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Angela María Vargas Pérez

Taller de Redacción

1. Proceso de escritura:
1.1. Planeación: El texto surge de una serie de acercamientos que se hicieron en
otras materias al concepto de ciudad. Nuestro grupo notó que no hay un significado
preciso de qué es la ciudad, pero también descubrimos que hay rasgos que
diferencian a la ciudad de otros conceptos sobre el espacio.
Con base a esto, realicé un escrito que pretende demostrar cómo una ciudad es su
transporte público y, de forma más específica, demostrar que Bogotá es su
Transmilenio.
El texto lo dirigí al docente de la materia y, actualmente, a la docente que leerá esto.
El lector está familiarizado con el concepto de ciudad y de Transmilenio porque es
el espacio donde nos desarrollamos actualmente, por lo que espero que logre
reconocer lo escrito gracias a sus vivencias, e incluso, que pueda abrir más su
observación hacia todo lo que podemos notar en el transporte público, a todas las
historias dignas de ser contadas y que vemos día a día solo en la ciudad, solo en el
transporte público.
La forma en la que se realizaría era de carácter libre, por lo que opté por un escrito
bastante descriptivo que va uniendo ideas con el objetivo de probar la idea principal
del texto final: la ciudad es su transporte público. Asimismo, elegí el formato Word
por las facilidades que ofrece para el proceso de escritura, corrección y envío del
escrito.
1.2. Redacción del escrito y post-escritura: El límite que se planteó para el
desarrollo del texto consistía en que no debía exceder las dos páginas, por lo que
tuve que adaptar el texto a esta condición. Tuve que agregar varios implícitos donde
se evidenciaran las lecturas que veníamos realizando a lo largo del semestre acerca
del concepto medular: la ciudad, por lo que el texto busca recalcar el hecho de que
Bogotá es su gente, su historia, sus profesiones, sus construcciones, sus emociones,
y todo eso se ve en el TransMilenio.
Al ser un texto libre, omití dividir el texto como si fuese un texto científico, es
decir, omití el uso explícito/notable de: introducción, cuerpo y conclusiones. Sin
embargo, los tres se podrán evidenciar una vez se termine la lectura, pues todo
escrito maneja una apertura, un desarrollo y unas conclusiones finales sin necesidad
de poner un subtítulo arriba de cada uno.
Una vez realizado el primer borrador, tuve que hacer varias correcciones en lo que
respecta a estética, coherencia y muletillas y, en especial, la claridad para que se
cumpliera el objetivo principal que me motivó a realizar el texto: hacer que el lector
entienda y pruebe por sí mismo los rasgos de ciudad que se viven en su transporte
público. Al final, el borrador final (pues un texto siempre se presta a correcciones)
fue el siguiente:

La Ciudad es su Transporte Público

La ciudad es historia, interacción, arquitectura, memoria, organización, tramas. Me gusta


pensar en la ciudad como el reflejo de un hombre al mirarse al espejo: el hombre es
historia, es sociedad, es su cuerpo, es su memoria, es su construcción cultural, política,
económica, es lo que vive día a día.

Bogotá es su gente, y su gente está en el TransMilenio: están los amigos hablando de una
mujer hermosa que acaban de ver pasar, está la muchacha que apenas consigue asiento saca
su libro en inglés, el joven que maldice por teléfono, el señor que maldice con suspiros, la
que usa por primera vez el sistema de transporte y no está segura de bajarse en esta
estación, el que se arriesga a preguntarle el nombre a la muchacha que le pareció bonita, el
que se sube a la baranda y se le caen las monedas del bolsillo, la mujer embarazada que ya
no aguanta estar en pie, el que va tarde y con tiempo de sobra, ambos ahora conscientes de
los giros desfavorables que puede ofrecer la ciudad; está el vendedor ambulante, el
abogado, el profesor, el estudiante, el ladrón, el artista, el habitante de calle; está el que
tiene pico y placa, el que está todo el camino viendo su celular y el que está llorando
porque en esas le robaron el celular por la ventana mientras el semáforo estaba en rojo, está
la niña que te cambia la vida cuando te mira y te sonríe, está el que observa detalladamente
por la ventana, quizá pensando, quizá imaginando, quizá buscando diferencias entre las
construcciones arquitectónicas de acá y las que vio hace treinta minutos, está la que tuvo
que quitarse los audífonos por una tarde tratando de retener en su memoria todo lo que
observa porque Bogotá está ahí y ella también es Bogotá y no lo sabía. Gente rubia,
morena, alta, baja, robusta, delgada, vieja, joven. Ojos, por todas partes ojos.

Ver los ojos de las personas que viajan en TransMilenio es una buena forma de conocer el
ser de los humanos. Están las personas que no pueden hacer mucho contacto visual sin
sentirse avergonzadas, tal vez intimidadas, tal vez invadidas, y están las personas con las
que armas una guerra visual hasta que te obligan a ceder, a ser tú esta vez el intimidado, y
no te queda de otra que sonreír ante la victoria de tu adversario. En TransMilenio están los
ojos del que no durmió ayer, por la universidad o por el corazón, están los ojos que brillan,
los ojos tristes, furiosos, manipuladores, vulnerables, irónicos, sensibles, enamorados,
empáticos, fríos, los ojos de la cincuentona con más vida que la de los ojos de la muchacha
de dieciocho que están acabados y cansados por la experiencia, los ojos que creen tenerlo
todo bajo control y los ojos que están al borde de la desesperación buscando el sentido de la
existencia.

Todos esos ojos tienen una historia detrás, y me parece que la gente anciana es la más
consciente al respecto, gente anciana a la que no se le puede ver más que historia en los
ojos, gente a la que ya no se le ve la emocionalidad y las reflexiones del presente sino el
recuerdo de los rostros y las sombras del pasado. Esa gente es quien va sentada en las sillas
azules y son quienes más fijo pueden mirarte a los ojos, escrudiñar en ellos, te pueden leer
más que nadie porque ellos llevan muchísimos años de conocer almas y universos, entonces
nada puede asombrarles de los ojos. Esa gente que te lee y no puede decir: qué muchacha
tan malvada, qué hombre tan bueno, porque a esas alturas del partido ya saben que el
hombre no puede ser malo o bueno, bruto o inteligente, bonito o feo, más bien es.

En el TransMilenio se vive la ciudad en cuanto es su gente, su reflejo. TransMilenio es el


transporte de color rojo y la muchísima gente que cabe ahí dentro, TransMilenio son
cuerpos, historias, posturas y razones del que paga pasaje y del que se coló, son los ojos que
pueden ver el callejón y la avenida durante el recorrido, es el herido, el canalla, el
satisfecho, el enfermo, el depravado, el justiciero, el amable, el que observa la ciudad y el
que siente en el corazón la canción que acaba de empezar.
Una vez una señora me preguntó en una estación de TransMilenio si yo era bogotana y
después me dijo que toda la gente de Bogotá era muy íntegra. Señora, espero con toda la
fuerza de mi alma que este texto llegue a usted para que sepa mi respuesta: espero algún día
contactarle para poder ir a esa ciudad íntegra, porque la mía no se le parece en nada.
Mientras su Bogotá es la gente sencillamente íntegra, mi Bogotá es la gente tenazmente
humana.

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