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EL DEBER DE AYUDAR: DIÁLOGO ENTRE DEBER Y ACUERDO

CAROLINA AUX FERNÁNDEZ

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA

LICENCIATURA EN FILOSOFÍA

CALI

2015

1
EL DEBER DE AYUDAR: DIÁLOGO ENTRE DEBER Y ACUERDO

CAROLINA AUX FERNÁNDEZ

Monografía presentada para optar al título de Licenciada en Filosofía

Director
Delfín Ignacio Grueso, Ph.D. en Filosofía

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA

LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
CALI
2015

2
Contenido
Pág.

Introducción 4
Capítulo 1: Unanimidad en los Principios Morales 7
Capítulo 2. El acto de ayudar: entre el deber y el acuerdo 17
2.1 El acto de ayudar: una cuestión racional 19
Conclusiones 28
Bibliografía 31

3
Introducción

Este proyecto tiene como finalidad iniciar una reflexión en torno al


deber de ayudar, para ello, hemos tomado como pretexto el horizonte
hacia el cual miran nuestras sociedades actuales. La solidaridad; idea que
nos permite vincular de una manera directa, el tema del deber de ayudar
con razonamientos en pro y en contra desde su inclinación, visto aquí como
un principio de solidaridad que oriente a la acción. Cuando se hace
referencia al deber de prestar ayuda desde la perspectiva de la solidaridad,
no estamos haciendo referencia; a la ayuda humanitaria que se ejerce
desde la postura de generosidad, para dicha aclaración acudimos esta
definición:

El concepto como tal de solidaridad que se conoce en la actualidad, sirve para explicarla
como un principio. Significa el compartir y asumir las necesidades del otro como propias. Constituye
un principio que permite pensar en el otro, en cómo ayudar, colaborar y dar lo mejor de sí para
aportar al otro, contribuyendo de este modo al desarrollo del hombre y por tanto, de la humanidad.
La solidaridad es altruismo, eleva al hombre y lo dignifica, por encima de todos los seres de la
1
tierra; el hecho de sentirse solidario, eleva su humanidad.

Pero lejos de esta definición, en algunos individuos priman actitudes


egoístas algunas veces como mecanismo de defensa, que van en detrimento de
la solidaridad interhumana. Estas actitudes suelen ser catalogadas como
moralmente reprochables, puesto que obedecen a una “pérdida de valores”.
Tendencia consecuente a la prolongada indiferencia social y del primado de los
intereses particulares sobre el bienestar colectivo. Bienestar perdido en la
violencia, el irrespeto a los derechos y la dignidad de los seres humanos.
Tal parece que la solidaridad ha venido a reemplazar aquellas nociones de asumir las necesidades del otro como
propias, sencillamente porque es una mejor palabra –no una virtud- porque está limpia de algunos prejuicios teológicos,
etnocentricos, metafísicos y sus populares despectivos, que empañan la imagen de otras virtudes. Es un vocablo que
invoca una mayor neutralidad, lo cual es indispensable en un discurso que asume el pluralismo cultural2.

1
Narváez Flórez, Araceli. Solidaridad y eficacia en el liberalismo pragmático de Rawls Rorty. Universidad del Valle, Santiago de Cali, 2008
2
Páez, M. (2013). Acercamiento teórico al concepto de solidaridad. Realitas, revista de Ciencias Sociales Humanas y artes 1, Pág. 44.

4
Haciendo referencia a estas citas centramos la reflexión de esta
monografía, retomando el debate sobre la diferencia ontológica de justificar la
moral desde una formulación positiva. Pues se podría decir que nuestras
inclinaciones frente a un deber moral son simples de sustentar, solo es necesario
mostrar aquellos individuos que necesiten ayuda, y podríamos aliviar gran parte
de su sufrimiento sin que por ello perjudiquemos en lo más mínimo nuestra
situación actual, sin embargo el dilema de esta perspectiva se relaciona con el
hecho de, que el qué acepta la formulación positiva piensa que los argumentos
morales qué está proporcionando son débiles y por lo tanto no se siente obligado
a promover causas valiosas y menos con los que no compartimos ningún vinculo
de comunidad o cultura.
Esta actitud sobre reflexionar por nuestra forma de involucrarnos en
acciones que generan algún tipo de cambio y que promuevan respuestas
globales, es el tema de discusión extrayendo de la inmensa variedad de escuelas
éticas dos interpretaciones de este panorama; la primera mediante una
interpretación que implica otra concepción de fundamentación de la moral, en
donde no conviven ninguna concepción de valores objetivos dentro de una
sociedad que no impone valores si no que los encarna, cuando su asidero se
encuentra enteramente en las relaciones humanas y ya no en algo exterior a
nosotros. Por lo cual, es necesario construir dichos hechos y darles una especie
de carácter moral para solucionar nuestros problemas de índole colectiva.
Propuesta que en algunos casos limita la condición de universalidad de
principios, dejando solo a las afinidades sociales como generadoras de acciones
morales frente a los más necesitados; de acuerdo con Richard Rorty.
La segunda considera la relación con la función de la filosofía moral en la
fundamentación de la solidaridad, la teoría conceptual recurre a ciertos principios
para lograr la unanimidad en el discurso moral deliberativo, despertando así,
sentimientos que con ayuda de justificaciones logren su aceptabilidad, generando
acciones y actitudes que resuelvan conflictos y faciliten la cooperación, ya que
como lo sugiere Carlos Santiago Nino:

5
3
El término Cooperación , viene asociado como contrapeso al carácter no gregario
que supone el modelo liberal, es importante recalcar una conciencia global de sociedad, ya
4
que una sociedad completamente individualizada, podría resultar peligrosa. .

Esto puede volver a justificar estas acciones, ya que al momento de


enfrentar retos o tratar de superar obstáculos, la unión de fuerzas y voluntades,
teniendo como principio la solidaridad, hará que cualquier misión tenga éxito,
mientras que cuando falta el entendimiento y la cooperación casi se asegura la
imposibilidad de lograr metas o ejecutar acciones a través de una conciencia
moral en la población mundial.
Por tales razones, la presente monografía abordará el asunto de la
solidaridad perteneciente a la manifestación de un sentimiento de ayuda por los
demás que trasciende las barreras del mero interés. Superando los límites de las
buenas intenciones desde el punto de vista deóntico y pragmático, por ello se
intentará encontrar una justificación válida y universal que sustente el principio de
solidaridad.
Lo anterior lleva a la necesidad de que, desde la filosofía ética, se
emprendan reflexiones que respalden modelos sociales cimentados en el
bienestar colectivo y no en el particular. Por eso, la importancia de reflexionar en
torno a la posibilidad ética, de postular al principio5 de la solidaridad como una
obligación moral a priori y general.
Teniendo en cuenta estos autores especialmente, y apoyados en otras
ideas se manejará el tema de la solidaridad, que constituye el marco de desarrollo
pertinente a tener en cuenta en las contribuciones de algunas propuestas éticas,
para lo cual se hace necesario abordar otros temas que tienen alguna relación con
ella, como, por ejemplo: la racionalidad, los principios morales, el discurso moral,
entre otros.

