Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
REPENSAR BARCELONA
Primera edición: mayo de 2003
© ETSAB, 2003
Producción:
CPET (Centre de Publicacions del Campus Nord) La Cup. Gran Capità s/n, 08034
Barcelona
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copy- right,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamien- to informático,
y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
Prólogo
El compromiso de opinar
Releer los artículos que siguen ha sido un fascinante paseo por el túnel del tiempo. Parece
mentira que tan pocos años hayan dado para tanto. Ha sido un viaje ver- tiginoso. Y sobre
todo apabullante, por la cantidad de problemas que aborda, los protagonistas de los
mismos, el encuadre ideológico, la historia de fondo. Montaner hace muchas cosas: destapa
“marrones” ocultos, pro- pone terapias, hace predicciones certeras, advierte de
riesgos inminentes, alaba experiencias positivas... Pero me gustaría destacar una virtud que
le envidio profunda- mente: su capacidad de interrelación (algunos lo llaman inteligencia).
Es capaz de ordenar meticulosamente mi- llones de datos en su disco duro y, a diferencia
de otros, acto seguido, hacerlos saltar de sus casillas, para ofrecer una explicación
trastocada, sugerente y a menudo con- vincente. Entonces lo vemos diáfano. Pero a
nosotros no se nos habría ocurrido antes. Posee una especial capacidad para pasar
sagazmente de Blade Runner a la filosofía, empalmando con los yuppies y las últimas
teorías de Derrida. Montaner es un tipo cultísimo, pero engordado con mixtura nutritiva. No
sólo de arquitec- tura se alimenta el hombre. Ávido de ideas y datos, ha sabido acumular
historia, –es un excelente cronista–, pero también le preocupa la actualidad más
vanguardis- ta. Está enterado de las intrigas de palacio, pero también sabe cómo se vibra
en la calle. Pone la antena, lo mezcla todo y le saca sustancia.
Sus defectos
Montaner, sin embargo, tiene un aparente defecto: se le entiende todo. Lejos de ejercer el
cripticismo de otros colegas, convencidos de que cuanto más complicado mejor, él ha
decidido escribir para comunicar, no para “epatar”. Al acabar de leer sus escritos no
exclamas:
¡Madre, qué burro soy y qué listo quien escribe!, sino que te enteras de algo nuevo. A pesar
de la densidad de su riqueza léxica y sus citas, logras captar con claridad el planteamiento
de la cuestión y cuál es, sin escamoteo, su opinión. Otro error: a Montaner se le ve el
plumero de ser de izquierdas, pero no de los que dicen ser de iz- quierdas sino de los
quieren serlo; le interesa lo público, lo colectivo, lo social, lo que les suele importar un pito a
los ego-arquitectos y demás creadores. Y el discurso de la sostenibilidad no lo utiliza como
coletilla simpática en sus escritos, sino como convicción precoz desde hace ya muchos
años.
Otro de sus defectos capitales es la valentía: en contraposición a los muchos que dicen
mucho sin mojar- se nada, él ha preferido el camino tortuoso del compro- miso sincero. Dice
lo que piensa y reivindica el derecho a una opinión libre, no sólo para él sino para todo
quisque: para incentivar el necesario debate que toda ciudad, país y disciplina necesitan
para prosperar. Mucha gente se queja de que no haya crítica arquitectónica, como la hay
cinematográfica o política. Pero nadie se atreve a ejercer- la por miedo a las represalias.
Montaner está azuzado por unos para que diga la verdad, para que detecte lo que no
funciona, para que denuncie el oscurantismo de ciertos proyectos, la prepotencia de la
Administración, la falta de participación, pero es él quien pone la pluma. Los que reciben
sus críticas entonces lo consideran un traidor, un enemigo. Su firma es de las pocas que ha
sido valiente, y tampoco ha tenido reparo alguno en rectificar cuando la situación lo
mereciese. Ojalá tuviésemos más Montaners, con opiniones diversas, pero decididos a
plantear públi- camente en los diarios los problemas que a todos nos incumben. Que sólo
tenga de frontón al incombustible y certero Oriol Bohigas no deja de ser incomprensible a
estas alturas. Algo no funciona en el debate barcelo- nés cuando sólo se puede decir amén.
Los artículos que siguen nos hablan de una ciudad brillante, pero que a veces se tuerce; de
una disciplina, la arquitectura, con tendencia natural a la mediocridad y a la especulación.
Pero también ofrecen muchas alternativas y esperanzas, con un discurso propositivo
moderno, con confianza en el futuro, con propuestas concretas y un ideario humani- tario
que sabe coser casa, cosa y persona. Nos importa un rábano la arquitectura si no es
función de sus usuarios. Montaner lo proclama con acierto desde hace tiempo, y seguro que
las cosas nos van un poco menos mal gracias a su faro constante. A todos nos conviene
que siga encen- dido y dando vueltas.
6
Premisa
“Sólo este lenguaje instantáneo se revela eficaz para encarar el momento presente.”
Este libro es una antología de los artículos más repre- sentativos que he publicado en El
País en el período que va de 1984 a 2001. Es decir, sigue el arco temporal definido por dos
novelas de ficción –1984 de George Orwell, y 2001: una odisea en el espacio de Arthur C.
Clarke–; cubre dos hitos que se lanzaron como futuros lejanos y que el devenir de la
humanidad en el tiempo ha alcanzado y ha convertido en una realidad distinta a la
prevista. Un futuro señalado como objetivo, que se convirtió en presente y que ahora ya es
un pasado que debemos repensar.
Entre estas dos fechas, 1984 y 2001, es decir, des- de cuando inicié las colaboraciones en
El País hasta el pasado reciente, se recoge una selección de artículos que intentan pensar y
repasar temas recurrentes: la evolución urbana de Barcelona, la arquitectura y la ciudad
contem- poráneas, las relaciones entre arte, arquitectura y ciudad, los problemas del medio
ambiente, la arquitectura de la vivienda y los museos.
Puede tener interés recorrer, de nuevo, las opinio- nes vertidas justo en el momento en que
los fenómenos sucedían, intentando ahora contextualizarlas. Y, posible- mente, el repaso a
la evolución de los criterios de los artículos pueda desvelar cierta evolución, que va de la
divulgación a la crítica, poniendo énfasis en interpreta- ciones cada vez más exigentes.
<
Escola d’Arquitectura. Foto: Rosa Feliu, 1984.
Repensar Barcelona no significa sólo reflexionar sobre dicha ciudad sino que tiene, como
mínimo, dos objetivos más. Uno, en la medida que Barcelona como capital es síntoma de
Cataluña, significa pensar sobre las formas de la cultura y de la vida catalanas contem-
poráneas. Dos, a partir del análisis de la evolución de una ciudad concreta, comporta
repensar la metrópolis contemporánea en general y tantear unos nuevos instru- mentos
teóricos para el urbanismo.
Existe, además un escenario de fondo, la reflexión constante sobre la evolución de la
arquitectura contem- poránea desde 1984 hasta el 2001, y un trasfondo meto- dológico, la
voluntad de responder a la siguiente inter- pelación: ¿Cuáles podrían ser los métodos de la
crítica para la vida cotidiana en la metrópolis contemporánea? Hay, además, otra voluntad
en estos escritos, conseguida o no: la búsqueda de pasajes que permitan comunicar la
lengua específica del mundo de la arquitectura y el urbanismo con el lenguaje común de los
ciudadanos. En el apartado de los agradecimientos, debo reconocer, en primer lugar, a los
compañeros, periodistas y colabora- dores de El País, en especial a Tomás Delclós, que fue
quien me encargó los primeros artículos.
Al poeta y editor Àlex Susanna, gran amigo, que me animó a preparar esta antología de
escritos; al arqui- tecto, diseñador y crítico Juli Capella, otro gran amigo, que ha tenido la
generosidad de escribir un prólogo tan cálido y humano.
A Ignasi Bonmatí, tan eficaz e imprescindible se- cretario de la Escola Tècnica Superior
d’Arquitectura de Barcelona durante años, y a Josep Maria Serra, director de Edicions UPC,
que han hecho posible que la recopi- lación se edite.
A Joan Fontbernat, que ha cuidado de la recopila- ción y la reordenación de los textos,
reescribiendo los
9
artículos antiguos que se habían hecho con máquina de escribir o que se habían extraviado
en los archivos de antiguos ordenadores. La mayoría de artículos surgie- ron a partir de
conversaciones y sugerencias con amigos y colegas, y muchos fueron repasados
previamente por mis parejas durante este período: Mariona Augé y Zaida Muxí. Zaida,
además, ha revisado la edición de este libro y sus sugerencias han sido valiosísimas. En el
libro se
Índice
1984
1984
El inicio de las colaboraciones en El País tiene una estrecha relación con las actividades
culturales en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona, en cuya organización
me incorporé desde septiembre de 1984 hasta mediados de 1986. Precisamente el primer
acto cultural del equipo de dirección encabezado por Fernando Ramos fue la espectacular
conferencia de James Stirling con motivo de la inauguración de la ampliación de la escuela,
proyectada por José Antonio Coderch. Stirling daría su multitudinaria conferencia en medio
del vestíbulo aún en obras, para significar que el edificio estaba a punto de terminarse
después de años de obras. Mientras, una réplica de la Victoria de Samotracia sobrevolaba
la escuela, impulsada por una grúa al ritmo de la música de Carles Santos. Eran los años de
eclosión de la arquitectura posmoderna y Stirling era una de sus máximas figuras; acababa
de inaugurar con un éxito sin precedentes la ampliación de la Staatsgallerie de Stuttgart.
18
JAMES STIRLING,
ARQUITECTO DE LA CONTEMPORANEIDAD EUROPEA23 de octubre de 1984
Este arquitecto británico llamado James Stirling y naci- do en 1926 ha conseguido durante
casi cuatro décadas estar en la cúspide de la arquitectura contemporánea. Su última
aparición en escena, después de casi diez años de escasa obra construida y cuando
algunos empezaban a considerarle un artista en de-
nifica para Stirling la construcción de un edificio para museo, tema al que ha dedicado gran
parte de sus últi- mos proyectos. Este museo, que se ordena en torno a un gran espacio
público, una plaza circular, y que se organi- za internamente según un esquema de museo
neoclásico, hace brotar arquitecturas, formas, fragmentos, elementos y materiales
heterogéneos que tanto provienen del pro- pio mundo lingüístico de Stirling como de la
poética de la tecnología, como del más genuino repertorio histórico y clásico, como del
juego formalista e irónico. Induda- blemente, gran parte de esta obra construida en Stuttgart
estaba ya anunciada en proyectos anteriores aún no realizados, como la Landesgalerie
Nordrhein-Westfalen en Düsseldorf (1975) y el Wallraf-Richartz Museum en Colonia (1975).
A propósito de esta última obra, la ampliación de la Staatsgallerie en Stuttgart, el mismo
Stirling ha escrito: “Finalmente, libres de la carga de la utopía, pero cargados de una mayor
responsabilidad en el campo de la representación civil, miramos con con- fianza un futuro
menos condicionado, capaz de producir obras más ricas de memoria y de valores
asociativos a lo largo de la línea de una continua evolución de la arquitectura”. Y
realmente, la obra de James Stirling, en la que se expresan tanto lo figurativo como lo
abstracto, lo monumental como lo informal, lo histórico como lo tecnológico, lo tectónico
como lo irónico, se nos aparece como una realización en el límite de lo pensable, como la
mejor intuición de hacia dónde puede ir la arquitectu- ra. Una obra que tiene la maestría de
mostrarnos cómo sobre el soporte de una estructura ordenada puede desa- rrollarse una
obra rica, experimental, eclecticista y, en definitiva, llena de libertad creadora.
19
1985
Los artículos de los primeros años fueron más descriptivos que críticos; tenían la vo- luntad
didáctica de explicar al lector ciertos episodios de la disciplina arquitectónica, empezando
por las posiciones de la arquitectura contemporánea y por un fenómeno genuino de los
años ochenta: la importancia que la última generación de museos empezaba a tener en las
grandes capitales, dentro de las coordenadas de la cultura posmoderna. Había también la
voluntad de revalorizar y reinterpretar a figuras de la arquitectura, el urbanismo y la teoría
estética en Cataluña: Nicolau Maria Rubió i Tu- durí, Josep Maria Sostres, Antoni Bonet
Castellana, Josep Vicenç Foix o Eugeni d’Ors fueron paulatinamente objeto de artículos. El
que aquí se presenta, dedicado a Rubió i Tudurí, había sido inspirado en la lectura de
textos que Pedro García Montalvo, Je- sús Martínez Clará, Maurici Pla e Ignasi de Solà-
Morales dedicaron previamente al arquitecto y paisajista.
Este escrito quiere ser un minúsculo cristal que ayude a ilustrar una visión compleja de un
personaje polifa- cético por excelencia: arquitecto, diseñador de jardines, urbanista, escritor
de libros de viajes, novelas y obras de teatro, teórico de las artes, aficionado a las cacerías,
et- cétera. En el terreno del ensayo, Nicolau Maria Rubió y Tudurí fue autor, en 1931, de
y hegeliano. Tal como se evoca en la contemplativa y paradójica poesía de T. S. Elliot, toda
realidad se me- tamorfosea continuamente en su contrario y negativo. Por esto Rubió –que
surge a caballo de dos momentos, el Noucentisme y el funcionalismo– proyecta a la vez
edificios neobrunelleschianos y plantea los primeros
experimentos racionalis-
un libro titulado Actar, plan- teado como réplica a la reco- pilación de artículos que en 1923,
con el nombre de Vers une Architecture, había lan- zado Le Corbusier, a quien
implícitamente Rubió trata
tas. Por esto otorga a la ampliación de la Casa del Cotó una gran fachada neoclásica en la
Gran Via y otra totalmente moderna en el interior de manzana. Por esto mira hacia el orden
del clasicismo pero a la vez nos plantea en 1929 su proyecto de Barcelona futura en los
alrededores de la Plaça d’Espanya y en 1934, dentro de su concepción de una “Cataluña
libre abierta al Mediterráneo e integrada en Europa” plantea su Por un Ensanche mejor,
siempre a base de utópicas ciudades plantadas de rascacielos y llenas de distintos niveles
de circulación.
Porque Rubió i Tudurí era un personaje esen- cialmente metropolitano. Y sus jardines
constituían, precisamente, la posibilidad de un recóndito lugar para el ocio en la metrópolis.
El jardín latino o mediterrá- neo que fue elaborando a partir de las enseñanzas de Forestier
era también una síntesis que, más allá de las dos antinomias de la jardinería –los esquemas
geomé- tricos de la tradición francesa y los itinerarios variados del pintoresquismo inglés–,
tendía a un curioso tercer momento en que la mezcla de estas dos concepciones
entroncaba con la tradición mediterránea del huerto y el patio, y con los jardines
confortables y domésticos de las casas suburbiales de la burguesía menor. Eran jardi- nes
con espacios para la sana mesura, para el ocio. El ocio entendido y practicado como lo que
está más allá del placer cumplido y del conocimiento adquirido, en el mejor límite de la vida.
Una de las más importantes concepciones que recorrió y renovó el mundo del diseño, la
arquitectura y el urbanis- mo en la década de los setenta fue la que, oponiéndose a
< Fundació Joan Miró, Josep Lluís Sert (1975). Foto: Zaida Muxí/Josep Maria Montaner,
2003.
23
rios en la configuración de su entorno. Era una década definida por referencias tales como
el Informe Meadows o el Club de Roma (1970) –que planteaba analíticamente la realidad
del agotamiento de los recursos naturales a medio plazo–, o como el texto doctrinal Small is
Beau- tiful (Lo pequeño es hermoso), de Schumacher (1973)
–defendiendo una tecnología humana o intermedia para una sociedad socialista.
Fue toda una corriente que en el campo del plan- teamiento urbano culminó
en el congreso sobre el hábi- tat, en Vancouver (Canadá) en 1976, bajo los auspicios de la
ONU, y en paralelo a la realización de una serie de concursos e intervenciones en países
del Tercer Mundo para promover las llamadas políticas de autoconstruc- ción y para definir
diversos tipos de viviendas evoluti- vas. Y también fueron los
frontalmente los principios de zonificación urbana de la Carta de Atenas; los es- critos de
Henry Lefebvre, una crítica al urbanismo funcionalista desde la cate- goría de la alienación
de la vida cotidiana en los barrios modernos; o incluso pelícu- las, como Play time (1966-
1967), de Jacques Tatie con- vertido en Monsieur Hulot,
años que sirvieron para que se desarrollasen y perfec- cionasen diversas teorías y métodos.
Como el sistema de los patterns (modelos especiales), del californiano Christopher
Alexander, que consiste en un método de diseño pensado para que cualquiera pueda
intervenir en la configuración de su entorno. O como la metodología de los soportes, ideada
por el holandés John Habraken, basada en un nuevo diseño industrial que potencie la
flexibilidad de los espacios. O como todos los plantea- mientos del inglés John Turner, que,
aprendiendo de los países pobres, ha culminado en su propuesta de “todo el poder para los
usuarios”.
En el fondo, todo este proceso comportaba una fuerte crítica al ansia totalizadora del diseño
moderno, a la excesiva confianza en la capacidad de poder crear desde los estudios de
proyección unas pautas interna- cionales que resolviesen todos los problemas del hábitat y
de la ciudad. La revalorización del papel activo y diferenciador de cada cultura y subcultura
y la defensa de la posibilidad de intervención activa del usuario han sido pasos que han
caracterizado una buena parte de la arquitectura actual.
Este proceso de revisión es algo que ya se había gestado en las dos décadas anteriores.
Algunos hechos destacados lo atestiguan: las preocupaciones socio- lógicas y psicológicas
de los arquitectos del Team X, defendiendo, hacia finales de los años cincuenta, la
necesidad de que cada forma edificatoria se adecuase a cada cultura urbana; la exposición
(y posteriormente el libro) que organizó Bernard Rudofsky en 1964 bajo el
24
tres museos que han sido considerados más para- digmáticos, interesantes y polémicos de
entre los de la última generación: la ampliación de la Staatsga- llerie en Stuttgart, de los
británicos James Stirling y Michael Wilford (1977- 1984); el Museo Municipal de
Mönchengladbach, obra del vienés Hans Hollein
En este auge de los museos confluye, por una parte, la mitificación de los gastos en cultura
como un consumo legítimo y como el rostro humano de las inversiones públicas, y, por otra
parte, las consecuencias del crecimiento del fenómeno del turismo de masas, que acerca a
estos museos un nuevo
sujeto contemporáneo.
como fuente de inspiración del edificio; la voluntad de respecto hacia la historia y hacia el
contexto en el que se actúa; la articulación de los espacios a través del recorrido y del
movimiento, y la superación del mito de la flexibilidad en la distri- bución interior,
recuperando composiciones más clásicas y determinadas.
En este auge de los museos confluyen, por una parte, la mitificación de los gastos en
cultura como un consumo legítimo y como el rostro humano de las inversiones pú- blicas, y,
por otra parte, las consecuencias del crecimiento del fenómeno del turismo de masas, que
acerca a estos museos un nuevo sujeto contemporáneo: las multitudes ávidas de
contemplar, desde un espíritu desacralizado y hedonista, tanto las obras de arte como unos
contenedo- res atractivos y sugerentes por ellos mismos.
25
Estos museos nos muestran, precisamente, cómo una parte de la arquitectura actual se ha
ido situando de lleno dentro de una voluntad más general que ha recorri- do parte del arte
reciente (desde el pop a los happenings, pasando por el conceptual), para convertirse en
más popu- lar, participativa y autorreflexiva. Abandonando pautas de renovación
exclusivamente abstractas, muchos de estos edificios incluyen aspectos figurativos y
comunicativos, intentándose acercar más a la gente corriente. Decir que ésta es una actitud
conformista en la medida que se adapta a las formas y costumbres establecidas, a las
solicitacio- nes de la sociedad de consumo y de los mass media, cons- tituye una valoración
excesivamente simplista.
Una última lección, ésta para aquellos de quienes dependen las políticas culturales. Ante
tantos ejemplos de pequeñas reparaciones, creaciones de museos que
1986
A finales de 1986 se produjo un hecho de alegría colectiva: Barcelona fue proclamada sede
para los Juegos Olímpicos de 1992; entonces, 1992 quedaba aún lejos, en el futuro; ahora,
1992 es un pasado que ya ha cumplido diez años. El artículo “Barcelona i la propaganda”
proponía una visión panorámica, incipientemente crítica, de la Barcelona a punto de ser
elegida sede olímpica. En poco tiempo, el ritmo y los objetivos de las obras iban a cambiar
completamente y se iba a dejar atrás la primera etapa democrática, elaborada y
participativa. Dicho artículo ha sido utilizado como referencia por Julià Guillamon en su libro
La ciutat interrompuda (2001), un “baudelairiano” fresco de la Barcelona de las últimas
décadas, desde la época del compromiso político hasta la posmodernidad, analizada a
través de la literatura. Al ambicioso proyecto de ciudad olímpica le correspondía
necesariamente la existencia de una masa crítica que la contrapuntase, abogando “a favor
del debate crítico y serio sobre Barcelona, en vísperas de la posible nominación como
ciudad olímpica”, tal como escribió Josep Maria Carandell en la Guía del Ocio del 26 de
septiembre, citando este artículo mío publicado en El País.
de algunos arquitectos más próximos a nosotros, tales como José Antonio Coderch o Antoni
Bonet Castellana.
La aceptación de la diversidad de tendencias, la adopción de un método empírico y
antiburocrático, las discusiones basadas en el análisis de proyectos, serían algunas de las
característi- cas del Team X, grupo que empezó a formarse en 1953, en el marco del IX
CIAM (Congreso Internacional de
Si bien es altamente valioso que la arquitectura haya recuperado el diálogo con su propia
historia, la forma de su relación con la ciudad, la conciencia
de su esencialidad ligada a la forma y la voluntad de ser expresiva mediante el lenguaje, no
debemos olvidar que si desprecia su dimensión social, es
decir, su responsabilidad de responder a las aspiraciones y necesidades de la colectividad,
volverá a caer en el error de dejar de lado una de sus dimensiones esenciales.
maestros y tras una fuerte ruptura con la tradición. Por tanto, en este proceso era inevitable
una fuerte tendencia hacia el realismo, el contextualismo o el regionalismo: es decir, se
tenían que plantear proyectos de revisión confrontando los principios del movimiento
moderno con los diferentes contextos. Aquí radica uno de los principales atractivos de esta
arquitectura reciente; ha sido una aproximación arquitectónica que da los prime- ros pasos
hacia la integración del conocimiento histórico
–sobre todo en Kahn y Rogers–, hacia el respeto por el legado de la ciudad –Rogers y, en
cierta medida, los Smithson–, hacia la búsqueda de estructuras vernáculas
–recuérdense las experiencias antropológicas de Aldo van Eyck y Utzon– o, finalmente,
hacia la defensa de valores formales autónomos (cabe citar obras como la Capilla de
Ronchamp o la Ópera de Sidney).
Una de las conclusiones de la Semana Cultural es que para la arquitectura es básica su
dimensión social. Podríamos añadir que, si bien es altamente valioso que la arquitectura
haya recuperado el diálogo con su propia historia, la forma de su relación con la ciudad, la
con- ciencia de su esencialidad ligada a la forma y la volun- tad de ser expresiva mediante
el lenguaje, no debemos olvidar que si desprecia su dimensión social, es decir, su
responsabilidad de responder a las aspiraciones y nece- sidades de la colectividad, volverá
a caer en el error de dejar de lado una de sus dimensiones esenciales.
29
JOSEP MARIA SOSTRES, LA IMMATERIALITAT DEL PRESENT 25 de maig de 1986
Podríem dir que perquè hi pugui haver “un ambient artístic” –categoria que ha utilitzat Pierre
Vilar– s’han de donar una sèrie de característiques, com ara un pro- jecte estètic comú, un
context cultural i social definit i unes individualitats riques i diverses.
L’arquitectura catalana dels anys cinquanta i seixanta, que primer es va
dèliques dels anys vint a uns contextos econòmics, tècnics, socials i culturals concrets.
Recordem el text breu de Sostres dedicat als “monuments de totxana”, escrit el 1973-1974,
amb ressonàncies de “l’elogi del totxo” que Bohigas havia escrit el 1960.
I en un moment en què els artistes intel·ligents
i sensibles com Sostres ja
entenien que “els clixés dels anys vint han deixat de considerar-se vàlids; tothom ja n’és
conscient; les revistes no parlen d’altra cosa. No obstant això, entre el dubte i l’en- tusiasme,
és obligat que
que tenia trets distintius com l’actitud del realisme i el compromís social.
A més de personalitats com Moragas, Coderch, Bohigas i tants d’altres, la figura de Josep
Maria Sostres (1915-1984) va constituir una peça essencial d’aquest context.
Ara, l’exposició “Ciudad Diagonal”, presentada a la Galeria CRC i ideada pels arquitectes
Juan José Lahuerta, Carles Muro, Antonio Pizza i José Quetglas, presenta, exhaustivament
documentat, el repertori de les cases unifamiliars per a la urbanització Ciutat Dia- gonal,
projectades i realitzades entre el 1955 i el 1957, i que constitueixen un grup definit
clarament dins de la globalitat de la seva obra.
Respecte a aquests projectes, Sostres va escriu- re: “els meus projectes dels anys
cinquanta no estaven pensats per a la posteritat”. Eren projectes “d’un nou eclecticisme”,
pensats per experimentar, percebre, aprendre i conèixer els elements i les formes arquitec-
tòniques, però no necessàriament per perdurar.
Si mirem aquests projectes de cases –amb exem- ples com la volumètrica Casa Iranzo o la
lleugera i transparent Casa Moratiel–, veiem que hi predomina l’actitud de
l’experimentalisme; un experimentalis- me que es mostra en les variants –fins i tot estilísti-
ques– que es preparen per a cada projecte, i que és marcat per “una contradicció, d’altra
banda general en tota la producció de l’època, entre una voluntat de forta expressió
neoplasticista i les dificultats naturals que presentaven els sistemes artesans dels quals se
servia l’arquitecte, principalment perquè eren els més econòmics”.
És a dir, la realitat de l’arquitectura europea d’aquelles dècades era aplicar les idees i
formes mo-
l’experiència es refaci perquè sigui possible superar-la immediatament i, a més, en tots els
terrenys: tècnic, formal, del gust del públic, etc.”
Calia, doncs, fer el pas necessari d’assumir les formes del neoplasticisme, de Mies van der
Rohe i d’Aalto, de la Bauhaus i de la tècnica, per reintroduir- les en la tradició de
l’arquitectura a Catalunya i amb l’experiència d’anar-les superant.
Aquesta exposició de dibuixos permet recordar com l’activitat de Sostres va enriquir i definir
la diversitat de l’ambient artístic dels anys cinquanta i seixanta.
Sostres, que de jove havia estat pintor; que ja a final dels cinquanta, en les col·laboracions
que escri- via per a l’enciclopèdia Espasa, explica que s’estava en una “època manierista”, i
que va construir unes quantes obres escollides –intel·ligents i no exemptes de dubtes i
vacil·lacions–, va ser un arquitecte culte que es va inclinar cap a la docència de la història
de l’art i l’arquitectura.
Josep Maria Sostres va deixar la part més impor- tant del seu llegat en aquelles classes a
l’Escola d’Ar- quitectura de Barcelona, en què utilitzava les fonts i les metodologies més
avançades de la historiografia d’aquell temps.
Va deixar el llegat de la immaterialitat del seu pensament en el llenguatge que ressonava a
les au- les i en unes obres que, com l’edifici d’El Noticiero Universal, mostraven la
consciència de la distinció entre allò que és monumental i urbà i allò que és efímer i subtil.
“Una vegada presa la vida com un joc d’atzar o com una aventura, totes les sorpreses
deixen de ser-ho.”
30
Per als barcelonins, la ciutat de Barcelona ho és tot: casa, escenari, art, història, imaginació,
amor, diversió, revol- ta. Ho és tot i els barcelonins seguim la seva evolució més recent amb
la passió de l’amant.
Que Barcelona ha entrat en una dinàmica de revitalització és innegable. Tothom, des de
dins i des de fora, n’és ben conscient.
receptacle de l’herència de la història en els seus monu- ments. La ciutat com a factoria de
les més inesperades experiències plàstiques, dramàtiques, visuals i musicals, infinitament
barrejades. La ciutat com a lloc de la políti- ca, com a centre de la informació, com a espai
de l’inter- canvi, com a focus i escenari de conflicte.
Revitalitzar Barcelona
I aquest és un procés alta- ment positiu. Però també, qui més qui menys, té les seves
objeccions i els seus dubtes, i hi veu algun de- fecte, molt més enllà de les qüestions de
mera estratè- gia política o dels concrets interessos privats.
Barcelona s’ofereix com una mercaderia més dins del mercat competitiu. Tot té valor de
canvi, fins i tot la ciutat, amb els seus monuments, celebracions, persones i animals. Tot pot
ser mesura, informació i record. Tot ha de poder esdevenir publicitat, imatge consumible.
és, doncs, apostar pel futur, per la Barcelona més art que mai o la Barcelona més Grec que
mai. És acceptar la dialèctica camp-ciutat i dinamitzar-la. Seguint una tendència
predominant, és optar per la concentració. De fet, des de fa més de dos se-
Barcelona s’ha convertit en el tema estel·lar de tota tertúlia i discussió entre professionals o
ciutadans. Sobretot ara que s’està tan a prop de saber si serà o no la seu olímpica. Però,
paradoxalment, el creixement i la vitalitat de Barcelona no han generat ni explicitacions
completes dels plantejaments que s’han posat en pràcti- ca, ni molt menys prou reflexions
crítiques.
Si bé és innegable que la renovació actual de la ciutat, un cavall que espera l’impuls del
projecte olímpic, constitueix el projecte col·lectiu més atractiu, transcendent i intel·ligent que
s’ha proposat en moltes dècades, tampoc no cal que es rebaixin uns planteja- ments
necessaris de didàctica col·lectiva i que la crítica culta emmudeixi.
Sobretot quan ha estat precisament aquesta con- juntura singular dels Jocs Olímpics de
1992 la que ha servit d’eina per impulsar una dinàmica de resolució urgent de problemes
que feia anys que s’arrossegaven, com ara el de la remodelació d’infraestructures de l’àrea
del Poblenou.
S’ha d’aclarir, en primer lloc, que aquesta aposta per Barcelona continua la tradició més
innovadora i progressista que ha anat optant per la Catalunya-ciutat
–com després de Joan Maragall l’ha continuat anome- nant Eugenio Trías. És continuar la
vocació metropoli- tana de Catalunya de disposar d’un centre comercial, in- dustrial i
cultural. És batallar per eludir aquell fantasma d’esdevenir una capital de segon o tercer
ordre, allò que s’ha anomenat el perill de “marsellització”. És optar per l’univers urbà com a
lloc de renovació contínua i com a centre essencial del món postindustrial.
La ciutat que es viu, s’imagina i s’interioritza com a dotzenes de “ciutats invisibles”. La ciutat
com a
31
capital, tant nacional com internacional –especialment dels Estats Units, el Japó i els països
àrabs, els quals volen assegurar en inversions immobiliàries els diners obtinguts en el
mercat fluctuant de petroli. I Barcelona té un paper rellevant en tota una àrea mediterrània
àmplia –que tindria com a capitals Sevilla, València, Tolosa, Marsella, Gènova o Milà–, una
zona que ofe- reix a l’escenari internacional una sèrie de facilitats prou interessants: clima
bo i estable; ciutats desen- volupades, ben comunicades i agradables; mà d’obra
relativament barata.
Per això, i per moltes altres raons, Barcelona s’ofereix com una mercaderia més dins del
mercat com- petitiu. Tot té valor de canvi, fins i tot la ciutat, amb els seus monuments,
celebracions, persones i animals. Tot pot ser mesura, informació i record. Tot ha de poder
es- devenir publicitat, imatge consumible. Barcelona marca registrada ha de tenir el seu
logotip, la seva imatge d’empresa, la seva personalitat consumible. Ha d’entrar en l’espiral
imparable del consum. I per al món de la publicitat el més important és l’espectacle.
Com ha escrit Jean Baudrillard, la “nostra perver- sió consisteix que mai no desitgem els
esdeveniments reals, sinó el seu espectacle, mai les coses, sinó el seu signe i la burla
secreta del seu signe”.
Per això, “Barcelona més neteja que mai” –pre- cisament un dels primers passos per eludir
el perill de “marsellització”– consisteix molt més que a tenir la ciutat més neta, encara que
realment ho estigui, a ce- lebrar l’espectacle de la seva neteja amb una galeria
d’exposicions dedicada als temes de neteja i d’higiene urbana i amb una flota de camions i
camionetes –que semblen tretes del film Blade Runner– que recorren car- rers i voravies
amb els seus colors, llums intermitents, escombres mecàniques i soroll.
I aquest èxtasi de l’espectacle del consum i del canvi no ens deixa veure que algunes de les
trans- formacions d’avui, com ara els túnels –encara que replantejats–, o les rondes –encara
que s’hagi realitzat el manifest postmodern d’enderrocar-ne un trosset a la Ronda del
Guinardó–, o la intervenció al Poblenou –que recorda massa l’antic pla de la Ribera– són
projectes dels anys setanta que les crisis econòmiques i les pressi- ons populars havien
aturat.
Si bé és clar que Barcelona ha comptat en aquesta darrera etapa amb la col·laboració dels
millors tècnics i professionals, els quals tenen criteris definits sobre on cal arribar i quines
eines s’han d’utilitzar per aconse- guir-ho –i l’interès que la Barcelona actual desperta a
l’estranger ho constata–, això no ens ha de fer pensar que ja hem arribat a la perfecció.
S’han de continuar plantejant preguntes.
Els raonaments del triomfalisme i la desqualifica- ció de tota crítica poden estar bé per als
polítics, però es convertirien en una eina fatal si l’utilitzessin els tècnics i professionals. S’ha
requalificat rigorosament tota la ciutat? És cada dia més humà, còmode i obert a tothom
viure a Barcelona? Té prou qualitat arquitectònica, ma- terial i social tot el que s’ha realitzat
o s’està realitzant? Prenguem tres d’aquestes qüestions possibles. En primer lloc, totes
aquestes intervencions de caràcter puntual –en especial, les famoses places– han aportat
prou coherèn- cia urbana?
Si bé és cert que en els últims tres anys s’ha des- envolupat un pla de dotze àrees
d’intervenció prioritària que en el futur aportarà una qualificació i un equilibri urbans més
grans, hi ha intervencions ja realitzades, com per exemple el sistema de places format per la
dels Països Catalans, la de l’Espanya Industrial, la de l’Escorxador i la d’Espanya, que, a
banda de la qualitat de cada una, constitueixen un conjunt sense cap mena de lògica.
En segon lloc, no és prou clara l’actitud que se segueix respecte al patrimoni arquitectònic.
Quan la gent s’havia anat conscienciant que calia conservar i revitalitzar els edificis de
les àrees vinculades a la memòria urbana, intervencions com la del Poblenou o la del carrer
de Tarragona / plaça d’Espanya no deixen de sorprendre.
El que preocupa és que aquests projectes es plan- tegin en un país en el qual encara no
s’ha solidificat una mentalitat preocupada amb l’herència històrica, on no hi ha prou
museus, ecomuseus i edificis reha- bilitats. I el que encara és més increïble és que als
barris es col·loquin artificialment i per decret nous monuments i, en canvi, en aquests
mateixos barris la gent hagi de lluitar durant anys per salvar un vapor vell, és a dir, per
conservar aquells símbols amb què s’identifica veritablement.
I, finalment, com es justifica l’incompliment sis- temàtic dels terminis projectats –que costen,
per tant, més diners dels previstos– i que tenen, paradoxalment, un resultat final d’una
qualitat feble i un manteniment posterior insuficient? Per ser realment un municipi d’Europa,
més que col·locar rètols caldria començar a resoldre aquests mals endèmics; per exemple,
aplicar més seriositat en la realització material de les coses
–encara que tots sabem que hi ha inauguritis, presses i corregudes a tot arreu– i permetre
un nivell més alt de crítica i polèmica. No hem d’oblidar que el coneixement avança
mitjançant la crítica.
L’avenç de les metodologies de la història de l’art i la societat a Alemanya i al Regne Unit
durant els anys cinquanta i seixanta –Arnold Hauser, Ernst Gombrich,
32
Karl Popper– en bona mesura es va realitzar gràcies a un procés de rèpliques i
contrarèpliques, i l’aportació cab- dal dels arquitectes i historiadors italians durant els anys
setanta va sorgir en una escola, l’Institut d’Arquitectura de Venècia, que havia apostat per la
crítica radical.
Sembla que a la transcendència del salt cap enda- vant que Barcelona està fent li
correspondria un ambi-
ent més rigorós d’explicacions i reflexions crítiques i complexes, que potenciessin un més
bon coneixement col·lectiu d’allò que succeeix i de cap a on anem. Valdria més la pena
poder gaudir, entre d’altres propostes, d’una Barcelona més crítica que mai. De moment,
Barcelona, posa’t guapa que molt aviat es decidirà si ets prou per a ser olímpica o no. Que
tinguis sort!
33
1987
Con el proyecto del Moll de la Fusta se ha intentado resolver uno de los puntos más
conflictivos y complica- dos de la ciudad actual, pues precisamente es una de sus zonas
más representativas –el final de las Ramblas y de la Via Laietana, entre Colón y la Plaça del
Palau, frente al mar– y con unas grandes
Muy diverso es lo que sucede en el segundo ni- vel, el del diseño concreto de los objetos.
Aquí se opta, de manera programática, por recurrir a una especie de depósito o repertorio
de formas anteriores, ya existen- tes y en muchos casos no contemporáneas, con una
actitud ecléctica.
de tráfico, en gran parte pesado y ruidoso, además de la creación de una gran área de
aparcamiento, y una gran área verde en contacto con el mar.
Por tanto, se trataba de resolver en un mismo lugar tres tipos distintos de problemas:
funcional –al ser un área de circulación y ocio–, colectivo –al plantearse como zona de estar
privilegiada de la ciudad– e histórico
–al ser el eje de la fachada marítima donde había estado el Paseo de la Muralla–. En este
sentido, la solución que se ha planteado en el Moll de la Fusta puede entenderse según la
síntesis de tres claves distintas.
En primer lugar, las dos diferentes escalas de intervención. Por razones de método, se ha
optado por diferenciar una intervención a escala de la estructura de los espacios urbanos de
otra, a escala de los objetos de mobiliario urbano. Dentro de la escala que predomina, la de
lo urbano, se ha replanteado el trazado de las vías de circulación, de los paseos peatonales,
del aparcamiento y sus accesos, de los pasos y pasarelas para la gente y de los amplios
espacios abiertos. La solución se ha plantea- do esencialmente en la forma de la sección:
una hábil y ajustada solución de calle y plataformas a diversos nive- les intenta conciliar en
esta estrecha franja privilegiada de ciudad estas funciones contrapuestas. Las diferencias
de nivel, calles semihundidas y túneles permiten disfru- tar del espacio libre y de las vistas
sin excesiva presencia del tráfico y el ruido que ocasiona. Por tanto, a este nivel se plantea
una solución innovadora, singular y que pro- bablemente en el futuro se considerará
modélica, tanto por su morfología como por la escala urbana que en el proyecto se adopta.
<
Moll de la Fusta, Manuel de Solà-Morales (1981-1986). Foto: Josep Maria Montaner, 1986.
37
Antoni Bonet Castellana constitueix un cas singular dins l’arquitectura catalana d’aquest
segle. Va néixer el 1913 a Barcelona i, quan només tenia 19 anys i tot just havia començat a
estudiar arquitectura va entrar a treballar al despatx de Josep Lluís Sert i Josep Torres
Clavé, i va ingressar al GATCPAC com a estudiant el 1933, el mateix any en què assisteix
al IV Congrés Internacional d’Arquitectura Moderna (CIAM), a bord del vaixell Pa- tris II, que
va des de Marsella fins a Atenes (de fet, com- pleix els 20 anys durant la travessia).
