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Manuel Garcia-Pelayo Las transformaciones del Estado contemporaneo Alianza Editorial Primera edicién en “Alianza Universidad”: 1977 Segunda edicién en “Alianza Universidad”: 1985 Undécima reimpresién en “Alianza Universidad”: 2005 Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisién y/o multas, ademas de las correspondientes indemnizaciones por dafios y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren 0 comunica- Ten pablicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artistica 0 cientifica, 0 su transformacién, interpretacién o ejecucién artistica fijada en cualquier tipo de soporte 0 omunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacién. © Herederos de Manuel Garcia-Pelayo © Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1977, 1980, 1982, 1985, 1987, 1988, 1989, 1991, 1992, 1993, 1994, 1995, 1996, 2005 Calle Juan ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; teléf. 91 393 88 88 www.alianzaeditorial.es ISBN: 84-206-2196-X Depésito legal: M. 32.926-2005 Impreso en Lavel, S. A. Gran Canaria, 12. Humanes de Madrid (Madrid) Printed in Spain I EL ESTADO SOCIAL Y SUS. IMPLICACIONES 1. Introduccién Es obvio que nos. encontramios ante un momento histérico carac- terizado por grandes transformaciones en distintos aspectos y secto- res tales.como el cultural, el, econémico, el. social, el internacional, etcétera, transformaciones que son mucho més profundas que las grandes divisiones politicas del planeta en Estados capitalistas, neo- capitalistas y socialistas o en paises desarrollados y en trdnsito al desarrollo, aunque, naturalmente, las mencionadas ‘transformaciones tengan modalidades distintas en cada uno de los pajfsés y ‘sistemas. Parece no menos claro que el Estado no podia escapat a esta funda- mental transformacién y que, con o sin revoluciones politicas vio- lentas, la estructura y funcién estatales han de sufrir también las co- trespondientes mutaciones. Vamos a prescindir en nuestra exposicién de las democracias populares o socialistas, es decir, de las estructuras estatales de los paises socialistas de inspiracién soviética, para ce- fiirnos a la nueva modalidad estatal surgida en los paises neocapita- listas..Tal modalidad ha sido designada con distintos nombres como Welfare State, «Estado de bienestar» y «Estado socialdemécrata», denominacién debida a Boulding y por la que no se significa, en este caso ningiin vinculo especffico con Ja socialdemocracia como partido, sino un tipo de Estado interesado en el bienestar y obleaents opuesto al comunista y al autoritario’, También se le ha Mamado «Estado de partidos» en cuanto que el actor o sujeto real del poder 1K, Bouding, The Organizational Revolution, Chicago, 1953, pp. 179 y ss. 13 4 Manuel Garcia-Pelayo estatal son los partidos, y «Estado de asociaciones» (Verbindes- taat) en cuanto que las decisiones estatales estén fuertemente influi- das por los grupos de intereses organizados. Otra denominacién, en fin, es la de «Estado social». Las ideas del’Estado subyacentes a las mencionadas denominaciones se han desarrollado plenamente en los paises industrializados y postindustrializados?, pero algunas de ellas sirven indudablemente de modelo orientador para los pafses en trén- sito al desarrollo del mismo modo y, en ocasiones, con las mismas frustraciones, que en el siglo pasado y a comienzos de éste servian de modelos las constituciones democraticas y liberales. Las denomi- naciones de «Estado de partidos» y de «Estado de asociaciones» aluden a problemas especificos del proceso de distribucién del po- der. El concepto de Welfare State se refiere capitalmente a una di- mensién de la polftica estatal, es decir, a las finalidades de bienestar social; es un concepto mensurable en funcién de la distribucién de las cifras del presupuesto destinadas a los servicios sociales y de otros indices, y los problemas que plantea, tales como sus costos, sus posibles contradicciones y su capacidad de reproduccién, pueden también ser medidos cuantitativamente*. En cambio, la denomina- cién_y el concepto de Estado social incluyen no sélo los aspectos del bienestar, aunque. éstos sean uno de sus componentes capitales, sino también los problemas generales del sistema estatal de nuestro tiempo, que en parte pueden ser medidos y en parte simplemente entendidos. En una, palabra, el Welfare State se refiere a un. aspec- to. de la accién del Estado, no exclusiva de nuestro tiempo —pues- to que el Estado de la época del absolutismo tardfo fue también calificado como Estado de bienestar—, mientras que el Estado social se refiere a los aspectos totales de una configuracidn estatal tipica de nuestra época. 2. Breve referencia histérica “Como precursor de la idea del Estado social suele citarse, con razén, a’ Lorenz von Stein, quien en 1850* escribfa que habfa ter- 2 Sobre la sociedad postindustrial véase, ante todo, la obra de D. Bell, The Coming of Post-Industrial Society, New York, 1973. Vid. también A. Tourain, société post-industrielle, Paris, 1969 y, més ampliamente, Production de la société, Pasis, 1973, asi como también Z Brzezinsky, La révolution technétro- nique, Paris, 1971 (titulo original en inglés: Between Two Ages). 3 Vid. ehtre ottos, HL. L. Wilensky, The Welfare State and Eijudlity. Struc- tural and Ideological’ Roots of Public Expenditures, Berkeley and Los Ange- les, 1975. También P. F. Drucker, The Unseen Revolution. How Pension Fund Socialism came to America, New York, 1976. * Lorenz von Stein, Geschichte der sozialen Bewegung (1850), edicién mo- dena, Miinchen, 1921! Las transformaciones del Estado contempordneo 15 minado la época’ de las revoluciones y de las reformas politicas para comenzar la de las revoluciones y reformas sociales. Sélo una teorfa y una praxis polfticas conscientes de este hecho podrdén en- frentar con éxito el porvenir. Partiendo de supuestos hegelianos y de la neta distincién (aunque no separacién) entre el Estado y la so- ciedad, afirma que aquel tiende al desarrollo superior y libre de la personalidad de los individuos, mientras que ésta —sustentada so- bre relaciones de propiedad, es decir, sobre la dominacién de las cosas que se transforma en dominacién sobre las personas y, con ello, estratificada en clases— tiende a la dependencia, servidumbre, y miseria fisica y moral de la personalidad. Tal situacién, generadd por el libre despliegue de las fuerzas econémico-sociales, no sdlo es contradictotia con la idea y principio del Estado, sino también con sus intereses y su estabilidad, pues, de un lado, la fortaleza del Es- tado depende del nivel moral y material de sus ciudadanos y, por tanto, es contradictoria con la miseria econémica y bioldgica de la mayoria de la poblacién y, de otro,-su estabilidad se ve amenazada por el movimiento hacia la revolucidn social, que aparece tan pronto como las clases oprimidas comienzan a tener acceso a la cultura y, con ello, a adquirit conciencia de su situacién. Por consiguiente, ‘la, correccién por el Estado de los efectos disfuncionales de la sociedad) industrial competitiva no es sélo una exigencia ética, sino también una necesidad histérica, pues, hay que optar.necesariamente entre Ja revolucién o la reforma sociales. Las formas polfticas ‘del futuro serin o bien la democracia social, caracterizada desde el punto de vista constitucional por el sufragio universal y desde el punto de vista administrativo por su orientacién hacia la neutralizacién de las desigualdades sociales, o bien la monarquia social, solucién a la que se inclina von Stein, ya que, en su opinién, la monarquia es la forma de gobierno con mayor capacidad potencial para estar por encima de los intereses particularizados de las clases, su propia dialéctica Ja lleva a. considerarse como un’ poder sustentado sobre si mismo y existencialmente vinculado al principio y a los intereses objetivos del Estado, y dispone, en fin, de un ejército y de una burocracia con los que puede afitmatse frente a los intentos de.captura del Estado por las clases dominantes. Cierto que la reforma social preconizada por von Stein —en la que algunos tratadistas ven un antecedente del moderno concepto de la «procura existencial», del que tratare- mos més adelante— no podré realizarse sin un apoyo.de la pobla- cién que le vendr4 no sélo de las clases desposefdas, ‘sino también del resto de la sociedad, pues, el principio de la sociedad es el inte- rés y la clase posesora adquiriré conciencia de que «su propio, su- premo y bien entendido interés» exige la reforma social, exige sus- 16 Manuel Garcfa-Pelayo tituir el, interés. parcializado por un sistema global de intereses re- Ciprodes, criterio que-si: quizé no reflejaba del todo la realidad en tiempos-de von Stein, si.es expresivo del neocapitalismo actual e in- Cluso. coincide con la tesis marxista que concibe a esta forma eco- Komica como caracterizada por el sacrificio de los -intereses inme- ibs y. particilarizados’ del capitalista a los intereses globales del ‘¢istema’y.asu reproduccién en las condiciones del tiempo presente *. vif Dentro-de’la:historia de la idea del Estado social, deben mencio- arse. también ciertas tendencias del pensamiento socialdemécrata cldsico;' iniciadas: por Lasalle y proseguidas mutatis mutandis por fas-dixecciohes marxistas revisionistas e incluso centristas. E] Estado ha,sido-y-es; ciertamente, un instrumento de dominacién de clases, pero e$ nO menos una institucién que, bajo la presién de los parti dos ¥derlas organizaciones obreras, puede ir consiguiendo constan- tes mejoras para las clases trabajadoras, las