3
El termino cooperación, de acuerdo con la interpretación que se deduciría de Nino, se basaría en el principio practico de la
solidaridad, tendencia humana a asociarse en busca de bienes comunes.

4
Nino, Carlos S. Ética y Derechos Humanos. Edit. Ariel Derecho Pág.103.
5
Los principios son las leyes naturales que son externas a nosotros y que en última instancia controlan las consecuencias de
nuestros actos. Los valores son internos y subjetivos, y representan aquello que sentimos con más fuerza y que orienta
nuestra conducta.

6
Capítulo 1
Unanimidad en los Principios Morales

Cabe destacar desde el inicio, que Nino en su texto es consciente de estar


asumiendo una propuesta deliberativa, en el intento de mediar entre muchas
propuestas para definir qué establece la moral.

En este primer Capítulo, Nino centra su argumentación básicamente en abonar


terreno a las justificaciones de principios liberales básicos, que ayudan a
esclarecer la idea del discurso moral que se muestran en los juicios morales.
Estos principios también deben ser generales, no se pueden referir solo a casos
individuales, porque marginaría el estado de convergencia en el cual se quiere
operar.
Aclarando solo un poco a que nos referimos, se busca una afinidad entre la
perspectiva imparcial que no se puede desligar del razonamiento moral, que a la
vez se está relacionando con el discurso moral buscando que se efectué un
consenso de aceptación libre, relación que debe estar basada en un desinterés
que sustente la idea de consenso general. A estas ideas surge entonces la
dificultad de cuestionar empíricamente, la posición hipotética de un sujeto frente a
una acción y de cómo se debería actuar.
Hay que tener en cuenta que el hecho supone, que nuestros juicios y los de otros
estén encaminados o correlacionados en el campo de nuestras experiencias y
vivencias justificados o cobijados bajo principios del discurso moral, donde dichos
principios sean validos.
“Todos nuestros juicios personales, incluyendo los juicios psicológicos en primera persona, nos comprometen a adoptar
juicios impersonales correlativos acerca de las mismas circunstancias vistas impersonalmente”6

6
Cit. Nino, Nagel, The possibility of Altruism. Ética y Derechos Humanos. Edit. Ariel Derecho. Pág.116.

7
¿Cómo opera entonces la moral para generar acciones y actitudes que
eviten los conflictos y faciliten la cooperación?
Se propone que una manera de abordar este punto de vista, según Nino es:
Primero, centrar su atención en las sanciones informales que generalmente
acompañan a las desviaciones de las reglas morales aceptadas; tales sanciones
están dadas por reacciones sociales no organizadas que se expresan, por
ejemplo: con la exclusión social, la humillación etc. Pero la forma como operan las
virtudes morales se basa, en que ellas no consisten simplemente en la tendencia
a hacer ciertos actos, si no, en la tendencia a realizar determinados actos por
creencia de que hay razones morales, en su apoyo. Aquí hay una repercusión de
las ideas Kantianas, de que para obrar con buena voluntad no basta hacer lo que
objetivamente es nuestro deber, sino que hay que obrar por respeto y con
conciencia del deber.
Segundo: La moral actúa para disminuir los conflictos y facilitar la
cooperación a través de ciertas virtudes de carácter (imparcialidad, beneficencia y
sinceridad), son disposiciones dirigidas a contrarestar la limitación de las
simpatías hacia los intereses de otros, cuyo ejercicio es esencialmente bueno
hacia los demás. Es por eso que para Nino el discurso moral, es el mecanismo
más seguro y confiable para obtener el resultado que a través de él se busca, o
sea, la unanimidad en los principios morales. En su apartado de: Las funciones
sociales de la moral dice:
Las normas y decisiones de las instituciones regulan el empleo de la coacción tanto para proveer
razones prudenciales contra ciertos actos, como para hacer valer acuerdos privados de cooperación” ... Pero
para satisfacer sus funciones sociales de disminuir los conflictos y facilitar la cooperación, el derecho depende
parcialmente de las convicciones morales de la gente sin el apoyo moral, el derecho proporcionaría solo razones
7
prudenciales para actuar, lo que, como vimos, es generalmente insuficiente para justificar aquellos objetivos.

Todo razonamiento moral tiene como fin, el reconocimiento de los hechos


que se consideran morales y de ese reconocimiento se llega a ese valor universal
que no podrá obtenerse a través de razones instrumentales. Desde el punto de
vista de la filosofía, esta se interesa por articular una concepción general y
sistemática de aquellos principios que deben ser aplicados como guía de nuestra

7
Nino, Carlos S. Ética y Derechos Humanos. Edit. Ariel Derecho Pág.101.

8
conducta y nuestras evaluaciones. No se deben tomar decisiones sobre ciertas
conductas o acciones sin antes haber realizado alguna evaluación de ellas.

Si bien la estructura del discurso moral está bien preparada para afrontar
aquellos sistemas morales que pueden conducir a una serie de choque de
afirmaciones, tales como eliminar un castigo a un condenado porque este sea hijo
del juez o algo parecido, pues los valores son objetivos; es decir que existen
independientemente del sujeto que valora, comúnmente se ha entendido que la
función principal de los sistemas morales es la de limitar la persecución de
objetivos sociales colectivos, o sea de objetivos que persiguen el beneficio
agregativo de los diversos grupos de individuos que integran la sociedad, puesto
que los valores impuestos por cualquier sujeto deja sin contexto social efectivo la
necesidad del acto de ayudar, la cual es producida como una especie de orden
que sanciona una norma abstracta de ese acto, pero si este ha de ser impuesto,
no cumple una función moral-social. Luego, la propuesta deliberativa señala que
los principios morales son la base de las condiciones que aceptan implícitamente
quienes participan en el discurso moral para resolver divergencias de acciones y
actitudes.
Nino da inicio a su explicación para resolver el hecho de que no hay
imposición dogmática retomando el concepto de autonomía de la persona, con
esto dilucidamos que en todo discurso moral se excluyen argumentos, formas de
persuasión o técnicas de motivación basados en la obediencia dogmática a ciertas
autoridades humanas o divinas.

Se hace necesaria la definición de principios para facilitar la cooperación y


llegar a una alternativa unánime, se necesita la aplicación de un modelo
deliberativo que enfrente esta problemática exitosamente. Para desplegar este
modelo Nino, (2001) afirma:

9
El discurso moral está dirigido a obtener una convergencia en acciones y actitudes, a través
de una aceptación libre por parte de los individuos, de principios para guiar sus acciones y sus
8
actitudes frente acciones de otro.