Immediatament després de titular-se com a arquitecte a Barcelona l’any 1936, col·labora
amb Sert i amb l’arquitecte madrileny Luis Lacasa en la realització del Pavelló de la
República espanyola a l’Exposició Internacional de París (1937), pavelló que desperta un
gran interès i que conté obres de Picasso, Calder, Miró,
Aquest grup, al qual, a més dels seus dos amics de París s’afegeixen arquitectes i artistes
com Hilario A. Zalba, Alberto Le Pera, Jorge Vivanco i d’altres, de- fensa uns criteris
avantguardistes que intenten superar la integració i la convencionalització que ja s’estan
produint respecte a l’arquitectura moderna. Es tracta d’introduir sobre l’entramat racionalista
els valors del surrealisme, amb un grau més alt de preocupació per la psicologia individual i
un gran interès per establir una relació de continuïtat amb el paisatge, per la qual cosa
utilitza les tècniques i els materials de cada lloc. La butaca BKF (Bonet, Kurchan, Ferrari-
Hardoy) és la mostra formal més perfecta d’aquests plantejaments. També durant aquests
primers anys realitza les seves primeres obres, entre les quals destaca espe-
cialment la bella casa als
Juli González, Horacio Ferrer, Alberto Sánchez i d’altres. Com a continuació de l’experiència
parisenca, Bonet assisteix al V CIAM, que té lloc el 1937 i es ca- racteritza pel predomini de
Le Corbusier, i treballa amb el mestre francès intervenint en els primers projectes de la
Casa Jaoul i del Pavelló
Antoni Bonet Castellana, com ja havia fet cinquanta anys abans el mestre d’obres i
arquitecte valencià Rafael Guastavino en instal·lar-se als Estats Units, va fer de pro-
pagador de la tècnica de les grans voltes a la catalana, que als anys trenta va expli- car a Le
Corbusier i als anys quaranta va transmetre a Eladio Dieste
de l’Aigua per a l’Exposició Internacional de Lieja. El 1938, junt amb dos arquitectes
argentins que ha conegut al despatx de Le Corbusier –Jorge Ferrari-Hardoy i Juan
Kurchan–, decideix marxar a l’Argentina per implantar- hi l’arquitectura moderna i no tornar
al seu país en guerra. A partir de 1938 inicia, doncs, la seva etapa americana, més creativa.
En arribar a l’Argentina, aglutina els arquitectes i artistes més innovadors en el Grupo
Austral, que edita la revista del mateix nom.
aquesta obra, especialment l’hotel-restaurant La Solana de Mar (1947), explicita una actitud
èpica i civilitzadora d’intervenir acuradament amb l’arquitectura moderna en el context
salvatge i nou de la natura sud-americana. La Solana del Mar té una forma allargada i
racionalista que, a base de paraments vidrats i d’una coberta-plataforma enorme, queda
semienterrada a la sorra de la platja. El poeta Rafael Alberti, per a qui Bonet va projectar la
seva casa La Gallarda, a l’Uruguai, el 1945, va exclamar
38
davant de La Solana del Mar: “¿Nos hallamos acaso en la cubierta de un lujoso navío recién
anclado dentro del paisaje, al pie del verde malecón que finje el bosque?” Una obra així
només es podia dur a terme en països nous i verges. Són els mateixos anys en què Claude
Lévi-Strauss va viure al cor del Brasil i va reformular el pensament modern en contacte amb
el món americà. Poc després, Bonet fa l’estudi del Pla de Buenos Aires (1948-1949), entra
en contacte amb Ernesto
N. Rogers, que resideix una època a l’Argentina, el qual presenta les idees d’aquest pla al
VII CIAM, a Bèrgam (Itàlia), mitjançant una pel·lícula singular ti- tulada La ciudad frente al
río. Arran d’aquest viatge a Europa, Bonet torna a connectar amb Catalunya i hi realitza la
seva primera obra, totalment innovado- ra en el context català, la casa La Ricarda, al Prat
de Llobregat (1953-1960). A partir d’aquí, els contactes amb Espanya s’accentuen i
comença a realitzar obres a Madrid i a Barcelona, ciutats on obre despatx, i a partir de 1963
passa a viure definitivament a Espanya. Quan torna de l’Argentina, hi ha deixat una feina
valuosíssima de modernització de l’arquitectura del Rio de la Plata, i la majoria dels
arquitectes de les generacions següents aprenen d’ell. Per exemple, en el Pla de Buenos
Aires, que va fer amb l’ajut de Ferrari-Hardoy, Vivanco i Kurchan, hi van col·laborar dos
joves, Clorindo Testa i Justo Solsona, que anys després es convertirien en dos dels
arquitectes argen- tins més importants. I Antoni Bonet Castellana, com ja havia fet
cinquanta anys abans el mestre d’obres i arquitecte valencià Rafael Guastavino en
instal·lar-se als Estats Units, va fer de propagador de la tècnica de les grans voltes a la
catalana, que als anys trenta va explicar a Le Corbusier i als anys quaranta va trans- metre
a Eladio Dieste, un enginyer uruguaià que va col·laborar amb ell en l’obra de la Casa
Berlingieri (Punta Ballena, 1946) –realitzada a base de grans voltes– i que ha desenvolupat
una obra arquitectòni- ca imaginativa, a partir del llenguatge estructural de
les voltes i els murs curvilinis de maó, que avui és considerada de les més representatives
de l’Uruguai. En l’activitat espanyola de Bonet podem trobar obres mestres destacades –en
especial, el canòdrom Meridiana (1962), l’edifici Mediterrani del carrer del Consell de Cent
(1963), tots dos a Barcelona, i la Casa Cruylles (1967-1968), a Aigua Blava–; algunes obres
de qualitat discutible –com ara la Torre Urquinaona (1971-1974), a Barcelona, o el Tribunal
Constitucional (1975-1980), a Madrid–, a més d’obres polèmiques, com el Pla de la Ribera
per a Barcelona, del 1968, i la central nuclear de Vandellòs (1970-1971) a Tarragona.
Considerada d’una manera global, l’obra d’Antoni Bonet té una qualitat i una repercussió
internacional molt importants. Aquest és el motiu d’aquest article que tracta només d’una
part de la seva activitat sud- americana i que és una prova de com la figura de Bonet
interessa especialment als joves arquitectes –Fernan- do Álvarez, Juan José Lahuerta,
Jorge Nudelman, Antonio Pizza i Jordi Roig– i de com les institucions del poder polític
mostren, una vegada més, la seva incapacitat endèmica per reconèixer el treball dels propis
artistes i intel·lectuals moderns més destacats. No entrarem ara a fer un apartat necrològic i
inacabable citant els casos d’artistes i d’intel·lectuals maltractats pels seus propis països;
només recor- darem els matisos sinistres que la paraula exili pot tenir: l’obligat exili nord-
americà de Josep Lluís Sert (1902-1983), l’arquitecte català modern de més ressò
internacional; el pintoresc viatge d’Eugeni d’Ors (1881- 1954), el crític d’art català de nivell
internacional més alt, darrere els mites de la capital, primer, i de tot el cerimonial barroc de
l’escenografia franquista, des- prés; la marginació o el silenci que ha patit per Josep Maria
Sostres (1915-1984), destacat arquitecte, crític i historiador de l’arquitectura, i la manca de
reconeixe- ment per part de les institucions polítiques, acadèmi- ques i editorials del singular
valor de l’experiència internacional de l’arquitecte català Antoni Bonet.
39
1988
En plena preparación de las obras olímpicas, Barcelona se había convertido en la ciu- dad
de los proyectos, que por docenas se encargaban, se presentaban y se iniciaban. El 18 de
octubre de 1988, todos los proyectos olímpicos se pudieron ver juntos por primera vez en la
exposición “Barcelona, la ciutat i el ‘92”, que se instaló hasta el 8 de enero de 1989 en el
antiguo Edifici de les Aigües, junto al Parc de la Ciutadella. A esta exposición se refiere el
texto “Barcelona, teoria morfològica de la ciutat”, preparado en relación con el guión de
dicha muestra. En los demás artículos, especialmente el dedicado a “Permanencias y
cambios en la percepción de la ciudad” y el dedicado a la Plaça de les Glòries, sigue
predominando esta reflexión sobre la fuerte transformación que se empezaba a producir en
Barcelona.
en realidad más que en la experiencia perceptiva de los miles de personas que la habitan y
se mueven en ella. Estas imágenes de la ciudad quedan configuradas por elementos de
distinto
humano –centro y periferia, perpendicular y paralelo, recto y curvo, sendas y límites, hitos y
puntos de cruce– y cada habitante debe hacer el esfuerzo men- tal de interiorizar la estruc-
orden y escala, que se superponen e interpretan en la ex- periencia vivida del ciudadano:
monumentos, edificios singulares, límites como el mar o un río, la estructura de cada barrio,
itinerarios de la casa al trabajo, lugares de diversión, rótulos luminosos, y miles de
referencias inte- riorizadas constituyen la experiencia que cada individuo tiene de su ciudad.
Podríamos establecer que el paseante, cuando anda por la calle, percibe la ciudad, por lo
menos, desde tres niveles diferentes. En primer lugar, a escala huma- na, aquello que ve
muy cerca e incluso puede tocar: aceras, tiendas, coches, gente, anuncios, mobiliario ur-
bano. En segundo lugar, el espacio urbano, aquello que puede ver, una encrucijada de
calles, una calle definida por edificios, una plaza, una galería subterránea. Y, en tercer
lugar, tiene en su mente una idea o representa- ción de su ciudad; sabe hacia donde se
dirige, por qué recorridos pasará, de qué barrio a qué barrio irá, aunque no los vea. Conoce
qué límites bordeará, qué hitos le servirán de referencia.
Está claro cuáles son los elementos que no otor- gan imagen a Barcelona. Por desgracia, a
Barcelona no la define ninguna gran área verde, como pasa en cambio con el Hyde Park, el
Central Park, la isla Margherita o el Prater, que pertenecen directamente a la imagen de
Londres, Nueva York, Budapest o Viena, respec- tivamente. Barcelona queda definida por
la imagen de la ciudad colmada, hecha de manzanas macizas y calles rectilíneas.
Barcelona es una ciudad densa, pero ordenada, que debe su claridad estructural al plan
que en 1859 dejó preparado Ildefons Cerdà. La total colma- tación y la claridad radical de su
estructura de damero que contacta con el casco antiguo y con todos los de-
<
Vista de la plaça Reial. Foto: Josep Maria Montaner, 1981.
43
diéndose y renovándose los negocios dedicados al lujo. Los clientes de estas nuevas
tiendas son especialmente los yuppies y los jóvenes no emancipados que disfrutan de las
rentas familiares. El diseño de estos lugares debe ser, por tanto, el más moderno posible, y
ha de permitir ejercer una especie de cosmopolitismo para provincia- nos: por ejemplo,
utilizando los lavabos del Nick Haba- na no hace falta ir ya a los del café Costes de París,
ya que han sido copiados literalmente; aguardando turno para cenar en la barra del Network
uno sublima su es- pera evocando un tugurio neoyorquino, y entrando en el Velvet podemos
pasar por una pasarela similar a la que Norman Foster diseñó para la lujosa tienda de
Katharine Hamnett en Londres.
La capacidad de seducción de la mercancía es algo tan viejo como el propio sistema, pero
tiene aún tantas posibilidades como el mundo. La ruta de las tiendas de moda se va
desarrollando y hace unos años que continúa por la Diagonal hasta la Plaça de Francesc
Macià. En aquella zona las aceras son más estrechas, pero los negocios son más lujosos.
En el futuro, este itinerario comercial se prolongará por toda la Diagonal, más allá de
Francesc Macià, cuando se realicen nuevas galerías comerciales –además de hoteles de
lujo y ofi- cinas de alta categoría– por la zona del Corte Inglés de Diagonal. Siempre, sin
embargo, se topará con la zona universitaria, inoportunamente situada, que marca per-
manentemente el final de la metrópoli y el inicio de los municipios limítrofes.
Conviviendo con el torbellino publicitario, van apareciendo nuevos elementos urbanos,
amablemente públicos. Es el caso de las marquesinas de las paradas de autobuses
diseñadas por Elías Torres, José Antonio Mar- tínez Lapeña y José Luis Canosa, que
aportan una lec- ción de ligereza y colorido al colmado escenario urbano. Les acompaña un
anuncio luminoso que, cuando está junto a la marquesina, resulta una simpática protección
y compañía, pero cuando está solo en medio de la acera, como un peatón cualquiera, es un
manifiesto abuso de apropiación del espacio público.
Y no todos los elementos de diseño urbano han ido dirigidos a los transeúntes. Algunos han
sido pen- sados para los automovilistas, sus oponentes. De hecho, como seres urbanos,
adoptamos papeles opuestos según seamos paseantes o conductores. La nueva
señalización de carriles de la Diagonal constituye una clara opción a favor del
automovilista, convirtiendo en autopista urbana algo que prometía ser una avenida. El
diseño aerodinámico –aunque con cierto regusto clasicista por su referencia al arco de
triunfo– de Santiago Calatrava sirve para legitimar, por vía de la belleza operaciones de
implicaciones polémicas.
44
Sólo los espacios del ocio, las plazas y los jar- dines, permiten sustraerse
momentáneamente al ritmo del negocio. Allí, los elementos de mobiliario urbano han
empezado a caracterizar Barcelona. Existen los elementos del repertorio clásico: bancos de
madera, fuentes de fundición, farolas antiguas. Y existen ele- mentos del nuevo repertorio:
los bancos de deployé que Clotet y Tusquets inventaron hace una docena de años; las
diversas farolas de nuevo diseño, desde la de pantalla reflectante diseñada por Solans-
Quintana- Galí-Arriola hasta la Lampelunas de Torres-Martínez y
que se repiten y fotocopian insistentemente, como gesto genuino del arte conceptual. Este
trabajo sobre la superposición de diversos relatos no es ajeno a algunas experiencias
arquitectónicas contemporáneas. Bernard Tschumi –un arquitecto suizo que utiliza como
referen- cia básica de su arquitectura la estructura de la secuencia cinematográfica– ha
planteado su proyecto del Parque de la Villette en París como superposición y conflicto
entre tres tipos de elementos distintos: áreas, líneas y
45
Con pocos meses de diferencia han sido presentados en Barcelona dos nuevos proyectos:
el Teatre Nacional, promovido por la Generalitat de Catalunya y diseñado por Ricardo Bofill,
y el Auditori Municipal, proyectado por Rafael Moneo. Ambos edificios se situarán junto a la
Plaça de les Glòries.
Si hay un nudo crucial en Barcelona que lleva más de un siglo sin resolverse, éste es la
Plaça de les Glòries Catalanes. Ya constaba en el Plan Cerdà de 1859 como uno de los
espacios centrales de la futura gran ciudad, el punto donde confluían la Meridiana, la
Diagonal y la Gran Via, las tres avenidas más importantes y largas de Barcelona. Los
planes posteriores –García Faria (1893), Alsina (1899), Jaussely (1905), Rubió i Tudurí
(1929), Pla Macià del GATCPAC y Le Corbusier (1934), que lo situaba al lado de un campo
Barcelona a aquella isla de cemento que J. G. Ballard des- cribió en su novela de 1974 y en
la que se perdía, tras un accidente, el protagonista, el arquitecto Robert Maitland. Es a partir
de la reciente etapa de municipio socia-
lista cuando ha vuelto a mirarse este punto con voluntad de resolverlo y darle un papel
urbano crucial, definién- dolo como una de las 12 áreas de nueva centralidad. Esto es
especialmente necesario si se pretende enrique- cer Barcelona como ciudad orientada al
mar.
La correcta solución de la Plaça de les Glòries es uno de los puntos esenciales para crear
un importante nudo que potencie la relación del centro con los barrios del Clot, Sant Martí
de Provençals y Poblenou, y del norte de la ciudad con la línea del mar.
La Plaça de les Glòries es pieza fundamental para
colaborar a la actual volun-
de aterrizaje de avione- tas– siguieron manteniendo este lugar como foco urbano central.
Pero en realidad Barcelona creció hacia el oeste, y esta plaza quedó siempre olvidada,
detrás de la ciudad representativa,
La Plaça de les Glòries es pieza fundamental para colaborar a la actual voluntad de redirigir
el desarrollo de
la ciudad hacia el este, rompiendo la tendencia ancestral de las ciudades a crecer hacia el
oeste.
dando acceso a barrios populares y a una extensa zona fabril, rodeada de calles y vías de
ferrocarril. Por esto, en la época del desarrollo sin calidad, este punto se convir- tió en un
nudo de autopistas que se cruzaban aspirando a imitar las ciudades norteamericanas.
El persistente desprecio hacia este lugar –que de eterno candidato a centro se había
convertido en espa- cio marginado, residual y abandonado– había llegado a su culminación:
esta plaza es lo más parecido que tiene
solución definitiva. De hecho, lo único que se ha conse- guido hasta ahora es acercarse al
problema, planteando proyectos alrededor de esta asignatura pendiente de la historia de
Barcelona.
Y precisamente una parte de los proyectos que sir- ven para aproximarse a la plaza,
haciéndole de momento sólo cosquillas por debajo, es el gran espacio que han dejado libre
las vías de la Estación del Norte y que, bajo el nombre de Plaça de les Arts, albergará dos
de los más
46
tomarán terreno a los órdenes clásicos. De todas formas, Barcelona no se habrá librado de
un edificio en forma de templo clásico como los que desde hace algunos años Bofill
propugna para diversos tipos de arquitectura.
El proyecto presentado por Rafael Moneo renun- cia a cualquier ansia de monumentalidad
en aras de una solución compacta que sea altamente sensible al contexto urbano. El
nuevo edificio respeta la alineación del Ensanche de Cerdà y se define como un enorme pa-
ralelepípedo recostado que recrea la volumetría de las manzanas existentes.
Moneo intenta llegar a una resolución funcional de los grandes espacios interiores y definir
una gran caja exterior en la que se realiza un depurado trabajo de la fachada. En el interior,
la gran sala de audiciones para 2.300 personas –además de la sala menor, de 700
butacas– recrea la forma fluida y orgánica, como en la Filarmónica de Berlín. En el exterior,
el contenedor en forma de prisma define un modulado de cuatro plantas y un ritmo de
columnas adosadas que, a la manera de la ar- quitectura del protorracionalismo, consigue
aunar en un mismo edificio voluntad clásica de solidez y estaticidad, sensibilidad urbana y
capacidad de invención de nuevos lenguajes. En un caso así los temas esenciales son el rit-
mo, la modulación y el giro del orden de las esquinas.
El gran volumen macizo queda vaciado por un patio interior y sólo se significa por una sutil
bóveda en la cubierta que, en el centro del edificio, enfatiza el eje urbano de la calle de
Ausiàs March. Como Aldo Rossi, Moneo admira la calidad urbana de las arquitecturas
neutras e industriales de este siglo.
Si el proyecto de Bofill tiende a la autonomía y el narcicismo típicos de los objetos de la
arquitectura moderna, aunque sea recurriendo a los modelos conven- cionales de templo y
palacio clásicos, la propuesta de Moneo constituye un ejemplo de actitud versátil, empí- rica
e inteligentemente ecléctica, especialmente atenta a la relación con el contexto urbano.
Sin embargo en ambos edificios, aunque se ignoren y partan de posiciones arquitectónicas
distintas, domina el peso de la tradición histórica. Y se sitúan junto a la plaza que,
paradójicamente, glorifica la incapacidad se- cular de una ciudad para resolver uno de sus
nudos clave.
47
tura de la propietat del sòl, les alineacions dels carrers, l’estructura dels barris, els signes
urbans.
Cada època ha contemplat la ciutat d’una manera diferent. Si bé no podem oblidar que la
ciutat és feta d’història, de relacions socials, d’interessos immobi- liaris, de normes
públiques, avui entenem també la ciutat com a lloc de la superposició, la fragmentació i la
confrontació.
Espai de superposició de diverses realitats i formes, com la visió discontínua
És a partir de la cultura de la Il·lustració que es van in- troduint nous ordres urbans a la
Barcelona incipientment industrial: es funden barris de traçat ortogonal fora del nucli urbà –
com la Barceloneta– i a l’interior s’obren nous carrers rectilinis –com el carrer de Ferran– i
es tra- cen places regulars –com la plaça Reial. Tot aquest pro- cés dispers de renovació
urbana queda inclòs posterior- ment en el projecte unificador de l’Eixample d’Ildefons Cerdà.
Amb ell s’introdueix un ordre global a tota la
ciutat, existent i futura, que
de la història moderna que ens han mostrat Foucault, Deleuze i Derrida. Lloc de conflicte i
de discòrdia que, com diu Franco Rella, és encara el darrer context on és possible, a través
de la contraposició contínua d’idees, un cert diàleg amb la veritat. Lloc de l’absèn- cia, com
assenyala Massimo Cacciari –absència, podríem
desplaça el seu centre i s’an- nexiona els municipis del pla. Aquest ordre de mitjan segle
XIX perdura fins avui, malgrat les revisions i les reformes.
És en aquesta estructu- ra clara de la ciutat on s’in- trodueixen les intervencions actuals.
L’estratègia general que se segueix és completar la forma d’aquesta ciutat:
construir grans parcel·les buides o alliberades per infra- estructures obsoletes –estacions i
línies de ferrocarril, edificis industrials, etc.–, crear nous espais públics, replantejar certes
àrees urbanes, reforçar tot el sistema de comunicació viària. I com que la ciutat està ja en
gran part consolidada, les transformacions més importants no es realitzen al centre, sinó al
perímetre del quadrat: als barris perifèrics, als accessos a la ciutat, al front marítim, a la línia
de muntanya.
No és casual que les quatre grans intervencions s’introdueixin gairebé en cada una de les
cantonades del quadrat urbà: Montjuïc, la Vila Olímpica, la Vall d’Hebron i la Diagonal.
Encara que cada una d’aques- tes quatre àrees quedarà configurada amb un caràcter
diferent, tenen molts punts en comú. En primer lloc, la transformació urbana global i ràpida
d’aquestes àrees només es podia fer amb un impuls extraordinari com és el dels Jocs
Olímpics. En segon lloc, cada una d’elles, malgrat una certa polifuncionalitat, fa, res- pecte a
tota la ciutat, un paper específic. L’essència de les quatre àrees és la seva especialització
urbana: Montjuïc s’utilitzarà de manera intensiva com a àrea de parcs i equipaments per a la
cultura, el lleure i les exposicions; la Nova Icària serà un barri residencial amb un estàndard
altíssim de serveis i espais oberts; la Vall d’Hebron tindrà un alt nivell d’equipaments, es-
pecialment esportius i de lleure; i la Diagonal enfortirà el seu caràcter d’àrea alhora
universitària i esportiva, a més de les franges de promoció privada dedicades a residència,
oficines i comerços.
48
Per facilitar la connexió entre tots els barris, àrees o parts de la ciutat és imprescindible el
perfeccionament continu de les línies de connexió, des dels cinturons fins als passeigs i les
rondes, des dels ponts fins als túnels, des de les línies de metro fins a les galeries de
serveis i les xarxes de fibra òptica. S’ha de plantejar una nova idea de via ràpida que, a la
vegada, sigui urbana i creï espais de vianants. La ciutat queda configurada, doncs,
essencialment com un conjunt de parts amb autonomia i caràcter propis, connectades per
una xarxa complexa de línies de comunicació de tot tipus: àrees i línies.
En aquesta estructura complexa de la ciutat hi ha un altre tipus de peça, no tan gran com
les àrees, però que fa el paper d’enllaç entre elles i que es desenvolupa en aquells llocs de
confluència de diverses línies de cir- culació o en franges de contacte entre barris. Es tracta
dels nusos, com els de la plaça de les Glòries, Renfe- Meridiana, la plaça de Cerdà, el
carrer de Tarragona, el Port Vell, molt més complexos de resolució que no les quatre grans
àrees, ja que els problemes de circulació i la diversitat d’usos s’han de resoldre en espais
més petits i, per tant, amb un nivell més alt de superposicions.
Finalment, comprovem que en la renovació de la ciutat actual, a més de les àrees, les línies
i els nusos, hi juguen un paper cabdal un altre tipus de peces menors, però de gran
transcendència. Són els punts, elements focals que tenen una estructura més simple i
unifuncio- nal, però que contribueixen a aglutinar i transformar el seu entorn urbà pròxim. Es
tracta també de revitalitzar la ciutat per punts. Aquests espais públics i els edificis culturals –
com els futurs Centre de Cultura Contempo- rània a l’antiga Casa de la Caritat i Centre
Cultural del Nord, Narcís Monturiol, a l’antic Hospital Mental de Pi i Molist; els remodelats
Teatre del Liceu i Palau de la
Música; els ampliats Museu Picasso i Fundació Joan Miró; el Teatre del Mercat de les Flors
o els mateixos centres cívics– han de jugar el paper de focus de barris que en altres
èpoques van fer les esglésies, els mercats o els teatres.
Tenim establerts, doncs, els quatre tipus essen- cials d’intervencions a la Barcelona actual,
des d’un punt de vista de la forma: àrees, línies, nusos i punts. A entendre’ls, ens hi ha
ajudat, per una part, la referència a la teoria gestàltica i a la psicologia urbana que Kevin
Lynch va desenvolupar al seu text de 1960 The Image of the City; segons Lynch, la forma
de la ciutat, tal com els seus habitants la interioritzen, és assimilable a concep- tes
psicològics i formals tals com sendes, límits, barris, nusos i fites. Per altra part, Bernard
Tschumi, en el seu projecte en via de realització per al Parc de la Villette a París (1983),
dins del corrent de la nova abstracció formal, es basa en la superposició de tres tipus de
peces: superfícies, línies i punts.
El mateix fet que la ciutat es pugui entendre com a fenomen essencialment morfològic ha
implicat, fins i tot, la manera de distribuir l’exposició concreta sobre els projectes de
Barcelona en un espai concret. Si la forma de la ciutat és delimitable, la seva representació
es pot instal·lar en les quatre cares de l’espai quadrat de la galeria del primer pis del Dipòsit
de les Aigües de Barcelona. Així, cada una de les quatre bandes de l’edi- fici es converteix
en la línia de mar, llevant, la línia de muntanya i ponent. L’espai expositiu i l’exposició com a
representació de la ciutat coincideixen temporalment en una mateixa cosa, segons aquelles
lleis intrínseques de l’arquitectura i l’urbanisme: la forma, la geometria. Per això, la ciutat, a
través de la forma, es pot representar en l’ordre geomètric d’un edifici concret.
49
1989
Paulatinamente, un hecho subyace cada vez con más frecuencia en estos artículos: los
objetivos y las técnicas de la crítica; la defensa de que toda ciudad activa debe fomentar
una masa crítica que le permitirá reflexionar, aprender de los errores y avanzar.
Precisamente, la acción crítica consiste en escribir sobre los hechos presentes,
comprometiéndose con la realidad, intentando explicar su lógica a la sociedad para que ésta
sea consciente y exigente. No hay crítica posible sin compromiso. De ahí, esta defensa de
la posición del programa de televisión “Salud Barcelona” que, dentro de una serie dedicada
a las ciudades, presentó una visión crítica de nuestra ciudad, y por esto, más adelante, en
1997, publiqué un artículo titulado explícitamente “Maldita crítica”, identificando el ejercicio
de la crítica con la libertad y la democracia.
A pesar del tono crítico de los demás programas de la serie Una ciudad donde vivir y a
pesar de que lo ex- puesto en el documental dedicado a Barcelona obedece a la más
estricta realidad, la primera reacción que causa su visión es de sorpresa. Se nos presenta
una Barcelona en las antípodas del triunfalismo preponderante y en la que no aparecen
como
Tras la visión del programa de televisión, lo más relevante es preguntarse cómo las
instituciones públicas hacen frente a esas cuestiones, respondiendo a las exigencias de
todos los tipos de ciudadanos y protegiendo sus derechos. [...] Que no supiéramos aprender
de este reportaje crítico o que pasase sin pena ni gloria, sin polémicas y comentarios, sería
una auténtica lástima y muy mal síntoma.
vergüenzas de una España con una modernización to- talmente insuficiente y un estado
asistencial incomple- to. También los conjuntos residenciales para alojar a las masas de
inmigrantes, que han debido ser repa- rados y reequipados a los pocos años, son una
heren- cia del desarrollismo sin calidad que se produjo bajo el mandato franquista.
Existen otros problemas más genuinamente barce- loneses, aunque sean fruto también del
modelo urbano español de las últimas décadas: la insuficiencia de áreas verdes, la
inadecuación de la estructura viaria, la inca- pacidad de la red de transportes públicos para
relacionar entre sí barrios y, sobre todo, en el caso concreto de Bar- celona, el
encorsetamiento entre los límites de la sierra de Collserola y el mar, y las graves
deficiencias para resolver la evacuación de las aguas pluviales.
Los problemas son innumerables. De algunos de ellos, incluso, el programa no analiza a
fondo sus con- secuencias, como el incremento del coste de vivir en una ciudad en la que
se está produciendo un aumento de la especulación inmobiliaria y un proceso general de
terciarización.
El reportaje apunta, además, a aquellos frentes por los que la ciudad está mejorando sus
propias disponi- bilidades: playas más limpias, instalaciones deportivas, mercados, centros
cívicos y espacios libres.
Dicho documental, inventarial y cuantitativo, en algunos aspectos entronca con la tradición
de crítica a las condiciones de vida urbana presente en los trabajos de Ildefons Cerdà a
mediados del siglo XIX y las publica- ciones del Grup d’Arquitectes i Tècnics Catalans per al
Progrés de l’Arquitectura Contemporània (GATCPAC) en los años treinta.
Tras la visión del programa de televisión, lo más relevante es preguntarse cómo las
instituciones públicas hacen frente a esas cuestiones, respondiendo a las exi-
53
gencias de todos los tipos de ciudadanos y protegiendo sus derechos: como trabajadores,
como estudiantes, como jubilados, como marginados, como consumi- dores, como usuarios
de viviendas, como enfermos. Frente a cada caso y a cada uno de los problemas, de qué
posibilidades disponen hoy los ciudadanos y en qué
direcciones y cómo puede todo ello transformarse para que cada sector social pueda
disfrutar de la vida en la ciudad de manera igualitaria. Que no supiéramos apren- der de
este reportaje crítico o que pasase sin pena ni gloria, sin polémicas y comentarios, sería una
auténtica lástima y muy mal síntoma.
A principios de los años ochenta, Ada Louise Huxta- ble, la prestigiosa crítica de
arquitectura del New York Times, dejó dicha actividad para volver a dedicarse a la
investigación. Resultado de este primer momento de reflexión fue el libro Los rascacielos.
“La búsqueda de un estilo”, que fue publicado en inglés en 1982 con el mismo título que
Sullivan, el maestro de los rascacielos norteamericanos, puso a su artículo de 1896, “The
tall building artistically reconsidered”, traducido al caste- llano por la editorial Nerea en este
año de 1989. En él, Huxtable parte de unas premisas declaradamente críticas que se
centran en dos valoraciones iniciales. Si bien el rascacielos es el símbolo máximo y el tema
más apasionante de la arquitectura del siglo XX, debe reco- nocerse la decadencia que ha
supuesto la mayor parte de los rascacielos de este último período posmoderno, y debe
señalarse el hecho que, a pesar de sus valores estéticos, no dejan de ser la plasmación de
la avaricia desenfrenada en las grandes ciudades. Huxtable, que se ciñe solamente a las
Lo peor es que en su lectura Huxtable cae en los mismos errores que critica: sólo habla de
estilo y de fachadas. Muy poco sabe explicitar las cuestiones volumétricas, estructurales,
técnicas, funcionales y espaciales que se van produciendo de manera trascendental en la
evolución
de los rascacielos.
de Huxtable es más discu- tible. Trata como paralelos dos momentos de hecho
consecutivos. La inmensa mayoría de los rascacielos de los años veinte y treinta pertenece
a lo que se ha de- nominado el estilo art déco. Son unos edificios que, como el Chrysler
(1930) y el Empire State (1931), se
irremediable en las grandes ciudades. Para desarrollar todo ello la autora sigue un recorrido
histórico, que ordena según una serie de períodos. De una manera sugerente pero
excesivamente esquemática, define cuatro períodos: el funcional, el ecléctico, el moderno y
el posmoderno. A la primera época corresponden los primeros rascacielos de oficinas en
Chicago, en los que la arquitectura estaba al servicio de la ingeniería. Gracias a los
avances conseguidos en la resistencia de
54
1990
en su arquitectura de lo que a simple vista parece. Se trata de los países del Este y de la
América Latina. La premisa básica de ambos au- tores es que, para entender la arquitectura
de cada uno de estos contextos es necesario abandonar los criterios de análisis típicos de
los mode-
Ambos libros reflejan dos mundos en crisis y en radical transformación. La Europa del Este
está iniciando un proceso de cambio que Kultermann, lógicamente, no imaginó en 1985
cuando escribió el libro.
Los países latinoamericanos han caído en una espiral de crisis y subdesarrollo que exige la
urgente búsqueda de soluciones.
los dominantes, las concepciones de raíz europea y nor- teamericana. Se trata de mundos
diferentes. Y se trata de otra arquitectura, que con dignidad sirve a millones de habitantes,
pero que prácticamente nunca aparece citada en las historias y en las revistas de
arquitectura.
Los textos son marcadamente diferentes de método. En Arquitectura contemporánea en la
Eu- ropa Oriental, Udo Kultermann, tras una muy breve introducción y antes de una somera
conclusión, pasa a analizar la arquitectura país por país. El libro es exce- sivamente
descriptivo y muy poco crítico, y a la edición española se le añade el lastre de una mala
traducción. Aporta pocos datos de fondo, pero nos sirve para acer- carnos a la realidad
arquitectónica de cada país y a los arquitectos de mayor prestigio. Así podemos conocer la
obra de los soviéticos Mijail Possochin, el equipo Cher- nyaski, Popov y Wassilevski y la
renovadora Escuela de Tallín, en Estonia, con autores como Toomas Rein, Leonhard Lapin
y Vilen Kuennapu, que ya han realiza- do una atractiva obra. Además, en Armenia destaca
la obra neotradicionalista de Rafael Israeljian. De Polonia sobresale la figura internacional
de Jerzy Soltan, ex co- laborador de Le Corbusier, durante muchos años a ca- ballo entre
Varsovia y Harvard, y la arquitecta Jadwiga Grabowska-Hawrylak. En la República
Democrática Alemana, Richard Paulick. En Checoslovaquia, los me- jores autores han
intentado seguir la tradición del racio- nalismo checo, tal como sucede en la obra del equipo
SIAL, que concilia la arquitectura tecnológica con las
<
Vista del Monument a Picasso, Antoni Tàpies. Foto: Josep Maria Montaner, 1990.
59
predominante del hormigón armado visto y la voluntad de integración de las artes– son,
según Browne, Óscar Niemeyer y Lúcio Costa, en Brasil; Emilio Duhart, en Chile; el español
Félix Candela, en México; Carlos Raúl Villanueva, en Venezuela, y Clorindo Testa, en
Argentina. A partir de 1945, como contrapunto de esta arquitectura que sigue modelos
occidentales, se desarro- lla lo que Browne denomina la arquitectura otra, hija de la tradición
neovernacular, cuyas principales figuras son Luis Barragán, en México; Eladio Dieste, en
Uruguay; Claudio Caveri, en Argentina; y Rogelio Salmona, en Colombia. A partir de los
años de la crisis, esta corriente, al principio marginal, comienza a ganar adeptos entre las
generaciones más jóvenes. Es una arquitectura que se distingue por la contextualidad y la
creación de lugares, el uso de tecnologías intermedias y la voluntad de inno- vación formal a
partir de la tradición y la participación de los usuarios. Una arquitectura que sintetiza las
aportacio- nes innovadoras internacionales con las disponibilidades materiales y las
tradiciones culturales de cada lugar.
El texto de Browne, a pesar de su interés excepcio- nal, tiene puntos discutibles: agrupar
toda la arquitectura latinoamericana en el mismo paquete, plantear una sepa- ración y
valoración maniquea entre estas dos corrientes y proponer la arquitectura otra como única
salida.
Más allá de los dos libros concretos, aquello que ha unido esta arquitectura distante
geográficamente son dos tipos de factores, uno político-social y el otro arquitectónico.
Ambos libros reflejan dos mundos en crisis y radical transformación. La Europa del Este
está iniciando un proceso de cambio que Kultermann, lógi- camente, no imaginó en 1985
cuando escribió el libro. Los países latinoamericanos han caído en una espiral de crisis y
subdesarrollo que exige la urgente búsqueda de soluciones. Las similitudes arquitectónicas
pueden pare-
cer paradójicas. Aunque tarde, es en estas dos partes del globo donde la arquitectura del
movimiento moderno, ya un poco transformada, se realiza de una manera más fiel y
completa. Lejos de la vieja Europa que generó las vanguardias, sus utopías se desplegaron
en los lugares vírgenes, ya sea Brasil o Siberia. En los países del Este, a partir de 1955,
tras la muerte de Stalin (1953) y aban- donados los estilos históricos del realismo socialista,
se produce un giro radical hacia la prefabricación, la in- dustrialización y el funcionalismo.
Una arquitectura de estilo internacional que sólo iniciará su transformación a partir de
mediados de los años setenta, cuando empiece a sentir con fuerza la influencia de la
arquitectura occiden- tal: Rossi, Venturi, Krier, Stirling y otros. En la América Latina, el estilo
internacional llega tarde y debe convivir hasta 1945 con el dominante regionalismo
vernacular. Es a partir de 1945 cuando los nuevos estados –el Brasil de Kubitschek, el
México del PRI, la Argentina peronis- ta– adoptan una propia versión de la arquitectura
moder- na: exuberante, monumental, de alarde estructuralista e integradora de las artes.
Así la arquitectura estatal del socialismo real y la arquitectura del desarrollo de unos países
americanos que han caído en crisis pertenecen ya al pasado. De la misma manera que la
arquitectura del movimiento mo- derno pertenece a un ciclo ya acabado. La gran cuestión
que plantean ambos libros, implícitamente el de Kulter- mann, explícitamente el de Browne,
es la de hacia dónde evolucionarán estos países. ¿Cómo será la arquitectura de los países
del Este tras la transformación democrá- tica? ¿Será la arquitectura otra –modesta,
regionalista y contextualista– la salida de la arquitectura latinoameri- cana? La Europa
Oriental y Latinoamérica constituyen hoy dos de los más grandes interrogantes de la futura
navegación de nuestro abigarrado mundo.
El seminario internacional sobre “La crisis del movi- miento moderno en arquitectura” ha
dejado abiertas múltiples consideraciones, certezas y dudas metodoló- gicas respecto a la
herencia del movimiento moderno. Tal como se desprende de la actual situación de plura-
lismo cultural, a pesar de los puntos iniciales de acuer- do, las distintas ponencias,
presentadas por arquitectos, críticos e historiadores de diferentes procedencias, se
orientaron en direcciones distintas. A pesar de ello, las ideas y problemas planteados
pueden agruparse en ciertas posturas.
En primer lugar, destacaron por su rigor las po- nencias presentadas por Werner Oeschlin,
Roy Landau y Micha Bandini, quienes, ante la gran cuestión planteada por el seminario –
¿por qué razones se produce la pro- gresiva revisión y crisis de los postulados generales
del denominado movimiento moderno?–, han contestado con una cuestión previa, de
carácter eminentemente me- todológico; antes de entrar a analizar los años cincuenta,
debemos valorar de nuevo el movimiento moderno.
El historiador suizo Oeschlin lo señaló con preci- sión: la interpretación en torno al
movimiento moderno
60
posteriores a 1945. Fue el caso de Marina Waisman, Ignasi de Solà-Morales y Vittorio Savi.
Para ellos, el movimiento moderno era una referencia establecida en el tiempo y en el
espacio.
Según la argentina Marina Waisman, se trata de la arquitectura europea del período de
entreguerras, basada en una clara ambición por unos valores universales y con unos
principios desligados del contexto americano, aunque algunas de sus ideas se pudieran ya
encontrar
previamente en las ciudades
61
XX. En sintonía con lo que se desprende de la obra de fi- guras europeas, como Loos,
Asplund, Tessenow, Plejnik o Lewerentz, Cenicacelaya apuntó una relativización de las
aportaciones del movimiento moderno.
