institutos Binacionales y algunas institucio-
nes gremiales (Instituto de Previsión, IPA, etc.).
Los escritores han cogido a Valparaíso como un punto que toca
una atmósfera propicia al ensueño, como elemento de exotismo,
como determinismo de vida andariega. La vida del puerto, en
la zona de los malecones, aparece descrita por Luis Alberto Acu-
ña (Iquique, 1927), en su relato El Capitán: "Nací en Val-
paraíso . . . Cuando era muchacho, niño más bien, el puerto
estaba casi igual a como lo vemos ahora, pero la bahía era di-
versa. Un sinnúmero de barcos entraba y salía a diario. Algunos
anclaban cerca de la costa y otros más lejos. Unos terceros se
ataban con gruesos cables al abrigo del malecón. Fuera de los
barcos se desparramaban por la bahía botes y lanchas, además,
chatas apolilladas y viejas, donde habitaban familias enteras" 10 .
Para Miguel Aguirre (Santiago, 1909), Valparaíso es:
"Nostálgico puerto de calor marinero,
refrescado todo, por el ventilador del mar,
en tu espejo se miran los navios viajeros
y en tus atardeceres se pinta la ciudad" 11 .
El puerto que tiene una "canción disonante de sirenas y pi-
tos con ritmo de grúas y oleaje sin fin" —según M. Aguirre—,
suele repetir, día tras día su idéntica acuarela, para el cuentis-
ta Ernesto Barrerá: "la escena era casi siempre la misma. Los
barcos que atracaban cerca o distantes; la lancha de la goberna-

•Joaquín Edwards Bello, Valparaíso, Fantasmas, Ed. Nascimento, Santiago,


1955, p. 103.
10
Luis Alberto Acuña, Contrabando, cuentos, Imp. Arancibia Hnos. Stgo.
1962, p. 21.
"Miguel Aguirre, Puerto Nostálgico, en 20 Poetas de Valparaíso, Ed. Océa-
no, 1955, p. 9.

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ción, asmática y enjoyada de bronces como una vieja rica; las


boyas que cimbraban sus amarras acostadas en el a g u a . . . " . "Al
fondo de la poza, los barcos balleneros, pequeños hércules, aguar-
dando su turno; los plateados buques de guerra; el molo de
abrigo, con sus visitantes, entumecidos por el azote del viento,
pero siempre dispuestos a volver. Arboladuras lejanas, cerros. Y
por todas partes, el aire claro, salpicado de gaviotas" 12 .
El 28 de mayo de 1957, la balsa Tahiti-Nui, que había par-
tido el 6 de noviembre desde Tahití, naufraga antes de llegar a
las islas de J u a n Fernández, que era la meta que Eric de Bischop
se había trazado. U n temporal malbarató su empresa y fue res-
catado por la fragata Baquedano. En Valparaíso, espera una
multitud delirante al héroe del Pacífico. Su impresión está ex-
presada en estas palabras: "El muelle estaba lleno de gente.
En torno del muelle había construcciones, cuyos techos esta-
ban negros de g e n t e . . . Me sentí de tal modo idiotizado (la pa-
labra no es demasiado fuerte), que ante esa muchedumbre, ese
despliegue de fuerzas policiales, esos militares en fila, esa ban-
da de bronces brillantísimos, me dije u n instante: ¿Qué pasa?
Llegamos en mal momento, pues parece que se espera a alguien".
"Comencé a comprender cuando, subiendo algunas gradas, me
hallé ante una imponente delegación de autoridades civiles y mi-
litares que, a no dudarlo, estaban allí para darnos la bienvenida,
mientras miles de pechos subían y bajaban como una inmensa
ola a los gritos de: "¡Viva Francia! ¡Viva Chile!".
Eric va a la Intendencia. El edificio le parece "una copia de la
Municipalidad de París". La recepción que da Valparaíso a
aquel hombre que venía del mar es tan impresionante, que
Eric (al evocar la recepción de Francia al llegar en su doble pi-
ragua polinesia "Kaimiloa" —tras difíciles peripecias oceáni-
cas—) , exclama: "Pero había en el calor de la recepción que
ahora nos daba Chile, algo que no tuvo la de mi país, algo po-
deroso y sutil a un tiempo, que me niego a analizar, pero que
siento en lo más profundo de mi ser" 13 .
Para otro extranjero, Eduardo Blanco Amor, Valparaíso es
un deslumbramiento. Como español, apenas sabía de "un remo-
to y estúpido bombardeo" y de "un terremoto con incendio"
(1906). Llega en automóvil y observa el puerto desde lo alto.

"Ernesto Barrera, Un ratón de bahía, cuento en Orbita, cuentos, Ed. de la


Soc. de Escritores de Valparaíso, Ed. Océano, 1960, pp. 10 y 11.
13
Eric de Bischop, Proa al Este, Ed. Zig-Zag, 1958, pp. 210 y 211.

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"No puedo substraerme al recuento de aquella grandiosidad


que me quedó, como en troquel de luces, acuñada ya para siem-
pre en las retinas; aquel espolvoreo de oro y carmín que llena-
ba el espacio, ocultos los accidentes de la costa por el contraluz,
mientras el sol se laminaba entre el mar y el c i e l o . . ." 14 . El es-
critor hace detener el vehículo y se quita el sombrero. Más tar-
de, está en un hotel de Viña del Mar; de improviso atardece, y
al mirarse en el espejo observa que allí se refleja un feérico es-
pectáculo: "unas cataratas de estrellas, mucho más espesas e in-
sistentes que las que le daban mortecina réplica en la altura,
cayendo hasta el mar desde no se sabía dónde; elevándose en
curvas arbitrarias hasta los l u c e r o s . . . " Consulta sobre esta in-
sólita pedrería y la camarera se lo explica con una palabra:
"¡Valparaíso!" . . ."¿Y cómo tan cerca?" —pregunta el escritor—,
"Siempre estuvo allí" —replica la camarera. Y es la mejor frase
que, sin duda, en su simpleza, se haya dicho sobre el puerto 1 5 .
Los burros y los perros le llaman la atención en Valparaíso
("en los cerros de Valparaíso he visto mucha gente escuálida,
pero ni un solo perro flaco") 1 6 , y es uno de los que señala el
"enviciamiento" que produce la ciudad: "el puerto envicia a
quien aquí viene y se queda unas semanas. Llega a convertirse
en una manía" 1 7 .
Don Alberto Blest Gana no desdeñó el escenario que ofrecía
Valparaíso y tampoco estuvo ajeno a este "vicio del puerto". Л
él llegó su ilustre padre, el Dr. Guillermo G. Blest, irlandés; des-
embarcó sólo con el propósito de dar una vuelta por la ciudad,
al punto que dejó abordo sus instrumentos de medicina; se ena-
moró de la hermosa María Luz Gana, formó su hogar y fundó la
Escuela de Medicina (Santiago, 1833). Don Alberto Blest Ga-
na, en "El Ideal de un Calavera", coloca a su protagonista en
el cerro Barón, en donde es fusilado tras sus románticas pala-
bras: "Adiós amor, única ilusión de mi vida" 18 . En La Aritméti.
ca en el Amor, los amantes realizan un viaje al puerto; el es-
cenario es un poco vago, ya que interesa más lo narrativo" 1 9 .

"Eduardo Blanco Amor, Chile a la Vista, Ed. del Pacífico, 1951, p. 114.
и
ОЬга cit., p. 115.
le
Op. cit., p. 125.
"Op. cit., p. 135.
"Alberto Blest Gana, El Ideal de un Calavera, Novela de Costumbres. San-
tiago de Chile, Imprenta La Voz de Chile, 1863.
ie
La Aritmética en el Amor, novela de costumbres, Valparaíso, Imprenta
de "El Mercurio", 1860.