En la cita anterior de Nino sobresale uno de los rasgos del discurso moral
señalados por Kant, a saber, la “autonomía moral”. Éste rasgo se define como la
capacidad que tiene el agente de darse sus propias reglas, de auto-legislarse.
Para lograrlo, debe poseer una actitud crítica que le permita el goce de “la
mayoría de edad” en palabras kantianas; solo así es capaz de hablar de
“convergencia”9, es decir, mirar hacia un mismo horizonte.

Es entonces que, dentro del discurso moral deliberativo, debe apelarse a


ciertos principios por medio de los cuales se puedan despertar sentimientos, que
con ayuda de justificaciones ligadas a esos principios se pueda lograr la validez y
la unanimidad que sugiere Nino. Para ello, estos principios deben ser públicos,
generales, supervivientes y universales. Públicos porque deben ser conocidos por
todos los agentes de forma tal que los puedan aplicar a sus comportamientos y
actitudes. Generales ya que no se pueden referir solo a casos particulares que
marginen el estado de afinidad en el cual se quiere operar. Superviviente10 en
tanto que deben ser esenciales en los casos que se presentan acciones y
actitudes que se desencadenan en los hechos11. Universales porque se requiere
un alto grado de aceptabilidad y que sea aplicable bajo cualquier circunstancia.

El modelo deliberativo serviría, de acuerdo con Nino:


“para sostener un hecho moral, y facilitar la cooperación, porque cuando se vinculan valores morales no
se trata simplemente de hacer que la gente haga suyas ciertas razones morales a favor de determinadas
acciones, de modo que esas razones prevalezcan sobre otras consideraciones en el momento oportuno.12

8
Ibíd. Pág.109

9
Convergir: Dicho de dos o más líneas: Dirigirse a un punto.|2. Dicho de los dictámenes, opiniones o ideas de dos o más personas: Concurrir
al mismo fin. Diccionario.
10
Supervenir. (Del lat.supervenire). Suceder, acaecer, sobrevenir.

11
En palabras más claras que dichos principios no se queden en los papeles como pasa con muchos derechos en este país.
12
Ibíd. Pág. 109

10
Nino plantea que pueden surgir ciertas justificaciones de los juicios del
discurso moral que pueden tomarse como contrarias, frente a los principios
moralmente aceptados dentro del mismo, estas justificaciones son también de
índole moral. Por ejemplo, puede ocurrir que algún sujeto tome alguna de estas
justificaciones no de un hecho individual, sino de que dicho principio sea aplicable
bajo cualquier circunstancia y rompa con la convergencia que tal vez se ha
pactado en un comienzo. Si tenemos el deber de respetar a los demás y por
tanto no usarlos como comida, entonces aunque estemos en medio de una isla
desierta y la única forma de sobrevivir fuera cazando, seguiría siendo un
asesinato el hecho de matar a alguien para comerlo. Es importante la afirmación
de Nino según la cual los principios del discurso moral tienen cierta jerarquía
frente a otras razones para actuar, y desvirtúan las justificaciones asumiendo que
las razones prudenciales actúan de forma que las razones morales no sean
desplazadas y no incurrir en el error de ellas pues ni confunde a los deseos ni a
las prescripciones con juicios de valor.
Por ejemplo, un asesinato es un hecho relevante para las justificaciones de
los principios ya pactados en el discurso moral y tiene por lo tanto estos principios
una jerarquía que es mayor a las justificaciones que eventualmente se puedan
presentar sobre cualquier acción, ya que sus propiedades de universalidad
abarcan un poco más las razones para actuar. O para el caso que tratamos que el
deber de ayudar tenga su asidero en el discurso moral, puede surgir ciertas
controversias como, por ejemplo, hablar de principios impuestos por cualquier
sujeto, que pueden acarrear manejos de tipo del autointerés, como en el caso de
un médico, no atender oportunamente a un paciente porque sea hijo de un
asesino, o brindarle comida o techo a personas que sean familiares de un
asesino.

Consecuentemente hay quienes dicen que el pragmatismo y el


constructivismo están marcados por “indeterminaciones morales” y que si se
diferencian es por la forma como afrontan cada dificultad. Puesto que los hechos
en momentos por ausencia o abundancia no corroboran los juicios morales. Los

11
dilemas morales son amenazas que se alejan cuando el discurso moral triunfa y
los principios morales no se contradicen en un contexto formal, mientras no
aparezca una contradicción donde se pueda ocasionar que, un hecho no pueda
ser respaldado por un principio moral y ponga en duda la articulación del discurso
y de lo que moralmente estamos aceptando a priori sobre dicho discurso, así
entonces no existiría el riesgo para las indeterminaciones morales ya sean
internas o externas del constructivismo.

Las indeterminaciones externas son el resultado de no poder tomar partido


sobre principios que fundan “sistemas morales distintos y excluyentes” y las
indeterminaciones internas son aquellas que ocurren al interior del sistema moral
donde no se comparten las consecuencias de sus propiedades o principios
básicos. A continuación, se verá cómo es posible zafarse de dichas
indeterminaciones.
Según Nino, (2001)
Las indeterminaciones externas se ven limitadas en su alcance, porque en realidad, los principios
de la moralidad social se basan en principios colectivos o individuales sobre el manejo de los
intereses y una visión objetiva o subjetiva con que se pretenda manejar dichos intereses, de este
modo se apela, por así decirlo, a la posibilidad de poner en riesgo el discurso moral, ya que el
alcance de la indeterminación se relega a un dominio formalizado por la aceptabilidad del
13
discurso moral de los sujetos que la componen.

Efectivamente, la propuesta de Nino establece, conectar el modelo racional


y el modelo liberal dando con ello la posibilidad de una tercera alternativa, que
permita ajustar a los dos modelos en oposición encaminando a través de la
deliberación las relaciones de uno y otro. 14

Al respecto se complementa con Nino algunas afirmaciones: si bien la


estructura del discurso moral está bien preparada para afrontar sistemas morales
que contengan una serie de choque de afirmaciones válidas, no hay que olvidar

13
Ibíd. Pág. 123
14
Como se dijo en líneas arriba, la diferencia que aquí importa entre las teorías de carácter liberal y el racional son de carácter
ontológico. Es decir, la diferencia que las confronta en virtud del tema es si hay o no hechos morales. Para las teorías
racionales si hay hechos reales; por el contrario para los liberales no hay hechos morales.

12
que siguen persistiendo ciertas distinciones como las indeterminaciones internas,
pero estas indeterminaciones internas son producto de principios generales
abarcados desde el lenguaje, como casos particulares que tienen pretensión de
abarcar algo más que la legitimación de tales principios.

Para finalizar esta primera parte y justificar cómo opera la moral, Nino
aclara la necesidad de escuchar a la gente y confrontarlo con la opinión de la
mayoría, se debe hacer una justificación de la moral en sí misma, dependiendo de
la respuesta que se reciba de esta justificación se podría hablar de justificarnos
moralmente.

