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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA - FACULTAD DE ARTES

PRODUCCIÓN DE TEXTOS-B
Alejandra Telles
80502/0
Comisió n 6
CONSIGNA DE ESCRITURA N°6

Lenguaje inclusivo: ¿hacia dónde debe ir el cambio?

Es comú n oír en las clases que los profesores se refieren al alumnado como alumnas y
alumnos, futuros directores o directoras de cine, entre otros usos desdoblados. Existe hoy una
igualdad, si bien no completa, pero sí má s amplia, entre hombres y mujeres; ademá s de la
normalizació n de la presencia de la mujer en diversos
ámbitos, tanto pú blicos como privados, lo cual conllevó a la
modificació n progresiva de la forma de hablar. Esto incluye
oficios, cargos y profesiones, donde se forzaron cambios
expresivos en el lenguaje formal. No se niega que hay un
notorio avance en estas á reas en comparació n a añ os
anteriores, donde era casi utó pico que una mujer llegase a
ejercer la medicina con total libertad, sea respetada en su
oficio y se le reconozca el título como tal y no como
“enfermera”, profesió n que muchas veces es atribuida
ú nicamente al género femenino, por citar un ejemplo. Sin
embargo, basta prestar atenció n a cualquier conversació n
cotidiana para darse cuenta de que el lenguaje está lleno de
estructuras que propagan estereotipos que perjudican,
invisibilizan a las mujeres y las denigran.
La ambigü edad de la problemá tica lingü ística que tiene nuestra lengua romance se
plantea con la pregunta: ¿son las palabras sexistas? Grosso modo, existen dos tipos de sexismo
en el habla: las frases machistas y denigrantes (por ejemplo, expresiones como “no te pongas
eso para ir a clase, vas a distraer a los chicos”, “serías muy linda si te arreglaras un poco má s”,
“así nunca vas a conseguir marido”, “¿có mo espera que la respeten vistiendo así?”) y las
expresiones que dan prioridad al género masculino (el plural genérico). Debido a esto, no son
pocos quienes insisten en que el léxico del castellano deben hacer explícita, y sin discriminar, la
distinció n entre géneros, pero también está n los que defienden que no tiene sentido pensar que
la gramá tica es sexista, puesto que en las lenguas romances el masculino es el término no
marcado normativamente aceptado. Es cierto que sustituir letras para lograr un lenguaje má s
incluyente puede resultar pesado, o incorrecto gramaticalmente en comparació n con lo que nos
han enseñ ado desde pequeñ os en el uso del idioma, pero hay que reconocer que el romper las
reglas al cambiar las “o” “por las “e” y borrar el género masculino omnipresente, revela la lucha
constante por la equidad que el movimiento feminista lleva haciendo desde tiempos
inmemorables.
Sin embargo, el machismo lingü ístico viene má s por el lado de emplear vocablos que
resultan en discriminació n por invisibilizació n de género, tales como “la médico”, “la
presidente”, “la ministro”, “la odontó logo”, y también por las expresiones sexistas que hacen
cró nicos estereotipos o denigramientos hacia ambos géneros. Lo cierto es que no solo las
mujeres nos vemos afectadas por frases como “todo es má s fá cil para las ellas, nada má s tienen
que verse bonitas”, “ ¿no le molesta a tu marido que trabajes todo el día?”, porque también
existen quienes afirman que el hombre debe ser la cabeza del hogar, ellos no lloran, no son
sensibles, y si lo son, quiere decir que son gays o afeminados (nuevamente volviendo a la
denigració n femenina, como si el serlo tuviera algú n significante negativo).
Ahora bien, es verdad que como sociedad muchas veces, e incluso de manera
automá tica, asociamos lo masculino con un valor mayor que lo femenino, lo cual entorpece el
esfuerzo de hacer al lenguaje menos sexista. Varios rechazan feminizar oficios, profesiones o
cargos, porque pareciera que algú n título en femenino vale menos. La autora de los libros de
Harry Potter, Joanne Rowling, escribió bajo los seudó nimos J. K. Rowling y Robert Galbraith
para que sus escritos tuvieran má s valor, ya que si se sabía a primera instancia que era una
mujer, quizá no habría tenido mayor repercusió n. Por lo tanto, ¿es necesario modificar la forma
en la que nos expresamos para ser una sociedad incluyente? La respuesta debería obedecer a la
acció n, a eliminar esas frases arraigadas, a abolir las percepciones de ser muy “femenino” o muy
“masculina”; el género que se usa al hablar trasciende a la gramá tica. La lucha debe ir en esa
direcció n, má s que en tratar de que la humanidad alterne la “o” por la “e”. Pensar que por alterar
la forma gramatical de hablar o escribir en términos de pluralismo genérico se erradicará n los
males sociales es tan absurdo como pensar que los colores tienen género.
No obstante, la lengua es maleable, va transformá ndose con el tiempo y adaptá ndose a
cada generació n que va pasando, solo parece está tica porque los cambios son lentos; tomemos
de ejemplo el castellano rioplatense, que convierte el “tú tienes” por el “vos tenés”, dice
“utensillos” en lugar de utensilios, emplea el sheísmo mientras que en el resto del mundo se usa
el yeísmo, entre otros. Entonces, el decidir apoyar o criticar un uso no comú n del castellano que,
en el caso del neutro, tiene como objetivo alzar la voz para reclamar derechos, se trata de una
decisió n má s política que gramatical. La lengua no es un espacio fantá stico para lograr un
mundo en el que no exista desigualdad de género, pero tampoco puede negarse que sirve como
sentido de lucha hacia una sociedad má s igualitaria. Hay cuestiones má s importantes, como la
creciente estadística de femicidios, sueldo de trabajadoras que permanecen por debajo del de
los hombres y la constante desvalorizació n del trabajo de la mujer, como para indignarse de que
une persone use la terminació n neutra y manche un poco el idioma. Las tendencias deben ir
hacia un cambio má s conductual y consciente; debemos alejarnos de las expresiones que
violentan, maltratan y discriminan, y construir un lenguaje inclusivo mientras seguimos
deconstruyéndonos a nosotros mismos.

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