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С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

Pocos son los hombres de mar que han escrito relatos de océano.
No es frecuente entre nosotros un Pierre Loti, ni un Claude
Farrere, es decir, un oficial de Marina que se dedique a la Lite-
ratura. Una de las excepciones es el Capitán Carlos Bowen (1884-
1960) que escribiera con el pseudónimo de Pierre Chili. En Del
Mar y la Costa, cuentos 20 , nos revela la existencia de un pirata
porteño 21 . Bowen describe operaciones marineras, la atmósfera
de la poza, en donde los barcos permanecen anclados, a la gira,
Sus personajes cruzan por ese Valparaíso donde desfilan "boyas,
buques y alcatraces y gaviotas que huían y graznaban" 22 .
Pero mientras para Blanco Amor el puerto está dotado de una
alegría jubilosa de luces, para Pascual Brandi Vera 23 es "Puerto
triste que en sus lágrimas de luces parpadea y llora con su descon-
suelo" 24 . Brandi Vera fue, por los años 1918 al 20, el vencedor en
los Concursos de Canto a la Reina, poeta, cuentista y novelista, ha
cogido los aguafuertes del puerto, gentes de arrabal, negocios don-
de está en juego la vida de burdel ("El Meteoro") y ha escuchado
"la queja' de los malecones, alternando injurias, con salmos de
duelo". Para él, Valparaíso es "la fuente que nunca se agota:
cielo, mar y cielo" 25 .
Pero más allá del cielo está el límite de la tierra, donde se
mueven por igual el hombre público de bien y el delincuente
solapado. De ambos nos habla Enrique Bunster 28 : Don Federico
Santa María, que hizo su fortuna en París, convirtiéndose allí,
por 1920, en "el Rey del azúcar en la Bolsa"; al morir, "empo-
brecido" —malas operaciones disminuyeron casi a una décima
parte su fortuna—, después de una penosa enfermedad, dejó a su
país —a Valparaíso— lo que habría de ser la Universidad Técnica
Santa María, con un amplio espíritu de la educación democrá-
tica 27 . Por contraste, en 1906, dos meses antes del fatídico terre-
moto, el puerto se conmovió por un crimen realizado por una

"Carlos Bowen, Del mar y la costa, Cuentos y Crónicas, Concepción, Im-


prenta Gutenberg, 1926.
™El Corsario, en obra citada, pp. 3 a 14.
"ЮЬга citada, p. 61.
"Pascual Brandi Vera, sus obras están todas inspiradas en el puerto. Léase:
La Quietud del Farellón, poemas (1919) , El Meteoro, novela, 1922; La Fogata
de los Hampones, novela, 1926; Música de Puerto, poemas, 1940, etc.
T o m a d o de Simple Biografía en 20 poetas de Valparaíso. Op. cit., p. 10.
я
О р . cit., p. 11.
"Enrique Bunster, Motín en Punta Arenas y otros procesos célebres, Ed.
Ercilla, 1962.
"Op. cit., El rey del azúcar en la Bolsa de París, p. 173.

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REVISTA DEL PACIFICO

mente orientada morbosamente hacia el delito: Emilio Dubois


Moraley (se llamaba, en realidad, Luis Brinier Lacroix). Medi-
taba sus crímenes, sus víctimas fueron cuatro personas acaudala-
das, de edad, ninguno capacitado para defenderse. Más tarde
contrató un seguro para su criado —el cual había testado a favor
de Dubois— y lo envenenó. Lo prolijo de su crimen, las anotacio-
nes cuidadosas de las dosis, conmovieron a la opinión pública.
Valparaíso no olvidó aquel fusilamiento del 26 de marzo de 1907,
en que Dubois proclamó su inocencia y, sin permitir que se le
vendase la vista, recomendó a los tiradores: —"Apuntad bien al
corazón" 28 .
La presencia de este morboso francés es un caso aislado. In-
gleses, franceses, alemanes —navegantes, ilustres viajeros, cientí-
ficos—, asoman por Valparaíso, dan su testimonio en libros, como
John Byron, que publicara en 1768 su Relato del Honorable
John Byron (comodoro de la última expedición alrededor del
mundo) que contiene una exposición de las grandes penurias
sufridas por él y sus compañeros en la costa de La Patagonia,
desde el año 1740 hasta su arribo a Inglaterra en 1746, con una
descripción de Santiago de Chile y las usanzas y costumbres de
sus habitantes y además una relación de la pérdida de la fragata
"Wager", de la escuadra del Almirante Anson29. Los últimos
capítulos se refieren al viaje de los sobrevivientes a Valparaíso
y Santiago, el regreso a Inglaterra y el fin de la aventura.
A propósito de Valparaíso y Santiago, ¿hay algo que los dife-
rencie intrínsecamente, en personalidad? J u a n Babel dice que
"el puerto es el mar, la inquietud, el ajetreo comercial, el inglés
con cachimba o las góndolas donde no viajan pasajeros parados.
Para otros santiaguinos, es Miramar, el Recreo, el Sporting-Club,
el Trocadero, los barcos que atracan, la PSNC, U otras cosas sin-
gulares y llenas de color local". "En cambio, Santiago es el cora-
zón, es el receptáculo nacional. Desde los campos verdes de
Temuco o los asoleados de Talca, desde el Norte áspero...".
Ciertamente, Santiago es cosmopolita; Valparaíso posee persona-
lidad única 30 .
Así lo expresó Augusto d'Halmar, enamorado de Valparaíso,
quien en su afecto por el puerto llegó a afirmar que había nacido

®Op. cit., Emilio Dubois, artista del crimen, pp. 109 a 138.
Я1
11ау una edición chilena, Zig-Zag, 1955.
""Juan Babel, "Valparaíso visto desde Santiago", La Semana Porteño, Valpa-
raíso, agosto 27 de 1927.

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С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

en esta ciudad 31 . Fue en un bar del puerto dónde emprendió sus


primeros viajes. "Era en el Valparaíso de la gente de mar, cerca
de una plaza donde se convocaban los marineros sin contrata y
donde venían a enrolarles los enganchadores" . . . Valparaíso tie-
ne, para d'Halmar, la misma resonancia que Marsella, Madagas-
car, Bombay. En él está "El Bar Cinzano" —expresaba— el bar
"donde todo puede suceder". Cuenta en un artículo 32 que allí
conoció al oficial de marina que hizo la broma de adelantar la
hora de la ciudad. Esta era marcada por u n cañonazo que se dis-
paraba desde el cuartel naval ubicado en Playa Ancha, vecino
al ascensor Villaseca. Lo disparó un cuarto para las doce, en lugar
de la hora del mediodía. Las gentes corrieron, perdieron su tren,
llegaron con retraso a pagar sus letras a los bancos. Se alteró la
vida del puerto. El oficial fue llamado a retiro. Pero ¿qué im-
portaba? Por unos instantes, en un gesto de humor, había tenido
en sus hilos la vida de Valparaíso.
Fernando del Solar (1933, Valparaíso) ha escrito sobre la vida
militar del puerto. Quienes hacen el Servicio Militar no perma-
necen en la ciudad, como en otros destacamentos, sino que deben
viajar al Norte a realizar maniobras, tal vez, recordando el des-
empeño glorioso del regimiento Maipo en la Guerra del Pacífico.
En Estaba Escrito, Del Solar cuenta la historia de un hijo único
que se pone de acuerdo con su padre para simular la muerte de
su madre y así poder librarse de la obligación militar. Llegan
cartas al norte hablando de la mala salud de la madre, hasta
que se indica su fallecimiento. El muchacho puede así regresar
a su hogar. Cuando llega a Valparaíso, su padre lo espera vestido
de luto. Su madre ha muerto de verdad 33 .
Pero sin duda, quien más puede ofrecernos estampas de Val-
paraíso, la tierra, el mar y su gente es Joaquín Edwards Bello.
Nació en Valparaíso (10 de mayo de 1887), como él mismo ha
expresado: "Yo nací el año del cólera (hubo varios años del

m
Algunos biógrafos dan a D'Halmar por nacido en el Puerto, Enrique Es-
pinosa (El Hermano Errante, Antología de Augusto d'Halmar, Ed. Zig-Zag,
1963). Nace en Santiago el 23 de abril de 1882.
32
Augusto d'Halmar, "Valparaíso", en El libro de Valparaíso, 1945.
T e m a n d o del Solar (pseudónimo de Fernando Emmeric). El cuento en
referencia obtuvo el Primer Premio en u n Concurso de Cuentos de la I. Mu-
nicipalidad de Valparaíso y fue publicado en "El Mercurio" de Santiago, en
mayo de 1957.