Por último, según Pier Luigi Nicolin, en dicho seminario se estaba interpretando la década
de los años cincuenta como reflejo de nuestras preocupaciones actuales. Para él, en
cambio, sería mucho más deter- minante la década de los años sesenta, con su crítica
radical al sistema capitalista y, como consecuencia, a la arquitectura moderna. Nicolin pasó
a proponer una sali- da para la crítica y la arquitectura contemporánea. En la medida que su
discurso se centró en el tema de la ciudad y del replanteamiento de su estructura que las
últimas interpretaciones han aportado, Nicolin propuso para una
1991
Estos tres artículos señalan dos de los fenómenos más genuinos de principios de los años
noventa: la conciencia de que Barcelona ha quedado caracterizada por la instalación de
obras de arte en el espacio público –una de las interven- ciones culminantes había sido la
serie de piezas de autores como James Turrell, Rebeca Horn o Mario Merz según proyecto
de Gloria Moure para la Olimpia- da Cultural–, y el inicio de una cultura más respetuosa con
la memoria de la industria que había caracterizado a la Cataluña moderna. Este cuidado
sobre el patrimonio industrial fue muy difícil de aplicar en una ciudad como Barce- lona, tan
presionada para transformarse en muy poco tiempo. Sin embargo, empezó a tomar cuerpo
en el territorio catalán. Lo testifican hechos como la inauguración, en 1990, del Museu de la
Ciència i de la Tècnica de Catalunya en la fábrica Aymerich, Amat i Jover de Terrassa y la
creación, en 1991, de los premios Bonaplata, especialmente el dedicado a primar la
restauración de la arquitectura industrial.
memòria industrial vinculada al món del treball, a dife- rència de Barcelona i els seus barris
–com el Poblenou–, que han cedit davant de l’especulació i les transformaci- ons
preolímpiques.
Si bé l’exposició té els defectes lògics d’inexperi- ència i bastants errors de muntatge,
globalment consti-
tueix una mostra estimulant
No defensem una conservació sentimental i restrictiva d’aquest patrimoni, sinó una major
protecció d’aquelles peces urbanes, arquitectòniques, ambientals o tècniques, d’un valor
històric i social. El que es reclama és una actitud flexible i discursiva que sàpiga dialogar
amb tots els operadors urbans i vagi més enllà de la polèmica restrictiva entre partidaris de
la renovació dràstica i defensors d’una conservació estricta i puritana.
d’aquest món industrial i una defensa clara d’aquest patrimoni. Un patrimoni que, a
diferència del que passa al Regne Unit, Itàlia, Bèlgica o França, a l’Estat espanyol és encara
força ne- gligit. La nostra modernitza- ció insuficient ha fet que la presa de consciència
tardana de l’arqueologia industrial
–que en aquests països es va desenvolupar entre els anys cinquanta i setanta– aquí
hagi aparegut juntament amb la revifalla depredadora del sector immobiliari dels anys
vuitanta.
A la majoria dels països europeus o als Estats Units proliferen els exemples de conservació
de l’arqui- tectura i el patrimoni industrial, aprofitant la polifuncio- nalitat de les naus que les
reconverteix per a nous usos, creant-hi centres artístics, museus científics o escoles. El cas
italià és un dels més rics, en teories i experiències. Ciutats com Milà i Torí han reconvertit
antics conjunts fabrils en nous centres artesans cooperatius. Aquestes experiències
promogudes per l’esquerra –el PCI i el sindicat CNA (Confederazione Nazionale
Artigianato)– desmunten precisament la fal·làcia d’aquells qui titllen de conservadors els qui
defensen una protecció selectiva i crítica del patrimoni arquitectònic industrial.
L’exposició que comentem és justament una mostra de com aquesta preocupació pel
patrimoni industrial és he- retada per generacions més joves. L’exposició ha seleccio- nat
les arquitectures industrials segons el seu estat actual, sobre la base de tres criteris:
arquitectures rehabilitades, fàbriques desaparegudes i edificis que cal recuperar.
Entre les arquitectures rehabilitades –que mostren aquells exemples que, amb intel·ligència,
han trobat un altre ús sense que hagi calgut malmetre-les–destaquen la fàbrica Aymerich,
Amat i Jover de Terrassa –actual- ment Museu de la Ciència i la Tècnica de Catalunya–,
l’editorial Montaner i Simon de Barcelona –actualment Fundació Antoni Tàpies–, la Central
Hidroelèctrica de
65
dut una tradició que qualificava aquesta ciutat –i les altres capitals catalanes–: la capacitat
d’anar fent ciutat, lenta- ment, enfilant unes petites peces amb altres, mantenint l’articulació,
la coherència i l’escala humana de la ciutat. Pere Blai va realitzar la nova façana
renaixentista de la Generalitat respectant-ne tota l’estructura gòtica inicial. Joan Soler i
Feneca va tenir la intel·ligència d’atorgar un nou ordre neoclàssic –estructurant i ordenant el
pati i les escales i utilitzant el recurs compositiu dels or- dres– a l’antiga Llotja gòtica. Fins i
tot l’antigòtic mestre d’obres Josep Mas i Vila va realitzar la façana nova de l’Ajuntament,
d’un neoclàssic tardà, respectant les parts antigues medievals. Aquesta capacitat de saber
fer noves construccions sobre les velles arquitectures i les antigues trames urbanes s’ha
anat desenvolupant en l’arquitectura catalana fins avui, amb exemples tan destacats com el
se- guit d’intervencions als palaus que conformen el Museu Picasso. La Vila Olímpica, en
canvi, sorgeix desorientada sobre el desert, sobre la sorra de l’oblit.
Que quedi clar que no defensem una conservació sentimental i restrictiva d’aquest
patrimoni, sinó una major protecció d’aquelles peces urbanes, arquitectò- niques,
ambientals o tècniques, d’un valor històric i social. El que es reclama és una actitud flexible i
discur- siva que sàpiga dialogar amb tots els operadors urbans i vagi més enllà de la
polèmica restrictiva entre partidaris de la renovació dràstica i defensors d’una conservació
estricta i puritana. En aquest sentit, la rehabilitació de naus com la de la Sedeta a
l’Eixample, les Cotxeres o el Vapor de Sants només es pot explicar per la dinàmica de
reivindicació urbana dels sectors populars que cerquen alternatives a la lògica de
l’especulació urbana predo- minant. És la mateixa dinàmica progressista que va aconseguir,
el 1985, convertir la fàbrica Tecla Sala en centre cultural, on ara un grup de joves es formen
com a especialistes a documentar i explicar el patrimoni cul- tural i ens ofereixen, amb
aquesta exposició, el primer resultat del seu treball.
Las relaciones entre espacio y contenido que pueden establecerse en el terreno de los
museos y centros de arte contemporáneo son riquísimas. En el panorama interna- cional se
evidencian unas ciertas correlaciones. Los mu- seos que parten de planteamientos más
convencionales, con tendencia a una alta representatividad, unos modos de presentación
poco experimentales y unas colecciones que siguen un modelo mimético, se tienden a
resolver
en edificios de nueva planta: es el caso del Museum of Contemporary Art en Los Angeles
(MOCA) o la Menil Collection en Houston. En cambio, cuando se trata de programas más
abiertos, –en los que también pueden incluirse los centros de arte–, en los que se presentan
de manera innovadora colecciones de carácter singular o monográfico, se ha tendido a
instalarlos en edificios antiguos reconvertidos: es el caso de Le Magasin en Gre-
66
obras de Zush o interven- ciones de Pistoletto, pero falla cuando se trata de ex- posiciones
que necesitan un espacio más claro, diáfano, iluminado y abierto. Del mismo modo que el
Palau Robert en el Passeig de Grà- cia, de estructura palaciega compartimentada, funciona
bien para los discursos que se estructuran en apartados autónomos –como la expo-
dores, uno de nueva planta para exposiciones de prestigio y para presentar la colección
permanente de Julio Gon- zález y otro antiguo para montajes más experimentales y
singulares en el antiguo Convento del Carmen.
El caso de la Fundació Antoni Tàpies en Barcelona (1985-1990), que se ha instalado en la
antigua editorial modernista Montaner i Simón (1880), se sitúa a caballo de los dos modelos
que hemos delimitado. Por una parte, se consigue el atractivo contraste entre arte
contemporá- neo y antigua fábrica de ladrillo y estructura de hierro. Y, por otra, el lujo del
tratamiento interior lo asimila a un museo de nueva planta.
En la misma Barcelona, dos museos monográficos
–la Fundació Joan Miró y el Museu Picasso– consiguen resultados diversos. El primero es
de nueva planta y el segundo se sitúa en la articulación de varios palacios renacentistas.
Analicemos una segunda cuestión. Cuando el es- pacio ya viene dado –por ser preexistente
o por tratarse de un museo ya establecido–, es entonces cuando se de- muestra la
capacidad del director del museo o centro de arte para saber interpretar el espacio del que
dispone y saber escoger las exposiciones y los artistas adecuados. Desengañémonos, el
museo neutro, en el que sueñan algunos museólogos nostálgicos, no ha existido nunca.
Siempre todo espacio imprime su propio carácter.
Repasemos algunos ejemplos de edificios fuer- temente condicionantes. El más claro es el
Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (CARS, 1980-1990) que
sición Barcelona-París- New York (1985)–, pero es to- talmente inadecuado para la mayoría
de las exposiciones de discurso lineal y unitario.
En este recorrido, dedicado a intentar establecer clasificaciones y certezas en el terreno de
los espacios para el arte contemporáneo, hemos de recurrir a la di- ferenciación entre
museos institucionalizados –ya sigan un modelo mimético o un esquema particularizado y
complementario a otros museos– y centros de arte. En los primeros está todo pensado para
una presentación convencional y estable de un arte ya consagrado, en la que no es posible
saltarse ciertas reglas museísticas.
En cambio, en los centros de arte se han de explo- tar las posibilidades de experimentación
formal y didác- tica de cada montaje. Por ello, el contenedor deberá ser distinto al de un
museo, potenciando una mayor flexibi- lidad y aportando un fuerte soporte tecnológico.
Pero también dentro del terreno de los centros de arte existen diferencias. En un extremo
están los centros más institucionales y potentes –como el Centro Atlán- tico de Arte
Contemporáneo en Las Palmas (CAAM, 1989)– y, en el otro, los centros de arte más
dedicados a la creación que a la exposición –como Arteleku en San Sebastián (1988).
El primero, el CAAM, ha consistido en la remo- delación de una antigua casa colonial del
siglo XVIII, de la que se ha conservado la fachada. El espacio interior, totalmente nuevo, se
desarrolla en altura, alrededor de un gran patio.
67
En cambio el segundo, Arteleku, está instalado en una fábrica que ha cambiado de uso y
que se ha conver- tido en un conjunto con talleres de escultura, de pintura, de vídeo, de
animación por ordenador, textiles, o de li- tografías, donde los artistas trabajan, imparten
cursos y muestran sus trabajos y los de los estudiantes.
Por último, no podemos dejar de referirnos de nuevo a los dos ejemplos con mayores
pretensiones de representatividad, el CARS de Madrid y el proyecto del Museu d’Art
Contemporani de Barcelona (MACBA), cuyas obras se iniciaron en 1990. Sobre el primero
se presentó un artículo recientemente (El País, 19 de enero 1991), y ya hoy se comprueba
que hubiera sido necesa- ria una intervención más contundente y transformadora del edificio
inicial.
El segundo consiste en un museo de nueva planta, con las formas blancas e inmaculadas y
a la vez tan poco arriesgadas que con tanta maestría e insistencia recrea Richard Meier. De
nuevo estamos ante un contenedor totalmente definido para una colección muy poco deci-
dida; un nuevo edificio relacionado, por tanto, con una concepción convencional del museo
de arte. Mucha gente se pregunta si no habría sido más atractivo que el
A finales del siglo XX, cada vez tiene mayor importancia una propuesta común a la gestión
política, el arte y el urbanismo: instalar arte en los espacios públicos, en la calle. Un arte que
sólo puede existir bajo la tutela finan- ciera y legal de los organismos públicos y que se ha
con- vertido en una de las más claras ocasiones para que los ciudadanos expresen sus
aspiraciones sociales. Un arte que cubra la necesidad de disfrutar de monumentalidad y
belleza en los barrios. De hecho, algunos teóricos han llegado a afirmar que la implantación
de monumentos de fuerte arraigo simbólico puede disminuir la tenden- cia de disgregación
del vecindario de las grandes urbes al tener un punto de referencia para reconocerse como
barrio, dentro de una agrupación urbana cada vez menos cohesionada.
Sigfried Giedion, Fernand Léger y Josep Lluís Sert ya argumentaban en los años cuarenta
acerca de la necesidad de que las ciudades volvieran a erigir mo- numentos celebrativos
vinculados a su propia historia. Para ello proponían la síntesis de las artes contemporá-
neas –pintura, arquitectura y escultura– en los edificios y espacios públicos. Por esta razón
proliferan los con- gresos multidisciplinares dedicados a este fenómeno.
Para diciembre se anuncia uno en Dublín sobre “Arte y espacio público” y a principios del
mes de noviembre se ha celebrado en Santa Fe (New Mexico) otro titulado “Arte público en
una sociedad multicultural: una base común”. El hecho de celebrarse en dicha ciudad, una
de las más antiguas de Estados Unidos, no es casual: tras las metrópolis como Nueva York,
Chicago y Los Angeles, Santa Fe es uno de los más importantes centros artísticos, con
varios centenares de galerías de arte y una población relevante de artistas locales y de
personajes de fama internacional como Bruce Nauman. La mayor par- te del arte que se
expande desde Santa Fe se caracteriza por su carácter etnológico, aflorando las tradiciones
es- pañola, mexicana y de las diversas comunidades indias. Junto a los temas recurrentes
en estos congresos
–análisis de las obras realizadas, de los problemas de gestión, de la aceptación por parte de
los ciudadanos–, en dicha reunión aparecía un nuevo ingrediente: cómo el arte público es
capaz de ser vehículo de expresión de los diferentes grupos culturales y étnicos y qué papel
deben jugar los organismos estatales y municipales para potenciar la expresión de la
diversidad cultural. Entre los artistas asistentes, uno de los casos más claros fue el
68
para comunidades de veci- nos. En cambio, los murales reivindicativos de Leo Tan- guma
son excesivamente miméticos respecto a las obras de grandes maestros como Rivera y
Siqueiros.
La explicación de la experiencia barcelonesa de espacios públicos tuvo un relieve singular
en un país donde cualquier encargo estatal debe estar supervi-
sado por diversas comisiones y juntas de políticos y especialistas. Frente a esto, la acción
rápida y directa del municipio barcelonés, encargando a artistas españoles y
norteamericanos –Miró, Tàpies, Sergi Aguilar, Corbe- ró, Chillida, Pepper, Serra, Oldenburg,
Lichtenstein y otros– varias docenas de intervenciones en los espacios públicos de la
renacida Barcelona democrática consti- tuía una referencia liberadora.
Lo que sorprendió en el contexto del congreso de Santa Fe es que en Barcelona se haya
dado tanta impor-
tes. El problema del arte público en las sociedades multiculturales y multiétnicas empieza a
expresarse en Europa. Las tensiones y la riqueza que afloraron en la reunión de Santa Fe
son un aviso para el nuevo conti- nente. En una Europa que, hasta hace poco, no conocía
el mestizaje cultural, el monumento urbano se entendía como encargo a una figura
consagrada. Era la obra de un artista. Ahora debe empezar a atender a sus minorías ét-
nicas que reclamarán expresar y reconocer sus orígenes y su propia iconología.
69
1992
1992 fue la ocasión para recoger los resultados de años de trabajo urbano en Barcelona y el
Premio Mies van der Rohe de Arquitectura otorgado al Palau dels Esports de Badalona fue
un importante reconocimiento a la arquitectura olímpica. Por otra parte, algunos de los
artículos publicados en El País me sirvieron para iniciar reflexiones teóricas que luego
reelaboraría para incluir en libros. Es el caso del artículo sobre un fenómeno de las
neovanguardias que pasó a formar parte del libro La modernidad superada. Arquitectura,
arte y pensamiento del siglo XX, publicado en 1997. No es casual que el artículo otorgara
tanta importancia al arquitecto Rem Koolhaas, quien acababa de recibir el Premio Gaudí de
Arquitectura, creado en 1992 especialmente con motivo de los Juegos Olímpicos. En
ocasión de la entrega de dicho premio había entrevistado a Rem Koolhaas para El País y ya
entonces despuntaba como lo que ahora es: el arquitecto actual más admirado y mitificado
y, a la vez, el más discutido y polémico.
tes a medida que el mismo concepto de vanguardia ha ido evolucionando. Recor- demos
obras como las de John Cage, Joseph Beuys o el minimal art. Este meca- nismo sufrió una
evidente crisis entre los años cincuen- ta y setenta, como expresión de una situación
general y de descrédito del mismo pro- yecto moderno en arte y ar- quitectura. Aunque
algunos autores hayan interpretado
Las neovanguardias de las últimas décadas se diferencian claramente de las de los años
veinte: si las vanguardias ya clásicas tendían a la exclusión y a
la selección, las actuales prefieren la inclusión y la contaminación; si las de principios de
siglo creían que se podía establecer un orden en el mundo de las formas industriales, ahora
lo que fascina es el profundo desorden de la metrópolis y el inabarcable pluralismo cultural.
ción del terreno oscuro de lo irracional, que ha sido pro- movida especialmente por el
surrealismo.
Actualmente se re- produce esta dualidad de posiciones entre los arqui- tectos que han
puesto como objetivo predominante la búsqueda de nuevas formas, más allá de los
condicio- nantes tipológicos, urbanos, tecnológicos o sociales. Por una parte, aquellos
neovan-
73
Un enorme estadio de 150 metros de largo por 100 de ancho, de aspecto sencillo e
industrial, medio casco de barco, medio nave de fábrica, ha sido considerado el me- jor
edificio europeo del último bienio. Se trata del Palau dels Esports de Badalona, de Esteve
Bonell y Francesc Rius, dos arquitectos de prestigio reconocido pero que
no forman parte del circo ambulante de las prime donne de la arquitectura. La obra de
Bonell no figura aún en ninguna antología, a pesar de la alta calidad de realiza- ciones como
el edificio Frégoli (1976), en Barcelona, y una obra clave de la arquitectura de los años
ochenta: el Velòdrom d’Horta (1982-1984), un pabellón descu-
74
bierto que marcó el inicio de su fructífera colaboración con Rius. Y ello es debido a la poca
preocupación por la autopromoción de Esteve Bonell. El premio es una sor- presa porque
ha recaído en dos arquitectos parcialmente reconocidos. Su mérito está en la contundencia
de la catedral del dream team.
El Palau dels Esports de Badalona se sitúa en un área periférica, sin identidad urbana. El
gran edificio introvertido provoca una nueva tensión urbana, orde- nando un espacio que, a
su
lado, queda aún más triste y mezquino. El Palau dels Es- ports se basa en el sabio uso de
los repertorios tipológi- cos: forma elíptica, con una gran abertura en un extremo que define
directamente la entrada principal y una pista central que se inscribe en otra elipse.
El tratamiento general es sencillo, sin ninguna concesión al decorativismo.
El gran edificio introvertido provoca una nueva tensión urbana, ordenando un espacio que, a
su lado, queda aún más triste y mezquino. El Palacio de los Deportes se basa en el sabio
uso de los repertorios tipológicos: forma elíptica,
con una gran abertura en un extremo que define directamente la entrada principal y una
pista central que se inscribe
en otra elipse.
En estos momentos es en Barcelona donde el con- flicto es más patente. Su futuro Museu
d’Art Contem- porani se está gestando con enfrentamientos a múltiples bandas. Y es que si
la cultura se ha convertido en pieza clave de las ciudades posindustriales y los museos de
arte contemporáneo son su mejor joya, lógicamente todo el mundo se considera con
derecho de opinar y presionar: políticos, expertos, artistas, galeristas, coleccionistas y
público en general. Ello aumenta la confusión. Siendo tan evidente la diferencia entre un
museo de arte con- temporáneo –institución un poco anacrónica que tiene piezas escogidas
para mostrar una evolución convencio- nal del arte en las últimas décadas– y un centro de
arte contemporáneo –espacio abierto a la experimentación, la prospección y el ensayo de
diversas maneras de mos-
75
trar el arte reciente a la sociedad–, se sigue intentando introducir los dos programas en un
mismo edificio.
En este panorama confuso, algunos arquitectos han gozado de una posición de privilegio.
La razón es obvia. Ante la complejidad de los problemas y la diversidad de protagonistas
que han de intervenir –promotores, museólogos, diseñadores, técnicos especialistas y
repre- sentantes del público–, el arquitecto es el único capaz de convertir el ovillo de la
confusión en una forma final, una imagen. Y aquello que
antiguo, que tenga una estructura funcional de planta libre e indeterminada o que tenga una
forma de ca- rácter muy definido. Por ejemplo, el MOCA de Los Angeles, proyectado por
Arata Isozaki, o la Menil Collection de Houston, de Renzo Piano, sólo podrán seguir
programas museográficos convencionales. Son los Temporary Contemporary de Los
Angeles, el CAPC de Burdeos, o el pequeño museo de Vassivière, proyectado por Aldo
Rossi, los que van a potenciar
programas innovadores. La
urge presentar en el panora- ma europeo es imagen. Por esta razón, cuando se pone en
circulación una nueva entelequia –un museo Folch i Torres que albergue colec- ciones de
indumentaria, artes gráficas, cerámica y carruajes en un antiguo contenedor tan
contundente como la fábrica Casarramona–, se recurre a un arquitecto, aunque éste no se
haya distinguido en la proyectación de museos.
En este panorama confuso, algunos arquitectos han gozado de una posición de privilegio.
La razón es obvia.
Ante la complejidad de los problemas y la diversidad de protagonistas que han de intervenir
–promotores, museólogos, diseñadores, técnicos especialistas
y representantes del público–
el arquitecto es el único capaz de convertir el ovillo de la confusión en una forma final, una
imagen.
razón es que son contene- dores antiguos o edificios de nueva planta que han estado
pensados previa- mente para explotar nuevas formas de ofrecer el arte contemporáneo a la
socie- dad. Y por esto, por mucho que Jean-Louis Froment se esfuerce en darle un uso
aventurado al edificio de Richard Meier, sus salas blancas y silenciosas van a dar la razón
a los plan-
Aquí aparece otro elemento de confusión. Se cree que es una ventaja disponer de una
propuesta arquitectónica, pero, en realidad, no existe el museo neutro. Cada estructura
espacial conlleva unos ciertos tipos de programa. Es muy distinto que un museo o centro
sea de nueva planta o que esté en un edificio
teamientos conservadores de Oriol Bohigas y Joan Guitart. ¿Por qué no partir de una
premisa tan razona- ble como dejar el edificio de Meier para el programa convencional y
pensar en un contenedor antiguo para el arte actual, ya sea en un edificio próximo o ya sea
en la misma fábrica Casarramona?
76
1993
A partir de 1992, otro gran referente de la crítica fueron los problemas ecológicos. Para
Barcelona, aquel año se identificaba con los Juegos Olímpicos, pero para el mundo
concienciado 1992 fue el año 0 del aviso sobre los grandes problemas ecológicos
denunciados en la Cumbre del Planeta en Rio de Janeiro. Si la preocupación ecológica
estaba presente en textos míos escritos a finales de los años ochenta, tomando nota de los
primeros avisos lanzados a principios de los años setenta, en los artículos de estos últimos
años se ha ido convirtiendo en un tema esencial. No en vano, el problema básico de nuestro
mundo en crisis, de nuestro frágil planeta, es resolver las injusticias: ecología y equidad son
las dos claves para un posible futuro en el que los seres humanos y la naturaleza estén
libres de la ignominia de la dominación y la explotación.
cuerpo. Pero no ha sido has- ta los años noventa que esta nueva cultura ecologista,
preocupada por la calidad del ambiente y los graves problemas que ocasionan los
desperdicios que genera- mos, se ha generalizado.
Hoy está totalmente
Hoy está totalmente reconocido que uno de los principales problemas de toda aglomeración
humana –desde un pequeño núcleo hasta una metrópolis– es el de la acumulación de
residuos que amenazan la higiene y la calidad del entorno
y de la vida.
más drásticamente es el es- pacio urbano. Aquí se abre un nuevo campo de diseño urbano
que deberá confi- gurar de manera unitaria y razonable toda la gran can- tidad de
contenedores que empiezan a poblar las calles de cualquier núcleo urbano.
reconocido que uno de los principales problemas de toda aglomeración humana –desde un
pequeño núcleo hasta una metrópolis– es el de la acumulación de resi- duos que amenazan
la higiene y la calidad del entorno y de la vida.
La nueva mentalidad de la recogida selectiva de basura, indispensable en nuestras
sociedades de la abundancia, deberá transformar radicalmente el esce- nario de la vida
humana. Empezando por el espacio doméstico, que deberá poseer instalaciones y conte-
nedores que permitan paulatinamente una recogida selectiva de todo aquello que
continuamente vamos desechando: materia orgánica, vidrio, metal, papel y cartón, ropa y
calzado. Y sobre todo aquellos productos más peligrosos y contaminantes –como pilas y
medica- mentos–, y en especial los plásticos, que constituyen el mayor reto frente a la
cultura del reciclaje. Al mismo tiempo, tiene que aumentar la exigencia de los usuarios
En un futuro próximo todas las ciudades van a mostrar ya en su misma forma y diseño esta
nueva sensibilidad predominante del reciclaje.
Pero no sólo esto, además de transformarse los hábitos, el espacio doméstico y de trabajo,
y el diseño urbano, también debe reestructurarse el mismo sistema productivo, de manera
que se potencien, sin duda con el apoyo de las administraciones, nuevas industrias de
transformación y reciclaje, y que se fomenten mercados que den salida a todos los
productos reciclados. Una nue- va forma de vivir está empezando a surgir como síntoma de
las sociedades posindustriales. Y para que se consiga condensar toda la energía del
ecologismo –que procura el mantenimiento de la vida– van a ser necesarias todas las
aportaciones de la tecnología: en las nuevas plantas de transformación de basura, en los
futuros métodos de reciclaje de los plásticos, en los nuevos objetos de diseño industrial para
el espacio doméstico y el espacio urbano.
El proyecto de remodelación del Port Vell arrancó con una fuerte polémica que se mantuvo
viva desde 1988, en que las asociaciones de vecinos y comerciantes de la Barceloneta, el
Casc Antic y el Barri Gòtic iniciaron sus quejas y en que los arquitectos autores del Pla
especial, Jordi Garcés y Enric Soria, dimitían a causa de las pre-
< Illa Diagonal, Rafael Moneo y Manuel de Solà-Morales i Rubió (1986-1993). Foto: Zaida
Muxí/Josep Maria Montaner, 2002.
siones del Ayuntamiento y del Puerto Autónomo, hasta 1990, en que la rebelión fue firmada
por el colectivo de arquitectos, pasando por el manifiesto que artistas e in- telectuales
barceloneses presentaron en 1989 contra este proyecto de privatización o por los recursos
de Iniciativa per Catalunya. Sin duda, dichos movimientos tuvieron frutos, como la mejora en
la configuración del Moll de la Barceloneta o la disminución de la altura del World Trade
Center, proyectado por el despacho de I.M. Pei
79
para el Moll de Barcelona. Sin embargo, algunos años después lo que se está realizando en
el Moll d’Espanya y de Barcelona parece confirmar los temores iniciales. En contraposición
a aquello que sería deseable –paseos libres para contemplar tranquilas masas de agua y
re- memorar la cultura extraviada de la ciudad que nos ha precedido–, lo que va emergiendo
es el ya consabido espectáculo del consumo y el negocio: en la escasa masa de agua que
restaba, están presentes las dársenas y los barcos de lujo. El res-
Ya Jung había tratado sobre el anhelo fundamental por las grandes masas de agua. Al
barcelonés de final de siglo sólo le queda el recurso al espectáculo del consumo o el acceso
a la línea homogénea de las playas sin atribu- tos, generadas por la Ley de costas. Y si en
1981 Manuel de Solà-Morales proponía la desaparición de parte del Moll d’Espanya para
recuperar la visión del agua, en la actualidad esto se ha convertido en una lejana utopía. No
sólo se mantiene el muelle sino que se construirá un nue-
vo brazo retráctil que lo una
to, consolidando la masa de los muelles, serán centros comerciales, restaurantes, oficinas
y, sobre todo, más plataformas, puentes, calles y aparcamientos, todo lo que colmata la
densa ciudad interna vuelve a repetirse en lo que debería ser el espacio
con la Plaça del Portal de la Pau. La masiva asistencia prevista a esta zona aconseja
ofrecer aún más plataformas y menos agua.
Tras el espectáculo olímpico de los grandes transatlánticos convertidos en iluminados y
festivos
vacío del mar, el límite de lo construido. Sin posibili- dad de contraste, el horizonte se ha
convertido en un espejo que refleja la ciudad.
hoteles, parece ser que los ciudadanos se han resignado a aceptar que lo que habría
podido ser un espacio cívico característico de Barcelona sea un centro comercial más.
Con la inauguración del centro comercial “L’Illa Diago- nal”, anunciada para el 2 de
diciembre, culmina la fase más importante de una operación crucial para Barcelo- na. El
enorme edificio recostado con fachada a la Dia- gonal forma parte de la mayor operación de
promoción privada de los últimos tiempos. La obra estuvo detenida durante los años
ochenta hasta que se encontró la clave de solución en el concurso convocado en 1986 y
que ga- naron los autores del proyecto: Rafael Moneo y Manuel de Solà-Morales.
La radical simplicidad formal de la solución ar- quitectónica no refleja la gran complejidad de
dicha operación, tanto por lo que respecta a su gestión como a los espacios interiores. Un
laborioso trabajo de años rea- lizado por etapas: el proceso de poner de acuerdo entre sí a
los propietarios de los solares de la supermanzana; las negociaciones entre éstos y el
Ayuntamiento, que culmi- naron con la convocatoria de la consulta internacional; las
posteriores transformaciones dentro de la propiedad y la financiación, y la lenta preparación
y aprobación de la reforma del Pla especial. Dicha complejidad ha sido uno de los factores
que no permitió inaugurar lo que que ahora se conoce con el nombre purista de “L’Illa”,
durante los Juegos Olímpicos. Sólo el aparthotel pudo
empezar a funcionar justo en aquellos días. Y la misma dificultad de culminar la globalidad
de esta inmensa operación se manifiesta en esta inauguración parcial en la que, de
momento, ni el centro de convenciones, ni el hotel de lujo en la calle Déu i Mata, ni el
parque en el centro de la manzana, se han realizado.
Con la colaboración de un amplio equipo de ar- quitectos e ingenieros, encabezados por
Lluís Tobella y Anton M. Pàmies, el proyecto de 1986 se ha ido trans- formando hasta lo
que existe ahora. Uno de los cambios más sustanciales ha sido el necesario
desdoblamiento de la escuela prevista en dos instituciones, trasladando el pequeño
mercado planeado en aquella zona hacia el interior del gran bloque lineal. A medida que el
proyecto iba ganando en riqueza en su interior, los autores iban reafirmándose en el
carácter neutro e intemporal del envoltorio exterior hacia la Diagonal. En cambio, la fachada
hacia el interior de manzana, orientada al sur, es totalmente moderna y en buena parte
transparente.
Con sus centenares de ventanas iguales (de 2 por 2,4 metros), el gran rascacielos
recostado con 334 me- tros de fachada en la Diagonal, recubierto de travertino romano y
granito africano, provoca opiniones polémicas entre los ciudadanos. La razón esencial es
que en la
80
resolución de la fachada, Moneo y Solà-Morales han actuado más como los profesores de
universidad que son, que como arquitectos. L’Illa es más un manifiesto arquitectónico, una
lección de urbanismo, que una ar- quitectura pensada a partir de los detalles. Aquello que
se ha realizado es directamente la maqueta. Sólo aparece el matiz de cuatro grandes
aberturas en la parte superior, caracterizando el doble espacio de algunas oficinas y
rompiendo la drástica monotonía. Como una construc- ción egipcia, el envoltorio
retranqueado es puro volu- men, sin relieve ni detalles. Ni siquiera la esquina a la calle de
Numància, el punto más significativo del con- junto, tiene un tratamiento que no sea el de la
estricta masa escultórica.
Tanta contundencia tiene por objeto explicar una idea de ciudad. En el punto de la
Diagonal donde termina la ciudad del Plan Cerdà, a base de “manzanas casi cerradas y
calles casi
L’Illa es más un manifiesto arquitectónico, una lección de urbanismo, que una arquitectura
pensada a partir de los detalles. [...] Tanta contundencia tiene por objeto explicar una idea
de ciudad.
En el punto de la Diagonal donde termina la ciudad del Plan Cerdà, a base de “manzanas
casi cerradas y calles casi corredor” –como hace años definiera Oriol Bohigas–, y donde
empieza la ciudad moderna de edificios aislados
y autónomos.
corredor” –como hace años definiera Oriol Bohigas– y donde empieza la ciudad moderna de
edificios aislados y autónomos, Moneo y Solà-Morales defienden una úl- tima oportunidad
para la trama de la ciudad tradicional. Y ello lo consiguen reclinando uno de los modelos de
rascacielos norteamericano: las torres retranqueadas del Rockefeller Center en Nueva York.
De todas formas, a esta provocadora fachada monótona y sólida le corresponde un interior
con una complejidad proverbial, una riqueza cambiante, unos espacios llenos de vitalidad.
Ahí radica el aspecto fun- damental del edificio. Una calle interior sigue paralela a la
Diagonal y en el extremo de la calle de Numància se convierte en una plaza cubierta. A la
vez es atravesada por tres ejes peatonales: uno tangencial que continua la
gran ventaja estriba en que la congestión que generaría un rascacielos vertical aquí se ve
aliviada por la forma recostada del conjunto. Además, los autores del proyec- to han
previsto entradas al aparcamiento alejadas del denso eje de la Diagonal.
Lógicamente, la calidad provocativa de esta man- zana bisagra no consigue mejorar mucho
la configura- ción de la que debiera ser la avenida más representativa de Barcelona, la
Diagonal. Castigada por la densidad y velocidad del tráfico, más autopista que paseo
urbano, sigue flanqueada por un caos de torres dispares. Ahora bien, dentro de este
irremediable caos metropolitano, este rascacielos acostado –la supermanzana o “L’Illa”– se
convierte en la pieza hermenéutica que desvela su esen- cia: el paso de la ciudad
tradicional a la ciudad moderna.
En aquest any de centenaris, pel que fa al poeta J.V. Foix no s’ha parlat gaire de la seva
activitat com a crític d’arquitectura. Testimoni d’això és el llibret pu- blicat a Barcelona el
1971, Mots i maons o a cascú el seu, editat per l’Amic de les Arts, on es recollien textos de
Foix apareguts, gairebé tots, al diari La Publicitat,
des de 1933 fins a 1936. Els escrits de Foix són els d’un admirador de les avantguardes,
amic dels arquitectes del GATCPAC, membre d’ADLAN, fascinat pel futu- risme italià. Tot i
el seu catalanisme, Foix aposta per l’arquitectura internacional i defensa, fil per randa, els
arguments de Le Corbusier. Amb això demostra la in-
81
Recordem que el 1928 Ludwig Wittgenstein va inter- venir molt directament en el projecte de
casa entesa com a mecanisme lògic realitzada a Viena per a la seva germana Hermine,
partint del projecte de Paul Engel- mann, deixeble d’Adolf Loos. O que Curcio Malaparte va
anar transformant el projecte d’Adalberto Libera per a la seva casa-teatre-temple-presó a
Capri (1938-1940). En ambdós casos, Wittgenstein i Malaparte van actuar com autèntics
arquitectes. El més interessant de la li-
teratura saborosa que Foix
alització arquitectònica ben reeixida, en una ciutat ur- banísticament ben ordenada, és on la
raó i la intel·ligència s’expandeixen amb més di- vina eufòria.” L’arquitectura i l’urbanisme
defineixen el marc “per a viure en pleni- tud física i espiritual”. Foix, com a bon
avantguardista, considera que això –”cons- truir els llocs de la renaixen- ça de l’ésser”– ho
podran
Als anys trenta un Foix molt atent intueix dos dels que seran temes centrals en l’evolució de
l’arquitectura moderna des dels anys trenta fins als anys cinquanta: d’una banda,
l’acostament dels conceptes de modernitat i tradició i, de l’altra, l’abandó d’una abstracció
estricta i alienant i d’una tecnologia moderna predominant en favor d’una consideració més
gran per les formes i tècniques vernaculars.
corredor de fons de Rubió i Tudurí que de l’avantguar- disme programàtic de Sert i Torres
Clavé, membres del GATCPAC, que mai no són citats explícitament.
En els seus raonaments, Foix és implacable amb el funcionalisme entès com a estil i no
com a esperit, amb tots aquells arquitectes que són falsos moderns. En parlar dels
arquitectes moderns a Catalunya, escriu: “Tampoc no amaguem que, si en l’ordre urbanístic
llur orientació ens sembla adequada a les necessitats actuals, en l’ordre estètic faríem, en
alguns d’ells, severes reserves.”
Foix té la seva pròpia concepció sobre l’arquitec- tura i l’urbanisme. Això el porta a plantejar
un concepte molt ric de tradició. La vertadera tradició és ser modern, arrelar-se al mateix
temps al permanent i als moments actuals. L’autèntic sentit de la tradició fa veure que l’es-
sència i la constant de la història de l’arquitectura és la no regressió al passat, és “l’etern
resolt segons les fre- tures i els mitjans actuals”. “La tradició és, precisament, d’ésser
integralment del seu temps... No és un afany d’arrelar-se al permanent, que és la vera
tradició?”
El poeta sap detectar en el seu moment el canvi més important que s’està produint en el
moviment internaci- onal de l’arquitectura racional: el gir vers l’arquitectura popular. Això ho
descobreix amb la revista del GAT- CPAC AC. Documentos de Actividad Contemporánea,
que demostra el funcionalisme estricte de les construc- cions populars de la costa
mediterrània. El 1936 Foix escriu: “Aquest contacte dels arquitectes funcionalistes amb
l’arquitectura popular mediterrània ha modificat el
82
criteri decoratiu en llurs realitzacions. Tot d’elements populars han estat incorporats com a
tema ornamental en patis i interiors. Això, sense per ventura adonar-se’n, ha rectificat
radicalment una posició original. Mentre al començament era la mateixa arquitectura nova
que sug- geria temes de decoració nous, ara és el tipisme que sug- gestiona l’arquitecte...
Assenyalem només una novetat característica en l’evolució de l’arquitectura racional.”
Als anys trenta, doncs, un Foix molt atent intu- eix dos dels que seran temes centrals en
l’evolució de l’arquitectura moderna des dels anys trenta fins als anys cinquanta: d’una
banda, l’acostament dels conceptes de modernitat i tradició, i de l’altra, l’abandó d’una abs-
tracció estricta i alienant i d’una tecnologia moderna predominant en favor d’una
consideració més gran per les formes i tècniques vernaculars.
83
1994
Entre el casco urbano y el aeropuerto existe uno de los polígonos típicos del desarrollismo
español, Sant Cos- me, que se ha manifestado en ciertos momentos como escenario de
graves conflictos sociales. Dicho barrio está experimentando actualmente un proceso de
reforma.
Al mismo tiempo, El Prat posee una rica reserva de
áreas naturales: no solamen-
masías– junto al delirio de infraestructuras: uno de los mayores aeropuertos de Europa, con
una necesidad endémica de crecimiento, y un sinnúmero de líneas de ferrocarril y de franjas
de autopistas, rondas, autovías y carreteras que conectan hipermercados y docenas de
humeantes fábricas.