Cuando se habla de justificar la moral, se debe hablar de la aceptabilidad


de los principios morales que se admiten en determinada esfera social, para hacer
posible una interacción afín entre “acciones” y “actitudes”, que hagan posible un
buen funcionamiento de los principios del discurso moral. Para el caso de la
solidaridad podría apelarse al caso de “la situación de pobreza y escasez del
hombre, ¿es culpa de sí mismo?

Se podría establecer una corresponsabilidad generacional para justificar


esa obligación moral y en este caso ese deber de ayudar se justificaría bajo el
principio ético de responsabilidad, puesto que si se entra a deliberar si
ayudamos o no, habría una relación causal para este hecho realizada desde
nuestro antepasados y desarrollada por nosotros para nuestro descendientes, de
ser así, aceptar algunos argumentos que justificarían la moral buscando a través
de dicho discurso, la idea de cooperación, entablando valores materializados en
la vida plena que todos añoramos alcanzar, sin pobreza y escases.

Hasta aquí se puede encontrar una justificación de la moral aplicando


recursos y conceptos que ella misma utiliza, es decir, se estará dando una
justificación de la moral desde la misma moral, afirmación que puede ser un poco

13
paradójica porque ella misma se ésta justificando, el mismo producto nos da la
respuesta como cualquier acusado defiende su comportamiento.

Es importante realizar la distinción entre intereses colectivos sobre los


intereses individuales, ya que esto presupone como nos damos cuenta del papel
importante que cumplen los principios morales, en cuanto a su reconocimiento
legítimamente como razones últimas, es decir, el interés colectivo es más fuerte
porque se está buscando el beneficio, no solamente de una persona sino tal vez
de un grupo social, como dice Nino, o hasta de una sociedad.

Por ejemplo, utópico pero válido, el anhelo de los colombianos de buscar la


paz, son intereses impulsados por razones de orden moral, -para que se acabe la
guerra, para evitar tantas muertes y secuestros- en fin, -para evitar violar la
libertad del compatriota más cercano-, esta es una razón que deriva de principios
morales que comparten muchos seres humanos a nivel mundial y por lo tanto la
podemos ver justificada objetivamente como razón última para alcanzar la paz.

“¿Por qué debo ser moral?” Dice Nino que una respuesta posible sería
darle sentido de “Deber moral”. Aquí no podemos reconocer derechos y deberes
otorgados por Dios o por Alá o por entes superiores, tomar las cosas como un
deber, pero el interrogante del sujeto que cuestiona el principio moralmente
aceptado va mucho más allá y Nino logra formular una pregunta conflictiva:
“¿Qué razón moral tengo yo para hacer lo que prescribe la moral, que no sea una razón que derive
15
de los mismos principios morales?”

La pregunta además de cargar con una contradicción lógica, no es fácil de


responder, desde luego podemos sustentar, desde la argumentación de Nino, que
una sociedad adopta un discurso moral teniendo en cuenta la aceptación de
dichos principios morales y guiándolos por el orden y procurando la estabilidad,
como garantía de todos y cada uno de los que componen dicha sociedad, además

15
Ibíd. Pág.127

14
permitiéndoles unos parámetros mínimos para el desarrollo de su libertad, sin
afectar al agente que tiene inmediatamente a su lado, es decir, podemos
argumentar a favor del desarrollo libre y personal de una vida plena siempre y
cuando respetemos la estructura del discurso moral basado en principios morales
que se admitan en determinada esfera social.

Razones que deriven de la introversión individual en un dilema moral, hace


que avance la deliberación en un proceso activo de unificar principios para
generar acciones, pero, eso es diferente a decir que la introversión individual por
sí misma es superior que la propia deliberación. En distintos términos la reflexión
individual es valiosa pero cuando se puede exponer ante otras personas, pues así
se somete a críticas y reflexiones y esto constituye en sí mismo el proceso de
resolución. En cambio, una reflexión individual apenas podrá establecerse de
forma aislada en una técnica mejor que la deliberación para llegar a un consenso
frente a un dilema Moral.
Termino con una cita de Nino tratando de explicar el concepto de discurso
moral. En este punto de la reflexión me parece pertinente abordar la cita que
justifica dicho discurso moral:

Una explicación de porqué se desarrolla socialmente una cierta moralidad de discurso moral y porqué los
individuos tienden generalmente a participar en él, es todo lo que necesitamos para justificar nuestro
interés teórico por el análisis de la justificación moral y de los principios sustantivos a los que ella se aplica,
en vez de ocuparnos, por ejemplo, de una justificación que sea relativa a un tipo de discurso cuyas reglas
estipulan que prevalecen aquellos principios que son definidos con un tono más alto. De lo que debemos
olvidarnos es de la justificación no moral de la moral, pues esta es una idea auto contradictoria. Los
escépticos que sostienen que, en consecuencia, no hay nada que constituya una justificación moral son,
como siempre, los decepcionados buscadores de absolutos ininteligibles.16

Hemos hecho un ligero recorrido intentando justificar el acto de ayudar como


un deber y señalando de esta manera que en tal concepción se asegura su valor
moral, así como su imperante necesidad en el contexto de las relaciones sociales.
Al justificar racionalmente nuestra obligación moral que a pesar de lo interesante

16
Ibíd. Pag.128

15
del modelo niniano, surge un inconveniente que no se resuelve del todo y es el
enfrentamiento entre la reflexión individual y el resultado de la deliberación.

Por otro lado para enfrentar el tema de superioridad de la reflexión individual


es conveniente pensar que no significa que se abandone nuestro propio derecho,
sino el reconocimiento de limitaciones y debilidades de la naturaleza humana, de
las cuales ningún hombre está libre. Pero el resultado de la violencia y el
irrespeto de los derechos y de la propia dignidad del ser humano, es
consecuencia de las diferencias de subjetividades o ideologías de unos pocos
frente al bienestar de muchos.

16
Capítulo 2
El acto de ayudar: entre el deber y el acuerdo

El presente capítulo tiene por objeto oponer, desde una visión pragmatista
de la moral el acto de ayudar, entendido éste como producto de un encuentro
abierto, al acto de ayudar como un deber u obligación de normas objetivas sin
más. Nos interesa centrarnos en el despliegue de la primera de estas visiones
desde la lectura que Rorty hace en su texto “Objetividad, relativismo y verdad”17
texto en el cual propone sustituir el ideal positivo de “verdad” como “objetiva” por
una idea de “verdad” entendida como consenso, encuentro libre y abierto o más
precisamente “acuerdo no forzado”. En esa misma línea la concepción de la
ciencia, según Rorty, ya no ha de ser vista desde el elevado rótulo de
“objetividad”, sino más bien desde su aspecto solidario que:
Opera desde un sentimiento propio ironista liberal, que por el hecho de aceptar las contingencias de sus deseos y
creencias y por el hecho de evitar la crueldad, se siente un “nosotros” colectivo, motivado por verdad objetiva o por una
naturaleza humana común a todos y que opera como principio coactivo18.