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cólera), de la salida del tranque de Mena, la voladura del Puente


de Cal y Canto" 3 4 .
Nadie ha hablado más y mejor de Valparaíso que Joaquín
Edwards Bello. En 1924, recopila unas Crónicas con el subtí-
tulo de Valparaíso-Madrid36. Habla del Valparaíso de ayer y
de hoy. El Valparaíso de ayer es "larva de ciudad, músculo, hie-
rro y cemento; puro comercio. Sin embargo, ahí se produce el
milagro AZUL de Darío, primera chispa de gracia, serpentina de
ideal lanzada' desde esos cerros que fuman el hollín triste del
trabajo" 3 6 . Fue en ese Valparaíso de que habla Joaquín donde
se efectuó el Certamen Varela (1887); don Federico Varela pro-
puso a don José Victorino Lastarria "una compañía de cateo
intelectual". Las "lindas y valiosas joyas" que esperaba Varela
fueron obtenidas: Rubén Darío ganó —junto con Pedro Nolasco
Préndez— el Premio al Canto Epico a las Glorias de Chile y
compartió también con Eduardo de la Barra el premio a los
poemas de imitación a Bécquer. Darío estaba cesante y su amigo,
Pedro Balmaceda Toro, le hizo llegar las bases del Concurso,
como una manera de aportar dinero al poeta. Darío —por enton-
ces tenía 20 años— tuvo pleno éxito tanto pecuniario como de
publicidad. Viajó el poeta a Santiago a cobrar su premio, lo que
le permitió lucir, más tarde, muy elegante, de ropa azul marino,
corbata a la moda, sombrero lustroso y pañuelo de seda" 37 . El
Canto lo había dedicado ál padre de su mejor amigo: a don José
Manuel Balmaceda, quien le envió una nota diciéndole que "lo
había leído dos veces" y disfrutado con él. Darío, una vez gastado
su dinero, volvió al puerto. Nada le quedaba', sino la gestación
de su obra que revolucionaría la lírica de habla hispana: IAZUL.
Se queja JEB del puerto: "Qué tristeza tan grande ser porteño.
Esta tierra sin tradiciones, sin recuerdos". En Europa un burgués
vive veinte años en un mismo barrio; si sale y vuelve lo encuen-
tra casi todo igual: la tienda, la casa, el colegio, el teatro, la
iglesia". "En Valparaíso todo se f u e . . . " . Y se pregunta el escritor:
"¿Cómo quedé en pie en medio de tanta ruina?" 38 . Y tiene razón.

M
J. Edwards Bello, "Nacimiento" en Historia Personal de la Literatura
Chilena de Alone,, 2» Ed. 1962, p. 499 (Ed. Zig-Zag).
"J. Edwards Bello, Crónicas, Valparaíso-Madrid, Santiago, Talleres "La
Nación", 1924.
M
Op. cit., p. 88.
"Citado por Raúl Silva Castro en Panorama Literario de Chile, Ed. Uni-
versitaria, 1961, p. 539.
M
J. E. B. Crónicas, p. 91.

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С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

En Valparaíso, la picota ha demolido la tradición, la Iglesia del


Espíritu Santo, las edificaciones coloniales, lugares típicos (el
Café Riquet) y hasta rincones de sabor romántico ("Donde el
amor muere") toman el nombre de algún lugar extranjero
("Moulin Rouge"). Poco se conserva; quizás más que nada, la
personalidad del puerto: la simpatía de sus gentes que indican
atentamente un lugar que se busca, un sentido de ventana abier-
ta al mundo, sus cerros con las casas superpuestas en donde sería
difícil para u n arquitecto dar examen, su sentido de calle larga,
su sentido a la vez tan cosmopolita, como provinciano. Para JEB
el problema de reconocimiento ha sido, tal vez, mayor: el por-
teño transformó hasta el mar; donde ayer anclaban los barcos,
hoy se alzan casas y lugares de esparcimiento (La Plaza de la
Victoria).
Un día, viendo desfilar adultos, niños y militares, durante cin-
co días seguidos (el tradicional homenaje a Arturo Prat), un
extranjero dijo que Valparaíso era "una ciudad de caminantes".
Para JEB, Valparaíso es "una ciudad con alma de bombero".
"Mira el incendio con gusto, primero porque es bombero, segun-
do porque piensa que ahí donde arde una casa vieja ha de al-
zarse una nueva, recién barnizada, con termosifón y calefacción
y agua corriente"... "El pasado es un fantasma despreciable" 39 .
El plan y cerro, para JEB es "un símbolo de la sociedad chi-
lena" (la clase alta y la' clase baja, eso sí que aquí están inverti-
dos los lugares que ocupan: los cerros corresponden a las clases
populares). En otro tiempo, los cerros eran un peligro nocturno.
Famosa por su bandidaje fue la Quebrada de la Calaguala (hoy,
Pasaje Magallanes, en el Cerrón Barón). "El roto del cerro mira
al plan con beligerancia" —expresa Joaquín Edwards Bello—,
corroborando su opinión del clasismo porteño.
¿Cuál es la diferencia entre Valparaíso y la Costa Azul (Niza,
Cannes, Mentón), con la que suele comparársele? Dice JEB: "El
Mediterráneo tiene playas amables, el mar como una seda y las
lomas suaves como acuarelas de un pintor primitivo. Valparaíso
tiene angulosidades y extravíos de dibujo cubista" (se refiere
a las piedras, a la vegetación, al mar de Valparaíso, que tienen
un sentido violento, volcánico, como de elementos surgidos de un
cataclismo).
H u b o u n tiempo en que los incendios fueron, en Valparaíso,
un buen negocio: quienes fracasaban en sus empresas, incendia-
M
J. E. В., Crónicas, p. 93.

109
REVISTA DEL PACIFICO

ban sus establecimientos y se albergaban en una misteriosa im-


punidad. JEB observándolo, expresó: "el incendio es un buen
negocio. Parece que la cantidad de bombas y el entusiasmo bom-
beril de Valparaíso no fuese hecho, sino con el fin de incrementar
los incendios" 40 .
La niebla forma la atmósfera del puerto y hace que Valparaíso
sea "una ciudad de la niebla", JEB subraya con humor: "El nebu-
loso Valpo, como la nebulosa Albión. ¿Qué más queremos? Las
tres chimeneas producen días grises y hasta spleen. Aquí los altos
lores de la Bolsa tienen "noches negras y pesadas", como dijo
Juan de Dios Peza. Un personaje de "Valparaíso, Fantasmas" 4 1
intenta soslayar este espíritu fenicio del porteño: "Poeticemos a
Valparaíso —solía decir—, hagamos de la Bolsa un poema y del
comercio un romance".
La gran época del auge económico puso otro detalle en la
fisonomía del puerto: los que querían parecer "a la moda", "mo-
dernos", pusieron a sus casas techos de calamina; pero no sola-
mente clavaron calamina en los techos, sino en las paredes, y las
casas tomaron aspectos de latas de sardinas. La de Joaquín, que
conservó sus tejas, era tenida por fea. Estaba situada en El Al-
mendral, "donde antes estuvieron los cuartos del diablo y los
corrales de esclavos".
En una ciudad abierta al mar, no podían faltar los naufragios.
"Los alumnos radicados en Playa Ancha llegaban al liceo contan-
do escenas de naufragios. Decían que en las rocas se veían cadá-
veres desnudos y bandadas de rateros. Una noche me desperté
sintiendo las andanadas del mar, los pitazos de auxilio y las
sirenas" 42 .
El mar, en Literatura, tiene el mismo problema que en la
pintura: las "marinas" no ofrecen muchas posibilidades. Sus ele-
mentos —barco, cielo y mar— entregan pocas variantes. En los
poemas no se sale de ciertos pies forzados. Sergio Escobar dibuja
la caleta "El Membrillo", con imágenes descriptivas:
"Los botes, uva inclinada en la arena,
abren amarilla carcajada de madera".
"Y gaviotas, gaviotas,
u n a . . . d o s . . . mil veces revoloteando como para borrar el
[cielo" 43 .
"Obra citada, p. 104.
"J. E. P. Valparaíso, Fantasmas, p. 91. El personaje es Stepton.
"Op. Cit. p. 37.
a
20 Poetas de Valparaíso, Ed. Océano, Valparaíso, 1955, p. 33.