Por ello, es lógico que una parte de los conflictos
De acuerdo con nuevas corrientes urbanísticas, que entienden las ciudades como sistemas
ecológicos, El Prat
sería el ecosistema más complejo de la sociedad posindustrial en Cataluña. […] El Prat
lucha por configurar su futuro y contempla cómo éste no depende sólo de sus habitantes y
sus gestores municipales, sino de un complejo sistema en el que intervienen diversos
organismos.
te el delta –del que el Ayun- tamiento intenta frenar su regresión y contaminación–, sino
también fragmentos de playa que han sido prote- gidos para que generen su propia
vegetación, de ma- nera similar al parque de las dunas, creado por el vecino Ayuntamiento
de Gavà. Si El Prat ha defendido ejem- plarmente sus áreas natu- rales, ha cedido en
cambio
metropolitanos –como el controvertido Plan del Delta del Llobregat, que prevé el desvío de
la desembocadura del río 2,5 kilómetros al sur y promueve obras como una zona de
actividades logísticas portuarias y una gi- gantesca depuradora de aguas residuales–
confluyan en este municipio.
De acuerdo con nuevas corrientes urbanísticas, que entienden las ciudades como sistemas
ecológicos, El Prat sería el ecosistema más complejo de la sociedad posindustrial en
Cataluña. El Prat posee un casco histó- rico tradicional y tranquilo, en el que predominan
calles de tamaño medio y edificios de baja altura. Este tejido se ha ido monumentalizando
con pequeños espacios y edificios públicos cualificados por esculturas modernas.
87
mecánicas, ascensores y, en la parte superior, un centro de seminarios y convenciones. Las
tres alas del antiguo edificio sirven para alojar las salas de exposiciones, los servicios
administrativos y una serie de aulas para seminarios, conferencias, masters, investigación y
au- diovisuales. En el nivel de semisótano, bajo el nuevo bloque, se sitúa un auditorio
altamente tecnificado. En este experimento neovanguardista, hasta los mínimos detalles
-como las juntas y los ritmos de los pavimentos- están cuidados al máximo.
del patio que se conforma como un vestíbulo-sala de exposiciones y que actúa como atrio
que introduce al espectacular espacio vertical. Éste está atravesado por la diagonal de las
escaleras mecánicas que conducen directamente a los niveles superiores.
Mientras las tres alas del edifico antiguo se con- vierten en espacios introvertidos, pensados
para la mi- rada que observa atentamente los objetos expuestos o para el laborioso trabajo
en los seminarios, este núcleo
de comunicaciones está
En esta obra de Viaplana y Piñón culminan las mejores cualidades de su trayectoria. Lo que
en el Centre d’Art Santa Mònica, una obra anterior, era un hallazgo que se convertía en
arbitraria frivolidad, aquí deviene la quintaesencia del recorrido iniciático. En Santa Mònica
se tiene que subir por una rampa desde la Rambla, ac- ceder al edificio, descender
al espacio principal a nivel de la calle y volver a subir y bajar para salir por la rampa. En el
Centre de Cultura Contemporània, tras atravesar el zaguán de la calle de Montalegre, el
visitante descubre una fachada gigante acristalada. Se trata de una composición
suprematista, mitad blanca mitad gris, incluida en un estricto modu- lado. El blanco y el gris
también se reproducen en el mármol del pavimento del patio. En la fachada destaca un
recurso formal: el atrevido voladizo del módulo su- perior que enfatiza la línea de cornisa.
Quien observe atentamente estos cristales descubrirá en ellos el reflejo de la silueta de la
ciudad, desde este espejo celeste hasta el mar. De esta manera, el plano de la fachada,
expresión formal reducida al mínimo, se convierte en metáfora del propio contenido. Por
otra parte, el visitante descubri- rá que esta gran fachada acristalada no tiene ninguna
abertura y captará entonces el ligero desnivel del patio y la entrada lateral en el lado
opuesto que conduce, des- cendiendo, al corazón del conjunto: la base escondida
Muchas obras maestras surgen cuando el cliente y el arquitecto sintonizan: la Casa de la
Cascada de Frank Lloyd Wright para la familia Kaufmann, la casa de Adalberto Libera para
el escritor Curcio Malaparte en Capri, la casa de Luis Barragán para el fotógrafo Fran- cisco
Gilardi en México D.F., o el Museo Municipal de Mönchengladbach, proyectado por Hans
Hollein según las directrices de Johannes Cladders. En este caso, el equipo dirigido por
Josep Ramoneda y los técnicos encabezados por Viaplana y Piñón han generado el
acuerdo arquitectónico más importante de la Barcelona del presente. El alma de la ciudad
es pasado y futuro a la vez, historia y utopía, y en este edificio, lo antiguo y lo ultraartificial
dialogan con toda intensidad. Mini- malista, sin manierismos, con el predominio drástico de
la geometría que la tecnología permite, el Centre de Cultura Contemporània es una lección
de versátil y au- daz adaptación de cada parte del programa al contexto urbano y cultural.
El Museu d’Art Contemporàni de Barcelona, cuando esté finalizado –hecho que está
anunciado para este oto- ño– será un edificio que destacará por su belleza. Será, sin
embargo, una belleza engañosa. El proyecto que
88
gón armado, pero quien conozca la lógica estructural del hormigón armado podrá ir
descubriendo, tras una cuida- da puesta en obra, muros falsos –con estructura interna de
acero y relleno de ladrillo– y pilares que en realidad sirven de conducto para los imprevistos
bajantes de des- agüe de la cubierta.
Hay arquitecturas pensadas desde la visión de suelos y escalinatas, otras desde la
expresividad de los techos, otras a partir de la percepción del espacio. La arquitectura de
Meier, des-
mejores que preparar una luz uniforme en toda la su- perficie y luego tener que
encarcerlarla con superficies de protección.
Según lo explicado, resulta difícil imaginar pintu- ras, esculturas, colecciones de fotografías,
instalaciones u objetos en estas salas tan pulcras y ensimismadas, de muros blancos y
suelos de granito gris, repletos de pla- nos exentos, pilares, volúmenes gratuitos, voladizos
y todo tipo de ventanas. La principal justificación es que
Richard Meier no ha pen-
de hace años, consiste en un juego de muros exentos: muros en exagerado vola- dizo,
jácenas ornamentales y, sobre todo, paredes que no desean nunca anclarse a los demás
muros y forjados. Por ello sus obras buscan siempre inútiles ventanas estrechas en las
esquinas, caligráficas franjas lineales
sado para este museo una relación concreta entre es- pacio y obra de arte. Y tiene toda la
razón, ya que nunca nadie le ha podido asegu- rar qué tipo de arte se va a exponer en el
Museu d’Art Contemporani de Barcelo- na. Y se supone que para paliar la falta de superficie
expositiva, el mismo Meier
altas, claraboyas rasgadas en todos los techos y anti- constructivas aberturas a nivel del
suelo.
Toda esta filigrana de muros suspendidos va a tener un peso negativo a la hora de instalar
las desconocidas obras de arte en las tres grandes salas y en la decena de salas
especiales. Cada espacio tiene sus límites sacrifica- dos por aberturas que sólo se justifican
en la fachada por este juego de planos.
La que constituye la mayor contradicción de dicho museo, aún sería evitable. Ya en otras
ocasiones Meier ha sacrificado la coherencia arquitectónica de elemen- tos y tipos en aras
de unos efectos plásticos atractivos. En Barcelona coloca una exultante fachada acristalada
a toda altura. Pero una vez concebida, él mismo se ve obligado a enmascararla. No sólo ha
de colocarle un brise-soleil exterior para protegerse de los rayos del sol, sino que en el
interior, detrás de ella, sitúa el sistema de rampas que va de la planta baja al segundo piso y
que, pudiendo ser ligero y transparente, está previsto opaco, convirtiéndose en un obstáculo
que le niega a la fachada su deseo de transparencia y luminosidad.
Este mecanismo de ir complicando los problemas iniciales aparece en otras partes del
edificio. Así, la gran sala del piso superior, la más espectacular, dis- pone de unos
lucernarios uniformes en todo su techo, promesa de un espacio luminoso. Pero como en
Bar- celona acostumbra a haber demasiada luz, Meier se ve obligado a colocar dos planos
de lamas por si el plano que estaba previsto fuera insuficiente. Evidente con- trasentido
cuando la tradición de los museos del siglo XX ha pensado soluciones para controlar la luz
natural
ha añadido unos muros independientes entre las salas y el gran espacio de las rampas, con
lo que se completa el ciclo de barreras. Por cierto que la alternativa sugerida por Jean-Louis
Froment de instalar la colección históri- ca en la sala del sótano, de laberíntico acceso y sin
luz natural, era muy descabellada.
Por lo que respecta a la distribución de la super- ficie, da la impresión de que hay
demasiado espacio de circulación y pocas estancias dedicadas a los equipa- mientos de un
museo actual. Ello sorprende en un edifi- cio que destaca por su excesivo volumen en el
contexto urbano donde se sitúa. En definitiva, Meier ha plantea- do un precioso contenedor
marca de su empresa, en el que se ofrece el valor ideológico de la eficacia y de una belleza
convencional, legitimado por abundantes citas a Le Corbusier, sobre todo al Le Corbusier
de La Tourette, en Eveux, al sur de Francia (1857-1960). Desde Nueva York, Lyon y
Barcelona se deben ver muy similares. En este museo, el volumen exento que da a la calle
de Mon- talegre (que algunos ya han bautizado como la patata), es una rememoración de la
capilla y de las salas para visitas de La Tourette. Como en el convento dominico, al final de
los pasillos del interior del museo general- mente no se ve el exterior sino un muro de
hormigón. Curiosa sintonía entre empleado de un museo y monje. Como en La Tourette, en
las largas y estrechas ventanas lineales van apareciendo unos dados blancos. Sólo que lo
que en el monasterio de Le Corbusier era una lección de arquitectura y autenticidad, todo
verdaderamente de hormigón en bruto y con las instalaciones vistas, aquí es un contenedor
con todo camuflado en techos falsos
89
cultural –entre “culebrón televisivo” protagonizado por las fuerzas culturales barcelonesas y
laboriosa “sagrada familia” del arte contemporáneo– vayan entrando argu- mentos críticos
sobre el formalismo vacío de este futuro museo, de cuya colección sólo tenemos una
certeza: va a disponer de un “meier” inmenso.
Perquè existeixi la crítica s’han de donar dues condi- cions: que hi hagi una teoria per
defensar i que exis- teixi una situació de pluralisme que permeti diversitat d’interpretacions.
Lluny de les preocupacions de l’Academia de San Fernando de Madrid per crear un corpus
doctrinal en la transició del barroc al neoclassicisme, la primera espurna de discussió teòrica
sobre arquitectura la podem trobar a les pàgines del Diario de Barcelona.
El 1823 esclatà una polèmica entre Antoni Celles
–arquitecte nascut a Lleida el 1775, format a l’Acadè- mia de Madrid, que va residir a Roma
de 1803 a 1814 i que era el professor de la classe d’Arquitectura de l’Escola de Llotja– i
Antonio Ginesi –jove arquitecte nascut a Florència el 1791, que en aquells anys residia a
Barcelona com a vicecònsol
la obra aquella honesta variedad”. Ginesi tracta Celles de “vignolesc” i argumenta, en contra
de l’exigència de subjectar-se als patrons acadèmics, “que quien ha perdido su juventud y
su salud en los desiertos de la Grecia y el Egipto, y dado a luz los más pequeños de- talles
de los mejores monumentos de todas las épocas, sabría sin duda, si lo juzgara a propósito,
dibujar un orden de arquitectura completo”. En efecte, Ginesi, a més d’haver residit a París i
a Roma, va ser dels pri- mers arquitectes que viatjaren a Egipte i Grècia i havia publicat el
1813 el llibre Nuovo corso d’architettura civile dedotta dai migliori monumenti greci, romani e
italiani dal cinquecento.
La polèmica es manté al llarg d’unes setmanes, amb rèpliques i contrarèpliques, i al final
conclou
Celles: “Usted tiene la so-
de la Toscana.
La polèmica l’inicià un article de Celles molt crític amb dues obres de Ginesi a Barcelona: un
palau cons- truït darrere de l’església de Santa Mònica –que suposem que va desaparèixer
fa anys– i la façana del cementiri del Poblenou, la primera obra neoegípcia que es va cons-
truir a la ciutat.
Celles retreu a Ginesi que tots els defectes prove- nen de “la falta de unidad,
La primera revista que crearen els arquitectes catalans va ser el Boletín Enciclopédico de
Nobles Artes, de publicació quinzenal, que va aparèixer el 1846 i el 1847 a Barcelona,
promogut per Josep Oriol i Bernadet (també escriptor
i professor), Francesc Daniel Molina i Casamajor (autor de la plaça Reial), Antoni Rovira i
Trias (arquitecte dels mercats amb estructura de ferro colat) i Miquel Garriga i Roca (autor
del Pla d’Eixample, que no es va realitzar).
brada bondad en no querer descontentar a los egipcios, a los griegos y a los roma- nos, y
por lo mismo toma de sus monumentos cuanto se le antoja para los suyos, hasta el grado
de hacer des- aparecer la parte filosófica del arte[...] por no haber tenido presente que la
verdadera belleza dimana tan sólo de la buena dispo- sición de las partes del edi- ficio,
hechas con economía y solidez, y adornadas con
siendo la variedad mal ordenada y el contraste violen- to”. La façana del cementiri és
qualificada de “mestizo egipcio-greco-romano” i també de “máscara piramidal”, sense sentit.
A tot això contesta el jove Ginesi proclamant la creativitat i l’originalitat: “En obras de
gusto cada uno tiene su modo de ver”, argumenta defensant una concepció més lliure que
l’acadèmica. Ginesi proposa l’alternativa del contrast “con el objeto de introducir en
una decoración característica proveniente de la con- veniencia y de la construcción del
mismo[...] Gracias le sean dadas[...] de enseñarnos a usar indistintamente de toda especie
de arquitectura, sin el incómodo freno de la filosofía[...] nos facilitarán el no tenernos que
romper los cascos con las trabas con que también se dejaron ligar los Herreras, los Blais,
los Villanuevas y otros bonachones españoles al hacer las obras del Escorial, la Casa de
la Diputación de esta capital, el
90
91
protagonistas de una muestra de proyectos en los que casi nunca figuran sus autores
(arquitectos, ingenie- ros, aparejadores). Ello debe ser fruto del descrédito de los
arquitectos que se ha consumado en los últimos años. Pero esta ausencia de paternidad y
firma también acompaña una arquitectura de menor calidad, más
impersonal, hecha de una
“Barcelona New Projects” parece más un stand de feria, que pretende atraer a futuros
clientes e inversores extranjeros, que una exposición para los ciudadanos. Se supone que
estos visitantes, futuros inversores, buscan la seguridad de una ciudad igual a todas las
demás, con
una arquitectura despersonalizada, internacional y tecnocrática, como si estuvieran en
Londres, Montreal u Osaka.
mezcla de estilos comer- ciales y de híbridos tipoló- gicos que pretenden gustar a todos los
públicos.
Ahora la escala de las operaciones es mucho ma- yor que la de los proyectos de los años
ochenta. Domi- nan los grandes complejos comerciales y residenciales. Algunos de ellos
son ope- raciones puestas en entre- dicho porque amenazan el
exposición para los ciudadanos. Se supone que estos visitantes, futuros inversores, buscan
la seguridad de una ciudad igual a todas las demás, con una arquitectura despersonalizada,
internacional y tecnocrática, como si estuvieran en Londres, Montreal u Osaka.
Las características dominantes en esta expo- sición son muy sintomáticas. Por encima de
todo criterio predomina el de subdividir las áreas según las empresas promotoras, ya sean
semipúblicas o pri- vadas: Construcciones Núñez y Navarro S.A., Kepro/ Diagonal-Mar,
Nisa, Procivesa, Winterthur, Olympic Moll, Vandaele España, World Trade Center Barcelona
SA, Hovisa-Sogo España, Metro 3, Port de Barcelona, Vila Olímpica SA y otras. Estos son
los verdaderos
vivir a este barrio separado del centro por el Parc de la Ciutadella. También entre los
visitantes domingue- ros se expresan los distintos niveles de renta: los más privilegiados
tienen su embarcación amarrada, los que están bastante dotados comen en los
restaurantes del puerto olímpico, los que poseen unos recursos me- dios se sientan a tomar
un aperitivo en las terrazas de los bares, los más ágiles se deslizan con patines y los
menos afortunados se limitan a mirar con envidia
92
y centros culturales, todo tipo de parques y jardines, universidades, escuelas y talleres para
la experimen- tación y la imaginación. Pero la Villa Olímpica ha sido lo único que podía ser,
el más genuino fragmento de ciudad neoliberal que Barcelona posee. Un mo- delo perfecto
de estructura urbana clasista.
Por ello mismo tenía
La Villa Olímpica ha sido lo único que podía ser, el más genuino fragmento de ciudad
neoliberal que Barcelona posee. Un modelo perfecto de estructura urbana clasista. […] Y la
única posibilidad de convertirse en espacio popular era serlo a través de los medios: ser un
culebrón televisivo en catalán, que enganchase a todos y permitiera aumentar de forma
mesurada el ritmo de ventas.
que ser el barrio semivacío que es actualmente. Re- serva de pisos para premiar a los
futuros triunfadores. Su mismo vacío tiene un profundo sentido para re-
L’arquitectura apareixia en els textos d’Eugeni d’Ors –com Las ideas y las formas (1928), Lo
barroco (1936) o Teoría de los estilos y espejo de la arquitec- tura (1944)– de la mateixa
manera que la pintura, l’es- cultura, la literatura i la música. Ors va ser el primer al nostre
país que va practicar una cosmopolita “ciència de la cultura” –com han fet Mircea Eliade,
Mario Praz, Ernst Gombrich, Claude Lévi-Strauss, Joseph Rykwert, Xavier Rubert de Ventós
o Antoni Marí–, entenent la cultura i l’art com un tot, essent capaç de relacionar les obres
clau més enllà de les seves disciplines i les seves èpoques.
Per això l’arquitectura formava part dels seus as- saigs, com quan parlava de l’arquitectura
com a símbol del poder i la cúpula com a expressió de la monarquia, quan establia la
categoria del barroc –expressió de la in- tensitat i la contradicció– i la del classicisme –
expressió de l’eternitat i l’equilibri, o quan considerava la colum- na-arbre naturalista del
barroc i la columna-cilindre abs- tracta del classicisme. Recordem la seva admiració per
93
l’obra d’Andrea Palladio, que comparà amb la música, el diamant i la geometria feta llum. En
l’utillatge mental d’Eugeni d’Ors, l’arquitectura és una peça bàsica d’un sistema estètic i de
valors que estudia la relació entre l’esperit i les formes, sense establir cap diferència entre
l’antic i el modern.
Abans de l’anomenada “història de les mentali- tats”, Ors ja cobejava aquestes lectures en
llargs arcs de temps i ja recercava la delimitació d’invariants o siste- mes sobretemporals.
Heus
teoria de l’art (Worringer, Riegl, Wölfflin). Una admi- ració ambigua per italians com Giorgio
de Chirico y Marinetti. Al mateix temps hi ha una forta influència de la cultura francesa del
canvi de segle (Jean Nicod, Charles Maurras, Jean Moréas, Paul Cezanne, Paul Valery),
sense oblidar la sintonia amb concepcions tan diverses com les interpretacions cícliques
d’Oscar Spengler i George Simmel, la teoria estètica de Bene- detto Croce,
l’antiindustrialisme de William Morris, la
filosofia d’Henri Bergson,
aquí el concepte de barroc entès no com a estil sinó com a constant històrica. Ors va
practicar aquest tipus de treball multidisciplinari i multiforme que només es pot abordar
amb un gran ca- bal de coneixements encre- uats, amb una intel·ligència especial i amb una
intuïció privilegiada. Fins a Ors, tots els treballs d’història i críti- ca de l’arquitectura (Antoni
Celles, Elies Rogent, Lluís Domènech i Montaner,
En l’utillatge mental d’Eugeni d’Ors, l’arquitectura és una peça bàsica d’un sistema estètic i
de valors que estudia la relació entre l’esperit i les formes, sense establir cap diferència
entre l’antic i el modern. Abans de l’anomenada “història de les mentalitats”, Ors ja cobejava
aquestes lectures en llargs arcs de temps i ja recercava la delimitació d’invariants o
sistemes sobretemporals. Heus aquí el concepte de barroc entès no com a estil sinó com a
constant històrica.
la interpretació psicoanalis- ta de Freud i el pensament aristocràtic de Nietzsche. Pròxim a
les teories cen- treeuropees, Ors analitza l’obra des de criteris de pura visualitat, la
interpreta tenint en compte el moment creatiu i el sistema de co- neixements en què l’obra
està immersa, i té com a principi que no hi ha perí- odes ni de progrés ni de de- cadència. Al
mateix temps, Ors pretén entroncar amb
Josep Puig i Cadafalch) no solament es produïen amb retard respecte a les teories que
predominaven en el panorama europeu, sinó que en la major part eren una versió local de
les idees exteriors.
A més, fins llavors la base de la teoria i la història eren els criteris acadèmics primer i els
tòpics naciona- listes després, junt amb els detalls historicistes, tècnics i documentals.
Ors és el primer que a les primeres dècades del segle XX practica de manera moderna
l’anàlisi estricta- ment formal i simbòlica de l’obra d’art. Amb Ors, doncs, aquest retard no
solament desapareix sinó que arriba a polemitzar sobre el concepte de barroc segons
Heinrich Wölfflin en els col·loquis que tenen lloc a l’abadia de Pontigny.
De fet, Ors consolida en solitari aquesta activitat de la crítica d’art amb llibres com Tres
horas en el Museo del Prado (1922) i amb articles, recollits pòstumament a Introducción a la
crítica de arte (1963) i El menester del crítico de arte (1967).
Com es ben sabut, Ors va confeccionar una pròpia interpretació del món de les arts que era
síntesi de refe- rències i teories incomptables i dispars.
Hi ha una sòlida recepció del classicisme-ro- manticista i de l’idealisme alemany (Goethe,
Schiller, Fichte, Hegel), de les interpretacions centreeuropees de la ciència de la història
(Jacob Burckhardt) i de la
el saber humanista del Renaixement italià, que esta- va sempre atent als simbolismes de
les formes i als sistemes de proporcions matemàtiques en la pintura, l’escultura,
l’arquitectura i la música. Un saber que, en participar del pensament grec, encara entenia
l’art, la cultura i la tècnica com un tot comunicat. Un saber que, a les primeres dècades
d’aquest segle, abans de la implantació de la societat de consum, l’especialització i l’oblit,
encara sobrevivia i que han continuat desve- lant autors com Rufolf Wittkower.
Si, en el camp de la teoria de l’art, els moments clau de la història de l’arquitectura eren fites
concre- tes de la tradició clàssica –Brunelleschi, Bramante, Alberti, Palladio, Juan de
Villanueva–, en el camp de la seva ideologia, tan ambigua, la ciutat es convertí en el mite
central. Ciutat contra camp, aristocràcia contra barbàrie. Però si l’arquitectura a la que feia
referència era una arquitectura documentable històricament, la ciutat esdevenia ideal,
entelèquia, utopia reaccionària i excloent.
De fet, el seu sistema ètic i estètic era intrínse- cament contradictori, capaç d’acceptar el
dualisme i l’ambigüitat.
Així, sentia passió pels excessos i per l’irracio- nalisme del barroc, però al mateix temps es
va erigir en detractor dels deliris del Modernisme català i en propugnador de la
reinstauració del classicisme medi-
94
terrani: serenitat, equilibri, ordre, harmonia i economia de mitjans en el que es va anomenar
Noucentisme. La ciutat o metròpolis era el contenidor de la seva societat ideal i civilitzada,
però Teresa, La ben Plantada (1911), encarnació del “poble”, constituïa, senzillament, una
reinterpretació dels mites arcàdics i pastorils. Les con- tradiccions, conscients o no, eren
inesgotables.
Com Goethe a final del segle XVIII i principi del XIX, com l’arquitecte Heinrich Tessenow a
principi del segle XX, com l’historiador Mario Praz a la segona meitat del segle, Ors va ser
un personatge retroactiu, anacrònic i provocador, amb gran intel·ligència i sen-
sibilitat però, al mateix temps, horroritzat pel món que intuïa que estava arribant, enyorant
societats idealitza- des i períodes unitaris, harmònics i estàtics del passat. La societat de
masses del segle XX s’anava convertint en plural, multiracial, transcultural i dinàmica, i Ors
cada cop va ser més incapaç d’acceptar-ho. La seva va acabar essent una lluita
desesperada contra el sentit esquinçat, caòtic i mestís que el món contemporani anava
prenent. Paradoxalment, un dels intel·lectuals més brillants de la primera meitat del segle,
ideòleg dels “nous temps”, del Noucents, acabava rebutjant la mateixa identitat del segle
XX.
La exposición “Cerdà, urbs i territori” está teniendo muy buena acogida. El material
documental inédito que se presenta y el exhaustivo catálogo que se ha editado son de gran
valor. Sin duda el ingeniero civil Ildefons Cerdà ha sido uno de los catalanes más
universales y que ma- yor influencia internacional ha tenido en el pensamiento social y
urbano. Será irrepetible un personaje tan tras- cendental, creativo e inteligente.
Ahora bien, el enfoque de la exposición es dis- cutible. El objetivo que se persigue es el de
mitificar a Cerdà: consagrar una especie de héroe romanticista o mesías
fundamentalista cuya identidad intenta ir desbrozando en cada sala con la mayor intensidad
y las menores contaminaciones posibles. La tesis general consiste en explicarnos que
que se ofrece un producto de alta cultura para el gran público cuando se está faltando al
rigor histórico.
El trabajo de Cerdà tenía antecedentes y se si- tuaba dentro de los conocimientos técnicos,
urbanos y arquitectónicos de la primera mitad del siglo XIX. El tipo edificatorio del Ensanche
respondía al propio proceso de construcción de la ciudad y había sido ensayado en
operaciones previas dentro del centro histórico como el eje Ferran-Jaume I-Princesa o el
conjunto edificado sobre el antiguo Palau Reial Menor. El mismo Cerdà, demostrando una
versatilidad envidiable, al trabajar para la Sociedad Fomento del Ensanche y al plantear la
propuesta definitiva de 1863, ajustó su plan para que fueran construidos los cuatro lados de
la manzana. Él
era consciente de que lo
breáticos que reglamentó el ahora tan alabado alcalde Porcioles. En resumen, la ciudad que
construyó la bur- guesía barcelonesa de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con
sus arquitectos y maestros de obras, se integró a la trama Cerdà.
95
1995
El artículo sobre el Teatre Nacional cerraba una serie de análisis monográficos de edificios
clave de la Barcelona actual, como ya se había hecho con el CCCB, el MACBA y la “Illa
Diagonal”. De nuevo era una valoración del edificio en obras o a punto de inaugurar, antes
de entrar en funcionamiento. La opinión sobre la arquitectura del Teatre Nacional fue muy
crítica, como la había sido la del MACBA. Sin embargo, el 26 de septiembre de 2000
publiqué el artículo “MACBA, pequeños detalles” donde señalaba que, por fin, la gestión del
museo estaba cambiando positivamente, abriéndose a la ciudad con inteligencia. La
actividad acertada de un edificio puede llegar a superar sus insuficiencias formales. Otros
artículos se centran en temas recurrentes: los modos de vida catalanes a través de las
telenovelas, el reto ecológico en la arquitectura y el espacio público de la ciudad.
El director de cine Wim Wenders ha hablado de una arquitectura recreativa, analógica a las
producciones de Hollywood. Se trataría de una arquitectura que posee de entrada un
altísimo poder de seducción, pero que una vez dentro puede decepcionar por lo que se
recibe a cambio del alto coste. Esta consideración previa puede ser apropiada para calificar
pequeña plaza de toros. Desde la distancia el templo del teatro anuncia el mayor
espectáculo. En obra y de cerca, sin embargo, se percibe el chirriar de una cubierta con
estructura de grandes jácenas de acero –que requerirían un soporte ligero y puntual– sobre
unas gruesas colum- nas realizadas en hormigón arquitectónico. Esta junta
contradictoria entre ligera
estructura high tech y lógica arquitrabada de la columna- ta clásica quedará oculta por un
arquitrabe de chapa me- tálica. Puesto que se trata de un templo tan heterodoxo, que sólo
tiene completas las columnatas laterales, con una única columna en cada extremo del
pronaos, las columnas huérfanas de la fachada principal exigen una proporción desmesura-
da. Quien se haya interesa-
templo que ya ensayaron en otros proyectos como el concurso del Parc de l’Escorxador en
Barcelona o el Parque del Turia en Valencia, y que con cierto retraso se ha levantado en la
Plaça de les Glòries Catalanes. El proyecto es de 1986 y debía estar para 1989 y, más
tarde, para 1991. El volumen del templo está coronado por una torre clásica que alberga el
cuerpo del escenario y está complementado por un edificio posterior aislado, también con
forma de templo, que sirve de almacén, taller de decorados, salas de ensayo y de
exposiciones, escuela de teatro y plató.
De hecho, ésta es una de las obras emblemáticas de la transformación que ha seguido la
arquitectura reciente de Bofill, evolucionando desde la solidez y estaticidad del lenguaje
clásico hasta la ligereza y transparencia de la alta tecnología. El teatro se halla a medio
camino de ambos extremos. Por esta razón, los grandes paramentos de cristal conviven con
las columnatas.
Como arquitectura dentro de otra arquitectura, el pequeño espacio del teatro se aloja dentro
del templo y, por su tamaño y forma semicircular, rememora el Teatro Olímpico en
Vicenza, de Andrea Palladio. Si este precedente culto se percibe desde el interior de la
platea, desde el vestíbulo el cuerpo bajo cilíndrico que atesora dicha platea se asemeja a
una especie de
<
Teatre Nacional de Catalunya, Ricardo Bofill, Taller de Arquitectura (1987-1997). Foto:
Zaida Muxí, 2002.
do por los complejos problemas compositivos que todo templo dórico debe resolver, se
desesperará ante una interpretación tan libre y banal.
El gran espacio del atrio que queda libre en esta confluencia entre teatro interior y templo
exterior, con los límites totalmente acristalados, está pensado como un umbráculo y alberga
cuatro pequeños templetes o quioscos. Es en este hall de entrada donde se percibe el
espacio más cuidado de todo el proyecto; el punto pri- vilegiado desde el cual contemplar la
periférica ciudad, sobre la plataforma de las escalinatas, desde esta atalaya acristalada.
Más allá de ese punto culminante, el resto de esta arquitectura recreativa defrauda. Dos de
los temple- tes del vestíbulo esconden escaleras que bajan hacia el teatro de cámara,
situado en la base del vestíbulo. La ba- rra del bar queda encajada en un rincón marginal,
detrás de los quioscos. Sobre el volumen de la platea queda un espacio que podría ser
primordial y que en el futuro se podrá transformar en sala de exposiciones, siempre que las
angostas escaleras de subida a él se complementen con dos escaleras metálicas ligeras. El
perímetro interior de la platea estará recubierto por un redundante lenguaje de pilastras,
frontones y molduras de madera. Para evitar el problema de la visión de los laterales de los
decora- dos desde la platea, la caja del escenario se ha elevado dos metros en relación con
el proyecto original y se utilizarán perchas más anchas para tapar los laterales del
escenario. En la escena, el omnipresente hormigón
99
armado cumple muy bien las ordenanzas de incendios pero es muy poco flexible para todas
las instalaciones; el decorado, por ejemplo, no se puede esconder en sentido descendente.
Como en el proyecto inicial no se tuvo en cuenta la fosa de la orquesta –se trata de un
teatro y no de una ópera–, para albergar músicos y escenografías especiales se han
previsto plataformas móviles entre el cuadro de escena y las primeras filas de butacas.
La platea albergará escasamente 900 espectadores. Uno se pregunta si están
proporcionados tanta simbo- logía arquitectónica, tanta inversión –el presupuesto
Uno de los soportes básicos de toda ciudad es la ley, expresada esencialmente en una
legislación urbana que sustenta la pervivencia y el uso del espacio. Ello com- porta dos
consecuencias contrapuestas: por una parte, la convivencia se basa en la prohibición de
una serie de actividades, conductas y obras antisociales; pero, por otra parte, el ciudadano
tiene la conciencia de que vive en una sociedad cohesionada, de referencias claras, en la
que se siente protegido.
Ahora bien, tanto la creciente complejidad de las ciudades como la rápida transformación de
la sociedad fuerzan cada día más la legislación. La ley es cerrada y unívoca mientras la
ciudad está viva, no tiene fin, es imprevisible y plural. No hay una única ciudad, ni social ni
cultural ni políticamente,
te contraria a los signos de los tiempos. Los sectores más inteligentes de las
administraciones son los que intentan que a unas ciudades múltiples y dinámicas les
correspon- da una legislación múltiple y flexible. Unas ordenanzas flexibles que primen
criterios de ahorro de energía y de agua. Unas ordenanzas versátiles que reconozcan que,
si bien es deseable que las áreas industriales estén separa- das de la residencia, en
algunos casos, como talleres de artistas o industrias no contaminantes, podría permitirse
que convivieran estos lugares de trabajo con viviendas. Una ordenanza pluridimensional
que acepte el derecho a la diferencia. Es más, en la medida que en toda inter- vención
confluyen instancias interpuestas –ordenanzas municipales, comisiones comarcales,
normativas de la
Generalitat de Catalunya,
pero en cambio existen unas solas leyes como referen- cia. Mientras asistimos a la crisis
del exclusivismo racionalista, a la emergen- cia multicultural, a una realidad
multidimensional, la ley urbana sigue siendo unidimensional. Sin duda, las administraciones
de las grandes ciudades catalanas
la vez con el suficiente rigor para no permitir el abuso, el favoritismo y la pérdida de los
derechos públicos. His- tóricamente, la ley ha tomado el lugar de la violencia, es decir, se ha
pasado de la “ley de la calle” –expresión de desorden y arbitrariedad– a la “ley de la ciudad”,
que garantiza su existencia pacífica.
Por otra parte, el nivel de exigencia que la Admi- nistración aplica a los usuarios se debería
corresponder con la autoexigencia que se aplican las propias adminis-
100
traciones. Por ejemplo, la presión que se puede ejercer sobre el individuo que instala un
comercio en una planta baja del Ensanche de Barcelona para hacerle cumplir las leyes,
especialmente las normas de incendios, no es la misma que se han autoaplicado las
administraciones en según qué obras. Por ejemplo, se podría examinar el cumplimiento de
las vigentes ordenanzas de incendios de algunas estaciones de metro de Barcelona por las
cuales pasan centenares de personas a través de salidas únicas y laberínticas. Y es notorio
que bastantes urbani- zaciones incumplen la normativa antiincendios.
En los últimos años, además, se ha manifestado un proceso empobrecedor: algunos
técnicos cualificados en el terreno del urbanismo han abandonado el planeamien- to en
pequeños municipios para integrarse en las admi- nistraciones de las capitales. De esta
manera, estas áreas han quedado en una situación rezagada. En unos casos, dilapidando
su patrimonio arquitectónico y, en otros, bajo el predominio de unas ordenanzas
proteccionistas
que defienden un inexistente estilo catalán, una inter- pretación errónea y anticuada de la
arquitectura popular. En unos casos, al albedrío de ciertas familias y grupos de presión y, en
otros, bajo el feudo de algún alcalde y ciertos técnicos municipales. Aunque sea paradójico,
pa- rece que haya mayores posibilidades de funcionamiento democrático en los grandes
núcleos que en los peque- ños municipios. Mientras las ciudades se esfuerzan por amoldar
la legislación al siglo XXI, en algunos lugares parece que vuelvan al siglo XIX.
El “derecho a la ciudad” exige mejoras continuas. Tendremos una legislación acorde con los
tiempos cuan- do ésta sea tan múltiple y flexible como la propia socie- dad y el mundo de la
imagen y los ordenadores. Habrá mejorado el “derecho a la ciudad” cuando la exigencia
sobre el individuo sea la misma que se pueda ejercer crítica y democráticamente sobre las
administraciones y sus miembros, ya sea en una gran ciudad o en una pequeña población.
vell, Nadala Batista, Íngrid Rubio y Núria Hosta, entre otros–, la importancia del espacio y el
lugar es más sutil pero sigue siendo crucial. Más fina pero menos
compulsiva que Poblenou,
acción. Incluso en la serie Estació d’enllaç, los dramas vertiginosos se producen en el nudo
posmoderno de una supuesta estación de enla- ce, desde la que se puede acceder a
cualquier pueblo y ciudad y en la cual con- fluyen todos los conflictos humanos
imaginables.
En Poblenou el motor de la acción gravitaba entre el barrio popular del Poble- nou y la
ciudad de diseño
tal como ha definido Xavier Rosell en el Diari de Saba- dell, en Secrets de família se utilizan
decorados inte- riores mucho más cuidados para que expresen el poder económico, los
gustos y el carácter de cada uno de los personajes. Y la acción se desarrolla en Girona, uno
de los entornos más mo- numentales de Cataluña, la Florencia catalana. En cada capítulo,
vistas exteriores
de la Villa Olímpica. La familia Aiguader invertía gran parte de sus ganancias obtenidas de
la lotería catalana en un piso nuevo en la Villa Olímpica, en un supermer- cado y en un pub
de moda para el hijo calavera. En de- finitiva, todo era inversión inmobiliaria. En Secrets de
família, telenovela de lujo, con la base de un argumen- to de Maria Mercè Roca, adaptación
dramática de Sergi Belbel e intervención de algunos de los mejores actores catalanes –
Montserrat Carulla, Sergi Mateu, Rosa No-
101
muy diversos lugares de residencia en distintas ciuda- des, los catalanes mantienen una
movilidad menor.
Este derecho al lugar es lo que reclama uno de los protagonistas de Secrets de família.
Después de veinti- cinco años de paraíso nómada en Estados Unidos y de festín de
modernidad en Nueva York, Narcís regresa a Girona para ser operado y, quizás, morir. Una
vez supe- rado este mal trago, reclama el derecho a recuperar su amor de juventud y a
permanecer en su lugar de origen, en su ciudad natal. Y lo intentará a pesar de que un her-
mano celoso y enfermizo, un mafioso exconocido de ju- ventud y una madre supersticiosa
hagan todo lo posible para disuadirle de ello.
Quizás, además de una lengua propia, una men- talidad razonable y un espíritu
cosmopolita, otro hecho característico de los catalanes contemporáneos sea este apego por
el lugar, este interés por la ciudad en la que viven, este orgullo por su patrimonio
arquitectónico y este afecto por el espacio en el que habitan. En todo caso, las próximas
telenovelas –sucedan en Vic, Saba- dell, Terrassa, Tarragona, Reus o Lleida, siguiendo el
proceso de descentralización iniciado que ha comentado Toni Corominas en La Marxa de
Vic– deberán partir de la premisa de esta relevancia del lugar.
¿Volverá Narcís a los Estados Unidos? ¿Se queda- rá Dolors con su marido Albert o huirá
al fin con Narcís? Tardaremos unas semanas en saberlo. Lo que sí se puede adelantar es
que en la próxima telenovela catalana el lugar –la ciudad, el barrio o pueblo, los edificios y
los interiores– volverá a ser un factor definitivo.
Respecto a la compleja madeja de problemas eco- lógicos que nos envuelven existe ya una
conciencia generalizada y asumida por la mayoría de ciudadanos y grupos. Todo ello dentro
de una gran diversidad de posiciones. Desde el ecologismo más antiindustrial, antiurbano y
purista hasta las corrientes que hablan de una ecología del entorno artificial y confían en los
re- cursos de la tecnología para garantizar la vida en la Tie- rra, se desarrolla una amplia
gama de interpretaciones. Tan amplia como la que existe entre el ecologis-
mo que exige un cambio total del sistema productivo y el ecologismo reformista que
considera al neocapitalis- mo capaz de dicha transformación.
Por tanto, las propuestas de soluciones van en direcciones diferentes y acarrean dudas y
polémicas.
¿Qué es mejor, generalizar el reciclaje o controlar el
102
tectónica lo son por sus cualidades formales y la mayor parte de la veces son obras que
despilfarran energía y que son impermeables a las propuestas ecológicas. Los edificios con
paneles solares en las cubiertas, con for- mas de procedencia bioclimática, con facilidades
para la participación de los usuarios, con vocación de ahorro energético, aún no ha podido
demostrar convincente- mente sus cualidades formales ya que los planteamien- tos
ecológicos no poseen una propia carga formal.