De esta concepción de la ciencia como “solidaridad” se desprende a la vez


una visión de la moral que se opone al modelo imperante de “objetividad” propia
de las ciencias naturales o “ciencias duras”; por eso para hablar de una moral de
la solidaridad y del acto de ayudar arraigado en dicha moral será menester
primero ocuparnos de la noción de “verdad” como “objetiva” y de si dicha
concepción “objetiva” ha de valer en todo caso para el ámbito de la acción
humana. El problema en el punto que nos interesa dilucidar se resume en el
intento de dotar de sentido (un sentido que no trascienda los límites de lo humano,
de las relaciones concretas) al acto de ayudar desde una visión moral alternativa a
la moral del deber que nos viene de la Ilustración, y que es continuadora de una
tradición metafísica que hunde sus raíces en la antigua filosofía griega, tradición
que pone la verdad y los valores supremos que guían la conducta humana por

17
Tomado de. Abraham, Tomas, Alar. Badion y Richard Rorty (1995) Batallas Éticas, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, república
Argentina. Pp.59-80
18
El concepto de solidaridad en Rorty. Laerciolasso, Edilberto Lasso, sep. 29, 2005

17
encima de la esfera de lo humano, en la divinidad. Esta propuesta alternativa —la
pragmatista— señala como su horizonte más legitimo al dialogo abierto, actual y
cuyo propósito se agota en el “acuerdo no forzado” como garante de una sociedad
democrática, pluralista y civilizada.

Habrá que poner en claro entonces el porqué los denominados filósofos


pragmatistas, línea en la que se incluye Rorty, ven la necesidad de alterar toda
concepción de “verdad”, entendida en términos de “objetividad” y con ello toda
moral que se erige con tal carácter objetivo.

Esta revolución de valores absolutos por unos valores relativos a nuestras


propias formas de sociabilidad es la que se propone, para buscar reducir la
objetividad a la solidaridad como principio y fin de todos nuestros actos.

El ayudar es de vital importancia para las comunidades, es un asunto que


encierra temas tanto de orden social como político, pues el acto de ayudar implica
una cierta disposición hacia otros, disposición que además esperamos de ellos
hacia nosotros en caso de vernos en una circunstancia que amerite su ayuda y
visto entonces en esos términos se nos descubre como un acto que refleja el valor
de solidaridad, valor que cobra sentido —tal como lo mostraremos más adelante—
en un determinado contexto social: el nuestro, nuestras aún llamadas
democracias occidentales. Por esto la reflexión ha de tener el carácter, no de una
especulación meramente intelectual que ha de dirigirse a una matriz teórica que
permita fundamentar un acto tal como el de ayudar, sino más bien, debe
permitirnos cuestionar esta pretendida necesidad de “dar razón” que tan a
menudo se nos exige sobre nuestros propios valores.

Con lo que se acaba de decir, no se está desconociendo la importancia que


tiene el poder dar cuenta a los otros de nuestras propias acciones, pues de ser
así, sería una actitud irresponsable la de pretender no reconocer unos valores
sociales en los que han de tener asidero nuestras acciones. Lo que intenta

18
señalar y cuestionar Rorty, es la idea de que dichos valores sociales necesiten en
realidad “fundamento” fuerte, objetivo, y, si se quiere, de carácter neutral y válido
para todos por igual; un fundamento racional en el que dicho término se erige
como poseedor de la verdad y descarta cualquier tipo de conocimiento como
meramente irracional, a la simple opinión frente a sus acciones.

2.1 El acto de ayudar: una cuestión racional

Hemos hecho un preámbulo general al asunto que nos ocupa con el objeto
de poner sobre la mesa las dimensiones del mismo. Ahora nos corresponde
aclarar de dónde sale esa contraposición que ya se anuncia desde el inicio del
texto; contraposición que tiene nombre propio y es el llamado debate entre
“realistas” y “pragmatistas”. Pero ¿qué significa lo uno y lo otro? Al respecto Rorty
(1991) afirma:

Somos herederos de esta tradición objetivista, centrada alrededor del supuesto de que
debemos saltar fuera de nuestra comunidad lo suficientemente lejos para examinar a la luz de
algo que va más allá de ella, saber, lo que se tiene en común con todas las demás
comunidades humanas reales y posibles. (…) Gran parte de la retórica de la vida intelectual
contemporánea da por supuesto que la meta de la investigación científica del hombre es
comprender las «estructuras subyacentes», o los «factores culturalmente invariables», o las
«pautas determinadas biológicamente”. Quienes desean fundar la solidaridad en la objetividad-
llamémosle realistas —tiene que concebir la verdad como correspondencia con la realidad. (…)
en cambio, quienes desean reducir la objetividad a la solidaridad llamémosles «Pragmatistas»
— no precisan una metafísica o una epistemología. Conciben la verdad como aquello — en
19
palabras de William James— en que nos es bueno creer.

Las repercusiones de la realidad objetiva sobre la organización de la vida


social es lo que se disputa en este caso, pues el influjo de la ciencia moderna y su
modelo controlador, predictivo, ha llegado a constituir el paradigma por excelencia
de lo que ha de ser la racionalidad humana, y, con ello, todo lo demás que no se
ajuste a esos criterios de racionalidad no puede ser considerado simplemente

19
RORTY, Richard. ¿Solidaridad u Objetividad? Y la ciencia como solidaridad. Objetividad, relativismo y verdad. Paidós,
Barcelona, 1991. Pág.40.

19
como tal. Ese modelo de racionalidad propio del científico natural ha llegado a
constituir un ejemplo moral. Según Rorty,

Las inquietudes del «estatus cognitivo» y la «objetividad» son características de una cultura secularizada
en la que el científico sustituye al sacerdote. Ahora se considera al científico como la persona que
mantiene a la humanidad en contacto con algo que está más allá de sí misma. Con la despersonalización
del universo, la belleza (y, con el tiempo, incluso la bondad moral) llegaron a considerarse «subjetivas». La
verdad se concibe así ahora como el único punto en que el ser humano es responsable frente a algo no
humano. El compromiso con la «racionalidad» y el «método» se considera un reconocimiento de esta
responsabilidad. El científico se convierte en un ejemplo moral, alguien que desinteresadamente se
expresa una y otra vez ante la dureza de los hechos.20

En este momento de la argumentación podemos preguntar si dicho modelo


de racionalidad puede garantizar una sociedad abierta al diálogo, tolerante,
democrática. A primera vista parece que el problema fuese el de la
incompatibilidad de esta visión de la racionalidad con el carácter solidario que
demanda una sociedad democrática; pero el problema va incluso más allá y es
que esa visión unívoca de la racionalidad humana descarta como irracional todo
conocimiento que no se funde en principios axiológicos, que no obedezca al
método propio de las ciencias naturales; luego un conocimiento tal como el de las
humanidades así como las artes —vistos desde esta óptica—, no tendrían nada
que aportar a la sociedad más que un mero encanto.