110
С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

La caleta pesquera de "El Membrillo", famosa por la procesión


de San Pedro (29 de junio), aparece también en Hijo de La-
drón, de Manuel Rojas: unos muchachos recogen allí un extra-
ño metal.
No sólo poetas cultos cantan a este San Pedro de "El Membri-
llo"; el día de la procesión, los payadores entonan:

"En el cielo hay un navio


listo para navegar
San J u a n es el marinero
y San Pedro, el capitán" 4 4 .

Zoilo Escobar, uno de los poetas más característicos de Valpa-


raíso ("en este puerto, donde en cada lugar se encuentra uno
con un navegante, o con una mujer hermosa, hay que tener siem-
pre preparado un poema Al navegante y A una mujer —me
decía), cantaba a su tierra de adopción (Tomé, 1875-Valparaí-
so, 1959):

"Cerros de Valparaísol
Valparaíso!
Litoral de acuarelas,
y espuelas de tus vientos,
y el contenido mágico
de la topografía de tus cerros:
cada uno es un poema!
Cada uno con su carácter
y sus heroísmos desconocidos;
y sus Romeos y sus Julietas;
y sus adivinas y sus iglesias;
y sus muchachas florecidas
como los duraznos
y las acacias! . . . 45

Otro Escobar, Humberto Escobar, entra en la ciudad misma,


en la vida de sus pensiones, donde marinos retirados, gentes viejas
y gastadas, rechazadas por la sociedad y sus familias, viven mime-
tizándose con lá atmósfera de antiguas casas46: "Daba (la pieza)

"Recogido por Juan Uribe E. Contrapunto de Alféreces en la provincia de


Valparaíso, Ed. Auch, p. 96.
46
Anales de la U. de Chile, 2? trimestre 1960, N? 118, p. 249.
"Humberto Escobar, Este pequeño mundo nuestro, novela, Ed. Temporal,
Valparaíso, s. a. p. 46.

111
REVISTA DEL PACIFICO

a la calle O'Higgins. Desde su lugar podía verse la Plaza Aníbal


Pinto, el cruce de la calle Bellavista, los paneles multicolores de
la avenida Brasil; y a lo lejos, bastante claro, un trozo del abiga-
rrado cerro Barón. El amoblado moderno era más bien pobre".
La pieza era, "en suma, fría e impersonal, como una casilla de
correo".
Tierras adentro de Valparaíso, nace en Casablanca el poeta
Alejandro Galaz (1905-1938). No puede el poeta dejar de estable-
cer la semejanza de barco de su aldea frente a la proximidad
del puerto, donde fuera periodista, poeta laureado en los Cantos
de Primavera, bohemio impenitente:

"Esta aldea tan vieja es un barco velero


que una recia tormenta arrojó a la l l a n u r a . . .
Hay en todas las cosas un dolor marinero
y en las almas labriegas una sed de aventura".. .47

Pero tal vez lo que más popularidad dio a Galaz fue la creación
de su personaje, "Pipo", para hacer propaganda, en verso, a los
cigarrillos de la Compañía Chilena de Tabacos de Valparaíso y
que se publicara con el nombre de Romancero de Pipo (1935).
Galaz tenía facilidad para el romance; su "Romance de Infan-
cia", inspirado en el patio de la escuela parroquial de Casa-
blanca, lo salvará del olvido, ya que varias generaciones repiten
su " T r o m p o de siete colores — sobre el patio de la escuela —
donde la tarde esparcía — sonrisas de madreselvas".
A Osvaldo Gianini le llama la atención la noche del puerto
y deambula por calle Blanco, plaza Echaurren, calle Clave, la
de los 7 Espejos —el característico burdel porteño—: "En los
7 Espejos danza'-cocktails de hombres aburridos..."

"Qué triste la calle Blanco


con las sombras que agonizan:
sus marineros borrachos
y sus mujeres marchitas' 4 8

"Ver: Alejandro Galaz, Sonido de Flautas en el Alba, poemas, Ed. de la


I. Municipalidad de Valparaíso, 1958.
"Osvaldo Giannini, Amanecer en el Puerto, Vera y Gianini, Impresores,
1958, pp. 50 y 51.

112
С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

La Plaza Echaurren, punto de reunión de los marineros en


retiro, de oradores populares, de charlatanes, de evangelistas, le
ofrece a Gianini una abigarrada acuarela:

"Aquí los t i e n e n . . .
el grupo excéntrico,
los seis vencidos del Nuevo Credo:
las dos mujeres analfabetas,
la niña tísica, el rapazuelo,
el viejo erguido "que hizo la guerra"
y el campesino medio epiléptico" 49 .

Del mundo oscuro de los barrios surge Antonio Gómez Morel,


quien en su impresionante documental El Río, hace realizar
u n "viaje feliz" a su protagonista, con una prostituta al puerto,
un breve paréntesis en la sordidez del drama. Gómez Morel se
reveló como escritor, desde la prisión de Valparaíso, al ganar el
Primer Premio de u n Concurso de la Sociedad de Escritores
porteña', con su relato Doce pesos de amor50.
No en busca del amor, sino en busca de la vida va González
Vera a Valparaíso, cuando muchacho. Desesperado por la caren-
cia de dinero, vende libros en la feria porteña, entre un árabe
y un vendedor de repollos. Era una venta en "la subida de San
J u a n de Dios. Cubrían la acera desde el plan hasta el comienzo
de la falda del cerro". "Vendían carne, limones, vasijas de greda
y chucherías mil, además de los frutos de la estación" 51 . Cuando
un señor, montado en u n burro, se lleva el diccionario del escri-
tor, éste "le hubiera dado un abrazo"... Luego es cobrador de
tranvías en la línea Valparaíso-Viña del Mar. El carro se repleta
en el terminal, la cobranza es dificultosa, las señoras se niegan a
pagar cuando no tienen sencillo; toda cobranza es ofensiva. No
hay vez en que no le falte dinero al cobrador. Un día, abandona
el turno y se va "a vagar por los cerros del puerto". La experien-
cia de Valparaíso le va a proporcionar la atmósfera para el relato
Una Mujer (en Vidas Mínimas) ("Las aceras del Pasaje Quillo-
ta estaban invadidas por venteros que pregonaban sus frutas a

"Op. ext., p. 56.


""Alfredo Gómez Morel, El Rio, Arancibia Hnos., pp. 215 y 314 sobre Val-
paraíso.
61
J. S. González Vera, Aprendiz de Hombre, Ed. Zig-Zag, 1960, pp. 100 y 101.

113
REVISTA DEL PACIFICO

toda voz") 5 2 o La Copia y Otros Originalesr58: en uno de sus


cuentos, un almacenero enloquece y persigue a su médico, quien
huye cerro Barón a b a j o . . .
Luis González Zenteno ambienta gran parte de su novela
"Una lágrima para el Juez" (un condenado a muerte cuenta su
drama) 54 en Valparaíso; la cuidad le hace exclamar al protago-
nista: "Valparaíso, circo romano, te encontré y volví a amarte".
Son las calles vecinas a la Plaza Echaurren, el puerto, como un
anfiteatro los que capta el escritor.
Pedro González Pacheco es poeta y se hace marino; en Valpa-
raíso, compone los himnos de algunas Escuelas de la Armada
(que se publican con el nombre de Pentágono, Imp. de la
Armada). El mágico puerto está en su pupila: "Desde los cerros,
una mañana vi el puerto blanco y el mar era un nuevo cielo,
azul, feliz, recién amanecido" —me escribe en una carta. El Capi-
tán González muere en la Antártida, en plena juventud, en una
operación exploratoria; gran parte de su obra permanece inédita.
La inglesa María Graham enviuda al bordear el Cabo de
Hornos. Consuela su tragedia en Valparaíso. Va, viene, escribe.
De vuelta a Inglaterra, publica su Diario. Es la estampa de
Valparaíso y Santiago de 182 2 55 . Le llaman la atención las tien-
das de Valparaíso: "en todas partes se ven colgando las muestras
de sastres, zapateros, talabarteros y posaderos ingleses; y la pre-
ponderancia del idioma inglés, sobre todas las demás lenguas que
se hablan en la calle, lo harían a uno creerse en una ciudad de la
costa inglesa 56 . El boticario ofrece una mezcla de científico y de
brujo con "paquetes de medicinas de patente de Londres, yerbas
secas y sucias vasijas de greda, hay cabezas de pescado y cueros de
serpiente" 87 . Describe un hogar de la clase media del Valparaíso
de 1822 y nos dice que "las supersticiones y la cocina de hoy día
son decididamente españolas, a pesar de que algunos materiales
de ambos son de origen netamente americanos: no es mal tipo,
me parece, para caracterizar a la nación" 58 .

t2
Vidas Mínimas, Ed. Ercilla, 1962, p. 94.
m
I.a Copia y Otros Originales, cuentos, Ed. Nascimento, 1961.
"Luis González Zenteno, Una lágrima para el Juez, novela, p. 141.
K
María Graham, Diario de residencia en Chile durante el año 1822, Ed.
Del Pacifico, 1956.
6e
M. Graham, Diario, T o m o i. Trad. por José Valenzuela, 1902, p. 191.
"Юр. Cit. p. 196.
H
Op. Cit. p. 251.

