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“Uno de los testigos silenciosos de la vida de los hombres es el bosque, los árboles que

se alzaron durante cientos de años llegando a ser más antiguos que cualquier hombre y
su cuerpo inerte es el hogar de la vida”. Esas eran las palabras de mi madre mientras me
enseñaba a cuidar los cultivos e irónicamente a ser otro testigo silencioso de la
importancia de la vida. En las noches solía fumar un cigarrillo pensando en esas
palabras, mientras contemplaba el bosque antiguo que se alzaba poderoso a lo lejos de
nuestro hogar pensando en los misterios que esconde. Por las mañanas solía leer unos
viejos libro que mi padre recolectaba de la ciudad, pues vivimos en una época en la que
el conocimiento es desperdiciado e incluso satanizado, pues el uso inadecuado convirtió
a este hermoso mundo en un averno de corrupción donde moran los demonios del odio,
y no los culpo, pues para sobrevivir en este congelado mundo se necesita perder la poca
humanidad y decencia que le quedaba a la raza humana.

Fue entonces que mi familia decidió aislarme del mundo protegiéndome de aquellos
horrores que provoca el ser más racional sobre la Tierra. Había convivido pacíficamente
con la naturaleza o lo que quedaba de ella, pues las primeras memorias que logro
enfocar están caracterizadas por una densa niebla, el llanto de mi madre atormentada
por el futuro que me tocaría vivir y mi padre enfurecido acomodaba ideas inhumanas
mientras planeaba la forma de mantenernos con vida. Mis recuerdos son confusos y
poco claros, pues contaba con 5 años y no comprendía la magnitud del problema.

En las tardes trabajaba junto a mi madre en la cosecha que con mucho esfuerzo daban
pequeños frutos, mi padre, temeroso de lo incierto se adentraba en el bosque con el
objetivo de cazar algún desdichado animal, siempre me pregunte el motivo de su temor
y en las noches mientras mi cigarrillo se consumía me sentaba en lo más alto de una
roca viendo como las ramas se movían agitadas y pavorosas como si el mismo bosque
tuviera miedo.

Mis días pasaban consumidos en una rutina, pues el mundo que conocía se limitaba a
nuestra cabaña y sus alrededores, tenía prohibido salir de los límites de la propiedad
fuertemente asegurada con los primitivos sistemas que mi padre logro incorporar, algo
rustico, pero efectivo para ahuyentar a los bandidos que llegaban con los terrores de la
noche. Como toda adolescente tenia curiosidad y ganas de conocer lo incierto, varias
veces suplique a mi padre llevarme en sus viajes y con el miedo en su voz me ordenaba
quedarme pues debía cuidar de mi madre de los posibles peligros que podían acechar.
Eran tiempos oscuros, pero yo no podía ver esa oscuridad, todo lo que conocía hasta ese
momento era un amargo existir en los confines de nuestra propiedad y el tabaco que
lograba cultivar a escondidas.

Durante años solo aguardé silenciosa y frustrada mientras empezaba a dudar si en


realidad las cosas eran tan malas como me decían, empecé a creer que solo querían
alejarme del mundo exterior y que no me dejarían conocerlo y cada vez que hablaba con
ellos sus miradas se tornaban cada vez más frías, supongo que se debían a las
negaciones constantes que me daban, así que decidí buscar la forma de conocer el
mundo exterior por mi cuenta ya que habían pasado años y con 25 no podía ver más allá
de aquel bosque que marcaban los límites de mi confinamiento mientras los días
pasaban y mi hambre por conocer cosas nuevas me carcomía, ya no aguantaba saber del
mundo por los autores que no conocía y empecé a odiar lo que conocía.

Una mañana discutí con mis padres pues mi actitud sumisa y mi ciega confianza en
ellos no me dejaban ser yo misma por lo que decidí enfrentarlos:

- Madre, padre… es momento de que salga y busque suministros.


- Todavía eres una niña que no conoce nada y necesito ayuda con las cosechas y
la casa
- Estoy harta de seguir con lo mismo ya no quiero ser un maldito testigo
silencioso de la vida, ¡quiero vivirla!

Mi padre un hombre mayor y sabio quedo en silencio mientras discutía con mi madre,
parecía estar reflexionando profundamente en algo mientras su mirada perdida se
posaba en la ventana con destino al horizonte no hizo nada más que quedar en silencio
hasta que mi madre grito por su apoyo y mi padre en silencio solo camino hacia su
despensa y sacando su mejor botella de whisky soltó unas cortas pero imponente
palabras.

- Quieres conocer el mundo? Te lo mostrare.

Mi padre con el pasar de los años se convirtió en una persona fría y de pocas palabras
mientras que mi madre se convirtió en una persona triste, melancólica y sin decir una
sola palabra se marchó a los cultivos.

Mi padre acomodo unas palabras mientras caminaba hacia su estudio donde saco dos
rifles oxidados y casi inservibles.
- El mundo no es como en tus libros y la vida dejo de serla hace mucho tiempo,
los humanos viven para sobrevivir y tampoco tienen unas vidas dignas, demore
años en mantener a esas ratas a raya y lograr crear nuestra casa. Ahora que tienes
25 años es tiempo de mostrarte la vida que te espera.

Esas palabras despertaron en mi la curiosidad que tanto estaba guardando al igual


que una mezcla entre emoción y temor por buscar en lo desconocido que no hacían
más que aumenta mis ganas por entender todo aquello que me habían ocultado
desde mi infancia.

Al momento de partir pude ver a mi madre erguida en los cultivos con una mirada
vacía, no tenía odio en sus ojos, pero si una profunda lastima como si tuviera
condolencia de mi o al menos eso fue lo que interprete. Partiendo de nuestro hogar
caminamos durante horas por difíciles peñascos y estrechas laderas donde el paso
era exageradamente difícil y el error más simple costaría una dolorosa caída en el
más afortunado de los casos... pasaron varias horas y no conocía nuestro destino ni
objetivo, pero empezaba a sentir una extraña sensación que resonaba en mi alma y
alertaba mis sentidos, no comprendía la razón pues era algo ilógico, asumiendo que
era producto de salir al mundo exterior después de mi largo encierro logre
tranquilizar mis pensamientos hasta que observe las manos de mi padre que
sostenían con fuerza su rifle y me ordeno no decir una sola palabra con vagas
advertencias.

Empezaba a sentir pánico de lo incierto pues al avanzar cada vez más


encontrábamos cuerpos tirados a la luz del sol pudriéndose como si se tratara de
simples animales, remordiéndome el labio logre silenciar un grito que se transformó
en un gemido tenue y pronto llegue a ver los límites de una acumulación de casa,
todas y cada una con una característica única, en algunas encontré sangre en las
paredes como si se tratara de un desquiciado intento por pintar las paredes o una
advertencia que no lograba comprender pues sus habitantes eran ancianos con una
mirada tan despiadada que sembraron un profundo terror en mi pues sentía que me
observaban como si fuera una pequeña e indefensa presa acechada por sus
murmullos, en otra observe niños pequeños que pensé alegrarían mi alma y
calmarían mis ansias pero aumentaron mi temor al ver un comportamiento carente
de humanidad mientras golpeaban fuertemente la cabeza de unas indefensas
criaturas que a mis ojos asimilaba eran alguna especie de conejo deforme que logre
reconocer por sus orejas pero su apariencia no parecía

ta del autor: si algún día te sientes sola recuerda leer esta historia ya que aquí está
plasmado parte mi ser, si perdemos contacto por el tiempo o los hechos inciertos de la
vida ten por seguro que donde quiera que estés llevas contigo una parte de mí.

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