La cultura arquitectó-
nica, desde una autonomía estética que prima la forma, considera que todas éstas son
cuestiones técnicas secundarias que correspon- den a la construcción.
Mientras que la tra- dición atesora tipologías y elementos adecuados para integrarse al
medio –como plazas cubiertas, patios, invernaderos, galerías, for- mas aterrazadas,
fachadas como membranas, muros
acciones y exigen res- ponsabilidades sobre las consecuencias futuras de los actos que
potencian el empobrecimiento y la de- gradación del planeta.
Mientras, las adminis- traciones públicas integran lentamente en la legislación, en algunas
obras y en tími- dos incentivos algunas de estas reivindicaciones en las que la mayoría
está de acuerdo, las más factibles y
de inercia térmica–, gran parte de las obras recientes consisten en cajas autistas. Los
edificios altos siguen utilizando climatización e iluminación artificial como si fueran
subterráneos.
Se han realizado experimentos ejemplares: nue- vos parques de dunas, edificios aislados
ecológicos en el campo, viviendas bioclimáticas adosadas, edificios urbanos con muros
cortina que acumulan energía me- diante láminas fotovoltaicas, objetos de diseño indus-
trial conformados por materiales y piezas reciclables.
Pero esto sólo constituye una pequeña parte de un territorio degradado, unas ciudades
basadas en el despilfarro de energía y agua, y un universo de objetos para consumir y tirar.
Es relativamente fácil realizar experimentos aislados; lo difícil es plantear soluciones
aplicables al terreno de la vivienda masiva y en tejidos urbanos densos.
Por tanto, respecto a las cuestiones ecológicas existe una contradicción manifiesta entre el
orden teóri- co del conocimiento y el orden práctico de la conducta.
El ecologismo ha sido integrado –desde la ética política hasta los argumentos comerciales–
pero aún falta avanzar mucho en su funcionamiento como mo- delo práctico.
A la escala de las instituciones gubernamentales, que deben coordinarse
internacionalmente para detener la destrucción del planeta y paliar el problema de la mi-
seria en el mundo, y que deben legislar en su propio país;
103
Las exposiciones a las que nos ha acostumbrado el Cen- tre de Cultura Contemporània de
Barcelona (CCCB) son siempre inclasificlables y poliédricas, con varias tesis a la vez.
“Retrat de Barcelona”, dirigida por Albert García Espuche y Teresa Navas, en la que se
presenta la imagen que la ciudad ha reflejado desde el siglo XVIII en la pintu- ra, el grabado,
la fotografía
Durante la posguerra pervive en los retratos de la ciudad la inercia realista hasta que llega
la eclosión del arte informalista, que cualificará la mejor pintura de esta época, arrancando
del ya mítico Dau al Set. En este paréntesis no realista, la realidad es aborda- da de
una manera totalmente nueva, con una visión
matérica y conceptual que
Laborde sean hiperrealistas no sorprende a nadie. Res- ponde a la visión de aquel período
y es herencia de la práctica de los vedutisti del siglo XVIII, como Il Cana- letto, Francesco
Guardi o Hubert Robert. No en vano, en toda la época clásica hasta las vanguardias el
cuadro es entendido precisamente como una ventana simbólica enmarcada en la sala. De
ahí la aparición del marco de madera como articulación de esta ventana ficticia en la
composición del interior del muro clásico, un muro compuesto y subdividido a base de
zócalos, cornisas, relieves y molduras.
Empieza a sorprender que en las primeras déca- das del siglo XX, contemporáneamente a
las vanguar- dias europeas, las visiones de Barcelona que predo- minan no sean collages
metropolitanos y abstractos como los que inspiran en aquellos años ciudades como París,
Milán o Berlín, y no digamos Nueva York. Sigue vigente el realismo, e incluso las
innovadoras miradas sobre Barcelona de Joaquim Torres-García, de Joan Miró o de Rafael
Barradas mantienen un suave tono figurativo.
Pedro Moreno Meyerhoff, Miquel Vilà, Josep Cisquella y José Manuel Ballester, entre otros.
En el centro de esta sección, coordinada por Sergio Vila -Sanjuán, una im- presionante vista
panorámica de Barcelona desde lo alto de la Sagrada Familia, del hiperrealista
norteamericano Richard Estes, da una mayor contundencia al mensaje final. Después de
años de visiones fragmentarias y abs- tractas, algunos pintores y ciudadanos desean
imágenes globales y objetivas de una realidad que no se teme, en unas pinturas que por
muy hiperrealistas que sean, ya nadie confunde con ventanas.
Se trata de autores muy diversos que han asumido las aportaciones de las vanguardias –la
composición de volúmenes del cubismo, el ensamblaje constructivista, la nueva abstracción
geométrica, los valores matéricos, la mirada al detalle de surrealistas e informalistas, la
textura ambiental de la fotografía, el movimiento del cine– pero que no renuncian a plasmar
la imagen de los edificios y de los espacios de la ciudad. Es una pintura a veces
posimpresionista, a veces metafísica, a veces hiperrealista, siempre fascinada por rincones
tan insig-
104
nificantes como una medianera, adoptando como tema paisajes industriales, periféricos y
anónimos de fábricas, puertos o patios de manzana. A menudo se recrea una ciudad vacía,
habitada sólo por sus arquitecturas envuel- tas de luces y sombras, de atmósfera y color, de
masas y vacíos. En los últimos años, estas visiones realistas han vuelto a reclamar su cuota
de prestigio cultural, negada hasta ahora por el exclusivismo de unas “vanguardias
abstractas” que, terrible paradoja, se han convertido en el arte más oficial y más
representativo –por lo tanto, académico– de las instituciones. Exposiciones como “Pintura
privada” (1994) en las salas Artur Ramon y Pa- rés, o la serie de muestras de imágenes
arquitectónicas ofrecidas por la galería Antonio de Barnola, han puesto en evidencia este
fenómeno. Incluso La Virreina ha de- dicado una preciosa antológica a Luis Marsans (1995).
Y ahora, por primera vez, una gran exposición incluye una antología de este nuevo realismo
tan contemporáneo.
Ello muestra que Barcelona, como generadora de su propia imagen y su propio arte, es más
compleja de lo que parece. En un momento de crisis de las galerías y del mercado del arte,
los que mejor venden son preci- samente estos realistas. La burguesía –o como debamos
llamar a los pocos que hoy invierten en arte– apuesta por unas inversiones seguras,
confiando que con el tiempo estas pinturas tendrán el mismo valor que los Casas o los
Rusiñol. En abril se abrió al público un Museu d’Art Contemporani casi vacío y lo visitaron
30.000 personas en tres días, cuando si se hubiera inaugurado lleno de obras –
especialmente si hubiera sido de arte no figu- rativo– para llegar a esta cifra de visitantes se
habrían necesitado bastantes semanas.
Inesperadamente, por lo tanto, el espléndido “Retrat de Barcelona”, que se puede visitar
hasta el 15 de agosto, ha dado la última palabra (o imagen) a esta visión realista.
En estos últimos años, todas las ciudades catalanas han ganado en espacios públicos.
Pero, a pesar de todo ello, el espacio ciudadano por excelencia de toda ciudad, las aceras,
es decir, el ámbito lineal que conduce a los pea- tones a través de las calles-corredor,
siguen sometidas a las presiones de todo tipo que confluyen en el espacio urbano. La
mayoría de los centros históricos de las ciu- dades poseen unas aceras es-
de la acera lo ofrecen los andenes centrales del Passeig de Gràcia, a los que se debe
acceder para ir a las pa- radas de autobuses y que han quedado reducidos a su mínima
expresión.
No hay duda de que los ayuntamientos están ha- ciendo mucho para proteger y aumentar
este espacio dedicado a los peatones. En Barcelona, por ejemplo, los
metros cuadrados de acera
trechas, a menudo invadidas por los automóviles aparca- dos. Pensemos en muchos
pueblos catalanes o en las calles del barrio de Gràcia. Tampoco el caso más favo- rable
está libre de dicho ago- bio. Nos referimos a las am- plias aceras con plátanos y almeces
que Ildefons Cerdà proyectó para las manzanas
Sin duda entre los parámetros para valorar la calidad de vida de la ciudad ha de estar
también el de la calidad de sus aceras, amplias y libres de todos los obstáculos que
entorpezcan el paseo de
los ciudadanos. Un espacio urbano que se complemente con una intensa y variada red de
transportes públicos.
han aumentado sistemática- mente en todos los rincones donde ha sido posible, apro-
piándose incluso de asfalto para maniobras de los au- tomóviles. Y esto es así por- qué la
lucha por defender el espacio urbano se libra esen- cialmente en este ámbito de los
peatones. De hecho, los inicios de la modernidad y
del Ensanche. En realidad, los cinco generosos metros quedan drásticamente reducidos si
tenemos en cuenta la omnipresente hilera de motos aparcadas que ocupan la franja más
cercana a la calle y si suponemos que no es muy recomendable andar demasiado pegado a
las fachadas para evitar, como mínimo, la desagradable sorpresa de los automóviles
saliendo impetuosamente de los aparcamientos. Por tanto, resta una franja libre de unos
dos metros. Un caso extremo de degradación
105
y en una concepción estática de lo urbano. Por lo tanto, la lucha por defender el espacio
público de la calle y las aceras viene de lejos y está en la raíz misma de la ciudad moderna.
Luego vendrían los proyectos de ensanches y bulevares con anchas aceras y el espacio
consustancial a la ciudad europea, el lugar donde disfrutar de la vida, pa- sear sin prisa y sin
sobresaltos, detenerse a charlar, mirar los escaparates o leer el periódico. Es el lugar del
voyeur según Charles Baudelaire y Walter Benjamin, el escena- rio de la “deriva” según los
situacionistas franceses.
La realidad es cada vez más conflictiva y comple- ja, y este espacio urbano por excelencia,
más importante para la vida urbana que incluso los parques y jardines, está continuamente
amenazado y presionado. Por una parte, está fragmentado por las salidas de los aparca-
mientos. Ello crea un espacio urbano ambiguo donde los haya, un no lugar que pretenden el
peatón y el automo- vilista, tierra de todos y en la que nadie puede detenerse. Por otra
parte, existe la costumbre, entre algunos moto- ristas, no sólo de aparcar en las aceras, sino
de utilizar- las como calzada, sorteando peatones, para evitar dar la vuelta a causa de una
calle en sentido contrario. En este caso, la invasión del ámbito del peatón convertido en
pista de slalom es indignante. Ello sin citar el tradicional abuso de automóviles en las
aceras, que se ha instaurado en ciudades como Madrid o Milán. O sin analizar tantas
ocasiones en que el mobiliario urbano está pésimamente situado. O sin protestar por la
introducción de carriles- bici en las aceras y no donde habrían debido ir, restando espacio a
los automóviles.
Ciertamente, una peatonalización excesiva de las calles tampoco es solución, ya que ello
acaba desequi- librando la ciudad. Precisamente, la esencia del espacio urbano
contemporáneo consiste en la convivencia de las más distintas franjas de tráfico: vías
rápidas, puentes, terminales de transporte, calles con tráfico rodado, carri- les bus y bici, y
aceras anchas. La vida urbana siempre
se concentra en la confluencia de distintos flujos de velo- cidad con espacios tranquilos para
el ciudadano de a pie. Todo núcleo urbano ha de disponer tanto de ultramoder- nos
espacios para autopistas o túneles, como de lugares tradicionales para pasear como
jardines y aceras.
Actualmente, un grupo interdiciplinar de eco- logistas, profesionales, técnicos y
representantes de asociaciones colectivas ha constituido el Fòrum Cívic “Barcelona
Sostenible”. Su objetivo es el de consensuar los indicadores para medir la calidad ambiental
de Bar- celona: nivel de ruidos, calidad de la vivienda, limpieza, seguridad,
despersonalización, protección de la inti- midad, niveles de agresividad y crispación
ciudadana, contaminación de las aguas de los ríos, etc. También el Ayuntamiento de
Barcelona ha creado la nueva ponen- cia “Ciudad sostenible”. Sin duda, entre los
parámetros para valorar la calidad de vida de la ciudad ha de estar también la de la calidad
de sus aceras, amplias y libres de todos los obstáculos que entorpezcan el paseo de los
ciudadanos. Un espacio urbano que se complemente con una intensa y variada red de
transportes públicos.
El pasado 2 de octubre se celebró en Curitiba, Brasil, el Día Mundial del Hábitat, con una
serie de en- cuentros preparatorios para el Hábitat II, que en 1996 se celebrará en
Estambul. (El Hábitat I, también promovido por la ONU, se realizó en 1976 en Vancouver.)
Curitiba es ahora una ciudad modélica como capital ecológica por sus programas de
parques, educación ambiental, limpieza autogestionada y transportes públicos. Una po-
lítica desarrollada con tenaz continuidad desde 1965. Y precisamente en este encuentro de
Curitiba, el arquitecto y profesor de la Universidad de California Allan Jacobs defendió que
la calle y la acera constituyen el reinado de lo público, el palco de todo movimiento social. Y
Jacobs concluyó que las mejores calles del mundo están en Bar- celona. Ojalá sea cierto y
sepamos cuidar y valorar este patrimonio urbano.
106
1996
1996 fue un año en que la arquitectura, con motivo del XIX Congreso de la Unión
Internacional de Arquitectos (UIA), volvió a ser protagonista en la ciudad. En esta ocasión,
la Señora Barcelona murió de éxito, desbordada por una masiva asistencia no prevista. El
artículo “Menos es más” enunciaba el contenido de una de las exposiciones estelares con
motivo del Congreso de la UIA. El artículo “Contra la identidad”, que planteaba una crítica a
las visiones estáticas de los países, las culturas y ciudades que recurren al concepto
cerrado de identidad, mereció una respuesta de Lluís Flaqué titulada “¿Identidad o
distinción?” en El País, el 14 de febrero, planteando argumentos nacionalistas de identidad.
Otro artículo, “Cataluña y Latinoamérica”, constataba un proceso tan genuino de la
Barcelona actual como es la hibridación con Latinoamérica. Desde diversas ópticas
predomina en estos artículos la voluntad de pensar las transformaciones de la sociedad
catalana actual en relación con la evolución del mundo contemporáneo.
CONTRA LA IDENTIDAD 9 de febrero de 1996
Tanto en política como en sociología y arte se sigue recurriendo a un concepto tan equívoco
como el de identidad. La certeza de que hay características co- munes en el arte y la cultura
de cada pueblo potencia la supervivencia de aspiraciones del romanticismo y de antiguas
preocupaciones nacionalistas del siglo
XIX. A principios de nues-
bló de movimiento dialéctico, sin fin, que fluye. Émile Meyerson, muy crítico con el
positivismo, interpretó la “identidad como una inevitable tendencia de la ra- zón a reducir lo
real a lo idéntico, esto es, a sacrificar la multiplicidad en aras de la identidad, con vistas
a su explicación”. Existe una razón determinante e
identificadora que intenta
tro siglo aparecieron en Europa los regionalismos y los Noucentismes como variantes de
esta interpre- tación nacionalista. En arte y arquitectura esta inter- pretación volvió a resurgir
tras la Segunda Guerra Mundial en textos como L’arquitectura catalana (1955) de Alexandre
Cirici, The Englishness of English Art (1956) de Nikolaus Pe- vsner o Invariantes castizos de
la arquitectura española
Seguimos, por tanto, en una especie de fase primitiva de la modernidad, aquella que
confunde la identidad personal, psicológica y ontológica con
los fenómenos colectivos. No se pueden confundir las categorías de la psicología personal –
el individuo necesita una identidad para sí mismo– con la escala de lo colectivo –en la que
predominan
la complejidad, la conflictividad, la contradicción, la diversidad, la dinámica y las asincronías.
imponerse por encima de la inmensa complejidad del mundo. Sobre esta base, la mayoría
de referencias a la identidad nacional poseen esta punción conservadora sobre una realidad
que se quiere simplificada. Llama- das como la del reelegido presidente de la Generalitat en
su discurso de investidu- ra, al enfatizar que “Catalu- ña sólo será útil a España si refuerza
su identidad” van en esta dirección. Contem-
de Fernando Chueca Goitia (1971). En el texto de Ci- rici estos invariantes eran entendidos
según períodos como la mañana (románico), el mediodía (siglos XIII y
XIV) o la tarde (siglos XV y XVI).
De hecho, este tipo de concepción histórica va asociada a la utilización de analogías de tipo
biológico y climático: la juventud, la plenitud, la madurez y el ocaso. Pertenece a un tipo de
historia que fue totalmen- te necesaria como primer paso, traspasando criterios de la
biología y de las ciencias naturales a la historia naciente, tal como hicieron Giambattista
Vico y Johann Joachim Winckelmann en el siglo XVIII. La insistencia en el concepto de
identidad entronca con ciertas co- rrientes filosóficas. Lo encontramos en Parménides al
insistir en que siempre que se habla de lo real se habla de lo idéntico, en oposición al
convencimiento de Herá- clito de que todo forma parte de un proceso de continua
transformación y movimiento.
Así el concepto de identidad de Parménides pervive en las corrientes racionalistas más
simplifi- cadoras e inmovilistas, mientras la visión heraclitiana ha pervivido en las
interpretaciones más renovadores, como la de Karl Marx, que señaló, por citar un ejem- plo,
que “todo lo sólido se desvanece en el aire” y ha-
<
Habitatges socials al barri de Santa Caterina, Ramon Artigues, Ramon Sanabria i Josep
Llinàs. Foto: Zaida Muxí, 2002.
109
nos se han enriquecido. Sin embargo, continúan predo- minando los tópicos negativos: los
países de América latina son mucho más noticia por hechos negativos
–violencia, narcotráfico, corrupción política, crisis económica, terremotos, epidemias de
enfermedades tropicales, etc.– que por sus cualidades, hechos positi- vos como la
hospitalidad, la solidaridad, la exuberancia de sus parques naturales –como los de Costa
Rica– o las innumerables aportaciones culturales y científicas.
La sombra de la España negra ha proyectado un reflejo siniestro en Latinoamérica. Por
ejemplo, países como Brasil, Guatemala o Colombia tienen muy mala prensa por la
delincuencia, por la guerrilla y por el narcotráfico, respectivamente, pero poco se habla de
la insuperable belleza de Rio de Janeiro, que hasta la inauguración de Brasilia fue la capital
más espléndida del mundo, con un bellísimo paisaje de playas y monta- ñas y un tejido
urbano monumental; o poco se conocen las antiguas ciudades mayas de Guatemala, como
la delicada y colosal Tikal, cubierta por el parque natural de selva subtropical, y poco se
reconocen las aporta- ciones al mundo editorial y científico de la Colombia contemporánea.
A ello ha contribuido especialmente la presión norteamericana. Recordemos cómo se
publicita la
110
en cuyas editoriales han publicado una buena parte de su obra. En otro sentido, las
canciones de Joan Manuel Serrat, tan mediterráneas (él se considera “un latino- americano
de Barcelona”), se han convertido en autén- ticos himnos para argentinos, chilenos,
salvadoreños o guatemaltecos. José Maria Valverde se autodefine como poeta
latinoamericano. Y el diseñador Javier Ma- riscal ha manifestado coloquialmente que le
gustaría una Barcelona con más “sudacas”.
Debemos reconocer que en
En estos últimos años las relaciones culturales, comerciales y turísticas con los países
latinoamericanos se han enriquecido. Sin embargo, continúan predominando los tópicos
negativos: los países de la América Latina son mucho más noticia por hechos negativos que
por sus cualidades, hechos positivos como la hospitalidad, la solidaridad, la exuberancia de
sus parques naturales
o las innumerables aportaciones culturales y científicas.
todos estos intercambios la riqueza de nuestro bi- lingüismo es fundamental: poseer una
lengua y una cultura catalana propias y, al mismo tiempo, formar parte de la lengua y de la
cultura de habla hispana. Y aunque parezca paradó- jico, el conocimiento del castellano es
el vehículo que sirve para transmitir nuestra propia cultura y lengua catalana. Aunque
inicialmente nos comuni-
der latente de América, todo un continente en el que pervive la más sólida cultura
progresista. Sin embargo, estos dos últimos años, el gobierno mexicano del PRI, con la
eclosión de la guerrilla zapatista y con la fuerte crisis económica, ha perdido la impunidad
que le otor- gaban dichos medios y se ha visto obligado a negociar y a reconocer sus
errores.
El arte y la cultura del siglo XX no serían lo mismo sin la presencia latinoamericana, con
artistas inigualables (Armando Reverón, Diego Ribera, Frida Kahlo, Helio Oiticica...),
arquitectos (Luis Barragán, Oscar Niemeyer, Lúcio Costa, Lina Bo Bardi...), escri- tores
(Borges, García Márquez, Cortázar, Carpentier, Múgica Lainez, Vargas Llosa, Vinicius de
Morais...) o músicos como Heitor Villa-Lobos y toda la “bossa nova” brasileña.
Las grandes ciudades de Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Venezuela, Colombia o México
poseen una gran vitalidad cultural, con universidades en las que imparten profesores de
prestigio y museos llenos de actividad, con una influencia social en su entorno mucho mayor
que la que tienen algunos elitistas mu- seos europeos.
En su reciente visita a Barcelona, el escritor chileno José Donoso aseguró que la eclosión
de la li- teratura latinoamericana tuvo su punto de arranque en Barcelona, donde vivieron
algunos de estos autores y
quemos en castellano al viajar y trabajar en dichos países seguimos siendo “los amigos
catalanes” que dan a conocer su historia y su presente. “Cataluña es el país más bonito del
mundo” le decía un niño catalán a otro brasileño, en el programa de TV3. No sólo esto:
Cataluña es y puede ser “un lugar en el mundo” para intelectuales, artistas, científicos,
profesionales y tra- bajadores procedentes de América.
Al mismo tiempo, la cultura y la economía ca- talanas tienen un campo inmenso si se abren
hacia Latinoamérica.
Pensemos, por ejemplo, en el urbanismo. La Barcelona actual es la ciudad admirada y
mitificada por la mayor parte de los técnicos y los administra- dores municipales de las
grandes ciudades latinoa- mericanas.
Por su versátil y rápida capacidad de gestión, por haber conseguido primar los intereses
públicos por en- cima de los privados, por su arquitectura, sus parques y sus plazas, se ha
convertido en una ciudad modelo. Todos los que han intervenido en esta transformación de
Barcelona –y del territorio catalán–, es decir, polí- ticos, abogados, arquitectos, arquitectos
técnicos, in- genieros, sociólogos, constructores, promotores, etc. podrían transmitir a los
administradores de ciudades como Caracas, Sâo Paulo o Santiago de Chile unas
enseñanzas valiosísimas.
111
Una sociedad sostenible se ha de basar en utilizar menos objetos para poder realizar más
acciones, en consumir menos pero con más calidad y consiguiendo los mismos
rendimientos, en gastar menos energía para realizar las mismas funciones, en obtener y
repartir más riqueza con menos recursos.
En este sentido, el eslogan
Dicho eslogan ha recuperado su actualidad a raíz del prota- gonismo que han alcanzado en
los últimos años los movi- mientos minimalistas, aque- llos que pretenden desarro- llar
formas que consigan el máximo efecto artístico con el mínimo esfuerzo económi- co. Si la
arquitectura clásica venía definida por la tríada vitruviana de la firmitas, utilitas y venustas
(solidez,
utilidad y belleza), una parte del arte y la arquitectura modernas –la abstracción, el
neoplasticismo, la nueva objetividad alemana y holandesa, el arte conceptual, el minimal art,
el land art, la música repetitiva, la arquitec- tura minimalista, etc.– podría quedar
caracterizada por este principio operativo del “menos es más”.
Precisamente una de las exposiciones que se va a presentar con motivo del XIX Congreso
de la Unión Internacional de Arquitectos, que se celebrará en Barcelona del 3 al 7 de julio,
se titula “Less is more”. La promueve el Col·legi d’ Arquitectes de Catalunya, está previsto
que se inaugure el 21 de junio y está dedicada al fenómeno del minimalismo a lo largo de
este siglo.
Pero este lema no sólo es útil para el mundo del arte sino que puede extrapolarse para
intentar interpretar la sociedad de este cambio de siglo. El planteamiento de una cultura y
una economía de la sostenibilidad va en la dirección del eslogan de Mies: conseguir el
máximo rendimiento y calidad de vida con el mínimo sacrificio de los recursos escasos, con
la mínima hipoteca de cara al futuro. En este sentido, el minimalismo no es sinó- nimo de
pobreza, sino de sociedad de la abundancia y el despilfarro que da un paso más adelante y
entiende que es vital reducir la contaminación, el consumo y la destrucción, renunciar
conscientemente a algunas cosas como único medio para conservar la vida en el planeta y
para que las diferencias entre países ricos y pobres no sigan aumentando.
búsqueda del mínimo irreductible de las formas– sólo tiene sentido si este menos es mejor,
si la obra que se consigue tiene mucha más calidad material, funcional y formal que una
creación convencional.
En un mundo cada vez más denso y degradado es necesario que haya menos autómóviles
pero mejores (más versátiles, ecológicos, reciclables); menos objetos pero más eficientes,
ligeros, inmateriales, desmontables, multiusos y reutilizables; edificios con menos reper-
torios de materiales y lenguajes pero con una mucha mayor calidad constructiva, mayor
capacidad de in- tegración al entorno y más posibilidades de reciclaje posterior; menos
gasto en transportes para conseguir mejores resultados; menos horas de trabajo pero con
mejores condiciones. Menos recursos para conseguir más servicios. Menos, pero con más
calidad.
En esta dirección podría interpretarse el Premio de Diseño, Arquitectura y Urbanismo
Ciudad de Barce- lona 1995, que el pasado 12 de febrero se otorgó a las viviendas sociales
proyectadas por el arquitecto Josep Llinàs en la calle de Roig, en la esquina con la calle del
Carme, en plena Ciutat Vella. Junto a grandes y costosos proyectos de edificios culturales,
de ocio y administra- tivos, el jurado decidió premiar una obra modesta pero al mismo
tiempo de gran riqueza tipológica, espacial y urbana. “Menos pero mejor”. De hecho, se
debería pre- miar a los ingenieros, arquitectos, arquitectos técnicos o diseñadores que
creasen los objetos más atractivos estética, cultural y conceptualmente siguiendo esta di-
112
bio. Será cuando se acepte que ya no se pueden medir las mejoras económicas y de
calidad de vida en función del aumento de los índices de consumo de productos sin valorar
qué medios de producción, qué recursos eco- lógicos y qué costes sociales han sido
comprometidos en dicho consumo. Para ello es necesario consensuar unos indicadores
alternativos en términos ecológicos, de cualidades biológicas y humanas, de sostenibilidad,
de ahorro energético y de eficacia. Un cambio en el que dos de los sectores que van a tener
un papel crucial van a ser el del automóvil y el de la construcción. De hecho, su resistencia
a tranformarse en el sentido de la soste- nibilidad y el reciclaje es uno de los factores que
está hipotecando el futuro.
Josep Ferrater Mora publicó en 1944, durante su exi- lio en Chile, el texto Les formes de la
vida catalana, reeditado en varias ocasiones hasta la actualidad. En él trataba la cuestión de
las raíces y características cultu- rales de la existencia catalana, y señalaba cuatro con-
ceptos básicos –la continuidad, el seny, la mesura y la ironía–, como resultado de
las formas de vida humana que más le han influido: la hispánica, la mediterránea y la
europea. Un asunto tan delicado y equívoco está tratado de la manera más inteligente,
elegante y pon- derada, con el afecto hacia un mundo querido que es contemplado de tan
lejos, pero sin remitirse a ideali- zaciones, falsas identidades y nostalgias nacionalistas.
Ferrater Mora consideraba que todo está en continuo movimiento y, de acuerdo
No es nada inocente esta continua filtración de unos modos de vida sobre otras sociedades:
ello es garantía de ampliación de mercados y de dominio cultural y económico. Ni está nada
lejana de esta influencia, por ejemplo, la moda de las casas adosadas y de los 4x4. En
ambos casos son simulaciones. La ficción de disponer de una gran mansión con árboles,
jardines y setos para cuidar, cuando en realidad se vive en una vivienda mínima adosada.
en plazas dentro del tejido urbano –un modelo que está demostrando el amplio mar- gen
que posee para trans- formarse y modernizarse– y los centros comerciales que nos acercan
al modelo de los grandes malls y shopping centers norteamericanos, no-lugares que están
des- conectados del lugar y que fomentan ciudades desmem- bradas y comunicadas me-
diante el uso intensivo del automóvil. A la moda de los grandes centros comerciales
con Henri Bergson y Maurice Merleau-Ponty, pensaba que las cosas se definen
originariamente en virtud de su comportamiento y vitalidad, y no en relación con
propiedades estáticas.
Ciertos aspectos de las formas de vida de las que hablaba Ferrater Mora han cambiado,
tanto desde el punto de vista político y económico como, paradójica- mente, por la enorme
influencia que Norteamérica ejerce sobre nosotros, precisamente el país que terminó aco-
113
María Aznar– y la resistencia que, en cambio, encuen- tran en países como Francia o Italia,
tan desatendidos y pobres de McDonalds, Burger King y Kentucky Fried Chicken. Quizás
ello sucede porque siguen prefiriendo reunirse y comer bien en las espléndidas cafeterías y
los tradicionales restaurantes, que no han desaparecido en sus capitales de la manera
como ha sucedido, por ejemplo, en Barcelona.
En este sentido, es importante recordar que las rela- ciones entre los modos de vida y las
culturas propias han de ser lo más auténticas posible. Por ejemplo, está claro que nuestra
industria ha dado muchas más aportaciones en el terreno del diseño y la producción de
medios de transporte público –autobuses, autocares, vagones de fe- rrocarril y de metro–
que en el de los vehículos privados. Ello responde a un modo de vida en el que los medios
de transporte público tienen gran relevancia.
No se trata de conservar identidades ficticias ni de adoptar posturas anacrónicas, sino, al
contrario, de po- tenciar unos modos de vida que se relacionen verdade- ramente con
nuestra manera de ser, con nuestra cultura de espacios y ciudades. Tal como nos habrían
exigido los existencialistas, se debe evitar vivir de manera inau- téntica, intentando no imitar
a los norteamericanos con las haciendas de sus ricos, sus reality shows, su cultura de las
autopistas y su gran capacidad para segregar a los que no son blancos y a los que son
menos favorecidos económicamente. Desbrozar críticamente qué es adapta- ble del potente
modelo norteamericano de modernidad y qué se debería rechazar por ajeno e insolidario es
uno de los retos de nuestra sociedad, clave para el enriqueci- miento de nuestras propias
formas de vida.
En las sociedades posindustriales el afán por la calidad de vida constituye una aspiración
legítima. Sin embargo, este objetivo ya no puede plantearse como hace algunas décadas;
ahora debemos tener en cuenta las nuevas co- ordenadas planetarias: el progresivo
desgaste del medio ambiente, el agotamiento de recursos no renovables y su despilfarro en
las sociedades ricas que acumulan bienes en detrimento de los países pobres. En definitiva,
asistimos al paso de una concepción mecanicista del universo, basada en la gravitación y la
estabilidad, a una interpretación termodinámica, basada en los valores de la entropía en un
universo inestable, dinámico, de no equilibrio. Dicho de otra manera, nuestra conciencia del
tiempo se ha tranformado totalmente. No se puede
seguir pensando el futuro de las sociedades en relación con el tiempo progresivo, lineal y
productivo de la vi- sión hegeliana de la historia, sino que debe hacerse en relación con un
tiempo sumamente complejo y abierto, que comporta continuos desequilibrios y procesos
irre- versibles y que tiene como referencia límite la posibili- dad de colapso del planeta. Un
tiempo, además, que es percibido y usado de manera distinta según los sexos: es más
lineal y productivista en los hombres, y más cíclico y superpuesto en las mujeres.
Por esta razón, toda valoración de las cualidades de vida en cada sociedad se debe medir
en relación con el tiempo, analizando evoluciones en distintos sentidos, estudiando las
hipotecas de cara al futuro que cada pro-
114
nibilidad aplicados esencial- mente a las ciudades, que constituyen la situación más
evidente de no equilibrio, de flujo continuo de materia y energía, de fuerte impacto sobre el
medio. En este con- texto hay fenómenos más evidentes. Consumir agua potable es un
signo de cali- dad de vida, pero al mismo tiempo su abuso comporta una hipoteca de
disponibli-
en las ciudades.
En otros campos, como por ejemplo en la relación entre construcción y medio ambiente, las
cues- tiones no son tan lineales; son más ambiguas. Los sistemas constructivos a base de
estructuras ligeras tienen ventajas por lo que respecta a la flexibilidad y a la facilidad de
desconstruc- ción y reciclaje; en cambio,
115
debata sobre sus propios indicadores es una nueva idea democrática, un paso más en esta
toma de conciencia sobre el tiempo como factor crucial de un universo cuyo destino no está
escrito en ninguna parte, sino que está abierto a la creación y puede depender de lo que
cada sociedad decida para dirigirlo en una dirección u otra.
116
1997
En este año empezó a ser evidente un cierto retraso de la arquitectura catalana en relación
con el panorama español, cuando había sido modélica en los inicios de la de- mocracia. El
aviso que significó el texto “El Titanic de la arquitectura catalana”, tuvo una gran resonancia.
Desgraciadamente, la crisis de una arquitectura catalana poco ambiciosa y vanguardista,
que no deja paso al relevo generacional, se fue haciendo más evidente. En 1998 los
arquitectos catalanes suscribieron el “Manifest del maig del ‘98”, que luego se convertiría en
el manifiesto “En defensa de la arquitectura”. Y a principios del siglo XXI la crisis de la
arquitectura catalana se convirtió en tragedia al morir prematuramente su más prometedor
arquitecto, Enric Miralles (1955-2000), y su mejor teórico, Ignasi de Solà-Morales (1942-
2001). Por otra parte, el artículo sobre la “Sagrada Familia” ocasionó una agria polémica,
siempre irresuelta, que continué en el artículo “El concurso de la Sagrada Familia”, de 18 de
junio de 2001, proponiendo un necesario concurso internacional para terminar
adecuadamente la magna obra.
calidad de los arquitectos ca- talanes que han destacado en los últimos años, la mayoría por
encima de los cincuenta años –Viaplana-Piñón, Gar- cés-Sòria, Bach-Mora, Elias Torres-
Martínez Lapeña, Clotet-Paricio, Bonell-Gil- Rius, Ferrater, Llinàs, Tus- quets, etc.– está
teniendo su relevo en los arquitectos
madrileños que tienen entre treinta y cuarenta años, una parte de ellos con influencias de
Rafael Moneo y la mayoría con una habilidad para la teoría y para la expe- rimentación
bastante alta. Los Ábalos-Herreros, Tuñón- Moreno Mansilla, Soriano-Palacios, Nieto-
Sobejano, Matos-Martínez Castillo, Alejandro Zaera, Álvaro Soto, Aranguren-Gallegos, De
Miguel-Pesquera-Ulargui constituyen los estudios emergentes, mientras los jóve- nes
arquitectos catalanes –con excepciones como Enric Miralles o Alfredo Arribas–, y a pesar
de sus cualidades, no son quienes han recogido el relevo de sus mayores.
Las posibles causas de esta pérdida de empuje de la arquitectura catalana se manifiestan
en casi todos los ámbitos que confluyen en ella.
Para empezar, las mismas administraciones que hace algunos años promovieron la mejor
arquitectura, como por ejemplo, la Generalitat de Cataluña, que reali- zó un hospital tan
espléndido como el de Móra d’Ebre, han dado marcha atrás y desconfían generalmente de
los arquitectos más vanguardistas e innovadores. En las po- cas obras de inversión pública
que se promueven se tien- de a apostar por los despachos más conformistas y tec-
nocráticos, que garanticen el mínimo de conflictos y el máximo de fluidez en la gestión. En
el mundo profesio- nal, el arquitecto como artista e intelectual, como inven- tor y
experimentador, con la rebeldía de las vanguardias, con un despacho modesto, entendido
como taller o estu- dio, va siendo sustituido por el profesional pragmático, buen gestor de
una empresa formada por un equipo de
<
Vista de Diagonal Mar en obres. Foto: Zaida Muxí, 2000.
carrera ha caído ostensiblemente; no hay el más míni- mo interés e inquietud por introducir
nuevos métodos; los estudiantes abandonan veleidades experimentales para proyectar
aquello que aprueban sus profesores y aquello que creen que sus hipotéticos clientes
pueden desear. Por otro lado, la plantilla de profesorado está prácticamente cerrada, con
muy pocas posibilidades de que la escuela sirva como lugar de formación para jóvenes
que entren como profesores o becarios. Esto se manifiesta en que haya surgido muy
recientemente una pequeña escuela privada de arquitectura, dentro de la futura Universitat
Internacional de Catalunya, próxima según parece a la esfera de influencia del Opus, en la
cual confluyen estudiantes no admitidos en la escuela, por no haber alcanzado la nota de
acceso exigida, con jóvenes profesores que no han encontrado el hueco de- seado en la
gran escuela de Barcelona.
En el campo institucional, el Col·legi d’Arquitec- tes de Catalunya sólo esporádicamente
recupera aquella influencia social y cultural que tuvo en los años setenta. A parte de alguna
exposición singular, ciclo de confe- rencias estimulante o curso del programa de formación
oportuno, sigue predominando el peso de la pasividad, la burocracia y la autosatisfacción de
un colectivo que se ha cerrado sobre sí mismo, sin saber afrontar una coyuntura de crisis,
lógica, por otra parte, tras la época floreciente de la modernización relacionada con la
consolidación de la democracia y los Juegos Olímpicos. Aunque los honorarios de los
proyectos visados puedan aumentar, la calidad de los proyectos disminuye y la mayoría de
los jóvenes participan poco del mercado de trabajo.
119
Todo este panorama se completa con una si- tuación de autocomplacencia y cansancio en
la que casi no se participa en los concursos de arquitectura fuera de Cataluña. Véanse los
pocos catalanes que se presentaron al concurso del Museo del Prado y cómo ninguno de
ellos estaba entre los diez finalistas. Y si alguien argumenta que no haber caído en la
trampa de dicho concurso nefasto es una muestra de astucia, se le puede responder que
tampoco en el reciente concur- so para el nuevo Museo Municipal en Castellón, tan cerca
de Barcelona, se presentó casi ningún arquitecto catalán y que los cuatro finalistas han sido
cualificados equipos de arquitectos jóvenes de Madrid. De hecho, otra de las claves de esta
crisis radica en el actual sistema de concursos convocados por las administra- ciones, muy
pocos de ideas y la mayoría con empresas promotoras y constructoras, según define la
nueva Ley de contratos del Estado, y, por lo tanto, sin retribución alguna para todos los que
no son el equipo ganador. Esto ha hecho que en los últimos meses haya cundido el
desánimo y se hayan declarado algunas bancarrotas y algún divorcio profesional.
Barcelona capital sigue su desarrollo hacia el este, con- traviniendo aquella regla intemporal
del crecimiento hacia poniente de la que hablaba Claude Lévy-Strauss en sus Tristes
trópicos. Contra el tópico de que Barce- lona es una ciudad terminada, sus tejidos históricos
de Ciutat Vella, l’Eixample y los municipios que hace un siglo se anexionó necesitan una
fuerte remodelación, y en levante, más allá de donde se construyó la Villa Olímpica,
quedan muchísimas áreas por transformar: las cinco manzanas del frente marítimo con una
parte de vivienda de promoción pública cuya construcción se iniciará pronto; Diagonal Mar,
propiedad de la in- mobiliaria Hines, que aún está en proceso de proyecto y trámite; la
desembocadura del Besòs y gran parte del frente marítimo de Sant Adrià. Es en este nudo
donde se concentran una buena parte de las esperanzas mu- nicipales: el proyecto para
relanzar Barcelona se basa en hacer confluir este nuevo frente litoral, en el que se van a
ganar unas 80 hectáreas al mar, junto a la des- embocadura del Besòs –pensemos que
una manzana de l’Eixample mide una hectárea y media aproxima- damente–, con la
propuesta de Barcelona como sede del Fòrum Universal de les Cultures en el 2004, tras
haberse congelado la candidatura de Barcelona 2001
como ciudad europea de la cultura y tras la frustrada propuesta de la Expo del 2004.