114
С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

Ramón Hidalgo trata de revivir la atmósfera del escenario de


El Barón de Valparaíso, con una novela en los angustiosos días
de Portales 59 . Alicia Henríquez alude a este clima de cerros del
puerto: "El rostro de Valparaíso era profeso en ellos (los cerros)
y podía escoger. Cada uno tenía una atmósfera, una altura, un
sello, y u n latir distinto. Cerro Alegre, Cordillera, Bellavista,
Mariposa, Ramaditás, Barón, Polanco, Larraín.. ," eo . Ricardo
Hurtado ha escrito Romances sobre el puerto —la Iglesia de la
Matriz 61 . Esta Iglesia de la Matriz, pieza histórica nacional —en
su atrio se juró la Independencia; de allí partió para el destierro
Bernardo O'Higgins en compañía de su madre y hermana—, ha
sido elemento de poemas y novelas. El novelista Enrique Lafour-
cade alude a ella, en Para subir al cielo, con el nombre de
"Iglesia de la Raíz". Lafourcade acerca, en esta novela, dos mun-
dos: el sórdido y popular del puerto (el barrio de la Plaza Echau-
rren, el prostíbulo de Las Latas, en el cerro Santo Domingo) con
la aristocracia viñamarina (los descendientes de la familia de
don José Francisco Vergara, el fundador de Viña del M a r ) . Los
ambientes, que el escritor conoció, están bien dados, asimismo,
esa atmósfera de escalas, de quebradas, de permanente ascensión,
que forma parte de lo substancial del puerto 6 2 . En Asedio, un
tesorero del Partido Comunista huye a Valparaíso y procura
esconderse entre los lenocinios de los cerros porteños 63 . Nicolás
Latuz Ponce, en Mañana es otro día, cuento, ambienta su rela-
to en la Plaza O'Higgins 64 .
Un viajero, Hall, cruza por Valparaíso y parece encontrarse
ante un mundo mágico, cuando pasa navegando frente a la costa:
"mirábamos por estas quebradas misteriosas, parecía que la mi-
rada penetrase lejos en otros mundo" 6 5 .
Luis Hurtado López es secretario perpetuo del Ateneo de Val-
paraíso. Permanece largos años vinculado a la vida porteña. Es-
cribe poemas y cuentos. Hurtado (1887-1954), en su cuento El

M
Ramón Hidalgo, El Barón de Valparaíso, Arancibia Hnos. Stgo. 1961.
"Alicia Henriquez, Perversas Intenciones, cuento, en "Orbita" Ed. Océano,
Valpso., 1960, p. 40.
n
R . Hurtado, Romances de Valparaíso, Soc. Escritores, Valpso., 1962.
e2
E. Lafourcade, Para Subir al Cielo, Ed. Zig-Zag. 1958.
®>E. Lafourcade, Asedio, Ed. Universitaria, 1956.
M
N. Latuz Ponce, Mañana es otro día en 10 cuentistas de Valparaíso, Ed.
Océano, 1957, p. 99.
"Basil Hall, General San Martin, p. 93, citado por M. Picón Salas y Gmo.
Feliú Cruz en Imágenes de Chile, Ed. Nascimento, 1938, p. 74.

115
REVISTA DEL PACIFICO

Burro de Ño Jerónimo™, describe el Camino de Cintura que


"abraza a la ciudad, por la altura de las quebradas, salpicadas
de pintorescas casitas y ranchos descoloridos y mal techados que
se sostienen por milagro y abren sus puertas y escaleras inverosí-
miles". El Camino de Cintura es el cordón umbilical que une
a todos los cerros con su ciudad.
Gabriel Lafond du Lucy, navega a comienzos del siglo xix,
recala en Valparaíso y nos dice que "los marineros pasaban sus
noches con el pueblo, en las chinganas que bordean el Almendral,
frecuentadas por gran número de mujeres públicas" y asegura
que los chilenos soportan mejor el vino que los extranjeros.. . 67 .
Contra las tripulaciones arenga el poeta Oscar Lanas, en Poe-
mas del Océano para Gente de Mar68, se queja del poco roman-
ticismo de la gente marinera ("ignoráis el embrujo de la vida en
el m a r " ) ; cuando gime el viento, "el Puerto, en leve reposo, es
un pedazo de cielo tembloroso...".
Roberto Hernández ha historiado un año de la vida de este
Valparaíso de otro tiempo. No nos habla de un puerto tembloroso
y nostálgico, pero su recuento histórico es un excelente material
para quienes deseen animar crónicas con su Valparaíso en 1827,
con un apéndice sobre la época 69 .
Si de acento nostálgico se habla, no podría dejarse de citar a
Carlos León, cuentista, novelista, que, en Las Viejas Amistades
alude al puerto casi sin nombrarlo. Gran parte del escenario es
una peluquería de Playa Ancha, en calle Patricio Lynch; la tertu-
lia en los días de invierno, adquiere "estructura de entrepuente"
y cuando entra Carmelo, el vendedor de mariscos, "algo popular,
litoral y salobre" ingresa a la peluquería 7 0 .
Esta gente conversa, bebe de vez en cuando. Es al parecer dis-
tinta de la que en otro tiempo viera Julián Mellet en sus Viajes
por el interior de la América Meridional, 1808-1820; refirién-
dose a nuestro puerto, dice: "no tienen muy buenas costumbres
los habitantes, especialmente las mujeres; con excepción de las

"Cuento incluido en 10 cuentistas porteños, Ed. Océano, 1957, p. 73.


"Gabriel Lafond D u Lucy, "Quinze ans de Voyages autour d u Monde",
en 5 navegantes y un astrónomo, Selec. de Manuel Rojas, Ed. Zig-Zag, 1956,
p. 57. En el mismo texto se describe u n terremoto en Valparaíso.
"Oscar Lanas, Poemas del Océano para gente de mar, Ed. Nascimento,
1960, p. 62.
"R. Hernández, Valparaíso en 1827. Imprenta Victoria, 1927. Valpso.
"Carlos León, Las Viejas Amistades, Ed. Del Pacifico, 1956.

116
С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

de alto rango distinguido o que han recibido educación son muy


inclinadas a la diversión'" 71 .
Los cerros de Valparaíso, con acento descarnado, la infancia
lindando con la vida sórdida de los burdeles está descrita por
Armando Méndez Carrasco en El Mundo Herido. Este es el
aspecto no pintoresco del puerto, o idealizado, que han querido
ver los poetas tomando al marinero, por ejemplo, como u n pro-
totipo de idealismo e invitación al viaje, como en el caso de
María Monvel, que cruza por el puerto y suspira:

"Cuando los veo venir


blancos, erguidos, ligeros,
quisiera ser un momento
la novia de u n marinero.. ." 72

El puerto se presta también para el exotismo: Henriette Mor-


van sitúa un ángulo de su novela Boomerang en Valparaíso
y otro en la Polinesia (Boomerang, novela, Ed. Zig-Zag).
Para Cristián Nandor, Valparaíso es "el puerto de las mil
facetas" y construye su Cuarteto de Valparaíso, describiendo la
Caleta el Membrillo, entrando en algunos restaurantes a probar
el "caldillo de congrio" y "la sopa marinera" y haciendo un
paralelo entre música y violencia oceánica 73 .
Para Neruda, el viento de Valparaíso es negro, ese viento noc-
turno de las tempestades, de las lluvias de julio:

"El viento negro de Valparaíso


abre sus alas de carbón y espuma
para barrer el cielo donde pasas:
vienes volando" 74 .

