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¡Yuko! ¡Yuko! ¡Mira! ¡Mira! ¡Lo terminé!

- Sus pequeñas manos con un tembloroso agarre


mostraban una fina, detallada flauta, hermosos flores de ciruelo tallados envolvían el
instrumento. Una dulce, blanca sonrisa, entrecerraban sus ojos fulgurantes - ¿Te gusta? Lo hice
para ti – dijo, con la cabeza gacha tratando de ocultar el delator rubor de sus mejillas.

¡Es hermoso! ¡Me encanta! – enunció, tomando delicadamente el obsequio entre sus manos;
como si se tratara de la joya más hermosa, más sensible. Sin embargo un fuerte golpe tumbó a
Yuko en el pavimento de las plantaciones de cosecha, la flauta rodó de sus manos, una figura
corpulenta ahora era poseedora del instrumento, con sus redondos dedos sostuvo el
instrumento meneándolo, avanzando hacia su camaradas quienes lo esperaban a solo pasos
cuesta abajo del santuario.

¿HERMOSO? ¡ESTO ES HORRENDO! ¿QUÉ ERES YURI? ¿UNA NIÑA? – entre risas burlonas el
niño gritaba pretenciosamente mirando a sus acompañantes, quienes disfrutando del
espectáculo riendo incesantemente, jugando entre pases largos con el obsequio, fingiendo
que se les resbalaba de sus manos.

¡SHEN! ¡Devuélvemelo! ¡Ahora! – gritaba Yuko, corriendo hasta ellos, hasta que un crujido
detuvo su acción, la flauta rodó en mitades hasta sus pies.

¡OH! ¡SE ROMPIO! ¡JAJAJAJA! – Dijo Shen, como si su acción se tratara de una gran hazaña -
¡YURI! ¡TOOONTO! ¡NI SIQUIERA TU FLAUTA SIRVEEEE! ¡JUSTO COMO TÚ! – exclamó lanzando
un bufido, partiendo rumbo junto a sus camaradas.

¡BUM!

Una fuerte patada directo en su espalda tumbó a Shen, quien furioso volteó dispuesto a dar
pelea, entonces alguien se abalanzó sobre el proporcionándole un golpe directo en el rostro.
Temeroso volteó buscando a sus compañeros, mas estos corrían asustados, escapando,
encontrándose completamente solo.

¡¿QUÉ DIJISTES SHEN?! ¡REPITELOOOO! – gritaba Keshi, a punto de proporcionarle otro golpe,
entonces unas pequeñas manos detuvieron su puño. Yuri se encontraba detrás de él,
sosteniendo la mano de su amigo, moviendo ligeramente su cabeza, en signo de negación, el
pedido era claro, no era necesario seguir.

Keshi se puso de pie, liberando a Shen de su agarre, quien al verse libre, se abalanzó hacia él,
pero Keshi reaccionó de inmediato esquivando el ataque, para contratacar luego, dejando a su
oponente en el suelo, quien a duras penas se había puesto de pie tiempo después, para correr
torpemente, escapando.

Lo siento Yuri – dijo, su amigo le mostraba al pequeño los restos de su trabajo. Sin embargo la
respuesta que obtuvo causó desconcierto en él. Una débil sonrisa, junto a un, no importa, por
parte de Yuri, fue lo único que recibió. Keshi miró a Yuko, quien abrazaba al pequeño, dando
suaves en toques en su cabeza, el rostro de ella indicaba que no había más por decir. Sólo
acompañar a Yuri, estar junto a él.

Tiempo después Yuri se despidió de sus amigos, agradeciéndoles por su apoyo y con la
promesa de que haría un nuevo instrumento para ella, para ellos. Pero tal obsequio no llegó en
días, ni meses, ni siquiera años, hasta el presente.

Yuko recordaba esa sonrisa, aquella que Yuri le había mostrado esa vez cuando eran
pequeños, la que le había mostrado hace unas horas cuando vino buscando los cestos. La
sonrisa del adiós.

Entre sus recuerdos, un llamado a su puerta captó su atención. << ¿YURI? >> - se preguntó.
Más al abrir, una punzada acrecentaba en su pecho. El rostro de angustia en la madre de su
amigo le robaba la respiración.

Yuko ¿Has visto a mi hijo? No lo encuentro por ningún lado – musitaba Hiroko, quien no
parecía percatarse de como su cuerpo empapado por la lluvia temblaba – Él aún no ha
regresado a casa, así que pensé que tal vez estaría aquí. ¿Dónde está? ¿Esta con Keshi?
¡Llámalo por favor! ¡Te lo reugooo! ¡Llamaloooo! – sus palabras suplicantes ahora mostraban
desesperación.