Esta franja marítima de nueva creación estaría for- mada por el zoológico, la ampliación de
la depuradora del Besòs y el puerto deportivo de Sant Adrià, en el cual confluiría la
prolongación de la Diagonal. Además, se crearían nuevas playas y estaciones de control
ambien- tal. El zoológico está previsto que se subdivida en dos grandes áreas, tal como
sucede ya en otras capitales: un área visitable para el público y las escuelas, entendida casi
como museo y parque temático, que será la del Besòs, y una gran reserva fuera de
Barcelona, donde una gran parte de los animales puedan vivir casi en libertad. Esa nueva
área de ocio ganada al mar con diques de defensa ha de potenciar la creación de un nuevo
foco de atracción junto a la plataforma del Zoo Park. Por ejem- plo, las instalaciones
deportivas del Espanyol estarían al lado del río y de la autopista a Mataró.
Este gran proyecto se relaciona con otro que está mucho más adelantado: la reconversión
del cauce del Besòs en espacio ambiental y eje vertebrador de los dis- tintos municipios y
barrios que atraviesa. 9 kilómetros de longitud y 130 metros de anchura, desde Montcada
hasta el mar, que van a suponer un total replanteamiento
120
ropuerto, y la desembocadura del Besòs, que se converti- ría tanto en una infraestructura
metropolitana como en el soporte temporal del I Fòrum Universal de les Cultures en el 2004,
un proyecto de encuentro internacional de intelectuales, artistas y científicos que está
pendiente de obtener próximamente el apoyo del Gobierno central y de la UNESCO.
Cuando esto suceda, las dos iniciativas
–las infraestructuras en el Besòs y el gran encuentro cul- tural del Fòrum Universal– van a
desarrollarse paralela
e independientemente.
que ha sido objeto de los proyectos y las propuestas más dispares. Por ejemplo, el escultor
Armand Pons desde hace años recrea in- numerables remodelaciones de las tres
chimeneas de la central térmica como es- culturas gigantes, así como de las torres de alta
tensión convertidas en personajes metropolitanos. El arquitec- to Xavier Barba, especialista
en arquitectura bioclimática, en colaboración con exper- tos como Santiago Vilanova
Tanto políticos como ciudadanos necesitan ver de manera palpable las transformaciones y
mejoras de la ciudad: que las infraestructuras viarias, edificios públicos y acontecimientos
sociales vayan demostrando la mejora y vitalidad de la ciudad. Pero también sería
necesario
un cambio de mentalidad que exigiera alternativas a las políticas desarrollistas de
contenedores e infraestructuras, que se pensase en función de unos nuevos parámetros
que exijan una ciudad más habitable y que empiece a ser sostenible.
Tanto políticos como ciudadanos necesitan ver de manera palpable las transformaciones y
mejoras de la ciudad: que las infra- estructuras viarias, edificios públicos y acontecimientos
sociales vayan demostran- do la mejora y vitalidad de la ciudad. Pero también sería
necesario un cambio de mentalidad que exigiera alternativas a las políticas desarrollistas de
contenedo- res e infraestructuras; que se pensase en función de unos
y con un inicial apoyo económico de capital japonés, tiene proyectada una isla ecológica en
la desembocadura del Besòs, basada esencialmente en espacios públicos y viviendas
semienterradas. Desde la óptica municipal, uno de los obstáculos insalvables de dicho
proyecto es que en estos terrenos ganados al mar no pueden admitirse usos privados.
También el equipo del arqui- tecto Miguel Ruano realizó un magno proyecto a escala
metropolitana sobre el cauce y la desembocadura del Besòs, intentando conciliar las leyes
de alta tecnología y la mercadotecnia con la sensibilidad ecológica de unas ciudades
sostenibles.
En estos momentos, Barcelona Regional está trabajando intensamente en una propuesta de
síntesis, definiendo forma, superficies, usos y soluciones técnicas para resolver el desnivel
de la base de esta nueva pla- taforma. Su director, el arquitecto Josep Acebillo, con su
optimismo tecnológico entre Reyner Banham y Bill Gates, está dirigiendo la reelaboración
de los núcleos y redes sobre los que se trabaja desde la finalización de los Juegos
Olímpicos. Los tres frentes más avanzados son el futuro sistema ferroviario de La Sagrera,
con la terminal e intercambiador del tren de alta velocidad; el Plan del Delta del Llobregat,
con la polémica ampliación del ae-
nuevos parámetros que exijan una ciudad más habitable y que empiece a ser sostenible. Se
deberían conseguir objetivos más intangibles y abstractos pero mucho más importantes,
empezando a utilizar indicadores no sólo de metros cuadrados construidos y millones
invertidos sino de habitabilidad, sostenibilidad y calidad de vida: que Barcelona no sea la
ciudad más cara de España y la más ruidosa de Europa, que haya un mercado de vivienda
de promoción pública y de alquiler asequible, que el tráfico se pacifique con más aceras y
transporte público y menos transporte privado, accidentes y contaminación. Y aun- que el
proyecto en el Besòs no es desmesurado y posee sensibilidad ecológica, los saltos hacia
adelante basados en ganar terrenos al mar recuerdan propuestas que se corresponden con
la megalomanía que ha predominado en Tokyo, Kobe y Osaka o con el invento del gobierno
de Menem que, para distraer la crisis, está planteando el nuevo aeropuerto nacional del
gran Buenos Aires -el de Europarque– sobre el río de la Plata.
En cualquier caso, la franja del cauce y la desem- bocadura del Besòs y el año 2004 se
presentan como la tierra y el tiempo prometidos, uno de los nudos tras- cendentales para
afrontar el futuro metropolitano y sus problemas medioambientales.
121
obras, al ritmo actual el templo podría estar terminado en unos 50 años, y la nave central
podría cubrirse en el 2001. Actualmente ya han sido completadas las naves laterales de la
monumental iglesia –de 30 metros de altu- ra– y se están iniciando los arcos de la nave
central, que tendrá 45 metros. La estructura de las columnas es de
hormigón armado, con una
ni Gaudí, éstas constituyen el símbolo internacional más indiscutible de la ciu- dad y son
visitadas a diario por miles de turistas, la ma- yoría de los cuales quedan fascinados,
especialmente los japoneses.
Por ejemplo, uno de los más destacados y van- guardistas arquitectos japo- neses, Toyo Ito
(a quien la revista barcelonesa 2G acaba
alma interior de hierro y un recubrimiento de distintas piedras nobles que actúan como
encofrado perdido. Las bóvedas son de hormi- gón visto, de un acabado de gran calidad.
Sobre las na- ves laterales, a 30 metros de altura, se sitúan 36 grandes tragaluces
circulares.
El que firma este artículo, por generación y manera de pensar, ha estado
122
XIX. ¿Por qué no aceptar de una vez una Sagrada Fami- lia iniciada por Francesc de Paula
Villar, replanteada completamente por Gaudí y realizada en parte por él y en parte por los
técnicos y artistas que han seguido sus ideas? Quizás la cuestión sería mirar con afecto e
interés este símbolo de la ciudad, una obra que ocupó casi toda la vida de Gaudí (entre
1883 y 1926) y que concentra sus mejores aciertos, experimentos estructurales e ima-
ginación delirante, pero también sus peores inercias aca- démicas, retórica neogótica y
gusto recargado; una obra en la que Gaudí supo sintetizar como pocos arquitectos
El ejercicio de la crítica, ya sea como actitud personal, ya sea dentro de las disciplinas
artísticas o ya sea en el campo de la política, es siempre una actividad incómo- da, cuando
no maldita. Pero precisamente la posibilidad de la crítica está en la misma esencia de las
sociedades democráticas: se corresponde con la libertad social y con la libertad creativa del
arte. La prueba del grado de liber- tad de una sociedad estriba en la capacidad de todos sus
ciudadanos para poder opinar y ejercer la crítica. A la li- bertad de toda obra de arte y a la
elección voluntaria del acto de disfrutarla le corresponde la libertad de los que ejercen la
crítica en cada disciplina artística: artes plásti- cas, cine, música, literatura, arquitectura,
diseño, etc. La madurez y competencia de la crítica en cada campo del arte es siempre
prueba de la riqueza y consistencia de dicha actividad artística.
Cuando hace una
asistentes o del entrenador de fútbol que arremete contra quienes lo ponen en entredicho.
En este sentido, sería importante que nuestros expertos en política, asiduos a las tertulias
de radio y televisión, analizasen cómo nuestros dos políticos con- temporáneos de más
talla, Jordi Pujol y Pasqual Mara- gall, han ido respondiendo a las críticas que se les han
planteado durante estos años. El político es el que más quejas y críticas recibe pero
también es el que aparente- mente menos responde a ellas y más difícil le es recono- cer
nunca algún error. La facultad filosófica básica del reconocimiento de las dudas y errores
está totalmente reñida con el lenguaje de la política.
El que firma este artículo sólo ha podido dialo- gar brevemente en un par de ocasiones con
cada uno de nuestras dos grandes y admirables figuras políticas
y poco puede aportar al
veintena de años se viaja- ba a alguno de los países del Este, más allá de sus similitudes y
diferencias, lo que destacaba angus- tiosamente era cómo en cada país la crítica había
desaparecido. Se habían alcanzado logros materia-
En cualquier caso, no deja de ser preocupante la escasez de crítica y debate que hay en
nuestro país. Es cierto que Cataluña es un modelo de convivencia
y calidad de vida, pero ello no debería conllevar esta situación de apatía y atonía, como si
viviéramos en una gran balneario.
respecto. Sin embargo, se atreve a plantear la siguiente hipótesis. Jordi Pujol apa-
rentemente es muy sensible a la realidad de las críticas y solicitudes de los ciudadanos
pero, a la larga, en la medida que está profundamente con- vencido de la solidez de su
les y sociales pero existía un inmenso vacío en el silencio público y en las críticas, siempre
veladas y temerosas. Porque la crítica es una actividad maldita, que todo aquel que detenta
el poder –político, econó- mico o cultural– detesta. Todos sabemos de artistas
institucionalizados que intentan reprimir toda crítica hacia su obra. Y casi cada día aparecen
en la prensa noticias relacionadas con el político que abandona un acto público rechazando
las invectivas de algunos
discurso nacionalista basado en una diversidad de regis- tros, varía poco sus directrices,
como no sean cambios estratégicos de realist politik para conseguir siempre los mismos
objetivos políticos y económicos. Pasqual Maragall, en cambio, y antes de entrar en su
actual fase melancólica y dubitativa más próxima a lo humano que a lo político, respondía a
las críticas hacia sus decisiones urbanas clave con agresividad y prepotencia, tendiendo
generalmente a la descalificación de los contrincantes.
123
Pero revisando su trayectoria parece que, a la larga, él y sus colaboradores han ido
interpretando y reelaborando algunas de las críticas generales que la misma evolución de
las ciudades ha generado. Por ejemplo, y aunque sea a contrapié, el Ayuntamiento de
Barcelona ha variado timidamente las posiciones más desarrollistas del perío- do olímpico
por criterios más próximos a la ecología, la sostenibilidad, el rechazo de productos
contaminantes y la promoción de viviendas de protección pública.
En cualquier caso, no deja de ser preocupante la escasez de crítica y debate que hay en
nuestro país. Es cierto que Cataluña es un modelo de convivencia y cali- dad de vida, pero
ello no debería conllevar esta situación de apatía y atonía, como si viviéramos en un gran
bal- neario. Incluso el humor y la ironía, válvula de escape de conflictos y frustraciones, es
víctima de un consenso implícito que no permite ninguna salida de tono fuera de lo que se
considera políticamente correcto.
Fomentar la crítica nunca es cómodo, ya que com- porta siempre razonamientos de crisis y
de transforma- ción; rechazar las cosas como son y como nos vienen
motos y del mobiliario de negocios privados. Aquí cada cual podría añadir sus quejas
legítimas.
La panorámica de los años que van desde los Juegos Olímpicos hasta hoy permite valorar
más cer- teramente los logros y los errores. Se ha conseguido el objetivo de que la mayoría
de obras olímpicas se hayan ido integrando a la evolución de la ciudad, y en los últimos
años, gracias a la presión de Iniciativa- Els Verds, socios en el gobierno municipal, la ciudad
ha iniciado la búsqueda de soluciones que tiendan a la sostenibilidad. Por ejemplo, el nivel
de recogida selectiva de residuos es bastante aceptable, por de- trás de municipios más
avanzados como Sabadell, Torrelles, Sant Just Desvern o Castelldefels, pero por delante,
por ejemplo, de los ayuntamientos del Mares- me, algunos de ellos poco sensibles a las
cuestiones medioambientales.
Desde el punto de vista de las infraestructuras de movilidad, la red de rondas, nudos y
patas ha sido necesaria. Pero estas inversiones han repercutido sólo en favor del transporte
privado, sin una corresponden- cia equiparable en la mejora de las infraestructuras de
transporte público. El resultado ya evidente es que el tráfico metropolitano y regional se
basa cada vez más en el vehículo privado. En Barcelona ciudad
124
los indicadores también son negativos: según datos oficiales del Gabinete Técnico de
Programación del Ayuntamiento, entre 1988 y 1995 se ha registrado un descenso del 13%
en el uso de los transportes públi- cos, calculado según el índice de ocupación de viajero
por kilómetro útil. Aunque parece que esta tendencia ha sido corregida levemente en 1996,
la operación de las rondas da un balance favorable al uso de vehículo privado y al aumento
de la velocidad y los accidentes dentro de la ciudad, en de-
de Mario Merz, que no han aguantado el paso del tiempo y del vandalismo. También el
panorama puede permitir ver a qué artistas se ha promocionado –mu- chísimos
norteamericanos–, qué corrientes –aquellas institucionalizadas en décadas ya pasadas– y
con qué conceptos –esencialmente de mero embellecimiento del espacio urbano.
Ni se ha tenido en cuenta una visión amplia del mundo de los creadores, ni han entrado las
últimas co-
rrientes que más interesan
trimento del transporte co- lectivo y de la pacificación del tráfico; unos indicadores nada
sostenibles.
Quedan aún problemas irresueltos –como el edificio Miramar en Montjuïc– y hue- sos que
desde siempre han sido difíciles de roer, como la Plaça de les Glòries. Cada día que pasa
son más eviden- tes la torpeza y el anacronis- mo de la solución urbana y
En dos décadas hemos pasado por las primeras intervenciones democráticas, cuidadosa y
participativamente elaboradas (1978-1986); por la urgencia, trascendencia e inevitabilidad
de las grandes obras olímpicas (1986-1992), y por la promesa, sólo cumplida en parte, de la
época de la cultura, que desde 1993 se ha ido diluyendo hasta la actual inflexión y pérdida
de energía.
a los jóvenes –la creación multimedia de la era elec- trónica o el arte étnico, por ejemplo– ni
se ha pensado en obras con objetivos alternativos a la pura y pa- siva contemplación, como
interconectar, desvelar o participar. El valor de la obra de arte poco tiene que ver con
consideraciones sociológicas, pero cuando ésta abandona el museo y
arquitectónica del Teatre Nacional y del Auditori; dos edificios tan monumentales como
retroactivos. Frente a soluciones tipológicas más acordes con el presente, como habría
podido ser un gran complejo polifuncional, transformable y amorfo que absorbiera la energía
de un nudo urbano en mutación –pensemos en el Congrexpo en Lille, del arquitecto Rem
Koolhaas (1990-1994)
–, aquí se ha optado por subdividir y congelar: un falso templo clásico que no entra ni en el
siglo XX, pretencio- so y ridículo en su entorno anónimo, y un auditorio del que se
desconoce su programa definitivo –museo de la música, conservatorio, actividades– y que
en su forma no avanza más allá de la Filarmonía de Berlín (1956- 1963) de Hans Scharoun
y del Centro de Arte Británico en New Haven (1969-1977) de Louis Kahn. Quedarán como
herencia dos palacios que se ignoran mutuamente, de una rigidez espacial y formal tal que
dificultará cual- quier transformación en sus usos.
Una de las características de la Barcelona de Serra y Maragall ha sido la herencia dispar de
las esculturas que han ido cualificando los viejos y nue- vos espacios públicos. También el
tiempo tendría que permitir dilucidar aquellas obras que por su calidad, valor simbólico y
correcta relación con el entorno han enriquecido el imaginario colectivo (como sucede con
las piezas de Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Susana Solano, Richard Serra, Beverly
Pepper y otros), de aquellas que no han conseguido integrarse. O de aque- llas, como la
preciosa serie “Creciente en apariencia”
125
Ahora que la temporada alta está finalizando y que Ca- taluña en general y Barcelona en
concreto mantienen la tendencia al récord anual de turistas extranjeros, puede ser
sugerente considerar qué opinan de la ciudad sus visitantes, sabiendo, además, que una de
las claves del futuro de Barcelona radica en los ingresos generados por el turismo.
Todo este proceso de lanzamiento turístico de Bar- celona desde mediados de los años
ochenta, que se ha consolidado en los noventa y que se basa esencialmente en la riqueza
de su patrimonio urbano y cultural y en las facilidades para el entretenimiento, tiene
consecuen- cias positivas como la creación de nuevas actividades
y puestos de trabajo. Es un
Según las encuestas, el elemento más valorado de Barcelona continúa siendo su oferta
arquitectónica. El patrimonio que la ciudad ha ido acumulando, tanto sus edificios históricos
como las obras modernas, realizadas
Por lo tanto, el futuro de la capacidad de atracción de la ciudad tiene mucho que ver con la
continua mejora de su patrimonio arquitectónico y urbano,
y con la oferta de una cualificada arquitectura contemporánea.
fenómeno evidente la apari- ción de salidas profesionales para jóvenes que trabajan en la
Barcelona cultural y turística: guías, azafatas, traductores, intérpretes e informadores,
diversas ac- tividades dentro del sector
126
dicha valoración entre 1989 y 1995 ha ido disminuyendo, de 8,3 a 7,9 en la arquitectónica y
de 7,8 a 7,4 en la cul- tural. Posiblemente una razón sea el aumento de la exi- gencia del
visitante, por ejemplo si compara la realidad a veces improvisada que se le ofrece con la
publicidad que la misma Barcelona difunde de sí misma. Por lo tanto, el futuro de la
capacidad de atracción de la ciudad tiene mucho que ver con la continua mejora de su
patrimonio arquitectónico y urbano, y con la oferta de una cualifica- da arquitectura
contemporánea. Por suerte, ya están lejos aquellos tiempos del franquismo en que la Casa
Fuster de Lluís Doménech i Montaner estuvo a punto de ser derri- bada o en que mutilaron
la esquina de la Casa Lleó More- ra del mismo autor, pero la conciencia que en Barcelona
se tiene de otros patrimonios que no sean estrictamente el gótico o el Modernisme es aún
insuficiente.
Es en la solución de los graves problemas del medio ambiente donde queda más por hacer.
Obvia-
mente, la mejora de estos indicadores medioambienta- les no sólo permitiría vivir mejor a
los barceloneses y a los habitantes del entorno que sufren la presión con- sumista y
contaminante de la ciudad condal, sino que al mismo tiempo es la única alternativa para una
me- jora cualitativa de la capacidad para atraer y satisfacer a los visitantes; y quizás sea
este último argumento
–aumentar la competitividad en el sector turístico– el que acabe de convencer de una vez
por todas a muchos miembros de la Administración municipal y a muchos empresarios del
sector turístico de que afrontar el reto ecológico es ineludible.
Como decíamos al principio, siempre es bueno que el visitante opine abiertamente sobre
cómo ve nuestras casas y nuestra ciudad. En este caso, nos hacen ver lo que ya nos
temíamos: que el contenedor urbano es de los mejores pero que, por desidia y
conformismo, lo tenemos descuidado.
“MANGA” O INTERNET 30 de octubre de 1997
Es curioso que dos fenómenos tan dispares puedan tener tantos puntos en común, que
habiendo surgido en culturas totalmente distintas a la nuestra –Japón y Estados Unidos–
hayan entrado a formar parte de nues- tras costumbres. Ambos fe-
espacios públicos sino que tiende a crear una sociedad deshumanizada y clasista. En el
manga, junto a su oferta de fantasía y aventuras, a menudo afloran valores con- tradictorios:
al mismo tiempo que enfatizan la amistad,
el amor y el valor, hay
La continua expansión de ambos fenómenos nos demuestra que en una época en la cual
no puede haber conquistas de territorios reales, el
espíritu colonizador de algunas culturas
-y sobretodo de las multinacionales- se desarrolla ahora en el espacio virtual de Internet o
en la ficción de los cómics. En uno y otro caso, no dejan de
constituir estrategias de colonización y de transmisión velada de valores.
cación y los múltiples tipos de ficción que el “manga” ofrece para las distintas edades– junto
a su cara más atractiva poseen otra más ambigua. El ciberespacio
–hasta hoy la mayor creación de la inteligencia y la imaginación humanas– al mismo tiempo
que conforma un campo inmenso de relaciones, intercambios y conoci- mientos, en la
medida que procede de una sociedad que en el fondo rechaza la ciudad tradicional, no
favorece la relación entre la gente, la sociabilidad y el uso de los
de la libertad del cómic creativo” en 1992. Del manga destaca, en primer lugar, cómo un
mundo hasta ahora coto privado de los dibujantes masculinos ha pasado a ser campo de
trabajo de las mujeres. Además, su impac- to entre los jóvenes españoles ha sido tan fuerte
que ya existe una generación de “mangakas” o autores de man- ga, una parte de ellos
catalanes, tan fascinados por Japón y sus cómics que se dedican a crear historietas para
las editoriales niponas, inventando sus propios personajes,
127
chicos con cabellos largos y puntiagudos y chicas sexis y esbeltas con inmensos ojos
circulares. El manga, que surgió como sustituto pobre del cine, tiene raíces en la tradición
de las xilografías ukiyo-e y en la propia mito- logía oriental. En la mayoría de historietas hay
héroes, monstruos, dragones, monos y amuletos enraizados en la tradición y en los
juguetes ancestrales japoneses. Unas raíces que se desarrollan en cómics generalmente
futuristas, con personajes que poseen cualidades sobre- humanas –como la levedad sobre
la que escribió Italo Calvino y que se manifiesta en héroes que saltan, vuelan y cambian
instantáneamente de lugar– y que habitan en ciudades suspendidas y en escenarios
posbélicos. En muchos manga hay un elemento catártico que se mues- tra en protagonistas
que poseen una fuerza ilimitada y en escenas de explosiones de luz y energía con
resonancias de las bombas atómicas.
Curiosamente, la expansión de estos fenómenos con una tal capacidad de filtración como el
manga e Internet no ha sido resultado de estrategias estatales. Internet ha crecido
vertiginosamente desbordando las redes de comunicación inicialmente militares y uni-
versitarias. No es el gobierno de los Estados Unidos su promotor sino las grandes
compañías de informática y telecomunicación. El manga aún es considerado por muchas
instituciones japonesas como una manifesta- ción de consumo, en la cota más baja de los
siete nive- les de la cultura. En Japón, los manga impresos a una sola tinta son tan baratos
que se consumen como lectura de usar y tirar. No es de extrañar la poca simpatía de los
políticos por unos cómics en los que generalmente el poder se presenta como corrupto y
que en ocasiones son instrumentos contraculturales. Ha sido el potencial creativo de los
autores y, sobre todo, la capacidad ex- pansiva de editoras y productoras –especialmente
las tres grandes: Kodansha, Shueisha y Shogakukan– lo que ha generado este crecimiento
espectacular del man- ga fuera de su país. Algunas de dichas editoriales fichan
continuamente a nuevos autores no japoneses y man-
128
Podemos considerar que tres son las caracterís- ticas que definen la estructura actual del
territorio en Cataluña, dentro de unas coordenadas generales en las que el consumo de
todo tipo de productos también se expresa en un proceso de consumo del territorio.
En primer lugar, y a pesar de que muchos municipios casi ya no crecen demográficamente
o, incluso, disminuyen su población, la realidad es la de la expansión continua. Los
sectores inmobiliario, comercial e industrial, es-
Frente a un consumo de territorio que está llegan- do a sus límites, tanto local como
planetariamente, es necesaria una autocontención en la propuesta de nuevos suelos
urbanizables y una transformación de los crite- rios de proyectación y uso del espacio
urbano. Si nos estamos acostumbrando a la cultura doméstica del reci- claje, dicha
dinámica de transformación social debería trasladarse al planeamiento, en un nuevo
urbanismo de reciclaje: adoptando la gran cantidad de suelo ya
urbanizado y urbanizable,
Frente a un consumo de territorio que está llegando a sus límites, tanto a escala local como
planetaria, es necesaria una autocontención en la
propuesta de nuevos suelos urbanizables y una transformación de los criterios de
proyectación y uso del espacio urbano. Si nos estamos acostumbrando a la cultura
doméstica del reciclaje, dicha dinámica de transformación social debería trasladarse al
planeamiento, en un nuevo urbanismo de reciclaje
rediseñar todo este patri- monio con obras de reha- bilitación y remodelación urbana y con
la renovación y el enriquecimiento de las infraestructuras y la crea- ción de nuevos espacio
pú- blicos, pensando más en la regeneración de los centros históricos, que generalmen- te
se degradan, que en un crecimiento continuo que termina por ser enfermizo y deformante,
infraestruc- turalmente débil. Existe ya
129
130
1998
Uno de los temas recurrentes en los artículos es el de una defensa razonada del patri-
monio arquitectónico, no sólo el histórico sino incluso el moderno, tal como defiende el
Docomomo, fundación creada en Holanda y extendida por todo el mundo cuyo nombre son
las siglas de DOcumentation and COnservation of buildings, sites and neighbour- hoods of
the MOdern MOvement. El artículo “Cultura patrimonial errática” surgió a principios de 1998
como respuesta a una serie de hechos que hacían peligrar piezas clave del patrimonio
moderno de Barcelona, como los edificios de la Seat y la antigua sede del Noticiero
Universal. Otro de los artículos que fue más citado, utilizado y co- mentado tras su
publicación fue “La calle privada”, avisando sobre un peligro en cier- nes: la privatización del
espacio público en Barcelona. Por último, “Parques del siglo XXI”, junto a otros artículos
publicados sobre los municipios y los parques de la región metropolitana, pone el acento en
que la reflexión sobre Barcelona no se puede hacer sino es en relación con su región
metropolitana.
Mientras la exposición del Centre de Cultura Contem- porània de Barcelona trata del
contraste político, cultural y artístico entre Barcelona y Madrid desde 1898, hasta hoy, el 19
de octubre se inauguró el Museo Guggenheim que ha convertido Bilbao en la mayor
competidora de Barcelona en el campo de las transformaciones urbanas y del arte
contemporáneo. El
trabajar en 1953 en el proyecto y la museología del Museo Español de Arte
Contemporáneo, que no llega- ría a inaugurarse en Madrid hasta 1975, y el crítico de arte
Alexandre Cirici empezó a defender la necesidad de un museo de arte contemporáneo en
Barcelona tam- bién en 1953; éste tuvo una existencia efímera en 1960
en la cúpula del Coliseum y
espectacular edificio proyec- tado por Frank Gehry es ya una de las obras culminantes de
finales del siglo XX y está teniendo un éxito tal que ha sorprendido incluso a sus
promotores: durante los fines de semana y en estas vacaciones de Navidad el museo ha
tenido unos 9.000
Para interpretar el fenómeno Guggenheim conviene evitar los tópicos: el primero, pensar
que el resultado del museo es
una casualidad o un arriesgado salto al vacío; el segundo, caer en la tentación de
compararlo con el Museu d’Art Contemporani de Barcelona.
no se ha inaugurado hasta 1995, 40 años después que el de Bilbao y 20 años más tarde
que el de Madrid. Mientras, el Museo de Bellas Artes de Bilbao ya había tenido dos
ampliacio- nes, en 1970 y entre 1982 y 1986. Mientras tanto, se habían constituido otros
visitantes diarios, que se han desplazado desde el País Vasco, Cataluña, Francia, Italia,
Alemania y otros países para disfrutar del arte y la arquitectura.
El Gobierno autónomo vasco, las instituciones democráticas y la iniciativa privada han
conseguido que Bilbao empiece a superar una grave crisis industrial que hace unos 10 años
había llevado a la ciudad al límite del declive y de la ruina. El nuevo metro proyectado por
Norman Foster, que cose los diversos tejidos metropoli- tanos y comunica los dos márgenes
de la ría, ha sido el primer gran paso, al unísono con el Plan de revitaliza- ción del Bilbao
metropolitano. La imagen exultante del Museo Guggenheim se ha convertido en el emblema
de que la voluntad colectiva del salto hacia el Bilbao po- sindustrial es una realidad que
empieza a consolidarse, aunque falte aún mucho por realizar en el terreno de los servicios y
las infraestructuras.
Para interpretar el fenómeno Guggenheim convie- ne evitar los tópicos: el primero, pensar
que el resultado del museo es una casualidad o un arriesgado salto en el vacío; el segundo,
caer en la tentación de compararlo con el Museu d’Art Contemporani de Barcelona.
En la historia de los museos de arte contempo- ráneo en España, el Museo de Bellas Artes
de Bilbao, creado en 1945 dentro del parque de Casilda Iturriza y proyectado por los
arquitectos Cárdenas y Urrutia, fue el primero en disponer de salas dedicadas al arte mo-
derno y contemporáneo, antes que Madrid y Barcelona. El arquitecto José Luis Fernández
del Amo empezó a
<
Vista del Maremàgnum, Albert Viaplana, Viaplana-Piñón Arquitectes (1990-1995). Foto:
Zaida Muxí, 2000.
133
La relación entre Barcelona y Bilbao como ca- pitales del arte se ha de plantear
comparando los tres museos monográficos, totalmente consolidados –el Museu Picasso
(1963), la Fundació Joan Miró (1975) y la Fundació Antoni Tàpies (1990)– y la gran sucursal
del Guggenheim en Vizcaya. Ahí radican las grandes diferencias: la opción en Barcelona es
casi siempre la de los proyectos atomizados, diseminados dosifi- cadamente por la ciudad,
articulados al lado de otros edificios, y la opción bilbaína ha sido la de las grandes
infraestructuras y edificios impactantes que, como el Guggenheim o el nuevo Palacio de
Música y Congre- sos en construcción, pueden parecer un despilfarro. En Barcelona
predomina el modelo red o sistema; en Bilbao, operaciones individuales pensadas desde la
mercadotecnia de las grandes inversiones. En Barce- lona, todo obedece a pactos
delicados, compromisos laboriosos, encajes preciosos y diversificaciones moderadas en
una sociedad muy fragmentada en dis- tintos grupos de presión, en capillitas y pesebres. En
Bilbao, ha sido la cúspide del PNV la que ha decidido, arriesgando mucho, pactando poco y
no permitiendo ningún tipo de participación ciudadana. En Barcelona, cada operación
comporta consorcios y patronatos de configuración y acción lentas. Un ejemplo, al límite del
pactismo, de los compromisos y del eclecticismo barcelonés es la reconstrucción del Liceu.
Aquí no es
posible una operación del tamaño y la contundencia del Guggenheim, pero tampoco una
dependencia tan flagrante y dramática de la mercadotecnia artística de Nueva York.
En Barcelona han funcionado bien pequeñas operaciones, generalmente autónomas y
concientes de sus posibilidades reales –como el recientemente creado Museu Barbier-
Mueller o los citados Picasso, Miró y Tàpies, que poseen unos fondos de arte con-
temporáneo muy valiosos y una política de exposi- ciones temporales, especialmente las de
la Fundació Tàpies, de visita imprescindible–; y se tambalean las empresas megalómanas –
como el Teatre Nacional de Catalunya– o pretenciosas –como el MACBA. Hoy los visitantes
van a Bilbao para quedar impresionados por los volúmenes gigantescos y alegres del
Guggenheim, por interiores tan expresionistas como el atrio y por su contenido, con
algunas piezas representativas del arte del siglo XX y como media docena de intervencio-
nes especiales realizadas en el museo por los artistas Jenny Holzer, Sol LeWitt, Richard
Serra, Claes Ol- denburg y Jeff Koons. Y vienen a Barcelona para ver la ciudad, su tejido
urbano, su fachada marítima, sus muchos museos y salas de exposiciones, sus espacios
públicos con obras de arte al aire libre, su arquitectura modernista y contemporánea, casi
nunca gigantesca y casi siempre entre medianeras.
Que una ciudad posea una cultura de la intervención en el patrimonio urbano no es fácil.
Prueba de ello son los fracasos de Barcelona, una ciudad modélica en otros muchos
aspectos. Y es que la modernidad se ha caracterizado por fuerzas opuestas: por una parte,
se ha basado en la transformación y la destrucción de la naturaleza y, al mismo tiempo, la
misma moderni- dad ha generado alternativas: desde los parques pin- toresquistas ingleses
y las propuestas de ciudad jardín hasta los movimientos ecologistas contemporáneos. De la
misma manera, la modernidad necesita destruir y olvidar para poder construir lo nuevo y
moderno. Pero, al mismo tiempo, con la modernidad nació la conciencia plena de la
dimensión histórica de los se- res humanos.
El siglo XX, además, se ha caracterizado por la ve- locidad que equivale siempre al olvido y
que se opone a una lentitud anacrónica que, tal como defiende Milan Kundera, equivale a
sedimentación de la memoria.
Toda ciudad se siente orgullosa de fenómenos apa- rentemente opuestos: necesita tanto
signos de identidad del pasado como la evidencia y el orgullo de seguir viva en el presente,
desarrollándose y modernizándose. En estas condiciones es complejo que cada ciudad
desarro- lle culturas consistentes sobre el patrimonio arquitectó- nico, urbano y paisajístico.
Aún es más difícil si tenemos en cuenta que los intereses de los operadores urbanos
(sectores inmobiliario, comercial e industrial) presionan sólo en la dirección del crecimiento y
la transformación, con poco interés por el legado del pasado.
Las dos cuestiones más trascendentales que in- ciden sobre la conservación del patrimonio
son el reto de ir introduciendo nuevos usos en lo ya construido y la presión de la
especulación urbana. En las últimas décadas el paso hacia la sociedad posindustrial ha pro-
vocado que una buena parte del patrimonio construido haya tenido que transformar sus
usos al mismo tiempo que se intentan mantener sus características formales.
134
Bajo el predominio del valor del suelo y de la propie- dad inmobiliaria privada, las
expectativas de mayores volumetrías y usos más rentables o el trazado de nuevas
infraestructuras viarias han hecho sucumbir muchas pie- zas del patrimonio.
Si bien Barcelona posee obras modélicas de in- tervención en el patrimonio (desde el
Museo Picasso hasta el Centre de Cultura Contemporània) que habrían podido sentar
jurisprudencia, y si bien se dispone de una valiosa tradición teórica (por
ejemplo, se han celebrado ya los veinte años de los presti- giosos Cursillos sobre la in-
tervención en el patrimonio arquitectónico, organizados por el Col·legi d’Arquitectes de
Catalunya), no se ha sido capaz de desarrollar una po- lítica coherente ni de asentar unos
criterios más allá de los continuos vaivenes y pre- siones de los intereses de la
do parcialmente, como la antigua fábrica Hispano Olivetti, que se ha conver- tido mediante
una solución de compromiso en el actual Barcelona Glòries, o como la joya de la fábrica
Myrur- gia de Antoni Puig Gairalt, que tiene un proyecto de reconversión en complejo
deportivo, en el que afortu- nadamente se conservan las
partes más representativas. Distinta fortuna ha tenido el cine Fémina de Antoni de Moragas
i Gallissà, destruido por un incendio y cuya ausencia quedará incluida de- licadamente
dentro de una nueva obra, actualmente en construcción, proyectada por Carlos Ferrater.
Aunque seguro que el nuevo edificio tendrá una gran calidad, no deja de ser una lástima la
evidencia de que el volumen de un cine, por mucha calidad que tenga, no puede resis- tir la
presión especulativa en un lugar tan céntrico como la calle de la Diputació, cerca de
Passeig de Gràcia.
Esta trayectoria tan dispar, con una de cal y otra de arena, se expresa hoy mismo con las
dos remodelaciones más conflictivas.
En un caso, los dos emblemáticos edificios de la Seat en la Plaza d’Ildefons Cerdà –la torre
de oficinas de fachada ligera y el edificio horizontal y transparente que servía de depósito de
automóviles, muy “miesianas” ambas realizaciones de los arquitectos Ortiz y Echaide–se
están reconvirtiendo en viviendas siguiendo un proyecto de transformación tan mediocre y
poco sensible con lo preexistente que, aunque tarde, ha levantado las iras del Col·legi
d’Arquitectes de Catalunya. Lo peor es que el propio Ayuntamiento defiende y ratifica dicha
barbaridad. En el otro caso –el edificio del Noticiero Univer-
sal en la calle de Roger de Llúria, obra emblemática de Josep María Sostres, que ha estado
meses amenazado por una remodelación de la empresa Núñez y Navarro para convertirlo
en viviendas–, ha sido el mismo Ayun- tamiento de Barcelona el que ha conseguido corregir
los primeros proyectos erróneos. Curiosamente no ha sido
135
sólo el Ayuntamiento el que ha mediado eficazmente sino que incluso otros promotores
barceloneses, conoce- dores del valor de la obra y conscientes de que un error en esta
remodelación del Noticiero Universal podría ser fatal para el prestigio del sector, han
mediado en dichas negociaciones. El desastre en los dos edificios de la Seat
–convirtiendo una torre ligera y de ritmo vertical en otra pesada y de ritmo horizontal y
desvirtuando una hori- zontal caja de cristal, como si no fuera posible proyectar viviendas
con fachada de cristal– y el Noticiero Univer- sal, con su fachada tan frágil y abandonada,
amenazado hasta diciembre pasado con una intervención inadecua- da, son en estos
momentos los símbolos de que nuestra
cultura de la intervención en el patrimonio no ha llegado a consolidarse, sino que sigue
errática y dispar. Barcelo- na está desarrollando una estimulante etapa de cambio y aún se
está a tiempo para que dentro de las directrices que se continúan y se renuevan se impulse
una apuesta definitiva por el patrimonio arquitectónico. Sería una lástima tener que volver a
los tiempos de movilizaciones ciudadanas para defender edificios y parques y, en cam- bio,
éste podría ser otro tanto positivo que el alcalde Joan Clos y su equipo podrían aportar:
completar con eficacia la revisión y ampliación del Catálogo del patrimonio de Barcelona y
consolidar de una vez unos criterios sabios para conservarlo y revitalizarlo.
que, de todas formas, no ha derivado hacia el debate a fondo que este hecho podía
provocar. Sólo el grupo municipal de Iniciativa-Els Verds presentó alegaciones en
noviembre de 1997; aparte de las que CiU y PP han ido presentando en relación con el gran
centro comercial que también formará parte de Diagonal Mar. El conjunto ha quedado
definido, en la última versión, por cinco islas residenciales con piscinas y equipamientos
deportivos y por un gran centro comercial y de convenciones. El cambio más importante
introducido en los últimos años es que de las 540 viviendas previstas inicialmente se ha
pasado a 1.875, reduciendo gran parte de la superficie
dedicada a oficinas.
definitivo, los barceloneses Óscar Tusquets para la pro- puesta volumétrica y Enric Miralles
para el parque.
Los estadounidenses ya han propagado dicha so- lución por gran parte de las grandes
ciudades latinoame- ricanas, como México DF o São Paulo, ya sean bloques altos con
entorno urbano
136
claustros e interiores de iglesias se veían siempre ocupa- dos por la gente. Desde el
Renacimiento ya era costum- bre que los propietarios de obras de arte, jardines y patios no
impidiesen al público acceder a la visita de interiores y objetos. Existía el derecho a poder
entrar y visitar, sin invitación previa. Todas las ciudades mediterráneas se han ido
configurando a partir de esta sabia combinación de espacios domésticos y edificios
públicos, calles y plazas que dan acceso a espacios de transición gradual de lo público a lo
privado, lugares ambiguos donde se tolera la entrada de extraños, miradores desde los
cuales participar de la ciudad desde el espacio residencial. Las lenguas latinas han dado
nombre a muchos elementos arquitectónicos genuinos de esta cultura del espacio ur- bano
dedicado a la relación humana: el atrio, el peristilo, el patio, la veranda, el pórtico, el
vestíbulo, la loggia, las terrazas, las galerías, el belvedere, el bulevar; incluso cafetería,
ámbito de encuentro por antonomasia, es un término latino de uso internacional.