cuales, por tanto, tienen interés en un Estado fuerte, eficaz y socialmente orientado; su sig- nificacién para la generalidad de la sociedad y para el cumplimiento de las funciones sociales —que exige desarrollo de sus actividades cconémicas y administrativas— crece a medida que se avanza hacia la modernidad y, desde luego, la futura sociedad socialista es impen- sable sin un Estado que asegure la direccién’ del proceso productivo. Ta lucha no es, por tanto, contra el Estado, sirio contra determinadas er __-r ——_ democracia politica formal sea una forma de dominacién de clases, se la considera, no dbstante, como una valiosa y definitiva conquista de la civilizacién, s6lo bajo la cual podré avanzarse hacia la demo- cracia social. La democracia tiene, pues, dos momentos, el politico ¥ el social: el primero es el supuesto inexcusable para conseguir el Segundo y éste es, a su vez, la plena realizacién de los valores de Ii bertad ¢ igualdad proclamados por aquélla‘*. Parafraseando una fa mosa expresién escoldstica, podria sintetizarse esta posicién diciendo que el socialismo rio anula a la democracia, sino que Ja perfecciona. Pero la formulacién de 1a idea del Estado social 0, mds concte- tamente, de la idea del Estado social de Derecho se le debe a Her- mann Heller, quien a su militancia socialdemécrata unfa la de set uno de los més destacados tratadistas de teoria politica y del Estado 3 Sobre von Stein —cuyo pensamiento es mucho més complejo de lo que hemos podido sintetizar en el texto— vid. mi trabajo «La teorfa de la socic- dad en Lorenz von Stein», en Revista de Estudios Politicos, afio IX (1949), Stim. 47 (Madrid). Desde que se publicé este trabajo Ja literatura sobre von Stein ha aumentado considerablemente. Vid., entre ella, W. Schmidt, Lorenz jon Stein, Eckernforde, 1956 (con extensa bibliografia hasta la fecha). E. Fors- thoff (ed.), Lorenz von Stein: Gesellschaft-Staat-Recht, Frankfurt, 1972. ‘© Para ‘mds detalles véase el Anexo a este trabajo. Las transformaciones del Estado contempordneo 7 entre los afios veinte y treinta. Heller se enfrenta con el problema concreto de la crisis de la democracia y del Estado de Derecho, al que considera que es preciso salvar no sélo de la dictadura fascista, Gino también de la degeneracién a que le ha conducido el positivismo juridico y los intereses de los estratos dominantes, quienes le han Menventido en una idea que o no significa nada o es incapaz de en- carar los dos frentes en que se despliega la irracionalidad: por un lado, la irracionalidad del sistema capitalista, generadora de un nue- vo feudalismo econdémico del que es encubridor el Estado formal de Derecho; de otro lado, la irracionalidad fascista. La solucién no esta en renunciar al Estado de Derecho, sino en dar a éste un contenido econémico y social, realizar dentro de su_marco un nuevo orden Jaboral y de distribucién de bienes: sélo el Estado social de Derecho puede ser una alternativa valida frente a la anarquia econémica y frente a la dictadura fascista y, por tanto, sélo él puede ser la via politica para salvar los valores de Ja civilizacién ’. La idea del Estado social fue constitucionalizada por primera vez en 1949 por la Ley Fundamental (Constitucién) de la Repdblica Fe- deral Alemana, al definir a ésta en su atticulo 20 como «un Estado federal, democratico y social», y en su atticulo 28 como «un Estado democtitico y social de Derecho». Por su parte, la Constitucién espa: Gola de 1978 establece en su articulo 1 que «Espafia se constituye en un Estado social y democrético de Derecho». Tanto el esclarecimien- to de su concepto, como la problematica que comporta esta modalidad de Estado han sido ampliamente desarrollados principal, aunque no Yinicamente, pot los juristas y tratadistas politicos alemanes *. El origen acional del concepto ¢ incluso su constitucionalizacién o carencia de Constitucionalizacién formales no mengua su validez para designer y esclarecer la forma de Estado de los paises industrializados y postin- Gustrializados y de los que estén en curso ide desarrollé, del mismo modo. que la literatura desplegada en Alemania Occidental, aunque hrosuenvemente centrada en sus peculiares problemas constitucionales, puede ser titil para establecer una teo: 4a general del Estado social. En realidad, se trata de un fenémeno frec jente, por no decir permanente; en la historia de las formas politicas: el constitucionalismo mondrqui- co 0 parlamentatio se desarrollé como la extensidn a otros paises, bien que con las necesarias adaptaciones, de Ja teoria y de la praxis cons- 7 H, Heller, «Rechtsstaat oder Diktatur?», publicada por primera vez en 1929 y recogida en H. Heller, ‘Gesammelte Schriften, Leiden, 1971, t. II, pp. 443 y ss 3 [a bibliografia es’ muy extensa. Una.relacién hasta 1970 se encuentra oo HH. Hartwich, Sozialstaatspostulat und gesellschaftlicher status. quo, Opladen, 1970, pp. 470 y ss. Una seleccién de trabajos sobre el tema-ha sido reunida por E. Fomthotf, Rechtsstaailichkeit und Sozialstaatlichkeit, Darmstadt, 1968. 18 Manuel Garcfa-Pelayo titucionales britdnicas, a las que frecuentemente se aludfa no sélo como factor explicativo, sino también normativo. Del mismo modo, el. federalismo consistié en la extensién a otros espacios de modelos institucionales y tedricos surgidos originariamente en los Estados Unidos y en Suiza. Y asi podrfamos continuar. 3. El Estado social como intento de adaptacién del Estado tradicional a la sociedad industrial y post-industrial En términos generales, el Estado social significa histéricamente el intento de adaptacién del Estado tradicional (por el que entende- mos en este caso el Estado liberal burgués) a las condiciones socia- les de la civilizacién industrial y postindustrial con sus nuevos y complejos problemas, pero también con sus grandes posibilidades técnicas, econémicas y organizativas pata enfrentarlos. No hemos de ver las medidas de. tal adaptacién como algo totalmente nuevo, sino m4s bien como un cambio cualitativo de tendencias surgidas en el siglo xxx y comienzos del xx para regular, en aquel entonces, aspec- tos parciales de la sociedad, regulacién que sufre en nuestro tiempo un proceso de generalizacién, integracién y sistematizacién. En efecto, desde el iltimo tercio del siglo xx se desarrollé en los pafses més adelantados una «politica social» cuyo objetivo inme- diato era remediar las pésimas conditiones vitales de los estratos mds desamparados y menesterosos de la poblacién. Se trataba, asi, de wna politica sectorial no tanto destinada a transformar la estruc. tura social cuanto a remediar algunos de sus peores efectos y que no precedia, sino que segufa a los acontecimientos. En cambio, la actual politica social de los paises industrializados y postindustrializados extiende sus efectos no solamente a aspectos parciales de las con- diciones de vida de las clases obreras, cuyo potcentaje sobre el total de la poblacién tiende a disminuir, sino también a las clases medias, suyo porcentaje ha aumentado considerablemente como consecuen. cia de la tecnificacién del trabajo y del crecimiento del sector de servicios, e indirectamente sobre la totalidad de la poblacién; tales medidas, ademds no se limitan a la menesterosidad econémica, sino que se extienden también a otros aspectos como promocién del bien- estar general, cultura, esparcimiento, educacién, defensa del ambien- te, promocidn de regiones atrasadas, etc. Resumiendo y para decirlo en términos alemanes —intraducibles. literalmente— la Sozialpolitik se ha transformado en Gesellschaftspolitik®, la politica social sec. ° Vid. J. Hiner, «Sozialpolitik», en Staatslexikon, edit, por la GérresGe- sellschaft, Freiburg, 1962, t. VIL. Las transformaciones del Estado contempordnco 19 torial se ha transformado en politica social generalizada, la cual no constituye tanto una reaccién ante los acontecimientos, cuanto una acci6n que pretende controlarlos mediante una programacién integra- da y sisteméatica. ‘Lo propio sucede en el campo econémico. Si bien el Estado de- cimonénico debia obedecer al famoso principio del laissez faire, lo cierto es que en todos los paises se establecieron medidas arancela- tias destinadas a defender ramas econémicas especificas de la com- petencia exterior, al menos —se decia— hasta que estuvieran en Gisposicién de enfrentarla por sf solas; tampoco dejé de manifestar su presencia el subsidio estatal a esta o aquella actividad que con* venfa desarrollar por razones' de interés nacional, ni de promoverse la educacién tecnolégica creando las correspondientes escuelas téc- nicas y, en general, de desplegarse una politica de fomento destinada a actualizar directa o indirectamente (mediante la creacién del ade- guado ambiente) el potencial econémico del pais. Pero, en principio, se trataba de medidas subsidiarias ® correctivas; de los malos efectos o de las deficiencias transitorias de un sistema considerado en ge- neral como autorregulado, del mismo modo que se corrige de tiempo en tiempo un zeloj para que, en virtud de su’ mecanismo, siga mar- chando por la sola operacién dé éste. Ahora, en cambio, se tiende a una politica estatal de direccién permanente y programada del con- junto, aunque no de los detalles, del ‘sistema econémico global y in perjuicio del poder de decisién de las empresas privadas, direc- Gién que nose limita a actuar bajo la coercién de una estructura dada del sistema econémico, tal como el conductor maneja un auto- mévil cuyo mecanismo puede orientar en una direcci6n pero no mo- Gificarlo, sino que aqui el Estado puede promover el cambio, dentro de ciertos Iimites, de la estructura misma del sistema econémico frente y en el cual ha de operar. Las condiciones histéricas que han hecho posible el desarrollo de esta nueva funcién del Estado que ni es socialista, ni es capita- lista en el sentido clasico del concepto, sino que se cotresponde con la etapa del neocapitalismo son, de un lado, un reto histérico, una necesidad de resolver problemas agobiantes irresolubles dentro de la estructura del Estado liberal y de la sociedad del Hochkapitalis- mus y, de otto lado, las posibili idades ofrecidas por el desarrollo cultural y tecnolégico de la época industrial. 