La siguiente colección de melodías fue compuesta con el objetivo de auxiliar mi
aprendizaje autodidacta de la quena. Antes de que comenzaran los días, que pronto fueron meses, de encierro preventivo en 2020, tomé la afortunada decisión de invertir mi dinero en comprar un modelo profesional de este maravilloso instrumento. Comenzaba así mi aislamiento con la favorable perspectiva de emplear sus horas en algo mínimante útil, ante el riesgo de que, imposibilitado de pisar la calle y de reunirme con otras personas, estas se consumieran en el ocio, necesario pero a la larga tedioso, de ser consumidor pasivo de audiovisuales frente a una pantalla. Aunque no quiero decir con esto, porque estaría mintiendo, que la pandemia de COVID-19 no haya significado la evasión diaria de una realidad espantosa (y la crisis sanitaria, con sus millares de muertos diarios y la amenaza de contagios masivos, que pronto arrebatarían de angustia a Latinoamérica, validarían aquella expresión, quizás reaccionaria pero sin lugar a dudas atinada, de que la historia es la posibilidad de los espantos, escrita por Miguel de Unamuno durante su destierro en Francia) a través del escape y el entretenimiento ofrecidos por las diversas plataformas de streaming y video que hoy en día están al alcance de cualquier persona capaz de pagar por un servicio que brinde acceso de red. También los libros que guardaba en mi biblioteca fueron de ayuda en este contexto, y la compañía, durante dos semanas que pasé en Ensenada, de Walkis y de Fran, seres queridos que comparten mi pasión por la música. Fue con elles, en efecto, que pude progresar en mi auto-enseñanza de la técnica de la quena, valiéndome para hacerlo de los medios que mi propia intuición e imaginación musical me proporcionaban. Intuición e imaginación embebida desde temprana edad en la teoría y la práctica de la música. A la experiencia de haber aprendido piano y clarinete durante mi adolescencia le debo, en gran parte, la facilidad y los rápidos progresos que obtuve con la quena. El clarinete, mi primera aproximación a los instrumentos de viento, es un instrumento moderno y europeo, cuya técnica amerita una enseñanza profesional y minuciosa, así como un gasto constante de dinero (pues las cañas cuya vibración producen el sonido de este instrumento, si bien no son costosas por separado, deben ser cambiadas con regularidad para que el estudiante pueda brindarle un sonido óptimo). Cuando tuve la quena entre mis manos, como me imagino que le pasaría a cualquier persona que pasa de la embocadura del clarinete y del sonido de la caña simple, en donde se utiliza toda la boca e incluso se muerde la parte superior de la boquilla, no pude sacarle el sonido. Y fue a base de prueba y error que, pasado unas semanas, pude lograrlo. Con esto quiero invitar a cualquier persona que, habiendo tomado una quena o cualquier otro instrumento de viento, se haya visto frustrado de no haber siquiera conseguido un tono al soplarlo, a que no se desanime. Realmente, no existe persona que pueda hacerlo bien durante los primeros mese (o a lo mejor sí existen, pero se trataría de individuos que accedieron a todos estos secretos gozosos de la música a muy temprana edad). A base de prueba y error, también, fui familiarizándome en los primeros días de abril con los distintos tonos del registro grave de la quena en sol. Aún recuerdo mi cara frente al espejo intentando posicionar los labios de la manera adecuada para obtener el sol más grave del instrumento, que es especialmente difícil de obtener, mientras pensaba “esto en el clarinete no costaba nada; simplemente mandaba aire, y el sonido salía”. Por supuesto, todo instrumento tiene sus dificultades y sus facilidades; la digitación del clarinete, en cambio, jugaba en su contra: resultaba antinatural, y requería un ejercicio enorme de la memoria. En ese aspecto fui entregándome alegremente a la dulce dinámica de la quena, en donde sólo es preciso preocuparse de siete agujeros (y de colocar la intención adecuada en el soplido). Con el paso de los meses, y a medida que el virus se expandía por América Latina, me encontré con material de apoyo que hoy se distribuye libremente por internet, en especial, distintos videos y el manual de Raymond