La imposición de una fórmula foránea que tiende a la privatización, segregación y
fragmentación es lógico que provoque rechazo en una ciudad orgullosa de su tradición
urbana. Y, ciertamente, desde Planeamiento Urbanístico del Ayuntamiento de Barcelona se
ha hecho todo lo posible para ir reorientando el proyecto del gran conjunto de manera que
no se convierta en un gueto, para que Diagonal Mar sea lo más público, permeable e
integrado posible.
Y es que de hecho también están en juego otro tipo de cuestiones. Justo al lado de la
desembocadura del Besòs, Diagonal Mar es lo más próximo al espacio reservado para el
Fòrum 2004. ¿Qué ejemplo de paz, cultura y sostenibilidad va a dar Barcelona con un con-
junto residencial elitista, que desmembra la variedad de actividades que se producen en las
calles, que es tan poco sostenible y solidario, justo al lado del Fòrum? Y
no sólo esto; la segregación de esta gran área hipoteca la accesibilidad a las instalaciones
del Fòrum Universal de les Cultures. Según acabe conformándose puede con- vertirse en
una barrera que aísle aún más la hipotética sede del 2004.
El fondo del problema radica en cuáles son las estructuras urbanas que se corresponden
con nuestra época de cambio de siglo. No hay duda de que existen dos grandes modelos: la
ciudad tradicional, densa, he- cha de la masa construida y de los vacíos de las calles y
plazas, que encontramos en los centros históricos y en los ensanches, y la ciudad moderna,
abierta, configurada por edificios exentos, bloques y torres sobre mallas de calles y
autopistas, la ciudad parque de Le Corbusier y otros arquitectos modernos. En el terreno de
la teoría ur- bana se han planteado distintas alternativas parciales a la disyuntiva entre los
dos modelos dominantes –como la síntesis eclecticista de la Ciudad Collage inventada por
Colin Rowe o el salto hacia el futuro en la metrópolis densa según Rem Koolhaas–, y
Barcelona ha tanteado nuevas soluciones –como la bisagra urbana de la “Illa Diagonal”, las
distintas morfologías de la Villa Olímpica o la continuidad de las manzanas de Cerdà en el
frente marítimo. Ante las dudas e insuficiencias de los modelos contemporáneos cabe
preguntarse si los condominios, edificios altos dentro de parques con acceso restringido,
son la alternativa. Ello debería preocupar en una ciudad en la que, frente a su tradición de
las mejores calles y paseos y a su conquista de las playas, podría darse un retroceso hacia
la privatización: hoteles que ya no de- jen integrar a la ciudad sus accesos, jardines y
lobbies o espacios entre edificios públicos, como el paso entre el MACBA y el CCCB, que
se mantengan cerrados al público. Esperemos que no llegue a producirse algo tan
contradictorio como que la calle –el espacio urbano pú- blico por excelencia– pase a ser
privada.
del Montnegre-Corredor hasta el Parc del Foix, pasando por los parques del Garraf y
Collserola, y antes de ar- ticular lo que podría ser el Anillo Verde Metropolitano, que pasa
por el Montseny hasta Montserrat, están en proyecto dos piezas claves para enriquecer
dicha es- tructura verde, claves para la calidad de vida de dicha región metropolitana.
En primer lugar, el Parc Agrari del Baix Llobregat, que se creó en 1996 por iniciativa de la
Diputació de Barcelona, el Consell Comarcal del Baix Llobregat y el
137
sindicato Unió de Pagesos, siguiendo ideas ya plantea- das hace dos décadas. Una ayuda
europea dentro de los proyectos Life va a permitir disponer dentro de un mes de una
primera propuesta de Plan especial redactada por el equipo del urbanista Joaquim Sabaté.
El objetivo básico es proteger y mejorar las áreas agrícolas del Baix Llobregat que aún
perviven, perfeccio- nando el rendimiento, la seguridad, la coordinación y la promoción de
los cultivos de unas tierras de tanta calidad, situadas dentro de la misma
si ya hubieran desaparecido los campos, se tendría que crear un parque agrario de nueva
planta. Países como Holanda, Alemania e Italia están promoviendo iniciati- vas similares. En
Italia se han realizado ya proyectos de delimitación de parques agrarios y de revalorización
de la centuriación romana, como el Parco di Milano Sud, el Parco Agrario en la Conca d’Oro
de Palermo en Sicilia, o el parque-museo en los municipios de Cesena, Cervia y
Cesenatico, en la costa del mar Adriático. La segunda
pieza en previsión es la “Via
En contra de aquellos planificadores groseros que durante años han tenido el delta del
Llobregat como un terreno en barbecho para triturarlo con todo tipo de infraestructuras
viarias y de los
que han interpretado dicha área como el patio trasero de la casa metropolitana, los
impulsores del Parc Agrari del Baix Llobregat tienen la voluntad de potenciar los recursos y
mejorar los valores ambientales de dicho
espacio intermunicipal.
verda”, el que podría ser el sistema reticular de espa- cios libres más importante de la
región metropolitana. Un gran eje verde dentro del Vallès Occidental que uniría dos parques
natura- les ya existentes, el Parc Natural de Sant Llorenç y el Parc Metropolità de
Collserola, pasando por la reserva de espacio existen- te entre Sabadell y Terrassa (que
había pertenecido a la antigua Mancomunitat Sa-
potenciar los recursos y mejorar los valores ambientales de dicho espacio intermunicipal.
Para ello se han aproba- do inicialmente los estatutos del futuro Consorci del Parc Agrari del
Baix Llobregat con el objetivo de que también dentro de este año empiecen a vehicularse
presupuestos y a aplicarse las primeras medidas.
De hecho, se trata de potenciar dos tipos de planes: el urbanístico, con la aprobación del
Plan especial, y el de gestión, definiendo un plan de desarrollo agrario que proteja y
consolide la agricultura de la zona. Para resolver los problemas de calidad del agua, de
robos, de invasión por parte de ciertas especies de aves, de ocupa- ción de chatarrerías y
depósitos, el proyecto urbanístico se basa en la definición de una estructura urbana que
reordene y haga más eficaz la zona, siguiendo esencial- mente tres criterios: la estructura
de canales de riego, la especialización de los distintos caminos –de paso y de acceso– y la
redefinición de usos para favorecer la agricultura, creando equipamientos y proponiendo zo-
nas inundables para concentrar las aves. Los objetivos ulteriores de un proyecto tan
complejo como vital son diversificar y reequilibrar los usos del territorio metro- politano,
oxigenar y renovar el aire con estas áreas ver- des, y restituir la memoria y el patrimonio de
dicha zona, deteniendo su regresión.
Posiblemente si este proyecto no se promueve ahora que aún se está a tiempo, dentro de
unos años,
138
das y bucles inconclusos que aún degradaron más la zona. En febrero de 1992, con el
impulso olímpico, se inauguraba provisionalmente a toda prisa una nueva Plaça de les
Glòries con el paso elevado para la Gran
Via –no se podía utilizar el
breve empiecen las obras para disponer de una Plaça de Lesseps totalmente remodelada,
con más espacios verdes y equipamientos, y con la voluntad de recrear su memoria. Sin
embargo, una pieza urbana maldita donde las haya, endémicamente irresuelta, es la Plaça
de les Glòries. Lo que Cerdà propuso en 1859 como el centro de Barcelona se pasó un
siglo abandonada como “tierra de nadie” hasta que en los años sesenta el terreno árido y
anónimo fue sembrado de vías rápi-
139
En los últimos años se han previsto una docena de ubicaciones alternativas distintas, pero
ninguna ha cuajado. De hecho, y desde muchos aspectos, la reali- dad actual de la plaza no
es satisfactoria.
Con la paulatina y lenta apertura de la Diagonal y la urbanización peatonal de la Meridiana
se eviden- cian graves contradicciones: las dos grandes aveni- das, a medida que van
tomando entidad topan con la masa construida de la plaza; el tráfico rodado sólo prima la
salida principal por la Gran Via y penaliza el paso por los laterales que provienen de la
Diagonal, la Gran Via y la Meridiana; los itinerarios peatonales de dichas vías se pierden en
vueltas y semáforos alrede- dor del tambor, y de las 800 plazas del aparcamiento de la
plaza no se utilizan ni la mitad: 400 de ellas fueron destinadas a aparcamiento de disuasión
combi- nado con transporte público –el objetivo máximo para el que fue construido el gran
edificio–, y están casi siempre vacías.
Tras dos años de negociaciones y pactos, el Ayuntamiento de Barcelona ha convocado un
concur- so restringido de proyectos para completar el anillo viario de les Glòries; un
concurso que el pasado 15 de septiembre fue declarado desierto a causa de que ninguno
de los tres proyectos presentados, a pesar de su calidad, resolvía satisfactoriamente la gran
com- plejidad y singularidad de este nudo urbano y su área colindante.
Aparte de que la publicitación de dicho concurso hubiera debido tener más énfasis y de que
entre los ar- quitectos catalanes continúa el desencanto, el confor- mismo y la baja intención
de presentarse a concursos, es sintomático que dos de los tres únicos participantes
propusieran de una manera u otra poner en crisis el anillo viario tal como fue resuelto no
hace más de seis años, y por esta razón, al no cumplir las bases, no po- dían ganar el
concurso.
Uno de los autores –uno de los planificadores de la Barcelona olímpica– proponía eliminar
las co- nexiones elevadas de la Gran Via, conservar el tambor construido como contenedor
de los nómadas Encantes y realizar una especie de gran plaza decimonónica, abierta y
circular, un gran vacío en el que confluirían todas las calles y avenidas al mismo nivel del
suelo.
Otro de los autores –uno de los arquitectos ca- talanes de más prestigio internacional–
planteaba una serie de actuaciones residenciales que descentrasen el peso de la plaza y
consideraba idónea la desaparición de todo el tambor que recubre la estructura viaria
elevada, convirtiendo el nudo viario en lo más trans- parente, permeable, escultórico y ligero
posible; pura estructura sin ningún recubrimiento.
La única propuesta que mantenía la plaza tal como está –con la Gran Via elevada y la masa
del edificio de aparcamientos– era, precisamente, la de los mismos autores del proyecto
olímpico ya realizado.
Por lo tanto, el problema de la plaza más emble- mática del Plan Cerdà sigue sin resolverse
de forma satisfactoria. Va a ser necesaria una nueva convocato- ria del concurso.
Y más necesario que esto será abrir de nuevo el debate, especialmente entre la
Administración, los técnicos y los ciudadanos.
Una resolución correcta de la plaza es motivo suficiente para que el Ayuntamiento y los
arquitectos pongan en juego toda su capacidad de mediación y todas sus posibilidades
creativas.
A principios de 1992, cuando las obras se es- taban terminando, cinco asociaciones de
vecinos co- lindantes –El Clot, La Llacuna, Poblenou, Fort Pius y Sagrada Familia–
contestaron con una dura crítica lo que estaba a punto de inaugurarse, calificándolo de
“aberrante” por el impacto negativo en el entorno.
Aunque aquellas críticas parecen olvidadas y hoy rigen pactos para completar la plaza y
reubicar los Encantes, existe una conciencia latente y certe- ra de que la creciente
complejidad y disparidad de funciones de toda el área no ha sido resuelta correc- tamente,
que lo realizado hipoteca negativamente el futuro y que sería necesario volver a pensar lo
que parecía inapelable.
Señalemos sólo dos hechos. Uno: no sólo el pea- tón ha quedado en segundo término con
la solución vigente, sino que el automovilista que circula por los laterales de la Gran Via, la
Diagonal y la Meridiana también sale perdiendo –recordemos los frecuentes atascos
alrededor de la plaza. Dos: y lo que es más curioso, uno de los mejores puntos panorámicos
para contemplar Barcelona –hacia el este, el sur y ponien- te– es precisamente la parte
elevada de la plaza y sólo lo pueden disfrutar los automovilistas unas fracciones de segundo
cuando circulan velozmente, mientras los ciudadanos, desde el parque dentro del anillo
elíptico, quedan privados de toda visual.
Posiblemente el mayor error inicial ha sido resol- ver como masa construida un espacio
urbano pensado por Cerdà como gran vacío, tal como ya han vuelto a proponer dos de los
concursantes citados.
Por ello los planteamientos de la plaza deberían poder pensarse totalmente de nuevo,
reconociendo que aún no se ha sabido resolver satisfactoriamente esta pieza urbana clave
en la herencia de Cerdà. El reto a la capacidad creativa y resolutiva de la ciudad continúa
abierto.
140
Cada vez que empieza el curso académico, los profeso- res renuevan su mirada a través de
los estudiantes que empiezan en la universidad, intentando captar aquello que les pueda
caracterizar y aquellos indicadores que señalen tendencias. Quisiéramos pensar que en
bas- tantes aspectos son cada vez mejores, a pesar de lo que se diga. Es cierto que leen
poco, cada vez menos, ya que pertenecen a una cultura contemporánea de la imagen (ésta
que odian a muerte los puristas y anacrónicos inte- lectuales de salón) y, por lo tanto,
reciben sólo una parte del conocimiento a través del soporte tradicional de los libros; la
televisión, los ordenadores, los chats, las exposiciones e instalaciones multimedia, los
festivales musicales, etc., son nuevos
Entre los jóvenes, ser ecologista, pacifista o colaborar en una ONG ya es algo natural, nada
pintoresco y
especial como ha sido para generaciones mayores; una opción que no necesita estar
precedida de una laboriosa y meditada toma de conciencia. En los últimos diez años, esta
nueva mirada ecológica ha tenido reflejo en una amplia bibliografía de manuales para
formar a niños y jóvenes en una conciencia ecológica.
conciencia. En los últimos diez años esta nueva mirada ecológica ha tenido reflejo en una
amplia bibliografía de manuales para formar a niños y jóvenes en una conciencia
ecológica: desde las múltiples ediciones de Cincuenta cosas sencillas que los niños pueden
hacer para salvar la Tierra, o el texto de Francesco Tonucci La ciutat dels infants, o el libro
colectivo Barcelona
instrumentos de conocimiento. Leen demasiado poco pero, al mismo tiempo, cada vez
viajan más y el mundo está más a su alcance, de la mano de los viajes con sus padres o de
las múltiples posibilidades de becas e in- tercambios. Posiblemente son más libres para
mirar el mundo sin los prejuicios ideológicos de sus mayores. Pero les falta adiestrarse en
un espíritu crítico para con- seguir que el exceso de información que reciben se vaya
convirtiendo en cultura.
Preguntando cada año a los nuevos estudiantes universitarios se desvelan dos detalles
recientes que pueden parecer insignificantes pero que son muy sintomáticos.
Uno es que ha ido aumentado, lenta y conside- rablemente, la sensibilidad hacia los
problemas de la naturaleza: ecología, ciencias del medio ambiente, biología, astronomía,
son conocimientos que, aunque no hayan sido sus opciones profesionales, están ya en el
background de su manera de pensar. Ello se pro- duce en un contexto favorable a la
protección de la calidad del medio ambiente y a la defensa de la sos- tenibilidad, expresado,
por ejemplo, en las primeras promociones que han estudiando Ciencias del Medio Ambiente
en la Universitat Autònoma de Barcelona y que ya empiezan a trabajar y a publicar, o en
que la primera iniciativa legislativa popular en Cataluña haya sido, de la mano de la
Plataforma Cívica para la Reducción de Residuos y la organización ecologista
amb ulls de nens, hasta obras para gente más madura como el manual de Pere Subirana
Ecologia per a viure millor; todo ello, aunque no haya sido leído literalmente, crea una
conciencia generalizada nueva, genuina de los años noventa.
El segundo rasgo que puede parecer menor, pero que es significativo, es que el libro que
más ha impacta- do a los jóvenes que hoy están en la universidad –ya lo hayan leído
voluntariamente o por receta del profesor de literatura o de filosofía– es el best seller de
Jostein Gaar- der El mundo de Sofía. Hasta mediados de los años no- venta no se había
dado en la historia de la cultura el caso de que existiera un libro ameno que en forma de
novela narrara la historia del pensamiento humano y que trans- mitiese una mentalidad
humanista y reflexiva, curiosa e indagadora, progresista y ecológica de la manera más
natural. Un libro, además, pensado especialmente para los bachilleres. Por lo tanto, los
universitarios actuales podrían ser caracterizados como la generación del Mun- do de Sofía
y ello les aporta una identidad cualificada.
En el más inmediato futuro, una de las cuestiones más cruciales ha de ser el correcto
enfoque de los graves problemas ecológicos, que constituyen, en definitiva, cuestiones
políticas. De hecho, en la ecología política, en la alianza entre las fuerzas de izquierda y los
mo- vimientos ecologistas, está el futuro de las alternativas políticas, tal como nos
demuestra la nueva coalición que gobierna Alemania. La interpretación de las injusticias
141
actuales pasa en gran medida por cuestiones ecológicas: el hambre, la falta de agua
potable, las catástrofes cli- máticas que arrasan zonas pobres, la contaminación de las
grandes ciudades que extienden su gigantesca huella ecológica, los residuos contaminantes
vertidos hacia las áreas menos poderosas, las incineradoras expulsadas ha- cia las
periferias, todo ello habla de un cierto darwinis- mo social contemporáneo según el cual los
que van a sobrevivir son los que consigan un medio ambiente sano
1999
Desde el mes de octubre recorre el mundo de la arqui- tectura el síndrome de una nueva
Ley de ordenación de la edificación que, por su redacción, disminuiría las competencias de
los arquitectos, disueltas entre las res- ponsabilidades de otros técnicos como los ingenieros
de caminos. Este hecho ha provocado un movimiento entre estudiantes y arquitectos para
forzar la revisión del texto del anteproyecto de la futura ley, lo que se ha conseguido de
momento. Durante unas semanas parecía que, de gol- pe, se iba a dilapidar todo lo que se
había conseguido en el campo de la arquitectura española, tan cualificada y
Sin embargo, más allá de las crisis endémicas de una profesión y de las mutaciones en los
marcos legislativos, lo más importante es detectar elementos positivos, actitudes que
muestren una apertura de miras y conceptos por parte de los arquitectos.
temas, ecología artificial, sostenibilidad, gran escala, relación entre los objetos y reciclaje
de los preexis- tentes. El 4 de diciembre se inauguraba oficialmente la titulación con una
con- ferencia de la prestigiosa paisajista norteamericana
desarrollada en las dos últimas décadas. Parecía que íbamos a asistir a una especie de
potlatch, consumiendo instantáneamente toda la calidad arquitectónica acumu- lada. Más
preocupante que las especulaciones sobre las futuras coordenadas legislativas es que se
produzca o no una pérdida real de la calidad arquitectónica y un debi- litamiento del debate
cultural. En el caso de Barcelona, este fantasma de la crisis y la falta de ideas campea ya
hace un par de años. En los últimos meses, algunos síntomas han puesto más en evidencia
esta situación de desánimo: por ejemplo, la supresión del Departamento de Arquitectura del
MACBA; la disminución del interés por la arquitectura y la ciudad por parte del Centre de
Cultura Contemporània de Barcelona, un centro cultural que había tomado la ciudad como
emblema; o la escasa convocatoria que han registrado algunos concursos mu- nicipales
recientes.
Sin embargo, más allá de las crisis endémicas de una profesión y de las mutaciones en los
marcos legisla- tivos, lo más importante es detectar elementos positivos, actitudes que
muestren una apertura de miras y concep- tos por parte de los arquitectos. En este sentido,
se han producido en las últimas semanas dos hechos altamente positivos: el inicio de la
nueva titulación de paisajismo en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Bar- celona y
la presentación de la exposición y el catálogo Metápolis en la galería Ras, de la calle dels
Àngels .
Esta nueva titulación de graduado superior en paisajismo creada por la Universitat
Politècnica de Catalunya afronta una nueva escala y un nuevo cam-
<
Jardí Botànic. Carlos Ferrater, Josep Lluís Canosa, Bet Figueres. Foto: Josep Maria
Montaner/Zaida Muxí, 1999.
Martha Schwartz. La mejor forma de responder a las re- glamentaciones ambiguas y a las
crisis de competencias es dar un salto hacia adelante formando a profesionales en nuevos
campos en los cuales el utillaje mental de la arquitectura pueda hacer aportaciones.
Por su parte, el grupo de arquitectos Metápolis ha planteado para su primera aparición en
público una colección de propuestas y acciones, con un alto grado de experimentalismo y
prospección, pensadas para el Área Metropolitana de Barcelona. Agrupados en cinco
aparta- dos distintos –strips, nudos, cuñas, fingers y hot points– se encadenan y relacionan
una treintena de proyectos, manifiestos, fotografías, imágenes y textos realizados por una
veintena de equipos de arquitectos distintos. Aunque los autores son muy heterogéneos, la
mayoría de proyectos se relacionan y anudan unos con otros, con elementos, referencias,
ideas y sistemas visuales comu- nes. Se podrá objetar que bastantes proyectos parten de
unas premisas excesivamente optimistas y poco críticas con las leyes capitalistas de
consumo de territorio, adop- tando un aire neoliberal y tecnocrático. Es cierto; pero, al
mismo tiempo, la capacidad para abrir el debate, la audacia de sugerencias y reinvenciones,
y la evidencia de que la crítica arquitectónica puede también concre- tarse en proyectos y
manifiestos, convierten Barcelona Metápolis en un hito importante, no sólo para la ciudad,
sino para el panorama internacional. A la cultura arqui- tectónica barcelonesa, tan realista y
pragmática, siempre le ha faltado esta vertiente experimental y vanguardista, capaz de jugar
con los conceptos y de imaginar solucio- nes liberadas del constreñimiento de la estricta
realidad. En países como Holanda, cuya arquitectura tanto des- lumbra actualmente, o
como Francia, que ha recuperado
145
ro que la manera como se gestiona el nuevo Plan general metropolitano, que nunca se
acaba de presentar comple- tamente a la luz pública, o la manera como se llevan adelante
los proyectos de gran escala gestionados por Barcelona Regional, siempre blindados por el
mayor se- cretismo y desconfianza? ¿Se corresponde con la cultura contemporánea del
cambio de siglo que las decisiones sobre el futuro metropolitano y territorial sigan siendo
llevadas en secreto, sin atender a opiniones y asesora- mientos, exposiciones públicas y
debates abiertos?.
Ante esta realidad de un planeamiento territorial gestionado de manera anacrónica, cerrada
y persona- lista, las propuestas de Metápolis, por muy teóricas y marginales que puedan
ser, se convierten en una ventana que plantea la posibilidad de que existen otros caminos
para pensar, proyectar y gestionar las estructuras metro- politanas. La normalidad
democrática consistiría en que hubiera muchas plataformas llenas de ideas y propuestas
como Metápolis en Barcelona.
por debajo del millón de habitantes, cifra a la que cada día se suman otro millón que viene a
trabajar en el sector de los servicios y otro millón de visitantes que se acerca a la ciudad de
las compras y de la gran concentración de espectáculos –auditorios, teatros, cines, centros
de ocio. Y eso que una cuarta parte de los barceloneses reciben algún tipo de subvención
para poder sobrevivir en una ciudad modélica y carísima: descuentos en los altísimos
alquileres en las áreas monumentales, ayudas económi-
146
la diversidad sin tematización que era típica a finales del siglo XX, ya que en el resto de la
ciudad histórica y turís- tica la funcionalidad está totalmente planificada y todo ha sido
monumentalizado.
La facilidad demostrada en Barcelona para realizar réplicas ha llevado a disponer en el
frente marítimo de otra Pedrera y de otro Palau de la Música para visitas del turismo
masivo. La Sagrada Familia, ya terminada, es el más importante parque de ocio de la
ciudad, gestionado por un consorcio formado por Disney, la CNN, el Epis- copado y el
Ayuntamiento.
Siguiendo esta lógica, el acceso a la ciudad está controlado con peajes obligatorios que se
pagan a tra- vés de todos los medios de transporte. Para favorecer el comercio y un medio
ambiente descontaminado, la ciudad está casi toda peatonalizada. De esta manera, los
problemas sociales, económicos y medio ambientales se han trasladado a las periferias, en
las cuales siguen do- minando las autopistas, con coches y camiones, y en las cuales los
embotellamientos son colosales.
Barcelona es una ciudad en la que todo aconteci- miento está previsto y controlado. Los
atascos y la den- sidad del tráfico han aumentado –aunque ahora sea en microbuses
eléctricos, taxis robotizados, bicicletas, cin- tas transportadoras y escaleras mecánicas– por
los tres millones de personas que la recorren cada día: altavoces en las playas advierten de
cualquier incidencia; en las avenidas más transitadas –el Passeig de Gràcia y la calle de
Montcada, siempre llenas de turistas, se parecen a las calles de Venecia– se alerta de las
aglomeraciones pea- tonales y se proponen rutas alternativas desde pantallas gigantes;
avisos a través de las redes de teletrabajo dan
información para acceder a las calles en los momentos menos congestionados; zeppelines
luminosos anuncian las múltiples actividades nocturnas. La Plaça de Ca- talunya es el
centro neurálgico, el no lugar donde los autocares desembarcan a los turistas, todos los
negocios que dan a la plaza son franquicias de multinacionales y un enorme centro de
información ofrece visitas virtuales en inglés.
El número de profesionales dedicados a la protección y al control –policías, guardias
urbanos, monitores, guías, guardias jurados– se va multipli- cando. La mendicidad y el
dormir en la calle han sido prohibidos en la ciudad modélica y en las periferias se han
construido albergues que ofrecen una cama, una dirección en Internet, ducha, lavandería y
armario a miles de marginados, que esperan alguna oportunidad para entrar en la sociedad
temática y cuyas listas se van engrosando con la afluencia de los que la ciudad del éxito
escupe.
En este horizonte del 2040, Cataluña estaría ya totalmente urbanizada, con un crecimiento
de segundas residencias que, tras el agotamiento de la franja coste- ra, habría copado
todas las áreas de montaña gracias a la proliferación de autopistas y túneles. Dentro de
esta inmensa masa construida destacarían las reservas zoológicas, forestales y simbólicas,
entre ellas dos grandes parques agrarios en los deltas del Llobregat y del Ebro, donde se
mostraría en qué había consistido la agricultura. Y en el centro de todas las redes y de la
inmensa masa urbanizada, una Barcelona tematizada, peatonalizada y turística, una
especie de isla platónica, modélica y mitificada.
El mundo se transforma de manera cada vez más acele- rada y vivimos una condición
permanente de cambio. En esta situación, si reconocemos que los modelos cultura- les
dominantes son obsoletos, sería necesaria la eclosión de nuevos conceptos de cultura.
Por una parte, es inaceptable la cultura totalizadora de la globalización, del pensamiento
único, de los homo- geneizadores medios de comunicación de masas; como tampoco
podemos aceptar a sus profetas, los apologistas de los nuevos medios técnicos y los
pensadores neoli- berales. Se trata de propuestas que en la mayoría de los casos tienen
sus raíces en los modelos culturales y en los intereses económicos norteamericanos.
Pero, por otra parte, tampoco tiene sentido por
más tiempo la cultura cerrada y redundante de las élites intelectuales, basada en alardear
de la posesión de co- nocimientos y dirigida de manera endogámica al mismo público
minoritario. Un pensamiento cansino y viciado, cautivo de las rencillas universitarias y de la
estéril de- fensa de parcelas del saber por parte de aquellos espe- cialistas incapaces de
aceptar la complejidad del mundo real y la disolución de las fronteras disciplinarias.
Deberían recrearse culturas más democráticas y abiertas, basadas en los intercambios
multidisciplinarios y en la posibilidad de establecer relaciones comparati- vas e
interpretativas entre las artes, el pensamiento y la ciencia. Se trataría de ensayar sin miedo,
de crear redes de interpretación y acción que impliquen al máximo nú-
147
mero de personas. Lejos del hermetismo y la erudición injustificada, la cultura debe aportar
instrumentos para que seamos cada vez más conscientes, cultos y libres, colaborando a la
mejora de las sociedades. Como ha di- cho Edgar Morin, “saber, sin relacionar lo que
sabemos, apenas vale para nada”.
Se trataría de elaborar nuevas culturas que supe- rasen los dos polos del pensamiento
único y masivo y del pensamiento para élites –que en el fondo llevan a lo mismo, a
marginar los
sujetos de la posibilidad de pensar y elaborar sus propias interpretaciones del arte y del
mundo. Unas nuevas cul- turas relacionales que adies- trasen en el conocimiento de las
diversidades culturales y de las características de los diversos contextos, que integrasen
las diferentes pro-
la noción de interés colec- tivo; y el medio ambiente, afrontando con imaginación la crisis
que comporta la desmesurada transfor- mación del territorio, el deterioro del planeta y
el aumento de los desequili- brios sociales. El estado del medio cultural en Cataluña
y el pobre reflejo que tiene en el panorama internacional es otra muestra de una situación
insuficiente.
El gobierno de Jordi Pujol ha sido incapaz de fo- mentar ninguna política cultural que no sea
la infantili- zación por medio de la televisión, la institucionalización de cuatro autores
orgánicos o la conversión de la cultura popular en tópicos. En este sentido, no existe
realmente un espacio propio de la cultura en Cataluña.
No parece que este reto sea una cosa menor, y si Pasqual Maragall ganase las elecciones
autonómicas, uno de sus objetivos debería ser el de fomentar nuevos tipos de cultura:
abierta, democrática y relacional, basa- dos en la participación, en las diferencias, en la
máxima libertad de expresión, en la continua evolución, en la pluridisciplinariedad, la
complejidad y la investigación. No en vano la Barcelona actual, con la calidad de sus
espacios públicos y con su masa crítica, si se propusiera salir de su feliz letargo de premios
y fiestas, podría ser pionera en la búsqueda de estos nuevos tipos de culturas alternativas y
relacionales.
Afortunadamente, una de las últimas noticias destacables del final de siglo posee una gran
riqueza de significados. Los conflictos que estallaron durante la cumbre de la Or- ganización
Mundial de Comercio (OMC) en Seattle han puesto en evidencia hechos bastantes
trascendentales cuyos significados podemos intentar interpretar desde
tres ópticas: el carácter propio de Seattle, los aconteci- mientos de Seattle como puesta en
escena de las contra- dicciones del imperialismo globalizador y, por último, dicho fenómeno
en relación con nuestra sociedad.
Seattle, emblema de ciudad rica, culta y creativa, se ha convertido en los años noventa en
ejemplo de
148
incompatible con la sostenibilidad, con el respeto por el medio ambiente y por las
diferencias culturales, y en qué medida agrava los desequilibrios regionales y las
desigualdades sociales.
En este sentido, los efectos de la presión de la economía global ya se están notando en los
territo- rios y en las ciudades al imponer su ley universal: todos los derechos son para la
libre expansión de los intereses comerciales de las empresas transnaciona-
les, mientras que todas las
Los hechos de Seattle han puesto en evidencia hasta qué punto esta nueva ronda de
liberalización comercial mundial, implacablemente depredadora de toda normativa o
regularización local, es totalmente incompatible con la
sostenibilidad, con el respeto por el medio ambiente y por las diferencias culturales, y en
qué medida agrava los desequilibrios regionales y las desigualdades sociales.
obligaciones y los gastos son para los gobiernos, que deben tener a punto las
infraestructuras de trans- porte, comunicaciones y energía. Por estas razones, las
tendencias conducen a territorios de monocultivo, ciudades especializadas con sus tejidos
urbanos segregados, modos de vida organizados en barrios ce- rrados, imposición de un
mismo tiempo, Seattle, con sus calles y parques, con sus facilidades para establecer
contactos sociales y cul- turales, potenciara un despliegue inusitado de grupos alternativos
–ecologistas, sindicalistas, anarquistas, movimientos vecinales y organizaciones no
guberna- mentales–, representantes de aquellos sectores que se oponen a una concepción
imperialista y exclusiva de la globalización.
Una estructura urbana bien cohesionada ha ser- vido de escenario para poner en evidencia
las graves contradicciones del neoliberalismo y para permitir identificar, aunque fuera muy
fugazmente, a los repre- sentantes de los distintos bandos, incluyendo a las fuer- zas
policiales, defensoras como siempre de los intereses de los poderosos.
Todo un privilegio de visión en una época en la que está resultando tan difícil otorgar rostro
a los prota- gonistas de la historia, con empresarios camuflados tras las siglas de las
compañías transnacionales y proletaria- dos explotados en los países productores.
Toda una esperanza en un período en el que se había proclamado el fin de las ideologías y
de la historia y en el que para los intelectuales neoliberales no existía otra alternativa
moderna que la lógica inapelable del mercado.
Los hechos de Seattle han puesto en evidencia hasta qué punto esta nueva ronda de
liberalización comercial mundial, implacablemente depredadora con toda normativa o
regularización local, es totalmente
149
Podríamos decir que éstas son obras proyectadas ya con el utillaje mental del siglo XXI,
entendiendo que la arquitectura no es un objeto sino un juego de relaciones, que su
identidad formal se va elaborando en relación con el entorno, recreando y respetando la
naturaleza en su sentido más amplio –ya sea la ciudad dada o el contexto no urbanizado.
da, Carme Pigem y Ramón Vilalta, y que de momento queda a la espera del inicio de los
entrenamientos el próximo marzo. Inscrito delicadamente en el paisaje y en la topografía, se
ha conservado en el interior del área que configura el recorrido de las pistas una parte de
los centenarios robles albar, un árbol autóc-
inédita. Curiosamente ambas obras tienen en común que han sido proyectadas y realizadas
en estrecha relación con la naturaleza.
El 18 de abril se inauguraba en Barcelona el nuevo Jardí Botànic, justo diez años después
de que los auto- res –el equipo formado por Carlos Ferrater, Josep Lluís Canosa, Beth
Figueras, Joan Pedrola y Artur Bossy– ga- naran el concurso convocado al efecto.
Dicho proyecto ha sido uno de los primeros en el panorama internacional que ha puesto en
práctica las nuevas posibilidades que las geometrías fractales han planteado desde la
nueva ciencia para la creación de for- mas inspiradas en el caos y el azar de la naturaleza.
En este caso, dicha recurrencia no es nada forzada ni violenta, sino que se ajusta de la
manera más lógica y adecuada, bella y sugerente, humana y natural, al lugar en Montjuïc y
al programa de arquitectura al aire libre.
Una estricta geometrización basada en una malla triangular tridimensional que se adapta a
la topografía permite organizar el espacio, estructurar los recorridos, racionalizar las
infraestructuras, sistematizar los traba- jos de investigación y facilitar el mantenimiento.
Además de su atractivo arquitectónico, el nuevo jardín ofrece cada día una nueva imagen,
según la luz y la atmósfera, las estaciones del año y el paulatino creci- miento de la
vegetación.
De esta manera, recreando la flora mediterránea, un antiguo vertedero de basuras se ha
convertido en un jardín en forma de acrópolis; un lugar para la catarsis que, como Delfos o
el Cristo de Botafogo, permite una
tono escaso y de lento crecimiento. El estadio se hunde y encaja en el terreno, con las
gradas realizadas como pequeños taludes. Al respetar el lugar, se consigue re- crear la
atmósfera primigenia de los juegos en la planicie griega de Olímpia.
Se ha demostrado ante estrictos controles fede- rativos que en un estadio contemporáneo
es posible conservar la naturaleza en su propio interior y se ha conseguido el objetivo de
acercar las carreras atléticas a la naturaleza, interpretando el espacio deportivo como un
claro en el bosque.
Podríamos decir que éstas son obras proyectadas ya con el utillage mental del siglo XXI,
entendiendo que la arquitectura no es un objeto sino un juego de relaciones, que su
identidad formal se va elaborando en relación con el entorno, recreando y respetando la
natu- raleza en su sentido más amplio –ya sea la ciudad dada o el contexto no urbanizado.
El edificio ya no ofrece fachadas representativas sino que la arquitectura se basa en la
experiencia de los recorridos y en la interpretación por parte del espectador de la dispersión
contemporánea.
Son obras pensadas para un espectador activo y sagaz que sabe superar las convenciones
y al que le satisface dejarse sorprender, asumiendo el esfuerzo planteado por una parte del
arte contemporáneo que
–como el surrealismo, el cubismo, el arte conceptual, el minimalismo o todas las
manifestaciones del arte de acción–, ha inaugurado un nuevo estatuto interpretativo para la
obra de creación.
150
Que en un año se hayan inaugurado estas dos obras es un signo del buen nivel de la
arquitectura catalana, de que no ha perdido tanto su ambición, clarividencia y capacidad
expresiva. Quizás la crisis no sea tan pre- ocupante, pero en cualquier caso ambas obras
conllevan un aviso de atención. Se trata de conjuntos de lenta construcción que aún
esperan una segunda fase de con- clusión definitiva y que, por lo tanto, no pueden abando-
narse o retrasarse. Es necesario construir cuanto antes el Instituto Botánico del CSIC en
Barcelona e ir cuidando
y aumentado las plantaciones. De la misma manera que es necesario que pronto se inicie la
segunda fase del estadio con la construcción del minimalista edificio de los vestuarios. Se
trata de obras que, por su contacto con la naturaleza, van a tener una vida orgánica distinta
a la de los edificios convencionales y requieren un manteni- miento adecuado de los
elementos vegetales.
Es de esperar que tanto administradores como usuarios sepan valorar las especiales
cualidades de am- bos proyectos.
151
2000
Los artículos seleccionados intentan tener mucho peso crítico. El dedicado a las catedrales
de consumo y al centro comercial de La Maquinista enfatiza el factor negativo para la ciudad
cuando dominan los espacios del consumo y, por lo tanto, la amnesia, el olvido que
implica toda imposición constante de nuevos productos. La guerra del automóvil afronta un
problema contemporáneo intemporal: el alto nivel de siniestralidad en las carreteras
europeas en general y en las catalanas en concreto, con unos puntos negros en los que la
Administración no actúa. Una guerra, una plaga o un porcentaje de asesinatos que la
sociedad acepta como mal menor pero frente al cual no actúa. Los norteamericanos se
autoinmolan con armas y los europeos con accidentes de automóvil; un verdadero absurdo.
Por otra parte, había intentado en dos ocasiones anteriores escribir un artículo valorativo de
la intervención en la reconstrucción del Liceu, pero me había autocensurado por afecto y
admiración hacia su autor, Ignasi de Solà-Morales. Tras un año de funcionamiento pensé
que era el momento de afrontar el desafío de opinar. Por último, “Repensar el urbanismo”
podría interpretarse como una de las justificaciones de estos mismos artículos en un intento
de repensar el presente de las ciudades, partiendo del caso de Barcelona; precisamente
dicho artículo fue seleccionado por la revista Recull, en su número 6, editada por el Col·legi
Oficial d’Arquitectes de les Balears.
Lo que está coronando las ciudades contemporáneas no son los grandes edificios
comunitarios, tal como propo- nía en 1919 la utopía de Bruno Taut, sino las catedrales del
consumo: los centros de ocio y entretenimiento y los estadios. Ya lo había escrito Guy
Debord con tanta clarividencia en 1967: “El espectáculo es el momento en que la mercancía
ha lo-
Sin embargo, aún hay resquicios y alternativas. Tras unos años de funcionamiento, una
operación como el Maremágnum se puede interpretar ahora de una manera diferente a
como se criticó en el momento del proyecto. Había el peligro de que el complejo lúdico y
comercial se convirtiera en un lugar exclusivamente de
consumo y en un espacio
pase por el dominio que el empresariado norteamericano tiene del conductismo aplicado a
los hábitos de consumo y que unos pocos decidan qué, cuánto y cómo consu- mimos.
Felizmente aparcado, Barça 2000 no estaba tan lejos en sus planteamientos del proyecto
“yanqui” para Diagonal Mar. En este caso, el espectáculo de masas máximo de la ciudad, el
Barça, ha pretendido erigir su propia catedral del consumo aprovechando el tirón de los
miles de aficionados: ofrecer todo lo que se quiera consumir mientras se sigue el recorrido
temático que, bajo un simulacro de gigantesco techo verde, conduce al campo de fútbol.