10 Estas medidas eran, en general, tanto més -presentes cuanto mayor era el atraso del pais y en algunos de ellos promovieron incluso una actividad indus- trial relativamente importante por parte del Estado. Vid. Barzy Supple, «The State and the Industrial Revolution», en C. M. Cipolla, The Fontana Economic History of Europe, London and Glasgow, 1973, t. Ill, pp. 301 y ss. 20 Manuel Garcia-Pelayo En el primer sentido, son conocidas de todos las experiencias histéricas del perfodo comprendido entre las dos guerras mundiales con sus profundas crisis econémicas, su extensfsimo paro obrero y la consiguiente profundizacin, tensién y politizacién de la lucha de clases, fenémenos que, a su vez, repercutian hondamente en la esta- bilidad de Jas instituciones polfticas y que trajeron como consecuen- cia la instauracién de los Estados totalitarios fascistas y la consiguien- te catdstrofe de Ja guerra mundial. Terminada ésta era claro para las potencias occidentales que habia que evitar tanto la caida en un so- cialismo de inspiracién soviética como la vuelta a las condiciones del perfodo anterior. Al enfrentamiento de tal situacién y a la consecucién de los nue- vos objetivos sirvié, en primer término, la teorfa econémica formu- lada por Keynes " en 1936 segtin la cual era preciso y posible llegar por métodos democréticos y. sin alterar fundamentalmente la economia capitalista, a la cancelacién del paro mediante un aumento de la capa- cidad adquisitiva de las masas que operara, a su vez, como causa para el crecimiento dela produccién y, por consiguiente, de la oferta de em- pleo, fines que se lograrfan mediante una orientacién y control del proceso econémico por parte del Estado, pero, manteniendo la propie- dad privada de los medios de produccién. A este planteamiento se ha afiadido Ja capacidad de la ciencia de nuestro tiempo para su inme- diata transformacién en técnica, para su inmediata aplicabilidad a problemas practicos y, concretamente, en nuestro caso, la capacidad de la teorfa econédmica para transformarse en politica econémica con un sdlido instrumental técnico y cuyos efectos sobre la estructura social son inmediatos, de tal modo que puede afirmarse que teoria econémica, politica y politica social, si bien son distinguibles teori- camente, tienden en la prdctica a constituir un todo 0, dicho de otro modo, a constituirse en subsistemas de un sistema superior, lo que quiere decir que cada uno de ellos es condicionado por los demés, 4 la vez que condiciona a los demés. Por otra parte, la funcién di. rectiva del Estado ha sido hecha posible, ademés de por la ciencia y por la técnica econémicas, por el enorme desarrollo de las técnicas de control y de programacién, de la teoria y el andlisis de sistemas, de la investigacién operacional, de la teorfa de juegos, etc., y, en re. sumen, por la que D. Bell” denomina la «tecnologia intelectual», es decir, el conocimiento de «los métodos para definir la accién racio- nal y para identificar los medios para Ievarla a cabo». De este modo 1 Como es sabido, estas ideas de Keynes inspiraron el famoso Beveridge Report de 1942 sobre los setvicios sociales y el pleno empleo y que puede con- siderarse como la Carta fundacional del Welfare State de nuestro tiempo. ® Ob. cit., en la mim. 2, pp., 28 y ss. Las transformaciones del Estado contempordneo 24 nos encontramos en principio no sélo con la posibilidad de una plani- ficaci6n para el campo econédmico o para otros aspectos sectoria- les, sino también para una politica conjunta que englobe todos los demés aspectos, al menos si por planificacién entendemos (en este contexto y en una ptimera aproximacién) «la definicién de un problema de decisién y la fijacién de las condiciones de su so- lucidn» ¥. Como resultado de ello, lo que podriamos denominar politica so- cial y econémica factorial, es decir, compuesta por una pluralidad de medidas desconexas e independientes entre sf, se ha transformado, en una politica socioeconémica sistémica, es decir, en una polftica cuyos términos no slo se conexionan facticamente entre sf, sino que existe la conciencia clara de tal interconexién, al mismo tiempo que tedricamente —lo que no siempre quiere decir que lo sea en la prdctica— es posible su reduccién a un modelo para la accién con arreglo al cual prever y controlar los acontecimientos de tal modo que se orienten a unos objetivos y a una situacién propuestos de antemano. 4. Interaccién de Estado y sociedad Como es sabido, una de las caracteristicas del orden politico li- beral era no sélo la distincién, sino la oposicién, entre Estado y so- ciedad, a los que se concebia como dos sistemas con un alto gtado de autonomfa, lo que producfa una inhibicién del Estado frente a Jos problemas econdmicos y sociales, sin’ perjuicio de las medidas de politica social y econémica que hemos denominado como factoria- lizadas. Veamos someramente la estructura de ambos términos. FI Estado era concebido como una organizacién racional orienta- da hacia ciertos objetivos y valores y dotada de estructura vertical © jerarquica, es decir, construida primordialmente bajo relaciones de supra y subordinacién. Tal racionalidad se expresaba capitalmen- te en leyes abstractas (en la medida de lo posible sistematizadas en cédigos), en la divisién de poderes como recutso racional para la garantia de la libertad y para la diversificacién ¢ integracién del trabajo estatal, y en una organizacién. burocrdtica de la administra- cién. Sus objetivos y valores eran la garantia de la libertad, de la convivencia pacifica, de-la seguridad y de la propiedad, y la ejecu- BN. Luhmann, Politische Planung, Opladen, 1971, p. 68. Sin embargo, sobre os limites de estas posibilidades, vid. el trabajo’ «Ei crecimiento dele complejidad estatal», contenido en el presente volumen 22 Manuel Garcia-Pelayo cién de los servicios ptiblicos, fuera directamente, fuera en régimen de concesién. La sociedad, en cambio, era considerada como una ordenacién “, es decir, como un orden esponténeo dotado de racionalidad, pero no de una racionalidad previamente proyectada, sino de una racionali- dad inmanente, que se puede constatar y comprender —puesto. que Ja razén humana subjetiva es isomédrfica con la constitucién de la raz6n objetiva, del logos de las cosas—, una racionalidad expresada en. leyes econémicas y de otra indole, més poderosas que cualquier ley .juridica, y una racionalidad, en fin, no de estructura vertical o jerarquica,* sino horizontal y sustentada capitalmente sobre rela- ciones competitivas; a las que se subordinaban las otras clases o tipos de relaciones. Tal estructura inmanente a la sociedad no sdlo tiene una solidez superior a cualquier orden o intervencién artifi- ciales,’sino que genera, ademés, el mejor de los érdenes posibles tanto en el aspecto-econémico, mediante los maravillosos resultados dé Ja oferta-y la demanda, como en el aspecto intelectual, ya que sélo de la concurrencia de opiniones sale la verdad, 0 como en el social, ya que operando ‘bajo el principio de la igualdad ante la ley se impide la consolidacién de situaciones adscriptivas (como los an- tiguos estamentos y gremios) y se abre paso a la accién de los me- jores a los que asigna el status debido a su capacidad (tesis que atin sostiene la teorfa funcionalista norteamericana de la estratificacién so- cial). Es obvio que todo esto es pura ideologia sometida a critica desde Hegel tanto pot tendencias conservadoras como, mucho més profundamente, por tendencias socialistas y anarquistas, y por ob- vio y conocido no es necesario que nos detengamos en ello. Lo im- Portante para nosotros es que, bajo tales supuestos, el Estado, oi ganizaci6n artificial, ni debfa, ni a la larga podfa, tratar de modifi car,el orden social natural, sino que su funcién habria de limitarse a asegurar las condiciones ambientales mfnimas pata su funciona- miiento espontdneo y, todo lo més, a intervenir transitoriamente para eliminar algtin bloqueo a la operacionalizacién del. orden autorregu- lado dela sociedad. De este modo, el Estado y la sociedad eran imaginados como dos sistemas distintos, cada uno de limites bien definidos, con regulaciones auténomas y con unas minimas relacio- nes entre si. El Estado social, por el contrario, parte de la experiencia de que la sociedad dejada total o parcialmente a sus mecanismos autorregu- ¥ Sobre la contraposicién de organizacién y ordenacién como distintos ti- pos de: orden cada uno dotado de su propia racionalidad, vid. Garcia-Pelayo, Burocracia y tecnocracia, Madrid, 1974, pp. 203 y ss. Las transformaciones del Estado contemporéneo 23 Jadores conduce'a la pura irracionalidad y que sélo la accién del Fstado hecha posible por el desarrollo de las técnicas administrati- vas, econémicas, de programacién de decisiones, etc., puede neutra- lizar los efectos disfuncionales de un desarrollo econémico y social no controlado. Por consiguiente, el Estado no puede limitarse a ase- gurar las condiciones ambientales de un supuesto orden social inma- nente, ni a vigilar los disturbios de un mecanismo autorregulado, sino que, por el contrario, ha de ser el regulador decisivo del sistema social y ha de disponerse a la tarea de estructurar la sociedad a tra- vés-de medidas directas 0 indirectas: «Estado social —dice H. P. Ip- sen" significa la disposicién y la responsabilidad, la atribucién /y la competencia del Estado para la estructuracién del orden social.» Los limites de esta capacidad de estructuracién del orden social son, sin embargo, discutibles y, en resumen, pueden manifestarse en las siguientes posiciones: 1) el Estado social tiene como funcién asegu- tar los fandamentos basicos del status quo econémico y social adap- téndolo a las exigencias del tiempo actual y vexcluyendo permanen- temente los disturbios para su buen funcionamiento, de modo que en esencia est4 destinado a garantizar el sistema de intereses de la sociedad actual, es decir, de ;la sociedad neocapitalista; 2) el Estado social significa una correccién no superficial, sino de fondo; no fac- torial (parcial) sino sistemdtica (total) del status quo, cuyo efecto acumulativo conduce a una estructura y estratificacién socialés nue- vas, y concretamente hacia un socialismo democritico *. 