Es que por estos bares anduvo Alberto Rojas Jiménez —a quien


está dedicado el poema. Los encuentros en el Restaurante Edén,
los tragos en el Scandinavian, en el "Rolland", donde está la
bitácora de todos los navegantes, forman parte de una espesa

"Julián Mellet, Viajes, Ed. Del Pacífico, 1959, p. 82.


"Francisco Galano, Los Grandes Poetas, Ed. Zig-Zag, p. 483.
"Cristián Nandor (Aníbal Ponce de L e ó n ) , El Cuarteto de Valparaíso,
Valparaíso, 1963.
"P. Neruda, Alberto Rojas Jiménez viene volando, en "Antología". Ed.
Nascimento, 1957, p. 135.

117
REVISTA DEL PACIFICO

poesía porteña asimilada a la vida' de Valparaíso mismo. ¿Quién


sabe si algo de estas evocaciones —muchas en su infancia próxima
a Valparaíso— hay en la Carta Océano de Rojas Jiménez?
Carlos Pezoa Véliz cantó a la Vida de Puerto. En 1904 está
en Valparaíso. Es secretario de la I. Municipalidad de Viña del
Mar y hace clases particulares en un colegio religioso, donde
chocan sus principios laicos. El colegio cancela sus servicios. Pezoa
vive una frenética bohemia; pero, en el día, lee, estudia y se
desespera en un trabajo con el que no se identifica. Vive en
Playa Ancha,

"junto a la gruta de las quebradas,


donde las aguas alborotadas
charlan de asuntos sin ton ni son,
hay una casa de corredores
donde hay palomas, tiestos con flores
y enredaderas en el balcón".

El poeta comparte su casa con Víctor Domingo Silva. Allí el


uno ha escrito Nada y el otro, La Balada del Violin. La casa
la llamaban "el palomar azul"; comían allí —según el poeta
Zoilo Escobar— el plato favorito de Pezoa: "longanizas con po-
rotos".
Pezoa Véliz ve el puerto y escribe. No es una descripción epi-
dérmica dentro de su estilo popular:

"Vida de Puerto, vida de esfuerzo,


vida que es digna de prosa y verso,
porque es alegre, porque es de acción;
vida que esparce dicha a destajo
con sus mujeres, con su trabajo,
con su comercio, su agitación".

La descripción alcanza a personajes típicamente populares,


que caracterizan el "criollismo" poético de Pezoa:

"Allá en la puerta de algún tugurio


dos graves viejas leen "El Mercurio"
con los anteojos en la nariz;
acá un muchacho que vende humas
y en una esquina dos bichicumas
que beben agua de sin anís".

118
С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

"Las conductoras de alegres trajes


timan los quintos de los pasajes
que les pagaron en la imperial;
y las fregonas de manos toscas
sirven las tazas con café... y moscas
en el Mercado del Cardonal" 7 5 .

No faltan las alusiones a la Compañía Naviera de la "English


Company", la presencia de la ópera, la vestimenta de la época
("los dandys que usan chaqué de cola") y a la crisis económica
(las empleadas de correos recibían sus sueldos en estampillas...)
y no falta un detalle de su propia vida, la del poeta que en tiem-
pos adversos "paga la pieza con buenos versos a la señora de la
pensión".
Un alemán viene a Chile, no trae misión oficial, no viene a
hacer fortuna, sino a ver las cosas con amor, que es la única
forma como las ve u n científico. Escribe u n libro detallado, pro-
lijo, ilustrado por el pintor Rugendas, con tal precisión que aún
sus datos, sus cifras son útiles para fijar la trayectoria de nuestro
país. Se llama Eduard Poeppig. La versión castellana de su obra
se debe a Carlos Keller, quien la ilustra con fotografías. (Lo tra-
ducido corresponde a la parte del texto que se refiere a Chile).
Cuando Poeppig llega' al puerto su impresión no puede ser muy
feliz. El puerto nacía. "Uno recorre la única calle que conduce
al mercado, de insignificante apariencia. A ambos lados hay
tiendas llenas con los productos de la industria europea, exhibi-
dos en parte con igual buen gusto que en nuestras ciudades ma-
yores. Alternan con las grandes bodegas de casas comerciales
británicas de primer rango y con las tabernas de los marineros
de las que salen sonidos que también se podrán escuchar en Lon-
dres o Hamburgo" 7 6 .
El Valparaíso comercial que verá más tarde el personaje de
El Socio de Jenaro Prieto, será más evolucionado, convertido
en una verdadera Bolsa de valores, en un Wall Street porteño 77 .
El protagonista, Julián, pasa "una noche entera entre las sábanas
hostiles y con olor a mar de la Pensión Inglesa".

'"Carlos Pezoa Véliz, Vida de Puerto, en "Antología", Ed. Zig-Zag, 1957,


p. 68.
"Eduard Poeppig, Un testigo en la alborada de Chile (1826-1829), Ed.
Zig-Zag, p. 69.
"Jenaro Prieto, El Socio, novela, Soc. Chilena de Ediciones, 1928, p. 65
y siguientes.

119
REVISTA DEL PACIFICO

Aparte del poeta Manuel Astica Fuentes ("he anclado en


Valparaíso hace veinte años" —ha dicho), que escribe poemas
descriptivos sobre las barcas, el océano, el poeta Guillermo Qui-
ñones ha trazado hondas estampas sobre el puerto, con un len-
guaje recio; es autor de La Galleta Marinera, inédita (Victo-
riano Lillo hizo un comentario sobre ella en Los Anales de la
Universidad de Chile), ha cantado la Primavera en Valparaíso:

"Desde el océano, de sal los rostros, brazos de algas, pies de co-


[rales,
llegan los náufragos en rotas, fatídicas brújulas,
por las Parcas bautizadas. Por los tifones imantadas. Por los
[abismos sometidas 78 .

Pero, sin duda, Salvador Reyes ha sido uno de los que más
ha expresado su afecto al puerto. En Valparaíso, puerto de
Nostalgia, nos habla de los bares porteños, del Club de fuma-
dores de pipas del Bar Kiel. Está el viento "que galopa por la
avenida Brasil", el mar "agazapado en las noches" y esta ciudad
que cumple su máxima, "si en cualquier parte dispone de bebi-
da, también en cualquier parte dispone de bebedor". T o d o pue-
de suceder en esta ciudad que tiene un nombre "tan bello como
Valparaíso" 79 . Es también autor de un hermoso poema sobre
el puerto:

"En esta playa muere la ola de la música.


¿Quién para cantar usa mi propio corazón?

Ya echó el puerto su red de encendidas ventanas


para pescar la tarde. La noche se abre ahora
de un golpe seco en las tabernas y en los bailes de marineros.

Valparaíso, palabra botada


en los figones de Hong-Kong, tras los visillos de Bretaña,
en las mañanas de Oslo.
Valparaíso y la tormenta. Y para sus muertos,
la Cruz del Sur detenida en su vuelo por la piedad" 8 0 .

'"Guillermo Quiñones, Primavera en Valparaíso. En "Antología para el


Sesquicentenario" de Juan Uribe E. Ediciones AUCH, № 21, 1960, p. 135.
'"Salvador Reyes, Puerto de Nostalgia, Ed. Zig-Zag, 1955, p. 18.
"Salvador Reyes, Las Mareas del Sur, Santiago, 1930.