Fusionar el comercio con el deporte es el mecanismo para retroalimentar el
reencantamiento que continuamente necesitan tanto el fútbol como el consumo. No en vano
el mundo del deporte es el más importante creador de medios y significados de consu- mo
ya que genera insistentemente modelos y noticias.
Hemos pasado de la sociedad productiva a la so- ciedad consumista. El sujeto ha pasado
de trabajador a consumidor. La teorización neomarxista de George Ri- tzer en 1999 es clave
para interpretar este fenómeno: el dominio y la explotación se centran ahora en la presión y
el control del consumidor. Y Barcelona no es una excep- ción: la sociabilidad se va
reduciendo a la celebración del consumo, ir de compras se va convirtiendo en la pre-
dominante forma de entretenimiento y cada vez quedan menos alternativas de ocio que no
consistan en gastar.
<
Vista de Barcelona amb el Liceu, ampliació d’Ignasi de Solà-Morales (1990-1998). Foto:
Zaida Muxí, 2001.
lugar privilegiado al final de la Rambla. Otorga sentido al último tramo para que el itinerario
a rebosar de gente encuentre ahora la prolongación que le permite gozar del mar y, si se
quiere, redondear el recorrido yendo hacia el final de Via Laietana, la Barceloneta o el Moll
de la Fusta. La existencia de la pasarela de la Rambla del Mar –que podría haber tenido
otra forma, sin la com- plicación del puente giratorio– es imprescindible para completar el
itinerario urbano y acceder directamente al Maremágnum. Por su forma dispersa,
organizada en torno a espacios abiertos, el conjunto rechaza la mor- fología típica de
ratonera de los centros comerciales y se convierte en un gran pórtico que es posible
atravesar fácilmente, comportándose como las decimonónicas ga- lerías comerciales. Y lo
que se ofrece es real: el muelle, las vistas hacia la ciudad y un poco de mar. Obras como
ésta, o como la “Illa Diagonal”, nos demuestran que la lógica del mercado no es unívoca,
sino que hay muchas posibilidades y matices. Con un cuidado planeamiento urbano y con
una arquitectura de calidad, sensible al lu- gar, es posible integrar los centros lúdicos y
comerciales a la ciudad, aportando nuevos espacios urbanos. Pero si en estas partidas
parece que la ciudad ha salido ganando, el polémico proyecto Barça 2000 hacía dudar del
acierto de la Administración si lo aprobaba y de que realmente aportase alguna mejora al
barrio y a la ciudad.
Y es que los movimientos vecinales, el medio técnico ilustrado y el Ayuntamiento
progresista juegan continuamente la partida con operadores que argumen- tan el inalterable
orden de las cosas y que pretenden pa-
155
gar el menor peaje posible en cada ciudad donde invier- ten, despreciando las
consecuencias que ocasionen en el entorno. Barcelona no se puede cerrar a nuevas
interven- ciones, pero al mismo tiempo ha de demostrar su masa crítica y sus exigencias.
Siempre que la ciudad sepa ne- gociar a su favor y sepa contrarrestarlo, la aceptación de
El siglo XX se ha caracterizado por una batalla larvada que ha causado tantos muertos,
heridos y destrozos como una temible guerra. Recordemos las estadísticas de los miles de
muertos y heridos que cada año se suman en las carreteras y ciudades españolas. En
Barcelona, sólo en 24 horas, en el último fin de semana de febrero murieron tres personas
en accidentes distintos. Si hubie- ra una epidemia con una décima parte de las víctimas que
ocasionan los accidentes de circulación cundiría el pánico; pero las muertes y lesiones por
accidentes auto- movilísticos son algo que, aunque algunas veces nos toque muy de cerca,
aceptamos como mal menor.
Tan destructivo como estos daños es el absoluto dominio del automóvil en nuestras
sociedades “coche- céntricas”, en las que el transporte privado se ha conver- tido en la
medida de todas las cosas. Jürgen Habermas, en su historia de la evolución de la esfera
pública y privada en la sociedad burguesa, La transformación es- tructural de la esfera
pública (1993), ya señalaba como los nuevos inventos entran inicialmente en la esfera de lo
público y, paulatinamen-
te, van siendo privatizados y explotados por la sociedad capitalista. Ello comporta que
continuamente deban aparecer nuevas propuestas de sociabilización para con- trarrestar la
tendencia auto- destructiva y depredadora del sistema. Es evidente que las ciudades y los
territorios
Si hubiera una epidemia con una décima parte de las víctimas que ocasionan los accidentes
de circulación cundiría el pánico; pero las muertes y lesiones por accidentes
automovilísticos es algo que, aunque algunas veces nos toque muy de cerca, aceptamos
como mal menor.
intenta otorgar primacía a las aceras y al espacio públi- co, introduciendo paulatina- mente
los carriles bici.
Por otra parte, las formas que ha adoptado el territorio urbanizado en las últimas décadas
han sido conformadas exclusiva- mente a la medida de los
se han reestructurado en función del automóvil. Y si puede seguir teniendo cierta lógica
recurrir al automóvil para desplazarse a contextos no urbanos, es cada vez más aberrante
que en las ciudades siga dominando el coche cuando desde hace tiempo está demostrado
que la calidad de vida urbana es incompatible con el automó- vil. Convertidas en pistas para
un invento tan concreto como los autos, las ciudades se nos presentan como un absurdo,
como la oportunidad perdida de ser humanas.
156
Estamos en una sociedad en la que hemos dejado de ser productores con memoria para
convertirnos en con- sumidores compulsivos y amnésicos. Al mismo tiem- po, se silencia
que existe un magnífico anteproyecto de museo histórico-social de La Maquinista Terrestre
y Marítima, iniciado preci-
trasladó a las instalaciones edificadas en Sant Andreu entre 1918 y 1925: inmensas naves
con fachadas his- toricistas de ladrillo y gigantescas estructuras metálicas en el interior. En
1989, GEC-Alsthom inició el proceso de adquisición de La Maquinista, en grave crisis, pro-
ceso que culminó en 1991. 1993 fue el año clave del desmantelamiento de la fábrica en
Sant Andreu y del traslado de la empresa a Santa Perpètua de la Mogoda, ya con un nuevo
nombre. También fue el año en que los
samente en 1993 por el comité de empresa. Con el ob- jetivo de preservar las señas de
identidad de la fábrica, recogiendo la memoria de las aportaciones técnicas y de los logros
sindicales de todos los que allí trabaja- ron, se consiguió el acuerdo de que se construyera,
tal como se ha hecho, un pequeño museo en el pequeño parque público que da paso al
gran centro comercial. Se trata de unos escasos 250 metros cuadrados que re- ciben
quienes conservan la memoria de La Maquinista
157
como compensación por los 223.000 m2 de superficie de consumo. Sin embargo, los
impulsores del museo, representantes del comité de empresa, aún no han con- seguido los
medios para financiar este modesto pero imprescindible museo.
De la antigua fábrica no ha quedado nada y con- viene recordar que en los países de origen
de los pro- motores, Francia e Inglaterra, el patrimonio industrial es más valorado. Pero esto
es España y ya sabemos que la modernización española ha sido especialmente rápida, de
nuevos ricos, sin gusto, autocrítica ni memoria.
Y si, ciertamente, hace diez años las administra- ciones, impulsadas por la energía olímpica,
tampoco habrían conservado nada de la fábrica antigua, en cam- bio, habrían tenido mucho
más poder y convicción para forzar una contrapartida digna: la construcción y finan- ciación
de un museo que recordase la historia de lo que había donde se levanta el gran centro de
consumo. Con- seguir dicha compensación hace diez años habría sido un juego de niños,
pero ahora, con las exigencias feroces de rentabilidad y con el vergonzante doblegamiento
del Ayuntamiento a las exigencias de los potentes operado- res inmobiliarios, cualquier
compensación para la colec- tividad se convierte en un duro proceso.
Y ya sabemos que en esta sociedad neoliberal interesa mucho más el espectáculo del
consumo que la historia del movimiento obrero y de la técnica.
Sin ninguna nostalgia, el proyecto de museo de La Maquinista es modélico: ha sido
pensado con el uso intensivo de las nuevas tecnologías, traspasando la mayor parte de
información a soportes electrónicos y
entendiendo el museo como un centro participativo e in- teractivo, relacionado con la cultura
de los trabajadores, implicando a la ciudadanía y a los escolares del barrio. Porque
cualquier alternativa para preservar la memoria e imaginar una nueva sociedad sólo puede
realizarse recurriendo a los nuevos criterios museológicos y a las nuevas tecnologías de la
información, utilizando los me- dios electrónicos de una manera totalmente distinta a la
convencional.
Este proyecto de museo nos hace pensar que una de las alternativas a la dominante
globalización podría consistir en la alianza entre la herencia de los historia- dores que
guardan la memoria –como el anciano que aparece en Cielo sobre Berlín de Wim
Wenders–, los intelectuales republicanos que conservan el sentido de la historia y los
veteranos sindicalistas aliados con los jóvenes diestros en informática, los vídeo-artistas, los
estudiantes comprometidos y los miembros de movi- mientos alternativos y vecinales,
capaces de recoger la memoria colectiva traspasada a través de los nuevos medios de
investigación y expresión.
Tal como dice la publicidad del centro comercial y de ocio La Maquinista, “los tiempos han
cambiado”. De nuestra capacidad de crítica y de interpretación de la memoria depende que
este cambio no sólo consista en que la que podría ser la Barcelona culta y cívica de los
parques, edificios y espacios públicos se vaya convir- tiendo en la ciudad amnésica de los
centros comercia- les, del ocio hollywoodiense y de los barrios privados, en la ciudad
exclusiva para el consumo que imita a la ciudad pública real.
Había una decisión de partida, tomada con la máxima urgencia: reconstruir el Liceu tal cual
para calmar las ansias de los nostálgicos y para tapar las responsabilidades de las
administraciones que du- rante años retrasaron la reforma imprescindible del teatro y
desoyeron los avisos de catástrofe; una de- cisión que ha condicionado e hipotecado
totalmente el resultado.
Hoy se comprueba que la opción no fue acerta- da: no es admisible en el siglo XXI un teatro
de ópera en el cual la visión, que se ha convertido en lo más importante, siga arrastrando el
lastre decimonónico y anacrónico de la incomodidad y la falta de visibilidad hacia el
escenario desde una buena parte de las buta- cas; ello sucede al mantener un teatro con
planta en
158
forma de herradura, con demasiadas plazas en poco espacio y con los abusivos voladizos
de los palcos. La evidencia de estos inconvenientes ya ha provocado incluso la previsión
de un nuevo proyecto de reforma urgente.
El error radica en haber otorgado tanto protagonis- mo a un edificio original mediocre, y el
resultado final no puede sorprender a nadie; habría sido ingenuo espe- rar algo mejor.
Criticado duramente en su época por su poca calidad estética, el Li-
Y lo más importante es que el Liceu vuelve a fun- cionar, que haya pasado a ser de gestión
pública, que ofrezca una buena programación y que el público siga emocionándose con la
música y la escena.
Sin embargo, después de ir celebrando la ceremo- nia de la nostalgia de comprobar que el
Liceu es el de siempre, más limpio y brillante, pero también al volver a sufrir todos sus
defectos, se va colando la insatisfacción de pensar que, curada ya la herida por lo que se
creía
perdido, al rehacerlo casi tal
ceu original, tal como que- dó en 1861 tras la primera reconstrucción por parte de Josep
Oriol Mestres i Esplugues, un maestro de obras de relevancia local, es una obra floja y, por
mucho que pasen los años, seguirá careciendo de interés arqui- tectónico. En el resultado
final, lo nuevo no ha con- seguido superar la medio- cridad y provincianismo de lo que había
antes del incen- dio. Y aquí radica lo grave
El resultado final es fiel a la decisión política inicial: reconstrucción de la sala tal cual era y
drástica modernización de la maquinaria escénica. Por lo tanto,
es más una operación política, administrativa y técnica que una obra creativa y
arquitectónica. Quedan
las aportaciones tipológicas, la actualización tecnológica, los pequeños detalles de
modernidad y el guiño a
la contemporaneidad en las pinturas digitales de Perejaume en los rosetones.
cual se ha perdido mucho más: no poder disfrutar del Liceu que habría podido hacerse, en
el mismo lugar y con el mismo presupuesto, respetando la parte histórica en la esquina de
la Rambla y la calle de Sant Pau, y realizando un teatro exul- tantemente nuevo, atento a
las condiciones de visión y sensibilidad contempo- ráneas, y no un simulacro con todos
sus ornamentos y dorados.
en una ciudad como Barcelona, que ha llegado a final del siglo XX con evidentes logros,
muchísimo más allá de lo que era a mediados del siglo XIX. Tras dos grandes exposiciones
(1888 y 1929), la misma Barcelona que en 1992 ha sido capaz de organizar y realizar unos
Juegos Olímpicos modélicos y bastante audaces, con obras grandes arquitectónicas,
urbanas e infraestructurales, no ha tenido el acierto de mejorar cualitativamente la
arquitectura, el diseño, la comodidad y las condiciones de visibilidad de su teatro de ópera,
cuando lo tenía en bandeja tras el incendio.
Ello aún es más discutible si tenemos en cuenta que muy cerca hay un ejemplo modélico, la
remodela- ción y ampliación del Palau de la Música, en el que se establece un diálogo
creativo y sin cortapisas entre lo viejo y lo nuevo.
Es cierto que es más estimulante medirse con la obra de Lluís Domenech i Montaner que
con la de un maestro de obras más bien mediocre. Y también es cier- to que no son
desdeñables las aportaciones del nuevo Liceu por lo que se refiere a las nuevas
instalaciones, equipos tecnológicos y medios escenográficos, y a la culta aportación que
significa haber creado un nuevo foyer y cafetería debajo de la estructura de la antigua sala;
ahí se demuestra la inteligencia de los arquitectos al saber sacar partido de su conocimiento
sobre las ti- pologías teatrales.
El resultado final es fiel a la decisión política inicial: reconstrucción de la sala tal cual era y
drástica modernización de la maquinaria escénica.
Por lo tanto, es más una operación política, ad- ministrativa y técnica que una obra creativa
y arqui- tectónica.
Quedan las aportaciones tipológicas, la actualiza- ción tecnológica, los pequeños detalles
de modernidad y el guiño a la contemporaneidad en las pinturas digitales de Perejaume en
los rosetones.
En definitiva, una regresión que ha intentado contentar a todos, que en este caso significa
respetar los gustos de una burguesía retrógrada y en franco retroceso, unos políticos
inmovilistas y una minoría selecta de intelectuales aliados con el poder y deseo- sos de que
nada cambie.
Una regresión que es todo un síntoma de una sociedad estancada en sus objetivos
culturales, ni am- biciosa ni autocrítica.
Y ahí se explica que el único premio obtenido, el de Patrimoni Nacional, provenga del
gobierno conser- vador en la Generalitat.
El remodelado Liceu es ya una de las metáforas y síntomas de nuestra sociedad: aparenta
ser moder- na pero, en el fondo, es retrógrada y nostálgica, está asustada ante cualquier
cambio y ante el riesgo de lo verdaderamente contemporáneo.
159
Cada vez es más evidente que en realidad no hay ni han habido modelos únicos y
dominantes de ciudad. Mien- tras se creía en la hegemonía de la ciudad occidental, todas
las demás culturas –orientales, árabes, america- nas– habían desarrollado sus propias
estructuras urba- nas. El urbanismo racionalista de los CIAM constituyó el momento más
intenso de
esta voluntad eurocentrista de implantar un modelo úni- co, cartesiano y productivis- ta.
Incluso Aldo Rossi en La arquitectura de la ciudad (1966) construyó su teoría a partir del
reduccionismo de entender la ciudad histó- rica europea como el único modelo. En la
realidad, cada ciudad se ha ido constru-
2001
El período se cierra con una fecha que había sido anunciada por Arthur C. Clarke en la
novela llevada al cine por Kubrick y que los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva
York convirtieron en una luctuosa referencia de cambio, poniendo énfasis en que el cambio
de siglo se había producido entonces y señalando un giro del cual aún no podemos entrever
todas sus implicaciones. Una de ellas sí que es clara: la vulnerabilidad de nuestro mundo y
de su funcionamiento económico; la conciencia de la fragilidad de nuestro planeta, tanto por
la limitación de sus recursos como por la imprevisibilidad de las grandes crisis; la
dependencia de millones de personas de los altibajos de las inversiones y las bolsas.
Precisamente, el mismo 12 de septiembre, con motivo del 45.º Congreso Internacional de
Federation for Housing and Planning (IFHD) en Barcelona, publiqué en El País un breve
artículo sobre el urbanismo contemporáneo, escrito bajo el impacto de los atentados. Este
libro recopilatorio se cierra con una reflexión sobre Barcelona, en un momento
especialmente delicado, de profunda transformación social, en el que la acción urbanística
de la ciudad se centra en la operación del Fòrum 2004, tan discutible y que ha generado tan
poco debate, y en un contexto de gestión municipal en el que el nivel de transparencia
democrática es el más bajo de los últimos tiempos.
taciones. Barcelona dispone ahora de una gran oportuni- dad: la de sumar a su propia
vitalidad la de sus inmi- grantes: los restaurantes y tiendas de diversas culturas, las
acciones artísticas y pu- blicaciones promovidas por los que proceden de fuera de la ciudad,
el influjo de nue-
miembros más activos, los más jóvenes, con más iniciativa y formación, con más valor
y deseos de mejorar, aquellos que dramáticamente para sus países abandonan la miseria
en busca de un lugar mejor, un país rico que les acoja y al que van a colaborar a
vas iniciativas reivindicativas, asociativas y sindicales, toda una energía adicional. Es cierto
que los procesos de adaptación y evolución son necesariamente difíciles y lentos para
ambas partes. Por un lado, y en la mayoría de los casos, el que llega ha de ir entrando en
una cultura sobre la que nada sabía. Las mafias que han traficado con una parte de los
inmigrantes, trasladándolos con los ojos vendados desde Asia o el norte de África,
generalmente no tienen la delicadeza de informarles de dónde los van a desembarcar, sin
papeles ni comida (¿Italia, España y, dentro de España, Andalucía o luego irán subiendo
por el mapa hasta Cataluña o hasta Francia?).
Por otro lado, el barcelonés va acostumbrándose a convivir con lenguas, religiones,
costumbres y concep- ciones del tiempo que no conoce. Y en este proceso no bastan la
buena voluntad y las buenas intenciones de las teorías progresistas. Es preciso ir viviendo
la experien- cia de conocer realmente al otro, aprendiendo de todo un caudal de
aportaciones, pero también reconociendo aquello criticable, para no caer en el polo opuesto
de la mitificación paternalista del otro porque es pobre y des- valido y, por lo tanto, siempre
tiene razón.
Ahora, las historias a veces laboriosas y a veces dramáticas, a veces heroicas y a veces
destrozadas por políticos corruptos, todos los muy diversos saberes pro- cedentes de
Pakistán, Bangladesh, Filipinas, Marruecos, Argelia, Santo Domingo, República
Dominicana, Méxi- co, Ecuador, Colombia, Argentina o Brasil, palpitan en nuestra ciudad,
buscan un lugar donde resarcirse de ancestrales injusticias y desigualdades.
<
Les dues torres de la Vila Olímpica. Foto: Zaida Muxí, 2002.
progresar. Sin miedo, sino confiando en que los recursos humanos y técnicos, los
instrumentos legales democrá- ticos, la calidad de nuestros tejidos urbanos, la creación de
nuevos diseños industriales solidarios, proyectos arquitectónicos sensibles a las nuevas
diversidades, o la invención de mecanismos que favorezcan una cultura ecologista, todo
ello puede ir ayudando a construir una sociedad más compleja, abierta y creativa.
Si Barcelona sigue por este camino de enrique- cimiento de las culturas que emigran a
nuestra ciudad, integrándolas en el tejido urbano de espacios públicos, viviendas, escuelas
y servicios, en pocos años va a tener una energía similar a la de Nueva York o París.
Barcelo- na va a tener su máxima riqueza en haber sabido integrar la diversidad y en ir
afrontando los conflictos; va a ser la ciudad mediterránea cosmopolita por excelencia, la ciu-
dad que sabe enriquecer su cultura, patrimonio, calles, museos y playas al acoger una gran
mezcla de culturas. Va a tener una riqueza humana admirable, continuando, de hecho, la
propia tradición de la ciudad mediterránea: puerto de paso e intercambio, lugar denso de la
acogida y la convivencia, la mezcla y la transformación.
Ciertamente, esta condición cosmopolita y comple- ja sería extensible al territorio catalán. Y
a los nostálgi- cos de la identidad de una Cataluña perdida en un pasado inexistente, les
recomendaría una Cataluña en miniatura, en blanco y negro, una caverna ancestral y
primitiva, sin la gracia andaluza y el chador árabe, sin el colorido y los sabores tropicales,
sin la poesía de Antonio Machado y los cuentos de Borges, condenados al baile de una
eterna sardana, contada en catalán, bien cerrada a incorporar cualquier innovación o nueva
amistad.
165
Además, el proyecto del 2004 apenas tiene en cuenta renovaciones y mejoras de las
infraestructuras de transporte público en la zona, pues deja todo el peso de la movilidad al
transporte privado y prevé grandes aparcamientos.
Tampoco los programas funcionales de los gran-
des edificios y conjuntos
están nada definidos: que- dan pendientes los concur- sos con los operadores que los van a
promover. Por ejemplo, los contenidos del campus interuniversi- tario se desconocen y
están pendientes negociaciones económicas y concursos de programa funcional cuando ya
está decidida la forma del contenedor.
Por lo que respecta a los contenidos del evento,
experimentales en la franja que delimitan las calles de Taulat y Llull, siempre que se
garantice que los promo- tores inmobiliarios van a respetar las innovaciones de cada
proyecto.
Desde el punto de vista urbanístico y de inte- gración a la ciudad, todo el conjunto del 2004
está entendido respetando la autonomía de cada edificio: piezas aisladas sin ninguna
relación entre ellas y mucho menos con el entorno. La propuesta carece de cualquier
estructura urbana que no sean sus límites y la gigantesca plataforma que se ha proyectado,
de for- mas arbitrarias, que en realidad deja, debajo de ella, toda una ciudad de
infraestructuras, como las rondas y la depuradora, creando la dualidad de una ciudad
representativa y una especie de submundo. La relación con el entorno es mínima y mal
intencionada: se en- fatiza la separación con el barrio popular de La Mina, sobre el que se
está iniciando un proyecto totalmente autónomo de remodelación urbana, mientras que toda
la operación del 2004 revertirá a medio plazo en po- tenciar Diagonal Mar, una promoción
inmobiliaria de barrio cerrado que rompe con el carácter público y mediterráneo de
Barcelona y que quedará estratégi- camente situado en el centro del nuevo frente litoral.
Todo parece indicar que se trata de una gran operación pública que acabará dejando un
centro internacional de convenciones de gestión privada, que quedará inte- grado a
Diagonal Mar.
la situación aún es peor, ya que continúan siendo inexis- tentes; los contenidos son tan
ambiguos que todo tiene cabida y no predomina ninguna intención clara. Se ha impuesto la
idea de cultura como espectáculo efímero; nada que ver con una concepción crítica,
profunda, pluridisciplinaria y multicultural. Inventar el precedente internacional de un Fòrum
de les Cultures, tal como lo intuyó Pasqual Maragall, habría requerido de un esfuer- zo
intelectual colectivo que no se ha hecho y que no pue- de sustituirse por los criterios
puramente empresariales y economicistas, productivos y de gestión que se están aplicando.
Ya en 1944 Max Horkheimer y Theodor W. Adorno señalaron en su Dialéctica del
iluminismo cómo la industria cultural lo que hace es colaborar al aumento de la estupidez en
la sociedad.
Ante esta situación crítica, la cuestión clave con- siste en reconocer cuál va a ser, en
realidad, la identidad del Fòrum 2004, aceptando que se trata de una especie de gran fiesta
–festival, feria, congreso y conjunto de espectáculos–, una gran celebración para justificar y
legitimar unas inversiones públicas en la construcción de infraestructuras y edificios en un
lugar clave de la ciudad, allí donde se tensan hasta el extremo las líneas de las rondas, la
Diagonal, el frente marítimo y el río Besòs. En definitiva, ha derivado en una de estas fies-
tas que se organizan cuando se inaugura un túnel o un parque y que, en vez de durar un fin
de semana, va a durar cinco meses.
166
con las inercias estatales. Pero lo que no puede hacer esta ciudad es que los actuales
responsables del proyec- to, en vez de detenerse a resolver a fondo las contradic- ciones
políticas, urbanas, conceptuales, funcionales y participativas, lo único que hagan sea huir
hacia delante, invirtiendo todos los esfuerzos para que sean las campa- ñas publicitarias y
los mecanismos de la industria cul- tural los que intenten convencernos de que lo que sólo
es una entelequia, una gran fiesta que parece montada para rodar un anuncio internacional
de refrescos, tiene algún contenido más, confundiendo, malévolamente, la industria cultural
y publicitaria con la auténtica cultura y complejidad de los fenómenos sociales.
Porque el problema es sobre todo el 2005: si no hay un cambio cualitativo en los
planteamientos nos arries- gamos a que el espacio urbano preparado para el 2004 pase a
ser un lugar inhóspito y a que, al haber quemado en fuegos de artificio tres temas tan
delicados como la cultura, la paz y la sostenibilidad, el 2004 se convierta en una operación
de desprestigio para Barcelona.
de la historia y tal como nuestra época de la reproducti- bilidad técnica de la obra de arte
potencia ampliamente. Respecto al significado, a su carácter simbólico como emblema del
integrismo y conservadurismo religioso, templo expiatorio de los pecados metropolitanos
con- temporáneos, toda sociedad es capaz de transformarlo; ahora mismo, además de un
templo es un parque temáti- co y turístico. Y respecto al argumento de la falta de cali- dad
de las obras, no hay mejor solución que un concurso para garantizar la calidad del tramo
definitivo.
Pero tampoco se aguantan los argumentos provi- dencialistas de los que dirigen la
continuación de las obras. Viejos y nuevos problemas son suficientes para exigir un cambio
radical de planteamientos. Incluso des- de la óptica anacrónica de la terminación de un
templo expiatorio es clave recurrir a un buen arquitecto contem- poráneo. Las naves de la
Sagrada Familia poseen una estructura espacial de delirante desarrollo vertical para la que
es vital el desarrollo espacial longitudinal. Gaudí era consciente de ello y proyectó una
fachada principal que literalmente se situaba sobre la acera de la calle de Mallorca y que,
saltando sobre ella con un puente y gran escalinata, se prolongaba por un espacio público
que hoy está ocupado por edificaciones, especialmente una de una conocida promotora
inmobiliaria barcelonesa situada justo en el lugar previsto para la escalinata.
167
Pero hay además las nuevas cuestiones. ¿Cómo integrar todos los adelantos técnicos y de
instalaciones de los últimos 100 años que Gaudí no pudo prever en su proyecto? ¿Cómo
hacer el templo accesible, seguro, bien señalizado, iluminado con los medios contemporá-
neos, visualizable desde la sensibilidad contemporánea, con los nuevos medios de
comunicación e información?
¿Cómo adecuarlo a lo que es, un atractor para la visi- ta de los turistas? Para todo ello es
necesario plantear un concurso en el que, sin
demostrado una fuerte voluntad de simbiosis con otro modernista, Lluís Domenech i
Montaner, en la reforma y ampliación del Palau de la Música Catalana; Rafael Moneo, el
arquitecto español más prestigioso y sabio que está terminando otra obra de similares
dificultades: la catedral de Los Ángeles, en un down town al que cuesta tanto revitalizar;
Elias Torres Tur y José Antonio Martínez Lapeña, con la suficiente imaginación y capa-
cidad creativa para pensar este tramo final de las obras;
Santiago Calatrava, de obra
eliminar a ninguno de los técnicos que dignamente calculan, proyectan y diri- gen las obras,
se añada la figura clave que falta: un ar- quitecto que a principios del siglo XXI reúna
cualidades asimilables a las de Gaudí a principios del siglo XX. Al- guien que dé
coherencia al final de la obra, resolviendo la complejidad de la resolu- ción de la fachada,
pensando su terminación y acabados,
Viejos y nuevos problemas son suficientes para exigir un cambio radical de planteamientos.
Incluso desde la óptica anacrónica de la terminación de un templo expiatorio es clave
recurrir a un buen arquitecto contemporáneo. […] Tarde o temprano llegará el día que se
vea claro que la Sagrada Familia requiere una mente creadora, un arquitecto actual de
la talla que tuvo Gaudí en su época, que piense este tramo final.
polémica y dispar pero, sin duda, inspirada entre otras fuentes en la obra de Gaudí; Juli
Capella, joven arquitecto y diseñador que ya ha afrontado obras tan complejas como el
Centro de Ocio en Can Dragó, y Enric Ruiz-Geli, joven ar- quitecto y escenógrafo. Por lo
tanto, es posible convo- car un concurso, ya sea por invitación o ya sea abierto, con un
jurado imparcial y
adecuación e interiores, y, sobre todo, pensando todas las relaciones del edificio con la
ciudad: accesibilidad, señalización, visualización, espacios públicos, aparca- mientos,
comercios; en definitiva, remodelando toda la huella urbana de una obra de acceso masivo
que revierte en muchas manzanas a la redonda. Alguien, además, que aporte nuevos
criterios para los acabados finales, para evitar el kitch que se anuncia si se sigue el gusto de
los promotores actuales.
Está claro que existen arquitectos capaces de plantearse esta complicada misión. Para
evidenciarlo citaré a seis equipos que podrían participar en un futu- ro concurso por
invitación: Óscar Tusquets, que ya ha
La ciudad puede interpretarse como un gran bos- que tecnológico que acoge a las
personas, a las que ya han nacido allí y a las que se desplazan de sus contextos
depauperados intentando abandonar la miseria y buscan- do los frutos de un entorno
urbano; esta segunda natura- leza que les ofrezca las posibilidades que en su bosque
original ya no pueden encontrar, generalmente por ago- tamiento o mala gestión de los
recursos, por injusticias endémicas o por falta de trabajo.
168
El pasado mes de abril, al pasar por Barcelona para recoger el II Premio Mies van der Rohe
de Arqui- tectura Latinoamérica, el arquitecto brasileño Paulo Mendes da Rocha hablaba de
la ciudad como gran soporte técnico que debe aportar unas infraestructuras urbanas, de
saneamiento, salud y cultura lo más poten- tes y ricas posible, desde la certeza de que la
ciudad es ya nuestra naturaleza artificial, configurada con las herramientas que el ser
humano ha ido desarrollan- do. Desde esta óptica, la
del país y compensando las deficiencias de una región metropolitana con muchos déficits,
Buenos Aires es una ciudad rica en equipamientos públicos y en cul- tura, con abundantes
presupuestos municipales que continuamente se aplican a mejorar el espacio públi- co, a
crear nuevos parques o a fomentar un arte y una cultura que en Barcelona se han visto
reflejados en el Grec 2001, con la presencia de la música y el teatro porteños. Mientras la
crisis aprieta, los hospitales,
escuelas y centro culturales
En el futuro los espacios públicos de las grandes ciudades no sólo van a ofrecer aire libre,
bancos y quioscos, sino también conexiones, pantallas de información
y sistemas de comunicación; por lo tanto, serán en parte entornos protegidos
y cubiertos.
de la ciudad acogen cada día a los habitantes que se acercan en ferrocarril, au- tobús o
coche para obtener de esta segunda naturaleza las facilidades que en las provincias no
tienen. Y ésta es la esencia de la máxima creación del ser humano:
inaugurada en febrero del 2001, es la Mediateca en Sendai, Japón, del arquitecto Toyo Ito.
Realizada con el máximo cuidado y presupuesto, con esmero intelec- tual, técnico y formal,
este gran prisma liviano y lleno de energía es una especie de plaza pública, cubierta y
dispuesta en pisos superpuestos.
Cada día centenares de usuarios, desde adoles- centes hasta ancianos, acceden con total
libertad y se pasan horas escuchando música, leyendo libros y revis- tas, viendo vídeos,
usando ordenadores, conectándose a Internet, asistiendo a conferencias y debates.
En el futuro, los espacios públicos de las gran- des ciudades no sólo van a ofrecer aire libre,
bancos y quioscos sino también conexiones, pantallas de infor- mación y sistemas de
comunicación; por lo tanto serán en parte entornos protegidos y cubiertos.
De la misma manera que en los siglos XIX y XX se iba a pasear para ver escaparates o
para sentarse junto a una fuente, en el futuro el espacio público será, además, un lugar
donde situarse cómodamente en un soporte ergonómico frente a un ordenador o una red
interactiva.
El derecho a la ciudad no sólo exige espacios públicos tradicionales sino también potentes
focos infraestructurales de información, comunicación, crea- tividad y alfabetización
electrónica.
El julio pasado estuve viviendo en Buenos Ai- res, precisamente durante los días más
álgidos de la última crisis, al mismo tiempo que la gente estaba atenta a los discursos por
televisión de De la Rua o de Cavallo y en las sedes bancarias había largas colas, y pude
comprobar cómo la ciudad seguía siendo un lugar para vivir, trabajar y pasear. Paliando la
crisis
una ciudad moderna como plataforma abierta que se opone a la ciudad medieval como
fortaleza cerrada; un legado de calles, plazas y edificios que acogen a otros seres humanos;
un lugar en el que la tecnología ofrece abiertamente todos sus logros.
Pero cuando, en vez de seguir su sentido, la ciudad no acoge a sus inmigrantes, expulsa a
los que no tienen recursos para pagar alquileres o plazos, desaloja a los okupas que critican
un sistema injusto de propiedad in- mobiliaria, se cierra con miles de policías para imponer
el orden, entonces, cuando la ciudad no es acogedora se convierte en un monstruo que
escupe, en un engendro especulativo e insolidario, en una creación humana que deja de
cumplir la misión para la cual fue creada y para la cual ha ido evolucionando.
En este sentido, en los dos últimos meses dos ciudades europeas como Génova y
Barcelona han dado ejemplos nefastos. Génova, en julio, por la brutal represión del
movimiento antiglobalización, en un des- pliegue policial de claras raíces en el fascismo
italiano. Barcelona, en agosto, al desalojar primero y detener a traición después a una parte
de los inmigrantes que dor- mían en la plaza de André Malraux.
En este caso, los sindicatos, organizaciones sociales y partidos políticos que han ayudado a
los inmigrantes han sabido continuar la responsabilidad de hacer ciudad; en cambio, las
instituciones (Dele- gación del Gobierno, Generalitat y Ayuntamiento) han caído en la
vergüenza de ser antisolidarias y en el ridículo de su ineptitud, incapaces de entender la
esencia de la ciudad: una segunda naturaleza que los mismos ciudadanos hacen solidaria a
pesar de los que gobiernan.
169
Finales del 2001: Barcelona pasa por uno de sus peores momentos. En los últimos tiempos,
la ciudad nunca ha- bía estado en una situación aparentemente tan apática y conformista.
Una ciudad pensada para ser visitada por los turistas. Una ciudad, también, hipócrita. Una
ciudad que se desentiende de las implicaciones conceptuales y urbanas de su monumento
La reciente presentación del proyecto de hotel de lujo en Miramar demuestra, tan
evidentemente y ante los ojos impávidos de los ciudadanos, cómo el Ayuntamien- to reserva
el mejor suelo público para los más podero- sos operadores privados. Unos impávidos
ciudadanos que se han de tragar los argumentos centralistas y los
métodos represivos de una
más visitado, la Sagrada Fa- milia de Antoni Gaudí, cada día objeto de la mirada de miles
de turistas que colman los alrededores. Un Ayunta- miento que hace la repre- sentación de
eliminar tres plantas de su sede para pare- cer ecologista y mantiene la Plaça de Sant
Miquel como aparcamiento de coches y motos. Una ciudad que ex- pulsa en agosto a los
inmi- grantes sin techo de la Plaça
Estamos en los mejores tiempos para las inversiones, los negocios y las
promociones inmobiliarias; pero en malos tiempos para la poesía, la cultura y la crítica. […]
De todas formas, el estado de las cosas no se va a mantener así durante mucho tiempo.
Tarde o temprano la nueva sociedad va a emerger completamente.
Para bien o para mal, el mundo se va transformando bajo la dura cáscara de unas
instituciones incapaces de reflejarlo.
delegada del Gobierno que nos recuerda los períodos más negros de la historia: la primera
mitad del siglo XVIII, con el dominio borbónico a través de la preponderan- cia del capitán
general de Cataluña, y la dictadura franquista. Estamos en los mejores tiempos para las
inversiones, los negocios y las promociones inmobilia- rias; pero en malos tiempos para la
poesía, la cultura y
de Catalunya para presentar en el mismo sitio durante la Mercè un multitudinario recital del
magnífico Manu Chao, el que canta aquello de “me dicen clandestino por no llevar papel”;
un recital, por cierto, pésimamente or- ganizado, sin visibilidad y con un sonido horrible.
En esta ciudad tan apática, el proyecto del Fòrum 2004 es el manifiesto del naufragio más
estrepitoso. Cuando parece que ya ha tocado fondo, que peor no podría ir, resulta que
sigue empeorando y se sigue perdiendo el tiempo y el dinero público. Resultando ya bien
claro lo insostenible de las prisas con las que se ha de hacer todo, terminar construcciones
y pensar contenidos, no se entiende por qué el Fòrum no se con- vierte en un 2004+2, con
un primer ensayo en el 2004 de encuentro de movimientos alternativos, pacifistas,
ecologistas y antiglobalización, y se da tiempo para pensarlo y construirlo mejor, de manera
más razonable, participativa y sostenible para un Fòrum del 2006 o del 2008. De momento
es un Fòrum sobre la cultura, la paz y la sostenibilidad totalmente deslegitimado, en una
ciudad que ha asistido pasiva al inicio de una guerra, injusta y absurda como todas,
llegando sólo a generar la protesta de unos centenares de ciudadanos cons- cientes en la
Plaça de Sant Jaume. Mientras en todos los países se alzan voces y se publican
contundentes artículos contra la intervención militar norteamericana e inglesa, en nuestro
país nadie formula nada, más allá de contar chistes.
la crítica.
Una ciudad en la que algunas de sus instituciones académicas pasan por un mal
momento. La escuela de diseño Elisava, que estaba alcanzando uno de sus puntos
culminantes, con prestigio internacional, un profesorado excelente y unos proyectos
vanguardistas y comprometidos socialmente, ha dado un giro drásti- co hacia una escuela
en la que prevalecen los intereses privados del puro negocio, cortando de golpe un futuro
que parecía espléndido. En la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona
(ETSAB), su director ha dimitido inesperadamente, desvelando los conflictos internos y
evidenciando que se vive de una renta y un prestigio que se van a perder si no se
transforma el mo- delo de escuela, se actualiza el plan de estudios, se activa su vida cultural
y se plantean unos objetivos adecuados para el siglo XXI. Y si la escuela que forma a los
arqui- tectos va mal, ello podría anunciar malos tiempos para la arquitectura y el urbanismo
de los próximos años.
Sin embargo, hay otra ciudad real que está viva y que no se corresponde con este
panorama de aletarga- miento: es la ciudad creativa que se aglutina en torno al CCCB –en
encuentros como el eme3Density– o al MA- CBA –con sus exposiciones, actividades y
grupos artís- ticos reivindicativos como las Agencias; es la ciudad comprometida que está
detrás de la nueva plataforma Motivados, una organización no gubernamental que pro-
pone la revolución divertida, una especie de derridiana
170
cada vez mayor separación entre los sectores activos, conscientes, comprometidos y
creativos de la ciudad, y las instituciones que los deberían representar y tener en cuenta.
Unos políticos que siguen con los mismos argumentos de hace más de veinte años –porque
son los mismos que hace veinte años–, cuando en este tiempo la sociedad, los medios y los
hábitos se han transformado completamente. De todas formas, el estado de las cosas no se
va a mantener así durante mucho tiempo. Tarde o temprano la nueva sociedad va a
emerger completamen- te. Para bien o para mal, el mundo se va transformando bajo la dura
cáscara de unas instituciones incapaces de reflejarlo. Y mientras tanto, la ciudad,
anestesiada por sus gestores, duerme tranquila.
171