'No vamos a pronunciarnos por ahora por ninguna de estas posi: bilidades cuya actualizacién depende, en todo caso, de coyunturas his- téricas, politicas y econdémicas. Para nuestro objeto baste constatar el hecho de que la politica estatal leva a cabo directd 0 'indirecta- mente una accién estructuradora de la sociedad en los paises indus- ttializados y postindustrializados que se manifiesta en multiples as- pectos como, por ejemplo, en. su contribucién a las modificaciones de Ja estratificacién y movilidad sociales, creando, si no nuevas clases, si nuevas categorfas sociales, promoviendo el potencial cientffico- tecnolégico a través de los programas de Inyestigacién y Desarrollo, abriendo el disfrute de bienes materiales ¢ inmateriales mediante el crecimiento de los servicios sociales, especialmente de salud y de educacién, creando por si misma o promoviendo la creacién de nue- vas fuentes de trabajo, reduciendo por medidas jurfdicas y_econd- micas el dmbito y la intensidad de Ja lucha de clases, etc. En una B HL P. Ipsen, , en la Revista de Administracion publica, mim. 38, 1962, pp. 33 -y ss. 28 Manuel Garcia-Pelayo al espacio vital efectivo. La civilizacién tecnolégica ha acrecido cons- tantemente el espacio vital efectivo, al tiempo que ha disminuido no menos constantemente el espacio vital dominado 0, dicho de otro modo, el individuo ha perdido crecientemente el control sobre Ja estructura y medios de su propia existencia. Esta necesidad de utilizar bienes y servicios sobre los que se carece de poder de orde- nacién y disposicién directa, produce la «menesterosidad social», es decir, la inestabilidad de la existencia. Ante ello, le corresponde al Estado-como una de sus principales, misiones la responsabilidad de la procura existencial de sus ciudadanos, es decir, llevar a cabo las medidas que aseguren al hombre las posibilidades de existencia que no puede asegurarse por si mismo, tarea que, segtin Forsthoff, reba- sa tanto las nociones cldsicas de servicio ptiblico como de Ia politica social sensu stricto. Para terminar con este tema, es interesante men- cionar la tesis de Huber ” segiin la cual la politica estatal para Ja exis- tencia (Vorsorge fiir Dasein) debe consistir en garantizar las condicio- nes de libertad del individuo en la sociedad de nuestro tiempo y no en anularla mediante un sistema perfecto de proteccién estatal. La procu- ra para la existencia rectamente entendida significa crear las condicio- nes para el adecuado despliegue de las potencialidades de la personali- dad a través de la iniciativa y de la capacidad creadora y competitiva en las que se patentiza la autodeterminacién del hombre: una mera actividad de ayuda econdédmica que tuviera como resultado el enerva- miento o la obstaculizacién del despliegue de la personalidad, que la alienara a una procura extrafia, que hiciera depender la seguridad de una voluntad ajena, seria una degeneracién de la procura exis- tencial. Como antes se ha dicho, la procura existencial no se agota en las medidas a favor de las clases econémicamente débiles, sino que se extienden a la generalidad de los ciudadanos, ya que a todos alcanza Ja incapacidad para dominar por s{ mismos sus condiciones de exis- tencia, es decir, la menesterosidad social en el sentido amplio del ‘concepto. Naturalmente, esto no quiere decir que la menesterosidad sea igualmente acuciante pata todos los grupos y estratos de la -so- ciedad y, por consiguiente, es claro que unas colectividades deben ser objeto de mayor atencién que otras. Pero, aun en este caso, los efectos de esta procura existencial especificada, de la politica social en el sentido restringido de la expresién, no se extienden solamente a sus beneficiatios inmediatos, es decir, a los estratos inferiores de +9 Vid. principalmente E, R. Huber, «Vorsorge fiir das Dasein, Ein Grund- begriff der Staatslehre Hegels und Lorenz von Stein», en Festschrift filr Ernst Forsthojf, Miinchen, 1974, pp. 160 y ss. Las transformaciones del Estado contempordneo 29 Ja sociedad sino que se extienden directa o indirectamente a todas las capas de la sociedad y, en tiltima instancia, a la estabilidad del sistema neocapitalista o, al menos, a la garantfa de que su transformacién ha- cia formas socialistas tendré lugar por un proceso agregativo y, por tanto, sin bruscas transformaciones: En efecto, una minima satisfacci6n de las condiciones de existen- cia para los estratos inferiores y una esperanza en que tales condi- ciones mejorarén constantemente de acuerdo al crecimiento del pro- ducto nacional son condicién para acrecer la legitimidad, es decir, el coisenso en el sistema cuyos beneficiarios principales son sin duda Jos estratos superiores. En conexién con ello, las condiciones socio; econémicas ambientales creadas por la politica del Estado social han tenido como consecuencia la disminucién de la intensidad de la lucha de clases y de la energia revolucionaria de los partidos obreros y, consecuentemente, la conversién de tal lucha de una opo- sicién generalizada y politizada de 4mbito nacional en una oposicién limitada al 4mbito de Jas empresas o sectores /industriales, sin que ponga en riesgo la globalidad del sistema. Por otra parte —y de acuerdo con el esquema keynesiano— el pleno empleo y la expan- sién de las prestaciones sociales y de los servicios ptiblicos son con- dicién para el desarrollo econémico general y para la reproduccién del sistema econémico en su configuracién actual. Lo que constituyan las medidas concretas de la procura exis- tencial en su sentido lato es, naturalmente, algo variable dependiente de las distintas circunstancias, situaciones y coyunturas, es, como dice Forsthoff, «toda actuacién de la Administracién para propor- cionar a la generalidad 0, segtin criterios objetivos, a determinados circulos de personas el goce de prestaciones ttiles». Pero, con todo, podemos considerar que incluye: A) El desarrollo de sistemas o el control de sistemas sin los cuales es imposible el despliegue de la vida humana en la civilizacién de nuestro tiempo. B) La seguridad de los distintos aspectos vitales en la sociedad nacional. Antes-la defensa de la sociedad nacional se centraba capi- talmente en la defensa exterior y en Ja defensa interna frente al delito y la subversién. Hoy ha de afiadirse a ello la defensa frente a las contingencias y necesidades econémicas globales, frente al. de- terioro del ambiente natural, frente al agotamiento de los recursos naturales, frente a la radicalizaci6n y extensidn de los antagonismos en el seno de la sociedad nacional, etc. ©) La realizacién de una serie de prestaciones sociales que pre- feriblemente deben estar no sdlo proclamadas, sino también garan- 30 Manuel Garcia-Pelayo tizadas por los textos constitucionales, pero sin que tal condicién sea absolutamente necesaria para la existencia real del Estado social, del mismo modo que Ja Francia de la III Reptiblica era considerada como un Estado liberal, aunque su Constitucién careciera de una declaracién de derechos, ¢ incluso en nuestro tiempo la misma Re- publica Federal Alemana que, como sabemos, se define como Estado social, carece de una formaligacién constitucional de derechos eco- némicos y sociales. Entre talés prestaciones cabe contar: a) La fijacién de un salario vital minimo con independencia de la clase de ocupacién y destinado a ser revisado de acuerdo con la coyuntura econémica nacional. b) La procura de un puesto de trabajo para todo ciudadano Gtil, para lo cual.ha de desarrollarse una politica de pleno empleo. c) La atencién de los que estén incapacitados para el trabajo temporal o permanentemente: obreros de industrias decaidas, paro coyuntural, ancianos, nifios, deficientes mentales, etc., funcién tanto mds importante en estos. tiempos de crisis de las estructuras tradi cionales de la familia y de las formas comunitarias que antes cui- daban de las gentes desvalidas. d) Elacrecentamiento de Jas posibilidades-vitales de la poblacién y especialmente de las masas de empleados y obreros, acrecentamien- to que se actualiza (i) mediante una justa distribucién de ingresos a todos los niveles de, acuerdo con la coyuntura econémica; (ii) me- diante el creciente acceso a los bienes culturales, lo que, por otra parte, es un requisito para la reproduccién de un sistema susten- tado sobre la innovacién o al menos sobre la posesién de los cono- cimientos tecnolégicos y (iii) mediante la expansién y el perfec- cionamiento de los servicios sociales a través, principalmente, de sistemas de seguros. 