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MENSAJES DESTACADOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARIA AL PADRE ESTEBAN GOBBI

RELACIONADOS A LA GRAN APOSTASÍA DE ROMA

(Dongo (Como), 24 de diciembre de 1989 Noche Buena)


El tiempo se ha cumplido.
«Hijos predilectos, vivid Conmigo en acto de oración incesante y de profundo recogimiento, estas horas de la Noche Santa.
El tiempo se ha cumplido.
Desde cientos de años se ha venido esperando este acontecimiento: voces de profetas y de enviados de Dios habían tenido encendida
la antorcha de la esperanza y de la espera.
El curso del tiempo y de la historia confluían ambos hacia este extraordinario momento. En esta Noche Santa todo tiene su
cumplimiento.
Yo, Virgen y Madre, doy a luz a mi Hijo Divino: mi castísimo esposo José está junto a Mí y lleva en su persona la presencia de todos los
pobres de Israel;
la Gruta rústica se vuelve regia por el Hijo de David, llamado a sentarse sobre su trono real;
los pastores acuden para ofrecer el homenaje de los sencillos y de los pobres de espíritu;
el coro de los ángeles canta y trae la luz inocente de los niños, de los pequeños, de los puros de corazón.
Con qué inefable amor y delicada ternura, Yo deposito sobre el pobre pesebre a mi Hijo Divino, el Primogénito del nuevo pueblo de
Israel, el Unigénito Hijo del Padre, el Mesías prometido y esperado desde siglos.
En esta Noche Santa las profecías se realizan, todo tiene su perfecto cumplimiento.
El tiempo se ha cumplido. Vivid con amor, con confianza y con gran esperanza esta Navidad. Es la Navidad de 1989. Es la Navidad de un
año que ha sido muy importante.
Vividlo Conmigo, Madre que cada día os engendra aquella vida que mi Niño os ha dado con su venida entre vosotros. Vividlo con mi
esposo José, en acto de humilde y dócil colaboración al designio de vuestro Padre Celestial. Vividlo con los pastores que acuden
festivos, con la alegría de ser vosotros también testimonios del anuncio, que aún hoy sigue proclamando la paz y la salvación a todos los
hombres.
Vividlo con los pequeños, los sencillos, los pobres, que hacen de trono real al dominio de mi Hijo Jesús. Vividlo con los Ángeles que
cantan armonías divinas y ofrecen el amor a esta pobre tierra, que nunca estuvo tan amenazada y golpeada. Vivid en espíritu de alegría
profunda esta vuestra Navidad.
Puesto que el tiempo se ha cumplido. Ya entráis en los acontecimientos que os preparan para su segunda Navidad.
Os aproximáis al momento del glorioso retomo de Cristo.
No os dejéis, pues, apoderar por el temor, ni por la tristeza, ni por una vana curiosidad, ni por inútiles afanes. Vivid con la simplicidad de
los pequeños, todos los momentos de este nuevo Adviento en mi Corazón Inmaculado y poned empeño en actuar con rapidez para
abrir de par en par las puertas de los hombres y de los pueblos al Cristo que viene. Y abrid el corazón a la esperanza para acoger con
alegría el anuncio que hoy os doy: se está cumpliendo el tiempo de su glorioso retomo.»
(Dongo (Como), 24 de diciembre de 1989 Noche Buena)

Ciudad de México (México),


13 de octubre de 1990 Aniversario de la última Aparición de Fátima
Yo revelo mi secreto:
«Hoy vosotros recordáis mi última aparición ocurrida en Fátima en un día como este, en el año 1917, y confirmada por el milagro del
sol.
Hoy os anuncio que está a punto de nacer la nueva Iglesia de Luz, que mi Hijo Jesús se está formando en todas partes de la tierra, para
que esté pronta para recibirlo, con fe y con gozo, en el cercano momento de su segunda venida.
El reino glorioso de Cristo, que será instaurado entre vosotros con la segunda venida de Cristo al mundo, está cerca.
Este es su retomo en gloria. Es su retomo glorioso, para instaurar entre vosotros su Reino y devolver a toda la humanidad, redimida por
su Preciosísima Sangre, al estado de su nuevo Paraíso terrenal.
Lo que se está preparando es algo tan grande, como nunca lo ha sido desde la creación del mundo. Preparaos con humildad, con fe, con
oración intensa.
Preparaos recogiéndoos todos en el Cenáculo espiritual de mi Corazón Inmaculado.
Preparaos en el silencio y en la espera.
Yo revelo mi secreto solamente al corazón de los pequeños, de los sencillos, de los pobres, porque ellos lo acogen y creen en él.
Por eso Jesús, en estos tiempos, está actuando con fuerza para preparar su venida en la vida de los sencillos, de los pobres, de los
puros, de los pequeños.
Con un número pequeño de estos niños el Señor pronto instaurará en la tierra su reino glorioso de amor, de santidad, y de paz.»