En términos generales, la contienda se da entre lo objetivo y lo subjetivo


donde no hay que hacer un mayor esfuerzo para reconocer el culto que se le rinde
a la objetividad y de paso la condena de todo subjetivismo en el desaforado
intento de ganar el estatuto de racionalidad, cuestión que denuncia Rorty al
mostrar ese intento de las humanidades por ganar la objetividad científica en el
discurso.

Se tiene entonces la necesidad de cambiar la situación que las sociedades


actuales reflejan, pues desde esta perspectiva no habrá mucho que esperar de
unas humanidades que pretendan dignificarse asemejando su discurso al de la

20
Ibíd. Pág.57.

20
ciencia, ¿Dónde queda el papel crítico que habrían de desempeñar los
humanistas en dicha sociedad? ¿Puede seguirse llamando democrática una
sociedad que suprime las diferencias, regula y controla científicamente? Aquí el
deber de ayudar debe ser replanteado.

En una sociedad configurada de esa manera, difícilmente podríamos hallar


algún sentido al término ayudar, pues habíamos advertido al inicio del texto, lo que
dicho acto pone de manifiesto, y que ha sido nuestro término de reserva, nuestro
caballo de batalla, para hacer frente en adelante a la idea de racionalidad como
objetividad, a saber, el valor de la solidaridad.

Pero si bien habíamos sostenido con Rorty la estrecha conexión entre los
términos de ciencia, racionalidad, objetividad y verdad en nuestro contexto social,
ello no hace más que dar cuenta de una realidad que excluye como no verdadero,
irracional y subjetivo todo saber que no sea metódico y no esté fundado en una
esfera que trascienda lo humano, esto es, que se eleva hacia lo divino.

Se ha hecho relación a grandes rasgos de una imperante noción de la


racionalidad unida al ideal de la objetividad de las ciencias naturales. Pero Rorty
distingue otro sentido del término racional que es el que le ha permitido en este
caso, desprenderse de esa idea divinizada de “objetividad” y de valores absolutos,
ante los cuales no hay más opción que el ritual de la obediencia, bien sea para
obtener el éxito, la gloria o la concordancia con el orden divino.
Por eso, antes de continuar con el deber de ayudar, sería importante hacer
una pequeña reflexión sobre los dos sentidos del término «racionalidad».
En un sentido, el ya aludido, ser racional es ser metódico, es decir, tener criterios de éxito fijados de
antemano. “(…) Si ser racional significa ser capaz de fijar criterios de antemano, es plausible considerar a la
ciencia natural como el paradigma de «racionalidad» (…). Pero, de hecho, disponemos de otro significado de
«racional». En este sentido, «racional» significa algo como «sensato» o «razonable» en vez de «metódico».
Designa un conjunto de virtudes morales: tolerancia, respeto a las opiniones de quienes nos rodean,
disposición a escuchar, recurso a la persuasión antes que la fuerza. Estas son las virtudes que debe de

21
poseer una sociedad civilizada para que esta dure. En este sentido, «racional» significa algo más próximo a
21
«civilizado» que a «metódico» .

La cita advierte dos concepciones de “racionalidad”. Ambas se oponen de


manera abierta por su mismo objeto, pues los hechos de la ciencia son de
naturaleza totalmente distinta al complejo ámbito de las relaciones humanas, y la
virtud del científico en tanto que científico está lejos de servir de modelo moral a
una sociedad democrática. El solo hecho de pretender aplicar el método científico
a los fines morales implica ya tener de antemano determinado un ámbito de
realidad controlable, predecible, cuestión que nos hace pensar más en los
propósitos de regímenes totalitarios antes que en democracia.

Si optamos en cambio con Rorty por la segunda acepción de racionalidad,


hallamos que su asidero se encuentra enteramente en las relaciones humanas y
ya no en algo exterior a nosotros. Premisa inicial con la que nos acercamos a la
noción inicial de solidaridad, es “a de nosotros” en donde nosotros es algo que va
mucho más condicionado y más local que la raza Humana. Según Rorty:
“Esto tiene su razón de ser en que los sentimientos de solidaridad dependen necesariamente de las
similitudes y las diferencias que nos den la impresión de ser las más notorias, y la notoriedad estará al final de
22
cuentas en función de ese léxico último históricamente contingente”.

Desde esta panorámica los pragmatistas sustituyen el deseo de objetividad


el deseo de estar en contacto con una realidad que sea algo más que una
comunidad con la que se identifican- por el deseo de solidaridad con esa
comunidad. Esta descripción de la organización de las comunidades científicas
evoca la idea de «encuentro libre y abierto» que el autor quiere rescatar como
ámbito de posibilidad de un «acuerdo no forzado». Al pasar entonces da la noción
de ciencia como objetividad a la de ciencia como «solidaridad» el autor ha
recogido el aspecto organizacional de las comunidades científicas y lo ha ofrecido
como modelo de solidaridad.

21
RORTY, Richard. ¿Solidaridad u Objetividad? Y la ciencia como solidaridad. Objetividad, relativismo y verdad. Paidós, Barcelona,
1991. Pág.58-59.

22
Richard Rorty, Contingencia, Ironía y solidaridad, Paidós. 1996.Pág 210

22
Hemos visto necesaria hacer esta dilucidación para argumentar por qué un
acto como el de ayudar en un contexto de valores objetivos resulta algo
totalmente contradictorio, a saber, porque el mismo nombre de “valores objetivos”
deja sin contexto social efectivo la necesidad de tal acto, Luego, si el acto de
ayudar ha de devenir como una orden que sanciona una norma abstracta tal acto,
así se nos obligue a realizarlo, no cumple una función social, porque no es
producto de lo que Rorty ha denominado “encuentro libre y abierto”. Visto desde
esta perspectiva podríamos preguntarnos ¿podemos siquiera llamar un acto tal,
realizado en esas condiciones, un acto moral? Si el principio de todo acto moral
radica en la elección, y esto, en una libre elección, entonces resulta evidente que
el acto de ayudar sometido al influjo de un pretendido valor objetivo no tendrá la
suficiente fuerza persuasiva como para que yo elija hacerlo, toda vez que la
norma o valor que lo ilumina está desarraigada de mí, mismo y del contexto para
el cual pretende valer; optar por realizar un acto en tales condiciones solo puede
ser producto de una violenta imposición, carente de toda maneras de significado y
de rol social, pues ¿qué papel cumpliría un acto que no es producto de mi
relaciones con los otros?.