6. El Estado social como Estado distribuidor Una de las caracteristicas del Estado de nuestro tiempo —si bien més o menos presente segtin los paises— es su conversién en em presario, sea mediante la estatizacién de las empresas, sea partic pando con el capital privado en empresas mixtas, sea poseyéndolas exclusivamente, pero bajo forma juridico privada. Las motivaciones para la asuncién de la funcién empresarial por parte del Estado han podido ser de indole muy distinta: realizacién de programas socialistas; sancién politica a la actitud de ciertas empresas durante Las transformaciones del Estado contempordneo 31 la IZ Guerra Mundial; defensa de la capacidad de autodetermina- cién por parte del Estado frente a poderes. econdmicos privados capaces de desafiarlo; control de las actividades econdmicas_ bési- cas pata la economfa nacional; desarrollo de industrias de tecnologia avanzada que exigen inversién pesada y que, al menos por el mo- mento, producen escasa o nula rentabilidad; conveniencia de man- tener en explotacién industrias decafdas cuyos trabajadores no en- contrarian facil acomodacién, y, en fin (y sin pretender que esta enumeracién sea exhaustiva), ocasionalmente, la necesidad por parte del Estado de rescatar propiedades confiscadas por el enemigo como / jndemnizacién de guerra (caso de Austria frente a la Unién Sovié! tica). Peto por importante que aqui o allé pueda ser el volumen de empresas bajo una u otra forma de propiedad estatal, es lo cierto que el Estado social no se centra tanto en la titularidad formal de los medios de produccién, cuanto en la distribucién de lo producido. Sin que sea necesario pronunciarnos en pro o en contra de la nacionalizacién empresarial, problema que, como acabamos de ‘ver, puede deberse a una pluralidad de motivaciones incluso contradicto- tias entre sf, es lo cierto que la titularidad de los medios de ‘pro- duccién ha perdido parte de la significacién politica y social que tenfa en otros tiempos., Antes, la propiedad.sobre la cosa daba al propietario plena autoridad sobre ella y sobre los que’ trabajan en ella; hoy, tal autoridad se encuentra erosionada tanto por razones ex6- genas como endégenas a la estructura de la propiedad misma. En el primer sentido deben mencionarse la acentuacién de la funcionalidad social de la propiedad que limita los derechos absolutos del. propie. tario y que en varios paises ha sido’ elevada a precepto constitucio- nal, pero que, en todo caso, se manifiesta en una serie de disposi- ciones legales y de intervenciones administtativas; el derecho adqui- rido por los trabajadores de vetar las decisiones de la empresa en determinados sectores y/o de participar en algunas de sus decisiones y, finalmente, la complejidad actual del sistema econémico, han tenido como consecuencia la dependencia de la gestién empresarial de una setie de pardmetros econémicos o administrativos establecidos por las politicas econémicas del Estado. Junto a estos factores. que he- mos denominado exdgenos, se encuentran los endégenos. Como es sabido, el crecimiento de la empresa Ileva consigo la tendencia a la disyuncién entre propiedad y control, entre la gestién de la cosa y los beneficios de la cosa, sea en virtud de la dispersién del capital accionario, sea por la incapacidad del capitalista mayoritario o rela- tivamente mayoritario para dirigir por si mismo la empresa dada la complejidad actual de la gestién, de modo que ésta pasa a manos de unos managers profesionales que o bien pueden convertirse en 32 Manuel Garcia-Pelayo totalmente auténomos de cualquier grupo de accionistas o bien son fiscalizados por un grupo de éstos™. A esta diversificacién inicial se afiade en un grado ulterior de crecimiento y complejidad organi- zativa el fendmeno de la tecnoestructura, en el sentido de Galbraith, es decir, la ‘transferencia efectiva de la capacidad de decisién. desde las ‘instancias formalmente superiores a aquellas que, aun situadas a nivel formal’ inferior, estén en capacidad real de determinar el contenido de la decisién en funcién del problema planteado en cada momento. En estas condiciones, ‘a los obreros y empleados les ¢s indiferente que su situacién sea consecuencia de la autoridad que da la propiedad privada, de la autoridad publicamente investida’ o de la operational authority. El conflicto se plantea con «los de arriba», cualquiera que ‘sea la razén por la que estén artiba y en términos de su situacién en Ja empresa y no en términos del status juridico ‘de la empresa. Y, finalmente, la popularizacién del capital, es decir, la inversién del pequefio ahorro en acciones empresatiales~ sea individualmente, sea a través de entidades de ahorro o de segu- ridad social, es un dato también a considerar y que altera los tét- minos ‘en que podia plantearse en otro tiempo el problema de la nacionalizacién ™. ® Ya Marx llamé la atencién sobre este hecho en, el Cap. 27 del Lib. IIT de El capital: las crecientes necesidades de capital, imposibles de ser satisfe- chas por el capitalista individual, han extendido las grandes sociedades por ac- ciones, en las que el capital ya no es individual, sino social y en las que se roduce Ja disyuncién entre el capitalista sin funcién, que se limita a percibir fos “beneficios, 7 el funcionario sin capital que lleva la gerencia de la empress, Segiin Marx, ef desarrollo de este tipo’ de empresa constituye, al igual que el de las cooperativas, una etapa necesaria hacia la socializacién de la produccién. El fenémeno de la’ disyuncién de propiedad y control comenzé a ser estudiada por A. A. Berle en los)afios treinta, se popularizé por el famoso en su tiempo libro de Burham (The Managerial’ Revolution, 1941). Y hoy constituye una communis opinio, si bien varian sus matices y enjuiciamientos y sobre el que existe una rica literatura. Para una idea general, vid. M. Gilbert (ed.), Business / Enterprise, Penguin Books, 1942. 21En este sentido merece la pena mencionarse que segin P. F. Drucker los trabajadores de las empresas americanas poseen, a través de sus institucio- nes de jubilacién, por lo menos el 25 por 100 del capital accionario de los Es- tados Unidos, a fo que hay que afiadir un 10 por 100 poseido por otras espe- cies de trabajadores, de donde resulta que los asalariados americanos poseen més de un tercio del capital de su pais, cifra que se elevaré al 50 por 100 0 el 60 por 100 en 1985 a més tardar, y en lo que Drucker ve un camino impre- visto ¢ invisible hacia el socialismo, si por éste se entiende «la propiedad de los medios de produccién por los trabajadores» (Drucker, The Unseen Revo- lution. How Pension Fund Socialism Came to America, New York, 1976, p. 1) Por su parte, la Fedetacién Sindical de Alemania Occidental es propietaria de distintas grandes empresas. En consecuencia, en algunos pafses puede percibir- se la tendencia a Ja formacién de algo que podria ser denominado como «com- plejo obrero-capitalista», pero nada més que en algunos paises Las transformaciones del Estado contemporineo 33 En todo caso, lo que caracteriza cualitativamente al Estado so- cial no es tanto una politica de nacionalizacién de. los. medios de produccién, cuanto una més justa distribucién de lo producido Ie- yada a cabo por la adecuada utilizacién para tal fin de la tradicional potestad fiscal, siempre considerada como uno de los derechos ma- yestaticos inherentes al Estado y que puede alcanzar, en principio, extraordinarias dimensiones: «Si en Ja Reptiblica Federal [alemana] —dice Forsthoff— el Estado quisiera ‘sustraer a alguien el cinco por 100 de su propiedad, cualquier tribunal fallaria en su contra; Pero nada impide al Estado recaudar el 80 0 el 90 por 100 de la tasa de crecimiento anual por via de la tributacién y destinar lo’ tecaudado a fines de distribucién social» *. Por supuesto, tal posi- bilidad juridica tiene un limite politico constituido por la influencia que sobre los centros de decisién estatal puedan tener Jas organiza ciones de intereses contrarias al aumento de Ja presién impositiva, y un limite funcional constituido por la incisién’de Ja cuantia de las ‘exacciones sobre las posibilidades de reproduccién del sistema eco- inémico. Peto, de cualquier modo, el Estado de nuestro tiempo en Jos paises desarrollados absorbe una parte considerable del Producto Nacional Brato en forma de impuestos, cotizaciones sociales y otros ingtesos, que procede a asignar @ distintos objetivos, entre los que se encuentran los de la procura existencial, sea que ésta se refiera a la sociedad en general, sea que se especifique en prestaciones: para Z Forstholf, Problemas actuales del Estado social de Derecho en Alemania, Alcalé de Henares, 1966, p. ‘B El cuadro siguiente muestra los porcentajes que sobre los P.N, sentan los ingresos fiscales del Estado y cotizaciones de la Seguridad Social para jos paises, los periodos y afio que se indican. PAISES Promedio Promedio Promelio Promedio "965-1967 1968-1970 1971-1973 1974-1976 _1977 Bélgica ... 3238 34,70 «36,68 «40,35 42,89 Dinamarca 31843736 = 42,92. 42,18 41,95 Finlandia . 3178 32,93 «35,40 38,20 41,23 Francia 34996 ©3577 «= 35,34» 37,75 39,97 Holanda 3684 39,27 «42624533 46,32 Italia 29°40 -30,61.«=« 30,24 «32,60 37,55 32,19 36,64 34,14 36,55 36,60 32,00 32,93 34,71 36,29 38,17 36,52 40,18 42,87 47,13 53,38 Reino Unido .. Reptiblica Federal Suecia .. Suiza coe ce eee ee eee 2124 23,36 24,59 29,41 31,51 Estados Unidos ... ... 