Thevenot, que explican con simpleza algunos detalles técnicos (como la necesidad de sujetar el instrumento con los meñiques y con la parte lateral de los dedos índices en las posiciones en que se destapan todos los agujeros) y proponen algunos ejercicios. Pero no conforme con el auxilio que éstos me brindaban y, en especial, con algunos detalles la didáctica empleada en ellos, me surgió una necesidad consistente en dar un paso adelante en mi autoaprendizaje de la quena. Así empecé a crear mis propios ejercicios que se ajustaran a las necesidades que me encontraba en el proceso. Aquellos que figuran en las primeras parte del manual de Thevenot son más que válidos; incluso, podría llegar a decirse que necesarios. Pero limitándome a ellos, y negándome a mí mismo la posibilidad de crear y de improvisar melodías y ritmos, nunca iba a encontrar esas alternativas y direcciones originales que permitieron, poco a poco, la expansión de mi pasión por la música a un campo nuevo y hacer de la quena un canal propicio a la evolución de mis ideas musicales. Estas demostraban ser genuinas en la medida en que, alejándome de cualquier formalidad, intentaba variar (con los pocos sonidos que era capaz de tocar hasta ese punto) melodías populares y canciones que me eran familiares. Incluso, cuando estaba relajado, al aire libre, empezaba a improvisar (con una ejecución defectuosa pero a la vez ejercitando y repitiendo aquellos detalles en donde veía que necesitaba fortalecerme). Además de genuinas, estas ideas que brotaban de mi interior estaban enmarcadas en una tradición musical, y cada una de ellas reconocía una influencia rastreable en algún punto de mi sensibilidad como músico: una de las primeras melodías que fui capaz de tocar con la quena era un tema folklórico de Rumania, de esos que Béla Bartók compiló y transcribió durante sus viajes por el Este de Europa. También aparecían en mis improvisaciones ritmos y tonalidades características de la música folklórica y popular de América Latina, como la cumbia, la milonga y el huayno. Así, de esta exploración, algo anárquica y repleta de imperfecciones, surgieron los siguientes ritmos y melodías, que ofrezco como un repertorio de estudios capaces de auxiliar el aprendizaje de una ejecución musical para la quena en sol. Cada pieza, por separado, responde a una necesidad concreta de superar alguna debilidad en mi forma de tocar, a un momento específico de mi autoenseñanza frente a las particularidades e incógnitas que hallaba en instrumento que desconocía. Vean, por ejemplo, la primera de ellas. Como escribí unos renglones arriba, durante mis improvisaciones, trataba de buscar y de repetir aquellos sonidos que no me salían con facilidad. Es por eso que en la pieza que encabeza el repertorio, en los compases seis y ocho, la alteración accidental del do al do sostenido cumple una función inmediata, precisa. Y esa función supone mucho más que el énfasis de un maestro por la superación de una dificultad técnica (correr levemente la yema del dedo que cubre el agujero para obtener el tono intermedio entre do y re); la intención fundamental, propuesta como un reto y un descubrimiento auditivo, es el reconocimiento sonoro de cómo lograr un intervalo de segunda menor (do natural – do sostenido) y, a través de él, la exploración del asombroso espectro musical que ofrece la quena. Todo esto, permitiéndome emplear los días que durase el aislamiento social en la invención de melodías sencillas pero a la vez dinámicas, gustosas de tocar y de escuchar. Y con el objetivo de contraponerlas a la aridez de todos esos ejercicios de manual que, concentrados en la adquisición de las habilidades necesarias o preliminares para que un estudiante pueda tocar la quena, son, las más de las veces, partituras carentes de énfasis vital, despojadas de encanto y de sabor, de las que no queda memoria ni generan ganas de silbarlas o tararearlas siquiera. Así las ofrezco como un regalo para los amantes de los instrumentos de viento o del sonido de la quena, distribuyendo gratuitamente las partituras, y, además, con la intención de acompañarlas con una grabación de mi propia interpretación de todas ellas, para orientar a quien quiera aprenderlas o el disfrute de quien las quiera oír.