Hay que advertir, sin embargo, que la situación que acabamos de describir
no se puede sostener desde luego si no concedemos con Rorty la segunda
concepción de racionalidad, y con ello, de la ciencia como solidaridad. A la luz de
esta segunda acepción de racionalidad no pueden ya seguir conviviendo ninguna
clase de valores objetivos; justamente porque el ideal de objetividad se opone al
carácter móvil, contingente de las relaciones humanas.
Por el contrario, el acto de ayudar en el contexto que hemos expuesto, el de
racionalidad como “razonable”, “encuentro libre y abierto”, “acuerdo no forzado”, y,
en últimas, como solidaridad, cobra su sentido más pleno y acrecienta su valor en
el principio de solidaridad que guía las relaciones sociales. Por eso el acto de
ayudar, fundado en la dinámica solidaria de la sociedad en vez de fundarse en la
objetividad, ha de desempeñar no un rol cualquiera, sino el rol principal del
sostenimiento de dicha sociedad. Aquí, el acto de ayudar deja de ser uno más de

23
entre un conjunto de virtudes que no tenían su arraigo en la sociedad misma y
pasa a ser la expresión plena de una sociedad solidaria, democrática, que no
impone valores sino que los encarna, que no busca huir de la comunidad a la que
pertenece, sino que por el contrario, afirma su pertenencia a la misma mediante la
participación activa a que le empuja el sentir la importancia misma de la
solidaridad para el sostenimiento de las buenas relaciones de intercambio
civilizado, razonable, acordado con los otros.

Podemos intuir que en un contexto así, donde la objetividad se ha sustituido


por el ideal de la solidaridad, el conocimiento mismo habrá de constituir el anclaje
de la vida social, pues al no pretender ya la tan anhelada objetividad de antaño,
sus horizontes mismos pueden redefinirse a la luz de un intercambio continuo
propio de los diversos intereses que hacen parte de ese “acuerdo no forzado”, del
encuentro “libre y abierto”, contexto en el cual el acto de ayudar no necesita ya ser
justificado. Sí el perseguir un fin fuera utilizado como argumento último para
justificar un acto tal como el de ayudar, el reconocimiento de este seria
inoperante.

Rorty, considera que la solidaridad no es solo una cuestión ética, también es


una cuestión política, pues desde esta perspectiva, su construcción es una tarea
urgente en las sociedades conflictivas de la actualidad.

La construcción política de la solidaridad debe apuntar tanto a la protección de la corporalidad


humana (por ejemplo, de la tierra y las condiciones de vida), como a una nueva forma de vida
ética (la convivencia justa y pacífica entre todos los seres humanos, sin excepciones ni
acepciones). Para una convivencia emancipada y emancipadora hace falta, además de la
libertad y la igualdad, la solidaridad. Junto con la libertad, la igualdad y la justicia, la solidaridad
tiene que ser tanto un principio clave de orientación de la convivencia ciudadana, como también
23
una forma concreta de vida y convivencia política.

El término solidaridad como concepto puede ser comprendido de diferentes


formas: solidaridad pragmática, solidaridad moral y la solidaridad ético-política,

23
Dorando J. Michelini. CUADERNOS DE ÉTICA, Nº 39 VOL.26 2011. Política y solidaridad. Una aproximación a Richard Rorty. Pág.12

24
esta última entendida por Rorty como aquella en la que entran en juego intereses,
necesidades, derechos y todo aquello que tenga que ver con el bienestar de toda
la comunidad en general, no de unos pocos.

Siguiendo a Rorty podría afirmarse que la solidaridad ético-política debería


ser un criterio clave para juzgar la calidad de la convivencia y de la bondad, lo
mismo que de la corrección de las consecuencias de las acciones ciudadanas.

En tal sentido, según Rorty, la reflexión filosófica y la teoría política actual deberían dar un giro
solidario, puesto que los seres humanos nos hemos ocupado más de las relaciones que
establecemos con las cosas, que la que mantenemos con los hombres. Para torcer el rumbo del
pensamiento y de la acción en el contexto de esta cosificación de las relaciones humanas, la
24
reflexión filosófica y la política deberían centrarse principalmente en la solidaridad humana.

Para Rorty la filosofía tradicional se centró de manera especial en las esencias


descuidando el contexto, o sea, los accidentes, las circunstancias y la
contingencia.

Lo universal fue encubierto por la ideología del monoculturalismo que llevó a que
el hombre se comprendiera como un animal racional poseedor de una humanidad
esencial que sólo llevó a resultados dramáticos para la historia.
Culminando con esta reflexión entonces se puede entender que la función
principal de una acción moral es, que llegue a ser realmente parte de los llamados
valores globales, en donde la indiferencia no sea más el sustento del
individualismo y competitividad “contra” la solidaridad o la ayuda.

Es algo importante a resaltar, ya que la solidaridad, el deber de ayudar, está


enmarcado dentro los principios morales para favorecer el desarrollo del hombre y
de la sociedad en la cual está inmerso.

Ahora bien, desde la perspectiva en el marco de las organizaciones de


comunidades con cualidades afines, el principio de la ayuda como referente

24
Dorando J. Michelini. CUADERNOS DE ÉTICA, Nº 39 VOL.26 2011. Política y solidaridad. Una aproximación a Richard Rorty. Pág.12

25
incondicionado que guía las relaciones de esa comunidad estaría también
tambaleando porque, es claro, que la desconfianza es en este caso un obstáculo
importante en la realización de la solidaridad.

Entrelazando estas posturas las diferencias principales se da en la


concepción del término ayuda vista también desde la solidaridad que pretende
responder al diagnóstico actual de las relaciones entre seres humanos.
“Nuestro sentimiento de solidaridad se fortalece cuando se considera que aquel con el que
expresamos ser solidarios es uno de nosotros, giro en el que ‘nosotros’ significa algo más que restringido y
25
más local que la raza humana”.

Es entonces como se puede reconocer que la política tiene una obligación


fundamental que es la construcción de una sociedad solidaria, donde se den
soluciones puntuales a las víctimas, donde se corrijan las injusticias y, sobre todo,
donde se puedan satisfacer las necesidades humanas más urgentes. Pues como
dice Figueroa Muñoz,

“Si la solidaridad refleja la esencia de la ética es porque nace de la ineludible convicción de


que la suerte de otros depende de lo que hacemos o dejamos de hacer. La solidaridad no
reemplaza a la justicia, pero la compensa y complementa, le plantea una exigencia de
perfeccionamiento, la impulsa a su profundización, le muestra un horizonte, le indica una
26
dirección” .
Esta misma realidad entonces empieza a dividirse en pensamientos
particulares compartidos por semejanzas y en respuesta a proteger el bienestar
de esta comunidad particular, pero que se replica en varias partes del mundo,
aquí persiste la indiferencia a sujetos que no compartan similitudes cognitivas o
sociales con la comunidad del resto del mundo y que puede entenderse esta
posición como un mecanismo de defensa hacia alguien que no conocemos. En
estos momentos el mundo pide una solidaridad que se cree, por medio de la
capacidad armónica, para ver a los extraños como compañeros vulnerables a

25
Richard Rorty, Contingencia, Ironía y solidaridad, Paidós. 1996.Pág 208
26
Dorando J. Michelini. CUADERNOS DE ÉTICA, Nº 39 VOL.26 2011. Política y solidaridad. Una aproximación a Richard Rorty. Pág.192