2715 29,24 29,36 29,90 30,30 Espafia oc. eee 16,66 18,35 18,32 19,59 22,52 Fuente: Statistiques de recettes publiques des pays membres de 'OCDE, 1965-1978, Paris, 1979. 2 34 Manuel Garcia-Pelayo neutralizar la situacién de ciertos grupos y estratos sociales a quie- nes los mecanismos putamente econémicos colocan en situacién de deficiencia existencial que ha de ser corregida por la accién estatal. A este linaje pertenecen las Iamadas prestaciones sociales en sen- tido estricto, tales como los servicios médicos, las. distintas especies de seguros, las ayudas familiares, etc., prestaciones que son en parte financiadas por las cotizaciones sociales y en parte por los impuestos (asf, por ejemplo, en Gran Bretafia la asistencia médica es financiada totalmente por los impuestos y sus servicios se extienden a toda-la poblacién). En cualquier caso, con las prestaciones sociales’ en sen- tido estricto, que se afiaden a las obtenidas por los trabajadores en sus empresas sea por convenio, sea por imposicién legal, se comple- menia y corrige la distribucién ptimaria en forma de salario, es decir, se. lleva a cabo una redistribucién basada en criterios de equidad social y. a la que técnicamente se define como «la diferencia entre lo que un individuo, una familia o un grupo social paga sobre los recursos obtenidos de su trabajo y de su patrimonio a las adminis- traciones. piblicas 0 parapiblicas, y lo que recibe» ”. Desde el punto de vista de la teoria del Estado, merece la pena sefialar que la distribucién ha sido siempre un concepto clave de la estructura y funcién del Estado o de los érdenes politicos que le han precedido :en la historia, si bien cambian naturalmente sus modalidades y contenido. As{ no hay Estado que no suponga una distribucién de poder entre gobernantes y gobernados, lo tinico que varia son los: criterios, limites y medios de tal distribucién; sobre esta distribucién basica, el Estado procede a distribuir el poder den- tro de su ptopia organizacidn en instancias, potestades y competen- cias, y a atribuirlas a sus correspondientes titulares; a través de las leyes establece un orden general y objetivo para la distribucién de derechos entre sus ciudadanos y mediante la organizacién judicial crea-un sistema para distribuir en caso de litigio el derecho subje- ‘tivo a cada una de las partes, a lo que hay que afiadir que para el ’ pensamiento politico clésico era una funcién capital del Estado la distribucién de premios y castigos. En el orden econémico procede a la distribucién de recursos econdémicos nacionales én recursos fis- cales (en forma de dominio o de exacciones) y en recursos a dispo- sicién de las personas privadas; en los otigenes o en las grandes transformaciones de un orden politico esta implicado un nuevo orden basico de distribucién de los bienes de produccién que puede ir desde el reparto de tierras por un conquistador entre los compo- nentes de su hueste, hasta la distribucién de la propiedad por parte % Y. Bernard y otros, Dictionnaire économique et financier, Paris, 1975. Las transformaciones del Estado contemporéneo 35 de un Estado socialista de modelo soviético en propiedad de toda la nacién, propiedad colectiva y propiedad personal, asignando a cada una de estas formas unos determinados bienes y unos deter- minados sujetos: Estado, cooperativas e individuos. Esta plurifacé- tica funcién distribuidora del Estado o de los érdenes politicos que Je han precedido, esté en indudable conexién con’ la doctrina cl4- sica de la justicia como virtud que funda’ y fundamenta constan- temente a los.regna, a lo que cabe afiadir que el vocablo Nomos sig- nifica en sus otfigenes reparto o distribucién. ‘Asi pues, desde estas perspectivas, podemos considerar al Estado, social como la forma histérica superior de la funcién distribuidora que siempre ha sido una de las caracteristicas esenciales del Estado, pues ahora no se trata sélo de distribuir potestades o derechos for- males, o premios y castigos, ni tampoco de crear el marco gene- ral de la distribucién de los medios de produccién, sino que se trata también de un Estado de prestaciones que asume la responsabilidad de la distribucién y redistribucién de bienes y Servicios econémicos. Si consideramos la amplitud de los recursos destinados a tal fun- cién y la complejidad del proceso organizativo y técnico destinado a hacerla efectiva, podemos considerar al Estado de nuestro tiempo como un gigantesco: sistema de distribucién y redistribucién del producto social cuya actualizacién afecta a la totalidad de la econo- Infa nacional, a las policies de cualquier especie y a los, intereses de todas las categorias y estratos sociales. 7. El Estado social como Estado manager y algunas de sus consecuencias estructurales Como hemos visto, el Estado social se centra en la distribucién. Pero es claro que pata distribuir permanentemente algo no sélo hay que tener poder de disposicién sobre este algo, sino también asegu- rar su produccién y reproduccién. Por consiguiente, si no hubiera otras razones, ya la sola asuncién por parte del Estado de la respon- sabilidad. de la distribucién del producto social conlleva su respon- sabilidad por la direccién general del proceso econdmico, dentro del marco de una economia de mercado, que el mismo Estado contri- buye a regular estructural y coyunturalmente. De modo que al me- tasistema a que antes hemos aludido, constituido por el sistema esta- tal y social, se afiade como tercer término el sistema econdmico. No vamos a entrar aqui en la descripcién de las interacciones entre el sistema econdmico y el estatal y ni siquiera nos vamos a referir con detalle a las politicas econémicas estatales, cuya exposicién puede encontrarse en cualquier manual de politica econémica. Dire- 36 Manuel Garcia-Pelayo mos solamente que el Estado no puede limitarse a crear las condi- ciones. juridicas ambientales de un mercado supuestamente auto- regulado, como era el caso del.Estado liberal, sino que ha de asumir una actitud activa patentizada en constantes medidas destinadas a Ja regulacién del crecimiento y a la orientacién del proceso econé- mico nacional hacia ciertos objetivos; a proporcionarle apoyo logis- tico, en lo que se cuentan actividades tales como obras de infra- estructura, promocién de la innovacién tecnoldégica, formacién de cuadros y de personal calificado, etc., y, en fin, a la creacién de “las condiciones estructurales como la modernizacién de ciertos ‘sectores, configuracién del mercado, integracién de la economia nacional: en organizaciones supranacionales, etc. Ahora bien, todas estas y otras medidas aunque tomadas por el Estado en uso de su autoridad piblica; han de ser decididas y operacionalizadas teniendo en cuenta la.coercién objetiva de la realidad econdémica como un sistema con sus propias exigencias funcionales y los intereses convergentes o divergentes de los actores de este sistema. Dicho en otros térmi- nos: el Estado ¢s simulténeamente «sefior y servidor del proceso econémico» *. - 7.1. “La direccién y regulacién de lo que podrfamos llamar la empresa ecoriémica nacional por parte del Estado supone la trans- formacién de éste de un «Estado (predominantemente) legislativo» —centrado fundamentalmente en la legislacién como un orden ge- neral y abstracto para la accién, pero que solo subsidiariamente acciona por si mismo— en un Estado predominantemente adminis- trativo o de prestaciones 0, quizé, mds bien en un Estado manager * % B. Guggenberger, «Herrschaftslegitimierung und Staatskrise», en M. T. H. Greven y otros, Krise’des Staates?, Darmstadt, 1975, p. 13 25 No empleamos la denominacién manager en su estricto sentido adminis- trativo (vid. sobre ello la excelente exposicién de C. Paramés Montenegro, I7 troduccién al management. Un nuevo enfoque de la Administracién Publica, Madrid, 1974, asf como también J. Garrett, The Management of Government, Penguin, 1972), sino para designar la accién directora e integradora de la so. ciedad nacional’ por parte del Estado dentro de la complejidad de la civiliza- cidn tecnolégica, aun sabiendo que él vocablo manager es un tanto equivoco Segiin Drucker —probablemente la primera autoridad en la teoria del mana gement—, el vocablo no tiene equivalente en otras lenguas, ¢ incluso en el in- glés briténico tiene otra significacién que en el americano (P. F. Drucker, Ma nagement. Tasks. Responsabilities. Practices, New York, 1973, p. 390). Druc- kker sintetiza la accién del manager en dos tareas: la conversién de una plurali- dad en totalidad, es decir, en algo que produzca mds que la suma de recursos de las partes, y la armonizacién en cada decisién de las exigencias inmediatas con las del futuro a largo plazo. Requiere tanto una’ capacidad de sintesis como de andlisis, y se despliega en una serie de tareas especificas en cuya enumetacién no tiene sentido entrar aqui. Las transformaciones del Estado contemporéneo 37 de la sociedad nacional, cuyo modelo puede caracterizarse, entre otras, por las siguientes notas: a) La seleccién y jerarquizacién de objetivos ha de tener en cuenta no s6lo los distintos valores ¢ intereses en juego, sino también su interaccién, es decir, ha de determinarse en qué medida una decision considerada como funcional desde: el punto de vista social puede ser disfuncional desde el punto de vista econémico o' politico. b) Las politicas estatales son actualizadas en parte por su pro- pio aparato, pero también en parte decisiva por organizaciones ex: praestatales, asi, por ejemplo, un plan econdémico no es viable si las empresas no responden a sus incentivos, una politica de salarios puede tener altos costos polfticos si no cuenta