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Actualizado 6 febrero 2013

¿Cuál es tu fecha de caducidad como líder cristiano?

​Hace poco revisité un videoclip de youtube de Tyler Oakley, ​un fenómeno


de masas en Internet​, titulado ​Fecha de Caducidad​. Es una pena que no esté
subtitulado en español, pues sin quererlo plantea un tema de mucha enjundia
espiritual.

Este eterno adolescente que acaba de terminar la universidad nos cuenta


cómo ​en la despensa de casa de sus padres todo está caducado​. Para
demostrarlo empieza a sacar las más variopintas latas de conserva y leer sus
fechas de caducidad. Aparecen más de veinte, a cual más caduca, ¡¡hasta llegar
a una crema de los años sesenta!!

Su conclusión es clara: si te invitan mis padres a cenar, no comas nada…

Tomando su idea muchas veces me pregunto cuántas de las cosas que


tenemos en la iglesia están caducadas y no nos hemos dado cuenta porque
siguen en la despensa. Pero ​lo más grave no es que estén guardadas
como un recuerdo o una pieza de museo, sino que muchas de ellas todavía las
utilizamos como alimento cuando ya han perdido su poder nutricional.

Maneras de hacer, lenguajes, costumbres, procedimientos, música y tantas


otras cosas ​nacen en un contexto histórico y se perpetúan en el
tiempo​ en un anacronismo que nos lleva a sacralizar lo que es accesorio.
Las personas ​somos como somos​, animales de costumbres, y buscamos
seguridad en el siempre se ha hecho así, lo cual no está exento de valor.

Pero inevitablemente las cosas cambian, las culturas evolucionan y ​poco a


poco nos vamos desactualizando sin darnos cuenta​. Nos pasa con la
moda y la manera de vestir, con los ordenadores, con los electrodomésticos,
con las generaciones, con las empresas, con el lenguaje y con todas las cosas
del día a día.

Detrás de todo esto hay una razón tan humana como teológica pues como
cristianos sabemos que somos un pueblo en camino, con una historia lineal
que avanza hacia una meta. Atesoramos una Tradición eterna que refleja
una ​belleza siempre antigua y siempre nueva​…y resulta demasiado
para nuestra manera de procesar las cosas, tanto como intentar meter toda el
agua del mar en un cubo.

Por eso tan vieja como la humanidad misma es la​ eterna disputa ​entre los
que quieren cambiarlo todo y los que quieren conservarlo todo. Heráclito
(todo cambia) contra Diógenes (lo guardo todo)​ ​en estado puro…
Por si este planteamiento fuera poco, resulta que nos ha tocado vivir en la
convulsa época de la ​transición de la modernidad a la
postmodernidad​ donde los cambios y transformaciones socioculturales que
estamos experimentando son de una entidad y una aceleración vertiginosa.

En la época de la revolución industrial un cambio necesitaba décadas para


imponerse; hoy en día, en plena revolución tecnológica postmoderna, d​ os
años son suficientes​ para hacer obsoleta la máquina más puntera.

Pero volvamos a la Iglesia…sabemos que todos tenemos fecha de caducidad,


¿pero lo tenemos interiorizado?

Yo he de ​agradecer siempre la formación jesuítica ​que recibí en


congregaciones marianas donde teníamos un grupo de montañeros en el que
periódicamente “deponíamos” al Jefe por que se había vuelto demasiado
viejo. Allí una persona con 18 años tenía verdadera responsabilidad, y
terminando la universidad tenía que empezar a dejar paso al siguiente.

Qué diferente de lo que luego he visto y vivido en tantos grupos y parroquias.

De alguna manera me persigue la sensación de que e​n la Iglesia vivimos en


una foto fija de lo que eran los grupos​, las personas y las referencias de
hace veinte años.
Y algo me dice que ​esto no es sano ​y no estoy hablando de temas de
gobierno de la Iglesia, pues ojalá todos los grupos tuvieran a la cabeza alguien
con la clarividencia y actualidad de Benedicto XVI.

Estoy hablando del ​día a día de las parroquias, asociaciones y


movimientos​, de la cultura eclesial que hemos generado y nuestra
incapacidad de comunicar lo que tenemos dentro.

En una Iglesia que educa a más de un millón de jóvenes en las escuelas y


todavía bautiza y da la primera comunión a cientos de miles de personas, ​hay
algo que no funciona​ cuando no aparece recambio por ningún lado.

Algunos dirán que es la sociedad, que los jóvenes de hoy, que si no se atiende
a lo importante ni se valora ​el tesoro de la Iglesia.

Pero para mí las matemáticas son claras: ​el Evangelio es la respuesta​ a


toda persona de cualquier época y lugar, luego si no está llegando quizás
tendremos que desempolvar nuestros escaparates para que se vea con más
claridad.
Por eso creo que es más que sano plantearnos cuál es nuestra fecha de
caducidad, y con ello ​la de todo lo que es accesorio, cultural y
prescindible​ de lo que hacemos.

Por reiterativo que suene, creo que en ello nos jugamos el ​ser o no ser​ de la
Nueva Evangelización.

Y si no entendemos esto no nos extrañemos de que la gente de hoy, cuando la


invitamos a cenar, siga el consejo de Tyler Oakley: si ​te invitan a cenar a
casa de mis padres​…no comas nada.​

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