26
situaciones ajenas a su voluntad. No un sistema de normas prohibitivas a
temporales
En síntesis, Rorty sugiere que la proximidad con el otro no se asume
frecuentemente o espontáneamente como fuente de obligación moral, la
concepción de verdad juega un papel como criterio no como definición de
principios morales a menos que este mediada por el intercambio, por la afinidad,
Rorty plantea, finalmente es una esperanza en la capacidad del individuo para la
empatía ya a partir de ella su voluntad para la construcción de un vínculo
solidario. Esta comprensión del sentido moral determina su concepción de
Solidaridad.
En esta nueva era están apareciendo cambios fundamentales en donde no
tenemos en cuenta nuestras afinidades sino la sola condición de vulnerabilidad del
ser humano, frente a un mundo impredecible y convulsionado trayendo como
primera reacción la solidaridad traducida en algunos, como simples acciones de
participación masiva apagando un bombillo, donando tapas etc. Acciones que nos
ayudan a explicar por qué somos conscientes de la necesidad de nuestro apoyo,
pero, que para algunos no impliquen la donación de tiempo (como las de
voluntariado), y que se lleven a cabo más ayudas que consuman poco tiempo y
que no representen mayores riesgos de interacción con un desconocido.

La ética no es un asunto para este caso -el deber de ayudar- personal, sino
que atañe a todos los que somos responsables y formamos parte de una
comunidad moral puesto que tenemos la capacidad de comprender algunos
principios éticos: de identidad, de responsabilidad. Porque un deber moral no
obedece en absoluto de, si nos afecta o nos favorece y eso se está rescatando en
igual proporción como se está multiplicando los daños hacia nuestros semejantes
en cualquier parte del mundo por infinidad de circunstancias que han vuelto a
rescatar principios y sentimientos de forma universal.

27
Conclusiones

La moral es el conjunto de reglas o normas de comportamiento que


establecen la distinción entre lo bueno y lo malo como criterio de bondad humana.
Encierra costumbres o tradiciones, algunas formas de convivencia, como prácticas
religiosas, económicas, jurídicas, educativas, etc., y todas ellas son necesarias
para vivir en armonía. Dentro de estas formas de convivencia se hallan los
valores, que cumplen la función de principios universales: justicia, amor, verdad,
etc., principios que llevan a que nuestro comportamiento sea el que se requiere
para poder llevar una vida tranquila y equitativa respetándonos los unos a los
otros y cumpliendo con el deber de ayudar.

De acuerdo a Rorty, el progreso moral está más ligado a las descripciones


detalladas del dolor y la humillación que a los tratados religiosos o filosóficos;
cuando se tiene compromiso moral habrá más sensibilidad para profundizar en la
comprensión de las diferencias entre las personas y sus necesidades, ya que el
mejoramiento en las condiciones de vida desarrollará más la capacidad de
empatía y el ser humano se volverá más decente.

Es como una especie de conducta, donde se aprende a distinguir lo bueno


de lo malo, donde la responsabilidad moral pasa a ser una obligación,
especialmente donde se conozca los fundamentos que rigen las actuaciones y así
cumplir con una labor donde se practiquen valores personales, comportamientos
éticos y se refuercen con los valores morales. Tenemos el deber de ayudar a los
seres sintientes porque tenemos el deber lógico de respetar el principio de
identidad. Y los seres sintientes son los únicos que tienen identidad, conciencia de
su existencia.

28
Finalmente se puede considerar a Nino, (2001) para quien:
“aunque prefiramos no recordarlo todo el tiempo, que nuestra vida esta permanente acechada por
infortunios que pueden aniquilar nuestros planes más firmes, nuestras aspiraciones de mayor aliento, el
objeto de nuestros afectos más profundos. No por ser obvio deja de ser motivo de perplejidad el hecho de
que este carácter trágico de la condición humana este dado además de por la fragilidad de nuestra condición
27
biológica y por la inestabilidad de nuestro entorno ecológico, por obra de nosotros mismos” .

Con esta cita confirmo la necesidad de hacer una reconstrucción de la


moral, donde no se persiga el éxito sino el bien común, el cual esté apoyado en la
dignidad de la persona humana; es a partir de la concepción de nosotros mismos,
de lo que se quiere llegar a ser, donde se podrá fundamentar una relación con los
demás orientada hacia el bien personal y social, partiendo de un conocimiento
racionalmente válido de lo que puede hacerse y de lo que debe omitirse,
reconociendo además las cuestiones universales de orientación hacia el bien
común desde la perspectiva del deber de ayudar.
Si en efecto no tenemos la obligación moral de utilizar nuestra vida para
conservar la de otros entonces una situación de necesidad no sería argumento
que justifique por si solo que moralmente debamos ayudar a nadie que se
encuentre en dicha situación. Sugiero que el fundamento de estas posturas esta
en nuestra libertad, como seres responsables para elegir entre lo correcto e
incorrecto. Para desprendernos de esta dicotomía cito:

Algunas personas creen que la ética no es aplicable al mundo real, porque la consideran como un sistema de
normas cortas y simples del tipo “No mentir”, “No robar” y “No matar”. No es de extrañar que aquellos que sostienen esta
postura sobre la ética crean igualmente que la ética no esté adaptada a las complejidades de la vida. Las normas siempre
entran en conflicto en situaciones poco usuales e incluso cuando no lo hacen, seguir una norma puede conducir al
desastre. Pero si estuviésemos viviendo en la Alemania y la Gestapo tocara a la puerta buscando judíos, seguramente
estaría bien negar la existencia de la familia judía que se esconde en el ático28.

27
Nino, Carlos S. Ética y Derechos Humanos. Edit. Ariel Derecho Pág.4
28
Singer, Peter. Ética practica. Segunda edición. Edit. Cambridge. 1995. Pág. 3

29
La sociedad actual todos los días nos muestra consecuencias del mal o
buen manejo de nuestras acciones frente a otros y es precisamente esa violación
flagrante del principio moral de identidad29, puesto que nos vemos siempre
diferentes ya sea por el color, raza, descendencia o educación, que nos impide
ver la causa de nuestra indiferencia hacia seres totalmente iguales, pertenecientes
a una raza altamente expuesta a riesgos causados mayormente por nosotros
mismos, olvidándose del componente humano central y universal que es la razón
facultad que es la fuente de nuestro desarrollo democrático y que no debe ser la
causa de nuestra separación e indiferencia, tenemos la responsabilidad de
solucionar y cambiar la realidad de algunos semejantes, en donde jamás había
existido una causa que nos uniera más, que nuestra misma especie y que
finalmente es la que está justificando principios morales universales, para
salvaguardar las condiciones mínimas de sobrevivencia digna dentro de una
sociedad.

29
La identidad es decir, la consciencia de uno mismo y de lo que nos rodea, es el hecho de experimentar
sensaciones, tener consciencia e intereses, Desde el punto de vista ontológico la identidad se expresa en el
principio ontológico de identidad, según el cual toda cosa es igual a sí misma.
www.webdianoia.com/glosario/display.php?action=view&id...

30
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