con el asentimiento He los sindicatos, y un programa cientifico-tecnolégico es probable- frente inrealizable sin la cooperacién de entidades extraestatales. Por consiguiente, el Estado en parte. acciona por si mismo y en parte Grienta la accién de otros; las politicas son ¢iertamente decididas por la autoridad estatal, pero su ejecucién degende en buena. parte del consenso de los afectados. c) La racionalidad politica, la racionalidad administrativa y Ja racionalidad econémico;social son términos interactuantes: no pue- de haber una racionalidad politica si no se cuenta con una estructura administrativa desarrollada y flexible capaz de articularla y de actua- lizarla y con unas respuestas satisfactorias de los actores econémico- sociales. Y, a su vez, la formulacién racional de una politica depen- de de la informacién proporcionada por la tecnoburocracia y del co- nocimiento certero tanto de las demandas como de las posibilidades de conflicto de los actores econémico-sociales. d) La planificacién ha de ser generalizada, no sélo referida al aspecto econémico, sino extendida a una multiplicidad: de aspectos y con independencia del 4mbito global o sectorial y del cardcter im- perativo, estimulador 0 indicativo de los planes, y una de cuyas fun- Ciones es crear los supuestos para que otros actores formulen tam- bién sus propios planes: ello es especialmente importante para las empresas econémicas para las cuales los planes estatales sirven de matco y orientacién para sus propias planificaciones, pero extiende su validez y sus efectos a otros actores y, en Ultima instancia, a toda la poblacién, ya que vivimos en lo que se ha Mamado una sociedad planificada 0 programada. Como es sabido, la planificacién estatal no se refiere sdlo al futuro inmediato, sino que pretende estructurar faturos a medio y largo plazo. La complejidad que ello significa wwya que, entre otras cosas, hay que prever para el futuro inter- 38 Manuel Garcia-Pelayo acciones sistémicas ya dificiles de captar en el presente— parece que puede reducirse por aplicacién de técnicas prospectivas. En todo caso, se trata de partir de las- condiciones del presente para repre- sentarse un futuro descable y posible desde cuya representacién se regresa al presente, de modo, que si el futuro ha de imaginarse te- niendo ‘en cuenta las posibilidades reales del presente, a su. vez, la puesta en marcha de Ja planificacién del futuro comienza a incidir sobre la estructura del presente. e) La teoria politica ha distinguido a lo largo de su historia distintos tipos de legitimidad que si bien abstractamente pueden ser contradictorios, no es menos cierto que pueden coexistir en wha misma estructura -histérico-politica, pues, en la praxis éstas suelen sustentarse no sobre un principio, sino sobre un_ sistema concreto de’ principios de legitimidad. Por otra parte, cada nuevo tipo de Estado o de orden politico suele aportar un principio de legitimidad que le es peculiar. Pues bien, hechas estas aclaraciones, el Estado social, el Estado de prestaciones y concretamente el Estado manager va asociado a un principio de legitimidad constituido por la perfor- mance, ta funcionalidad 0 la eficacia de su gestién, principio que coexist: con otros principios de legitimidad y que en el sistema del Estado social debe subordinarse 0, si se quiere, interactuar con la legitimidad democrética. En cierto modo nada hay nuevo bajo el sol: la legitimidad de la eficacia podria incluirse dentro de la legi- timidad racional de Max Weber, si bien aqui no se tratarfa sdlo de una racionalidad juridica, sino también de una racionalidad téc- nica, es decir, constituirfa la forma tfpica pero no exclusiva, ni su- perior, de la legitimidad racional en la época de la civilizacién tec- noldgica o de la sociedad industrial y postindustrial. Apurando toda- via més las cosas podria emparentarse con la legitimidad por ejerci- cio de los escolésticos y, descendiendo a niveles préximos a la estu- pidez, con «menos politica y més administracién>; pero como decia ‘Maurras politique d’abord. 7.2. La conversién del Estado social en gran sistema distribuidor y manager de la sociedad nacional tiene una serie de consecuencias entre las que destacamos las siguientes: 2) En el Estado democratico burgués, los ‘ciudadanos partici- pan a través del proceso electoral en la formacién de la voluntad del Estado centrada en el Parlamento y capitalmente expresada en leyes. Enel Estado social a tal participacién por parte de los ciu- dadanos,-se une el-derecho a la participacién.més 0 menos institu- cionalizada en las prestaciones del Estado, en el bienestar generado por la accién estatal y en las oportunidades que proporciona: la Las transformaciones del Estado contempordneo 39 creacién de un adecuado ambiente econémico. Ello implica la puesta én accion de nuevas formas de democracia econémica y social, a las que aludiremos més tarde. b) Como hemos visto, la funcién capital del-Estado no es sélo legislar, sino, ante todo, actuar y, por consiguiente, el locus de la decisién se traslada a las instancias que por su estructura estén en capacidad de actuar, y concretamente del Parlamento a las instan- cias gubernamentales y administrativas. El Parlamento puede y debe ctiticar las politicas del Gobierno; esté en capacidad de deliberar sobre leyes generales, pero no siempre esté en capacidad de respon, der en tiempo oportuno con las medidas que exigen los cambios de situacién; puede aprobar planes, pero, en general no est4 en con- diciones de discutir su contenido técnico —a pesar de Jos esfuerzos de algunos Parlamentos en disponer de sus propios equipos aseso- tes— ni de saber si los objetivos del plan son realmente consegui- dos con los medios establecidos en el plan; tiene iniciativa legisla- tiva, pero la mayoria de los proyectos’ son presentados por el Go- bierno, que es quien dispone de los recursos técnicos para su for- mulacin: le corresponde formalmente legislar, pero —sin perjuicio de sus respectivas diferencias ‘cualitativas— la mayoria de la legisla- cién material toma forma de decretos, ordenanzas o de especifica- ciones de leyes cuadré o de especies andlogas aprobadas por el Parlamento. Por lo demas, la disposicién por parte del Gobierno y de los érganos bajo su control de una esfera amplia de accién es tun tequisito necesario, aunque no suficiente, para la actualizacién de la legitimidad funcional. Por supuesto, nada de lo anterior signi- fica una critica negativa del Parlamento, pues, por el contrario, éste tiene funciones muy importantes en el Estado de nuestro tiempo y, ante todo, como antes se ha dicho, ejercer la crftica de la politica del Gobierno, orientarla hacia ciertos objetivos, constituir la repre- sentacién genuina de la sociedad nacional y hacer’ presentes las de- mandas de los distintos grupos sociales a través de los partidos representados y, en fin, garantizar la publicidad de los actos guber- namentales de tal manera que éstos no se conviertan en arcana imperii de las oligarquias politicas y sus tecnocracias auxiliares. c) A Ia lucha por la participacién en 1a formacién de la volun- tad estatal, a través de los partidos, se articula la lucha por la participacién, en la distribucién de bienes y servicios llevada a cabo por el Estado. El Estado democratico tradicional partia de la sim- ple contraposicién rousseauniana entre el «hombre» y el «ciudadano, és decir, tenfa como substratum sociolégico el papel abstracto y ho- mogéneo de la ciudadanfa cuya participacién en la-voluntad estatal 40 Manuel Garcfa-Pelayo tenfa también una expresién abstracta y genérica, ya que se ma- nifestaba fundamentalmente en la formulacién de leyes. Hab/a, pues, una correlacién entre el sujeto de la participacién y la ex- presién de la participacién: el citoyen era una cualidad abstracta; el resultado de la participacién, la ley, era una entidad no menos abstracta. En cambio, el Estado social distribuidor no sdlo tiene como substratum al ciudadano, sino también —en cuanto que pug- na por la participacién, es distinta segtin la situacién social espect- fica de los participantes —las modalidades y formas de la existen- cia social, de manera que no slo estamos frente a la cualidad abs- tracta del citoyen, sino también frente a las situaciones concretas y a los papeles concretos del obrero de las distintas industrias, el empleado, el empresario grande, medio y pequefio, los habitantes de las regiones. atrasadas o polucionadas, los consumidores, los usua- tios de servicios, etc., de modo que la politica se convierte en ‘una buena parte en un conflicto de intereses que busca en el Estado no tanto normas generales cuanto acciones que afecten a intereses concretos. Pero como quiera que los individuos no pueden defen- der inmediatamente sus intereses en el proceso de distribucién y planificacién, han de hacerlo por mediacién de organizaciones, con Ja consecuencia de que un fenédmeno directamente cortelativo al del Estado social es la enérgica presencia en la formulacién de las decisiones politicas y administrativas de las organizaciones defen- soras de intereses, sin las cuales, por otra parte, el Estado social no podria desarrollarse ,y que, por consiguiente, son tanto una conse- cuencia como un supuesto de la idea y de la praxis del Estado so- cial. De este modo; el Estado social va dialécticamente unido con lo que los alemanes denominan «Estado de asociaciones» (Verb. destaat), es decir, un Estado en cuyas decisiones toman parte en una medida decisiva no solamente los partidos, sino también las grandes organizaciones 0 asociaciones que, a su vez, pueden. influir en.los partidos o ser influidas por éstos. 