120
С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

Gastón Rodríguez ;ha visto a los pescadores; para él, no son


seres idílicos, sino que viven el drama del cotidiano sustento,
como su personaje Pancho Latarra81 que muere en una oscura
noche de pesca.
Aparte de los pescadores, cargadores, marineros, hay otros per-
sonajes típicos: los "guachimanes", cuidadores nocturnos. Manuel
Rojas fue "guachimán", cuando muchacho, y esta experiencia del
puerto, su precoz conocimiento de la calle Clave, el núcleo de la
prostitución porteña y la tristeza del puerto al atardecer, están
finamente logradas en un libro emotivo, claro, como es Lanchas
en la Bahía. Interesante por su apretada descripción es su visión
de la Subida Clave: "Era la feria de la prostitución porteña,
pero la feria pobre, habitada por mujeres vestidas con telas que
se ajan tan rápidamente como ellas y tan baratas como ellas
también; la feria frecuentada por los proletarios de mar y tierra,
los lentos panaderos, los bulliciosos vaporinos, los vivaces zapa-
teros, los tiznados trabajadores del dique y de las chatas; los
marineros de la armada, con sus trajes azules con pantalón de
campana; los hombres de mar extranjeros, japoneses silenciosos,
ingleses melancólicos, yanquis con cara de puño, polisilábicos
alemanes, restallantes españoles. Allí estaban también las muje-
res, vestidas de mil colores, sentadas en los umbrales de las casas,
mostrándose en la penumbra como flores violentas, de aroma
fuerte, flores crecidas en las mareas nocturnas del puerto y rega-
das con la sangre de los tripulantes del océano" 82 .
Carlos Rozas Larraín, que se incorpora a los relatos de mar,
diseña algunos rincones porteños en El Tesoro de don Веповя;
la caleta de Las Docas, desde donde se ve el faro Curaumilla y
donde el pueblo cree que, en otro tiempo, los piratas escondieron
sus tesoros en cuevas que aún suscitan el interés de los aventu-
reros.
Ruschenberger, u n antiguo viajero, nos habla del Itinerario
de Valparaíso a Santiago84, en el tiempo de las diligencias: "Al
llegar a la parte extrema del Almendral, encontramos al otro
peón o postillón, con seis u ocho caballos que debían de servir
de remuda en el camino". Nos habla de los fleteros, frente al des-
embarcadero, "basta que aparezca un inglés o un norteamericano

"G. Rodríguez, Pancho Latarra, cuento en "Orbita", Op. Cit. p. 97.


•"Manuel Rojas, Lanchas en la Bahía, Ed. Zig-Zag, 3? Ed. 1959, pp. 67 y 68.
««Carlos Rozas Larraín, Barco Negro, Ed. Zig-Zag, 1963, p. 149.
"Ruschenberger, Noticias. Véase Imágenes de Chile, Op. Cit.

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REVISTA DEL PACIFICO

para que se les vaya encima una media docena de ellos gritando:
"you want boty — my boty very fine, a la vez que se recogen los
pantalones, alistándose para echar al agua una de las chalu-
pas. . ," 85 . Sería interesante juntar el testimonio de los viajeros
extranjeros; surgirían impresiones tan curiosas como las del ale-
mán Paul Treutler, que en sus "Andanzas de un Alemán en
Chile", nos habla de unos pintorescos baños públicos de Valpa-
raíso y del poco recato de las mujeres porteñas de ese tiempo, con
las que un rubicundo e inocente germano sufría el suplicio de
Tántalo. Es interesante destacar que, a mediados del siglo pasa-
do, el estilo de la edificación del puerto correspondía, en general,
al europeo, con excepción de El Almendral. En 1855, Treutler
asiste a uno de los temporales más fuertes: 7 buques destrozados
y más de cincuenta con daños considerables. Asiste al derrumbe
de una parte del Cerro Cordillera —reblandecido por las aguas—
que cae sobre la Planchada (hoy, calle Serrano) 88 .
Alberto Ried es escritor y bombero. Para el terremoto de 1906
corre a Valparaíso. Vive instantes dramáticos en la ciudad que
él ama, porque está junto al océano y El Mar trajo mi sangre
—expresa87. Describe el sismo trágico: "Los sacudimientos sísmi-
cos, entretanto, se sucedían con intermitencia; crujía la mole de
ladrillos y el calor se hacía por instantes insoportable" 88 . Los
bomberos luchan contra el incendio que destruye los pocos edi-
ficios que han quedado en pie. El Comandante Gómez Carreño,
para evitar el bandidaje, ha dado orden de fusilar a todo ladrón.
"Los altos muros del Gran Hotel perdieron entonces su estabi-
lidad y se derrumbaron, sepultando bajo una montaña de escom-
bros, los cadáveres de tres fusilados la víspera, que pendieron de
faroles y postes durante toda esa noche, cual harapos humanos,
bajo un letrero, torpemente escrito, en que se leía: "Por incen-
diarios y ladrones" 89 .
Podríamos citar varios cuentistas que toman la atmósfera de
este Puerto sugerente: Washington Sandovál (Cena del Recuer-
do)90; Elias Ugarte Figueroa (En un rincón para rezagos), la

m
Imágenes de Chile, p. 198. En el mismo texto véase, Una visita, p. 206.
M
Paul Treutler, Andanzas de un alemán en Chile, Ed. Del Pacífico, 1958.
^Alberto Ried, El Mar trajo mi sangre, Ed. Del Pacífico, 1956.
"Юр. Cit. p. 93.
®Op. Cit. pp. 94 y 95.
*°W. Sandoval, Cena del Recuerdo, en "Orbita", op. cit., p. 108.

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С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

vida tediosa de un funcionario aduanero 91 , o quienes han escrito


animadas crónicas, como Salvador Soto Rojas (Crónicas Chile-
nas), ambientadas en el puerto; estas "crónicas de Valparaíso"
nos traen, por ejemplo, la estampa de una santa porteña, la
beata doña Catalina Iturgoyen y Lisperguer, que aborreciendo
el matrimonio, "por contradecirse a sí misma, contrajo su boda
a la edad de 16 años" con Matías Vásquez de Acuña, gobernador
de la plaza militar de Valparaíso. Su cama eran pellejos y para
afearse, en una recepción oficial, se restregó los ojos con ajíes y
pimientas", lo que no la libró —como a otros místicos— de ser
maltratada por apariciones de Satanás 92 . Y hasta podríamos citar
a autores teatrales, como Román Vial (laureado en el Certamen
Varela), que en Choche y Bachicha caricaturiza a un marino
inglés y a un almacenero de la esquina, italiano, en un sainete
costumbrista del Valparaíso de fines de siglo.
Benjamín Subercaseaux, en Chile, o una loca Geografía, ha
dedicado largas páginas a Valparaíso, a sus cerros, a sus ascenso-
res; acertada es su descripción del ascensor Simpson, uno de los
aspectos típicos de Valparaíso, como el Reloj T u r r i (que fuera
construida —la torre— por don Agustín Edwards, pero que tomó
su nombre de una antigua relojería, donde estuviera el antiguo
crucero de Reyes). "Penetramos en el ascensor (Simpson) con
cierta reserva, y luego comenzamos a subir por un pozo que cho-
rrea agua por los cuatro costados. Después de un trayecto que
nos parece eterno, el ascensor se detiene un momento y entre-
vemos una calle; en seguida, continuamos subiendo por el techo
de una casa y la luz del sol viene a deslumhrarnos después de
tanta oscuridad. Renace la confianza, pero no vemos todavía en
qué parará todo aquello. Por fin, el ascensor llega a su término
y salimos a una especie de Minarete: una alta torre provista de
un balcón circular, que a su vez está unido por un puente de
cimbra a una callejuela del cerro Polanco 93 . Subercaseaux tiene
razón al expresar de esta ciudad de paradoja ("no hay otra ciu-
dad como ésta"), los que viven en ella no saben verla, apreciarla:
"es una ciudad que revela su belleza solamente al que pasa por
ella. Los que viven ahí no comprenden nada de nada" 9 1 .

01
Elias Ugarte F. En un rincón para rezagos, cuento, en 10 cuentistas de
Valparaíso, Ed. Océano, 1957, p. 1.171.
e2
S. Soto Rojas, Crónicas Chilenas, Santiago, 1913, p. 43.
Ю
В. Subercaseaux, Chile, o una loca Geografía, Ed. Ercilla, 1946, 7* edición,
p. 199.
"Op. Cit. p. 190.