La mujer calló de rodillas, llorando amargamente, gimiendo buscando como recuperar el


aliento, entre sus acciones dejó escapar de entre sus manos un viejo pergamino. Yuko,
asustada, rogando que sus sospechas no se cumplan, tomó el pergamino. Que una vez
terminado de leer lo dejó caer, volteó desesperada rumbo a la habitación de su esposo, el cual
estaba de pie observando la escena, sus ojos indicaban desconcierto.

Keshi, ¿Dónde está tu orden? ¿Dónde la dejaste? – preguntó con su voz entrecortada

Lo dejé junto a la… pero cuando Keshi volteó a ver el lugar en donde había puesto el rollo, notó
que no estaba, ahora en aquel lugar yacía un flauta cubierta con tallados de flores de ciruelo.
¡¿Dónde está el rollo?! ¡Keshiiii! ¡¿Dónde está el…. rollo?! ¡¿Dóndeee?! – gritaba Yuko, hacia
su esposo golpeando el pecho de su pareja, inútilmente, sus delicadas manos temblaban, su
cuerpo entero lo hacía.

¿Yuko? ¿Qué sucede? – indagó, liberándose gentilmente del ataque de su esposa, mirándola
fijamente, suplicando una explicación.

Yuri… se fue, él se… él… se… fue – las lágrimas brotaban, inhabilitándole el poder continuar
hablando. Su voz era cada vez menos audible.

¿Qué? – respondió

Yuri se fue, él tomó tu lugar Keshi. Él se fue… para siempre – aquellas palabras fueron lo último
que escuchó Keshi de su esposa, quien lloraba desconsoladamente recostada entre sus brazos,
como un soporte, evitando que se derrumbara por completo, buscando consuelo.

Keshi solo observó como el padre de Yuri ingresaba junto a su hija, seguidos por la señorita
Minako, para auxiliar a Hiroko, quien lloraba incesantemente, postrada de rodillas, llamando a
su hijo entre gritos ahogados, suplicando que regresara, lagrimas amargas recorrían su rostro,
no había rastro de aquella mujer de resplandeciente alegría que Keshi recordaba con cariño,
en su rostro yacía un profundo dolor, lleno de desesperación, eterno sufrimiento, el signo de
pérdida.

<< Ancestros, guíen firmemente el sendero de mi amigo, acúnenlo en su protección,


haciéndolo volver a casa, permítanme ver a mi amigo otra vez, se los ruego >> - pensó Keshi,
suplicando desde el interior de su ser, una lágrima bordeaba su rostro, un ruego sincero.

FA FA FA TIAN MEI MEI TIAN LEN FA LI TORU FA MEI TIAN FA FA KUMI SHE FA LI FA LEI FA FA
FA

HONOR TRADICIÓN PODER HONOR SERVIR HONOR COSTUMBRE ORGULLO FAMILIA AMOR

Eco tras eco, palabras ondeantes terminantes en susurros inundaban a ciegas la penumbra de
la habitación, un majestuoso, más sencillo santuario, llenándose con brotes de luz, cada
símbolo resplandeciente como fulgor de mil estrellas, nombres llenos de tradición, legados
plasmados en pilares de piedra, ancestros de generación tras generación, siendo invocados por
lamentos, suplicantes de protección, guardianes celestiales, presenciando el ruego sincero de
un amigo.

Pequeñas brotes de luz, impregnándose a un ser inexiste, formando diversas figuras,


buscando un solo modelo, Tian, hombre azul de larga cabellera llena de estrellas, el ancestro
mayor ha despertado. Así uno tras otro, pequeñas luces de diferentes colores tomaban
formas reflejando a cada ancestro, Mei, rodeada de blancos brotes de luz; She, escarlata; Toru,
imponente hombre gris. Generación tras generación habitando el santuario de la familia Fa –
Tsuki.

¡HERMANOS! ¡NOS HA CONVOCADO! ¡UN PEDIDO DE PROTECCIÓN! – enunciaba Tian, su voz


eran ecos imponentes, llenos de fluidez.

¡SOLO UN DESEO PURO DE CORAZÓN PUEDE TRAERNOS! – respondió Mei, voz dulce pero no
titubeante.

¡PROTECCIÓN! ¡HEMOS DE BRINDAR! – dijo Kumi

¡A LA FAMILIA FA-TSUKI! – añadió She

¡A YURI! ¡BRINDAREMOS PROTECCIÓN! – finalizó Lei

¡SHU JJ! ¡TE ORDENO DESPERTAR! – Proclamó Tian - ¡SUENA TU GONG! ¡INVOCA A LOS
GUARDIANES!

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