8. Estado social, comunidad nacional y sociedad integrada El Estado. burgués se definfa como un Estado nacional. Aun con los riesgos que implica toda generalizacién, diremos que la nacién, a su vez, era objeto de unas definiciones, més 0 menos roménticas y vagas y que frecuentemente aludian mds a la nacién como agente histérico que a la nacién como una unidad social, mds a la nacién como una unidad substancial que a la nacién como un orden funcio- nal de participacién en catgas y beneficios. Se hablaba, en verdad, Las transformaciones del Estado contemporéneo 41 de la «comunidad nacional», pero lo .cierto era que si bien las clases bajas patticipaban en los aspectos m4s extensos.y penosos de las cargas de la defensa militar y de la produccién econédmica, en cam- bio, no participaban en los beneficios més que efi una parte despre- ciable y —hablando en términos tfpico-ideales— tan sdlo en la medida necesaria para mantenerse y reproducirse. Entonces, si con- sideramos que la nacién es un orden de participacién en los bienes culturales y materiales, el «cuarto estado» parece estar de hecho fuera de la nacién, lo que Marx expresé en su conocida frase «los proletarios no tienen patria», expresién, por lo menos, matizada’ desde la segunda edicién del Manifiesto en el sentido de que con la coriquista del poder adquirirfan la patria y serfan elevados a clase nacional, Como quiera que ello sea, es lo cierto que las mds importantes direcciones del pensamiento socialista posterior consideraron a. la nacién como uno de los bienes a ‘ganar por el proletariado. Sin que podamos, ni tengamos que detenernos aqui et esta dimensién del pensamiento socialista”, si consideramos pertinente hacer una’ refe- rencia a algunas ideas sobre el tema de Otto Bauer y de Hermann Heller, en la medida que nos interesa para el objetivo de este trabajo. Segtin Otto Bauer, la nacién se expresa. en una comunidad de cultura, Ahora bien, vistas las cosas desde una perspectivva -histé- tico-sociolégica, en cada época —de acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de propiedad— hay una clase dominante que da presencia histérica a la nacién, 0 mds atin es la nacién, pues sélo ella est4 en condiciones de crear y de poseer Ja cultura superior que en cada momento histérico es caracteristica de una nacién, de modo que los restantes estratos si bien crean con su trabajo los supuestos materiales de la nacién estan fuera de ella, son el infraestrato (los Hintersassen) que sostiene a la nacién, 2 Vid. una antologia de textos en I. Fetscher, Der Marxismus.. Seine Ge- schichte in Dokumenten, Miinchen, 1967, pp. 571 y ss. 2 ©. Bauer parte de la definicién de la nacién como «una comunidad de cargcter resultado de una comunidad de destino» (p. 53 y otros lugares, cite mos por Otto Bauer, Werkausgabe, Viena, 1957, t. I, en el que se: incluye Die Nationalititenfragen und die Sozialdemokratie, cuya primera. edicién es de 1907 y la segunda de 1924), bien entendido que el destino no es una-cua- Tidad misteriosa, sino un resultado de las condiciones y de las acciones histé- ricas en que un pueblo ha desplegado y despliega su existencia; y que el ca récter no constituye una sustancia, es decir, algo inmutable, sino por el con- trario, algo que se transforma histéricamente a un ritmo variable segtin la ve locidad de los cambios histéricos, y-que no esté determinado preponderante- mente por factores bioldgicos hereditarios, sino, /ante todo, por la transmisién y transformacién de los bienes culturales a través de [as sucesivas generaciones, de donde se llega a la idea de la nacién como una comunidad de cultura. 42 Manuel Garcfa-Pelayo pero sin articularse a la comunidad cultural nacional. La primera clase nacional ha sido la nobleza, tinica que en su tiempo tuvo visién global, mientras que el horizonte del campesino y del artesano no rebasaba lo inmediato; que configuré.un derecho (feudal) homo- géneo frente al abigarrado fraccionamiento juridico en que vivian los ottos estratos; que unificé el lenguaje frente a la dispersién dia- lectal de los. campesinos; que poseyd lo que para su tiempo era una cultura superior y de dmbito més amplio que las limitadas, clementales y est4ticas formas culturales campesinas y artesanales ”. A la nobleza sucede la burguesia como clase nacional: desarrolla su: propia’ cultura caracterizada, entre otros aspectos, por el racio- nalismo, la ilustracién y la unificacién del orden jurfdico; tal cul- tura tiene mayores posibilidades de extensién a todo el pueblo que Jas que’ posefa la’ cultura caballeresca de la nobleza, lo que supone un progreso ‘considerable hacia la extensién social de la comunidad nacional, progreso en el que tuvo una parte decisiva la accién admi- nistrativa del Estado. Pero si bien la burguesfa no puede desarro- Iarse sin un cierto ascenso cultural de las clases trabajadoras, no es menos cierto que la participacién de éstas en los bienes culturales es muy limitada, de.manera que los trabajadores —al igual que en otra época los campesinos y los artesanos—.son los sostenedores econémicos (Hintersassen) pero no los participantes en la cultura, pues, no hay posibilidad de acceso a Ia cultura, si se catece de me- dios ‘materiales y de tiempo libre. Los bienes materiales se trans- forman ‘en bienes culturales y, puesto que la burguesfa se sustenta en la explotacién, «es una ley de nuestra época que el trabajo de ® La vinculacién entre clase social y nacién le permite desarrollar a Bauer los importantes conceptos historiogréficos de naciones con historia y naciones sin historia, Las wltimas son aquellas comunidades culturales que no han sido Aesarrolladas por no haberse formado en su seno una clase dirigente (=domi- /nante), 0 cuyo desarrollo se ha interrumpido como consecuencia de haber sido destruida por un poder extrafio su clase dirigente: tal fue, por ejemplo, el caso de Bohemia, cuya nobleza fue expropiada de sus tietras a comienzos del si- glo xvi, las cuales fueron otorgadas a generales del ejército imperial que he- bfa quebrado la resistencia checa (alemanes, espafioles, italianos y valones), con la consecuencia de que la nueva nobleza se integra totalmente en Ja cultura getménica y permanece extraiia al pueblo checo y, como por otra parte, la in- cipiente burgues{a prefizié emigrar, el resultado fue que Ja nacién checa per- manecié como una nacidn sin historia hasta que las condicionés de la segunda mitad del siglo xix le permiten adquirir de-nuevo conciencia nacional. El im- perio otomano —y, por supuesto, otros sistemas politicos— inclufa una plura- lidad de naciones tin -historia. Sobre los antecedentes y la continuacién de los conceptos de naciones con y sin historia, vid. Ch. C. Herod, The Nation in the History of Marxian Thought. The Concept of Nations with History and the Nations without History, La Haya, 1976. Las transformaciones del. Estado contemporéneo 43 uno se transforme en. cultura de otro», a lo que se afiade que la defensa de la clase dominante exige limitar y regimentar la difusién de la cultura al minimo indispensable, pues cada adquisicién cultu- ral por parte de los trabajadores es un paso hacia el poder. La plena realizaci6n de la comunidad nacional sdlo podré tener lugar con el advenimiento del socialismo, en el que los trabajadores, simultdéneamente a la toma de posesién socializada de los medios de produccién entrarén también en posesién de los bienes cultu- rales; sdlo entonces la totalidad de 1a poblacién quedaré irite- grada en la comunidad nacional dando, ademés, nuevo impulso a su desarrollo: «Socialismo significa la participacién de todo el pueblo en la comunidad cultural de la nacién, la conquista de la plena auto- determinacién por la nacién, la creciente diferenciacién espiritual de las naciones» *. Para Heller, la nacién es una realidad histérica —susceptible de tomar modalidades distintas— portadora de realidades y de valores culturales y morales, realidad con la que no sélo hay «que contar como substratum pata la realizacién de cualquier ideal incluido el socialista, sino que es también, per se, altamente estimable desde el punto de vista de la eticidad! «La nacién —decia en 1925 R_ es una forma definitiva’ de vida que ni puede. ni debe ser eliminada por el socialismo. El socialismo no significa; en modo alguno, el fin, sino la plenitud de la comunidad nacional; no la supresién dé-la comunidad nacional, sino la supresién de la clase mediante [la cons- titucién de] una verdadera comunidad nacional», pues. si la lucha de clases es un medio necesario para la realizacién del socialismo, el socialismo, a su vez, es la via para el logro de una verdadera comu- nidad nacional todavia no existente, pues, en efecto, «no se puede honestamente tener en la boca la palabra comunidad nacional, ‘sin tener en cuenta que la mayor parte de esta “‘comunidad” apenas tiene participacién en ella. Quien exija obligaciones nacionales a los trabajadores tiene que empezar por garantizarles una parte en Ja comunidad nacional. Actualmente, comunidad nacional significa también comunidad econémica». Del mismo modo que la burguesfa no podia ser nacional en la época feudal, asi tampoco puede serlo el socialismo en la época burguesa. En consecuencia, clase y nacién, en tanto que conceptos morales, han de trascender a ‘su situacién actual: la clase ha de entrar en la nacién, pero a su vez, la nacién ha de recepcionar ‘a la clase. La conciencia nacional y el sentimiento % Q. Bauer, ob. cit., p. 154. 31 Ob. cit, p. 169. 2 H. Heller,

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