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REVISTA DEL PACIFICO

Patricia Tejeda, poetisa (Algo para Romper), habla al ronco


mar de Valparaíso; a este "tragador de barcos, un toro en liber-
tad, un grandote que hace chillar a los niños"; ella no le tiene
miedo:

"A mí ya no me engañas,
vendré aquí
por costumbre.
Un poco de sal
y azul
no le hace
daño a nadie,
pero lo que es
a mí, nada.
Ni olas,
ni algas,
nada.
Revienta solo!" 95

La vida de Valparaíso, su atmósfera, es elemento adecuado


para novelas; sin embargo, se afirma que la novela del puerto
no ha sido escrita aún. Y eso que ya hay bastantes; porque a las
citadas aún podemos agregar las de Jacobo Danke: Todos Fue.
ron de este Mundo96 y Hatusimé97, ambas ambientadas en Playa
Ancha. La primera, de u n marinero enamorado de una colegia-
la de las "Religiosas Pasionistas"; la segunda, una novela juve-
nil, con un personaje simpático como lo es un viejo marinero
que cuenta leyendas al pequeño de la casa.
Quizás si una de las estampas más recias y logradas del puerto
sea la obra de Ricardo Valenzuela, Viento en la Bahía, am-
bientada en el Bote Salvavidas (Institución fundada en 1925 por
el Capitán Oluf Christiansen) y con la figura ya legendaria de
Oluf Christiansen, que protagoniza increíbles salvatajes: allí está
el mar vivo de Valparaíso, con sus días de temporal, sus naufra-
gios, con el tiempo de los veleros que se fue y que hoy añoran

""Patricia Tejeda, Algo para Romper, poemas, Valparaíso, 1960, No te lo


mando a decir, pp. 48 y 49.
w
Jacobo Danke (Juan Cabrera), Todos fueron de este mundo, Ed. Bar-
lovento, Santiago, 1952.
"Jacobo Danke, Hatusimé, novela para los adolescentes chilenos, Zig-Zag,
Santiago, 1955.

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С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

los viejos lobos de mar. Las escenas de salvataje, como las vividas
por el Capitán Christiansen vuelven a repetirse:

"—Cap —anunció Pino— comunican de la Gobernación Ma-


rítima que el Teotopopoulis se halla todavía en el fondeadero.
Piden que vaya el Bote a reiterarles la orden de salir sin pér-
dida de tiempo.
—¿No se han ido todavía? —bramó el capitán y descargó un
terrible puñetazo en la mesa, haciendo saltar las cucharillas de
café" 98 .
El capitán era enérgico. "Alza arriba, trinca coy" —era la or-
den para su tripulación. Y los temporales más peligrosos jamás
intimidaron a su tripulación. El "Cap" no usaba lenguaje diplo-
mático, sino el del mar: "¡Otto, por última vez: di en inglés y
en alemán a ese idiota que se mande a mudar!".
Valenzuela describe el temporal: "Las olas arremetían furio-
sas contra el malecón. Cientos de personas desafiaban el viento
y la lluvia con tal de ver de cerca el mar embravecido" 99 .
Guillermo Valenzuela, u n telegrafista de barco que escribe
relatos de mar (Mar Adentro) nos entrega a Coteto, un viejo
marinero que quiere llenar "de pájaros a Pancho" (nombre ca-
riñoso que dan a Valparaíso los navegantes) 10°.
Para Sara' Vial, Valparaíso es La Ciudad Indecible101: los
volantines antiguos, las escaleras de los cerros, el arco iris que
dibujaron los vientos de la infancia, la niebla en las mañanas.
Ella le pide al puerto:

"Detén tus ascensores,


no corras en el aire, suelta un rato
fugaz tus pescadores".

No sólo una literatura culta ha estado situando la fisonomía


de una ciudad, de un territorio especial de un contorno huma-
no único en su género. También el pueblo ha estructurado un
mundo de tradición, entre campesinos y pescadores. Don Juan
Uribe Echevarría ha reunido en Contrapunto de Alféreces en

"Ricardo Valenzuela, Viento en la Bahia, Ed. Del Pacífico, 1955, p. 55.


"Op. Cit. p. 53.
""Guillermo Valenzuela, Mar Adentro, Ed. 3 Preteles, Talcahuano, 1963,
p. 27.
101
Sara Vial, La Ciudad Indecible, Imprenta Victoria, Valparaíso, 1958.

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REVISTA DEL PACIFICO

la provincia de Valparaíso, un m u n d o de tradición insospecha-


da. Nos habla de las fiestas tradicionales de San Pedro, Higue-
rilla y Montemar, para el día de San Pedro. La ceremonia tiene,
espiritualmente, la necesaria alianza con el mar:

En el cielo hay un navio


listo para navegar,
San J u a n es el marinero
y San Pedro, el capitán 102 .

Genaro Winett 1 0 3 tiene su Infancia desaparecida. Ella es su


vida en los cerros, donde los circos eran la gran fiesta; el niño
de los cerros que no comprende "por qué Valparaíso limita, al
norte con el Barón y al sur con la ciudad de la muerte: Playa
Ancha 104 . Allá arriba, en las casas de latas, hay siempre ropa
colgada: "la lavandera es como el tripulante del agua", sobre
un velero tendido al sol de las tres de la tarde en los cordeles
del patio".
¿Por qué este sentido de la muerte en Valparaíso? ¿Por qué
los cementerios acechan a la ciudad desde lo alto, en pleno cen-
tro? ¿Por qué unos microbuses atraviesan la ciudad con una
curiosa moraleja a manera de letrero: "Los Placeres-Cemente-
rio" (.. .a lo que conducen los placeres...). T a l vez, es esto
lo que hace decir a Jacobo Danke que Valparaíso es "isla del
duelo" (El Mediodía sobre las Barcas, 1948). Valparaíso tiene
su historia, su crónica, su encanto. U n a gran ala de la literatura
chilena —y aun extranjera— vibra con su viento. Ciudad de ni-
ños, de doble cielo —el mar, que se confunde con él, en el hori-
zonte— cuyo nombre puede conjugarse: "Valparaniño, Valpa-
raviento, Valparacielo.. ," 105 .

1<a
Juan Uribe Echevarría, Contrapunto de Alféreces en la Provincia de
Valparaíso, Ediciones лисп, № 1, 1958, р. 96.
103
Genaro Winett (Oscar Galleguillos), Infancia Desaparecida, en 20 poe-
tas de Valparaíso, Ed. Océano, 1955, pp. 79 a 84.
ш
О р . Cit. p. 83. En Playa Ancha está el Cementerio General Nf 3.
""Palabras de u n poema de Claudio Solar, sobre Valparaíso, en una ex-
posición en homenaje a Valparaíso, organizada por el Grupo "Piedra", con
la colaboración de poetas y artistas plásticos, en la Biblioteca Vicuña Mac-
kenna, de Viña del Mar, en 1963. Es una lástima que los poemas sobre Val-
paraíso n o se hayan publicado (participaron, entre otros poetas, Eduardo
Embry, Saria Vial, Patricia Tejeda, Luis Iñigo, Sonia Ugarte, Emnio Mol-
tedo, etc.).

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С. SOLAR: VALPARAISO EN LA LITERATURA

Este es Valparaíso. Este y no otro.


Valparaíso: "Medio convento, medio fortaleza deshecha" —se-
gún el decir de Vicuña Mackenna; sobre todo, "El buque de las
velas desplegadas" 108 .

10
"E1 viejo escudo de Valparaíso fue reemplazado después de la Indepen-
dencia. El antiguo era: "En una imagen de la Virgen del Puerto Claro, pues-
ta de pie sobre un castillo, en honor de la patrona que ha jurado este mu-
nicipio y del carácter de plaza de guerra que inviste Valparaíso, todo co-
ronado por u n águila imperial con las alas desplegadas". Fue reemplazada,
después de la Independencia, por otro en que los emblemas son u n buque
con las velas desplegadas y una estrella solitaria en el cielo, más apropiado,
sin duda, que aquel símbolo místico-militar de u n Valparaíso "medio con-
vento, medio fortaleza deshecha", como decía Vicuña M a c k e n n a . . . " (Ver
Mi tierra, Panorama, Reminiscencia, Escritores y Folklore, de Agustín
Edwards, Soc. Imprenta Litografía Universo, Valparaíso, 1928, p. 7 1 ) . Agre-
guemos que el alcalde, Sr. Guillermo Winter Elizalde ha restituido, duran-
te su periodo, el antiguo escudo que se otorgara a la ciudad por Real Cé-
dula del 9 de marzo de 1802.

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