Malvem, Pensilvania (U.S.A.),


15 de noviembre de 1990
Ejercicios Espirituales, en forma de Cenáculo con 3 Obispos y 250 Sacerdotes del M.S.M. de los Estados Unidos y Canadá
La hora de la gran prueba:
«Hijos predilectos, hoy quiero deciros, el gozo y el consuelo tan grande que siente mi Corazón Inmaculado, al veros reunidos, en tan
gran número, en estos Ejercicios Espirituales que hacéis bajo forma de un continuo Cenáculo.
Habéis venido de casi todos los Estados de vuestra Nación, de Canadá y de otros Países de América Latina.
Os reunís en la oración hecha Conmigo, con el rezo del Rosario completo, con la escucha de mi palabra, con la solemne hora de
adoración Eucarística y con la concelebración de la Santa Misa, siempre presidida por un Obispo, durante la cual renováis vuestro acto
de consagración a mi Corazón Inmaculado.
Habéis querido hacer aún más intenso vuestro acto de amor y reparación a Jesús presente en la Santísima Eucaristía, con vuestra
adoración nocturna, tan querida y bendecida por Mí, porque ha dado tanto consuelo y tanta alegría al Corazón Eucarístico y Sacerdotal
de Jesús.
Ahora os anuncio que la hora de la gran prueba ya ha llegado. — La gran prueba ha llegado para vuestra Nación. ¡Cuántas veces, como
Madre preocupada y dolorida, he querido invitar a mis hijos a recorrer el camino de la conversión y del retomo al Señor! No he sido
escuchada.
Habéis seguido por el camino del rechazo de Dios y de su ley de amor.
Se han difundido cada vez más los pecados de impureza, y la inmoralidad se ha extendido como un mar que ha sumergido todas las
cosas.
Se ha justificado el pecado impuro contra naturaleza de la homosexualidad; se ha generalizado el uso de los medios para impedir la
vida, mientras los abortos, estos asesinatos de niños inocentes que claman venganza ante Dios, se han difundido y son practicados por
todas partes en vuestra Patria.
Ya está próximo el momento de la Justicia Divina y de la gran Misericordia.
Conoceréis la hora de la debilidad y de la pobreza; la hora del sufrimiento y de la derrota; la hora purificadora del gran castigo.
— La gran prueba ha llegado para vuestra Iglesia.
Se han seguido difundiendo los errores que han llevado a la pérdida de la fe.
Muchos Pastores no han estado atentos, ni vigilantes y han permitido a muchos lobos rapaces, disfrazados de corderos, introducirse en
la grey para llevar el desorden y la destrucción.
¡Qué grande es vuestra responsabilidad, oh Pastores de la Santa Iglesia de Dios!
Se sigue por el camino de la separación del Papa y del rechazo de su Magisterio; hasta se prepara a escondidas un verdadero cisma que
pronto podrá llegar a ser abierto y proclamado.
Entonces quedará solamente un pequeño resto fiel que Yo guardaré en el jardín de mi Corazón Inmaculado.
— La gran prueba ha llegado para toda la humanidad.
El castigo que he predicho en Fátima y es contenido en esa parte del secreto que todavía no os ha sido revelado, está a punto de llegar.

Ha llegado para el mundo el gran momento de la Justicia Divina y de la Misericordia.


Por esto os he querido aquí.
Vosotros debéis ser los apóstoles de estos últimos tiempos. Id a todas partes y proclamad, con fortaleza y valor, el Evangelio de Jesús.
Caminad por la senda del desprecio del mundo y de vosotros mismos. Iluminad la tierra en estos tiempos de gran oscuridad.
Haced bajar sobre el mundo los rayos de luz de vuestra fe, de vuestra santidad, de vuestro amor.
Habéis sido escogidos para combatir con valor contra la fuerza de aquél que se opone a Cristo, para conseguir, al final, mi mayor
victoria. Salid de este Cenáculo con confianza; salid con gozo y con una gran esperanza.
Yo estoy con vosotros.
Yo me manifiesto por medio de vosotros.
Yo realizaré prodigios en vosotros, para que todos puedan ver mi Luz y sentir mi presencia maternal.
Junto a vuestros seres queridos, y a las almas que os han sido encomendadas,
os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»

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